CORNUDO Y DOMINADO (I).
Comenzar� diciendo que Cristina, mi mujer, es dos a�os menor
que yo y a todas luces m�s atractiva y mucho m�s inteligente. Tuvo la desgracia,
como ella misma reconoce, de nacer en una casa que no valoraba especialmente la
educaci�n de sus hijas, por lo que empez� a trabajar fuera de casa muy joven. La
conoc� empleada de camarera en un pub de mi ciudad: morena, delgada, exuberante,
me las arregl� como buenamente pude para empezar a salir con ella de forma
espor�dica. A�adir� que mide un metro y sesenta y cinco cent�metros y unos ojos
color azul oscuro tan profundos como el mar, y que aunque soy un hombre
atractivo para las mujeres, jam�s hab�a conocido belleza semejante.
Reconozco entre mis atributos la lujuria y la capacidad de
trabajo; sin duda lo segundo me sirvi� a largo plazo para casarme con Crisitina.
Mi familia se opuso desde un principio, pero la lujuria pudo m�s que los
precavidos consejos de mis parientes. Ya casados, Cristina result� ser una
esposa excelente. Yo estaba loco por ella y por su cuerpo, y admiraba y admiro
su clase, inteligencia y estilo; ella me amaba tambi�n lo que no es de extra�ar,
teniendo en cuenta que me desviv�a por ella, algo que les encanta a las mujeres,
y le hac�a la vida feliz y pl�cida a mi lado. Lo habitual es que ella llevase la
iniciativa en los asuntos importantes, cosa que me encantaba, debido a su
car�cter a todas luces m�s osado y emprendedor que el m�o.
En los primeros tiempos, cuando pase�bamos cogidos del brazo
eran notorias las miradas de admiraci�n que le regalaban los hombres, muchas
veces directas e irrespetuosas. Cuando llevaba ropa ajustada y entraba en alg�n
bar, el p�blico masculino se relam�a a la vista de sus nalgas prietas y sus
pechos prominentes.
Cristina y yo nos re�amos juntos recordando su lascivia. Ella
me preguntaba si me molestaba que la mirasen, y yo respond�a sinceramente que
no. De hecho, muy a menudo me llevaba de tiendas y yo le compraba ropa
provocativa para que la luciese junto a m�, como minifaldas, blusas
semitransparentes y vestidos ce�idos. Un d�a le confes�, la verdad es que algo
preocupado, que a menudo me masturbaba pensando en ella, excit�ndome
especialmente al recordar la lascivia con la que sol�an mirarla otros hombres.
Ella no se sorprendi�. Me dijo que ya lo supon�a y que eso le
gustaba, porque a ella le encantaba exhibirse para el p�blico masculino, algo
que los maridos normalmente aborrecen de sus esposas, y que a m� lejos de
molestarme me excitaba. Me confes� tambi�n, algo temerosa, que una de sus
fantas�as era ir a un complejo nudista para que todo el mundo pudiera
disfrutarla en plenitud. Cuando me pregunt� qu� me parec�a la idea, lo hizo
apret�ndome el pene erecto por encima del pantal�n. Naturalmente, le dije que me
parec�a una buena idea y al d�a siguiente reserv� dos semanas en un complejo
nudista de la costa almeriense.
Durante el mes que faltaba para las vacaciones me masturb�
diariamente como un mono pensando en Cristina desnuda exhibi�ndose para muchos
hombres a la vez. Incluso llegu� a fantasear con la idea de que otros la tocaran
y de que incluso se acostaran con ella, pero no me atrev� a confes�rselo, aunque
m�s tarde me dijo que ya lo sospechaba y que hab�a hecho planes al respecto,
algo que nunca le agradecer� lo bastante. Un par de d�as antes del inicio de las
vacaciones, Crisita se depil� por completo, "para dar buena imagen", como ella
dec�a, encantada con mis actividades masturbatorias. Recuerdo que ingresamos en
el hotel un tres de agosto y que yo no pude dormir durante la primera noche,
presa de una enorme excitaci�n morbosamente sexual.
Cuando al d�a siguiente bajamos a la playa, Cristina luc�a
magn�fica. Baj� con decisi�n a la cala, que estaba muy concurrida, y sin asomo
de verg�enza se quit� con destreza pareo y bikini, tumb�ndose al sol
completamente desnuda mientras yo permanec�a embobado y vestido con el traje de
ba�o, de pie junto a ella.
-�Por qu� no te desnudas? � me pregunt� � La gente te est�
murando, �sta es una cala nudista..
Lo cierto es que en ese momento tuve un breve ataque de
p�nico. Record� de pronto de pronto que mi pene no es muy grande, de apenas
quince cent�metros, y que Cristina, en una ocasi�n, me hab�a confesado que dos o
tres exnovios suyos ten�an penes enormes de veinte cent�metros o m�s.
-Me voy a ba�ar � me dijo de pronto, dej�ndome solo junto a
las toallas, cosa que me ayud� a espabilarme. Resignado, decid� sentarme,
quitarme parsimoniosamente la ropa y tumbarme al sol hasta que volviera.
Cuando reun� valor suficiente, observ� minuciosamente los
alrededores: la playa estaba concurrida por parejas de toda edad y condici�n
sexual y varios grupos de j�venes, y nadie parec�a reparar en mi presencia, cosa
que me ayud� a tranquilizarme. Aunque cada cual iba a lo suyo, cuando Cristina
emergi� del agua corriendo directamente hacia m�, not� que los chicos m�s
j�venes se soliviantaban visiblemente y se daban codazos entre ellos. Yo pod�a
comprenderlo: Cristina era y es una mujer capaz de desmayar a cualquiera,
desnuda o vestida.
-�Has visto c�mo me miran �sos de la derecha? � me pregunt�
una vez tumbada en la toalla junto a m�.
-Por supuesto que s�. No tendr�n ni veinte a�os. Est�n
cachondos como animales en celo.
-Eso es lo que has venido a buscar. �Te gusta?
-Me encanta � confes� embobado, tratando de contener una
inapropiada erecci�n.
-Pues todav�a nos quedan seis d�as de estancia, as� que
prep�rate para disfrutar de lo lindo � me dijo, guin�ndome el ojo. Acto seguido
se incorpor� para, sentada, hacerse un nudo en el pelo. Con las manos en la nuca
y el tronco completamente erguido, su cuerpo dibujaba una silueta rezumante de
sensualidad, humedad y provocaci�n. El grupo de chicos rompi� a aplaudir cuando
se volvi� hacia ellos moviendo ligeramente los pechos. Yo tuve que tumbarme boca
abajo para disimular una incontrolabe erecci�n.
El resto del d�a trancurri� mas o menos igual. En la piscina
del hotel y en el restaurante todas las miradas se clavaban en ella. Durante una
breve visita al solarium, Cris decidi� abrirse de piernas para un grupo de
viejos que contemplaron, extasiados, su pubis rasurado y sus tiernos labios
vaginales. Al d�a siguiente, durante la cena, un cincuent�n se dedic� a mirar
descaradamente, poni�ndose al borde del orgasmo y del rid�culo cuando Cristina
le dedic� un par de p�caras sonrisas.
Hacia viernes Cristina ya se hab�a convertido en la atracci�n
del hotel: fu�semos a donde fu�semos, nos rodeaba una recua de hombres cachondos
que se la com�an con los ojos sin piedad y con descaro: ella ayudaba con sus
provocaciones y yo con mi inhibici�n. En ocasiones me daba la impresi�n de ser
invisible, por la poca o ninguna atenci�n que se me prestaba, pero en general
estaba encantado. En m�s de una ocasi�n me ausent� para ir al ba�o y
machac�rmela all� misma, de tan caliente como iba. Y es que pasaba la mayor
parte del d�a empalmado como un adolescente.
-�Qu� te parece aquel chico? � me pregunt� Cristina durante
nuestro pen�ltimo d�a en la playa, se�al�ndome a un muchacho de unos veinte
a�os, de cabellos rubios y rasgos ani�ados, pero de musculatura trabajada en
alg�n gimnasio. El di�metro de su pene de veinte cent�metros era enorme.
-Es un aut�ntico semental �admit�.
-Pues me est� mirando todo el rato � me dijo ella � Y no es
un pajillero, ni mucho menos. Me mira con lujuria y con aut�ntico deseo.
-�No crees que est�s exagerando? Al fin y al cabo tiene casi
diez a�os menos que t�, y estoy seguro de que dipone de todas las mujeres que
quiere.
-�Que te crees t� eso! � me dijo Cristina, herida en su amor
propio -. �Vas a ver t� si me desea o no me desea!
Y ni corta ni perezosa se levant� y fue directa hacia el
muchacho, bamboleante entre mir�adas de hombres, y le dijo algo que no pude
escuchar. El chico respondi� azorado y se sonroj� inmediatamente.
-�Qu� le has dicho? � le pregunt� cuando volvi�.
-Le he dicho que su cuerpo est� hecho para poseer el m�o
durante horas y hasta que ambos nos sintamos satisfechos, y le he preguntado si
est� de acuerdo conmigo.
-�Y qu� te ha dicho? � se me ocurri� preguntar.
-No me ha contestado.
Por el rabillo del ojo observ� que el chico miraba fijamente
a Cristina desde su toalla. Pero hab�a algo m�s, estaba tumbado boca abajo, como
tuve que hacer yo v�ctima de una irrefrenable erecci�n. Le mir� directamente
unos instantes, comprendi�ndole, pero sus ojos estaban fijos en mi mujer.
Cristina le devolv�a la mirada unt�ndose el cuerpo con bronceador.
Esa misma noche decid� tomar cartas en el asunto, v�ctima de
un extra�o ataque de excitaci�n, lujuria y celos. Entr� en el ba�o de la
habitaci�n mientras Cristina se cepillaba el pelo vestida �nicamente con una
toalla.
-Eres una puta � escup�.
Ella me mir� encogi�ndose de hombros.
-T� eras quien quer�a que me exhibiese delante de muchos
hombres, y eso he estado haciendo toda la semana.
-Pero no estaba en el trato que te exhibieses especialmente
para uno de ellos. Y que lo pusieses caliente hasta reventar mientras yo estoy a
tu lado. El t�o debe de pensar que eres una perra en celo y que te la va a meter
hasta el fondo.
Cristina dej� de cepillarse el pelo para hablarme
directamente a los ojos. Parec�a enojada.
-�Crees que puedo pasearme desnunda durante una semana entre
decenas de t�os y no ponerme cachonda? �Ese chico es un aut�ntico semental y
tiene una polla de veinte cent�metros!
-�Yo soy tu marido! � me defend� est�pidamente.
-Eres mi marido, s�. Mi maridito, al que le excita que yo me
exhiba provocando material pajero para un a�o a un centenar de t�os, mientras se
masturba con la idea. Ni siquiera hemos echado un s�lo polvo esta semana, te has
limitado a pel�rtela tres y cuatro veces al d�a. Me he dado cuenta. �Y luego
quieres que yo no me ponga cachonda con el t�o m�s bueno del hotel! �Eres un
ego�sta y un puto pajillero!
Baj� la cabeza avergonzado. Las cosas no estaban saliendo
como yo hab�a previsto. Era un cero a la izquierda, un pajillero con un pene
moderado que ahora se ve�a tristemente fl�ccido.
-Vamos, amor m�o � me dijo Cristina, sobreponi�ndose a su
enfado -. No te pongas triste. Si en el fondo te ha gustado verme cachonda como
una perra, �verdad?
Lo pens� fr�amente. Me hab�a gustado, a pesar de mi ataque de
celos. Quiz� lo que me hab�a molestado era no hab�rmelo visto venir. Not� c�mo
se me pon�a dura al recordar la mirada del chico sobre el cuerpo h�medo de mi
esposa.
-�No es verdad, mi amor? � me dijo Cris dulcemente,
cogi�ndome el pene y empezando a masturbarme -. �No es verdad que te ha gustado
verme desnuda, cachonda y hambienta, y que todo el mundo se diese cuenta de
ello? �No es verdad, mi cielo?
Mi incipiente erecci�n creci� inmediatamente mientras
Cristina bombeaba y me hablaba tan cari�osa y dulcemente.
-Es verdad, mi amor, te ha gustado � continu� -. No puedes
ocultarlo, m�rate el pito, lo tienes como nunca. Vamos, confi�salo.
-Es verdad - gem� � Me ha gustado.
-�El qu� te ha gustado?
-Verte desnuda y rodeada de hombres, cachonda y habrienta por
otro.
-�S�lo eso? �S�lo te ha gustado eso?
-No, mi amor.
-�Qu� mas te ha gustado? �Estar all� para verlo, todo
desnudito y erecto, mientras yo lubricaba para otro?
-S� querida. Y que todo el mundo lo supiese.
-Ya veo, mi amor. �Y no es verdad que eres un pajillero?
-Es verdad.
-�Y que sientes mas placer masturb�ndote mientras piensas en
tu mujer desnuda y cachonda, rodeada de hombres cachondos que saben que eres un
puto pajillero?
Era cierto. Aunque masturbatoria, aqu�lla estaba siendo una
de las experiencias sexuales m�s intensas de mi vida.
-Es verdad, mi amor.
-Entonces voy a dejar de masturbarte para que acabes t�
solito � y as� lo hizo, dej�ndome cachondo perdido, as� que decid� machac�rmenla
yo solo con la mano derecha mientras con la izquierda me acariciaba los huevos.
Cristina se sent� en el taburete del ba�o, mir�ndome
cari�osamente a los ojos, con las piernas cruzadas bajo la toalla y el pelo
h�medo. Estaba muy hermosa.
-Piensa en ti, en m� y en David juntos en la playa, mi amor,
rodeados de hombres. �No te da m�s placer?
-Es verdad. Me lo da.
-�Vas a correrte?
-No tardar� mucho � re� forzadamente.
-�Y yo, mi amor? �No puedo disfrutar yo?
-Claro que puedes.
-Entonces tienes que consentir en que se me folle David, ese
chico rubio que he conocido en la playa. �Consientes?
No respond�. Me gustaba y me disgustaba la idea. Soy por
naturaleza convencional, y esto �ltimo ya era demasiado fuerte para m�. Pero
Cristina tiene muy buenas ideas.
-Podr�as mirar y masturbarte � me dijo � Yo te dejar�a.
Estar� muy cachonda y muy puta para ti, y se me follar� para ti, y mientras t�
te pajeas �l me penetrar� con esa enorme verga suya, haci�ndome correrme una y
otra vez, y los dos disfrutaremos. �No te gusta la idea?
-S� � dije, a punto de correrme.
-D�melo.
-Me gustar�a mirar y masturbarme mientras David se te folla
con su enorme verga.
-Entonces, �consientes en que se me folle?
-S�, consiento.
-Y ser�s t� quien introduzca su pene dentro de m�, �verdad
cari�o?
-Verdad.
-Y no sentir�s celos ni te quejar�s, porque eres t� el que me
lo pide y el que mete esa enorme polla en mi jugoso co�o, �verdad que no?
-No sentir� celos, mi amor.
-Y te convertir�s en cornudo consentido � dijo ella, d�ndolo
por sentado, ilusionada, y ri�ndose alegremente -, �no es verdad?
-Es verdad � dije, acelerando mi ritmo masturbatorio.
-�Por qu�?
-Porque quiero introducir el pene de David en tu co�o para
poder mirar y mastrubarme mientras se te folla.
-�Y lucir�s tus cuernos con dignidad y orgullo? � Cristina me
sonre�a abierta y cari�osamente. Pude darme cuenta de que tambi�n ella estaba
cachonda. Respond� entre jadeos.
-S�, mi amor. Los lucir� con orgullo.
-�Lo juras?
-Lo juro.
-Te quiero, mi amor.
-�Te quiero! � grit�, eyaculando en sus manos
irremisiblemente. Fue una corrida escandalosa, larga, espesa, en conmemoraci�n
de mi futura condici�n de cornudo. Cuando acab� fui dando tumbos hasta la cama,
desplom�ndome sobre ella en completo estado de agotamiento. Al rato sent� que
Cristina se met�a en la cama conmigo y me abrazaba tiernamente. Nos dormimos
excitados por lo que iba a suceder.
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