Relato: Buenos vecinos (02: Todos escuchan a Carmelo)





Relato: Buenos vecinos (02: Todos escuchan a Carmelo)

Buenos vecinos II � Todos escuchan a Carmelo.




Carmelo puso un pollo en el horno, y se puso a preparar su
famosa tortilla para cuatro. Ni escuch� cuando Ignacio sali� de su ba�o envuelto
en una toalla para despu�s meterse en su cuarto. Ignacio estaba agotado f�sica y
an�micamente. Sin apagar siquiera la luz, se recost�, afloj� un poco el nudo de
su toalla, y qued� profundamente dormido.


M�s tarde, Carmelo ya hab�a dispuesto la mesa, el pollo
estaba casi listo, y faltaba el �ltimo paso para la tortilla. Lleg� entonces
Felipe, con cuatro botellas de buen vino. Ambos se dirigieron a la cocina, donde
estuvieron charlando y bebiendo. En eso estaban cuando de pronto apareci�
Ignacio.


-�Hombre, qu� siestita te has echado! �Has descansado?


-S�, Carmelo, creo que me he desmayado... lo digo en sentido
figurado, Felipe, no te asustes.


-�Ah, ya me parec�a! � contest� Felipe acerc�ndole una copa
de vino.


Ignacio se acababa de levantar y a�n llevaba solamente la
toalla anudada a la cintura. Su piel tostada por el sol, contrastaba con lo
blanco de la toalla. No era musculoso, pero s� bien definido en todas sus
formas, armoniosas y generosas. Felipe repas� su figura disimuladamente,
mientras Carmelo miraba de soslayo y sin ser visto el bulto que se meneaba tras
la toalla. Su miembro era, ciertamente, algo perturbador. Ignacio ech� cuenta de
que estaba semidesnudo y quiso disculparse:


-Perd�n, no me he dado cuenta de que estoy casi en pelotas.
Ir� a vestirme.


-�Vestirte? � dijo Carmelo casi indignado � Pero Ignacio,
qu�date como est�s, si eso te sienta c�modo. Por nosotros, no tienes ni que
molestarte.


-Claro � continu� Felipe � si adem�s hace mucho calor.


-Y estaremos entre hombres, as� que al co�o con las
formalidades.


-Bueno, al menos, me voy a poner algo encima� intent� decir
Ignacio.


-Qu� pes�o eres � insisti� Carmelo � hombre, que est�s
en tu casa. Anda... t�mate otra copa de vino.


No se pod�a contrariar a Carmelo. Entre Ignacio y Felipe se
miraron entre gui�os, como corroborando esto. Tan jocosos estaban que apenas
pudieron escuchar que llamaban a la puerta. Hab�a llegado el cuarto invitado:
Pipo, un joven de unos 25 a�os con una eterna y seductora sonrisa y la luz de su
juventud en sus claros ojos. Vest�a traje y corbata, y tra�a un malet�n que
Felipe tom� y acomod� en una silla, junto con la chaqueta de Pipo.


-�Hola a todos!, perdonen si llegu� un poco tarde es que....


-Es que nada, �T� te crees que mi tortilla puede esperarte
hasta que t� te dignes a aparecer por aqu�?


-Si � dijo entre risas Pipo.


Todos rieron, viendo como Carmelo tomaba en broma a Pipo con
las manos al cuello entre gestos exagerados y c�micos.


-�Ah, ven aqu�, gilipollas...! �Miren qu� guapo se me ha
puesto este chaval!, �cada vez est� m�s chulo!� dec�a Carmelo a la vez que lo
atra�a a s� paternalmente, lo sosten�a entre sus musculosos brazos y lo
despeinaba a prop�sito.


Mientras esto ocurr�a, Felipe le explicaba a Ignacio que
Carmelo sent�a un especial afecto por Pipo, como si se tratara del hijo que
nunca hab�a tenido. Era evidente. Entre ellos exist�a un singular aprecio. Se
gastaban bromas, se re��an, dialogaban atentamente, y disfrutaban de un contacto
f�sico totalmente parental.


-Pipo, te presento a Ignacio, el nuevo vecino del 4� piso �
dijo Felipe.


-Ah, mucho gusto, Ignacio. Bienvenido al edificio � dijo
Pipo, y al ver que Ignacio llevaba solo una toalla, se anim� a decir entre
risas: - �Siempre vas as� a todas las reuniones?


Carmelo le propin� un suave pero contundente coscorr�n en la
cabeza.


-Eres un insolente � dijo Carmelo, como quien se babea con la
gracia de su ni�o.


-Bueno, Pipo � contest� Ignacio � la verdad es que por el
momento soy el hu�sped de Carmelo, y como tom� un ba�o...


-S�, claro... ya s�... pero no quiero saber los detalles �
ri� Pipo, por lo cual recibi� otro coscorr�n a�n m�s fuerte de Carmelo - �Ay!,
�Que eso duele, Gallego...!


-Esa era exactamente mi intenci�n, so capullo, que te
doliera... pero bueno, vamos, que la comida ya est� lista. Todos a la mesa.
Joder, qu� calor. Mira, Ignacio, para que no te sientas inc�modo, ver�s lo que
har� � y dicho esto, Carmelo se quit� la camisa, quedando con el torso desnudo.


Pipo y Felipe se miraron, y ambos hicieron lo mismo. Los
cuatro hombres se sentaron a la mesa sin la incomodidad de tener que soportar el
calor de la ropa, al menos de la cintura para arriba. Pipo ten�a el cuerpo de un
joven que hab�a trabajado sus m�sculos. Horas de gimnasio hab�an modelado sus
pectorales y �l sabi�ndolo, hac�a algo de alarde por ello. Una fina capa de
vello daba mejor contorno a sus formas. El vello era muy abundante en sus axilas
y a partir de su ombligo, perdi�ndose m�s all� de sus pantalones. As� como Pipo
ten�a esa seguridad casi exhibicionista sobre s� mismo, Felipe era todo lo
contrario. Al principio se sinti� un poco inhibido, cosa que fue desapareciendo
gracias a la confianza que sent�a entre sus amigos. Su timidez era infundada,
pues Felipe ten�a un cuerpo que cualquier persona querr�a mostrar. Como Carmelo,
tambi�n era muy peludo. Pero su pelo era casta�o oscuro. De barba tupida, su
pecho aparec�a como un manto de oso en el que se perd�an los rastros de la piel
blanca. Apenas se vislumbraban los dos carnosos pezones entre su espesa selva.
Carmelo mir� a todos sus invitados, y el �nico que resaltaba por su pecho
blanco, sin rastros de pelos, era Ignacio.


Todos comieron, brindaron, volvieron a comer, y volvieron a
brindar, en medio de charlas cruzadas y continuas en las que se contaron un poco
las cosas de su vida. Ignacio estaba tan a gusto que hasta se hab�a olvidado de
que su mujer lo hab�a echado de la casa hac�a unos d�as. Fue as� que cont� su
vida. Era arquitecto y ten�a un estudio montado junto con un socio. El mismo que
le hab�a ofrecido vivir en su casa por unos d�as. Ignacio interrumpi� el relato
justo ah�, cuando tuvo que irse de la casa de su amigo, pero sin querer aclarar
porqu�. Carmelo era el animador de la reuni�n. Enseguida uno pod�a sentirse muy
c�modo en su compa��a, y era evidente que ten�a dotes de l�der. �l ya hab�a
contado algo de su vida a Ignacio, por lo cual dej� paso a Pipo, su "chaval",
como �l sol�a llamarlo. Pipo estudiaba Ciencias Econ�micas, pero por lo pronto
se ganaba la vida como empleado en un estudio contable. Estaba de novio desde
hac�a dos a�os, con una compa�era de estudios. Viv�a solo, desde hac�a unos
a�os, independizado de sus padres que viv�an en el interior del pa�s. De ah� que
�l se sintiera casi "adoptado" por Carmelo, que cumpl�a verdaderamente las
funciones de un padre presente en todo momento. Felipe por su parte, era
kinesi�logo. Era un tipo tranquilo y bastante contemplativo. Su matrimonio le
hab�a dejado tres hijos que �l adoraba, pero que no ve�a con tanta frecuencia
como �l hubiera querido.


Cuando terminaron la cena, siguieron los caf�s, los tragos, y
los temas, que daban paso a sentirse cada vez m�s distendidos y en confianza.
Carmelo y Pipo hab�an pasado a sentarse en el largo sof�. Mientras Felipe se
hab�a apoltronado en otro sill�n e Ignacio sobre la c�lida alfombra. Todos
quisieron escuchar a su nuevo vecino. En parte por curiosidad, y en parte por
una natural solidaridad hacia alguien que no la ha pasado nada bien. Ignacio
habl� de su mujer, contando tambi�n como paulatinamente se hab�an alejado.


-A�n la amo � dijo � y todav�a no puedo creer que no estemos
juntos.


-S�. No podemos vivir sin ellas, eso es indiscutible � dijo
Felipe, fumando muy despaciosamente.


-Pero a todo te acostumbras � dijo Carmelo, con la mirada
lejana � cuando menos lo esperas, hay algo que te hace seguir, como si se
tratara de un motor interno.


-Yo tambi�n am� a mi mujer, much�simo � dijo Felipe.


-�Y porqu� te divorciaste? - pregunt� Pipo


-Bueno, mir�... creo que en parte se debi� a fallas m�as.
Porque en ese momento, comprend� que no estaba seguro con cosas de mi propia
vida. No hubo otra mujer. Pero s�, los deseos de tener otra relaci�n o... de
probar c�mo ser�a mi vida sin ella.


-Pero si la amabas... � interrumpi� Pipo � no te
entiendo...yo estoy muy enamorado, y s� que es mutuo. No puedo pensar en estar
con otra mujer.


Carmelo mir� a Felipe, y de pronto comprendi� que en
realidad, �l no estaba diciendo algo demasiado diferente que lo que sent�a Pipo.
Pero prefiri� no decir nada, y seguir escuchando.


-�La extra�as? � pregunt� Ignacio.


-A veces s�. A veces quisiera volver con ella. Pero tambi�n
comprendo que eso fue una etapa que ya est� cerrada. Adem�s ella rehizo su vida
sentimental.


-�Tan r�pido?, pero ella �ya estaba con otro hombre? �
pregunt� Ignacio


-No, no, nunca estuvo con otro hombre mientras estuvo casada
conmigo. Pero �qui�n hablo de otro hombre?. Me he enterado de que est� en pareja
con una mujer.


Ignacio se qued� mudo, con los ojos muy abiertos. Los otros
tres amigos ya conoc�an esto, claro.


Carmelo sigui� mirando al vac�o, y Pipo se acomod� como un
ni�o acerc�ndose a �l. Carmelo lo recibi� naturalmente, y abri� sus brazos,
situando la cabeza de Pipo sobre su propio pecho. As� se quedaron mientras
Carmelo dec�a:


-Las mujeres son casi un misterio para nosotros.


-Son tan lindas, que es comprensible que se atraigan entre
ellas- le contest� Pipo.


-Pues s� lo son, �verdad, chaval?. Yo ya hace bastante tiempo
que no me follo a ninguna, claro... eso lo debes saber t�, y de sobra. Creo que
ya me he olvidado de lo que se siente hacer el amor varias veces a la semana.


-Ay, Gallego, �hacerlo varias veces? �A la semana?... no me
hagas re�r...


-�Qu� quer�s decir? � le pregunt� Felipe


-Quiero decir que hace semanas que mi novia est� rara. Anti
sexo total. �Entienden?


-S�, lo entiendo � dijo Ignacio � mi mujer pasaba por esas
�pocas. Y los hombres necesitamos coger casi todos los d�as. Es algo que tal vez
nos desencuentre con las mujeres. Es como si ellas buscaran un contacto m�s
delicado, como un sexo sutil, sin la intensidad del coito.... un acto sexual...


-�Pero sin sexo! � grit� Carmelo - �vamos!, que ya conozco
eso, claro... "que me duele la cabeza", "que me vino la regla", "que estoy
sensible", que.... anda.... a la puta madre que las pari�...


Todos volvieron a re�r. Y Pipo continu� lo que hab�a empezado
a decir:


-Pues yo no entiendo porqu� Susi me est� rechazando. Mi novia
es incre�ble en la cama. No tiene ning�n problema en hacer de todo. Tenemos sexo
oral, anal, probamos varias posiciones, hasta.... hasta.... � y se detuvo, un
poco avergonzado.


-�Qu�?, �Qu� m�s hab�is probado? � pregunt� Carmelo, sabiendo
que a �l solamente le contestar�a semejante pregunta.


-Bueno, la verdad es que...


-Vamos, Pipo, estamos en confianza � le aclar� Ignacio
sirvi�ndose otra copa de vino � mir�, hasta podr�amos decirnos nuestras m�s
grandes miserias.


-No, no es una miseria. Se trata de algo que no s� bien si es
correcto o no. Pero, bueno, de lo que estoy seguro es que me da mucho placer �
dijo Pipo.


-�Y qu� es eso, hijo? � pregunt� Carmelo


- Pues, bueno. Hace unos meses, compramos un gran consolador,
y lo hemos probado en distintas ocasiones. Hasta que un d�a, ella me propuso
probarlo conmigo. � dijo Pipo, con un tono rojizo en su rostro.


-Ay, chaval, que eso es muy com�n. �O no sabes que los
hombres tenemos mucha sensibilidad en el ano?


-Claro, lo s�. Pero los hombres homosexuales.


-Los homosexuales son hombres tambi�n, bobo � le dijo
cari�osamente Felipe, que estaba sinti�ndose cada vez m�s sincero y libre de
decir lo que le pasaba por su mente y por su interior.


-Pero eso me ha confundido mucho, porque ella me meti� casi
todo ese pedazo de pija en mi culo, y yo, realmente lo confieso, debo decir que
me gust�, y mucho. Eyacul� como nunca, y el placer fue inmenso.


-Mira � le dec�a Carmelo, siempre tom�ndolo afectuosamente
por los hombros � en el ano, como en el pene, tenemos miles de terminaciones
nerviosas, y adem�s, tenemos algo que las mujeres no tienen: la pr�stata, una
fuente inagotable de nuevas sensaciones. Joder, es como dijo un amigo m�o: "no
quisiera morirme sin probar una buena polla por el culo". Y amigos, os dir� que
la verdad es que a m� me apetecer�a tambi�n.


Todos se miraron asombrados, y despu�s miraron a Carmelo.


-�Qu� pasa? �Dije algo tan terrible? �O es que me vais a
decir que ninguno de vosotros ha experimentado alguna experiencia de ese tipo?


-�Pero qu� est� diciendo? � pregunt� Ignacio mirando a
Felipe, que sonre�a como quien comprende todo a la perfecci�n.


-�Vos nos est�s preguntando si hemos tenido alguna
experiencia homosexual? � dijo Pipo.


-Bueno... me refer�a a sentir una penetraci�n por el culo...
pero... ya que lo preguntas... s�, s�, os preguntar� sobre eso, porque, joder,
es que todo hombre ha tenido alg�n rollo homosexual... �o no? � y cuando dijo
esto �ltimo, se qued� mirando significativamente a Felipe.


-Pues yo no he tenido ninguno � contest� Ignacio


-Yo tampoco � dijo Pipo.


-�Pues yo s�! � asever� tranquilamente Carmelo.


-�Gallego! ��Vos?? � se alej� casi instintivamente Pipo.
Felipe ri� a carcajadas, mientras Ignacio estaba estupefacto.


-�S�, yo!. Tu Carmelo. Vamos, es que no puedo creer que
vosotros se�is tan hip�critas de no reconocer ning�n incidente homosexual que
hay�is tenido en vuestra ni�ez, juventud, o la semana pasada...


Todos bajaron la mirada, menos Felipe. Se sent�an un poco
inc�modos, a la vez que en realidad estaban repasando toda su vida ... pero de
otra manera.


-�Y c�mo fue esa experiencia, Gallego? � pregunt� Felipe,
cada vez m�s animado.


Carmelo se acomod� mejor en su sof�, y mientras se acariciaba
entre los pelos de su pecho, comenz� diciendo:


- Fue en Espa�a. Ten�a 30 a�os. Trabajaba en una empresa y mi
jefe era un t�o al que le ca�a muy bien. Demasiado bien, dir�a yo. Pues un d�a
me comision� un trabajo por el cual yo tuve que quedarme despu�s de horario
porque deb�a estar listo al d�a siguiente. En la empresa solo hab�amos quedado
�l y yo. Y ser�an como las once de la noche. Por fin, cuando hab�a terminado
aquel puto trabajo, sub� hasta su oficina para dejarlo en su escritorio. Cuando
me dispuse a entrar, vi que la puerta estaba abierta. Entr� sin golpear, ya que
no hab�a nadie en el escritorio. Como en todos los despachos de los altos
gerentes de esa empresa, hab�a una dependencia anexa con un dormitorio, cocina y
ba�o. La luz estaba encendida y la puerta del anexo abierta. Dije t�midamente:
"Se�or Iglesias, �est� Ud. ah�?". No recib� respuesta. Me asom�, y entonces
sucedi�. Mi jefe estaba en el dormitorio. Enseguida pens� en largarme, pero algo
me detuvo, y por nada del mundo quer�a dejar de observar lo que ten�a ante mis
ojos. Apenas sentado sobre un mueble, de espaldas a un espejo, estaba el Se�or
Iglesias completamente desnudo. En ese momento, por primera vez, supe que hab�a
algo en �l que no dejaba de atraerme. Hab�a trabajado a�os en la misma empresa,
y solo esa noche, y en ese instante, me fijaba en la persona del Sr. Iglesias.
Ten�a un cuerpo... que, vamos... como esos t�os que se ven en las pelis pornos.
Era un poco mayor que yo, pero el guarro estaba muy bien f�sicamente hablando.
Estaba con las piernas abiertas. Y os juro que a pesar de nunca haberme fijado
en ning�n hombre, dese� con todas mis ganas poder experimentar la sensaci�n de
tocar ese cuerpo desnudo. Su polla que se apoyaba pesadamente sobre sus huevos,
era larga, y parec�a tan suave como amenazante. Rodeada de muchos pelos negros,
que la hac�an m�s atractiva. �l se miraba a s� mismo, se tocaba las tetillas o
se pasaba las manos por el pelo. Yo no pod�a ni moverme. Entonces �l, que
obviamente me estaba esperando, alz� su vista y me mir� directamente a los ojos.
Con esa mirada, me invit� a entrar. Y yo, a�n con los expedientes en mi mano,
entr� lentamente, sin dejar de mirarlo. Me aproxim� a �l y me qued� a dos metros
de su persona. En silencio, pero sin dejar de mirarme, mi jefe se incorpor� y se
puso de pie. Por el espejo pod�a ver su culo. Dio un paso y vi como tomaba su
miembro a�n blando entre sus manos. Acarici� el tronco lentamente.... y pasaba
las manos por esos huevos peludos. �Ah! Yo quer�a tocar esos huevos. Esa piel
tan suave, tan sensual. Su polla pronto qued� totalmente erecta. �Qu� polla! La
recuerdo largu�sima. Yo estaba at�nito, sin poder hacer nada. As� que por fin,
�l me dijo: "Ven, Carmelo...".


(Contin�a en Buenos vecinos III)


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