Relato: Retorno al porno, esta vez extremo (I)





Relato: Retorno al porno, esta vez extremo (I)

Cuando Ra�l y Roberto nos anunciaron su visita mi marido dijo
que seguramente solo ven�an para echarme un polvo. Le contest� que era un
malpensado. Ten�an a su disposici�n muchas mujeres m�s j�venes que yo para
follar.



Mi marido, Luis, tiene 60 a�os y yo 48. Tenemos una hija,
Alicia, de 17, y los dos vivimos retirados de nuestra profesi�n, actores porno,
desde hace ya siete a�os yo y diez Luis. Alicia estudia en Estados Unidos y est�
al corriente de nuestra antigua profesi�n



Ra�l y Roberto, �ntimos amigos nuestros, hab�an sido durante
a�os director y productor de la gran mayor�a de pel�culas en las que
intervinimos, por eso no debe sorprender que mi marido pensase que nos visitaban
para follarme. Lo hab�an hecho frecuentemente en mis a�os de actividad, desde
que cumpl� los 18 hasta los 35 en que me retir�, y �l pensaba que ten�an
nostalgia de los viejos polvos.



Por mi parte esperaba su visita con ilusi�n. Eran buenos
amigos y hab�amos pasado buenos momentos juntos. L�stima no tener tambi�n a mi
exuberante amiga Lola, una negra que me acompa�� en innumerables escenas de sexo
y que particip� en las org�as que mont�bamos en casa. Ella ayud� a curar una
impotencia temporal de mi marido que amenaz� tempranamente con apartarlo de la
profesi�n.



El d�a previsto, con gran alborozo m�o y escepticismo de
Luis, se presentaron en casa Ra�l y Roberto. Bes� afectuosamente a cada uno,
quienes, como siempre, no se recataron de morrearme metiendo su lengua en mi
boca bien a fondo y palpar mis tetas y mis nalgas entre lisonjas y alabanzas a
lo bien que me conservaba. Luis aprovech� para reafirmarse en que ven�an a
echarme un polvo.



Roberto le dijo que no fuera tan mal pensado, que el motivo
era otro, pero que desde luego follar conmigo, si yo consent�a, era un gran
incentivo adicional para haber hecho el viaje. Les respond� que, por supuesto,
mi hospitalidad inclu�a unos buenos polvos.



Despu�s de unos aperitivos recordando los viejos y buenos
tiempos, pasamos al comedor y ya entraron en materia.



Me contaron que en la industria del porno cada vez era mayor
la demanda de escenas de mujeres maduras. Ese aspecto hab�a sido detectado muy
tempranamente por diversas productoras de pa�ses del este de Europa que estaban
copando el mercado pero con productos de �nfima calidad.



Normalmente los directores y los c�maras eran unos
aficionados sin idea sobre la incidencia de la luz y los planos, y mucho menos
sobre los montajes. As� las pel�culas resultaban mon�tonas y reiterativas. Las
actrices sol�an ser prostitutas, ya fuera retiradas o en activo, que actuaban
como si estuvieran ejerciendo la profesi�n, sin ning�n cuidado por faciltar el
acceso de la c�mara a los coitos, mamadas y dem�s, sin saber recrearse
exhibiendo su cuerpo para los futuros espectadores ni mostrar los gestos de
placer. En fin, sin ning�n arte. Los actores eran unos chavales aficionados que
ser�an capaces de follar a su bisabuela por cinco euros.



Adem�s, como en aquellas circunstancias no hab�a ninguna
garant�a sanitaria, se deb�a follar con preservativo y eso no complac�a al
p�blico. Aunque estaba barruntando a d�nde se encaminaban mis amigos, pregunt�
por fin la causa de que me comentasen aquello y fueron al grano:





- Ver�s Miranda �as� me llamo- queremos parte de ese
mercado y est�bamos pensando como captar mujeres maduras para nuestra
productora, cuando Tom�s nos envi� la cinta de v�deo que film� en la �ltima
fiesta, donde estuvisteis Luis y tu.



- Qu� cabr�n el Tom�s. Le dije que no quer�a que
divulgase las escenas m�as de esa fiesta-org�a.



- Pues no ha hecho un favor. Porque te vimos en aquel
s�ndwich mientras se la mamabas a Luis y estabas soberbia. No has perdido
nada del arte de follar y encima con la madurez est�s m�s sensual y jugosa.
Estabas divina.



- Ya, y ahora quer�is que vuelva al plat�.



- Pues si, por qu� negarlo.



- Hablemos de pasta -intervino mi marido Luis- 10% de los
que produzca cada pel�cula.



- Hab�amos pensado una cifra fija por pel�cula.



- Pero bueno chicos, que no somos del este de Europa, que
conocemos el negocio.



- Oye Luis �dije yo- tu no tienes que opinar. A fin de
cuentas la que follar�a ser�a yo, y no estoy dispuesta a trabajar
nuevamente.



- Pero Miranda, sabes que me quiero comprar un barco y
cambiar los dos mercedes, aparte de construir el chalet en la costa. Aleg�
mi marido.



- Ya claro pero con mi co�o y mi culo, y tu de rositas.



- Yo ya no tengo edad.



- No creas -dijo Roberto- de hecho tambi�n hemos pensado
en ti, porque tambi�n hay demanda de maduros con jovencitas, sobre todo
simulando que son padre e hija o abuelo y nieta. Crece el morbo por el
incesto. Debo confesar que si Miranda acepta, en gran parte de los guiones
tenemos pensado que haga de madre incestuosa.



- Huy, tir�ndome jovencitos. Eso me moja el chocho.



- A ver?, dijo Raul mientras sin ning�n escr�pulo met�a
mano bajo mi falda y me tocaba mi co�o por encima de las bragas. Desplaz�
las mismas y enseguida not� dos dedos dentro de mi intimidad.





No tard� mucho Roberto en unirse al ataque sacando mis
voluminosas tetas al aire. Como ya hab�amos terminado de comer, Luis llam� a la
criada mulata, Ofelia, para que retirase la mesa en la previsi�n de que iba a
ser jodida sobre la misma. Pero Ofelia lleg� tarde, Ya Ra�l y Roberto hab�an
abierto espacio entre los platos y me hab�an tumbado espatarrada. Ra�l me unt�
los pezones de nata de un postre y comenz� a chuparlos. Mientras Roberto me
meti� en el co�o una cuchara y tras chuparla bien alab� el sabor de mis jugos
vaginales que dijo, hab�an desarrollado calidad con la madurez, como los buenos
vinos.



No se c�mo se las apa�aron, pero antes de que me entrase la
preocupaci�n por no mancharme la ropa con los restos de comida, ya hab�a
desaparecido y me encontraba totalmente en pelotas salvo los zapatos, las medias
y el liguero. Ra�l segu�a entregado a mis tetas mientras que Roberto hab�a
decidido dejarse de cubiertos y beber mis caldos en la propia fuente. Entre
lamet�n, succi�n y mordisco al cl�toris a�n tenia capacidad para alabar mis
depilado monte de Venus como el m�s suave que exist�a en el mundo del porno. Mi
trabajo me cost� conseguir erradicar definitivamente todos los pelos. Hac�a ya
20 a�os que no crec�a ni uno solo.



Mientras dos dedos suyos exploraban ya mi agujero trasero me
pregunt� por mis famosos anillos que no llevaba puestos y echaba en falta. Luis
encarg� a Ofelia que trajese los anillos de la se�ora y que de paso ella se
pusiese los propios y volviese desnuda.



Cuando regres�, yo ya estaba enculada por Roberto mientras se
la mamaba a Ra�l. Luis con la polla enhiesta esperaba sus golosos labios. De
toda la servidumbre Ofelia es la que m�s le gustaba a mi marido, bueno y a mi,
por qu� no decirlo.



Dejamos un ratito la jodienda para permitirme ir a duchar y
ponerme un enema, ya que no quer�a que mis amigos saliesen de mi agujero trasero
con la polla sucia, eso no era un rasgo de hospitalidad. Despu�s me colocar�a
mis alhajas y seguir�amos la juerga.



Cuando regres� la pobre Ofelia atend�a en su boca a las tres
pollas, que compet�an entre si por ver quien la alojaba m�s tiempo dentro y
apresada por sus lindos y jugosos morritos. Como siempre no pude sino admirar su
espl�ndida grupa y sus apretadas, rotundas, musculosas y enorme nalgas morenas
luciendo los tatuajes que le hicieron en el burdel donde trabaj� durante dos
a�os, desde los 15 a los 17, cuando la "liberamos" Luis y yo. Ahora, a los 18
ten�a una habilidad en el sexo como si hubiese trabajado de puta veinte a�os. La
separ� de los tres caballeros para pedirle que me colocase mis joyas, no sin
antes besar sus carnosos y sedosos labios negroides y acariciar sus perforados
pezones, preciosas coronas anilladas de dos grandes globos colmados y
elegantemente llamados por la fuerza de la gravedad en una curva perfecta. Sus
potentes muslazos converg�an en un sobresaliente pubis, tan liso y suave como el
m�o y totalmente cerrado por sus labios exteriores, que solamente dejaban asomar
el anillo de su cl�toris.



Tendida sobre la mesa Ofelia me coloc� los anillos de mis
pezones, quiz� un poco grandes para ser refinados, pero siempre me interes� m�s
el morbo que produc�an que la elegancia.



Igualmente grandes eran los de mi cl�toris y los dos de los
labios mayores, entrelazados entre si por una cadenilla para permitir estirarlos
con comodidad, cosa que Ra�l y Roberto se apresuraron a hacer para mi deleite
mientras Luis recuperaba las aterciopeladas y pr�digas carnes de Ofelia para su
uso exclusivo.



Media hora estuvieron los cabrones jugando con mis perforados
�rganos antes de taparme los agujeros mientras yo enloquec�a de placer. Menos
mal que un par de orgasmos si que me proporcionaron manejando mis joyitas.



Otros dos les saqu� cuando me jodieron culo y co�o al mismo
tiempo y otro me proporcion� yo misma tirando de la cadenita de mi cl�toris
mientras recib�a en mi boca y cara su esperma. En ese mismo instante o� el
suspiro de Luis al eyacular en la boca de Ofelia, que no dej� gota sin tragar
como hac�a habitualmente.



No fuimos todos a la piscina en pelotas para relajarnos y
refrescarnos. All� Ra�l y Roberto no tardaron en recuperarse lo suficiente para
catar las carnes de Ofelia quien, como buena sirvienta los dej� plenamente
satisfechos. Cuando la criadita se retir� a limpiar el comedor y sus propios
agujeros, nuestros amigos comentaron la posibilidad de que ella rodara unas
escenas con mi anciano esposo y Lola, mi exuberante amiga negra. Escribir�an un
gui�n ex profeso en el cual Lola ser�a la esposa de Luis y Ofelia su hija a la
que follar�an los dos. Mi chucha volv�a a humedecerse oyendo aquellos proyectos
y los que plantearon para mi.



Tan caliente me puse que acept� salir de mi jubilaci�n y
poner a trabajar mis dotadas carnes para hacer lo que mejor sab�a. Ellos
aceptaron la exigencia econ�mica de mi marido y en poco rato estaba redactado el
contrato en el ordenador y firmado. Volv�a a ser actriz porno y ello me hac�a
sentir rejuvenecida.



Continuar�.



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