Relato: La mama de Benito





Relato: La mama de Benito

Benito era un chiquillo rechoncho y chaparrito, hijo de una
de las vecinas de la colonia. Benito era casi la viva imagen del monito de las
caricaturas que sal�a con don Gato y su pandilla. Su familia se limitaba a su
madre, una se�ora joven, de piel blanca, chaparrita y regordeta, cuyo �nico
atractivo era un descomunal par de nalgas, parec�a como si toda la carne de su
cuerpo se hubiera acumulado precisamente en aquella parte. Con aquel trasero era
normal que todos los cabrones de la calle se fijaran en aquella se�ora, que
rentaba un peque�o departamento y que viv�a de trabajar en un taller de costura.



Pero Benito, pese a su pobreza, se convert�a el D�a de Reyes en el chiquillo que
recib�a m�s juguetes que todos los chamacos de la cuadra juntos, �por qu�?, �de
d�nde sal�an tantos juguetes si la nalgona de su madre a duras penas ten�a para
comer?, pues nada que muchos cabrones que terminaron metiendo la verga entre
aquel descomunal par de nalgas sent�an que, de alg�n modo, Benito era algo as�
como su hijo y el D�a de Reyes trataban de calmar sus culpas llev�ndole a Benito
juguetes y m�s juguetes, aunque los muy jijos no fueran capaces de llevar a sus
propias casas ni siquiera el gasto del d�a.


As� Benito fue el primer ni�o de la cuadra que tuvo bici, bal�n de fut y la
colecci�n completa de los mu�ecos de pockemon, y aunque las lenguas de doble
filo hicieran tiritas a la madre, pues que jijos, si por algo ten�a nalgas y las
hab�a puesto para coger, y se hab�a cogido al tendero, al carnicero, al
tortillero y al del gas para pagar sus cuentas, adem�s de que..., bueno, aqu�
entro yo, se cogi� al equipo completo de futbol de la colonia, aquella vez que
ganamos el primer y �nico campeonato.


Yo era joven cuando miraba, junto con los dem�s bueyes del equipo, pasar a aquel
bamboleante par de nalgas. Era como un desfile de carne que se mec�a como un
barco de velas en medio de un apacible mar --aunque yo nunca hubiera visto un
barco de velas y menos meci�ndose en las olas del mar. Todos deten�amos los
comentarios acerca del partido que acab�bamos de perder, el envase de refresco
se deten�a junto a las bocas, y las miradas segu�an el acompasado caminar de
aquella mujer, que en la acera de enfrente luc�a sus vibrantes carnes al son de
una imperceptible m�sica. A varios se les ca�a la baba, otro comentaba "cuanta
carne y yo en vigilia", alg�n boc�n dir�a "las tiene bien ricas, ya se las
agarr�", comentario que provocaba un alud de madrazos sobre el impertinente,
pues todos cre�amos que aquel monumento a la nalga era algo inc�lume, intocable,
virgen a�n en el mar de vergas de aquella colonia.


Y no era el �nico que suspiraba por aquel mundo de vibrante carne, todos
incluido el capit�n del equipo, El Borolas, hac�an comentarios c�mo "mira nada
m�s qu� nalgas, se imaginan tenerla de a perrito, con sus nalgotas abiertas,
meti�ndole el pito, con su culo prieto, y la carne brincando con cada metida de
verga!", pues s� nos imagin�bamos o trat�bamos de hacerlo, pero hasta entonces
pocos eran los rumores acerca de la mam� de Benito, que en aquel entonces
todav�a no era mam� y Benito andaba todav�a en los huevos de aquel cabr�n que
termin� pre��ndola.


Pero bueno, como "a cada capillita le llega su fiestecita" me lleg� el turno, y
el del Borolas, y el del Chorizos, y el del Rana, y el del Marciano, y el del
portero, y el del Hermano, y el del..., en fin el turno de todos, hasta del
Bimbollo que fue quien organiz� el bailongo para celebrar nuestro primero y
�nico, campeonato.


Toda la cuadra aport� lo suyo, que si unos refrescos, que si el mole, que un
frasco, que el sonido, en fin todos pusieron lo suyo, y la mam� de Benito
tambi�n, pero no se piense mal, ella colabor� ayudando en la cocina, sirviendo y
lavando platos.


Todos bail�bamos al son de La Culebra �pero no en la versi�n de la Banda Machos,
sino en la de Benny More� cuando se me antoj� ir a mear y justo cuando iba a
entrar al ba�o choqu� con alguien, nunca supe quien era pero llevaba prisa, pero
cuando por fin, luego de mentar madres, entr� a ese cuartucho que serv�a como
ba�o, la descubr� en medio de la penumbra, era la mam� de Benito, fij� sus ojos
en los m�os y s�lo alcanz� a decir "�t� tambi�n?, pues al menos cierra la
puerta?", mi embotada mente reaccion�, empuj� la puerta con la mano en el justo
momento en que ella se empinaba, apoyando las manos en la tasa del ba�o y
subiendo sus amplias faldas. Como alucinado fij� mis ojos en aquel portento de
carnes, los globos carnosos, redondos, lisos, perfectos, con aquella hendidura
en medio, m�s oscura, pero delineando a la perfecci�n unas nalgas que ni Goya
las hubiera imaginado.


Su voz me sac� de trance, "anda ap�rate", trat� de darme prisa, saqu� mi pinga
medio dormida de la bragueta del pantal�n, con la borrachera ni la verga se me
paraba, por eso le agarr� las nalgas con ambas manos, acariciando los cachetes,
apretando los dedos sobre la piel, separando los gl�teos para escudri�ar con ojo
avisor sus profundidades, entonces v� un hilillo de leche escurriendo por sus
piernas, tal vez aquello me excit� pues al momento sent� dura la verga. Entonces
me enderec� y apuntando el pito entre aquel glorioso par de nalgas se la dej�
ir, atin� a la primera. Mi verga sinti� la deliciosa presi�n de un ambudo de
carne caliente y pegajosa, ya estaba hasta adentro de su panocha, mis huevos
chocaron contra los cachetes de su culo, mis dedos atenazaron aquella carne que
se desbordaba entre ellos y mis ansias incrementaban los embates de mi cuerpo
contra aquella mujer, que con cada empuj�n chocaba con su cabeza contra el
mueble del ba�o.


Segu� cogi�ndome aquel portentoso culo, como alucinado, era como estar en el
cielo. Luego escuch� sus gemidos, eran como "hummmjjjuum, huummmm", para luego
"espera, deeeespacio, despacio, nooooo te lo vas a acabar, hummm,
desssspaciiioooo". Luego sent� en la verga algo que me succionaba, que me
llamaba, que me exprim�a, su voz "�sientes?", y los apretones sobre el pito,
luego me vine, contra mi voluntad me vine, ese agujero me sacaba los mocos, a
apretones succionantes, mis piernas se doblaban y yo agarrado a aquellas
nalgotas vibrantes, en mi �ltimo suspiro la escuch� "anda dame tus mocos" y
termin� de venirme.


Al final hice el que tal vez ser�a el �nico gesto de "caballero" que recibi� esa
mujer, tom� un largo trozo de papel de ba�o y le limpi� la entrepierna, luego me
sub� el pantal�n y como pude abr� la puerta del ba�o.


Pero al salir me esperaba otro mundo, era como si los ojos de todos estuvieran
sobre mi, todos me miraban aunque la mayor�a bailaba y andaba en sus propios
asuntos. Sent� los ojos inquisitivos de los cabrones del equipo y los ojos
reprochantes o envidiosos de varias mujeres, camin� entre ellos, sintiendo de
vez en cuando palmadas sobre mis hombros, "bien, bien, lo hiciste bien", me
dec�an voces a mis espaldas como felicit�ndome por haber anotado un gol.



Aquello me extra��, entonces ca� en cuenta que mis compa�eros de equipo se
hab�an dado cuenta de lo que hab�a ocurrido dentro del ba�o, y en el justo
momento que voltee hac�a ese lugar vi que el Marciano cerraba la puerta. En
otras palabras este cabr�n tambi�n se hab�a metido ah� para cogerse a la
nalgona, y junto a la puerta ya hab�a otros esperando turno, el Silverio, el
Primo y hasta el Borolas, adem�s de otros que no pude identificar. Y cuando
alg�n despistado quer�a entrar al ba�o todos a coro dec�an "est� ocupado".



Todo eso me sorprendi�, �ser�a posible que aquella mujer se cogiera a todo el
equipo?, pues al menos a la mayor�a si, puesto que dos horas despu�s y creo
medio litro de semen m�s tarde la vi salir, como si nada, haciendo caso omiso de
las enojadas miradas de las viejas que se hab�an percatado de toda aquella
acci�n, meciendo su descomunal nalgatorio sum�ndose a la fiesta para bailar con
quien se lo pidiera.


M�s tarde, con algunas cubas de m�s, la saqu� a bailar, ella acept� y
disfrutamos del Caballo y la Montura en voz de Tony Camargo, en aquellos
momentos tener a la nalgona entre mis brazos y recordar lo ocurrido horas antes
dentro del ba�o provoc� una nueva erecci�n, le coment� "oye, que rico lo hicimos
�verdad?", "�qu�?", dijo ella, agregando "no se a qu� te refieres", en otras
palabras fing�a demencia, eso me desconcert� y acab� por enfriar mis
intenciones, pero ya para terminar la pieza ella acerc� su boca a mi o�do para
decir "no te enojes, ya te d� una probadita, no pidas m�s, y si sabes ser
caballero guardar�s silencio �eh?". Luego se retir� meneando el bote dedic�ndome
de paso una inocente sonrisa.


En nuestra siguiente reuni�n, la bola comentaba lo ocurrido con la nalgona: "qu�
rico apretaba!, �verdad?", "te sacaba los mocos apretando la pucha, pinche
vieja!", "dice el Marciano que a �l le dio el chirris, pues ya ten�a muy rosada
la zorra", "a cu�ntos se ech�?", "pues quien sabe, pero la mayor�a del equipo
fue al ba�o en ese rato", "ufff, pues entonces fuimos como quince o m�s!", m�s o
menos as� hab�a ocurrido, pero el entrenador que hab�a escuchado la conversaci�n
nos call� a todos, "pues si se la cogieron todos, cabrones, lo menos que pueden
hacer es callarse el hocico, no anden de pinches habladores, si nos dio chance
fue en buena onda, ya cierren la pinche boca y punto".



Como sea la nalgona hab�a causado en mi el despertar de emociones y deseos que
ya casi ninguna de mis novias pod�a apagar, hab�a descubierto la deliciosa
sensaci�n de una verija. Y no era yo el �nico, a partir de aquella fiesta los
cabrones pululaban en torno de la nalgona buscando echarse otro rico palito.
Nunca supe si alguno de ellos logr� de nueva cuenta sepultar la virilidad en
aquel mundo de carne, pero algunos rumores se�alaban al Borolas como el
arrempujador de planta de aquella vieja, otros dec�an que no, que la nalgona se
repart�a entre el Bimbo y el Borolas.


En cuanto a mi la nalgona me dispens� s�lo promesas, "ay no se, quien sabe si
pueda el s�bado, tengo cosas que hacer, yo te aviso", o cosas as�.



Pasaron los meses y un nuevo rumor se desat� en la cuadra: "pues nada cabrones,
que la nalgona anda panzona!". Todos los que hab�an gozado de sus favores
tratamos de averiguar si aquel dicho era cierto, pero la vieja no se dejaba ver,
hasta que un domingo luego del partido, cuando reunidos coment�bamos nuestra
nueva derrota, la vimos caminar con dificultad por la acera de enfrente, si, era
cierto. La nalgona luc�a un abultado vientre de siete u ocho meses, al momento
guardamos silencio mir�ndola pasar, algunos disimularon volteando la vista a
otro lado, otro m�s coment� "oigan cu�ndo fue la fiesta?", "hace poco m�s de
siete meses", "en la madre!", coment�mos casi todos sintiendo un remolino en la
panza y pensando tal vez "ese chamaco es m�o", para al momento corregir "no, ni
madres, si fueron tantos los que le entraron, no pude haber sido yo", como sea
nos sent�amos culpables. Minutos despu�s la calle se qued� vac�a, de repente
todos ten�an cosas que hacer en sus casas.


D�as despu�s, en la junta previa al partido del domingo, el Borolas nos sable�
como siempre, pero ahora el motivo era diferente: "bueno cabrones, ya saben, no
se hagan, la nalgona sali� premiada, as� que sin hacer olas vamos a hacer una
coperacha para que se vaya al hospital", alguno coment�, "pues si buey, pero t�
la tra�as de planta, t� tienes que poner la mayor parte, adem�s te vas a parar
la cola con la lana diciendo que es lana tuya", �l coment� "ni madres cabr�n,
que me acompa�e alguien para que sepa como estuvo el pedo". As� no qued� de
otra, ten�amos que entrarle con lo que pudi�ramos, en total se juntaron casi mil
varos que puntuales fueron a llegar a manos de la que hasta entonces hab�a sido
nuestra principal fantas�a er�tica. Luego el Bimbo, quien acompa�� al Borolas,
nos coment� que la nalgona no quer�a recibir la feria, pero que al final acept�
diciendo de paso que se ir�a a aliviar a casa de sus padres en Puebla, agradeci�
el gesto y con un amable gesto los mand� directito a la chingada, eso dijo el
Bimbo.


Hasta ah� la historia de la nalgona, los compas del equipo no volvieron a
mencionar nada, fue como si aquel grandioso culo hubiera desaparecido de la faz
de la tierra. Pasaron los a�os y los que hasta entonces �ramos apenas unos
jovenes calenturientos, sumamos algunos a�os y experiencias a nuestras vidas.



Yo estaba por terminar la Voca, cuando una tarde al bajar del pesero la vi
pasar. Era la nalgona!, en persona, llevando de la mano, Benito, se llamaba,
seg�n supe despu�s. Luego confirm� que la nalgona ten�a ya tres meses en Neza,
que hab�a regresado de su pueblo con todo y chiquillo, Benito, el hijo de alguno
de los del equipo, o de quien sabe, en asuntos de nalgas no hay nada seguro.



La cosa es que a pesar de que ya ten�a novia y verija de planta �Alejandra me
hab�a acabado de aleccionar una tarde en el deportivo Plan Sexenal� s�lo ver las
enormes nalgas bamboleantes de la nalgona me produjo un significativo
estremecimiento en la verga, fue como si al ver aquellas carnes reviviera en mi
la experiencia vivida en un inmundo cuartucho de ba�o.


Pronto los escasos cuates que me quedaban en la cuadra me pusieron al tanto: no,
la nalgona no ten�a, al parecer, verga de planta; no la ve�an salir con nadie,
adem�s del Borolas ni sus luces, tra�a pedos con la justicia y andaba huyendo;
seg�n, la nalgona viv�a del sudor de sus nalgas, pero de tanto estar sentada
frente a una m�quina de coser; es m�s, ni a novio llegaba. Seg�n.



Paciente esper� la oportunidad, la abord� un s�bado saliendo del taller de
costura. Me salud� como si nos conoci�ramos de siempre. La invit� a dar la
vuelta, seg�n, pareci� meditarlo un poco, pero termin� aceptando, de camino en
el micro me puso al tanto de su vida, puras pendejadas: que si Benito ya ten�a
casi cinco a�os y ya iba al kinder, que no se quer�a casar, "los hombres son
unos cabrones"; dijo, que a m� varias chicas de la colonia me ten�an echado el
ojo "te haz puesto muy guapo, adem�s estudias, pronto ser�s rico", seg�n, y as�
por el estilo.


Como no queriendo lleg�mos a la Alameda, caminamos platicando por avenida
Hidalgo, mi intenci�n era llevarla a un caf� musical, romantic�n, pero, cosas de
la vida �nunca me hab�a percatado de ello�juntito estaba un hotel, ah� se meti�
la nalgona, conmigo de la mano, como no queriendo, como si supiera el camino, y
pues bueno, nunca supuse que fuera tan f�cil. La cosa fue que diez minutos
despu�s ambos est�bamos sobre la cama, en tremendo faje, sintiendo que la ropa
nos estorbaba, ambos hechos bola sobre la inmensa cama y cuando al fin pude
meterme entre sus piernas su vocesita me suplic� "por favor no te vengas dentro
de mi". Cogimos como locos haciendo brincar el colch�n, mis manos atenazadas en
sus tetas blancas y suaves, mientras que los vientres chocaban y sus piernas
descansaban en mis hombros, ella se vino primero bufando ruidosamente por la
nariz y gimiendo un largo "aaaaahhhhh". No se como hice para contenerme, pero
cuando le lleg� su segundo orgasmo y mi verga entraba y sal�a lustrosa de su
pepa abiert�sima, ella sinti� que mi tronc� palpit� y al momento me dijo: "no!,
no te vengas as�, aguantate tantito", dejamos de movernos, le saqu� la verga y
me acost� a su lado, pero s�lo fue cosa de un momento.


Acostado la vi colocarse a cuatro patas sobre la cama, me invit� "anda chiquito,
dame tu palo por la cola", cuando me coloque tras ella sus nalgas me parecieron
m�s grandes a�n, inmensas, paradas, abiertas, su negro culo apretado y rodeado
de pelitos negros. Ella misma pas� una mano entre sus piernas para tomar el
tronco y dirigirlo hacia su agujero, presion� la punta, estaba duro su culo,
ella coopero haciendo su cuerpo hac�a atr�s y como por arte de magia el culo se
fue abriendo, poco a poco. La presi�n de esa carne sobre mi verga era casi
dolorosa, pero a la vez algo delicioso, muy rico, sent� sus profundidades
calientes, casi ardiendo, la verga fue entrando toda, lentamente, hasta que mis
pelos chocaron cotra la negra carne que rodeaba el abierto agujero. Nos quedamos
pegados, muy unidos, luego empec� a moverme, lentamente tambi�n, uno, dos,
entrando y saliendo, uno, dos, entrando y saliendo, la cosa se fue poniendo
cuando ella se movi� tambi�n a contra punto, ech�ndose hac�a atr�s cuando yo
atacaba su culo ahora abierto, suave, succionante.


Luego la danza se hizo
furiosa, violenta, sus nalgas brincaban con cada arremetida, mi verga sal�a toda
de ese hoyo, para luego sepultarse de nuevo, los ayes de la nalgona se
convirtieron en largos gemidos y peticiones: "m�s, dame m�s, quiero m�s, toda tu
verga chiquito lindo, toda, fuerte, huy, m�s, m�s", pese a ello me vine,
gloriosamente, una venida larga e interminable, ella hizo lo mismo apretando a
intervalos su culo, al terminar segu� bolbeando aquellas riquisimas nalgas, cosa
que a ella sorprendi�, seguimos cogiendo ahora m�s lentamente, removiendo en su
intestino el tronco duro de mi verga, yendo y viniendo, sac�ndo todo el tronco
para ver ese inmenso hoyo abierto, sin pliegues ya y con ese penetrante tufo a
excremento, ella l�nguida se dejaba hacer, suspirando entrecortadamente en tanto
que una de sus manos frotaba su pepa, un rato despu�s reanudamos la violenta
cogida y ambos terminamos gritando de placer mutuo.


Luego de la venida qued� acostado sobre ella, sintiendo los apretoncitos de su
rico culo, busqu� sumejilla para besarla, acept� mis besos, sonriendo p�cara:
"anda ya cochin�n, qu�tate y vete la lavar la polla que te huele a caca", cuando
regres� ella ya estaba vestida, nos abrasamos y nos besamos dos o tres veces.
Cuando salimos del hotel sent� mis piernas temblorosas, nos abrasamos de nuevo y
as� nos fuimos a caminar por la Alameda, ah� sentados en una banquita me pidi�:
"por favor, no le digas nada a nadie de esto, tal vez salgamos otro d�a de
nuevo, me gust� mucho lo que hicimos, no te prometo nada, pero a lo mejor
volver�mos a estar juntitos como hoy".


Sin embargo aquella esperanzadora posibilidad nunca se concret�. Pasaron varios
d�as en no la v�, pero en la tienda uno de los antiguos cuates me coment�: "oye
buey, que la nalgona de nuevo anda con el Borolas, ya regres� el cabr�n, ya los
vieron juntos, hasta dicen que ese g�ey ya dej� a su vieja y a sus chavos y se
va a ir a vivir con la nalgona". As� fue, el Borolas y la nalgona se fugaron,
pero solos, dejaron al pobre Benito al cuidado de la madre de la nalgona, eso s�
cada seis de enero ese ni�o se convert�a en el chiquillo m�s afortunado de la
colonia, pues siempre ten�a juguetes y regalos para dar y prestar, uno que otro
fueron m�os.


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Relato: La mama de Benito
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