LA ESCLAVA .- LOS MELLIZOS 2� Parte
Capitulo 1: m/f, V
Me llamo Pilar y aquel verano del que les voy a hablar iba a
cumplir ya los diecisiete a�os.
Debido a que mis padres se iban de viaje al extranjero tenia
que pasar casi todo el mes de Agosto con mis t�os, en el chalet de la playa. La
idea en si me gustaba, pues vivo en una ciudad del interior; y, adem�s, me llevo
muy bien con mis t�os.
El problema eran sus hijos, los mellizos Alejandro y Sergio,
dos diablillos de casi doce a�os que ya eran el terror de la vecindad. No es que
me llevara mal con ellos, pero es que adem�s de traviesos, se estaban
convirtiendo en un par de salidos de mucho cuidado.
La ultima vez que estuvieron de visita en nuestra casa les
tuve que amenazar con hablar seriamente con sus padres de seguir as�.
Porque, aunque al principio no le daba mayor importancia, lo
cierto es que sus intromisiones subitas en mi cuarto cada vez que entraba a
cambiarme de ropa al final me escamaron.
Al carecer de hermanos cre�a que las continuas peleillas de
broma en las que me enredaban eran algo habitual, hasta que me di cuenta de que
siempre acababan toc�ndome lo que no deb�an tocar.
As� que el d�a que me pillaron sin sujetador, en vista de la
osad�a con que se ensa�aron con mis incipientes meloncitos decid� pararles los
pies de una vez por todas. Pues no estaba dispuesta a volver a dejar que me
pellizcaran los pezones como acababan de hacer durante la peleilla.
Tem�a, y con raz�n, que este verano fuese aun peor, porque en
estos dos a�os que hacia que no los ve�a yo hab�a mejorado bastante de aspecto
f�sico.
La verdad es que, sin falso orgullo, siempre he sido
considerada bastante guapa, adem�s de estar delgadita; pero es que ahora tenia
tambi�n una firme y abultada delantera que era la envidia de casi todas mis
amigas, y un trasero resping�n que mi novio dec�a que le atra�a como un im�n.
Y hablando de mi novio les dir� que en parte fue culpa suya
lo que me ocurri� despu�s.
Dado que fue mi novio el encargado de llevarme desde mi casa
hasta el chalet de mis t�os con su coche, estos insistieron en que pasara la
noche all� antes de regresar al pueblo, donde tenia un verano la mar de ocupado
ayudando a su padre en el negocio.
Lo cierto es que me alegre bastante de que mi querido novio
se quedara alg�n tiempo mas conmigo, sobre todo cuando vi las sucias miradas que
ese par de diablos me echaron nada mas verme, justo antes de abalanzarse los dos
sobre mi para comerme toda la cara a besos, mientras se restregaban muy
disimuladamente contra mis abultados senos, como anticipo de lo que me esperaba
ese verano. Aunque, por suerte, ese d�a se marcharon con su grupo de amigos a
jugar por ah� y ya no les volvimos a ver hasta la cena.
A la ma�ana siguiente, vi que estabamos mi novio y yo solos
en la casa, pues mis t�os no paraban quietos ni un minuto en todo el santo d�a,
visitando a sus numerosas amistades y recorriendo con ellas los pueblos
cercanos; y mis primos, daba la impresi�n, que estaban todo el d�a en la playa o
haciendo el loco por ah� con su numerosa pandilla de amigos.
Fue por eso que cuando mi querido novio insisti� en sus
maravillosos besos y caricias, para hacer una despida "muy especial", le lleve a
mi dormitorio y le deje hacer.
All� los besos se hicieron mas largos y profundos, y sus
caricias mucho mas intimas; tanto, que al poco rato me vi pr�cticamente desnuda
y cachonda como pocas veces lo hab�a estado.
Viendo que mi excitado novio iba demasiado r�pido le avise de
que no estaba dispuesta a dejarle desvirgarme todav�a; y �l cedi�, a cambio de
que hici�ramos un 69.
No era la primera vez que lo hac�amos, aunque yo nunca le
hab�a dejado llegar hasta el final, pero aquel d�a decid� que se lo merec�a,
pues mi amante me estaba haciendo llegar casi de continuo al orgasmo. As� que,
cuando eyaculo, hice un peque�o esfuerzo y me trague todo su salado semen.
La verdad es que es algo que no encuentro nada agradable
pero, en aquella ocasi�n, no me importo demasiado su raro y amargo sabor.
Despu�s de ducharse mi novio se tuvo que marchar, pues el
viaje era largo y ya llegaba con retraso. Luego me duche yo; y, al salir del
cuarto de ba�o, o� ruidos en el comedor.
Me puse el albornoz y baje a ver quien llegaba. Eran los
gemelos que estaban jugando con la c�mara de v�deo de sus padres y el televisor.
Les pregunte si hacia mucho tiempo que estaban en el chalet y, ri�ndose, me
dijeron que mas de lo que yo hubiera deseado.
Su enigm�tica respuesta me mosqueo bastante, as� que les ped�
explicaciones.
Me pidieron que me sentara en el sof�, que me iban a dar mi
regalo de cumplea�os por anticipado, y yo me sent�. Nada mas hacerlo vi como me
pon�an un v�deo porno.
Cuando me iba a levantar del sof�, me di cuenta de que la
protagonista era yo, y que la grabaci�n la hab�an hecho los mellizos un rato
antes, en mi propio dormitorio.
Me quede de una pieza mientras uno de ellos me explicaba, muy
orgulloso, que estaba grabada desde el interior del enorme armario empotrado que
all� hab�a, donde se hab�an escondido para ver como me cambiaba de ropa esa
ma�ana. No sabia que hacer ni decir, pero me alegro mucho que el otro rebobinara
la cinta y me la entregara.
Vi que sonre�an como angelitos cuando les dije que la iba a
destrozar, y me dijeron que daba igual, pues el cartucho de la videocamara lo
ten�an ellos, y pod�an sacar cuantas copias quisieran como la que tenia en mis
manos. Les pregunte que quer�an entonces, y ri�ndose me contestaron que solo
quer�an conseguir una esclava.
Quer�an que yo accediese a todo lo que ellos desearan, y a
cambio ellos me juraban no solo que no sacar�an ninguna nueva copia de la cinta,
sino que el d�a de mi cumplea�os (dos o tres d�as antes de que me marchara) me
dar�an el cartucho de la videocamara como regalo de cumplea�os.
Yo sabia que, pese a lo malos que eran, no sol�an mentir
mucho, as� que acced�, de bastante mala gana como supondr�is, temi�ndome lo
peor.
Capitulo 2: 2m/f, IN, EX
Lo primero que hicieron fue subir conmigo hasta mi dormitorio
y registrar toda mi ropa, apartando a un lado todos mis sujetadores y la mayor�a
de mis bragas. Solo me dejaron las mas caladitas y las de fantas�a, que alguna
que otra vez me hab�a regalado mi novio.
Despu�s me sacaron un top y un pantal�n corto, y se empe�aron
en vestirme ellos mismos.
Ni que decir tiene que fue una excusa perfecta para verme de
nuevo desnuda y poder sobarme a conciencia. Aunque he de reconocer que lo
hicieron con delicadeza, no por ello dejaron de ver, ni tocar, un solo
cent�metro de mi piel. Cuando se cansaron de magrearme, me vistieron por fin y
me llevaron a ver el pueblo, toc�ndome a mi pagar los helados.
No me sent�a demasiado a gusto sin el sujetador, porque mis
grandes tetas se mov�an demasiado al andar y la gente no dejaba de mirarlas,
sobre todo cuando se me endurec�an los pezones, para mayor disfrute de mis
primos. Aun as� admito que llego un momento en que empez� a gustarme causar
tanta expectaci�n entre los hombres, y me preocupe, pues no quer�a ni pensar en
lo que dir�an mis amigas, o mi novio, si me vieran vestida as�.
El resto del d�a paso sin novedad, pues mis liberales t�os no
parecieron extra�arse lo mas m�nimo de que me gustara vestir con tanta libertad
y con tan poca ropa.
Esa noche entraron los dos zorros en mi dormitorio y me
asuste mucho pensando que se pod�an dar cuenta sus padres; pero ellos, entre
risas, me dijeron que estaban haciendo el amor, como casi todas las noches, y
que ten�an para rato.
Despu�s se tumbaron conmigo y, levant�ndome el camis�n, se
pusieron a chupar mis tetas como si fueran caramelos, d�ndoles hasta peque�os
mordiscos de vez en cuando.
Sergio, el mas travieso, empez� a acariciarme el sensible
conejito, intentando hacerme una paja.
Pero no sabia hacerlo bien y me estaba haciendo bastante
da�o. As� se lo dije y, sin cortarse lo mas m�nimo, me dijo que le ense�ase.
Estaba bastante excitada ya con tanto besuqueo as� que puse mi mano sobre la
suya y le gu�e, hasta que me hizo alcanzar un fuerte orgasmo.
Finalizado este me taparon y se fueron en silencio.
Yo, pensando en todo lo sucedido, tarde en dormirme.
Como no pod�a dormirme decid� darme una ducha r�pida, a ver
si as� me entraba sue�o.
Cuando iba por el pasillo vi a los mellizos junto a la puerta
entreabierta de sus padres, espiando el interior. Intente pasar de largo sin que
me vieran, pero fue imposible, as� que me tuve que acercar y presenciar como mis
t�os hac�an apasionadamente el amor.
Ellos deb�an haber contemplado el turbador espect�culo
infinidad de veces, pues se desentendieron r�pidamente del mismo para dedicarse
a explorar de nuevo mi h�meda intimidad, esta vez desde atr�s mientras yo
presenciaba el acto sexual de mis t�os.
Mi t�a sigue estando muy delgada y sus pechos, al ser
peque�os, aun se mantienen duros y firmes, por lo que era estimulante verla
cabalgar desnuda, subida sobre mi t�o, mientras emit�a peque�os gemidos de
placer.
A los cuales me un� muy pronto debido a la intensa dedicaci�n
con que los dos peque�os monstruos hurgaban con sus deditos en mi sensible
intimidad, desnuda y desprotegida bajo el liviano camis�n veraniego. Tampoco
parec�an olvidarse de mis gruesos pezones, pues siempre hab�a alguna mano metida
bajo los finos tirantes para apoderarse de ellos.
Al cabo de un rato estaba tan entregada a mi propio placer
que no me di cuenta de que la �nica que suspiraba ahogadamente era yo hasta que
alcance el orgasmo y vi que mis t�os estaban mirando fijamente hacia la puerta.
Cre�a que la oscuridad del pasillo seria suficiente para ocultarme, as� que me
fui sigilosamente hacia el cuarto de ba�o.
Cuando sal�a de la ducha vi que mi t�a estaba esper�ndome
pacientemente, con la toalla en las manos. Antes de que acertara a reaccionar ya
estaba sec�ndome, como si fuera una ni�a peque�a.
Mientras mi t�a me pasaba la toalla con mucho cuidado por
todo el cuerpo, prestando una especial atenci�n a mis abultados pechos y mi
velluda entrepierna, no dejaba de decirme de que no estaba bien eso de espiar a
los dem�s y cosas por el estilo.
Me sent�a rid�cula, pues me hablaba y me cuidaba como si
fuera una mocosa; pero me daba cuenta, por el brillo admirativo de sus ojos, que
ella sabia que tenia delante a toda una mujer.
Cuando termino la charla, y el profundo y meticuloso secado,
me marche del aseo, para dejar que ella se duchara, llevando la toalla como
�nica vestimenta.
Al pasar de nuevo frente al dormitorio de mi t�o este, tapado
hasta la cintura con la sabana, me llamo. Me quede de pie junto a �l, con un
apuro enorme.
No por lo que me dec�a, pues era pr�cticamente lo mismo que
me hab�a dicho mi t�a, sino por que desde donde estaba mi tio tenia una vista
perfecta de mis partes bajas; y, para confirmarlo, no tuve mas que fijarme en el
delatador bulto que se formo en la sabana a poco de empezar a hablar.
Para rematar la faena, cuando al fin acabo la charla y le di
el beso de buenas noches se me aflojo el nudo de la toalla, dejando al aire uno
de mis pechos desnudos a un par de palmos de su cara, para que tampoco �l se
quedara con las ganas de saber como eran.
Capitulo 3: �m/f, IN, EX
Al d�a siguiente los mellizos me obligaron a ir con ellos a
ba�arme a la playa, llev�ndome a una preciosa cala donde sol�an quedar con todos
sus amigos (como estos nunca eran menos de siete u ocho comprend� que aquella
esquina de la cala estuviese casi vac�a).
Cause bastante revuelo entre los mocosos cuando me quede en
bikini, pero mis primos tambi�n hab�an requisado mis ba�adores mas decentes,
guard�ndolos con el resto de mi ropa, y no tenia mas remedio que lucir mi tipo.
Menos mal que ninguno de los cr�os tenia aun los doce a�os cumplidos, por lo que
me consideraba bastante afortunada.
Llevaba un rato tomando el sol tranquilamente sobre la
toalla, que es lo que me gusta, cuando uno de los gemelos vino a decirme que
tenia que ir a jugar con ellos al agua.
No me hizo ninguna gracia claudicar ante el mellizo, y menos
aun cuando me ordeno que me estuviese muy quieta, y callada, si a alguno de sus
amigos se le iba la mano.
Como iba a ser ya costumbre ese verano tuve que obedecer sus
caprichos, y pronto me vi metida en una especie de batalla sin cuartel por
hacerse con un bal�n de goma.
Yo procuraba deshacerme de la pelota en cuanto me la tiraban,
pero pronto vino uno de los gemelos a recordarme que deb�a aguantar mas la
posesi�n de la pelota. As� que la siguiente vez que me la tiraron me agarre
fuerte a ella y procure que el par de muchachos que se me hecho encima no me la
quitaran, no me resulto dif�cil porque los dos picarones tocaban de todo menos
el bal�n.
Seg�n cog�an confianza conmigo eran mas los chicos que se
abalanzaban a la vez sobre mi, hasta que al fin perd� el control sobre los
cientos de manos que me toqueteaban por todos lados.
Tanto es as� que llego un momento en que cada vez que acababa
el incruento combate me tenia que volver a colocar bien el bikini, pues lo
primero que hac�an era dejarme con las tetas al aire para poder ver mejor lo que
acariciaban. De nada me servia ya dejar el bal�n en sus manos, pues no reparaban
en el hasta que no me hab�an manoseado a conciencia. Por suerte para mi pronto
tuvieron que dejar de jugar, pues todos los cr�os se peleaban por estar en el
equipo contrario al m�o.
Me convert� en la atracci�n de la pandilla y mis primos eran
los dos reyezuelos que la gobernaban.
No hab�a tarde en que no nos acompa�aran al cine o a dar una
vuelta por el pueblo, por lo menos tres o cuatro de ellos. Al caer la noche era
cuando se reun�a la pandilla al completo, y nos �bamos a las afueras del pueblo,
a un parque medio abandonado, a seguir jugando. Con la consabida alegr�a de sus
padres, porque una chica "mayor" los vigilaba.
Mis primos solo me dejaron ponerme pantalones los d�as que me
vino la regla, el resto del tiempo tenia que llevar minifalda, o vestido, para
hacer mas interesante su diversi�n.
Todos y cada uno de sus juegos eran aprovechados por los mas
atrevidos para poderme magrear a placer. As�, cuando jug�bamos a p�dola, siempre
me dejaban la ultima para poderse agarrar a mis pechos "para no caerse"; o, si
yo era la madre, restregaban a fondo su cara en mi entrepierna y cog�an mi culo
a dos manos, para que no se moviera la fila.
Si el juego era el escondite, siempre se ven�an tras de mi
tres o cuatro picarones, para poder toquetearme a gusto, amparados en la
oscuridad.
Y, las pocas veces que acced� a jugar a la gallinita ciega,
me dejaron el cuerpo lleno de moretones, de tantos pellizcos, palmetadas y
apretones como recib� en todas mis zonas carnosas.
Un par de d�as despu�s, en la playa, decidieron que eran muy
pocos para jugar al bal�n, as� que pense que al menos por ese d�a me librar�a
del sobeteo acostumbrado, pero me equivoque. Uno de ellos trajo unas palas y se
pusieron a cavar un agujero enorme.
Cuando estuvo acabado mi primo me dijo que me iban a enterrar
y construir un castillo sobre mi, como me dejaron tumbarme boca abajo, no lo vi
peligroso y les deje hacer.
Al principio todo fue bien, me pusieron con las piernas y los
brazos bien separados, y me enterraron hasta el cuello. Eso si, me colocaron una
toalla bajo la cabeza, y procuraron, en todo momento, que no me entrara arena ni
en los ojos ni la cara, limpi�ndome con un pa�uelo h�medo.
Procuraron que no me faltara de nada (ni refrescos ni
comida), hasta que note que no me pod�a mover ni lo mas m�nimo, debido a la
enorme monta�a de arena que tenia encima.
Despu�s de eso me quede un poco adormilada, hasta que sent�
que a cada lado del castillo estaban excavado unos t�neles que llegaban
directamente hasta mis tetas indefensas.
Para no tener que pasar mas verg�enza hice ver que me dorm�a
del todo y les deje hacer.
Lo cierto es que no se si hice bien, porque los picaros cr�os
se envalentonaron al ver que no me despertaban sus insidiosas caricias y
terminaron por subirme la parte de arriba del bikini para poder jugar con los
pezones desnudos mas a gusto. A los mocosos les encantaba, sobre todo,
pellizcarlos suavemente hasta que al final se pon�an duros como una piedra.
Con todo, lo peor fue cuando note que abr�an un pozo junto a
la entrada del castillo, que llegaba directo hasta mi culo.
Como tenia las piernas separadas no pude evitar que se
recrearan con la vista, m�xime cuando uno de mis primitos aparto a un lado el
exiguo bikini, para que los dem�s chicos pudieran ver bien de cerca mis
orificios mas �ntimos.
Despu�s de deleitarse durante un rato contemplando y sobando
mi cuerpo procuraron dejarlo todo como estaba antes, y yo pude fingir que me
despertaba; eso si, mas roja que un tomate, y no precisamente por culpa del sol.
Capitulo 4: �m/f, IN, EX, V
Esa tarde, mis s�tiros primitos hicieron uso de todas las
sucias artima�as y chantajes a los que ya me estaban acostumbrando para
obligarme a ir al cine sin bragas debajo de la minifalda, adem�s de hacerme
poner uno de los top mas descarado que tenia.
Se deb�a haber corrido la voz entre los muchachos sobre todo
lo que hab�a sucedido esa ma�ana en la playa, porque no faltaba casi nadie de la
pandilla, a pesar de que la pel�cula era un soberano tost�n. Casi estoy por
asegurar que estabamos solos en el cine.
Mis primos me hicieron sentar en las ultimas filas del palco
de arriba, con un enorme cubo de palomitas en mis rodillas y rodeada de toda la
pandilla.
Mientras met�an la mano en el cubo de las palomitas hubo
alg�n que otro audaz que me rozo los pechos, pero la cosa no paso de ah�, hasta
que uno de los mellizos me susurro al o�do que me hiciera la dormida, y les
dejara maniobrar con toda tranquilidad.
Pronto pude ver que los mocosos hab�an venido bien preparados
para el espect�culo; pues, en cuanto se aseguraron de que realmente dorm�a,
quitaron el cubo de mis rodillas y, separ�ndome con mucho cuidado las piernas,
encendieron unas peque�as linternas para poder ver sin problemas mi desprotegida
intimidad.
Como algunos no ve�an bien mi cuerpo desde donde estaban me
subieron la minifalda hasta el ombligo, dejando as� mi espeso triangulito a la
vista. Adem�s, viendo que no miraba nadie, me bajaron las finas tirantas del
top, hasta dejar mis dos firmes globos al aire, para poder contemplar a sus
anchas las p�treas colinas que tan exhaustivamente hab�an tocado en d�as
anteriores.
Claro esta que los mas picarones no se conformaron solo con
mirar, y pronto pude notar como me toqueteaban a placer, con cuidado para no
despertarme, pero a fondo.
Al principio todo su inter�s se centro en mis grandes tetas,
dado que por fin pod�an ver c�modamente los gruesos pezones, y sobar sus rosadas
cimas hasta hacerlas endurecer.
Desde ese instante, y hasta el final siempre hab�a alguien
jugando con ellas, llegando a coger poco a poco la confianza suficiente como
para besar y mordisquear mis fresones en un momento dado.
Pero fue mi rosado bostezo el que mas llamo su atenci�n.
Supongo que tuvo que ser uno de mis odiosos primos el que,
haciendo de maestro de ceremonias, hurgo a trav�s de mi ensortijado triangulito
hasta separar mis sensibles labios menores, dejando a la vista de sus amigos la
rosada entrada de mi cueva virginal.
Se fueron turnando, rigurosamente, para poder ocupar los
mejores sitios, pele�ndose en silencio por poder arrodillarse frente a mi, y
poder palpar as� mi conejito.
Pase mucho apuro cuando me di cuenta de que me estaba
empezando a gustar tanto toqueteo, ya que una no es de piedra, y me tuve que
morder la lengua para que no se dieran cuenta de que me estaba corriendo,
dulcemente, en las manos de alguien, mientras guardaba el silencio mas absoluto.
Aquel dulce martirio duro casi toda la pel�cula y me corr�
por lo menos tres veces en sus manos antes de que me volvieran a vestir, apenas
unos minutos antes del final, y me dejaran tranquila.
Apenas pod�a caminar, al salir, de la flojera que tenia.
Despu�s de esto me negu� en redondo a ir mas al cine con sus
amigos.
Unos d�as despu�s, mi t�a compro una peque�a piscina
desmontable; pues, aprovechando que su peque�o jard�n no se ve�a desde la calle,
sol�a tomar el sol desnuda en �l, cuando nos march�bamos a la playa, pero echaba
de menos un poco de agua para refrescarse de vez en cuando.
Encontr� as� la excusa perfecta para librarme del sobeteo de
los amigos de mis primos en la playa, cuando no estaban mis t�os en el chalet.
No as� de ellos pues, en cuanto se marchaban mis t�os, se
reun�an conmigo en el jard�n y, con el simple pretexto de darme crema
bronceadora, me sobaban todo el cuerpo a placer.
Les encantaba irme excitando poco a poco, con caricias cada
vez mas intensas e intimas, hasta lograr que me derritiera en sus manos, y que
tuviera que pedirles con voz ronca que no parasen, que me dejasen alcanzar el
orgasmo. Sobre todo en las del p�caro Sergio que, con la practica, hab�a
aprendido a masturbarme la mar de bien, y disfrutaba como un enano haci�ndome
correr una y otra vez, hasta que tenia que suplicarle que parara.
Llev�bamos as� tres o cuatro d�as seguidos, cuando una ma�ana
pense que ya se hab�an cansado de estar conmigo en el jard�n, pues se fueron a
la playa con sus amigos; as� que aproveche para tomar el sol completamente
desnuda, tranquilamente por primera vez.
Al cabo de un par de horas me entraron ganas de ir al ba�o,
por lo que entre al interior.
Cuando termine cre� o�r ruidos en la planta alta, y sub� con
mucho cuidado, a ver quien estaba.
Al pie de la escalera que sub�a al desv�n se encontraba uno
de los mellizos, el cual me informo que, desde una ventana que hab�a arriba, se
ve�a perfectamente el jard�n; y que hab�an invitado a unos cuantos amigos a
verme tomar el sol desnuda.
Por lo que me ordeno que saliera otra vez fuera y continuara
tomando el sol, como si no pasara nada, cambiando de postura mas a menudo para
que as� no se aburrieran.
Volv� abajo, y pase un rato horrible hasta que vinieron a
decirme que ya se hab�an marchado todos sus amigos. Decid� no volver a tomar mas
el sol en el jard�n, no se le fuera a ocurrir a alg�n cr�o el llevar una c�mara
de fotos o de v�deo al desv�n, y tuviera aun mas problemas.
Capitulo 5: �m/f, IN, EX, V
Esa noche se incorporaron dos nuevos miembros a la pandilla,
se trataba de Dani, un chico de mas de catorce a�os, vecino de uno de los
mejores amigos de mis primos, y de su preciosa hermana menor, compa�era de clase
de la mayor�a de los chicos que hab�a.
Me imagine que ya se hab�an ido de la lengua, pues el chaval
no me quitaba los ojos de encima ni un momento. Comprend� su presencia cuando vi
el inter�s que la mayor�a de los chicos prestaba a su hermanita. Esta, una
lindisima rubita de ojos claros y rostro angelical, con mas redondeces en su
cuerpecito de lo aconsejable, parec�a sentir una gran devoci�n por su hermano
mayor, aceptando jugar con nosotros si el se lo ped�a.
Yo sospechaba alguna especie de sucio trato, pero mis primos
me dijeron que hab�an hablado con �l muy seriamente, y que no habr�a problemas.
Pero pronto me di cuenta de que se equivocaban, pues nada mas
comenzar a jugar se le formo un enorme bulto en los pantalones, de tama�o mas
que respetable para su edad. Por lo que tuve que andar con mil ojos durante los
d�as siguientes para que no me desvirgara el fogoso chaval.
Porque conforme avanzaba la tarde, mi voluntad, debido a
tantas caricias y sobeteos, era cada vez mas d�bil, y me costaba mucho mas
trabajo decir que no a sus p�caros juegos.
Aunque los otros chicos sol�an comportarse de forma parecida
durante toda la velada Dani, con mayor osad�a, intentaba minar mis d�biles
resistencias siempre que pod�a.
Sus caricias eran cada vez mas osadas; y, a poco que me
dejaba, me masajeaba a fondo los pechos y la intimidad, hasta conseguir que
mojara las bragas con los flujos que rezumaba.
Mis primos, ladinamente, le daban carta blanca al chico, pues
a mi me ten�an siempre a su alcance.
Y, mientras Dani y alg�n otro chico se distra�an conmigo,
ellos y sus amigos se empleaban a conciencia con su hermanita. La pobre cr�a, no
se bien si por verg�enza o por amenazas, rara vez se quejaba, aceptando de la
misma mala gana que yo jugar con todos ellos.
Sus castas braguitas pronto fueron tan conocidas como las
m�as, y no hab�a noche que no acabara mostrando su culito resping�n o sus n�veos
pechitos en alg�n momento dado.
Pero cuando peor lo pasaba la pobrecilla era cuando jug�bamos
al escondite, pues era cuando los chicos aprovechaban para abusar mas de ella.
No se que le hac�an, pero si se que mis primos me mostraron
en una ocasi�n unos rubios mechones de vello pubico que le hab�an cortado el d�a
anterior, sin darme mas detalles.
Creo que esa fue la gota que al fin colmo el vaso, pues desde
ese d�a la joven no volvi� a venir mas a jugar con nosotros.
En una ocasi�n, mientras jug�bamos todos al escondite, nos
topamos con una pareja que estaban haciendo el amor, ocultos por unos
matorrales; intente marcharme, pero Dani, junto con los otros dos chicos que nos
acompa�aban, lo impidieron. Dani, aprovechando que estaba detr�s m�a, me obligo
a ponerme a cuatro patas y, alz�ndome la minifalda, empez� a masturbarme
suavemente.
La escena que se desarrollaba delante m�a era muy er�tica; y
yo, recordando otras similares vividas con mi novio, les deje acariciarme.
Hablo en plural porque los otros dos chicos, siguiendo el
ejemplo de Dani, ya me hab�an abierto la camisa y, como nunca llevaba sujetador
me estaban estrujando las tetas a dos manos. Luego se turnaron entre los tres
para mordisquearme los pezones, en silencio, pero con muy mala intenci�n, pues
me los dejaron amoratados y llenos de se�ales.
Dani, al final, consigui� quitarme las bragas; y, mientras
los otros dos aun me sobaban los pechos, �l intento introducir su aparato dentro
de mi.
Por suerte no tuve necesidad de rechazarlo, pues el jovencito
era demasiado inexperto y estaba demasiado excitado y se corri� sobre mi trasero
antes de conseguirlo; y, aunque tuve que usar mis braguitas para limpiarme el
pompis de sus abundantes y espesos fluidos, la cosa no paso de hay.
Desde ese d�a procure evitar que el peque�o s�tiro tuviera
una nueva ocasi�n de desgraciarme.
Los padres de Dani ten�an una gran piscina en su chalet, pero
no les dejaban invitar a la mayor�a de los chicos de la pandilla, incluidos mis
primos, debido a las travesuras que hac�an.
As� que aprovecharon un d�a que se fueron con su hermana
peque�a a la ciudad, a hacerle una visita a un pariente enfermo, para convencer
a mis primos de que fu�ramos; y, como a ellos les gustaba mucho la piscina, yo
tuve que aceptar acompa�arles.
Como sabia lo que all� me esperaba, tuvieron que prometerme
que evitar�an que Dani se pasara de la rosca; y, para evitar problemas, consegu�
que me dejaran ir en ba�ador, por primera, y �nica vez, ese verano. Como era de
esperar, en cuanto estuvimos solos en la piscina empezaron con sus jueguecitos.
Ya que no pod�an jugar al bal�n se pusieron sus gafas de buceo y comenzaron a
seguir al rey. Lo cierto es que no se bucear, as� que me tenia que quedar quieta
y soportar sus pellizcos y apretones por todos lados con calma.
Despu�s echaron una plancha rectangular de surf al agua y me
obligaron a tumbarme sobre ella.
Como esta tabla era muy peque�a al tumbarme dejaba todo mi
culito y mi entrepierna sumergido, y al alcance de sus largas manos. Y claro, no
dejaron pasar la oportunidad de apartarme el ba�ador y masturbarme entre todos
bajo el agua.
Me corr� al menos tres veces, con sus dedos llenando mis dos
agujeritos, antes de que se hartaran del juego y pudiera por fin salir fuera a
tomar el sol y a recuperarme de la experiencia.