AMORES TURBULENTOS
Desde el quicio de la ventana, su coraz�n iluminado contempl�
el taxi amarillo. Roxinna se desmonto con su sobretodo crema, corte
americano, su bufanda azul cielo brillante, su boina amarilla, su cola larga
como si saludara al viento, y su cartera mostaza. Hab�a regresado despu�s de
haberse marchado una semana antes. La espero en el umbral, Se abrazaron
fuertemente. La nariz de Diego acaricio un aroma de Musgo o Te Verde, y
sus ojos se internaron en sus inmensidades azules, como buscando una respuesta
valida al motivo de una serie de dudas que se les sembraron en el corto tiempo
de su ausencia. �me siento extremadamente cansada, Diego, -necesito una
ducha y reposar.
Extasiado, aunque no muy a gusto, disfrutaba de la melod�a
triste que Roxinna tarareaba en la ducha, un viejo Jazz que mezclaba las
morri�as de amores idos, y le recordaba aquella noche perpleja en que la conoci�
y de paso se convirti� en un criminal. Alzo por el cuello al mozalbete para
asustarlo y evitar que continuara la paliza, jam�s pens� que el mozuelo raro
sacar�a aquella extra�a pistola blanca. Tuvo que matarlo. No se arrepiente,
aunque nunca le pregunto a Roxinna que significaba el mozuelo
extravagante para ella, pero esas palabras, aquellas palabras: -yo no te
odio, pero mi padre te odiara hasta la muerte-, le hab�an venido descosiendo
al alma. Hoy, que ha regresado, tratar�a de desamarrar este nudo que
extra�amente le asfixiaba.
-�D�nde estuviste, Roxinna?, Le pregunto, endulzando
el sonido de su voz, para que ella no vislumbrara sus angustias.
-Me prometiste que no habr�a reproche, si regresaba.
�Esta bien, -�Por qu� me odia tu padre?
-te odia doblemente. Mi padre es as�.
-�C�mo?, �C�mo se es as�?. -�C�mo es tu padre�?
-Celoso, Diego, celoso de m� y de mi hermano, celoso
del amor.
-�Y no fue �l quien te echo a las calles cuando tu mas lo
necesitaba?, -�no fue �l quien permiti� que tu moraras en un cuchitril con un
refrigerador vac�o, que bailaras desnuda, que te estuvieras acostando con
hombres diferentes noche por noche?, -�As� se ama?
-Claro que me ama, el no cela a las personas, custodia el
amor. �l sabe que las strippers no aman a los hombres con quienes se acuestan,
mi Diego.
-�Qu� intentas decir? -�Qu� tu no puedes enamorarte?
-Correcto, me enamore de Carlos, y sucedi� eso, lo de la
gravidez, ese fue mi error, por eso Papa me lanzo como a una perra. Ya pague por
ello.
-�Qu� quieres decir con que pagaste por ello?, se incomodo
Diego, -�Qu� tipo de relaci�n tienes tu con tu padre?-
-Amo a Papa, como tambi�n lo odio; a ti tambi�n Diego,
te amo, pero �l esta primero, compr�ndeme. Adem�s, te exprese al llegar que
estaba agotada. Necesito dormir.
Roxina se durmi� enseguida, mientras en su mente se quedo
girando una palabra: -�Incesto!-, aquella palabra que sospechaba y que evitaba
que regresara a su mente. La temperatura de su cuerpo llego a niveles
imponderables, No pudo conciliar el sue�o, no quer�a pensar que las causas de
todas las carencias de su amada Roxina eran producto de un padre abusador,
violador.
Observaba detenidamente aquella carita fresca en el
contraluz, cuando dorm�a. Roxinna tenia un aspecto fr�gil: chiquita, de
1.50, delicadamente gordita, con curvitas en la cintura y tenues vellos en los
brazos, unos dedos medianos pero finos, que sal�an de unas manos menudas pero
fuertes. Le parec�a como un animalito tierno con un pasado borrascoso. La amaba,
pero las dudas le desmantelaban el alma, no se resisti�, la despert�.
-�Has hecho el amor con tu padre?
Roxinna solo quer�a dormir, estaba embotada, aletargada:
-S�, muchas veces-
-�cuantas veces?
No s�, son tantas, desde muy peque�a, la ultima vez fue
anoche.
Sinti� un dolor tan intenso que cre�a ver pedazos del coraz�n
sali�ndole por todo el cuerpo, su sangre no corr�a; manaba hirviendo dentro de
sus arterias reventadas. Ese dolor grande se convirti� r�pidamente en odio, un
odio criminal, vengativo, que le penetraba por los poros, y crec�a tanto que
acuchillaba sus intestinos, sofocaba sus pulmones. No encontraba sosiego, ni en
los besos y mimos de Roxinna, -quien notaba su contrariedad- No, hasta
sincronizar las coordenadas para que su plan homicida tuviera �xito. -Lo matare,
se repiti� para sus adentros.
La noche siguiente se aseguro que ella dorm�a, condujo hasta
tres cuadras de la residencia. Con el conocimiento mental que tenia de la
mansi�n le fue f�cil entrar. Hasta encontrarse en plena habitaci�n del
patriarca. Ambos dorm�an, no le interesaba la vieja. Moment�neamente se asusto
con un retrato en el lateral izquierdo de la habitaci�n, �no le parec�a conocer
el muchacho al lado de Roxinna?. No era tiempo de pensar. Se encapucho,
le apunto a la cabeza. Retumbaron tres disparos que dieron en el blanco sin
despertar a nadie; se balanceo, hizo un giro de medialuna sobre s� mismo y cayo
pesadamente. Estaba muerto. Una peque�a pistola blanca, aun humeante, fue
introducida en un ligero bolso mostaza.
Esta noche, Roxinna, la fr�gil chica bonita de ojos
tristes, intensamente azules, contornea su esplendidez desnuda en este bar de
mala muerte bajo los ojos lascivos de docenas de rostros masculinos, y la
disonancia de aquel jazz antiguo que susurra sensualmente reminiscencias
paganas; pero esta noche sus pupilas traducen un brillo diferente, inc�gnito,
como de una esperanza vaga. Afuera, en el callej�n, �Esta segura-, le espera un
joven con los cabellos verdes y un arete dorado en la nariz.
Joan Castillo
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
20-04-2004.