Relato: Vacaciones





Relato: Vacaciones

Todo empezó cuando mi mujer y yo decidimos ir de vacaciones a la playa con otro matrimonio amigo
al mismo apartamento. Somos dos matrimonios que nos llevamos muy bien. Tenemos
edades similares, cada pareja tenemos un hijo también de edad parecida
y decidimos probar a convivir unos días en el mismo apartamento.

El
sitio era más pequeño de lo que pensábamos ya que solo tenía
un dormitorio con una cama grande donde podría dormir una de las parejas,
un dormitorio pequeño con una cama en la que podrían dormir los
dos niños y un sofá-cama en el salón donde dormiría
la otra pareja. Lo echamos a suertes y a nosotros nos tocó el salón.

Nos
instalamos y nos dispusimos a disfrutar de nuestras vacaciones. Los primeros días
transcurrieron con normalidad, fuimos desconectando de los trabajos que habíamos
dejado en la ciudad, fuimos relajándonos y cogiendo bonitos bronceados.
Algunas noches, cuando nos acostábamos todos, mi mujer y yo hacíamos
el amor con cuidado de hacer el menor ruido posible para no despertar a nadie.
Todo iba bien. Aunque quizá demasiado previsible.

Poco
a poco me fui fijando más en nuestra amiga, cuyo nombre es Esther. Sabía
que estaba buena pero cada día descubría que estaba mejor de lo
que yo pensaba y comencé a obsesionarme con tenerla entre mis brazos. Es
alta, guapa y con unas curvas que quitan el sentido. Cuando estaba en bikini era
impresionante y cuando estábamos en casa y ya nos habíamos quitado
los bañadores siempre iba con vestidos cómodos, sueltos y sin sujetador.
Lo que hacía que yo fuera medio empalmado todo el día. Alguna noche,
al hacer el amor con mi mujer pensaba más en Esther que en quién
tenía al lado.

Una noche ellos
hicieron un poco mas de ruido del normal y aunque mi pareja se había dormido
ya, yo todavía no lo había hecho y empecé a oírlos.
No pude evitar levantarme sin hacer ruido y asomarme con mucho cuidado a la puerta.
Allí estaban en plena faena. Él estaba tumbado y ella agachada chupándole
el pene. Lo hacía condenadamente bien, la mamada era increíble,
el cabrón se retorcía de placer y ella subía y bajaba tragándose
todo su aparato. Él la apartó y la tumbó en la cama, se colocó
encima y la penetró sin contemplaciones. Comenzó a moverse deprisa
mientras ella arqueaba la espalda comenzando a gozar de aquella penetración.
Como podréis imaginar yo estaba totalmente empalmando, había metido
la mano bajo mi pantalón corto y me estaba acariciando mi polla. De repente,
él comenzó a convulsionarse y a descargar su leche en el interior
de Esther. Se incorporó y se separó de ella dando la sesión
por terminada. Yo veía que ella no había tenido ni siquiera un orgasmo
y esperaba y deseaba más. La estupenda mamada que le había hecho
provocó que mi amigo se corriera muy pronto. La veía enfadada, cabreada,
pero también muy excitada, pasando sus manos por sus tetas, las cuales
son impresionantes y por su entrepierna. La situación era muy morbosa,
ella súper caliente, con el tronco de su marido que ya se había
dado la vuelta y comenzaba a resoplar como si estuviera dormido y yo en la puerta
con mi polla en la mano dispuesto a satisfacer a mi amiga en lo que quisiera.
Pero no me atreví a entrar. Esa noche me conformé con ver como se
masturbaba llegando a un orgasmo muy contenido y con masturbarme yo corriéndome
unos segundos después que ella. Después nos dormimos todos, aunque
yo tuve que limpiar mi rastro antes.

Pasaron
un par de días mas y mi obsesión ya era muy fuerte. Una mañana
nos bajamos todos a la playa menos su marido que fue a hacer unas gestiones de
algo relacionado con su trabajo. Esther se fue al agua con los crios y mi mujer
y yo nos quedamos tendidos al sol. Él verla en bikini jugueteando con los
niños por la arena y el agua me estaba poniendo enfermo. Desde donde yo
estaba veía perfectamente como se le movían los pechos con los juegos
cada vez que saltaba o corría, con un vaivén que hacía que
mi pene creciera por momentos. A veces se agachaba para hacer algo en el suelo
y entonces me mostraba un panorama de su culo que hacía que se me nublara
la vista. Comencé a estar demasiado empalmado para poder disimularlo. Era
una playa prácticamente privada y no había casi nadie. Vi a mi mujer
tumbada boca abajo tomando el sol con la parte superior de su bikini desabrochado.
Le pregunté si quería que la extendiese crema bronceadora, no contestó
porque estaba medio dormida así que pensé que quien calla otorga
y me puse a hacerlo. Necesitaba acariciar una piel femenina y mi mujer también
tiene un buen cuerpo. Así que vacié un poco de crema por su espalda
y comencé a extenderlo, recorría su piel lo mas despacio que mi
cabeza me decía pero mi corazón, y algún que otro órgano,
me pedían que fuera mas deprisa y comenzara a acariciar pronto esas piernas
y ese culito. Fui bajando y al pasar por su culo mis manos y sus nalgas intimaron
más de lo que ella esperaba, protestó, pero poco a poco se fue dejando
hacer hasta que la excitación pudo con el pudor, entonces abrió
ligeramente sus piernas y mis dedos fueron penetrando en su cueva. Intenté
hacerlo lo mas disimulado que pude, fue suficiente para ver como ella estaba cada
vez más caliente y llegó a un orgasmo que intentó disimular
todo lo que pudo, ya que aunque no había casi nadie, había que tener
cuidado no montar un escándalo. Me tumbe a su lado y le pedí que
me acariciara ella a mi pero me dijo que eso sí sería un escándalo
porque se iba a notar mucho, que estando yo tumbado boca abajo no me podría
masturbar y que si me daba la vuelta todo el mundo se daría cuenta. Así
que me salió el tiro por la culata y me quedé tumbado en el suelo
haciendo una perforación en la arena que ya quisieran las petrolíferas.
Mi mujer no me satisfacía lo suficiente. Yo necesitaba más. Cuando
se me bajó un poco la erección me fui al agua a jugar con Esther
y los niños pero con un pensamiento en la mente, tenia que poseer a esta
mujer que tenía ahora a mi lado, ella era la causa de mis calentones y
cada vez me ponía más frenético el solo hecho de tenerla
cerca.

Mi ocasión llegó
otra noche en la que también los oí hacer el amor, pero en esta
ocasión no me quise levantar para no calentarme mas, aunque el remedio
no funcionó porque entre lo que oía y lo que me imaginaba tuve una
erección de campeonato. La cosa debió terminar entre ellos tan mal
o peor que el otro día porque al cabo de un rato escuché como discutían
y él zanjaba la riña con un "vete a tomar por culo". No
adivinaba lo al pie de la letra que ella cumpliría su orden. Esther se
levantó, salió del dormitorio y pasó por nuestro lado camino
de la cocina. Disimuladamente abrí un ojo y pude observar como caminaba
por el salón con una simple blusa enseñándome sus espléndidas
piernas. La escuché abrir el frigorífico, no sé si para sentir
en su cuerpo el frescor o para coger un poco de agua fría. Me levanté,
llegué a la cocina y la vi sentada en el borde de la mesa amplia donde
nos juntábamos a comer, con una botella pequeña de agua en la mano.
Yo llevaba solo un pantalón corto que apenas podía sujetar mi erección.
Al verme clavo sus ojos en los míos. Tenía una mirada de deseo y
de súplica. Necesitaba que la calmasen. Me acerqué a ella, me coloqué
entre sus piernas que las tenía ligeramente abiertas. Abrió esos
maravillosos labios y me dijo:
- Tengo mucha sed.
Esa fue la señal.
Acerqué mis labios a los suyos y nos fundimos en un beso profundo, largo,
apasionado, en el que nuestras lenguas jugaban a ocupar cada una el sitio de la
otra y en el que nuestros dientes mordían nuestros labios con la intensidad
justa para proporcionar un gran placer. Nos rodeamos con nuestros brazos, mis
manos acariciaban su cabello pero también iban desabrochando los escasos
botones de su blusa que permanecían cerrados. Una vez su blusa abierta
mi lengua comenzó a recorrer un camino descendente por su cuello hacia
sus pechos y por fin se vio cumplido uno de mis sueños, acariciar y besar
aquellos pechos que son los más perfectos que mi imaginación puede
concebir. Ella acariciaba mi cabeza y me decía: Sigue, sigue, por favor.
Mientras mi lengua hacia sobre sus pechos círculos cada vez más
concéntricos hasta humedecer con mi saliva la aureola de sus pezones y
chuparlos gozando con ellos como tantas veces había soñado. Iba
a seguir mi camino hacía su vientre pero me detuvo agarrando el bulto de
mi pantalón y diciendo que estaba demasiado caliente para mas preámbulos
y que necesitaba aquello que estaba tocando dentro de ella. Me quité el
pantalón y mi polla se quedó señalándola como sabiendo
hacía donde debía ir. La agarró, la acarició un poco,
la colocó en la puerta de su sexo que yo todavía no había
tocado pero que me di cuenta que estaba totalmente empapado y con un movimiento
de ambos la penetré quedando ella sentada en la mesa y yo de pie, abrazados.
Estábamos tan calientes que nuestro ritmo fue rápido desde el principio.
A los pocos minutos ella ya se había corrido dos veces y yo iba a hacer
lo mismo, me pidió que me corriese dentro, tomaba la píldora y no
debía preocuparme, así que la hice caso y con un par de movimientos
mas descargue toda mi leche en su interior. Paramos un poco sin salirme de su
escondite, ella se había estremecido con sus dos orgasmos tanto que la
tuve que tapar la boca con mis besos para ahogar sus gritos y no despertar a nadie
y yo había descargado una buena parte de la acumulación que tenía
por mis recalentones.

Hasta ahora,
esto había sido un desahogo, ahora comenzaríamos a gozar de verdad.
Ella había quedado tumbada en la mesa, volví a recorrer su piel
con mis manos y mis labios, ahora sí me dejó seguir hasta su vientre.
Besé sus muslos, eran tan suaves y cálidos como había imaginado
viéndolos. Mi lengua hacía dibujos sobre su piel. Alcancé
su sexo y comencé a besarlo totalmente embriagado por los olores y sabores
que iba probando. Olor a sudor, a mujer excitada, en celo. Y el sabor de los restos
de mi semen que habían salido y de sus jugos que hacían que toda
la zona estuviera empapada, escurriendo por su piel hacía el orificio de
su culito lo que aproveché para ir acariciando y estimulando poco a poco.
Estaba dispuesto a probar todas sus entradas.

Mi
lengua encontró enseguida su dilatado clítoris y jugueteo con él
mientras mis dedos se iban alternando entre su sexo y su trasero. Tenía
ya tres dedos en su rajita mientras otro investigaba por detrás y mi lengua
martilleaba su glorioso botón cuando se comenzó a agitar y tuvo
un orgasmo en mi boca que me supo mejor que ningún manjar de los dioses.

Yo
necesitaba seguir gozando de esa espléndida mujer. Me levante y según
la tenía tumbada en la mesa, la penetre despacio, ahora no había
tanta prisa. Iniciamos un movimiento muy sensual, a veces con su espalda pegada
a la mesa y sus piernas en mis hombros, a veces las bajaba para rodearme la cintura
y apretarme contra ella, a veces la incorporaba para besar esos labios de perdición
mientras seguíamos gozando uno del otro. Así estuvimos un rato hasta
que nuestros cuerpos aceleraron los movimientos y ella volvió a tener otro
orgasmo. Yo todavía tenía que explorar algo más.

Se
la saqué, la bajé de la mesa. Se puso de pie, hacía rato
que no ponía los pies en el suelo. Me dio su espalda, apoyó sus
manos en la mesa y me dijo volviendo la cabeza:

-
Follame por detrás ahora cariño. Lo estás deseando y yo también.
Quiero que me sigas haciendo gozar como nunca lo había hecho y como lo
haremos muchas veces a partir de ahora.

Ante
esa declaración de intenciones, y ante sus piernas, sus muslos, su culo,
su espalda y su cabello yo solo podía hacer una cosa. Me acerqué
a ella, coloqué mi pene en la entrada de su ano y comencé una presión
que junto con todos los fluidos que hacía rato llevaban entrando por ahí
y con mis caricias, hizo que mi pene fuese entrando despacio, investigando una
ruta desconocida, estrecha, pero que daba un grandísimo placer tanto a
ella como a mi. No hubo empujón fuerte ni nada de eso, fui entrando poco
a poco, centímetro a centímetro, hasta que todo mi pene quedó
en su interior y mis huevos acariciaban sus nalgas. Era maravilloso, ahogábamos
nuestros gemidos mordiéndonos los labios para que no nos oyeran ni nuestras
parejas ni los niños. Pusimos un ritmo suave para terminar de acoplarnos
bien el uno al otro y poco a poco fuimos subiéndole. Cada vez mas fuerte.
Mis manos alternaban entre sujetarme a sus caderas o acariciar sus pechos. El
sudor descendía por su espalda y por el canal que forman sus nalgas hasta
caer en mi polla cada vez que entraba y salía. Estábamos fuera de
sí. De repente, ella se dejo caer en la mesa aplastando sus pechos bajo
su peso. Se mordió una mano para no gritar porque estaba teniendo un orgasmo
descomunal. Se convulsionó. Quedó exhausta, tumbada en la mesa con
los pies en el suelo y conmigo en su interior. Cuando su respiración se
calmó un poco volvió a girar la cabeza y con una mirada inundada
de placer me tiró un beso, hizo que me saliera de ella, se agachó,
cogió mi polla con las dos manos y sin pensárselo más comenzó
a chuparla, añadiendo a todos sus fluidos el sabor de la saliva que dejaba
su lengua en su recorrido por mi tronco. Se la metió en la boca hasta conseguir
que la entrase toda hasta el final. La sacaba y la metía. Después
de tamaña sesión de sexo y de lo que llevaba conteniéndome,
yo no pude aguantar más y realicé otra descarga mayor que la anterior.
Se tragó gran parte del semen que despidió mi polla, y otra parte
la extendió por su cara y sus pechos. Yo tuve que apoyarme en la mesa para
no caerme. Ella seguía chupando. Limpio con su lengua mi pene hasta dejarlo
seco y brillante. Entonces se puso en pie. Se limpio. Se puso su blusa. Me beso
con una calidez como nunca me había besado ninguna mujer y me dijo al oído.

-
Hasta ahora éramos amigos. Esto es el principio de una mejor amistad. Gracias.


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