Relato: Prisionera de Guerra (III)





Relato: Prisionera de Guerra (III)

Hola amigos de "", antes que nada, les aclaro que
yo no soy el autor de esta historia, originalmente es un relato escrito en
ingl�s, no s� qui�n es el autor original, as� que si alguien sabe quien es,
h�ganmelo saber por favor. Respecto al texto, es una historia ficticia
ambientada en la guerra del Golfo, en ella se describen violaciones orales,
vaginales, y anales, tortura y humillaci�n. Si te disgustan estos temas, no
contin�es leyendo.


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La mayor Diana Barker estaba sumisamente arrodillada enfrente
de su sentado captor, mientras el capit�n Yazeed la reprend�a airadamente en
�rabe por su apagado papel en la �ltima emisi�n propagand�stica.


Como hab�a aprendido dolorosamente a hacer, la capturada
piloto estaba de rodillas con sus piernas abiertas, exponiendo su sexo que
continuaba inflamado por la follada de pu�o y la violaci�n masiva de 5 noches
antes.


Diana tenia los brazos levantados, y las manos ce�idas tras
la nuca, dirigiendo involuntariamente sus largos pechos hacia delante, como si
los ofreciera a su torturador. Pod�a sentir los ojos de Yazeed sobre sus pechos
y deseaba fervientemente algo para cubrirlos, pero sabia que permanecer�a
desnuda a menos que estuvieran filmando; solo entonces le hab�an dado su traje
de piloto para cubrirse. Diana se daba cuenta de que la sumisa posici�n y su
degradante desnudez estaban destinadas a humillarla y destruirla. Pero saberlo
no iba a ayudarla a solucionar su r�pida p�rdida de autoestima. Consumida por el
miedo y la culpabilidad Diana estaba perdiendo el contacto con quien y lo que
era ella y comenzaba a permitir que sus captores la definieran en sus propios
t�rminos. Mientras el traductor convert�a sus palabras a ingles, el capit�n
Yazeed cogi� la porra el�ctrica que sus fabricantes americanos llamaban
apropiadamente "aguij�n de ganado", sobresaliendo de su mano derecha.


Diana estaba dolorosamente familiarizada con el objeto, lo
hab�a sentido trabajando en su co�o y en sus pechos anteriormente. Aunque no
dejaba marcas permanentes, sabia que pod�a quemar como el fuego cuando se usaba
en sus sensibles zonas femeninas. Yazeed pod�a ver sus ojo siguiendo
nerviosamente la porra cuando se levanto y se puso en pie sobre su arrodillada
figura.


Us� el fr�o metal de la porra para frotan ligeramente los
grandes pezones de Diana poni�ndolos erectos mientras el traductor hablaba
mec�nicamente. Crey� ver una lagrima form�ndose en el ojo izquierdo de Diana
mientras se preparaba para la sacudida. Su musculoso cuerpo estaba ahora
brillante de sudor. Un d�bil temblor se pod�a percibir en el torso de Diana cada
vez que el metal de la porra tocaba su h�meda piel. Cuando hubo puesto ambos
pezones totalmente erectos toc� con el extremo de la porra el pez�n izquierdo y
oprimi� el bot�n que activaba la descarga. El cuerpo de Diana se puso r�gido
mientras la electricidad atravesaba su pecho arranc�ndole el aire de su
pulmones.


"UUUUUUUUUUGGGGGGGGHHHHHHHHLLLLLLLLLMMMM" grito con todo su
cuerpo contray�ndose involuntariamente por la descarga.


Entonces el dolor se fue tan r�pido como hab�a venido ,
dejando a la mujer temblando suavemente, su pecho izquierdo palpitaba pero
extra�amente insensible. Coloc� sus manos fuertemente unidas tras su cabeza
preparada para otra fuerte descarga mientras esperaba temerosamente que Yazeed
continuara.


Yazeed comenz� a frotar suavemente la porra met�lica entre
sus piernas hacia su expuesto co�o. Diana cerr� los ojos, las lagrimas ca�an de
ellos ahora. El terror se apoder� completamente de ella cuando not� el duro
cilindro presionando contra su erecto cl�toris. Contuvo la respiraci�n mientras
el frotaba su sensible sexo, esperando que el dolor la consumiera de nuevo. El
no la hizo esperar demasiado.


"UUUUUUUUUUGGGGGGGGHHHHHHHHLLLLLLLLLMMMM"


Mientras la desnuda Diana estaba estremeci�ndose de dolor en
el suelo de su prisi�n, su futuro hab�a sido decidido por Sadam cuando dio una
conferencia a su consejo de Estado sobre la inevitabilidad de su victoria.


Estaba muy disgustado por el fracaso de sus emisiones
propagand�sticas para promover un movimiento antib�lico en los Estados Unidos.


Aunque hab�a proporcionado numerosa pel�culas de Diana y
otros 4 pilotos masculinos confesando haber bombardeado hospitales y escuelas y
expresando su eterno apoyo a las bravas gentes del pueblo iraqu�, nada hab�a
sucedido. De hecho la opini�n publica se hab�a vuelto contra el debido a las
pel�culas. Inclusos los medios de comunicaci�n americanos inicialmente
favorables se hab�an vuelto contra �l. Era evidentemente imposible comprender a
estas gentes. Afortunadamente, el todav�a tenia otro plan brillante. Ahora era
inevitable que los americanos atacaran y que su ejercito fuera derrotado. Pero
si pod�a herir a los imperialistas antes de que su ejercito fuera derrotado,
todav�a pod�a surgir como el h�roe �rabe.


Para hacer esto tenia que tener �xito en una batalla y
entonces evitar que su ejercito se volviera contra el en la derrota. La clave
para estas dos cosas estaba en controlar al general Rashid, el popular
comandante del III cuerpo y el mejor comandante de todo su ejercito.


Sadam silenciosamente se felicit� por su agudeza al no
ordenar uno de esos accidentes de helic�ptero para Rashid como los ocurridos al
resto de h�roes de la guerra con Ir�n. Ahora Rashid estaba disponible para
lograr para el una victoria. Pero todav�a tenia que ser convertido en
inaceptable para los americanos que nunca le apoyar�an si intentaba un golpe de
estado tras la guerra. Por su extenso dossier sobre el general Sadam sabia que
le general era un s�dico que hab�a torturado hasta la muerte para su placer a
varia mujeres Kurdas capturadas por sus tropas. Enviar�a a Rashid a la piloto
americana, el obsequio fortalecer�a su lealtad a corto plazo. Las pruebas del
sadismo del general recogidas por su esp�a en su cuartel general dar�an a Sadam
los medios para destruirlo tras la guerra. Tal y como sus subordinados
prudentemente expresaron el plan era brillante. En unas horas Diana hab�a sido
retirada de la custodia del capit�n Yazeed, alimentada y vestida de nuevo con su
traje de vuelo, aunque si ropa interior. Entonces la pusieron en un coche civil
y comenz� el peligroso viaje hacia el cuartel general de Rashid, al sur de
Kuwait. Llevaba las manos esposadas frente a ella pero hab�a sido bien tratada
por sus silenciosos guardianes. Mientras la distancia que la separaba de Yazeed
aumentaba, Diana comenz� a sentir una sensaci�n de jubilo por su aparente
escapada del control del s�dico. Comenz� a pensar que la peor parte de su
cautiverio hab�a pasado. Mientras su confianza aumentaba tambi�n aumentaba su
ira por el dolor y la humillaci�n que le hab�a infligido el general Yazeed.
Diana crey� que el iraqu� al mando deb�a ser alguien normal ( como si Yazeed no
fuese normal en el Irak de Sadam). Los antiguos h�bitos comenzaron a reafirmarse
y comenz� a planear como har�a que Yazeed pagara por lo que le hab�a hecho.


Cuando llego al cuartel general de Rashid estaba convencida
de que era el momento de devolv�rselo todo.


El general Rashid era, al menos en su mente, la moderna
reencarnaci�n de Saladino, el guerrero que hab�a destrozado las cruzadas de los
reinos cristianos hacia exactamente 8 siglos. Sus enemigos en el ejercito ( que
era cualquier oficial con rango superior al de coronel) murmuraban que estaba
loco.


Pero no fueron las historias sobre su crueldad hacia las
mujeres las que establecieron esa opini�n, era su obsesi�n por la pel�cula
americana Patton. Dec�an que imitaba todo lo que este hacia en la pel�cula, que
seg�n sus propios c�lculos hab�a visto mas de cien veces.


Implacable, arrogante y cruel sin embargo contaba con el
respeto de los oficiales m�s j�venes y los suboficiales por sus �xitos en el
campo de batalla contra los iran�es.


Este era el hombre que Diana pensaba que iba a ayudarla y
sobre el cual tenia la pobre idea de descargar su reprimida ira. Tambi�n para su
desgracia el general hablaba un fluido ingles.


El general quedo tan at�nito por la irrespetuosa forma en que
la mujer se dirigi� a �l que quedo mudo.


Diana tomo esto como una aceptaci�n y le expuso su demanda de
que hiciera algo sobre el capit�n Yazeed.


El general la silencio con un fuerte rev�s que le cruz� la
cara. Le llevo unos instantes lograr hablar tal era la furia que lo consum�a.


Le hab�a insultado en su propio cuartel general, en frente de
sus hombres, una mujer, una mujer americana que hab�a tenido la temeridad de
llamarse as� misma guerrero. Cuando finalmente pudo hablar despidi� a su escolta
y ordeno a dos de sus hombres que la llevaran a sus aposentos privados. All�,
les ordeno desnudarla y atarla a una argolla de la pared con la cara contra el
muro. Entonces les pidi� que salieran. El general estudio la musculosa espalda
de Diana y su culo con considerable inter�s. Su suave piel no tenia marcas. El
cambiar�a eso. Sacudi� su instrumento preferido, la larga, dura y rugosa correa
del ventilador de un cami�n de 5 toneladas. La primera vez que Rashid hab�a
visto usar una de estas correas sobre un hombre el era teniente, en 1968, fue
cuando su sargento le hab�a mostrado el sistema del ejercito para hacer hablar a
los kurdos. Pesada y brutal la correa era como el hombre que la manejaba.


Rashid ignor� las peticiones de clemencia de Diana. Carec�an
de intensidad para interesarle. Eso cambiar�a despu�s de unos pocos golpes con
el cinto. Comenz� a trabajar eligiendo las firmes y musculosas nalgas de Diana.
Usando toda su fuerza lanz� el pesado cinto cruzando sus nalgas. Una larga y
enrojecida se�al apareci� cruzando su p�lida carne. Lenta y met�dicamente
repiti� el golpe una y otra vez mientras la prisionera gritaba. Diana se sent�a
como si la estuviera desollando, parec�a como si la piel estuviese siendo
arrancada de su culo. Atada contra el muro, no pod�a hacer nada por escapar de
los enloquecedoramente lentos azotes, sin embargo intento flexionar sus
poderosos brazos en un in�til intento por escapar. El ardiente dolor iba de sus
nalgas a su cerebro con cada golpe. Casi tan malo era esperar el siguiente golpe
como el dolor del anterior a�n fresco en su mente. Ella gritaba repetitivamente,
pero no tenia ni idea de lo que gritaba.


"UUUUGGGGHHHHHHLLLMMM no , por favor, por favor, OOOHHH"


"UUUGGGGHHHLLLMMM!!! Pare, por favor..."


Los gritos de diana eran claramente audibles a trav�s del
cuartel, tal y como el general deseaba. Nadie pod�a humillarle y librarse; deja
que esos cobardes lacayos escuchen, penso deleit�ndose con los gritos de Diana.
Sus nalgas estaban ahora cubiertas con oscuras franjas rojas. Entre golpe y
golpe pod�a ver su cuerpo temblando con sollozos.


Comenz� a trabajar en la sensible parte superior de sus
muslos. All� el cinto se encontraba con su p�lida piel produciendo franjas de un
rojo aun mas vivo. "UUUUGGGHHHLLLMM!!! OOOHHH!!!" "por favor! Pare! NOEEEE
UUUGGGHHHLLMMMM!!!"


Lenta, met�dicamente, Rashid trabajaba sus muslos bajando,
entonces volvi� a sus nalgas. Descargo cada golpe con cuidado, asegur�ndose de
que en sus nalgas las nuevas marcas cruzaran las antiguas para incrementar el
dolor de Diana. Entonces ascendi� de nuevo por su espalda. "UUUGGGHHHLLLMMM! Por
favor !!! UUUGGGHHHLLLMM"


Ahora el general azotaba su espalda, el extremo del pesado
cinto tenia la longitud justa para rodearla golpeando los sensibles lados de sus
grande pechos. La fuerza de los golpes llevaba a Diana contra el muro. Lagrimas
y mocos surcaban sus cara mientras gritaba contra la fr�a superficie del muro.
Su cuerpo estaba cubierto de fr�o sudor haci�ndolo brillar con la intensa luz de
la habitaci�n. Hab�a una nueva intensidad en sus gritos. Diana estaba convencida
de que le estaba arrancando la piel de su espalda. "UUUGGGHHHLLMM!!! AAHHHH!!!
UUUGGGHHHLLLMMM!! Por faaavooor...!! AHH! Paree...!!"


Los golpes cesaron, aunque el cuerpo de Diana segu�a tenso
esperando que volvieran. En vez de eso el general se puso tras ella y noto sus
manos separando sus nalgas. Involuntariamente se tenso de nuevo. Entonces con un
esfuerzo de voluntad logro que sus m�sculos se relajaran. Diana supo lo que
vendr�a a continuaci�n, iba a sodomizarla. Despu�s de la masiva violaci�n anal
que hab�a sufrido con Yazeed sabia que era mejor no luchar. Sinti� la cabeza de
su polla presionando contra su ano, no hacia mucho virgen, y entonces la
ardiente sensaci�n ya conocida cuando la empujo a trav�s de su dilatado
esf�nter. Noto la familiar presi�n cuando su polla lleno su recto, enviando
dolorosos calambres a trav�s de sus intestino hacia su mente.


AAHHH!!! OHHH!!! Eso duele, por favor!!!


Rashid estaba complacido de haberla encontrado tan f�cil de
penetrar. Le encanto la forma en que su colon parec�a estrujar su polla mientras
la enterraba dentro de ella. Cuando el cuerpo de Diana se arqueo en un
involuntario e in�til intento de escapar el empujo su polla completamente dentro
de ella. La abraz� para coger sus pechos con sus manos. El general encontr� sus
grandes y erectos pezones y los apret� entre sus dedos, estruj�ndolos en
sincron�a con sus embestidas en el culo de Diana. Saboreo la forma en que Diana
se retorc�a bajo el, esto lo excitaba mas que la parte f�sica del acto en si. "
Puta americana, eres mi prisionera!, har�s cualquier cosa que yo te diga cuando
yo te diga. Si me desaf�as en lo mas m�nimo te azotare con el cinto hasta que no
te quede piel sobre el cuerpo." Mascull� Rashid en su o�do mientras continuaba
montando su culo. " Me mostraras el respeto que merezco, zorra!"


Diana estrecho involuntariamente su esf�nter sobresaltada
cuando el general le hablo en ingles. Un empuj�n y un doloroso pellizco en los
sensibles pezones le record� que no luchara contra el .


Dejo caer su cabeza contra el muro e intento relajar su
cuerpo esperando pasar por esta violaci�n con el m�nimo dolor posible.


" Me contestaras cuando te hable, perra." Le grito
retorciendo dolorosamente sus pezones mientras hablaba. " Si se�or, yo, yo,
Ahhh, lo siento se�or" balbuceo Diana entre gemidos mientras la sodomizaba y
torturaba sus pezones. Aparentemente satisfecho, Rashid se concentro en follar
su culo. La velocidad de sus embestidas se incrementaba mientras bombeaba con
mas y mas fuerza en su culo. el dolor parec�a crecer indefinidamente mientras el
desgarraba su ensangrentado culo e intentaba arrancarle los pezones de sus
pechos con sus dedos de acero.


Todo lo que ella pod�a hacer era apoyar la cabeza contra el
muro y concentrarse en respirar entre grito y grito. Finalmente las punzantes
embestidas cesaron y ella noto como un liquido caliente llenaba sus intestinos.
Diana quedo atontada cuando el desato sus manos y volvi� a atarlas a su espalda
y la llevo a una cama en un rinc�n. La hizo arrodillarse junto a la cama y dijo:
" voy a hacerte una prueba de obediencia, si fallas te azotare de nuevo tan
fuerte como pueda"


Sacando la pistola de la cartuchera Rashid continuo: " te
ordeno que lamas toda tu mierda de mi polla, si tus dientes tocan mi polla, te
matare".


Con la pistola sobre su cabeza, Diana observo con asco las
manchas oscuras en su semierecta polla. Su estomago se revolvi� cuando penso en
donde hab�a estado, pero estaba demasiado asustada como para negarse. Lenta y
desganadamente saco su lengua y recorri� con ella la parte inferior de la polla
manchada de mierda. Continuo lamiendo su polla hasta que todas las manchas
oscuras desaparecieron y el semierecto �rgano brillaba con su saliva. El sabor
amargo de su propias heces llenaba su boca pero continuo lamiendo hasta que no
quedo ni rastro de su mierda.


"Perfecto, puta, ahora presta atenci�n al material de las
suelas de mis botas, eso seg�n creo, es lo que los americanos llam�is mierda de
camello, !hazlo desaparecer�"


La ma�ana siguiente la totalmente destrozada Mayor Diana
Baker, estaba preparada para otra humillaci�n. Por un perverso razonamiento del
general como ella le hab�a avergonzado delante de sus subordinados ella seria
humillada delante de ellos. Estaba vestida con su traje de vuelo, pero de una
forma que resaltaba mas que cubr�a su cuerpo, la parte frontal estaba abierta y
las cremalleras rodeaban sus hombros, con lo que sus pechos estaban totalmente
expuestos. La entrepierna del traje hab�a sido cortada totalmente exponiendo su
co�o depilado y la mayor parte de sus nalgas, as� como las marcas de los azotes
de la noche anterior. Estaba arrodillada en la arena, frente al cuartel general
con el personal del cuartel en formaci�n a su derecha. Diana hab�a adoptado
instintivamente la posici�n de sumisi�n que le ense�o Yazeed; sus piernas
abiertas, su espalda recta y la mirada baja.


No tenia ni idea de lo que iba a sucederle, pero sabia que si
disgustaba al general el le infligir�a un horrible castigo. El general estaba
dando una especie de discurso a los soldados en �rabe, parec�a haberse olvidado
de ella de momento. Cuando finalizo hubo v�tores de los soldados, el general
camino hacia donde Diana estaba arrodillada sumisamente. Mientras Diana
observaba ansiosamente abri� su bragueta y saco su polla. ! Iba a violarla
delante de sus hombres � pens�. Entonces, sin previo aviso el general comenz� a
orinar en su cara, un chorro de ardiente orina la golpeo cegando sus ojos, y
corriendo entre sus abiertos labios antes de que pudiese reaccionar.


La sorprendida Diana evit� su impulso inicial de levantarse.
En vez de ello, simplemente agacho su cara hacia el suelo mientras el general
continuaba dirigiendo su orina a su cara y pelo. Corri� sobre su cabeza y sobre
su pecho desnudo, ba�ando sus tetas. Cayo por su estomago y sobre su sensible
co�o antes de deslizarse por sus piernas, empapando su traje de vuelo en el
proceso. Estaba empapada en su apestosa orina. A pesar del fuerte instinto de
supervivencia que la hab�a llevado hasta aqu�, en aquel momento Diana no quer�a
mas que morir. Ella nunca se hab�a sentido tan humillada en toda su vida. Hab�a
sido usada como retrete por este arrogante jinete de camellos. Y para hacer esto
aun mas humillante todo hab�a sido contemplado por 40 vociferantes soldados
iraqu�es. Mientras gritaban y disparaban sus armas al aire, el general la obligo
a abrir la boca con sus dedos, entonces mientras la manten�a abierta con una
mano, con la otra dirigi� el ultimo chorro de orina directamente a su boca
mientras ella le miraba indefensa. Ni el amargo sabor de su orina ni sentir como
el caliente liquido llenaba su estomago eran peores que la terrible sensaci�n de
humillaci�n que sent�a.


Continuar�...


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Relato: Prisionera de Guerra (III)
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