40 años, 80 kg. 1,79, normalito,
pero inmensamente rico, y además, aburrido, me aburría como
una ostra, aburrido hasta la saciedad, durante un par de años disfrute
del cambio más grande que había dado mi vida, el éxito,
el dinero, el poder, la adulación interesada, la envidia, pero todo
cansa, hasta que...
Tropezamos en la terraza de un bar,
me disculpé y ella también, la invité a mi mesa. Estaba
en Barcelona de paso, una escala técnica de mi avión que
necesitaba unas piezas de recambio antes de seguir hacia Estados Unidos,
para hacerle un chequeo completo.
En su mirada vi un cierto tono de
reproche, tenía los ojos grandes con rizadas pestañas, oscuros,
casi negros.
--No te equivoques, me he disculpado
sólo por educación, no estoy acostumbrado a disculparme ni
a invitar, suelo ordenar.-dije-
--Yo tampoco, -- dijo ella, -- es
más como sigas con esa actitud, tendré que aplicarte un correctivo.
---
--Y sería muy duro el correctivo---
inquirí, medio en broma medio en serio.
-- Lo quieres probar dijo ella.
- con un media sonrisa.
--Y si fuera al revés, y
si el correctivo te lo aplicara yo, qué pensarías.-te estas
metiendo en camisa de once varas, pensé, pero no podía dejar
que me dominara.
--No me importaría ni mucho
ni poco, pero antes he de conocerte mejor, no están los tiempos
para confiar en el primero con quien té topas.-soltó reflexiva.
Me intrigó esta lucha de caracteres, deseaba saber su punto débil,
tenía que descubrirlo. Me atraía como un imán.
Mientras tomábamos unas copas
la observaba con atención. De mediana estatura, pelo negro, a cascadas
sobre los hombros, bonita cara sin ser bella y cuerpo de lo más
normalito, algo gordita pechos altos, redondos y aperados, pero con simpatía
y don de gentes, ojos negros y rientes, parecía que hablaba con
ellos más que con la voz. Y hablaba, hasta por los codos. Contó
que trabajaba como traductora, que le gustaba la lectura y - sorprendiéndome-también
el sado pero que aunque con oportunidades de tener esclavos y esclavas
propias, no tenía dinero suficiente como para mantenerse sin trabajar
y que montar un negocio como ama no le atraía demasiado, pero no
por eso desaprovechaba desinteresadamente los que caían en sus manos.
Me miró a los ojos y dijo
- Posiblemente tú puedes ser uno de ellos.-
Desde luego poder de atracción
sí que tenía, me encantaba su desparpajo, yo estaba acostumbrado
últimamente a la adulación y servilismo que da el dinero.
Estaba hastiado de tener tantas
personas haciéndome reverencias sólo porque era inmensamente
rico.
Tomando un sorbo -Ana dijo-- Hasta
ahora sólo he hablado yo, ahora cuenta tú. De dónde
eres, a qué te dedicas, qué haces en la ciudad. En fin lo
típico.
--¿No serás también
policía? - pregunté sonriendo.
Crucé las piernas y decidí
contarle mi historia verdadera, era pequeño empresario, de una empresa
que estaba abocada a la ruina, hasta que un día y a través
del fallecimiento de un pariente lejano, del que a decir verdad no sabía
siquiera que existía, me había dejado como único heredero
una inmensa fortuna, que después de pagar los gastos estatales seguía
siendo inmensa, además del dinero en efectivo era dueño de
importantes corporaciones, fabricas y latifundios en varios países,
me vi metido en guerras económicas y además no entendía
qué pasaba, así que opté por lo más cómodo,
vendí todas las corporaciones, fábricas y todo lo que pudiera
exigir una atención continua por mi parte, sólo dejé
los bienes raíces, casas, fincas, urbanizaciones, algún que
otro hotel, explotaciones ganaderas y similares, actualmente me dedico
a conocerlos, evaluarlos y los que no me gustan los pongo en venta.
Desde hace un año sólo
me dedico a viajar, por placer y para no aburrirme a conocer mis posesiones.
Que tenía una oficina en Madrid, donde mis abogados y contables
gestionaban mi patrimonio y sobre todo una secretaria, Eva, que se encargaba
de todas las cosas que podía desear y era mi nexo de unión
con la oficina, era totalmente eficiente y tenía casi plenos poderes
míos para hacer y deshacer. Ella era realmente el alma de mis empresas
y sobre todo me quitaba trabajo, me lo ofrecía todo en bandeja ya
resuelto o con opciones para que yo decidiese. Era una cincuentona muy
eficaz.
Ella asombrada, puso cara de incrédula
pensando que me estaba quedando con ella, -- si no te crees lo que te cuento,
vente conmigo.-comenté.
Evidentemente podía tener
la mujer que quisiera y que el dinero pudiera comprar, pero era todo artificial.
De hecho los primeros meses quedé casi agotado de tanta cama, follé
como nunca, pero todo al final cansa. Necesitaba variantes en mi vida,
algo fresco. Presentí que lo tenía delante de mí,
me atraía, me gustaba, no sabía el qué, no era físicamente
nada de otro mundo pero tremendamente sexy.
Mirándome fijamente con la
boca abierta.-- Pero te crees que soy tonta,-- me dijo con una media sonrisa,--
mira mejor nos vamos a tu casa y allí hablamos más tranquilos.
--No tengo casa en esta ciudad,
me alojo en el hotel, esta cerca, iremos dando en paseo.-observé.
Como era natural tenía a mi disposición la mejor suite, lujosamente
amueblada y decorada, tres habitaciones, dos cuartos de baño completos
y un dormitorio enorme.
Ella asombrada sólo dijo
una palabra, Jodeeeeeeer.
Me sonreí, sentándola
en sofá la besé con fuerza metiéndole la lengua, la
desnudé dejando sus pechos libres, con una aureola perfecta, grande
y los pezones erectos, ella se levantó y se arrodilló delante
de mí, con cara de sátira me sacó la polla y empezó
a chuparla con fruición, como si su vida dependiera de ello, lentamente
pero con el paso de los minutos casi con rabia, tragándosela toda
hasta la misma base de los huevos, entre oleadas de placer recordé
que le gustaba el sado y un deseo incontenible salía de mi pecho,
necesitaba azotarla.
Alcancé los pantalones y
le quité el cinturón, doblándolo me dedique a pegarle
pequeños cintazos en el culo que veía reflejado en un espejo,
estaba casi goteante, con el primer cintazo, ella se sobresaltó
un poco, y me miró sin sacarse la polla de la boca, según
me iba calentando iba dando más cintazos, para estimularla aunque
su entusiasmo no mermó en ningún momento, algunos fuertes
que eran correspondidos por pequeños gruñidos de dolor amortiguados
por mi polla, se corrió un par de veces y yo sin poder aguantar
más me corrí en su boca, no desperdicio ni una gota, seguí
con la polla en su boca varios minutos, la mantenía dentro pero
sin moverse, notando cómo se ponía flácida poco a
poco, sin poderlo evitar me meé en su boca, ella apretando los labios
para evitar que se escapara mi pito, fue tragando poco a poco. Los ojos
picarones me sonreían, y orgasmó otra vez más.
Con este acto me descubrió
su lado masoquista y yo descubrí mi lado sádico.
Me encontraba desorientado por esta
manera de hacer el amor, no estaba acostumbrado a pegar, sin embargo me
gustó mucho, se lo dije.
Por la noche salimos a cenar, después
dando un dando un paseo hasta el hotel hablamos de temas sadomasoquistas,
ella me contó historias de esclavos y esclavas que había
tenido, ella prefería las esclavas, según contaba daban menos
problemas, sólo había una gran disputa al final que ponía
término a la relación.
Me contó de una que había
tenido que era extremadamente dócil, tan absolutamente dócil
y tan falta de carácter que daba pena castigarla, entonces no había
morbo y por lo tanto no disfrutaba. Me fue contando acerca de las clases
de látigos y fustas que había tenido y por higiene no volvía
a utilizar nunca más con otra persona.
Por fin llegamos al hotel, yo ya
estaba caliente, subimos entre arrumacos a la suite, nada más cerrar
la puerta intente atraerla hacia mí, ella dijo, espera, con la sonrisa
picarona en los labios que tanto me atraían me desnudó lentamente,
palpando cada uno de mis músculos, acariciando mis pechos, jugando
con mi pelo, me quitó los pantalones y calzones, tocó levemente
mi polla como sopesándola, el leve cosquilleo partió de mi
nuca, me estaba poniendo a cien.
En una especie de striptease se
desvistió dejándose sólo unos zapatos negros de medio
tacón. Me dejé caer en la cama, la miraba con ojos golosos.
Date la vuelta dijo, y me mandó
colocar boca abajo, ponte a cuatro patas, ordenó, yo la dejaba hacer
pero mi polla estaba a punto, se sentó a ahorcadas encima de mí,
empezó a restregar su coño por mi espalda, lentamente, me
acariciaba los huevos con su mano y la raja del culo, de repente me dio
un manotazo en el culo, me cogió de sorpresa.
-- Veremos si te gusta, perro, si
no te gusta peor para ti, pues lo hago sólo para mi placer-- gruñó
Me sobresaltó su amenaza
pero la dejé hacer, era nuevo para mí todo lo que esta mujer
podía conseguir, me estaba llevando a lados insospechados de la
sexualidad que no sabía que yo poseyera.
Sentía resbalar por mi espalda
sus jugos, ella se movía cada vez más deprisa, como también
deprisa daba golpes en mis nalgas con la mano abierta.
--Se te están poniendo coloradas,
pero no lo suficiente. Comentó, se bajó de un salto y cogió
del suelo una de sus zapatillas, con ella en la mano volvió a sentarse
encima y algo más calmada, se dedicó a pegarme.
La excitación no me dejaba
sentir el dolor en toda su magnitud, ella seguía sin contemplaciones,
espaciaba de vez en cuando los golpes, acariciando la piel y notando el
calor de mi culo con la otra mano, hasta que por fin paró, desde
luego tenía el culo rojo, me picaba.
Ella se levantó y me ordenó
que me diera la vuelta. Así lo hice y sentándose directamente
en mi polla, se la metió de un tirón;-- pon las manos detrás
de la nuca y no se te ocurra quitarlas de ahí,-- ordenó mientras
se movía lentamente, arriba y abajo, con pequeñas paradas
y de delante a detrás, cogió mis pezones y se dedicó
a pellizcarlos, cada vez más fuerte, me dolía terriblemente
pero la excitación y el placer que me daban eran mayor que el dolor.
Esta a punto de correrme y empecé
a gemir, ella se paró y me dio un bofetón.
--Ni se te ocurra correrte sin mi
permiso.-
Siguió con movimientos lentos.
Yo no podía más, y por fin ella se corrió, dando gritos,
jadeante.
--Córrete ahora, vamos perro,
córrete o te arrepentirás.-- Gruñía y amenazaba
clavando sus uñas en mi pecho. Me corrí desde lo más
profundo de mi ser.
Estábamos extenuados, nos
quedamos dormidos. Al día siguiente aún me dolía el
culo y los pezones, se lo hice saber.
-- Eso no es nada, ya verás
cuando tenga "mis herramientas"-- rió.
-- Qué necesitas-- le dije.
Vamos a desayunar y después
andamos un poco para que se te alivie el culito.
-- Es que te has pasado Ana-- protesté.
Terminado el desayuno, fuimos a
un sex-shop allí compró una fusta, collar de perro, grilletes
para las muñecas y los pies, una barra de aluminio para separar
las piernas y algunos consoladores y ropa sexy. Cuando terminó y
me miró, dije al dependiente que duplicara el pedido pero sin la
ropa sexy, como es natural.
--¡Eh! qué estas pensando--exclamó
mirándome intensamente.
-- En lo mismo que tú, --dije
riendo. De todas maneras nos podemos equipar a lo grande en Rotterdam,
Berlín o donde tú quieras.
-- Será muy caro, esto es
mejor y más barato dijo. -dijo pensativa.
--Pienso que has olvidado que mi
fortuna es inmensa, y que aún tengo muchas propiedades que he de
visitar y sobre todo que no tengo nada que hacer.-dije a modo de aclaración.
Después de unos minutos y
sin pensarlo, le propuse. --Además tengo una proposición
que hacerte, quiero que trabajes para mí. --
--Y qué debo hacer y cuánto
ganaré- dijo con mohín gracioso.
--¿Ganar?, ponte tú
el sueldo. ¿Hacer?, sólo una cosa, estar las 24 horas disponible
para mí. - Propuse.
-- No soy una prostituta, te has
equivocado conmigo.-exclamó enojada.
-- No es eso lo que quiero de ti.
Sabes idiomas, serás mi traductora, sabes cosas del mundo sado que
quiero que me enseñes, serás mi acompañante fija,
en fin serás como mi mano derecha, y si de camino disfrutamos de
nosotros pues los dos salimos ganado. ¿Aceptas?.-- Pregunté
deseoso de que aceptara.
Moviendo su pelo rizado fingió
pensar un momento y dijo riendo;-- ssiiiiii.-
Tendría como es natural que
marcar las distancias, ella tendría que saber y aprender que yo
era el amo, siempre y en todo lugar, pero también me atraía,
y de qué manera, él sentirme doblegado y dominado por ella,
aunque sea por breves momentos, bajo control.
Esa noche al llegar a hotel contacté
con Eva para que se encargara de hacer un contrato de trabajo que nos ligaría
por mucho tiempo. Me entretuve con mi ordenador personal portátil,
a través del mismo sabía cómo iban las cosas, estados
de cuentas, firmaba documentos, y daba ordenes, era el único nexo
de unión con la oficina.
Cuando terminé ella miraba
la televisión, estaba realmente encantadora, de la misma manera
que cuando azoté con el cinturón su culo, ahora me apetecía
hacerla algo más, tomé las esposas.
--Ven-- le dije, y poniéndoselas
con los brazos a la espalda.
Ella se volvió y sonriendo
dijo: -Eh, con que quieres ser tú el primero en probar, bueno pero
no te pases-.
Quería saber hasta dónde
sería capaz de llegar yo y de aguantar ella. Tomé la barra
y se la até a los tobillos, vi que se podía graduar, la abrí
hasta poco más de un metro.
Joder, pensé, se me olvido
sacarle la blusa y la falda, así que las rasgué, parecía
si pretenderlo, más violenta y cruel mi dominio.
-Ahora me debes ropas, tendrás
que comprármelas.- Amenazó Ana.
--Silencio, -- ordené
Tomándola por la cadena que
unía las esposas la fui levantando con lo cual la obligaba a inclinarse
hacia delante. Me encantaba la forma de su culo. La azoté, flojo
al principio diez o doce veces, ella permanecía callada.
Fuimos al baño, con el cinturón
la volví a poner otra vez en la misma posición pasando el
cinturón entre las esposas y el travesaño de la mampara de
la ducha, la cabeza estaba dentro de la bañera, me costó
un poco ya que el cinto era más bien corto por lo que tuvo que inclinarse
mucho, quedando casi sobre las puntas de sus pies.
Ahora sí que pude contemplarla
a gusto, con las piernas abiertas sólo los zapatos de medio tacón
negros. Tenía su espalda y sobre todo su coño y culo a mi
entera disposición, moví la fusta y empecé de nuevo
a pegar, metódicamente, de un glúteo a otro.
Plas, Plas, Plas, quería
que ella gritase, que se quejara, poco a poco fui perdiendo la noción
del castigo, yo seguía sin poderme detener, estaba casi sudando
hasta que por fin gritó, rompiendo en llanto, cada vez más
fuerte.
--Para, te lo suplico, no puedo
más-clamó
Yo seguía pero tomando conciencia,
con la polla tiesa, empecé a espaciar los fustazos, su culo rojo,
me incitaba, toqué su coño, estaba chorreante, mi polla pletórica
y sin soltar la fusta la embestí con todas mis fuerzas. Ella gemía
entre llantos - te gusta perra, todavía no he acabado-con la fusta
le pegué en los flancos, lo que la hacía moverse, alguna
vez de le pegué de abajo arriba en los pechos y ella reculaba, hasta
que entendió que era ella la que tenía que moverse para mi
placer y vaya que si se movió y bien.
Me corrí como nunca, ella
con los brazos doloridos también se corrió y quedó
quieta pero carleando como una perra, con la respiración más
que agitada, el sudor corría por su espalda. Estaba deliciosa.
Sin sacársela le dije: Aún
no has firmado el contrato, así que espero que aprendas que yo soy
el dueño, el amo y señor. Si no, dímelo.
Omití la palabra "tuyo".
No quería perderla, pensé que me había pasado, la
desaté y ella se fue directamente a la cama y permaneciendo en ella
sin decir palabra alguna. Me duché y cuando me metí en la
cama ella abrió los ojos, me sonrió y se acurrucó
a mi lado.