Relato: El Inquilino (2)





Relato: El Inquilino (2)

EL INQUILINO (2)



Por: Incestuosa



Cap. III



El d�a amaneci� lluvioso y fr�o, y el hirviente caf� que
degust� por la ma�ana no me pudo calentar el cuerpo. Sin embargo, aquel h�medo y
gris amanecer, totalmente privado de sol y de alegr�a, no fue suficiente para
que, al venirme a la mente los frescos recuerdos de las trepidantes peripecias
que mi ardiente inquilino me hab�a regalado la noche anterior, se me volviera a
tensar la polla como hac�a tantos a�os no me suced�a.



Yo estaba francamente at�nito ante las inesperadas reacciones
que la parte baja de mi pubis me manifestaba tan patentemente y que, como ya he
dicho, hab�an sido para m� como cosa perdida. Mas ten�a que volver a reconocer
que, a�n cuando no quer�a aceptarlo del todo, aquellas visiones prohibidas, de
hecho, hab�an venido a despertar de su letargo a mi viejo p�jaro muerto.



Mientras pensaba todo eso, escuch� de pronto el ruido de la
puerta de mi inquilino cerrarse. Vi mi reloj y comprob� que era a�n demasiado
temprano para que �ste fuera a su trabajo. Un poco extra�ado, quise asomarme por
la ventana para asegurarme de ello.



Descubr� que Juan, con una mochila colgada al hombro, se
detuvo frente a la casa, bajo la prudente protecci�n de un paraguas. Sin
abandonar mi posici�n observatoria y sin dejar de sorber de mi taza, esper� para
ver lo que hac�a.



Pocos minutos despu�s un taxi se detuvo y Juan lo abord�
apresuradamente, dici�ndole al conductor:



-�Pronto, a la estaci�n de autobuses, que casi es la hora de
salida!



O�r lo que mi vecino le ordenaba al ch�fer del taxi me
extra�� mucho, sobre todo al recordar que hac�a apenas un par de d�as hab�a
salido de la ciudad. �Tendr�a acaso mi inquilino que atender alg�n asunto
urgente? �Regresar�a dos d�as despu�s, como lo hab�a hecho la �ltima vez? �Se
llevar�a consigo la caja con el mu�equito de sus amores?



Esta �ltima pregunta me sobresalt�. Sin dejar de mirar a
trav�s de la copiosa lluvia hacia la acera, volv� a imaginar la silueta de Juan
bajo el mojado paraguas. Record� en seguida que s�lo llevaba una mochila
peque�a, y que sin duda no cabr�a dentro la caja.



-�Bah! Soy un tonto -pens�- al comprender que le hubiera sido
muy f�cil sacar el objeto y llev�rselo doblado dentro de la maletilla.



Me retir� de la ventana y fui a sentarme c�modamente sobre el
sof� con mi humeante caf� en la mano. Abr� un libro y me dispuse a leer,
tratando de olvidar el incidente. Como hac�a todos los d�as, sol�a matar el
tiempo leyendo por horas y horas. Y esa ma�ana en particular, tan fr�a y
desagradable para mi vieja osamenta, deseaba hundirme en la lectura, para poder
olvidarme del g�lido ambiente que tanto me afectaba.



Con el paso del tiempo, y despu�s de dar cuenta de un frugal
desayuno, quise retirarme a mi habitaci�n con la intenci�n de dormir un poco
bajo las calientes cobijas de lana. Despert� horas despu�s con el pene medio
endurecido. �Hab�a estado so�ando con las im�genes de Juan, disfrutando desnudo
sobre su cama, y regocij�ndose con furor con su inflable amiguito de juegos!



Una vez m�s constataba el poderoso efecto que las andanzas de
mi vecinito produc�an en mi libido, ahora ya no tan dormida como antes. Todo
aquello era incre�ble. Despu�s de haberme pasado tantos a�os en una abstinencia
fortuita, al no encontrar respuesta en mi viejo pito; ahora �ste, como el ave
f�nix, renac�a de sus propias cenizas.



Sin pararme de la cama, cavil� un buen rato sobre las nuevas
posibilidades de todo aquello que casualmente me estaba sucediendo. Bien sab�a
que no deb�a desaprovechar aquella oportunidad que la vida me ofrec�a para
volver a disfrutar de las voluptuosas sensaciones que volv�an a manifestarse en
mi viejo cuerpo.



No sab�a en realidad cuanto durar�a todo aquello; sin
embargo, pensaba que eso era lo de menos. De cualquier manera yo ya hab�a
perdido las esperanzas de tener una erecci�n, y ahora que aquel prodigio se
estaba logrando, ten�a que disfrutarlo de la mejor manera.



No deseando perder m�s tiempo, me abrigu� lo m�s que pude y
me dispuse a visitar a mi viejo amigo y confidente. Nada le hab�a contado a�n de
todo esto al viejo Rodrigo, pero consider� que ya era hora de que supiera lo que
me estaba ocurriendo.



Habiendo tomado un taxi, pronto llegu� a su departamento.
Rodrigo, al igual que yo, tambi�n era viudo. Hab�amos trabajado juntos en la
misma compa��a y ambos nos hab�amos jubilado casi al mismo tiempo.



Nuestra amistad era aut�ntica y sincera, y con el paso de los
a�os, ambos encontr�bamos en el otro al amigo y confidente de nuestros achaques.
Rodrigo me abri� la puerta completamente abrigado y me dijo espantado:



-�Pero Mart�n! Si sigues haciendo estas barrumbadas te
helar�s como una paleta.


-No te creas, viejo carcamal �le respond� sonriendo- A�n
puedo aguantar estas fr�as tormentas y el dolor de huesos�jajajajaja.



Mi viejo amigo se ri� a carcajadas por mi ocurrencia.
R�pidamente me hizo pasar y en seguida se hizo de la botella de co�ac que
sol�amos degustar cuando lo visitaba. Sentados sobre los viejos sillones de
cuero, comenzamos a charlar gustosos de encontrarnos de nuevo. Aunque en el
fondo, yo sab�a que Rodrigo se estaba preguntando la raz�n de mi inesperada
visita. Fue por ello que, no aguantando m�s la curiosidad, me espet�:



-Y bien, amigo �No me vas a decir de una vez por todas qu� es
lo que buscas por aqu� en este d�a tan lluvioso? �Acaso tienes alg�n problema?



Beb� un sorbo de licor y lo mir� largamente. En seguida quise
ir al grano.



-No ning�n problema, viejo amigo. Lo que sucede es que quer�a
contarte las cosas que me han sucedido �ltimamente. Es algo realmente incre�ble.


-Pues desembucha ya, que me tienes alterado con todo esta
espera. �me dijo ri�ndose-


-Si, lo har�. S�lo te pido que me escuches sin interrumpirme.


-Adelante, hombre.



Comenc� a relatarle a mi amigo, con lujo de detalles, todos
aquellos extra�os sucesos que hab�a estado viviendo los �ltimos d�as, sin omitir
un s�lo punto. Desde luego, hice especial �nfasis en los dulces efectos que
estaba experimentando en mi pito a causa de las visiones, lo cual sin lugar a
dudas lo sorprendi� gratamente.



Yo ya me esperaba esa reacci�n, sobre todo porque entre �l y
yo no hab�a secretos. Ambos nos hab�amos confiado desde hac�a tiempo la mutua
imposibilidad de volver a tener sexo por causa de nuestra vejez, y por esa raz�n
nos conform�bamos ahora con tener aquellas agradables y reconfortantes pl�ticas
de tarde en tarde, recordando con frecuencia algunas de nuestras peripecias de
juventud en ese sentido.



Sin salir de su asombro y con cierto aire de incredulidad,
Rodrigo me interrog�:



-Dime una cosa, amigo. �Crees t� que podamos tener acceso al
dormitorio de ese inquilino tuyo?


-Mmmm�pues no lo se. La �nica llave que ten�a se la he dado a
�l.



Mi viejo amigo se qued� pensativo unos instantes, para
despu�s decirme con firmeza:



-Pero bien que podr�amos probar con algunas de las m�as.
Quiz�s la vieja cerradura ceda si insistimos.



Ante su �ltima frase, yo le pregunt� temeroso:



-�Qu� es lo que tratas de decirme, Rodrigo? �Quieres acaso
que violemos la intimidad de mi inquilino?


-Por supuesto. De eso estoy hablando.


-Ah, no. Eso no.


-�Por qu� no, viejo tonto?


-Porque no estar�a bien.


-Mira, mi apreciado amigo. Despu�s de todo lo que me has
contado, no quiero por nada del mundo perderme esta oportunidad. �Comprendes lo
que quiero decir?



Me lo qued� mirando fijamente. Al punto comprend� que el
viejo Rodrigo, al igual que yo, deseaba aprovechar quiz�s la �nica ocasi�n de su
vida para volver a sentir un empalme. Fue por ello que, haciendo a un lado mis
prejuicios, asent� dici�ndole:



-Est� bien�est� bien. Pero tenemos que ser muy cuidadosos. Si
don Juan se da cuenta de lo que hacemos, dejar� de rentarme la pieza. Y t� sabes
que eso me ha resuelto algunos problemas econ�micos, amigo m�o.


-No te preocupes, Mart�n. Jam�s lo sabr�, te lo aseguro.


-Bien. �le dije- Y ahora �C�mo procederemos?


-T� d�jamelo a m�. Yo me encargar� de todo. �respondi�
Rodrigo con una extra�a sonrisa en los labios.


-�Lo haremos hoy mismo?


-Claro, viejo cascarrabias. �Qu� esperabas? Es mucho mejor
aprovechar la ausencia de tu inquilino. Seguro que no regresar� hasta ma�ana.


-Si�.creo que tienes raz�n.


-Y mira que ser� mejor esperar a que se haga de noche.
Afortunadamente el d�a se presta para eso. Con tanto fr�o, no creo que nadie
est� en la calle despu�s de las siete de la tarde.


-Bien pensado �le respond�- comprendiendo que el viejo
Rodrigo pensaba lo correcto.



Cuando el reloj marc� las siete, nos abrigamos y dejamos el
departamento. Tomando un taxi nos dirigimos hacia mi casa. Esperamos a que el
autom�vil se alejara y entramos en mi casa. Antes de hacer otra cosa, mi amigo
me pregunt�:



-Bueno, viejo caliente, ahora mu�strame el agujero que
hiciste.


-�A�n no me crees del todo, verdad? �le contest� riendo-


-No. Al contrario. Pero quiero cerciorarme de la vista que
tienes hacia el cuarto de tu cachondo vecinito.



Lo llev� hasta la pieza vac�a y le mostr� el orificio entre
las tablas. Mi viejo amigo, haciendo un esfuerzo, se arrodill� sobre el piso y
peg� su cara a las tablas. Poco despu�s se levant� y me dijo.



-Excelente vista�.sencillamente excelente, viejo come a�os.


-Jajajaja�s� �le dije- Ya veo que te gusta lo que has visto
�No?


-Bueno, debo confesar que s�. Aunque no se ve muy claro por
la falta de luz. Pero debo reconocer que escogiste el mejor punto de la pared
para hacer el agujerito.


-Eso s�. Soy bueno calculando �le sonre�-


-Eres un pinche viejo caliente. Eso es lo que eres. Y yo
tambi�n lo soy, �Puta madre! �contest� carcaje�ndose con ganas.



El ambiente entre los dos siempre hab�a sido as� de festivo.
Rodrigo, a pesar de la edad, era un tipo con un excelente sentido del humor. Por
eso lo frecuentaba, porque siempre que me sent�a s�lo, �l se encargaba de
hacerme re�r y ver la vida de otra manera.



-Bueno, Mart�n�ahora s�. Probemos las llaves. �me dijo de
pronto-



Sacando de su abrigo un viejo llavero lleno de llaves, me lo
mostr� sonriendo y me coment�:



-Anda, vamos. Ahora s� que no debe verse nada all� afuera.


-Si, vamos.



Salimos a la calle. El viento fr�o y h�medo nos cal� los
huesos. Avanzamos por el corredor de madera y llegamos a la puerta de la
habitaci�n de Juan. Mi viejo amigo ech� mano del llavero y comenz� a probar las
llaves una a una, mientras yo vigilaba atento hacia la calle. Para fortuna
nuestra, no se divisaba un alma.


El viejo Rodrigo hac�a su labor con manos temblorosas,
volteando a verme de vez en cuando con una sard�nica sonrisa en los labios.
Media hora despu�s, escuch� el grito de mi amigo que me dec�a:



-�Albricias, Mart�n! Ya estuvo.



Vi cuando la hoja de la puerta se abri� y mi amigo, tom�ndome
de la mano, me inst� a que me introdujera tras �l. Cerrando la puerta por
dentro, el viejo Rodrigo me coment�:



-�Vaya! Fue m�s dif�cil de lo que pens�.


-Si �le respond�- Pens� que no lo lograr�as.


-Bien, pues ya estamos aqu� �dijo �l quit�ndose los guantes-
Ahora, busquemos esa cosa que me dijiste.



No fue dif�cil para m� hallar la caja, pues esta se
encontraba en el mismo sitio donde la hab�a visto. Indic�ndole a mi amigo el
ropero, le dije:



-All� la tienes. No tienes que buscar tanto, viejo cachondo.


-Oh, qu� alegr�a �dijo Rodrigo, buscando r�pidamente una
silla y acerc�ndola al armario.



Luego de subirse y tomar la caja, le ayud� a bajar de la
silla. R�pidamente nos dirigimos hacia la cama. Temblando m�s por la ansiedad
del momento que por el fr�o, por f�n logramos destapar aquel objeto de cart�n.



En seguida apareci�, como por arte de magia, el artilugio
aqu�l, doblado cuidadosamente en su interior. Tom�ndolo entre sus manos, Rodrigo
lo sac� y lo extendi� sobre el colch�n. De inmediato pudimos admirar aquel
pedazo de hule duro que sobresal�a entre el aguado pubis del mu�eco.



-�Vaya con el tipo! �dijo mi amigo- Pero mira nada m�s que
pedazo de polla tiene esta cosa.


-�Te gusta? �le espet� bromeando-


-Oh s�, claro que s� �me contest� con una carcajada- Yo har�a
maravillas con algo as�, pero colg�ndome de mi entrepierna, carajo.


-A ver�d�jame verle la boca�y tambi�n el culo �dije ansioso
por descubrir los dos agujeros donde hab�a visto hundir la pija a Juan-



Al desdoblar el gui�ol pude sentir la tersura del material
pl�stico del que estaba hecho. Era una suerte como de vinil aterciopelado en
color carne, delgado pero muy resistente, mucho m�s flexible que el que se
utiliza para fabricar sillones y chamarras.



Busqu� apresuradamente en la parte superior de la cabeza, y
descubr� la abertura que le serv�a de boca. Luego le d� vueltas y me di a hurgar
en su trasero, hallando el hueco aquel donde mi caliente inquilino se hab�a
vaciado la noche anterior.



Ciertamente la cabeza era movible, inserta dentro de un
material duro sobre el cuello que le serv�a de base. De �ste mismo material
estaban hechos los huevos, que era en realidad un dep�sito provisto con una
rosca lo bastante apropiada para verter dentro de ella cualquier l�quido.



Vi que el viejo Rodrigo me miraba absorto, sin creer a�n lo
que sus ojos ve�an. Acerc� sus manos al peque�o pivote cerrado y lo destap�.
Luego me dijo:



-Qu� ingenioso aparatito, viejo amigo. Por aqu� se le infla
�No es as�?


-Exacto. �Qu� listo eres, amigo m�o! �le respond� en broma-



Sonriendo por mi ocurrencia, Rodrigo levant� el objeto
inanimado y lo acerc� a su boca, comenzando a resoplar dentro de �l.



-�Cuidado! �le dije entre risas- No te vayas a quedar sin
pulmones.



Sin hacer caso de mis palabras, mi amigo continu�
esforz�ndose en llenar aquel artilugio de aire, hasta que, no pudiendo m�s me
espet�:



-Co�o, anda ay�dame con esto.



Ahora fui yo quien comenz� a soplar con fuerza sobre el
agujero del pivote, hasta que al fin el mu�eco fue tomando forma. Yendo de mano
en mano, finalmente logramos llenarlo de aire. Deposit�ndolo sobre la cama
viendo hacia arriba, apareci� ante nuestro ojos aquel extra�o juguete de
pl�stico en todas sus dimensiones.



Era genial verlo as�, casi vuelto a la vida, con los ojos
fijos y abiertos mirando al techo. Mi amigo me dijo de pronto:



-Oye, viejo, ya me urge ver a ese joven montado sobre este
aparatito.


-Si, claro. Eso es lo mejor de todo �le respond� gui��ndole
un ojo-


-Mmm��Y dices que le llen� los huevos con leche?


-Si. Mira, veamos la punta del pito. Debe tener un orificio
de salida.



Mi viejo amigo, tomando el pedazo de verga, se cercior� de lo
que le dec�a, dici�ndome:



-Si�esto es genial, Mart�n. Sencillamente genial.


-Eso creo. Por eso te lo quise revelar.


-Pues hiciste muy bien. Ahora s�lo necesito ver yo tambi�n lo
que hace ese joven con esta cosa. Espero que me despierte los mismos deseos que
te han excitado a ti, viejo carcam�n.


-Jajajaja�.bueno, eso no lo s�, mi querido amigo. Quiz�s t�
ya ni con eso revivas.


-Ya veremos�.ya veremos.


-Bueno, Rodrigo, creo que es hora de que nos vayamos de aqu�.
No es prudente que nos sigamos arriesgando. Ya lo hemos visto todo.


-T� lo has visto todo, no yo �me respondi�-


-�C�mo es eso?


-Lo que o�ste, viejo caliente. Ahora necesito espiar a tu
inquilino yo tambi�n.


-Oh�.�En verdad quieres hacer eso?


-Por supuesto que quiero. �O qu� pensabas que me iba a quedar
con las ganas de probar?


-No�no�est� bien. Pero vay�monos de aqu�. �le contest� en
seguida-



Quit� la tapa del pivote y comenc� a sacarle el aire al
mu�eco, tal y como hab�a visto hacer a Juan. Poco despu�s, entre los dos
doblamos aquel artilugio y lo metimos en la caja. Cerramos la tapa y la
regresamos a su lugar sobre el armario.



Salimos de la habitaci�n de mi inquilino, asegur�ndonos de
que la puerta se volviera a abrir cuando �l metiera su llave al regresar.



Ya dentro de mi casa, mi amigo me pidi�:



-Anda, Mart�n, saca de una buena vez esa botella de co�ac,
que necesito m�s que nunca un pinche trago.



Sonriendo, me dirig� a la cantina, tom� dos copas y puse la
botella de Courvosier sobre la mesita de noche. Escanci� el licor sobre ellas y
bebimos en silencio. Luego de acomodarnos en los sillones, Rodrigo me coment�:



-Bien, amigo, despu�s de este estupendo trago, es hora de que
hagamos la segunda parte.


-�Qu� segunda parte? �interrogu� presuroso-


-�Vaya contigo! �Qu� m�s habr�a de ser? �Es que crees que me
quedar� con las ganas de ver a tu inquilino cuando hace todo eso?


-�Quieres decir que�..?


-Quiero decir, viejo rabo verde, que necesito mi agujerito�un
agujerito para mi solo.


-Ah vaya�es eso.


-Si. De ese modo los dos podremos verlo al mismo tiempo �Qu�
dices?



Confieso que al principio la petici�n de Rodrigo me tom� por
sorpresa. A decir verdad, yo no hab�a calculado que las cosas pudieran ir hasta
ese punto. Sin embargo, sabiendo que mi viejo amigo tambi�n merec�a una
oportunidad, no quise neg�rsela y le contest�:



-Est� bien, viejo caliente. Si eso es lo que quieres,
adelante.


-Oh s�.ya sab�a yo que no me negar�as eso. �me respondi�
agradecido, sonri�ndome con malicia-



Dejando nuestras copas sobre la mesa, fui a la cocina y cog�
el cuchillo de punta larga. Luego, haci�ndole una se�a, le ped� que me siguiera
y nos dirigimos hacia el cuarto vac�o. Indic�ndole con el dedo el sitio donde se
encontraba mi agujero, le dije:



-Tenemos que hacerlo a esta misma altura. Si no, no podr�s
ver bien todo lo que hace. -coment� sonriendo-


-Si �me dijo- Es verdad. Ser� mejor que t� mismo lo hagas.



Observ� con cuidado la pared de tablas, d�ndome cuenta que
�nicamente podr�a hacer un buen agujero en la juntura de la misma tabla que
hab�a yo utilizado como voyeur, s�lo que en la parte contraria, pues era all� el
�nico sitio donde se adivinaba el mastique fresco.



Sin decir nada me di a la tarea de comenzar a abrir la
oquedad con la punta del cuchillo, hasta que al fin, habiendo considerado que
era suficiente, me agach� para ver hacia dentro. A�n cuando estaba oscuro, pude
distinguir claramente la silueta del camastro de mi inquilino.



Poni�ndome de pie le dije a mi amigo:



-Vamos, viejo cochino�prueba a ver adentro.



Me hice a un lado para dejarle el campo libre a mi amigo,
quien de inmediato se puso en cuclillas pegando el ojo al orificio. Mi amigo se
mantuvo pegado al agujero por un rato, hasta que al fin me dijo, separ�ndose de
la pared:



-�Qued� perfecto! Ahora s� podr� ver lo mismo que t�, viejo
cachondo.


-Sin duda alguna, canijo pelagallos. Ya veremos si con eso
respondes. Jajajajaja. �le dije-


-Si, y tambi�n veremos si lo que me has contado de tu pija es
cierto, viejo gru��n. Jajaja.



Entre risas nos salimos del dormitorio y retornamos a la
sala. Dimos cuenta de lo que quedaba en las copas y Rodrigo me dijo:



-Bien, Mart�n, parece que todo est� listo. Ahora dime cuando
calculas que ser� la fiesta.


-Bueno�parece que nuestro amigo se demora un par de d�as
cuando sale. As� que creo que no estar�a mal que te dieras una vuelta por aqu�
en un par de d�as, poco despu�s de que anochezca.


-Perfecto. Seguro que aqu� estar�.


-Trato hecho �le dije-


-Ya es tarde, amigo. �me coment�- Creo que ser� mejor que me
vaya, antes de que el fr�o se vuelva insoportable para m�.



Asintiendo con la cabeza me levant� y �l hizo lo propio.
Pronto, los dos nos hall�bamos totalmente abrigados sobre la calle. Quer�a
ayudarlo a tomar el taxi yo mismo. Hab�a dejado de llover, pero la noche era tan
fr�a como el hielo. Cuando vi que el coche de alquiler se alej�, regres� a la
casa.





Cap. IV



Pasaron dos d�as sin que mi inquilino diera se�ales de vida.
Incluso llegu� a pensar que tal vez podr�a no retornar aquella noche, por lo
cual me sent�a un poco ansioso, ya que sab�a que mi amigo no tardar�a en arribar
a mi casa.



Afortunadamente el tiempo hab�a mejorado notablemente, y no
hac�a nada de fr�o como los d�as anteriores, por lo que pod�a uno andar con ropa
de calle sin necesidad de hacerse de los abrigos.



A eso de las siete de la tarde lleg� Rodrigo y lo recib� con
sendas copas de co�ac. Luego de sorber el primer trago, mi amigo me pregunt�
ansioso:



-�Qu� noticias tienes, viejo carcam�n? �Ya lleg� nuestro
amiguito?


-No. Es raro. Pero no perdamos esperanzas. Quiz�s no demore
mucho. �le contest�-


-Bien. Bebamos otro trago mientras esperamos.



Volv� a servir y nos mantuvimos charlando un rato. Media hora
despu�s pudimos escuchar el ruido de la puerta de la habitaci�n de Juan, que se
abr�a y se cerraba. Rodrigo, como impulsado por un resorte, se puso de pie y me
dijo:



-Anda, vamos.



Yo, tom�ndolo del brazo, le inst� a sentarse y le espet�
bajando la voz:



-Espera, amigo. No comas ansias. Tenemos que manejar esto muy
bien o todo saldr� mal. Si el tipo llegara a darse cuenta no podremos seguir
disfrutando del espect�culo.



Sin contestar, mi amigo asinti� y volvi� a sentarse en el
sill�n. Yo, poni�ndome junto a �l para hablarle m�s de cerca, le dije:



-Seamos prudentes y dejemos pasar unos minutos, en lo que �l
se las arregla all� adentro. Luego nos iremos al cuarto, pero sin zapatos. No
quiero que �l escuche ning�n ruido de este lado.



Mi amigo me hizo una se�al afirmativa con la cabeza,
comprendiendo lo atinado de mi comentario. Habiendo pasado el tiempo convenido,
le hice una se�a y me deshice de mis zapatos, qued�ndome en calcetas. Rodrigo me
imit�, y a poco nos dirigimos hacia la habitaci�n contigua.



Mir� el rostro de mi viejo amigo y vi que estaba arrebolado
por el deseo. Y confieso que lo mismo me suced�a a m�. Llegamos a las tablas y
cada quien se acomod� lo mejor que pudo de modo que nuestros ojos quedaran
pegados a los agujeros.



Dentro de su habitaci�n, mi inquilino se encontraba sentado a
la mesa, disfrutando del consabido manjar compuesto de cereales con leche. Era
m�s que patente que a Juan le encantaba degustar, como acto previo, del
exquisito bocado l�cteo antes de entregarse a sus espectaculares pr�cticas
culeatorias.



Por nuestro lado, ninguno de los dos deseaba perderse ni un
solo detalle de lo que suced�a dentro de la habitaci�n de junto. S�lo se
alcanzaba a escuchar el acompasado ritmo de nuestras encendidas respiraciones,
en tanto nuestros rostros segu�an pegados por completo a la juntura de la tabla.



Advertimos cuando Juan, levant�ndose de la mesa, se meti� a
orinar al cuarto de ba�o. Minutos despu�s sali� sin pantalones, dirigi�ndose de
inmediato al armario. Cogi� la caja y la deposit� sobre su cama. Con movimientos
lentos y escrupulosos sac� a su l�nguido amiguito, y lo distendi� haciendo
plancha con sus manos, hasta alcanzar el pivote. Destapando el agujerito, se lo
llev� presto a su boca y comenz� a soplar con fuerza. A los pocos minutos el
gui�ol adquiri� el tama�o de un hombre natural.



Mi inquilino se apresur� a tomar el pote de leche y,
desenroscando la tapa de hule de los huevos, fue llenando presuroso el dep�sito.
Su mirada aparec�a enfebrecida, mientras su pene hab�a adquirido el
caracter�stico tama�o que antes hab�a visto, mostr�ndose completamente erguido
ante nuestros ojos.



Deseoso de comenzar con su juego debido a la abstinencia
causada por su imprevisto viaje, Juan se abalanz� sobre el parado pito del
mu�eco de goma, meti�ndoselo de un solo jal�n en la boca. Tendi�ndose lentamente
sobre su pasivo amigo, se entreg� con fruici�n a la espectacular mamada de
aquella polla artificial, leng�ete�ndola goloso a todo lo largo.



En ese tenor mamatorio se mantuvo por un buen rato, al tiempo
que apretaba suavemente la bola bajo el pene de hule, provocando que del
orificio del pito del mu�eco salieran intensos surtidores l�cteos que llenaban
la boca de mi inquilino.



Luego de pasarse un largo tiempo deleit�ndose con el tolete
metido en la boca y la leche escurri�ndole por los labios, Juan detuvo sus
movimientos de improviso. Con mirada felina y sin dejar de acariciarse su
encendida verga, el joven acomod� el artefacto a lo largo de la cama, y se puso
en una posici�n en la cual su cuerpo quedaba en sentido contrario al juguetito
de sus amores.



El fetiche ve�a ahora hacia arriba, y Juan vino a colocarse
sobre �l viendo hacia abajo, pero en posici�n inversa, de tal suerte que ambos
quedaron haciendo un fant�stico sesenta y nueve. Antes de comenzar con la
caliente escena, mi inquilino le abri� la boca al mu�eco y le acomod� su parada
pija dentro del hueco, hasta que �sta se perdi� de nuestra vista.



Acomod�ndose con cuidado a fin de que su polla no se saliera
de la boca del gui�ol, �l mismo se fue tendiendo suavemente sobre el cuerpo
neum�tico hasta que la dura pija de hule qued� a modo frente a su boca. Abriendo
los labios se la hundi� dentro y comenz� a chupar el delirante tolete, que
pronto comenz� a escupir los torrentes de leche a causa de los apretamientos que
�l mismo ejerc�a sobre la bombita de sus huevos de hule.



Indudablemente que aquella posici�n era nueva para m�, pues
ve�a c�mo el cachondo Juan, cada vez con mayor audacia, encontraba siempre la
manera de ense�arme cosas nuevas, haciendo de aquel delicioso juego secreto las
delicias de mi viejo pito, que por lo pronto ya mostraba claramente la
trepidante calentura le me causaba ver todo aquello a escondidas.



Baj� mi mano y empec� a acariciarme el pene por encima del
pantal�n, en un acto tan sublime para m� que sinceramente deseaba sac�rmelo all�
mismo y hacerme una rica paja a la salud de las visiones que Juan me regalaba.
Mas al recordar a mi amigo, desist� de ello, conform�ndome con apretarlo
suavemente si apartar los ojos de la hendidura.



A pesar de su vigor, mi inquilino no pudo soportar mucho
tiempo las delicias de aquella nueva postura donde pod�a mamar y ser mamado al
mismo tiempo, de manera que, gritando como un loco una sarta de obscenidades, se
descarg� dentro de la oquedad bucal de su compa�ero, al tiempo que apretaba con
sa�as los huevos de hule para recibir por igual la m�s grandiosa descarga de
leche dentro de su ah�ta boca.



El espect�culo era por dem�s excitante, pues de pronto hombre
y mu�eco comenzaron a rodar abrazados y estremecidos sin soltarse para nada del
nudo mamatorio sobre sus propias vergas.



Aquel acto rotatorio sobre el colch�n tard� algunos minutos,
efectuando vaivenes de ida y vuelta sobre la cama, hasta que al fin, sudoroso y
agotado por la pasi�n, el cachondo joven se fue incorporando lentamente.



A poco le fue sacando la verga, ahora semi aguada, de la boca
del mu�eco, en tanto �l mismo soltaba de la suya el tolete pl�stico de su
amante. Quise cerciorarme del estado de mi viejo amigo y disimuladamente apart�
el ojo del agujero de tablas. De reojo lanc� la primera mirada al acuclillado
cuerpo de Rodrigo, viendo que �ste manten�a su mano metida dentro del cierre de
su pantal�n.



Francamente no me sorprend� al constatar que mi viejo amigo,
al igual que yo, estaba siendo estimulado favorablemente por todo lo que ahora
ve�amos en mutua complicidad. No obstante y para ser sincero, no pude ver nada
m�s que eso, ya que su mano permanec�a oculta bajo la tela de su bragueta
abierta.



Considerando que no era tan mala la idea de mi amigo, y sin
que �l se diera cuenta, llev� mis dedos al zipper y comenc� a bajarlo
lentamente. Cuando dispuse del espacio suficiente, met� tambi�n mi mano dentro y
empec� a tocar mi enhiesto pito, corri�ndole el pellejito del glande suavemente
de arriba hacia abajo.



La caricia me transportaba a las m�s altas y deliciosas
sensaciones, casi olvidadas. Volv� a poner mis ojos frente a la hendidura de la
tabla y pude recrearme esta vez con la siguiente actuaci�n de Juan, quien sin
tomar descanso, estaba por iniciar un nuevo acto circense con su gui�ol
favorito.



Esta vez nuestro amoroso inquilino se aprestaba a montarse
sobre el duro pene de hule, y ya se hab�a puesto a modo, de tal forma que sus
piernas quedaban abiertas a los lados de las piernas del artefacto, mientras sus
sudorosas nalgas se iban dejando caer sobre el regio tolete que ya lo esperaba
ansioso.



S�lo que ahora Juan hab�a quedado de frente, cara a cara con
el mu�eco, de manera que pudo abrazarlo por la espalda y acercar su rostro al
del gui�ol. En un acto lleno de la m�s ardiente lascivia, Juan se aboc� a pegar
su boca contra la de su amigo de juegos, fundi�ndose en un largo y conmovedor
beso, al tiempo que el hoyo de su estremecido culo devoraba con angustiosa
pasi�n el pedazo de verga endurecida.



Sin duda tanto mi amigo como yo pudimos ver asombrados como
la leche que el mismo Juan hab�a depositado a raudales dentro de la boca del
mu�eco, ahora era degustada con perversa lujuria por mi inquilino, pues ve�amos
salir los pegajosos espermas que el cachondo Juan succionaba con sus propios
labios, sin dejar de leng�etear la oquedad bucal del mu�equito de hule.



Mientras se deleitaba con aquel manjar cremoso, Juan
arreciaba m�s y m�s los salvajes y fren�ticos movimientos montado sobre la picha
del artefacto, goz�ndose como un pose�do. Semejante acto tan lleno de pasi�n no
pod�a menos que provocar en nuestro amigo el segundo y febril orgasmo, mismo que
arrib� con furioso frenes� en forma de torrente lechoso del interior del pito de
mi inquilino.



Los espasmos de semen chocaron fuertemente contra la pared
del est�mago de hule. Al tiempo que se derramaba, el cachondo inquilino apret�
con todas sus fuerzas la cabeza del mu�eco brotando de la boca de �ste los
suculentos chorros de blanco el�xir que antes Juan hab�a surtido con lujurioso
�xtasis.



La verdad yo hubiera deseado continuar viendo todo aquel
extra�o juego que mi caliente inquilino hac�a con su marioneta, pero no tuve m�s
remedio que apartar mis ojos del agujero, al sentir una mano hurgando en mi
entrepierna.



Mir� a mi viejo amigo, quien sin decirme nada, buscaba con
af�n la protuberancia penil que se escond�a bajo la bragueta abierta. Poni�ndome
en guardia y si saber c�mo actuar, volv� completamente mi rostro hacia �l con la
intenci�n de definir lo que mi amigo tramaba.



Pero m�s grande fue mi sorpresa al ver que Rodrigo ten�a
cogido con la otra mano su pito endurecido, que ya boqueaba ante la audacia de
las caricias que le prodigaba. En un acto reflejo saqu� mi mano de la bragueta
con la intenci�n de dejar maniobrar a mi viejo amigo sobre mi enhiesta verga.



Rodrigo, al darse cuenta de mi noble actitud, se acerc� m�s a
m� y en un movimiento r�pido me sac� el pito del pantal�n. Comenz� de inmediato
a tallarlo con su mano, sin dejar de hacer lo propio con el suyo.



Ya no hubo palabras que decir ante el supremo momento que los
dos est�bamos viviendo. As� que, deseando corresponder a sus sabias
manipulaciones, acerqu� mi mano a su polla y, haciendo a un lado la suya, me
entregu� al mismo ritual masturbatorio, recorriendo con mis dedos a todo lo
largo su palpitante verga parada.



Olvid�ndonos del accionar de mi inquilino, nos mantuvimos
prodig�ndonos rec�procamente una serie de pu�eteos sobre nuestras vergas, hasta
que el mismo Rodrigo, impelido por la brama, me insinu� al o�do:



-Mejor v�monos al cuarto�.el tipo ese nos puede escuchar si
continuamos aqu�.



Comprendiendo al punto lo razonable de su propuesta, nos
pusimos de pie al mismo tiempo y nos dirigimos silenciosamente hasta mi
dormitorio. Llegados a �l, y como dos viejos lobos hambrientos de sexo, nos
quitamos toda la ropa y nos fuimos a tender sobre mi propia cama, reanudando las
primicias de las manipulaciones mutuas sobre nuestros penes endurecidos.



�Todo aquello era tan inesperado como genial! Me daba cuenta
de que, tanto mi viejo amigo como yo, hab�amos encontrado el justo catalizador
que encend�a la libido de nuestros viejos motores volviendo a ponerlos en
acci�n, con tan s�lo observar las peripecias sexuales de mi inquilino.



Mas a esas alturas ya no pude seguir pensando en las
motivaciones, ya que Rodrigo, evidentemente tan encendido como yo, s�lo deseaba
desahogar en mi persona aquellos lujuriosos sentimientos que ahora
experimentaba, despu�s de permanecer dormidos durante tanto tiempo.



Y yo, al igual que �l, necesitaba hacer algo parecido. De
manera que me dej� llevar por el supremo y delicioso instante de lascivia, y me
entregu� a la ansiosa pasi�n que se hab�a despertado en nuestros cuerpos,
deseando �nicamente que aquel momento no acabara nunca.



Sin darnos cuenta como, pronto me vi debajo del cuerpo
Rodrigo, quien se hab�a acomodado de la misma forma como Juan lo hab�a hecho con
su gui�ol, de manera que su parado pito quedaba sobre mi cara, y el m�o frente a
la suya. Sent� cuando la boca de mi amigo comenz� a succionar mi parado tolete
y, sin esperar m�s, me met� el suyo en la m�a, degustando al mismo tiempo las
mieles de su duro pito.



Trenzados como dos v�boras en celo, nuestros viejos cuerpos
comenzaron a sudar ante los fren�ticos y continuos movimientos de placer que
nuestras propias mamadas nos produc�an. Los quejidos ansiosos no dejaban de
salir de nuestras gargantas, y vaya usted a saber si Juan los habr� o�do. Aunque
en el fondo, yo pensaba que mi inquilino se hallaba en esos momentos demasiado
ocupado en lo suyo, como para querer saber lo que suced�a en mi habitaci�n.



No tardamos mucho chupando nuestras vergas, pues la pasi�n
era tan brutal que poco despu�s sent� los borbotones de leche que sal�an del
estremecido pene de mi amigo. Yo, a la verdad, me hab�a ocupado en retener lo
m�s que pod�a mi venida, esperando justamente que mi viejo amigo diera el
banderazo de salida.



As� que al darme cuenta de que se derramaba dentro de mi
boca, solt� tambi�n la presi�n de mi pr�stata e inund� el interior de su tr�mula
garganta con mi caliente leche. Sin soltar nuestros p�jaros ni un instante,
ambos nos mantuvimos en posici�n, hasta que la leche dej� de manar.



�Hab�a sido una mamada deliciosa! �Y lo hab�a hecho con mi
mejor amigo! �Qui�n lo hubiera cre�do! Despu�s de tantos a�os de ser
heterosexual, me estaba convirtiendo, siendo ya un viejo, en un disfrutador de
los placeres homosexuales. �C�mo es la vida!



Cuando recuperamos el aliento, y sin decirnos ni una palabra,
los dos procedimos a sacar los aguados falos de nuestras bocas, y nos
reacomodamos acostados sobre la cama, con los ojos cerrados y un rictus de
deleite en nuestros rostros.



All� mismo, sin decir nada, el sue�o se fue apoderando de
nuestras mentes, hasta que nos quedamos profundamente dormidos.



Como ten�a por costumbre, despert� muy temprano. De inmediato
vinieron a mi mente los sucesos de la noche anterior, y pens� que todo hab�a
sido producto de uno de esos calenturientos sue�os. Me incorpor� con la
intenci�n de bajarme de mi lecho, cuando vi el cuerpo desnudo de Rodrigo tendido
a mi lado.



�Caray! �pens�- No fue un maldito sue�o, sino que realmente
lo hice con mi amigo.



Un sentimiento de culpa se apoder� de m� y, dejando a mi
viejo amigo sobre la cama, me puse mi bata y me fui presuroso hacia la cocina.
Prepar� el caf� y me sent� con la taza en la mano en el sill�n de la sala.



�A�n no pod�a creer que todo aquello hubiera sucedido!
Permanec� silencioso recreando en mi mente todo lo sucedido. Recordaba las
escenas de mi inquilino jugando con su mu�eco dentro de su cuarto, y despu�s,
acud�an las escenas que hab�a hecho con Rodrigo, mientras nos procur�bamos una
mutua mamada en sesenta y nueve.



Como no queriendo aceptar la realidad, me met� al ba�o y me
vi al espejo. Sobre mi rostro aparec�an restos lechosos. S�, no hab�a duda. �Lo
hab�a hecho con mi viejo amigo! Sal� del cuarto de ba�o y me encontr� de frente
con Rodrigo, quien caminaba desnudo hacia la sala. Ambos nos detuvimos como su
nos hubieran anclado al piso.



-Hola,amigo �alcanz� a decirme �l-


-�Qu� tal? �le contest� lac�nico-


-�Me invitas una taza de caf�?


-Claro, claro.



Caminamos hacia la cocina y le serv�. Cuando lo vi desnudo,
no pude evitar llevar mi vista hasta su entrepierna. All� vi aquel viejo colgajo
de carne arrugada, casi escondido entre el negro y abundante pelaje p�bico de mi
amigo. �ste, al darse cuenta de mi mirada, me pregunt�:



-Ser� mejor que vaya a vestirme.



Sin esperar mi respuesta se alej� hasta el dormitorio.
Regresando poco despu�s completamente vestido. Sin pronunciar palabras comenz� a
sorber el caf� lentamente, mientras su mirada divagaba por el ventanal de
cristal.



Francamente, yo no hallaba qu� decirle a modo de disculpa.
Pero �l, experimentando seguramente los mismos sentimientos culposos, me dijo:



-Por favor, amigo, no hablemos de eso hoy. Es preferible que
lo dejemos para otra ocasi�n.


Yo mov� mi cabeza en se�al afirmativa. Rodrigo termin� su
caf�, se puso de pie y me dijo:



-Ahora me voy, amigo. �Podr�a regresar la pr�xima semana?


-Por supuesto, hombre. Claro que s�. Sabes que esta es tu
casa.


-Muchas gracias. Ahora me despido.



Despu�s de tenderme la mano se alej� hacia la acera, y a poco
lo vi tomar un taxi.




CONTINUARA�.




Comentarios y emociones a mis correos:
�
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .


Número de votos: 0
Media de votos: 0


Si te gusta la web pulsa +1 y me gusta






Relato: El Inquilino (2)
Leida: 405veces
Tiempo de lectura: 27minuto/s





Participa en la web
Envia tu relato







Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Encuestas

Afiliados



























padres follando con sus hijosenseñar a follarRelatos porno zoofilia anlme enamore de mama xxxdescargar porno lesbicorelato erotico transexual operada cojiendorelatos porno madre y tiaculio a mama en vacaciones relatoEsposa cojiendo con ingeniero relatosrelato eroticos mi madre en el buss conmigomachos musculosos gayrelatos x el culo a m abuelarelatos porno embarasada quiero hacer triorelatos de nos cojimos a mi esposaRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos de una ama de casa con una polla negra y granderelato porno mi tio me mama las tetasmi hijita de 9 añitos relato/relato47345_Abuelito-aprovechado-8.htmlwww.relatos.pornograficos.incestosRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos porno de narutorelatos eroticos borrachos yo y mi hermano tuvimos sexoRelatos eróticos Me cojieron por primera vez5relatos lesvicoRelatos entre mi compadre y yo nos cojimos à mi hija ebriaRelatos cojiendo con mama en el ranchoRelatos eroticos la nena y el perro pornorelatoa eroticos incesto borracharelatos porno de infidelidadesRelatos pornos cogeme asi dame por el chochorelatos pornorelatos de incesto me cogui a mi sobrinaRelatos eroticos gratis poniendole el supositorio a mamarelatos porno. el culote de mi hijarelatos pornos incesto venezolanascojiendo a mi madre relatosnina site:sex.pcompas.rurelatos trio con mi amiga al descubrirme follando a la secretariavecinitas pornomi hijita de 9 añitos relatorelatos pornos de monja a esclava sexualrelatos eroticos zorras hijastrasrelatos de mujeres con caballosrelatos heroticos mi suegra y cuñadavideos pkrnoHija y esposa soy relatos eróticosmi hijita de 9 añitos relatorelatos porno lesbicos entre madre he hija salvajesrelatos eroticos las hijas de la vecinarelatos erotico sobrinaComunidad erótica jugando con mis sobrinitasrelato erótico pueblito doctorleyda una mama relato analrelatos cachondos mi familiaCojiendo con mis gemelitas de 5 a�itos lectura eroticatu relato xxx ledbicoRelatos porno amor filial follando con mis pequeñas sobrinas bdlol.ruGay en navidad.relato con compadrerelatos porno mi papi me convirtió en su putita y me coge rico y duroRelatos eroticos la sobrina de mi esposaRelato porno gay con viejosPorno relatos alquilando a mi hijami hijita de 9 añitos relatohistoria erotica de nenas de 11 gratisme coji a mi hermanita relatosRelatos cojiendo con mama en el ranchomuyzorraaRelato erotico esposa y mi hijarelato me coji a mi hijarelatos eroticos nena nenitamis relatos pornorelatos madre follada por variosRelatos cogeme el culomi tia guarra relatos xIncesto con la abuela relatados