Relato: Mi marido dentro del ropero



Relato: Mi marido dentro del ropero

La historia que les relato, trata del momento
en que me di cuenta
que el hombre con que me casé era impotente y voyeur.



Me casé muy enamorada con un compañero
de oficina, el cual quiso que
no tuviésemos relaciones sexuales hasta después del matrimonio
y en
nuestra época de noviazgo le gustaba que me vistiese con minifaldas y
ropa muy sugerente, llevándome a fiestas donde me daba la impresión
que quería provocar a sus amigos, luciéndome vestida así.


En la actualidad tengo 27 años y llevo
2 de casada y fue en la noche
de bodas que Saúl me confesó que a él no se le paraba así
nomás ya
que desde muy joven la única manera que funcionaba era cuando veía
hacer el amor a una pareja de manera muy morbosa. Lo intente de todo,
desde vestirme provocativamente hasta ver películas pornográficas
juntos, que lo único que lograban era ponerme súper excitada y
sudorosa por las escenas que ahí veía, pero mi marido nada de
nada.


Un día me dijo que lo que más
morbo le daba, era imaginarse que me
penetraban dos hombres a la vez y él observaba oculto, desde el ropero
de dos cuerpos que teníamos en nuestra habitación. Un poco molesta
por haberme enterado de sus deseos pensé dejarlo, pero por el amor
que un día sentí acepte y lo dejé que él ideara
la forma en que se
pudiese excitar.


Un buen día me dijo que había
una fiesta en la que irían ex compañeros
de facultad y que quería que yo seduzca a alguno para traerlo a casa.
Fue así como ese día trajo a la casa una bolsa con ropa, que el
mismo
había comprado y me la dio para que me vista esa noche. había
en la
bolsa un vestido negro de licra que a duras penas me cubría las
braguitas diminutas que tenia puestas, en las piernas me coloqué unas
pantimedias oscuras pero las braguitas eran blancas, de tal modo que
si me sentaba se podrían ver por el contraste de colores.


Me indicó que no me ponga sujetador
y la tela del vestido rodeaba
mis senos como un guante. Me coloqué unos zapatos de tiras de cuero
y sin talón. Para ser franca me gustaba la ropa que había comprado,
salvo que tendría que moverme con cuidado para no estar exponiendo
mis encantos a todo el mundo.


Llegamos a la fiesta y las miradas de los hombres
aterrizaban sobre
mis pechos y mi trasero, sintiendo que me comían con los ojos a pesar
de las miradas furiosas de algunas de sus esposas. Transcurrió la
fiesta y Saúl mi marido, se perdió en la fiesta y se enfrasco
en
conversaciones con algunos de sus amigos, dejándome a merced de los
que quisieran conversar y bailar conmigo.


El promedio de edad de los compañeros
de Saúl era de 35 años y baile
creo que todas las piezas con ellos, quienes aprovechando la falta de
de atención de mi marido, me apretaban a la hora de bailar y algunos
llegaron a decirme que matarían por tener mi cuerpo. Yo me estaba
calentando, de ver que era el centro de atención de tantos hombres y
de tantas cosas que decían a mi oído.


Así transcurrió la noche y que
decidí darle gusto a Saúl, así
que me quedé al final conversando con dos de sus compañeros. A
pesar
que me había dejado a merced de todos los hombres, Saúl no me
perdía
de vista y es así como lo llamé delante de sus amigos y le dije
que
me sentía un poco cansada y que quería retirarme. Saúl
haciéndose el
borracho me increpó que él quería divertirse y que esperara
un poco.


Daniel y Gino, que era con los que estaba conversando,
me dijeron que
si yo deseaba podrían llevarme a casa. En vez de uno, podría llevarme
dos a casa. Si con esto no se excitaba el impotente de mi marido, nada
lo haría y les dije, si por favor porque Saúl cuando toma se aparece
al
día siguiente a la casa. Ambos se miraron cómplicemente y salimos
al
estacionamiento.


Gino me abrió la puerta y yo me senté
en el asiento delantero, no sin
antes permitir que viera mis braguitas a través de las pantimedias.
Daniel entro en la parte de atrás, pero se acercaba a conversar
sintiendo yo, como miraba a través del escote del vestido. Gino que
era el que conducía, aprovechaba cuando hacia los cambios de marcha
para rozar mis piernas y yo no las movía de su sitio. Mientras
viajábamos, les contaba que Saúl mi marido no me prestaba atención
y que yo estaba cansada de tal situación. Les indiqué un camino
para
llegar a la casa mas largo, para que Saúl pudiese llegar antes.


Llegamos a la casa y les agradecí el
aventón, pero me dijeron que
últimamente habían sucedido muchos asaltos y que era mejor que
se
cercioraran que todo estaba bien dentro de la casa. Todo estaba
saliendo bien y no tuve que hacer esfuerzo para que entrasen en la
casa. Antes de eso, de reojo vi la cochera y pude ver que Saúl ya
había llegado. En el momento de entrar, solté las llaves de mis
manos y me incliné dejando mi culo a la altura del paquete de Gino.
Daniel cerró la puerta y en el momento que me levanté con las
llaves
Gino me cogió los pechos masajeándolos y bajando fácilmente
la parte
superior del vestido, dejando al aire mis tetas. Daniel se puso
delante de mí y metió su mano en mi chocho masajeándolo
también. Me
derretí en ese momento.


Les dije que en la entrada no, que mejor subiésemos
a mi habitación.
Subimos los tres las escaleras prácticamente a tropezones, ya que
no me soltaban y sus manos recorrían mi cuerpo tocándolo todo.
Entramos a mi cuarto y prendí la luz, viendo el ropero con la puerta
entreabierta y sabiendo que Saúl estaba dentro. Le iba a dar el
espectáculo que él quería ver, solo que no iba a ser con
uno como él
pensaba, sino con dos machos de verdad.


Gino me sacó el vestido y las pantimedias,
mientras que Daniel procedía
a desvestirse. Mi cuerpo seguía siendo acariciado por sus manos,
cogiéndome las tetas, chupandolas y jalando el hilo dental que era lo
único que me cubría. Gino también se quedo sin ropa, quedando
ambos
lado a lado desnudos, así que me arrodillé y empecé a mamarselas,
metiéndome en ocasiones las dos vergas a la vez en mi boca. Se las
corrí y mamé hasta que me bañaron la cara con su leche
y lamí toda
su descarga. Siguieron acariciándome, esta vez encima de la cama y
uno de ellos me lamía el coño, mientras el otro me ponía
nuevamente
su tranca en la boca para que siga chupando.


Debido a que no tenia una penetración
desde que me casé, estaba
deseando que me claven de una buena vez y Gino se puso encima de mí
enterrando su rica verga en mi chucha, mientras que mi marido era
mudo testigo de la culeada que me estaban dando. Gino y yo nos pusimos
de costado sin que él saqué su verga de mi chocho y Daniel se
puso
detrás de mí, introduciendo su tranca en mi ano y yo me sentía
en la
gloria con las vergas de ambos. Nuestros cuerpos sudaban a mares por
el esfuerzo de la posición y un rato mas tarde ambos soltaron su
leche inundando mi chochito y mi culo.


así nos quedamos hasta que nos recuperamos,
pidiéndoles que se
retiren porque mi marido estaría ya por venir. Me dijeron que aún
no y la verdad yo tampoco quería que se vayan, pero no sabia que
era lo que pasaba por la mente de Saúl, escondido en el ropero.


Gino me levantó de la cama y me coloco
en cuatro patas, bombeando mi
chocho sin pausa haciéndome ver el cielo. Daniel por su parte buscaba
mi boca con su verga y yo comencé a mamarla y a masturbarlo, mientras
que ellos me decían que era una puta rica y que suerte la de tu marido
que te culea cuando quiere. Si supieran pensaba yo, mientras era
enculada por un lado y por el otro mamaba y le daba un placer a Daniel
que hacia que su cara se transfigure. Primero sentí la leche caliente
de Gino, que se vació dentro de mí dando gemidos y acelere la
corrida
de Daniel para suelte su leche sin sacarlo de mi boca.


Se vistieron dándome las gracias por
tan estupenda velada y
salieron de la casa, quedándome yo en la cama con las piernas
abiertas y la boca con restos de la leche, que era la evidencia
de la culeada que me habían dado.


La puerta del ropero se abrió y salió
Saúl con la bragueta abierta
y el pene bien parado. Esa noche lo hicimos por primera vez desde
que nos casamos y aunque tiene la verga pequeña, debo decir que la
disfrute. Luego me dio las gracias por lo que había hecho por él,
diciéndome lo excitante que había sido verme así, enculada
por dos a
la vez y que se sentía feliz de tener una mujer tan puta como yo.


Ahora cada vez que mi marido quiere tener sexo
conmigo debo buscar
un macho para traerlo a mi cama antes.


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