Relato: Caliente desde mi infancia
Caliente desde la infancia
Pienso relatar mi vida en tres partes. Esta es la primera que va dedicada
especialmente a dos de lectores que han mantenido comunicaci�n conmigo. Para ti
Daniel Figueroa y Patricia Y.
Mart�n Soto
Me cri� en una familia donde el �nico var�n, a excepci�n de pap�
era
yo.
Doce mujeres se encargaban de darme todos los mimos y complacer todos mis
caprichos. Me restregaban contra sus tetas, me met�an entre sus piernas, me
ba�aban, me alimentaban y me educaban. Dos abuelas, mi madre, tres t�as y seis
primas. Todas para m�.
Fui convirtiendome en adicto al olor de las pantaletas sudadas. Ese
fetichismo fue el primer signo de mi sensualidad. Al m�nimo descuido me iba
hacia la ropa sucia a buscar pantaletas para endrogarme con su aroma.
Ten�a siete a�os y era todo un experto espiando pubis peludos, tetas de todo
tipo y nalgas redondas.
Las mujeres de mi familia me adoraban tanto que poco se cuidaban en
esconderme sus atributos .
Mi pene era el orgullo de ellas, se deleitaban hablando de �l, me lo
acariciaban cuando me ba�aban, y despu�s que lo ve�an erecto empezaban a
llamarse unas con otras para observar aqu�l milagro que Dios les hab�a enviado.
Su �nico var�n en mas de treinta a�os en la familia.
Pero a pesar de todo eso. Lo que me demostraban era nada mas amor filial. Yo
era su tesoro inmaculado en quien sus mentes nunca llevaba a pensamientos
morbosos.
Pero.....siempre hay excepciones. Mi t�a menor y tres de mis primas me har�an
conocer el sexo a�os mas tarde.
Siguiendo cronol�gicamente los hechos les dir� que a los ocho a�os tuve mi
primer contacto sexual. Fue con un vecinito de mi misma edad a qui�n sus primos
lo hab�an iniciado en la mariconer�a.
Jugando en su casa en una ocasi�n me propuso a que nos acariciaramos el
miembro.
Yo no v� nada malo en eso y acept�. El con mas experiencia tom� mi pene y me
lo mam�. De bola que me gust�. Lo malo fue que despu�s d�jo que me tocaba
hacerlo a m�. Con asco, pero con agradecimiento se lo hice. Seguimos repitiendo
esas sesiones a la m�nima oportunidad que se nos presentara. Luego pasamos a
cojernos, pero eramos tan inocentes que solo nos lo met�amos entre las nalgas y
nunca logramos penetrarnos. Aunque �l ya estaba cojido por otros mas grandes, yo
no ten�a el suficiente tama�o peneano para clavarlo bien.
Fue entonces cuando Vicente, que as� se llamaba mi vecino, se le fue la
lengua y vendi� nuestro secreto a los s�dicos de sus primos adolescentes.
Pronto dos de ellos esperaron a que Vicente y yo estuvieramos solos a punto
de comenzar la sesi�n rutinaria, para abordarnos y pedirnos participaci�n.
Vicente me pregunt� si yo quer�a hacerlo con ellos.
Preocupado pero descubierto mi secreto pens� que peor ser�a si no aceptaba la
proposici�n.
Ese d�a si me cojieron de verdad. Gracias a Dios no ten�an vergas grandes.
Primero uno y luego el otro nos cojieron a Vicente y a m�. Luego nos
intercambiaron.
Nos pusieron a mamar y saciaron todas sus ganas en nosotros.
Por supuesto que el dolor que me qued� en el culito me alej� de esas
pr�cticas.
No me hab�a gustado para nada esa invasi�n anal.
Pero corrieron la voz entre los zagaletones del barrio, quienes comenzaron a
rondarme pidiendo culo, como si esa vaina estuviera puesto por el gobierno. Ante
su chantaje y por el temor que me volvieran a coger, prefer� contar todo a mi
abuela, quien hecha una furia me di� una paliza. Las mujeres de la familia de
vaina no lincharon a los dos chicos singones, que golpeados, ara�ados y mordidos
se perdieron del barrio.
En la familia no queremos marico, me dijeron. Un tiempo tuvieron tratandome
mal, luego todo volvi� a la normalidad.
Sin embargo ese comienzo traum�tico no detuvo mi sensualidad y mi erotismo,
que qued� represado pero sin desaparecer.
A los once a�os apareci� otro personaje en mi vida.
Nelson, un joven de diecisiete a�os cu�ado de una de mis t�as mayores.
Para que mi t�a pudiera salir con su novio me mandaban a m� a acompa�arla.
Y para distraerme el novio de ella puso a su hermano Nelson a entretenerme.
As� �ste joven tuvo la oportunidad de tenerme mucho tiempo solo con �l.
Me ense�aba sus b�ceps, su fuerza y sus picard�as con las barajas.
Pronto lo admir�, y el se di� cuenta que pod�a hacer conmigo lo que quisiera.
Y ocurri� en unas vacaciones en Playa Los Caracas. Me invit� a buscar
pecesitos r�o arriba. Yo sal� emocionado.
Entre el monte y mientras esperabamos que los pecesitos cayeran en las
trampas que Nelson hab�a colocado, el primero que cay� fui yo.
Su mano tom� la m�a y la coloc� sobre la protuberancia que ten�a bajo sus
pantaloncitos.
Comenz� a frotarse, yo estaba sorprendido, pero no lo rechac�.
Sac� su pene. Mis ojos se agrandaron. Nunca hab�a visto una verga tan gruesa.
Me complac� acariciandoselo. Not� l�quido claro que sal�a por el orificio de su
glande.
Me puso a mamar. Me daba indicaciones de c�mo deb�a hacerlo. Aprend� r�pido.
El se recost� sobre su espalda y comenz� a disfrutar. Respiraba hondo.
Yo no paraba de subir y bajar la cabeza, chupando y lamiendo.
Subitamente me agarr� por la nuca, se puso r�gido. Y su pene autom�ticamente
comenz� a convulsionar en mi boca, llenandomela de goma abundante y salada.
Aunque tuve que tragar obligado, mucha se derram� sobre mis labios , mi
barbilla y mi cuello. En toda la lengua me qued� un sabor amargoso y como una
sensaci�n de ardor leve.
El luego, entre apenado y nervioso me d�jo que no lo contar� a nadie.
Recordando la jodida y el trato que me hab�an dado en mi casa aquella primera
vez, no cre� conveniente contar nada a nadie. Pero eso s�. La experiencia me
hab�a gustado y tarde bastante en olvidarla.
Lamentablemente, no ocurri� nunca mas. Nelson se alej� de m�. Pero dej�
sembrada la semilla de una homosexualidad que estar�a aflorando por el resto de
mi vida ,una vida adulta educada heterosexualmente.
A los trece a�os perd� la virginidad con una mujer de dieciocho. Mi t�a
menor.
Dorm�a en su cuarto desde hac�a unos dos a�os.
Una noche en que la familia tuvo que salir en pleno, debido a la muerte
tr�gica de un vecino. Asustado por el miedo a los muertos me met� en la cama de
mi t�a.
No s� qu� tiempo transcurri�. Casi dormido estaba cuando siento su mano
hurgandome mis genitales. Me qued� inm�vil y silencioso. Me apret� contra sus
senos desnudos, me meti� uno de sus pezones en la boca. Me gust� mamarselos.
Not� la excesiva calentura de su cuerpo, casi la rechaz�, pero no me soltaba.
Me quit� la pijama. Mi pene tendr�a un tama�o de quince cent�metros entonces.
Se encaram� sobre m�.
Afincandose en sus rodillas y sus codos evitaba aplastarme.
Sent� los pelos de su pubis como una brocha humedecida, mojandome mi pubis
casi lampi�o. Me agarr� el falo y lo desapareci� dentro de una vagina lubricada
que estaba hirviendo. Se volvi� como loca. Toda mi atenci�n estaba mas pendiente
de su conducta que del goce que yo pod�a estar sintiendo. Gem�a, gru��a,
empapaba mi pene, mis bolas y la raja entre mis nalgas.
Comenc� a sentir, aquel olor a cuca que me gustaba desde ni�ito. Eso
endureci� mas mi verga. Estaba comenzando a sentir placer cuando mi t�a comienza
a culear como una desquiciada, y comienza a saltar duro sobre mi huevo con una
rapidez y una griter�a que me cort� una incipiente eyaculaci�n, que nunca se
produjo.
Luego qued� exhausta y temblando sobre m�. Me rog� que eso no deb�a saberlo
nadie. Como siempre eso lo d�cen los adultos s�tiros a los ni�os victimizados.
Estuve cojiendomela hasta que yo cumpl�.......los dieciocho a�os y le sembr�
un muchacho en su barriga que hasta la fecha solo ella y yo sabemos quien es el
padre.
El gusto por un co�o, mat� en alto porcentaje al gusto por un pene. Yo sab�a
que las dos cosas me daban placer.
Como solo ten�a mujeres a mi alcance me tir� a tres de mis primas llevandome
en mi machete sus tres virgos.
Menci�n especial en mi vida son dos de ellas Narcisa y Otilia. Eran unas
primas que hab�an nacido despu�s de m�. Y que hab�an abultado el n�mero de
f�minas en mi hogar.
Yo con catorce a�os las ten�a a ellas de doce y once a�itos ..........para mi
solito.
No fue dif�cil, debido a mi experiencia, seducirlas y llevarlas a hacer lo
que yo quer�a.
Yo era el �dolo de las dos. Eran mis esclavitas. Mis putitas.
Todo comenz� con la mas chiquita, Otilia. Yo disfrutaba desnudarme delante de
ellas, principalmente cuando lo ten�a parado.
Desnudo me acost� una vez en la cama en que dorm�a Otilia. Le d� tan rico por
el culito que la convert� en mi sombra.
Cuando yo estudiaba en la mesa, le hacia se�as para que ella se metiera
debajo y me mamara el huevo. Delante quienes pasaran al lado y ni se imaginaban
que debajo estaba Otilia bebiendo leche.
Sin yo saber nada Otilia le cont� a Narcisa y est� qu�zo tomar parte del
bot�n.
As� que se las arregl� para entrar en el momento cuando yo acostado en una
hamaca ten�a a Otilia con las piernas abiertas y las nalgas pegadas a mi pubis.
Narcisa pudo ver en primer plano como su hermana estaba ensartada sobre mi verga
con su espalda descansando sobre mi pecho y sus tetas duras atrapadas en mis
manos.
Acababa de eyacular, Otilia haciendose la sorprendida salt� de la hamaca
hacia el piso.
Narcisa qued� maravillada viendo la leche que corr�a por las piernas de
Otilia hasta manchar el suelo.
Me chantaje�, y yo agradado la desvirgu� sin misericordia.
Pas� unos a�os deliciosos con esas dos ni�as. Y cuando me sobraba tiempo me
pegaba a mi t�a y a la prima Antonia. Total , cuatro culos para un chico de
catorce a�os no era nada despreciable.
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