Relato: Exquisita infidelidad



Relato: Exquisita infidelidad

No recuerdo como ocurri� realmente, tan s�lo aparecen por mi
mente peque�os trazos de lo que acaeci� en los �ltimos d�as, hechos de gran
voltaje sexual bajo mi modesta apreciaci�n.


Me parece una obligaci�n presentarme, mejor dicho
presentarnos, previamente ante todos vosotros que sois los que, en definitiva,
podr�is valorar todo lo que deseo contaros, hechos que, si bien algunos
consideraran de especial gravedad, han logrado frenar la ca�da libre hacia la
que iba mi vida personal.


Yo soy Lu�s, abogado en
ejercicio en un despacho cuyo nombre no viene al caso, tengo
36 a�os, moreno, complexi�n f�sica normal,
la t�pica persona con la que todos nos cruzamos diariamente sin reparar en la
misma. Mi mujer se llama Ana, tiene
32 a�os, ella si es especialmente atractiva,
piel morena pero cabello casta�o, buen cuerpo, bonitos y firmes pechos, todo
ello a pesar de haber dado a luz dos veces. Llevamos 8 a�os casados que han
pasado de la pasi�n l�mite al hast�o mas completo por motivos varios y nunca
suficientemente hablados en profundidad entre los dos.


Por mi trabajo paso mucho tiempo fuera de casa, me marcho por
las ma�anas y vuelvo entrada la noche, suelo comer y cenar con clientes y todo
ello me obliga a desatender mas de lo deseable mi vida familiar, aun as� soy de
los que yo llamar�a cumplidores con determinadas "obligaciones conyugales", me
gusta el sexo y lo practico casi todos los d�as con mi esposa, desde luego estas
relaciones no son para mi, ni para Ana, mi esposa, todo lo reconfortantes y
placenteras que eran hace tiempo, como ocurre en casi todas las parejas, la
llama se debilita y parece que hacer el amor es mas un desfogue o un compromiso
que el placer que se debe buscar como culminaci�n a un amor completo.


Fruto de todo lo que ven�a narrando fueron mis primeros
escarceos cibern�ticos, jam�s me hab�a planteado ser infiel a mi esposa, la sola
idea de llegar a ello me daba aut�ntico p�nico, eso motiv� que ese placer lo
encontrara en alg�n rollo v�a Chat, enchufar la cam, masturbarte y adi�s, no m�s
compromisos ni problemas.


Llegu� a pensar que mi mujer me descubrir�a y eso pesaba en
mi conciencia y me llev� a todo lo que os paso a relatar tras esta prolija y,
seguramente, aburrida introducci�n.


A trav�s de diferentes salas de Chat de
infieles
llegue a contactar con mujeres realmente
dulces y ardientes, pura fantas�a, de los m�s variados lugares de Espa�a y
Am�rica, pero adem�s, a base de entrar siempre a las mismas horas, acabas
coincidiendo con las mismas personas, con las que llegas a tener una cierta
complicidad, me refiero en este caso hombres que buscan lo mismo que yo.


Esta confianza se fue haciendo cada vez m�s estrecha con un
casado como yo, de nombre Carlos de
37 a�os, residente en una ciudad a escasos
kil�metros de la m�a, ambos nos cont�bamos como nos iba y nuestros escarceos
sexuales con otras compa�eras de sala. Llegamos a tener mucha confianza y
comenzamos a hablar de nuestras esposas, de c�mo eran f�sicamente, de nuestras
relaciones, de su forma de hacer el amor, de la pasi�n perdida etc., sus
problemas eran id�nticos a los m�os (falta de tiempo y exceso de trabajo) y
tambi�n compart�amos temores (la posibilidad de ser descubiertos), lo que motiv�
que surgiera una mayor complicidad entre ambos.


Ninguno de los dos nos hab�amos planteado, ni remotamente, el
hecho de ser infieles en carne, llegar m�s a all� del cibersexo y por ello
comentamos la posibilidad de que esa fantas�a pudiera ser compartida por
nuestras esposas sin el previo conocimiento de ambas de nuestros planes, todo
ello motivado, seguramente, por el cargo de conciencia que ambos ten�amos por
nuestras "ciber-infidelidades".


Eso s�, delimitamos muy bien la frontera de lo que pod�amos y
no pod�amos hacer, las l�neas hasta donde llegar�amos con la mujer del otro con
el firme compromiso de no cruzar al otro lado, todo se basaba en el respeto
mutuo, en la confianza, deb�amos seducir a la mujer del otro pero como hasta ese
momento hab�amos actuado en nuestras aventuras, nada pasar�a de fantasear
mediante la escritura y la observaci�n del otro por la
web-cam
.


As� ambos compartimos las direcciones de Messenger de
nuestras esposas, a las dos les dir�amos lo mismo cuando nos preguntaran de
d�nde las obtuvimos, tratar�amos de seducirlas y practicar cibersexo con ellas,
eso s�, haciendo part�cipe al otro de los progresos diarios.


Todo iba bien, no despertamos sospechas en nuestras mujeres y
comenzamos un lento trabajo de seducci�n cibern�tica, ambas eran especialmente
reacias, o eso cre�a yo, seg�n me contaba Carlos,
su esposa era un aut�ntico t�mpano de hielo chateando, no perd�a jam�s la
compostura, introducir el tema del sexo era tab� en nuestras conversaciones, de
todo ello hac�a part�cipe a mi compa�ero de fatigas que me dec�a que a �l le
ocurr�a lo mismo con mi esposa. Incluso le insinu� que lo dej�ramos, que no
hab�a posibilidad alguna de llevar a buen puerto nuestros planes, manifestando
�l que nos di�ramos un tiempo y si sal�a mal cort�bamos.


As� seguimos, el me contaba que nada, que todo segu�a igual y
nada me pod�a hacer sospechar a m� lo contrario. Mientras yo segu�a con mis
escarceos en el Chat, con mayor o menor �xito dependiendo del d�a.


As� llegamos a un punto en el que, sin imagin�rmelo siquiera,
todo iba a cambiar para llegar al punto en el que me encuentro hoy.


Era un d�a como otro cualquiera de una semana m�s, todo
parec�a ir bien en general pero, como se suele decir, las casualidades nunca
vienen solas, hab�amos pasado el fin de semana en un apartamento que tenemos en
la playa en un lugar a escasos 35 minutos de nuestra residencia y yo, para
variar, me llev� trabajo.


Ya el lunes, al llegar al trabajo, repar� en que hab�a
olvidado un CD con el que hab�a estado trabajando todo el fin de semana. Llam� a
mi casa y nadie me atendi� por lo que decid� acercarme, busqu� y rebusqu� sin
�xito, reparando en que muy posiblemente lo habr�a dejado en el apartamento. La
informaci�n era muy importante y necesaria, el apartamento estaba cerca y decid�
ir hacia all� a buscar ese CD.


Tard� poco, a los 20 minutos me encontraba subiendo las
escaleras del coqueto edificio de apartamentos hasta el 2� izquierda, el de mi
propiedad, introduje las llaves para abrir y me di cuenta de que hab�a olvidado
dar esa segunda vuelta que asegura la puerta, me introduje en el apartamento y,
de repente, me pareci� o�r voces, con sigilo me acerqu� al dormitorio principal
y la visi�n que apareci� ante mis ojos me dej� completamente paralizado.


Mi mujer, completamente desnuda, estaba encima de un hombre
que le lam�a con cierto ansia su sexo, mientras mi esposa gem�a y jugueteaba con
el pene de su amante, un pene que se ve�a de especial grosor y tama�o.


Tal visi�n me dej� perplejo, pero empec� a reaccionar, no yo
de manera consciente, sino esa parte de los hombres a la que no se le pueden dar
�rdenes, mi sexo empez� a crecer en mi bragueta, ve�a a mi mujer disfrutar,
gemir, a la vez que lam�a la polla que ten�a asida con sus manos, la visi�n era
excitante, por un momento me olvid� de quien era mi mujer, de la relaci�n que la
un�a conmigo, pregunt�ndome quien ser�a el afortunado al que le estaba haciendo
una felaci�n. El pene entraba y sal�a de la
boca de Ana, llegaba a met�rselo entero en
la boca, sac�ndolo a continuaci�n, momento en que su lengua comenz� a recorrer
todo ese m�stil, bajando a los test�culos, todo el sexo del desconocido estaba
depilado por completo, mi mujer segu�a recorriendo con su lengua los test�culos,
baj� hacia el perin� y vi, con sorpresa, como su lengua acariciaba el ano del
amante, como tratando de abrirse camino.


La situaci�n me hab�a puesto a mil, todo me parec�a
excitante, hasta el pene que ve�a me parec�a apetecible, nunca imagin� una
situaci�n as�. Abr� la puerta por completo y fue en ese instante cuando ambos
repararon en mi presencia. Mi mujer en un est�pido gesto espont�neo de pudor,
trat� de tapar su desnudez mientras su amante hac�a un gesto con sus manos que,
en ese momento, mas parec�a que deseaba ponerse a rezar una plegaria.


Mi reacci�n creo que les desconcert� a ambos, les ped� que
siguieran, deseaba ver como follaban, ser espectador de tribuna para un
espect�culo que no ten�a precio.


Ante mi requerimiento, �l se lanz� sobre mi esposa, vi sus
labios recorrer el cuello de ella, sus hombros, bajar hasta los pezones, los
ricos botoncitos que, hasta ese momento s�lo hab�an sido m�os, �l le masajeaba
los pechos mientras rozaba con su pene el abdomen de
Ana
, la visi�n mejoraba a cada instante y mi excitaci�n crec�a y
crec�a. Mi pene se encontraba aprisionado en los pantalones y decid� desnudarme,
sent�ndome a posteriori en un sill�n para poder observar esa sesi�n de sexo
mientras me masturbaba.


�l continuo el recorrido de su lengua, baj� por los costados
de mi mujer que se sacud�a ante tal placer, llegando a esa entrepierna que
tantas veces hab�a sido m�a, mi mujer tiene un sexo digno de ser descrito puesto
que, coronado por unos escasos vellos en su monte de
Venus
, se puede observar como nace una rajita con unos labios mayores
perfectamente marcados que delimitan todo el contorno, apreci�ndose cuando son
abiertos el nacimiento de unos labios menores con un grosor que les hace parecer
jugosos, coronados por un cl�toris que, en el caso de mi mujer, si hace honor a
ese simp�tico nombre de lentejita, tal es su tama�o, aunque eso si, es
especialmente sensible a cualquier tipo de caricias. M�s abajo se puede apreciar
la entrada a esa dulce cueva del placer, una vagina especialmente estrecha y
acogedora, cuyos jugos har�an feliz a cualquier hombre que los degustara y que
ese desconocido estaba haciendo suyos.


Su amante aprovechaba las lamidas para juguetear con sus
dedos en la entrada de su vagina y ano, lugar vedado a mi persona desde que nos
conocimos, lamiendo tambi�n dicha entrada, penetrando levemente con la lengua.


Mi mujer, en un momento de respiro tras haber alcanzado su
en�simo orgasmo, al ver como me masturbaba, me hizo un hueco en la cama, lugar
en el que me tend�, esperando que ella se sentara encima m�a para poder
penetrarla. Lejos de ser esas sus intenciones, decidi� poner su sexo a la altura
de mi boca, conformando un 69 que, en esos momentos, colmaba mis aspiraciones.
Comenc� a lamerle su sexo con deleite, deseaba que tuviera un orgasmo r�pido en
mi tonta competici�n por demostrar que era capaz de dar m�s placer que nadie a
mi esposa, mientras ella comenzaba a lamer mi polla, mis test�culos y, como
novedad, mi ano, lo que me produjo una descarga el�ctrica que no pude ocultar.
Mi esposa sigui� lami�ndome la polla a la vez que, con un dedo, jugueteaba con
mi ano, tratando de entrar. Era la primera vez que me hac�a algo as� y era
especialmente placentero, si segu�a por ese camino, pronto estallar�a en un
orgasmo que sent�a llamar a la puerta de mi placer.


Mientras, el amante de mi esposa, al que yo no hab�a visto
aun llegar a un orgasmo, nos observaba desde atr�s. Yo estaba enfrascado en
darle a mi mujer el mejor cunnilingus de su
vida cuando le vi acercarse hacia el sexo de mi mujer con ese pene que, visto de
cerca parec�a tener unos 19 cm. pero con un grosor fuera de lo com�n, colocando
su glande en la entrada del sexo de mi esposa, restringiendo as� la zona a la
que yo dedicaba mi sesi�n oral. Comenz� a penetrar poco a poco, mi mujer ante
esa invasi�n de su vagina, reaccion� con m�s pasi�n en la
felaci�n
que me estaba dedicando, yo notaba cada vez m�s placer,
ten�a una polla junto a mi boca, entrando y saliendo del sexo de mi mujer que, a
su vez me estaba haciendo una mamada como nunca antes me hab�a hecho.


Seguimos en esa posici�n, el pene entraba y sal�a con cierta
violencia del sexo de mi mujer, los test�culos me golpeaban en la cara, la
situaci�n era novedosa para m� pero, lejos de desagradarme, me produc�an a�n
mayor excitaci�n, ya hab�a dejado de lamer lejos de la entrada de la vagina, mi
lengua rozaba sin problemas el pene del desconocido, sus test�culos y, a veces,
cuando sal�a del todo, el glande, deseaba lamerlo entero pero no me decid�a.


De repente, el amante de mi esposa comenz� a bufar, gritaba
que se corr�a, sus embestidas eran cada vez m�s violentas, entraba y sal�a de la
vagina de mi esposa que estaba completamente empapada, disfrutando por partida
doble, el sonido era peculiar, una suerte de "chof, chof" que me resultaba de lo
m�s excitante, de repente �l se par�, con mi mano derecha le agarr� la base de
su pene y comenc� a sentir como se contra�a y dilataba expulsando su semen en el
interior de la vagina de mi esposa. Era incre�ble, nunca antes nadie, excepto yo
mismo, hab�a eyaculado en ese lugar, era superior a mi, segu� lamiendo mientras
sent�a como mi mujer alcanzaba un nuevo orgasmo, el pene del hombre sali� del
sexo de mi esposa con el sonido de un corcho en una botella, lo lam� brevemente,
deleit�ndome con mi primer pene ajeno al m�o, centr�ndome en el sexo de mi mujer
que chorreaba de semen del invitado y sus propios jugos, dando cuenta de ambos a
la vez que yo alcanzaba el mayor orgasmo que nunca hab�a logrado, yo ten�a mi
boca llena del semen de un desconocido y mi esposa del m�o. Se levant� de encima
de mi cuerpo y puso su boca sobre la m�a compartiendo ambos el semen que
ten�amos en nuestras bocas. Ella se separ� de m� y, mir�ndome a los ojos con
especial ternura, me dijo "TE AMO".


Para m� fue suficiente, le dije que lo que hab�a ocurrido no
pod�a significar otra cosa que estar m�s unidos y encontrar la pasi�n perdida
por los a�os de matrimonio, as� la infidelidad de mi esposa logr� abrirnos unos
caminos inexplorados que, la falta de comunicaci�n entre ambos, nos imped�a
abrir.


Los tres nos metimos en la ducha, ya sin pudor acarici� por
primera vez un pene que no era el m�o, volvimos a hacer el amor los tres y nos
despedimos con un "muchas gracias Carlos",
hab�a incumplido nuestro compromiso pero salvado mi matrimonio.-




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Relato: Exquisita infidelidad
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