Estaba obsesionado. Por m�s que trataba de concentrarme en
cualquier actividad siempre aparec�a un chispazo en mi mente que consegu�a
distraerme y perder todo inter�s por lo que estuviera haciendo.
Ella no era especialmente guapa, tampoco ten�a un cuerpo
espectacular, es m�s le sobraban varios kilos (incluso bastantes). Pero ten�a
eso en lo que no pod�a dejar de pensar. Era p�lido, aterciopelado, tremendamente
suave al tacto. Cuando lo ten�a delante de m� comprend�a inmediatamente el
significado de la palabra carnal. Esa carne sonrosada dividida en dos partes por
esa tibia raja oscura, negra como el m�s de los insondable de los abismos.
Yo sab�a que estaba a mi entera disposici�n, para cuando y
donde yo quisiera y esa era una tentaci�n demasiado fuerte.
Me hab�a levantado m�s caliente de lo habitual, ni siquiera
el paso por el ba�o del trabajo con el consiguiente alivio en mi mano hab�a
conseguido quitarla de mi cabeza.
Estaba acabando un informe y de repente el tel�fono me hizo
un gui�o. Sab�a que marcando nueve n�meros lo tendr�a otra vez en mis manos. Sin
pensarlo m�s y con rapidez marqu� ese n�mero que ten�a grabado en el
subconsciente. Tras varios timbrazos escuche como alguien tomaba el tel�fono.
Era ella, lo sab�a. Su voz penetr� por mis o�dos produci�ndome una erecci�n
inmediata.
Ella estaba en el trabajo pero yo sab�a que trabajaba sola en
una oficina en la cual atend�a el tel�fono y de vez en cuando revisaba el
almac�n para repasar las existencias que ten�an en stock. A diferencia de la
mayor�a de las mujeres que hab�a conocido a lo largo de mi vida ella estaba
siempre disponible para m� y eso era otra cosa que consegu�a excitarme
especialmente.
Su oficina no estaba muy lejos de mi lugar de trabajo as�
que, tras poner la correspondiente excusa ante mi jefe, tome el coche y puse
rumbo a la persona que estaba envenenado mi mente.
En diez minutos llegu� y aparque en la misma puerta. Ella
estaba esper�ndome, abri� la puerta para que yo pasara y a continuaci�n la cerr�
para que nadie pudiera molestarnos. Tambi�n bajo una especie de cortina de tal
forma que desde el exterior no se pudiera ver quien hab�a dentro.
Inmediatamente se arroj� a mis brazos y comenzamos a besarnos
con una pasi�n desaforada. Nuestras lenguas se enredaban fren�ticamente mientras
que con nuestras manos recorr�amos el cuerpo del otro.
Llevaba un traje de pantal�n cosa que no me gustaba mucho.
Siempre he adorado las faldas pero yo sab�a que de haberla avisado se hubiera
vestido para m�. Tendr�a que conformarme por esta vez.
Me tom� de la mano y me llev� al almac�n. Era un sitio
angosto y lleno de paquetes peque�os. R�pidamente desabroch� su blusa y comenc�
a acariciar sus pechos por encima del sujetador. Ten�a unos bonitos pechos pero
yo no hab�a venido a por ellos sino a por otra parte de su cuerpo.
A continuaci�n se dio la vuelta ya que sab�a perfectamente lo
que yo buscaba y se agach�. Comenz� a bajarse el pantal�n mientras yo bajaba sus
braguitas. All� estaba, delante de m�, ese culo que estaba muy lejos de ser
perfecto pero que era lo que m�s deseaba en este mundo. Comenc� a tocarlo, a
darle peque�os cachetitos mientras ella gem�a y se retorc�a de placer. No podr�a
resistirlo, me desabroche el pantal�n y saque mi polla erecta, dura y h�meda, a
punto de escupir mi semilla debido a la excitaci�n. Con una mano agarr� mi
miembro y lo puse justo en esa abertura peque�a pero c�lida y profunda que
guardaba para m� el mayor de los placeres. Comenc� a empujar y entro una parte,
no mucho, lo justo. Ella mientras se tocaba los pezones pidi�ndome que la
jodiera el culo m�s fuerte. Tras unos cuantos movimientos violentos note como
iba a correrme. Explote en su culo e inmediatamente retir� mi pene para
contemplar como parte de mi semen se resbalaba fuera de su ano chorreando por
los muslos hasta el suelo.
Si esto no fuera suficiente ella se volvi� y se introdujo mi
miembro, ligeramente fl�cido ya, en su boca. Con su lengua recorri� todo mi
capullo hasta dejarlo completamente limpio.
Ya estaba satisfecho, ahora tendr�a unos d�as de descanso,
as� que me dirig� a la puerta y la abr� sin ni siquiera despedirme. No era
necesario, sab�a que ella estar�a dispuesta para m� cuando yo quisiera y que ese
culo era m�o, para que hiciera con �l lo que yo deseara cuando yo deseara. Las
cortinas se mov�an acompasadamente.