Relato: El carpintero





Relato: El carpintero

Entr�.


No hab�a persona alguna.


Camin� unos metros por entre los distintos tama�os de
maderas, mesas, sillas y mesas reci�n hechas; evitando ensuciarme con el aserr�n
que abundaba por todas partes.


La carpinter�a estaba iluminada solo por la luz que se colaba
por unas grandes claraboyas en el techo. Era un taller no muy grande.


Mi marcha se vio obstaculizada por una gran mesa de trabajo,
llena de herramientas, toda clase de cortes de maderas, morsas, cepillos y
clavos.


El aroma inconfundible del peque�o aserradero envolv�a todo.


Agit� mis palmas para ver si alguien acud�a.


Nada.


-�Hola?-grit�, ya algo impaciente.


Entonces al darme la vuelta me sobresalt� con la imagen de un
hombrote que me miraba con la expresi�n de quien ve a un extra�o y se pregunta
que querr� este.


-�Se�or?


-Ah, buenas tardes. Disculpe, pens� que no hab�a nadie.


-Diga usted.


-Mire, vengo por recomendaci�n de un amigo al que le hizo
hace poco una hermosa biblioteca a medida. Pues, ver� usted: yo necesito una del
mismo tipo para mi estudio.


El tipo me mir� con desconfianza.


Era un hombre alto y corpulento. Joven, aunque de edad
indescifrable. Llevaba puesto un overol de carpintero con pechera y tiradores
sin nada debajo, dejando ver su pecho semidesnudo y sus musculosos brazos.


�Vaya con el carpinterito!-pens�, y mientras �l me preguntaba
el nombre de mi amigo, yo no pod�a dejar de observarlo.


Estaba cubierto de aserr�n. Pod�a casi adivinar el olor de su
sudor, producto de duros trabajos.


Era morocho, ten�a una barba de tres d�as, cejas muy anchas y
ojos oscuros.


Su pecho amplio era semivelludo, y tambi�n era tenue el vello
que vest�a sus brazos.


Por fin, al recordar mis referencias, se abland� m�s y me
sonri�, mostrando una perfecta hilera de blancos dientes.


Pero no dejaba ni por un momento ese aire de desconfianza
hacia m�.


Yo le empec� a explicar como quer�a el trabajo.


Hablamos de las dimensiones, del tipo de madera, de la
profundidad de los estantes. Y poco a poco nos �bamos acercando frente a la mesa
de trabajo. �l tom� un l�piz y un papel y comenz� a hacer unos dise�os muy
toscos. Entonces me acerqu� a su lado. Fue ah� que sent� su aroma a macho. Eso
me desconcentr�, por lo que le tuve que preguntar repetidas veces qu� era lo que
me estaba explicando.


Yo segu�a invadido por ese olor tan excitante.


Me acerqu� m�s a �l, sin dejar de tener cuidado de que mis
movimientos pasaran desapercibidos.


Cuando el dibujo que hizo se acercaba m�s a la idea que yo
llevaba acerca del trabajo, pasamos a elegir las maderas y le color del lustre.


Despu�s de esto, acordamos honorarios.


Yo, a todo asent�a tontamente, sin poder sacar mi vista de
sus brazos, sus axilas peludas y productoras de semejante aroma, los pezones que
asomaban descaradamente de su overol tan amplio, sus manos �speras y sucias.


Era la perfecta y atractiva imagen de un tremendo macho en
estado natural.


Acomodando unas muestras de listones de cedro que me hab�a
mostrado, me dijo:


-Muy bien, se�or. S�lo faltar�a ir a tomar las medidas de la
pared de su estudio.


�As� que iba a tener a ese masculino semental en mi propia
casa?. Me excit� con esa posibilidad y r�pidamente le di mi tarjeta, combinando
el horario para encontrarnos.


-Eso s�... � me dijo � como estoy con mucho trabajo, reci�n
podr� pasar por su casa la semana que viene.


-No hay problema � me lament� internamente � esperar� lo que
sea necesario. Me han dicho que usted es un carpintero excelente y me gustar�a
mucho que hiciera este trabajo.


Ese comentario dibuj� una sonrisa en su cara e hizo que se
sintiera halagado.


Not� como se sonrojaba levemente, comprendiendo que no
deber�a recibir frecuentemente tales elogios.


Nos despedimos con un apret�n de manos que casi me produjo la
p�rdida de algunos dedos, tal fue el entusiasmo de su saludo.


A la semana siguiente y en el d�a convenido me dediqu� a
esperar al carpintero.


Cuando son� el timbre hab�an pasado veinte minutos del
horario estipulado. Por lo que cuando le abr� la puerta not� que estaba un poco
avergonzado por su tardanza.


Enseguida se disculp�.


Le dije que no hab�a problema alguno. Me pareci� un gesto muy
amable y considerado viniendo de alguien que en apariencia suger�a todo lo
contrario.


Cuando entramos a mi estudio, �l sac� el metro de su caja de
herramientas.


Llevaba puesto el mismo overol de la vez pasada.


Se subi� a un banco para tomar las medidas alrededor de una
saliente en el extremo de la pared, cerca del �ngulo del techo.


Al hacerlo subi� sus brazos y me expuso sus axilas velludas.


Yo, que observaba todo, no iba a perderme un segundo de ese
espect�culo.


Desde abajo, ese hombret�n era como una escultura griega.


No pude evitar mirar su entrepierna. Llevaba all� un
considerable paquete que le abultaba la r�stica bragueta. Sus piernas eran
fuertes y los muslos tan anchos, que el pantal�n se ajustaba ce�idamente a su
musculatura.


As� sigui� midiendo en lo alto, sobre varios sectores, pues
el sitio donde deb�a construir la biblioteca no era f�cil debido a salientes y
�ngulos de la pared.


Sus brazos sub�an y bajaban.


Sus anchos pectorales me aturd�an.


Coronados por esos salientes y negros pezones, eran de una
forma perfecta.


Redondos, turgentes, prominentes, eran rellenos, por lo que
sus carnes se mov�an con cada movimiento, pero a la vez ten�an la firmeza de un
hombre que ten�a bien tonificados sus m�sculos.


No ten�a aquel hermoso aroma de macho que hab�a saboreado en
su carpinter�a, pues esta vez hab�a venido mucho m�s aseado y seguramente habr�a
acabado de ducharse minutos antes de venir.


Pero, el subir y bajar tanto hab�a hecho que unas gotas de
transpiraci�n chorrearan levemente desde sus sobacos.


Cuando vi eso me empec� a excitar terriblemente.


Disimuladamente me hab�a llevado la mano a mi bulto, que
comenzaba a crecer.


Yo estaba apoyado sobre el filo de una columna, muy pr�ximo a
donde estaba trabajando.


En un momento, al tener que tomar unas medidas por casi sobre
mi cabeza, puso el banco casi enfrente de m� y se subi�. Eso fue incre�ble, pues
de pronto mi nariz qued� a escasos metros de su paquete.


Entonces hacia m� vino otro aroma. Nuevo. Que no hab�a
sentido aquel d�a.


Ven�a directamente de sus genitales. Era olor a bolas. Olor a
macho. Mezcla de sudor, de jugos varoniles y de cierta suciedad de horas de duro
trabajo. Una mixtura admirable, y tremendamente inquietante.


Hubiera pegado ah� mismo un manotazo, pero de repente, el
carpintero baj� r�pidamente del banco.


-�Listo!.


-�Listo?


-S�, se�or. Dentro de tres d�as vendr� a armarle el mueble.
�Est� bien?


-Entonces, ahora: �listo?


-Si, se�or.


-Bueno, est� bien. S�, s�, en tres d�as estar� bien.


-De acuerdo � dijo, guardando el metro y cerrando la caja de
herramientas � cualquier cosa, nos llamamos.


-Si, perfectamente.


-Hasta el lunes, se�or.


-Si, hasta el lunes.


Inmediatamente, luego de esa sesi�n de virilidad, tuve que ir
a ponerme bajo la ducha. Dej� correr el agua casi fr�a, me desnud�, y calm� mi
calentura en el agua. Mi pija estaba levantada y h�meda. Por lo que tuve que
bajarla con una fren�tica paja. Inspiraci�n no me falt� en ning�n momento,
obviamente. Aquella visita hab�a sido demasiado. Aquel olor, que emanaba de su
misterioso bulto, llenaba todav�a mis fosas nasales. Record� su rostro. Su barba
de varios d�as, ese aspecto viril, casi de oso, la mata de pelos que sal�a de
cada uno de sus sobacos, su bulto... comenc� a imaginar lo que guardar�a ese
bulto precioso. Enseguida brotaron dos chorros de semen que se estrellaron
contra la pared. Sin fuerzas, me dej� caer reclin�ndome sobre ella, sin dejar de
pensar un momento en mi atractivo carpintero.


A los tres d�as, en un lunes inusualmente caluroso para esa
�poca del a�o, el carpintero toc� a mi puerta.


Esta vez, curiosamente, se hab�a adelantado al horario
convenido por tel�fono.


Pero ahora no se hab�a disculpado.


Ven�a tan cargado de cosas que tuvo que hacer cuatro viajes
desde la planta baja para traer las maderas del mueble. El pobre lo hizo por las
escaleras, subiendo y bajando los dos pisos y amablemente, en ning�n momento
permiti� que lo ayudase con algo.


Cuando por fin entr� y cerr� la puerta tras �l, estaba tan
transpirado que le ofrec� una toalla y tambi�n una cerveza fr�a.


-Gracias, se�or, pero cuando trabajo no bebo alcohol. Pero s�
le aceptar�a un vaso de agua helada.


R�pidamente fui a la cocina y le traje el agua. �l la bebi�
�vidamente, mientras yo me perd�a nuevamente en su boca y en la varonil nuez de
su cuello que sub�a y bajaba a cada trago.


-�Gracias!


-�M�s?


-�Si, por favor!, es que hoy hace un calor...


Nuevamente, como si hubiera llegado del mismo desierto, se
trag� velozmente el l�quido helado, mientras se secaba el sudor con la toalla.
En ese momento, hubiera querido ser el borde del vaso.


Enseguida el carpintero se dispuso a trabajar.


Yo, que ten�a puesta una remera muy liviana, pantal�n corto y
sandalias, me sent� en el escritorio, frente a la ventana abierta, con el
pretexto de hacer un trabajo, imaginario, claro, pues en realidad aqu�l era un
punto muy estrat�gico como para seguir contemplando a mi carpintero.


Esta vez le ofrec� una escalera para subir y bajar. Cosa que
me agradeci�.


As� pas� un rato, armando, encastrando, atarugando, subiendo
y bajando.


Poco a poco, el sudor hac�a estragos con mi pobre trabajador.


Por un momento me distraje, mirando algo por la ventana.
Cuando volv� la vista a mi carpintero, �ste se hab�a deslizado los breteles del
overol, dejando caer la parte superior del mismo debajo de su cintura.


Estaba subido a la escalera con el torso completamente
desnudo.


Cada tanto usaba mi toalla para secarse el sudor. Me
preguntaba cuanto tendr�a que esperar para oler esa toalla...


Me qued� mir�ndolo con los ojos bien abiertos.


Sus pectorales no estaban cubiertos con mucho vello, apenas
en la zona central. Pero si, la vellosidad se acentuaba m�s en su abdomen, que
estaba cubierto de pelos negros y abundantes.


�l no se percataba del silencioso admirador que estaba
teniendo.


Una cosa que no pod�a entender era como su amplio overol
permanec�a sujeto a su cintura, sin el sost�n de sus tirantes.


Pero, a medida que iban pasando los minutos, y encaramado en
lo alto de la escalera con los brazos en alto, me di cuenta de que el overol se
le hab�a deslizado, s�, unos cent�metros hacia abajo.


Rogu� e implor� por que siguieran bajando naturalmente y
agradec� a Newton por haber descubierto la ley de gravedad. Me encomend� a �l
como a un santo. Y por lo visto, mis oraciones fueron surtiendo efecto, ya que
el overol segu�a desliz�ndose hacia abajo por su propio peso.


As� asom� el el�stico de su calzoncillo, que por cierto
parec�a resbalar con �l.


Al darse la vuelta, el pantal�n ya estaba tan bajo que la
curvatura de su redondo culo se dej� ver bien claramente. Poco falt� para que
apareciera el comienzo de su raya.


Yo no pod�a creer lo que estaba viendo.


Nuevamente gir� hacia m�, para mostrarme como esa pelambrera
de su panza se transformaba en los primeros vellos p�bicos.


�Dios santo! �cu�nto m�s iba a poder apreciar?


En ese momento nuestras miradas se cruzaron y me sent�
descubierto.


Not� que �l se incomodaba por como lo estaba mirando. �Se
hab�a dado cuenta?


S�, seguramente. �l se mir� a s� mismo, y acomod� un poco su
pantal�n, subi�ndoselo hasta la cintura.


Pero, sin decir una palabra, yo disimul� un poco volviendo a
mi falso trabajo y �l a su biblioteca verdadera.


El carpintero baj� de la escalera ba�ado en sudor.


-Calor, �no? � pregunt�, como si no fuera obvio eso.


-Si, se�or, pero no se preocupe, estoy acostumbrado y no me
molesta para nada en mi trabajo.


-No s� como hace, sinceramente. Si hasta a m�, que lo veo
trabajar, me ha dado un calor insoportable � en eso no ment�a, claro.


-�Quiere m�s agua?


-Si no es mucha molestia...


-Por favor... de ninguna manera. Enseguida se la traigo.


Entonces fui a la cocina y volv� con dos vasos de agua
helada. Bebimos. Mientras lo hac�a, dej� el vaso en el escritorio y resoplando
m�s de la cuenta por el calor, me quit� la remera, quedando en cueros. Sent� que
el carpintero me segu�a con la mirada, algo asombrado por mi gesto, pero,
despu�s de todo, �l hab�a hecho lo mismo...


Estuvimos comentando un rato como iba avanzando el armado del
mueble, tema que para m�, ya hab�a pasado a segundo plano. Al hacerlo mir� ya
sin tanto disimulo su torso, sus brazos, observando cada movimiento. Mientras,
me acariciaba el pecho, jugando con mis pelos entre las tetillas, o acariciando
mis axilas, o mi abdomen.


Y entonces me pareci� notar que algo de esto lo turbaba.
Claro que no pod�a estar seguro.


Cuando vi que �l iba a proseguir, me anim� a decirle:

-Antes de seguir, �no quiere refrescarse un poco en el ba�o?


Mi proposici�n cambi� de pronto su rostro, en una mezcla de
sorpresa y alivio.


-�S�, gracias!, es usted muy amable.


-Pase por ac�, por favor. Y si�ntase como en su casa.


Le abr� la puerta del ba�o, pero no tuve m�s remedio que
dejarlo solo, porque quedarme ah� para mirar como se refrescaba con el agua fr�a
del lavabo, hubiera sido demasiado evidente.


Regres� a mi sitio en el escritorio, yo tambi�n estaba
sudando un poco, pero no era por causa del calor. Toda la situaci�n, de pronto
se hab�a vuelto, al menos para m�, tremendamente excitante.


Cuando pas� cerca de la escalera, vi all� la toalla.


Asegur�ndome que no era visto me acerqu� unos pasos y la
toqu� con mi cara, aspirando fuertemente.


�S�!, era su olor. Era ese perfume de macho que me hab�a
mareado el primer d�a en la carpinter�a. Al sentirlo, mi pija se agit� en un
espasmo y empez� a endurecerse.


-�Perd�n! �Ser�a tan amable de alcanzarme la toalla?


Sobresaltado por su inesperada voz, y rojo como un tomate, me
volv� para acercarle la toalla, ya iba a disculparme entre palabras tontas, pero
ante lo que ve�a me qued� absolutamente mudo.


El carpintero hab�a salido del ba�o �en calzoncillos!. Era un
b�xer marr�n de tela muy ligera con una abertura por delante sin botones. El
bulto segu�a all�, pero ahora m�s evidente. El conjunto de su semidesnudez se
completaba ahora con la visi�n de sus piernas, generosas y muy velludas.


Estaba chorreando agua.


El pelo en desorden y completamente empapado. Las gotas
resbalaban por todo su cuerpo y la tela de su calzoncillo tambi�n estaba medio
mojada. De sus axilas chorreaba agua, peinando sus matas de pelos. Hubiera
bebido cada gota.


Estaba descalzo. Y me miraba muy fijamente.


Apenas pude recobrar el aliento para tartamudear algunas
palabras sin sentido.


�l me mir�, amagando volver al ba�o para vestirse.


-�Espere!, no es necesario que...


-�Perd�n? � dijo enjug�ndose la humedad en la toalla.


-Digo que no...digo que... puede ponerse c�modo, con este
calor no me imagino c�mo puede aguantar ese pesado overol.


-Bueno, yo...


-Har� que se sienta mejor � le dije, ante su asombro.


Y enseguida fui a prender el ventilador de techo.


El aire en movimiento acarici� su cuerpo que a�n estaba
h�medo.


�l, sin hablar, me agradeci� con una expresi�n de alivio,
cerrando los ojos y regode�ndose con el placer que le proporcionaba.


Me sent� en el cielo, como si fuera yo mismo el que lo estaba
acariciando, no el viento.


-Si, gracias, esto es maravilloso, se est� muy bien as�.
Entonces, �no le molesta si...?


-Para nada, hombre.


(�C�mo me iba a molestar? Yo estaba en la gloria.)


Ambos volvimos a nuestros lugares.


Yo, casi no pod�a ocultar el bulto que hab�a crecido debajo
de mis pantaloncitos. Por eso volv� a mi asiento. Con una mano me tap�, al mismo
tiempo que sent�a palpitar mi pija.


El carpintero prosigui� su trabajo, ahora en calzoncillos.


�En calzoncillos!, No pod�a creer que estaba a solas con ese
pedazo de macho, que encima estaba en ropa interior frente a m�.


Era una funci�n inolvidable.


Iba y ven�a casi en pelotas. Su cuerpo era formidable. No
pod�a haberse combinado tanta masculinidad junta.


Gracias a sus distintos movimientos, la abertura de su
bragueta, por momentos quedaba abierta m�s de la cuenta. Mi mirada se met�a por
esa preciosa ventanita, pero no llegaba a percibir gran cosa. Adivinaba ah� la
oscuridad de sus pelos, y el calor de su verga.


De pronto se volvi� y me dijo:


-Disculpe, voy a necesitar su ayuda. �puede sostenerme este
estante?


Yo corr� r�pidamente a su lado.


Me dio el extremo de la madera.


-Espero que no le sea muy pesado.


-Nada de eso. �as� est� bien?


-Un poco m�s a la derecha, as�, as�, gracias.


El aroma de sus su cuerpo me invadi�. Estaba solo a unos
cent�metros.


�l, con el otro extremo del estante en sus manos, acomod� la
escalera y comenz� a subir.


Ten�a que ponerlo en alto, para lo cual extendi� sus manos.
Yo observaba atentamente su cuerpo, con mi erecci�n en evidencia. Pero el
carpintero segu�a muy concentrado en su trabajo.


Por lo cual yo segu�a descaradamente todos sus movimientos.


Por fin, se detuvo y empez� a encastrar el estante all�
arriba.


Entonces qued� con mi cara a la altura de su entrepierna, a
poca distancia.


Al estirarse un poco m�s, la bragueta de su calzoncillo se
empez� a abrir, y yo, que no pod�a dejar de mirar un solo segundo a ese solo
lugar, vi todo. La tela se abri� m�s y entre un colch�n de pelos negros y
frondosos, reposaba la verga m�s suave y gruesa que hab�a visto en a�os.


Estaba dormida, pero pude ver gran parte de su tronco.


La tela iba y ven�a, siguiendo los vaivenes de su due�o.


El estante le estaba dando mucho trabajo, puesto que el lugar
donde lo ten�a que poner no era nada f�cil.


Fue cuando sus movimientos se hicieron m�s en�rgicos. En uno
de ellos, �la verga se le sali� afuera!. �l no se hab�a percatado a�n de ello,
por lo que yo tampoco pod�a decir mucho. Pero la situaci�n, si bien extra�a, era
deliciosa.


�l segu�a concentrado en su tarea. La verga, asomando por la
abertura del b�xer, se bamboleaba en cada sacud�n. Mis ojos la devoraban. No
pod�a ver sus bolas, que hab�an quedado adentro, solo el extremo de su tronco,
su glande cubierto y todo su grosor hab�an emergido de su escondite.


Por fin, la madera encaj� y �l exclam� un sonoro "�Listo!".


Afirm� el estante y coloc� f�cilmente el extremo que yo
sosten�a en la otra punta del muele. Al hacerlo me liberaba de mi carga.


Yo, sin pensar, sin poder dejar de mirar su miembro que me
tentaba desde su ventana, atin� a estirar mi mano para tocarlo, pero el ruido de
un martillazo hizo que frenara mis deseos.


Entonces �l se volvi� hacia m�. Al hacerlo advirti� mi estado
de perturbaci�n. Enseguida repar� en lo que hab�a salido de su lugar y
r�pidamente acomod� su ropa, metiendo r�pidamente su pija adentro del b�xer.


No dijimos nada.


Pero todo estaba claro.


�l se hab�a dado cuenta perfectamente de que yo lo estaba
mirando.


Quiz�s estar�a comprobando que s�, que �l me atra�a. Si �l
ataba todos los cabos: mi mirada, oler su toalla, podr�a saber que su
contratista estaba muy interesado en algo m�s que su trabajo.


Sigui� sin decir palabra. Entonces lo not� m�s serio y
callado desde ese momento.


�Tambi�n estaba m�s torpe!


Era evidente que estaba nervioso por algo, y yo cre�a saber
la raz�n.


Las cosas se le ca�an y buscaba herramientas perdidas que
ten�a en la punta de su nariz. La situaci�n se torn� casi c�mica.


Fue cuando not� que su paquete se hab�a agrandado un poco m�s
que antes.


Al subirse nuevamente a la escalera, con las manos ocupadas
en su trabajo, me situ� cerca de �l, siguiendo la parodia de observar
interesadamente su trabajo.


�l estaba muy turbado. Sudado, acalorado.


Me concentr� en su bulto.


Era indudable.


Estaba experimentando el comienzo de una erecci�n.


Fue un momento sublime.


�l se acomodaba la ropa, intentaba acomodarse la pija,
intentaba bajar lo que inexorablemente quer�a subir, pero, cada toque ah�,
empeoraba la situaci�n.


Los dos est�bamos con tremendos paquetes, yo lo miraba, �l
intentaba reconcentrarse en el trabajo.


Pero ya nunca pudo hacerlo.


Mientras afirmaba un lado del estante, su bragueta se abri�,
empujada por la presi�n, y su verga sali� disparada al exterior. Estaba dura a
m�s no poder.


Yo lanc� un peque�o gemido de estupor y sin pensarlo un
minuto m�s estir� mi mano y apres� ese carajo enseguida.


�Entonces el carpintero salt� hacia atr�s en un reflejo de
puro p�nico y fue a dar con toda su humanidad al piso!


Cuando fui a socorrerlo, temiendo que se hubiese hecho da�o,
empez� a gritarme:


-�Pero qu� est� haciendo? �Est� loco? �D�jeme! �Al�jese!


-Pero...


-�Pero nada! �Por qui�n me ha tomado?


Y entre gritos, agitado y furioso se levant� y fue a buscar
sus ropas, que visti� en un segundo.


-�Yo me voy, agarro mis cosas y me voy! �Escuch�? �Pero qu�
se ha cre�do?


Yo no atinaba a decir nada, estaba at�nito. Segu� toda la
escena mudo y con los ojos abiertos de la sorpresa �Tanto me hab�a equivocado?
�No deb�a interpretar esa furiosa erecci�n como una invitaci�n?


El carpintero, dirigi�ndose a la puerta r�pidamente, tom� su
caja de herramientas y me grit�:


-�B�squese a otro para que le termine el trabajo, pero
b�squelo bien, porque conmigo se equivoc�!


Cuando ya estaba saliendo, se detuvo de pronto, dio la vuelta
violentamente y me apunt� con su �ndice:


-�Porque usted es... usted es... un degenerado!


El portazo fue contundente.


�Cielos!. Era evidente que me hab�a equivocado. Y mucho.


Me qued� un rato paralizado, en medio de los estantes sin
colocar, la escalera y... �su toalla en el piso...!


Al verla, baj� la cabeza y me observ� la entrepierna. A�n
ten�a mi pija en alto. Y una frustraci�n como pocas.


As�, caliente y frustrado, no tuve m�s remedio que ir al ba�o
y, como la primera vez, dejar correr el agua casi fr�a. Me desnud�. Mi verga
sali� de su prisi�n en toda su extensi�n.


Me met� al agua, sintiendo como su frescura apaciguaba poco a
poco mi agitaci�n y mi ardor interno.


Estuve un largo rato as�, con los ojos cerrados.


No pod�a sacarme de encima la imagen de mi carpintero.


�Qu� l�stima!


No pod�a creer que un hombre pudiera tener tanto miedo a
sentir lo que a veces es inevitable entre dos machos.


Pero as� hab�a sido.


Mi verga fue descendiendo, pero me qued� un poco m�s en la
ducha, sinti�ndola correr por todo mi cuerpo.


Entonces escuch� que llamaban a mi puerta.


�Ser�a posible que...?


R�pidamente sal� del agua, me envolv� en una toalla y corr� a
la puerta.


�S�, era posible!


Cuando abr�, encontr� a mi carpintero con una tierna seriedad
mir�ndome a los ojos.


Y cuando empez� a hablar su vista fue bajando hasta el piso.


-Eh, yo... quer�a decirle, que... bueno, disculpe, espero que
no se haya ofendido.


Yo estaba empapado, s�lo con la toalla envuelta sobre mi
cintura.


El carpintero dej� su caja de herramientas en el piso, cerr�
la puerta y me volvi� a mirar.


-Mire, yo soy un tipo un poco nervioso...


-�Ya me di cuenta!


-Pero, no soy mala persona...


-�Tambi�n me di cuenta!


El hombre hizo una peque�a mueca a modo de sonrisa. Se ve�a
que estaba muy inc�modo y avergonzado, cosa que lo hac�a el doble de atractivo.
Sus ojos, lentamente su percataron de que yo estaba solo cubierto por una
toalla. Entonces no pudo ya apartar su vista de mi bulto, que empezaba a cobrar
vida.


-Eh...yo.... lo que le dije cuando pegu� el portazo... yo...


�l segu�a mirando mi entrepierna. Y yo segu�a empalm�ndome.


-Que nada... que a veces me pongo un poco temperamental, y le
quiero pedir disculpas. Y yo... yo...


-�S�? Usted me quiere decir algo m�s.


El carpintero se rasc� la cabeza, mir� para arriba, sonri�
nerviosamente y no sab�a como proseguir.


-Est� usted transpirando �No quiere secarse un poco?


Entonces �l avanz� como para ir a buscar su toalla que estaba
en el piso, pero yo lo detuve enseguida.


-�No!, d�jela, esa est� sucia, aqu� tiene la m�a.


Y desanud�ndome la toalla de la cintura me acerqu� hacia �l,
d�ndosela. �l la tom�, temblando y mirando mi total desnudez, pero yo no retir�
mi mano, acompa�ando la suya que se hab�a llevado la toalla al cuello. Entonces
�l baj� sus brazos y entend� que se estaba rindiendo, entreg�ndose a m�.


Con la toalla en mis manos, fui enjugando el sudor que le
ca�a por el cuello, por la cara y la frente.


Mi pija se hab�a levantado r�pidamente y estaba apuntando
hacia arriba, desafiante y palpitante.


Yo continuaba sec�ndolo y acarici�ndolo con la blanca toalla.


Vi como �l cerraba los ojos, intentando decirme algo.


Pude advertir como ese hombre libraba en su interior una
especie de batalla. Y era evidente que la estaba perdiendo.


En total silencio, tom� los tiradores del overol y los
deslic� suavemente hacia abajo. �l me ayud� quitando sus brazos de ellos y
dejando que la parte superior del overol colgara dejando su pecho libre ante mi
vista.


Con la toalla, siempre muy lentamente, fui secando,
acariciando su torso, desliz�ndola por entre esos espl�ndidos pectorales,
deteni�ndome en sus duras tetillas. Le pas� la toalla por el cuello y la dej�
colgada un instante en sus hombros.


Tom� el overol y empec� a quit�rselo.


�l, sumisamente, respond�a sin resistencia a mi tarea
deliciosa de desnudarlo.


Cuando el overol cay� al piso, contuve mi ansiedad para no
abalanzarme sobre su abultado paquete debajo del calzoncillo. Tom� el b�xer por
el el�stico y comenc� a bajarlo.


La verga, dura como estaca, se dispar� pegando fuertemente
contra su abdomen.


Las prendas hab�an quedado en el suelo alrededor de sus
tobillos. El carpintero, con un movimiento de sus pies, se descalz� y los
levant� para quedar completamente libre de ropas.


Ahora los dos est�bamos desnudos.


�l continuaba con los ojos cerrados.


Continuaba temblando, pero estaba excitado a m�s no poder.


Tom� suavemente la toalla y segu� secando su cuerpo.


Fui bajando hasta llegar a su verga. La rode� con la toalla y
empec� a frotarla lentamente.


Entonces �l abri� los ojos, me mir� apasionadamente y
agarrando la toalla la apart�, tir�ndola al suelo.


Me tom� la cara con una mano, me acarici� levemente la
mejilla con su dedo pulgar y acerc� su boca a la m�a.


Nos besamos primero tenuemente, s�lo apoyando los labios uno
con el otro. Luego yo intent� abrir un poco la boca. �l me respondi�. Avanc� un
poco con mi lengua y recorr� apenas la comisura de sus labios. �l abri� a�n m�s
la boca y se anim� a responderme con su lengua. Yo abr� mi boca, como d�ndole
paso, y �l meti� la lengua dulcemente. Reconocimos nuestros sabores por vez
primera y empezamos una lucha sublime de movimientos linguales, succionando,
chupando y lamiendo con total avidez.


�l me rode� con sus brazos musculosos y me atrajo hacia s�.


Nuestras pijas se encontraron y se entrelazaron compitiendo
en rigidez.


Con las manos me agarr� las tetillas y empez� a frotarlas,
pellizcarlas y acariciarlas.


Todo el placer que me produc�a me hac�a exclamar gemidos que
�l recib�a dentro de su boca.


Un rato largo estuvimos as�, hasta que me puse de rodillas
frente a �l, quedando mi cara frente a su poderoso miembro.


Su olor me invadi� y me hizo tambalear, llev� mi nariz a su
glande y respire hondo.


Era una verdadera delicia sentir tanto olor a macho.


Mir� detenidamente ese tronco.


Emerg�a de una oscuridad frondosa. Los pelos eran largos
negros y gruesos.


La verga estaba dur�sima y alzada en una ligera curvatura
ascendente. Descapullada completamente me ofrec�a un glande redondo, rosado y
brillante. La hendidura chorreaba gotas transparentes y por debajo, las bolas,
que se agitaban envueltas en una mara�a de pelos ensortijados, se endurec�an y
se contra�an.


Era una tranca rara por su grosor. Se afinaba en la punta,
pero la base, inusualmente ancha, formaba con sus bolas una sola forma
homog�nea.


Entonces abr� a m�s no poder mi boca para engullirme ese
trofeo.


Al hacerlo, mi amigo aull� con una gemido ronco y viril.


Empec� a bombearlo con mis labios, recorriendo y ensalivando
toda la extensi�n de su sexo. Lam� sus bolas, eran tan grandes que tard�
bastante para empaparlas totalmente con mi saliva.


El carpintero estaba en la gloria.


Gen�a y casi gritaba excitad�simo. Sent�a su pija corcovear
en el interior de mi boca, como si fuera a explotar en cualquier momento. .


No pudiendo resistir, el carpintero cay� al piso. Me abraz�,
y al atraerme hacia �l, los dos ca�mos al piso en donde se puso encima m�o y me
tap� la boca son la suya.


Era una delicia tener a ese hombrote arriba m�o, taladr�ndome
con su lengua y con nuestras pijas entablando un duelo constante.


Los pelos de su abdomen, que eran duros, raspaban el m�o,
encontr�ndose con mis vellosidades un poco m�s suaves.


Sent�a el enorme peso de ese gran macho, pero no me
disgustaba. Me sent�a aprisionado, en una prisi�n de la que nadie hubiera
querido liberarse.


Su lengua sali� de mi boca para seguir lamiendo mi cuello.


Del cuello baj� a mi pecho. Sorbi� y degust� ah� mi vello y
mordisque� uno a uno mis enhiestos pezones.


�Ah!, �esa lengua!. Rodeaba mis pezones para atraparlos luego
entre sus dientes, a punto de otorgarme, en la presi�n de la mordida, una dulce
tortura; y por fin lamerlos sumisamente antes de llegar al umbral del dolor. Eso
me pon�a loco.


Lo tom� por la cabeza sintiendo su cabello h�medo entre mis
dedos.


�l sigui� bajando con su lengua en constante actividad.


As� lleg� a mi abdomen. Introdujo su lengua en mi ombligo y
continu� por todo el sector.


Entonces se incorpor� un poco y mir� bien mi verga.


Me mir� por un instante a los ojos.


Luego los enfil� hacia mi miembro. Lo tom� con su mano
sintiendo su dureza. Lo examin� con una enloquecedora sensualidad, tocando mis
bolas, explorando y d�ndole peque�os sacudones que lo hac�an empalmar m�s a�n.


Entonces lo tom� por la base y lo dej� parado como un m�stil.


Abri� su boca y lentamente, con una parsimonia que me hac�a
enloquecer, sac� su lengua a unos cent�metros del glande y dej� caer sobre �l,
unas gotas de su c�lida saliva. Sent� cuando �sta cay�, respondiendo con un
sacud�n de verga. Repiti� esto varias veces, hasta que mi tronco estuvo
completamente lleno de saliva. Entonces acerc� la lengua a la punta y lami� todo
en derredor.


Cre� morir. Me arque� de placer y gem� incontroladamente.


Pronto se hab�a engullido mi pija en toda su extensi�n.


Yo sent�a como me saboreaba.


Estuvo un tiempo largo chupando y succionando todo.


El placer era indescriptible.


Nada qued� sin ser chupado, pija, bolas...


Despu�s me tom� por las piernas y, alz�ndolas por sobre sus
hombros hizo que mi ano quedara a merced de su boca.


El carpintero devor� mi culo, entre mis aullidos
entrecortados.


Su lengua me penetraba y lam�a alternadamente los costados de
mi agujero.


Sent�a esa barba crecida y r�stica en mi ojete como in
cepillo �spero y acariciante a la vez.


Entonces gir� y mientras �l continu� chup�ndome la verga, yo
atrap� con mi boca la de �l, formando un violento 69.


Nuestros movimientos se aceleraron m�s, nuestras
respiraciones se agitaron, trag�bamos nuestros jugos preseminales, pelos...y nos
lam�amos por entre los ojetes, la entrepierna... y cuando ambos ten�amos
nuestras vergas en nuestras bocas, no pude contenerme m�s y le hice entender que
iba a acabar.


Pero �l no me dej� sacar mi pija de su boca. La agarr� con
las manos y la bombe� dentro de su boca. En medio de un espasmo impresionante
sent� que estaba por eyacular en su boca.


Y justamente en ese momento, su verga empez� a estremecerse.
Tambi�n era su momento.


Me derram� dentro de �l en una explosi�n org�smica
incre�ble... y casi al mismo tiempo, un chorro caliente fue a dar contra mi
garganta, inundando luego mi boca con repetidos derrames.


Nos separamos r�pidamente y buscamos nuestras bocas para
besarnos.


Nuevamente nuestras lenguas se encontraron entre el mar de
nuestros propios l�quidos.


El espeso semen sal�a de nuestras bocas volc�ndose por
nuestros cuellos y pechos, que sub�an y bajaban violentamente por la agitaci�n.


Nos abrazamos tiernamente, sin dejar de besarnos.


Recostados en el suelo, nos fuimos serenando.


Entonces le sonre� y le pregunt� si se sent�a bien.


-S�, me siento muy bien � me dijo todav�a con el aire
entrecortado � y quiero decirle que esta es la primera vez con un hombre. � ri�
� �a�n no lo puedo creer!


-Si � contest� � lo supuse por como temblabas en mis brazos.
Pero �seguro que est�s bien?


-Estoy muy bien. Usted me gusta mucho. Y...


-�Y qu�?


-...Y cuando le dije que se buscara otro carpintero, no lo
dec�a en serio...Hoy no podr�a, pero ma�ana le voy a terminar la biblioteca.


Sonre� de pura ternura.


-Est� bien � le contest� � pero... �porqu� no me tuteas?


-Si, si, pero... perm�tame que vaya poco a poco. Son muchos
cambios para un solo d�a...


Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .


Número de votos: 2
Media de votos: 4.50


Si te gusta la web pulsa +1 y me gusta






Relato: El carpintero
Leida: 858veces
Tiempo de lectura: 23minuto/s





Participa en la web
Envia tu relato







Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Encuestas

Afiliados



























Relato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatoporno gay morbosorelatos pornorelatos eróticos mi papi me cojeRelatos y historia de como mi suegro me cumplio la fantazia de coger ricomi hijita de 9 añitos relatorelatos incestos en familia putitos del abueloextraterrestres pornozoofilia relato ringo dosrelatos con videos de insesto y travestis porno movilrelatos incesto abuelo nietaRelatos vi como mí papá follo a mí hermana pequeñami hijita de 9 añitos relatorelatos porno padre e hija menor de edad con imagen relatos eroticos relatos porno incesto culiandome ami hija menorme cogi a mi prima relato eroticoRelatos de sexo anal no consentido con la tiarelatos de como me folle ami sobrina anal por $3000relatos eroticos en el camporelatos nuevos preno a mi mama y a mi hermanaRelato gay trio adolecenterelato hot gay el abueloIncesto con la abuela relatadosrelato erotico gay caballero del sodiacorelatos gay marquenzeIncesto con la abuela relatadosme cojieron en la prepa relatotuve sexo en africa relatos eróticosrelato eroticos levianasla vergota en la remodelación de casalos juegos proibidos con mi hermanita relatos pornosexo con tia relatomujeres jovenes infieles relato eroticoporno visexsualLeer relatos erouticos de porno sexy real nuevoAbuelito aprovechadoRelatos desexoconmadurosrelatos sexuales la nietecitaRelatos porno mi tio y mi papaRelatos porno amor filial mus memorias (3) bdlol.rurelatos me culio mi doctorcogi a mi sobrino relatosrelatos eroticos nietas folladas por abuelosrelatos porno en el desayuno con mi suegrorelato porno:mi abuelo me hizo su putaporno con perrosRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos de mi comadreEl culo de mi cocinera relato con fotoIncesto con la abuela relatadosRelatos le corri la bombachita a mi Hermanitarelato gay con el negro del barrioRelatos eróticos hombres que han desvirgado culitos gaysrelato porno cuidando a mi hermanitarelatos eróticos abuelitasRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos hot gay tio y sobrinorelatos mi perro me violoporn relatos insect sobrinita de 8relatosporno el jardineroorgias brutales salbajes y bestialesmi hijita de 9 añitos relatorelatos xxx 14 escuelarelatos porno anal con el compadreguarra borracharelatos cachondos de pederastasxxx mis hijas relatorelatos eroticos secretariamisrelatosporno mi amiga de 10relatos eroticos bdlol.ru madre hija lesbianas enamorada de mi madreIstorias de hombres gays sus primeraves con un hermanoRelato pille a mi madre follandorelatos las nalgas de mi suegraporno relato padre mete mano la nina de 7mis hijas y yo follafas relatosIncesto con la abuela relatadosRelatos eroticos con primariacuento eroticos mientras dormiarelatos de mujeres nalgonassite:bdlol.ru indigenterelato sexo granjarelatos porno de mis inocentes sobrinasrelatos gay marquenzerelatos porno mi esposa y mi sobrinoRelatos de incesto nueraorgasmos ricosRelato eróticos ash éxitado se folla a sus pokemóncomo me coji a una colegialaRelatos eroticos gratis incesto sobrina de 13 añitos primera vezmaduras putonas