Relato: Mi sobrino



Relato: Mi sobrino

Mi sobrino. Parte I.


Una noche de soledad perd� la cabeza y termin� teniendo sexo
con mi sobrino de 18 a�os.



Es viernes a la noche y estoy lista para irme a la cama para
una solitaria sesi�n de sexo conmigo misma. �Qu� otra cosa puedo hacer? Tengo 42
a�os, soy soltera y hace m�s de seis meses que no estoy con un hombre. Cosas de
la vida, tampoco es para dramatizar.


Me he ba�ado, he perfumado mi cuerpo y ahora me miro desnuda
frente al espejo. No tengo feo cuerpo, mis pechos son grandes y todav�a hacen
suspirar a muchos, no tengo flojos los m�sculos del vientre ni el trasero
gracias a interminables horas en el gimnasio. Mi rostro no es bello pero guarda
un especial atractivo, en especial en la mirada.


Me meto en la cama y espero que mi respiraci�n se normalice.
A�n no me he tocado pero ya estoy excitada porque s� que voy a disfrutarlo, voy
a tener un orgasmo que me debo hace mucho tiempo. En la mesa de noche me espera
mi consolador.


Empiezo a acariciar mis pechos. Est�n suaves, y mis manos
c�lidas los recorren cent�metro a cent�metro, sin prisa, demor�ndose en llegar a
los pezones que ya est�n erectos. Humedezco mis dedos entre mis labios, toco mis
pezones, tengo un estremecimiento y dejo salir un suspiro. Disfruto mucho de
tocarme los senos grandes y voluptuosos, me calienta particularmente. All�
abajo, entre mis piernas, siento que los labios de mi vagina se est�n hinchando
y mojando.


Una de mis manos baja lentamente por mi vientre, la otra
sigue sobre mis pechos. Acaricio mis muslos, por fuera y luego la parte interna.
Mi respiraci�n se acelera. Lentamente mis dedos se acercan a los labios de mi
vagina, est�n muy hinchados y mojados. Recorro los pelitos que los rodean, tiro
de ellos y exhalo el aire en un gemido mezcla de dolor, mezcla de placer. Abro
un poco m�s las piernas.


La punta de mis dedos recorre mis labios y rozan el cl�toris.
Me muerdo los labios, mi excitaci�n va en aumento. Trato de resistir todo lo
posible pero no puedo m�s, as� que me hundo un dedo en mi concha, luego dos, en
seguida tres. Con el pulgar me froto el cl�toris.


Estoy empapada. Meto y saco con fuerza mis dedos, simulando
una penetraci�n. Mientras pellizco mis pezones acelero los movimientos de mi
mano. Nada deseo m�s en este momento que ser clavada por un hombre. Levanto las
caderas, mis gemidos son gritos ya, el orgasmo se aproxima. Retiro mi mano s�lo
un instante, para probar mis jugos, y me penetro otra vez.


Entonces me volteo violentamente, quedo boca abajo sobre la
palma de mi mano y me puedo frotar mejor. Me muevo como si estuviera cabalgando
sobre mi pareja, mis pezones se rozan contra la cama, de a ratos empino el
trasero como si esperara una penetraci�n desde atr�s.


Con la otra mano tomo el consolador y me lo entierro en la
vagina, con furia. As� quiero sentirla en este momento. Es un buen aparato,
grueso, id�ntico a un pene de verdad, con ancha cabeza y las venas marcadas.
Sostengo un ritmo r�pido, de embestidas fuertes, hundi�ndomelo una y otra vez.
Hay un sonido como de chapoteo, mi entrepierna es un lago.


Sigo as�, as�, as�, cada vez m�s fuerte, m�s r�pido, gimiendo
m�s... ya llega, ya llega, todo mi cuerpo se convulsiona, voy a liberar mi
primer orgasmo en seis meses...


-Toc, toc, toc.


Me quedo inm�vil un segundo. �Fueron golpes en la puerta?


-Toc, toc, toc, toc, toc.


Son golpes en la puerta, s�, cada vez m�s insistentes. El
orgasmo se me queda atragantado, no puedo creerlo. Trato de recuperar el
aliento, me pongo una bata sobre mi cuerpo transpirado, desnudo, queexige a
gritos una culminaci�n de mi gratificaci�n sexual, y voy caminando con paso
inseguro hasta la puerta.


-�Qui�n es?


-Soy yo t�a, Ernesto, tu sobrino. Disculpame que te moleste,
�est�s durmiendo?


Ernesto, 18 a�os, hijo de mi hermana. �Qu� puede querer en mi
casa a esta hora? �Habr� sucedido algo? Abro la puerta sin pensar y al ver su
rostro de sorpresa me doy cuenta que est� viendome toda despeinada y enrojecida.


-Perdoname t�a, �est�s ocupada?


-No, no, para nada, pasa, �qu� sucede? �digo tratando de
alisarme los cabellos y cerrando mi bata.


-Nada... pasa que... �estoy borracho!


Ernesto se r�e y se le ilumina la cara. Es un chico hermoso,
mi sobrino m�s querido, guapo como pocos y capaz de comprarme s�lo con sonre�r
como lo hace ahora. Salgo de mi embobamiento y reparo en lo que acaba de
decirme.


-�Borracho?


-S�. Perdoname, no le digas nada a mis padres. Estuve con
unos amigos bebiendo aqu� cerca, y ahora no tengo ni para el taxi de regreso a
casa. �Me prestar�as algo de dinero?


Lo miro con ternura y le acaricio el cabello.


-Claro que s�, pero ser� mejor que primero te tomes un caf� o
llegar�s a tu casa en estado lamentable y mi hermana no te lo perdonar�.


Y aqu� estamos los dos, sentados a la mesa, �l tomando su
caf� y yo cerrando mi bata que se empe�a en abrirse. Pero a la tercera vez que
lo descubro espiando mis pechos a trav�s del escote ya no intento cubrirme m�s.
Una idea perversa empieza a nacer en mi cabeza.


-�Y qu� tal ha sido tu noche, adem�s de la borrachera?


-Nada especial.


-Vamos... no me digas que no has estado con ninguna chica...


Hace un gesto de fastidio.


-Las chicas coquetean mucho, prometen todo y al final te
dejan sin nada.


-�De verdad?


-De verdad. Me ha sucedido esta noche sin ir m�s lejos.
Estuve a punto de irme a la cama con una pero al final... bueno, no s� si deba
hablar en estos t�rminos...


De modo que mi sobrino tambi�n acaba de sufrir una
frustraci�n. Puedo imaginarlo, hace apenas un instante estaba con una amiga,
manose�ndose, excit�ndose, con su pene endurecido bajo el jean ajustado y de
pronto se ha quedado sin nada.


-No sab�a que las chicas se comportaban as�.


-Ni te imaginas lo que pueden llegar a hacer. Creo que para
tener menos problemas empezar� a dedicarme a mujeres mayores.


Ernesto sonr�e despu�s de decir esa frase, como tomando
conciencia que me la ha dicho a m�, una mujer mayor. Se produce un silencio
inc�modo. Decididamente est� viendo mis pechos ahora. La idea perversa se afirma
con m�s fuerza en mi mente. Mi concha a�n est� abierta y jugosa, despide un
aroma fuerte, y mi cuerpo sigue reclam�ndome el orgasmo que le birlaron por muy
poco. �Ser� capaz? Me escucho decir:


-Sabes Ernesto, creo que a�n con el caf� la borrachera no se
te pasa. Quiz� ser�a mejor que por esta noche te quedes a dormir aqu� o tendr�s
una tremenda discusi�n con tu madre. Yo la conozco, por algo es mi hermana.


-�Eso crees? La verdad es mam� que se pone pesada cuando
llego en este estado, dice montones de cosas sobre que no tengo edad y as�...


-Entonces no se discute m�s, por esta vez te quedas a dormir
aqu� y ma�ana ser� otro d�a. En mejor estado te presentas y buscas alguna
explicaci�n.


-Ok t�a, muchas gracias, de verdad lamento ocasionarte tantas
molestias.


-No es nada, todo sea por mi sobrino favorito.


Ernesto me regala otra de sus sonrisas, y su mirada se vuelve
a posar en mi escote. La bata sigue entreabierta. Se me debe ver media teta por
lo menos, quiz� el pez�n tambi�n si me inclino un poco m�s hacia adelante.
Descruzo mis piernas y sube un aroma a vagina mojada. �Llegar� a percibirlo?


-�Y d�nde voy a dormir? �Hay un sill�n o algo?


-Nada de eso -sonr�o yo y trato de parecer natural aunque me
cuesta. Mi plan sigue en marcha- Podemos dormir los dos en mi cama, es lo
suficientemente ancha. �O vas a moverte y patearme?


Otra vez sonre�mos. Me inclino hacia delante, acaricio
maternalmente sus cabellos. Ahora s�, sin dudas, se me ven las tetas por
completo. Siento los pezones duros, erectos. �En qu� terreno me estoy metiendo?


Vamos hasta el dormitorio, y cuando llegamos veo el
consolador sobre la cama. Lo recojo con un gesto r�pido, sin comentarios. Es
seguro que lo vio, pero no dice nada. Dejo que mi sobrino elija el lado que
prefiera y me encierro en el ba�o. Me miro ante el espejo. Mi rostro est�
encendido. �Qu� locura estoy por hacer? Elijo un camis�n de dormir de seda color
natural, tan corto que apenas cubre mi trasero, de tirantes finos y profundo
escote. Los pezones se me marcan de inmediato en la seda, mi excitaci�n es
inocultable. Decido ser m�s osada a�n, y no me pongo tanga. Que pase lo que
tenga que pasar, me digo, salgo del ba�o y voy hacia la cama.


La borrachera de Ernesto es real, ya est� dormido, ocupando
casi todo el espacio. Se ha dejado s�lo el boxer y me detengo a observar el
bulto que hace su pene en reposo. Se le marcan perfectamente los test�culos, el
tronco y el glande. Con gran esfuerzo resisto el deseo de tocarlo.


Me acuesto a su lado, en un rinconcito de la cama, boca
arriba. Mi piel se toca con la de �l. Es mi sobrino, pero es un hombre, y hace
meses que no siento la presencia de un hombre a mi lado en la cama. Miro su
perfil en la sombra, y otra vez el bulto que asoma en su entrepierna. Estoy
loca, me digo. Es un chico joven, apuesto, a pesar de sus palabras jam�s
pensar�a en tener algo con una mujer mayor y menos si esa mujer es su t�a. �En
qu� estaba pensando cuando lo invit� a quedarse a dormir? Mejor olvidarlo todo.


Me duermo con un sue�o intranquilo y despierto al rato. Estoy
volteada sobre mi lado derecho y Ernesto imita mi posici�n, pegado a m� como una
cuchara a otra. Algo ha cambiado adem�s de nuestra ubicaci�n: uno de sus brazos
pasa sobre mi cuerpo, con la mano peligrosamente cerca de mis pechos, y adem�s
siento que tiene una erecci�n descomunal. Est� dormido, pero ya saben que a los
hombres les suele suceder eso. Quiz� tiene un sue�o er�tico.


De la erecci�n no tengo dudas, otra explicaci�n no hay para
esa dureza que siento firmemente apoyada contra mi trasero. Descubro adem�s que
mi corto camis�n se me ha subido un poco, de modo que Ernesto est� directamente
sobre mi piel.


Toda la excitaci�n vuelve a apoderarse de m�. Me muevo
lentamente, como si fuera en sue�os, me froto el trasero contra el tronco de
carne dura que mi sobrino guarda bajo su boxer. Mis pechos se endurecen, mis
pezones van a estallar. El cuerpo pide que le rinda cuentas por aquel orgasmo
que no tuve.


Ya no me importa que sea una locura. Giro en la cama, quedo
frente a Ernesto, enriedo mis piernas con las suyas y mi concha mojada queda
pegada contra su muslo. Me abro el escote, mis tetas libres al fin rozan contra
su pecho velludo, mirando su bello rostro dormido muevo las caderas frotandome
cada vez con m�s intensidad.


Siento oleadas de calor, como si tuviera fiebre en todo mi
cuerpo. Estoy a punto de alcanzar el orgasmo cuando Ernesto abre los ojos y me
mira con incredulidad. No, otra vez no. No voy a quedarme con las ganas.


Tomo su rostro con las dos manos y le doy un beso profundo
recorriendo su boca con mi lengua. �l se resiste un poco al principio pero
enseguida se abandona y luego responde, tom�ndome las caderas con las manos.
Torpemente, sin dejar de besarlo, le arranco el boxer. Soy todo calentura, nada
puede detenerme ya. Le agarro la verga con la mano, est� dura como piedra, la
gu�o hacia la entrada de mi concha y me la hundo con un solo movimiento de
cintura. Ahh, me quedo sin aire, llena por fin de aquello que tanto deseo.


Me trepo sobre mi sobrino y empiezo a cabalgarlo con furia,
desesperada, como una pose�da, clav�ndome una y otra vez en su verga. Le ofrezco
mis pechos para que se los coma, los muerda, y �l chupa mis pezones con avidez,
les da golpecitos de lengua, los estira con los dientes. Yo me muevo adelante y
atr�s, arriba y abajo, en c�rculos, frotando mi cl�toris contra la base de su
pene. Chillando, disfrutando.


Ya no aguanto m�s. Ernesto lo sabe, es joven pero ya conoce
la excitaci�n que provoca en una mujer. Toma mis nalgas, las abre y cierra, las
golpea con la mano abierta, vuelve a abrirlas y cerrarlas. Ese jueguito me
vuelve loca y con un grito estremecido de placer libero, por fin, el orgasmo. En
seguida viene otro, y otro m�s. Ya casi hab�a olvidado cu�ntos puedo tener casi
sin interrupci�n.


Los m�sculos de mi vagina se contraen, aprietan al intruso
que tengo bien plantado dentro de m�, llen�ndome toda. Mi sobrino gime, se queda
inm�vil, y se vac�a con un grito. Puedo sentir sus chorros de leche directo a mi
matriz, y me importa nada si me deja pre�ada esta noche. Al contrario, con
semejante polvo ser�a un orgullo.


Voy descendiendo lentamente de las alturas a las que me
llevaron los orgasmos y empiezo a tomar conciencia de lo que hicimos. �Acabo de
coger con mi sobrino! Una relaci�n completa, con penetraci�n y eyaculaci�n
dentro de m�. �Es una locura?


Ya no puedo mirarlo a la cara, vuelvo a ocupar mi rinc�n en
la cama, d�ndole la espalda, y lo rechazo cuando viene a acariciarme. Estoy
confundida pero tambi�n agotada, y me duermo. Eso s�, me duermo complacida,
sintiendo en mi interior el hermoso movimiento de la leche que escurre.


Despierto a la ma�ana siguiente. Mi sobrino sigue junto a m�
en la cama, tiene los ojos abiertos y me mira con dulzura. Tengo la impresi�n de
que estuvo toda la noche observando mi cuerpo desnudo en reposo, y eso me
halaga. Trato de decir algo pero coloca sus dedos sobre mi boca para que haga
silencio. Luego los reemplaza por sus labios, y me besa tiernamente. Se acerca a
mi o�do y dice:


-Nadie tiene nada de qu� arrepentirse. Lo deseamos los dos, y
lo disfrutamos los dos.


Es un sol, lo adoro. Luego se desliza en la cama y se ubica
entre mis piernas. Me da un suave beso en la vagina. Saca su exquisita lengua y
empieza a lamerme. Y pierdo la cabeza nuevamente.


Ernesto me chupa la concha como un experto mientras yo me
retuerzo en la cama, gimiendo desesperadamente. Me mete un dedo, yo lo acompa�o
meti�ndome otro. Su lengua no descansa. Otro de sus dedos roza mi ano, casi
virgen, que muy pocos hombres han gozado.


Levanto las caderas, froto mi vagina contra su rostro. Mi
sobrino toma mi mano, elige uno de mis dedos y lo dirige hacia mi ano. Sin dejar
de lamerme hace que me penetre yo misma, lo mete y lo saca. Voy a morirme de
placer, nunca me hab�a pajeado el culo y ahora descubro que es maravilloso. No
resisto m�s, y tengo otro orgasmo brutal que se lleva todas mis fuerzas.


Ernesto sube y est� otra vez a mi lado. Me ofrece su boca,
beso sus labios y chupo su lengua recubierta de mis jugos. Con una sonrisa
p�cara, me dice:


-Yo ya tuve mi desayuno, y fue excelente. Ahora es tu turno.


Bajo hasta su vientre y me encuentro con su poderosa
erecci�n. Demoro un instante en observar su hermosa herramienta, que anoche me
dio tanto placer. La lamo con delicadeza, recorri�ndola varias veces a lo largo.
Cuando est� toda cubierta de mi saliva me concentro en la cabeza, le doy
chuponcitos, mordisquitos suaves. Ernesto emite sonidos roncos de placer.


Empiezo a chupar. Su sabor exquisito me provoca a mamarla m�s
y m�s, con mayor intensidad. Mi sobrino recoge mis largos cabellos negros,
quiere verme cuando se la mamo, quiere verme con su verga en la boca. Yo lo miro
a los ojos y sigo chupando. S� mi amor, claro que s�, m�rame con la boca llena
de tu carne, acomodo el pene para que se vea que me abulta las mejillas, sigo
mir�ndolo.


Aumento el ritmo de la mamada, m�s, m�s, m�s, Ernesto estira
sus largos brazos, atrapa mi cabeza. No temas mi vida, no voy a retirarme,
quiero beber hasta la �ltima gota de tu esencia, nada deseo m�s que te vac�es en
mi boca, la llenes de tu leche. Adoro tu verga de hombre, la mejor, la m�s
exquisita que he probado. Te regalo la mejor mamada que te hayan hecho.


Mi sobrino grita algo y ahora s�, dispara varios chorros
tibios, cremosos. Los saboreo un poco sobre la lengua y me la trago toda. Ay
Ernesto, quiero ser tuya para siempre.


Me deslizo en la cama, busco su abrazo. Toda mi piel est�
erizada, tiemblo.


-Es mejor que te vayas �le digo.


-S�, pero regresar�.


Me pregunto si me atrever� a repetir este momento �nico.


POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO



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Mi sobrino. Parte II.


Sigo viviendo experiencias er�ticas con mi sobrino de 18
a�os.



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Es el cumplea�os de mi hermana, la madre de Ernesto. Han
pasado dos semanas desde aquella noche apasionada que viv� con mi sobrino (que
les cont� en mi anterior relato) y es la primera vez que volvemos a vernos y a
hablar. Dicen m�s nuestros silencios y nuestras miradas que las palabras que
intercambiamos, formales, de ocasi�n, como si existiera entre nosotros un
lenguaje secreto que los dem�s no pueden comprender.


Estamos en la casa de mi hermana, hay clima de fiesta por su
cumplea�os. Yo llevo puesto un vestido hermoso aunque nada provocativo. Mi �nica
audacia ha sido no usar sost�n y ya estoy algo arrepentida: me parece que todo
el mundo se ha dado cuenta y eso me pone un poco inc�moda. Algunos ya lo habr�n
imaginado: es un regalo secreto que le quise hacer a mi sobrino, planeaba que
s�lo �l se diera cuenta de que mis grandes pechos se mueven libres bajo la tela.


Un amigo de mi hermana se me acerca, conversamos, y parece
que ya no me lo puedo quitar de encima. Tiene casi 50 a�os (recuerden, yo tengo
42), est� divorciado y le parezco una soltera apetecible. No oculta su inter�s
en llevarme a la cama y empieza a ponerse molesto. Ernesto (18 a�os) nos
observa, se muerde el labio inferior. �Est� celoso? S�, no hay dudas, y eso me
gusta.


El divorciado pone su rostro muy cerca del m�o para hablarme,
observa sin disimulo mis pechos mientras sostiene una copa en la mano. Ernesto
est� cada vez m�s inc�modo, acaso imagin�ndome desnuda, en la cama, como me tuvo
�l, pero en brazos de otro.


Nos sentamos a una larga mesa para cenar. Mi sobrino se las
ingenia para ocupar una silla a mi lado, yo estoy junto a uno de los extremos de
la mesa, el divorciado maduro pierde terreno y ya no nos molesta. Es como si
estuvi�ramos solos.


Apenas puedo concentrarme en lo que se conversa durante la
cena. Ernesto apoya una de sus piernas contra la m�a, la mueve
imperceptiblemente en una disimulada caricia. Mis mejillas se encienden, espero
que nadie note mi turbaci�n. Mi sobrino busca cualquier excusa para que su mano
roce la m�a, o para apoyar su mano en mi espalda. Mi excitaci�n crece. Siento la
boca seca, las tetas se me ponen duras, mis pezones est�n erectos y es una dulce
tortura su roce contra la tela del vestido.


Siento calor, y no es por la temperatura del amplio comedor
en el que estamos. Observo con disimulo mi pecho y veo mis pezones marcados en
el vestido. Ernesto tambi�n lo est� mirando, me sonr�e e intensifica el roce de
su pierna contra la m�a.


Se hace un poco atr�s en la silla y miro fugazmente su
entrepiena. Se le marca un bulto importante, el chico tiene una erecci�n. Ya no
s�lo tengo mis tetas duras, tambi�n siento humedad en mi vagina y los labios
vaginales hinchados. Llevo puesta una tanga min�scula, est� bien metida entre
mis nalgas y ejerce cierta presi�n sobre mi cl�toris. Siento deseos de frotarme
contra la silla pero tengo miedo de dejar una mancha. Disimuladamente pido
disculpas, me levanto y voy al ba�o.


Cierro la puerta, me levanto el vestido y bajo mis bragas.
Est�n mojadas. Tomo un trocito de papel higi�nico y me seco, con un
estremecimiento. Otra vez paso mi mano, y otra y otra. La cabeza me da vueltas.
Me estoy masturbando en el ba�o de la casa de mi hermana, excitada por la
presencia cercana de mi sobrino. Me meto dos dedos, profundamente, todo lo que
puedo. Aprieto los m�sculos de la vagina. Me muerdo la otra mano para reprimir
un gemido. Vuelven a mi mente los recuerdos de esa noche que pas� con mi
sobrino, evoco su verga plantada en m�, su manera de moverse, de entrar y salir,
su joven cuerpo fuerte cubriendo mi cuerpo maduro, posey�ndome, domin�ndome,
haci�ndome sentir mujer plena, total, y luego la vibraci�n final de su semen
derram�ndose dentro de m�, llen�ndome la concha.


Aquella noche me dorm� llena de placer, sintiendo su leche
escurrirse. Cuando despert� a la ma�ana siguiente ten�a los muslos mojados y un
poco de su jugo blanquecino enredado entre los pelitos de mi vagina. Nunca hab�a
gozado tanto.


De pronto vuelvo a tomar conciencia de d�nde estoy: en el
ba�o de la casa de mi hermana, masturb�ndome. No s� cu�nto tiempo llevo aqu�.
Arreglo mi vestido y mi peinado, la marca de mis pezones en la tela del vestido
es indisimulable pero ya no me importa. Regreso a la fiesta de cumplea�os.


La cena ha terminado y todos est�n bailando. Ernesto sale a
mi encuentro, se anticipa al divorciado que tambi�n me estaba esperando.
Bailamos levemente abrazados, acerco al rostro de mi sobrino la mano que hasta
hace un momento tuve metida en la vagina. El percibe mi aroma de hembra caliente
que la impregna, abre la boca y saca la lengua, intenta chuparme los dedos.
Retiro de inmediato la mano y le hago un impercetible gesto de reproche. �C�mo
va a hacerme algo as� delante de todo el mundo? Ah, los j�venes...


Bailamos largo rato, y Ernesto tiene muchas oportunidades de
pegar su cuerpo contra el m�o. Apoya su dureza contra mi entrepierna y contra mi
trasero todas las veces que puede, est� excitad�simo, me acaricia la espalda
cada vez con menos disimulo. Mis mejillas est�n rojas, estoy sudada, ojal� que
todos piensen que se debe a la danza y que no descubran mi excitaci�n.


Creo que es hora de irme, o cometer� una locura delante de
toda la familia. Me despido de mi hermana, de mi cu�ado, del divorciado y de los
dem�s asistentes a la fiesta. Ernesto se apresura a decirme que me llevar� hasta
mi casa en el auto de su padre hasta mi casa, que nada de taxi, que no debo
andar sola de noche.


Mi sobrino conduce sin decir una sola palabra, tampoco yo
hablo. No me lleva a mi casa, sino a un sector alto de la ciudad desde el cual
se pueden ver todos los edificios iluminados. Supongo que a ese mirador ha
llevado a m�s de una de sus novias, y ha tenido sexo con ellas en este mismo
autom�vil, quiz� en el mismo asiento en el que yo estoy sentada. Detiene el
motor y gira su cuerpo hacia m�.


-T�a, yo...


-Ni digas nada, Ernesto. Esto es una locura, es algo
imposible, entend�s.


-No es imposible si los dos sentimos lo mismo.


Me siento confundida, no puedo creer que a mi edad estoy
perdiendo la cabeza por este chico, que adem�s es mi sobrino.


-No s�lo se trata de lo que sentimos... �digo, sin saber qu�
decir.


-�C�mo que no? �De qu� se trata entonces?


Ernesto pasa su mano por mi cuello. Cierro los ojos, se me
eriza la piel. Ah, cu�nto me gusta que me acaricie as�.


-Tengo 24 a�os m�s que vos... adem�s soy tu t�a.


Mi sobrino comienza a desprender lentamente los botones de mi
vestido, va descubriendo mis pechos de a poco. Yo estoy paralizada, lo dejo
hacer.


-No me importa la diferencia de edad, ni que seas mi t�a. Sos
la mujer que quiero, la que deseo. Me gusta tu piel, tu cuerpo, tus pechos
grandes, tus pezones largos y duros, tu vientre chato.


Sigo con los ojos cerrados, mi respiraci�n cada vez m�s
agitada. Ernesto ya ha dejado mis pechos al descubierto y los acaricia. Ah, esas
manos que tiene... Me siento una adolescente sin experiencia. El aire tibio de
la noche se cuela entre mis tetas desnudas. Estoy toda erizada, la aureola de
mis pezones hinchada, los pezones mismos dur�simos, erectos, apuntando al cielo,
a los ojos de Ernesto.


-Me enloquece la humedad de tu vagina, el sabor de tus jugos,
amo tus jadeos cuando tu cuerpo est� debajo del m�o, quiero penetrarte otra vez,
quiero met�rtela en ese hueco hermoso entre tus piernas...


-No Ernesto, por favor no debemos hacerlo �susurro entre
gemidos.


Mis piernas, involuntariamente, se han abierto. Ernesto sube
mi falda, su mano recorre mi muslo, apoya la punta de sus dedos sobre mi
bombacha, busca mi cl�toris.


-Vos tambi�n lo dese�s...


-Claro que lo deseo querido m�o, pero tengo tantas dudas...
sos mi sobrino...


Escucho el ruido de su cremallera baj�ndose. Ernesto saca su
pene magn�fico, gu�a mi mano hacia �l, lo toco.


-Ah... es tan hermoso...


Ahora tengo los ojos bien abiertos observando la verga dura
de mi sobrino, que se ha bajado por completo los pantalones. Es ancha, apenas
m�s oscura que el resto de su piel y tiene venas que se le marcan a lo largo.
Tiro todo el cuero hacia abajo y dejo al descubierto el glande, perfecto, en
forma de hongo. Hago presi�n con mi mano sobre el tronco, aprieto, m�s, m�s,
bien fuerte. Ernesto gime. El glande se pone morado, se hincha. Subo el cuero
hasta que lo cubre, vuelvo a bajarlo. Una gota color �mbar asoma por el ojo
�nico. Es una espl�ndida barra de carne que se alza, erguida entre una mata de
pelos negros.


Mi sobrino apoya su mano en mi nuca e intenta empujar hacia
abajo. Quiere una mamada. Claro, yo tambi�n deseo tenerlo en mi boca llena de
saliva, quiero frotarlo por todo mi rostro, quiero hund�rmelo en mi intimidad.


Pero no lo hago. Mi mano lo mantiene firmemente aprisionado,
sube y baja el cuero, sube y baja, sube y baja, sube y baja, cada vez m�s
apretado, cada vez m�s r�pido, m�s r�pido, m�s r�pido. Ernesto se reclina hacia
atr�s, suspira, disfruta la paja que le estoy haciendo y yo disfruto hac�rsela.
Siempre quise hacerle la paja a un hombre y reci�n ahora a los 42 a�os me estoy
dando el gusto.


Mientras �l acaricia mis tetas, pellizca suavemente mis
pezones, yo tomo su verga con las dos manos, subo y bajo el cuero, con m�s
intensidad cada vez. Ahora otra vez con una mano sola. R�pido, r�pido, apretando
fuerte, r�pido, r�pido, r�pido, cada vez m�s r�pido, ya no puedo seguir con la
vista los movimientos acelerados de mi mano.


Otro autom�vil se detiene, no muy lejos de donde estamos.
Levanto la vista, lo ocupa otra pareja. Veo las siluetas, la chica hace un
gesto, se est� quitando la blusa. Luego su cabeza desaparece. No me cuesta nada
imaginar que est� mamando a su novio. El hombre gira la cabeza hacia m�. �Puede
verme? No lo s�, pero tampoco me molesta que lo haga aunque estoy con las tetas
al aire y una verga magn�fica entre mi manos. Casi desnuda, una mujer madura y
caliente junto a un chico de menos de la mitad de mi edad.


Toda mi mano sigue el movimiento de sube y baja. Mi dedo
pulgar roza el glande, lo aprisiona, le paso la u�a suavemente. Ernesto lanza un
"sssssssss�����" prolongado y ronco y eyacula. El semen le brota como un volc�n,
algunas gotas caen sobre mi vestido, otras sobre mi muslo, pero el grueso de su
acabada, blanca, lechosa, espesa, queda entre mis dedos.


Sin soltarle la verga que se desincha lentamente en mi mano
me acerco y le doy un beso en la boca, un largo beso, profundo, h�medo. Nuestras
lenguas se buscan, se persiguen, se enriedan.


-Oh... t�a... te adoro... ninguna me hab�an hecho algo as�
antes... ufff cu�nto placer...


Mis dedos est�n cubiertos de la leche de mi sobrino. Me da
placer sentir su tibieza. Juego con ella, forma hilos gruesos. La esparzo por
toda la verga ahora relajada, por los pelos abundantes, por su vientre. Luego no
resisto la tentaci�n: me inclino y la recojo toda con la lengua. Hambrienta,
chupo sus pelos mojados, el pene fl�ccido, los huevos ahora vac�os. El sabor del
semen de mi sobrino es incre�ble, me alimenta, me llena de pasi�n. Ernesto se
reclina otra vez.


-Ahhh, estoy en el para�so... -dice.


Tambi�n yo, pienso. Limpio por completo la entrepierna de mi
sobrino, no dejo ni un rastro de su esperma abundante. Me lo com� todo, est� en
mi lengua, mi garganta, mi est�mago. Con un tierno beso me despido de su pene.
Luego me acomodo el vestido (tiene varias manchas blancas, debo llevarlo a la
lavander�a), meto cuidadosamente mis tetas en el escote, me duelen de s�lo
tocarlas, parecen m�s grandes, est�n duras e hinchadas. Abotono el vestido, me
bajo la falda. Tengo un lago entre las piernas, como si hubiera gozado de un
orgasmo sin tocarme. Los labios vaginales est�n hinchados, entreabiertos. Todo
el interior del autom�vil huele a sexo caliente.


Miro a nuestros "vecinos" del otro autom�vil. La chica est�
cabalgando sobre su novio. El silencio es profundo, creo que escucho sus
gemidos.


-Llevame a mi casa, tus padres se van a preocupar si segu�s
demorando en regresar.


Cuando llegamos a casa, Ernesto hace un �ltimo intento.


-Dejame entrar con vos...despu�s invento cualquier cosa para
tranquilizar a mis padres.


-Hoy no, mi amor. Ya fue suficiente.


Le doy un ligero beso en los labios. Entro a mi casa
temblando de pies a cabeza. Cierro la puerta, me apoyo de espaldas contra ella y
huelo mi mano. Esta noche dormir� sintiendo el olor del placer de mi sobrino.


Desnuda, me meto en la cama con una mano entre las piernas.
Me muevo, frot�ndome con lentitud. Voy camino hacia mi placer.


Habr� otra vez con mi sobrino, de eso estoy segura.


POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO



�


�


�


Mi sobrino. Parte III.


Mi entrega es completa, mi sobrino de 18 a�os ya es el due�o
de todo mi cuerpo.



He tenido una noche placentera. Me dorm� con el consolador
entre las piernas, profundamente clavado en mi vagina, y tuve una cadena de
orgasmos. Incluso despert� en medio de la noche, el intruso segu�a metido all� y
me provoc� otro estremecimiento. Ahora, al despertar, veo que se ha deslizado
fuera de mi hueco. Los pelos de mi concha est�n mojados, en la mano a�n tengo
olor a la leche de mi sobrino de 18 a�os.


Me doy un largo y relajante ba�o de inmersi�n. Despu�s paso
crema hidratante por todo mi cuerpo, me visto y salgo con paso resuelto hacia la
peluquer�a. All� me hacen un corte maravilloso, que realza la belleza de mi
rostro.


-�Quer�s depilarte tambi�n?


S�, por supuesto que s�.


Paso a un cuarto peque�o, que recuerda un consultorio. Una
mujer casi de mi edad (�recuerdan?, tengo 42), vestida con un delantal como de
m�dico, me saluda y me pregunta qu� clase de depilaci�n deseo.


-Completa.


Es la primera vez que voy a hacer esto, nunca antes me hab�a
rasurado por completo la vagina. La mujer me pide que me quite la falda.
Comienza su trabajo. Estoy tendida en una camilla, muy relajada.


-Si no te molesta, �podr�as quitarte la tanga tambi�n? De
otra forma ser� muy inc�modo que haga mi trabajo�me dice al cabo de un rato.


Dudo un segundo. Jam�s ninguna mujer vio mi sexo antes. Pero
ahora he cambiado. Me quito la tanga y quedo desnuda de la cintura para abajo
ante ella.


Aunque el roce de sus manos es m�nimo, existe. Empiezo a
fantasear. �C�mo ser� tener sexo con otra mujer? �Qu� sentir� si en este momento
hunde sus dedos en mi vagina y me ofrece sus pechos para que los chupe? Por
dentro me r�o, la idea me divierte, aunque es mejor que detenga mis
pensamientos. Los labios vaginales se me est�n hinchando, como me sucede cada
vez que estoy excitada, y puede descubrirme.


Los dedos de la depiladora se mueven �giles, rozando aqu� y
all�. Me pide que me ponga boca abajo y abra un poco las piernas para extraer
unos pocos pelitos que est�n cerca de mi ano. �Ser� necesario o est� exagerando?
No me importa, y obedezco.


Ahora sus manos abren mis nalgas, mi hueco m�s �ntimo queda
expuesto a su vista. Yo lo conozco bien, me lo he examinado ante un espejo.
Tiene un colorcito marr�n, se ve bien apretado, rugoso. Pocas veces me han hecho
sexo anal, y me ha costado disfrutarlo. Soy casi virgen de all� atr�s.


Con una palmadita en las nalgas me anuncia que ha terminado.
Giro en la camilla, boca arriba otra vez. La mujer est� ruborizada, �o lo estoy
imaginando? �Acaso ella se excit� tambi�n? Se le ha desprendido un bot�n del
guardapolvos, tiene tetas peque�as y puedo verlas por completo, incluso el pez�n
rosa p�lido, a trav�s del escote cuando se agacha hacia m�.


Me acerca un espejo para que vea el resultado de su trabajo.
Provocativa, abro mis piernas, examino en detalle mi concha. Qued� excelente,
completamente rasurada, con un tinte apenas rosado en mis labios hinchados,
abultados, que ahora lucen sin obst�culos. Descubro que la depiladora me observa
furtivamente.


-Qued� perfecta, felicitaciones, muy buen trabajo.


-Gracias.


-Me imagino que te habr�n elogiado muchas veces, ten�s muy
buena mano para esto.


-No siempre me felicitan. La mayor�a de las que se rasuran
por completo son jovencitas, lo hacen para poder usar ropa ajustada sin tanga ni
nada. �Sab�as que andan por la calle as� nom�s, sin nada debajo? Qu� audaces son
las j�venes...


Sonr�o, me pongo la falda, tomo la tanga y se la ofrezco como
regalo. S�, s�, voy a salir a la calle sin nada debajo de la ropa. Ella tambi�n
me sonr�e y se queda con mi bombacha entre las manos.


-Ahora soy yo la que te felicita. Es bueno que una mujer a tu
edad se atreva a ciertas cosas.


-Fuera tanga, fuera sost�n. �No es mejor as�? Creo que vos
pens�s igual que yo.


Ella se lleva una mano a los pechos.


-Sost�n nunca llevo puesto, pero no es lo mismo. Yo tengo
pechos peque�os, en cambio los tuyos... te deben decir muchas cosas en la calle.
En cuanto a la tanga... no me atrevo.


-�Ni siquiera aqu�, en tu lugar de trabajo?


Ella duda un segundo. Luego se sube el guardapolvos y se
quita la bombacha. Veo fugazmente la mata de pelo que adorna su vagina.


-Tom� �me dice con una sonrisa- Yo me quedo con la tuya, vos
con la m�a.


Nos despedimos con un beso. Ella apoya sus labios muy cerca
de los m�os. Hay un brillo extra�o en su mirada.


-Voy a regresar pronto �le digo. Queda entre nosotras una
promesa de un futuro com�n, qui�n sabe qu� suceder� entonces.


Salgo a la calle y camino, feliz. Llevo blusa, falda,
sandalias, y nada nada nada debajo. Ni siquiera pelitos. R�o, me parece que todo
el mundo me mira y eso me encanta. La sensaci�n de libertad es total, me siento
desnuda. El aire tibio se filtra entre mis piernas.


Llego a casa. Mi sobrino Ernesto est� esper�ndome en la
puerta.


-T�a, tenemos que hablar.


Miro a ambos lados de la calle. No hay nadie, lo hago pasar.


Nos sentamos en un amplio y c�modo sill�n de la sala. Estamos
nerviosos pero hablamos, largo rato, sobre lo que sentimos, lo que implica la
relaci�n de una mujer madura con un jovencito, sobre el incesto, los tab�es de
la sociedad que se imponen como barreras de hierro en nuestra relaci�n.


Yo estoy sentada en posici�n de loto en el amplio sill�n.
Ernesto descubre que puede ver entre mis piernas.


-T�a... te has... te has afeitado por completo...


Yo me r�o para ocultar mi turbaci�n.


-S�, acabo de hacerlo. �No te parece una locura? S�lo las
jovencitas lo hacen...


Por otra respuesta, mi sobrino intenta lanzarse de cabeza
hacia mi entrepierna. Lo detengo.


-No... lo haremos a mi modo...


Me pongo de pie, inclinada sobre mi sobrino. Le desprendo el
cintur�n, bajo la cremallera, le quito los pantalones. Luego su camisa. All�
est�, desnudo para m�, con su pene magn�fico apuntando al cielo, duro, erguido,
amenazante, tierno.


Sigo de pie, con las piernas separadas, alta sobre mis
sandalias de taco, las piernas de mi sobrino entre las m�as. A�n no me he
quitado la ropa.


-Mast�rbate.


Ernesto me obedece. Frota su verga con lentitud, nos miramos
fijamente a los ojos. A medida que avanza con su paja, desprendo los botones de
mi blusa, uno a no, con paciencia infinita, descubriendo a cada paso un
cent�metro cuadrado m�s de la piel de mis tetas.


Ya todos los botones est�n desprendidos, pero no me quito la
blusa. Amaso mis tetas, moviendo mis caderas, inventando una danza er�tica para
�l. Me mojo la punta de los dedos con saliva y aprieto mis pezones. Eso me
provoca un gemido. Paso la lengua por mis labios.


Ernesto sigue masturb�ndose, sin quitarme los ojos de encima.
Lentamente subo mi falda, poco a poco, la bajo de golpe y vuelvo a subirla.
Quiero enloquecerlo, y lo estoy logrando.


-T�a... me vas a hacer acabar...


-A�n no... controlate...


Subo por completo mi falda. Mi concha depilada queda
expuesta. Doy un paso hacia �l, adelanto mi cadera, echo el tronco de mi cuerpo
hacia atr�s. Con mis dedos abro los labios mayores de la vagina, mi cl�toris
queda a un cent�metro del rostro de Ernesto.


Cuando apoya su lengua en mi cl�toris lanzo un ronco bramido
de placer.


-Ahhhhhhhh.


Es como un rayo de electricidad que atraviesa mi cuerpo y lo
fulmina. Sin dejar de masturbarse, mi sobrino apoya su boca en mi concha, me
besa, como si fuera otra boca. Su lengua trabaja, incansable. Estoy llena de
jugos. Desesperada por la excitaci�n tomo su cabeza con las manos y lo empujo
m�s contra mi entrepierna.


-As� mi amor... as�.... chupame la concha as�.... mmmmmmm


No resisto mucho m�s. Gimiendo, gritando, insultando, libero
un orgasmo tremendo. Me tiemblan las piernas.


Doy uno o dos pasos atr�s, para reponerme. Ernesto sigue
sobando su verga, est� m�s grande que nunca. Yo me acaricio la concha, recorro
la raja, hundo mis dedos en ella.


-Metete m�s dedos... m�s.


Obedezco. Tengo dos, meto tres... cuatro con algo de
esfuerzo. S�lo el pulgar queda afuera, lo aplico sobre mi cl�toris.


-Ahhh querido... nadie me hace mojar as�...


No resisto m�s tiempo de pie. Me siento sobre sus piernas. Su
verga enorme queda junto a mi vagina. Abro otra vez los labios con mis dedos
para que frote el cl�toris con su tronco.


Tomo con mi mano el sexo duro de mi sobrino y lo apoyo fuerte
contra mi cl�toris, le doy golpecitos. Estoy ardiendo, como si tuviera fiebre.
Mis jugos me inundan.


Me incorporo un poco, siempre manteniendo firmemente apretada
en mi mano la verga de Ernesto. La gu�o hacia la entrada de mi concha. All� la
dejo, quieta, expectante, el glande acomodado en la entrada a mi intimidad. No
nos movemos.


Y entonces, de un golpe... zassss me dejo caer y me ensarto
toda, de una vez.


-Ahhhhhhhh.


Gritamos los dos. Siento que me desgarra, aunque estoy tan
abierta y mojada que eso es imposible. Su verga entra de un golpe en mi vagina,
hasta la base. S�lo los huevos est�n afuera. Desesperada, me muevo como una
pose�da. Hacia delante, atr�s, en c�rculos, arriba, abajo. Una cabalgata
bestial. Ernesto a�lla, grita, me muerde las tetas, me hace doler.


No s� por qu� me salen las palabras que digo:


-As� hijo m�o, cojeme as�.


Y Ernesto me responde.


-S� mami, as� te cojo, as� te rompo la concha. Com�tela toda.


-S� hijo s�... me acabo en tu vergaaaaaa....


Y tengo otro orgasmo descomunal que casi me deja desmayada.


Pierdo la conciencia por unos instantes. Cuando vuelvo en m�
estoy reclinada sobre el pecho de mi sobrino, abrazada a �l, mis tetas suben y
bajan por mi respiraci�n agitada. Toda su verga sigue plantada en m�, firme,
fuerte.


-�Acabaste mi vida?


-No... a�n no...


Ernesto me ayuda a cambiar de posici�n. Su pene no termina
nunca de salir de mi vagina. Quedo hecha un ovillo en el sill�n, y mi sobrino me
cubre de besos. Es incre�ble lo tierno que puede ser, y al mismo tiempo tan
macho. Es el hombre ideal.


Me hace mover en el sill�n para darme m�s besos. Quedo de
rodillas sobre el asiento, el pecho apoyado en el respaldo. Ernesto se acomoda
detr�s de m�, su pecho velludo apoyado en mi espalda. Todo su cuerpo grande,
fuerte, cubre el m�o que es m�s peque�o.


En la posici�n en que estamos, su pene erecto est� apoyado en
mis nalgas. Con infinita delicadeza lo acomoda entre ellas. El glande hinchado,
en forma de hongo, se apoya contra el hueco de mi ano.


No digo nada, pero estoy tensa. Ernesto mueve sus caderas,
empuja un poco hacia delante.


-No querido... as� no por favor �suplico.


-Confi� en m�, t�a... confi� en m�.


Suspiro. Claro que quiero confiar. Pero sigo en alerta.
Ernesto empuja un poco m�s. El glande poderoso ni siquiera ha entrado un poquito
pero ya siento dolor.


-Ay.


-Relajate t�a, ponete flojita, bien relajada.


Lo intento. Aflojo todo mi cuerpo. En especial trato de
controlar mi esf�nter, procuro que no est� tan apretado ante la presencia del
intruso que quiere invadirlo. El cuerpo de Ernesto sigue recostado sobre el m�o,
s�lo sus caderas se mueven en una especie de danza del vientre. A cada
movimiento, su pene hace m�s presi�n sobre mi ano.


Se escucha una especie de chasquido h�medo. Grito de dolor.
La cabeza ancha comienza a entrar. Empieza a vencer mi resistencia. La boca de
Ernesto est� junto a mi oreja. Me pide "shhhh", trata de tranquilizarme.


Pongo firme mi trasero, porque en cada empuj�n de mi sobrino
lo lleva hacia delante y dificulta a�n m�s la penetraci�n. Hago fuerza hacia
atr�s. Me empiezo a clavar yo solita.


-Relajate t�a... la cabeza es lo que m�s cuesta... despu�s
viene el placer...


No s� por qu� otra vez me sale llamarlo as�.


-Ay hijito m�o... me duele mucho... me mat�ssss....


Ernesto mete su lengua en mi oreja. Sus manos est�n aferradas
al respaldo del sill�n para afirmarse mejor. Sigue empujando con los movimientos
de su cadera. Retrocede un poco, enseguida vuelve a avanzar. Gana terreno, va
abri�ndome m�s y m�s a cada paso.


-Lo est�s haciendo bien mami... relajate... sent� mi carne...
sent� mi carne dentro tuyo...


Un empuj�n m�s fuerte. Siento entrar cada cent�metro de su
barra de carne dura, abriendo mi esf�nter, derrotando su resistencia,
destruyendo su virginidad. Casi puedo sentir los pliegues que retroceden a
medida que son vencidos y dejan paso al instrumento victorioso que busca avanzar
hasta el fondo de mi ser.


-Aggggghhhhhh cu�nto me duele.... agggggghhhhhhhh


Mis gritos ya son de esc�ndalo, deben escucharse en todo el
vecindario. Muerdo el sill�n, clavo mis u�as en el respaldo, los ojos se me
ponen en blanco. Siento la boca seca, me paso la lengua por los labios. Por
momentos hasta me falta el aire.


-Ya est� casi toda adentro... �quer�s que la saque?


-Noooooo..... aggggghhhhhh.... segu�.... aunque me muera la
quiero toda.... aaaagggghhhhh...


Ernesto me susurra cosas calientes al o�do.


-T�a querida, mi amor... qu� hermoso orto ten�s... desde la
primera vez que quiero romperte el culo... y ahora te lo estoy rompiendo... te
est�s comiendo toda mi verga... ahhh cu�nto te amo... estoy rompiendo el mejor
culo del mundo...


Llevo una de mis manos hacia atr�s para comprobar cu�nto
falta entrar. Apenas unos cent�metros. Compruebo que hay mucha humedad, Ernesto
fue dejando caer saliva sobre su tronco a medida que avanzaba.


-Ahhhhh.


Con un grito victorioso, Ernesto me anuncia que entr� toda.
Completa, absoluta. Nada de su verga qued� afuera. Los pelos de la base rozan
mis nalgas. Me encul� toda, sin resquicio. As� tomada como me tiene desde atr�s
me abraza, sus poderosas piernas est�n pegadas contra la parte posterior de mis
muslos, su pecho sobre mi espalda, sus brazos rode�ndome. Me toma la cara, la
gira para que quedemos vi�ndonos, me besa profundamente en la boca, me pasa la
lengua ancha por todo el rostro, me lame, me moja.


-Me la metiste toda mi amor �le digo con l�grimas en los
ojos.


-Toda mami... la ten�s toda metida en el culo.


-Te amo.


Nos qued�mos inm�viles. Siento un ardor intenso, el culo me
palpita y esas contracciones involuntarias aprietan m�s y m�s la verga de mi
sobrino. El empieza un lento vaiv�n, s�lo con sus caderas.


-Ahhhh... hijo m�o...


-Sent� la bombeada... la sent�s mami...


�Como hacer para no sentirla? Ernesto me bombea verga por el
culo y yo ya no siento el dolor imposible del comienzo. Al contrario, estoy
disfrut�ndolo.


-Ahhh... segu� mi amor... segu� as�... ahora s� me gusta...
ahhhh cu�nto placer me das...


Me bombea cada vez m�s fuerte, m�s intenso. Siento su verga
hasta lo m�s profundo de los intestinos, se mueve a su antojo por el canal del
recto, me abri� como un t�nel y por �l entra y sale con comodidad.


Los movimientos de Ernesto son cada vez m�s intensos, m�s
profundos. La saca por completo y la vuelve a meter de un golpe. Grito, pero
ahora es de placer. Vuelve a sacarla toda, abre mis nalgas con sus manos, escupe
en el hueco terriblemente abierto de mi ano y me clava otra vez, con violencia.
Ya no es el chico tierno, es el macho dominador que somete a su hembra, loco de
calentura.


Lo dejo hacer. Le entrego mi cuerpo. Es mi due�o, que haga
con �l lo que quiera. Estoy vencida, conquistada, al mismo tiempo llena de
placer. Me siento plena, completa. Gozo igual que �l con su triunfo, su
conquista. Me encantan sus palabras fuertes, que me diga que me rompe el culo,
comparto su orgullo por su verga vencedora que domina todos mis agujeros. Me
encanta sentirme as� abierta para �l. Ojal� el hoyo del ano no se me cierre
nunca, como recuerdo de este momento �nico.


Con un grito, Ernesto acaba. Me toma de las caderas, la mete
a fondo, incre�blemente a fondo, tanto que me corta la respiraci�n, y se queda
inm�vil. Estoy tan dilatada que siento las contracciones de su verga eyaculando,
disparando sus chorros, llenando mis intestinos de leche.Yo tambi�n tengo un
orgasmo aunque ni siquiera me roc� el cl�toris. Gemimos, aullamos, nuestra piel,
nuestra carne, nuestros jugos, son uno solo.


Mi sobrino retira lentamente su tronco de carne de mi hueco.
Estoy agotada, el coraz�n me salta desbocado en el pecho. Quedamos abrazados en
el sill�n, recuper�ndonos. Tiemblo de la excitaci�n, mi piel est� erizada, un
roce en mis pezones me pone al borde de otro orgasmo. Este chico me est�
volviendo loca. He cometido incesto. Pero, �c�mo rechazar tanto placer?


Acaricio su verga ahora en reposo. El glande est� rojizo,
como irritado despu�s de tanto esfuerzo. Siento las palpitaciones de mi ano
cerr�ndose poco a poco, y el l�quido espeso que fluye desde el interior de mis
intestinos y me humedece las nalgas. La sensaci�n de ser penetrada por detr�s me
durar� varias horas.


-Sos hermosa �me dice, acariciando con suavidad mis tetas
estremecidas.


Me digo que ya no tiene sentido luchar contra lo que
sentimos.


-Ven�, vamos a mi cama �lo invito.


S�. Quiero que me coja otra vez.


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Relato: Mi sobrino
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