Relato: Sonia y su familia (01: complaciendo...)



Relato: Sonia y su familia (01: complaciendo...)


SONIA Y SU FAMILIA (I: COMPLACIENDO A LOS 12 A�OS)




Sonia, una preciosa muchachita de 12 a�os, estaba sentada en
el sof� del comedor viendo un programa de entretenimiento. Llevaba tan s�lo unas
braguitas blancas con un bordado muy bien acabado que le daban en conjunto una
apariencia casi angelical. Sus diminutos pechos quedaban al aire; eran como dos
peque�os bultitos culminados en unos pezones rosados y de considerable tama�o.
Le gustaba ir asi por casa; medio desnuda, o completamente en algunos casos, sin
importarle ni darle verg�enza que le viera asi su familia. De hecho, ella
tambi�n pod�a ver a su familia desnuda con cierta frecuencia; y es que eran
aficionados al nudismo, y su padre les hab�a llevado a playas nudistas desde muy
temprana edad. Sonia estaba absorta en la pantalla de televisi�n cuando en el
sal�n irrumpi� su padre, vistiendo unos simples slips, y llevando ropa y una
toalla en los brazos, ya que se dispon�a a ir a ducharse:


-Sonia, tu abuelo te llama.


Ella segu�a ensimismada en el aparato dom�stico, sin prestar
atenci�n siquiera a las palabras de su padre.


-Sonia, me has escuchado?


-Ahora no puedo, pap�, estoy mirando la tele


-Vamos Sonia, no seas as�, obedece a tu abuelo, que te
reclama


-Jope, nunca me dej�is ver nada tranquila!


Sonia, contra su voluntad, se levant� y se dirigi� a la
habitaci�n de su abuelo. Al cruzarse con su padre, �ste le gui�� el ojo mientras
esbozaba una leve sonrisa. Ese gesto provoc� en la chica un escalofr�o que
recorr�a su espina dorsal, y es que no se cre�a que pod�a ser de nuevo lo que ya
estaba intuyendo. Lleg� a la puerta y entr� con cierta temeridad; y lo que vi�
con sus grandes y preciosos ojos color miel fue la confirmaci�n de sus
sospechas. Ah� se encontraba su abuelo, estirado en la cama, totalmente desnudo
y con su enorme miembro viril apuntando al techo:


-Jo, abuelo, otra vez no...


Eran las 10:30 de la ma�ana. S�lo hacia un par de horas que
su abuelo hab�a entrado en la habitaci�n de su nieta, y totalmente empalmado, le
hab�a rogado una y otra vez que le ayudara a correrse. Alberto, asi se llamaba
el abuelo de Sonia, hac�a cinco a�os que se hab�a quedado viudo, y desde
entonces no hab�a mantenido relaciones con ninguna otra mujer que no fuera con
su nieta, que era la �nica f�mina de la casa. Alberto ten�a a su nieta en un
pedestal; era lo que m�s quer�a en este mundo y la adoraba con locura. Ten�a 66
a�os y sexualmente segu�a incansable, y con su nieta hab�a encontrado el m�todo
para calmar su permanente calentura. Sonia, por su parte, quer�a a su abuelo con
locura tambi�n, pero quiz� no en el mismo sentido tan obsesivo e intenso que s�
se daba en el sentido contrario. Alberto la trataba con muchos mimos y la
atend�a en todo lo que ella necesitaba; y Sonia no deseaba otra cosa que lo
mejor para su abuelo.


-Cari�o, necesito que me ayudes otra vez Sonia; ya ves como
estoy, que no finjo


Sonia no dejaba de mirar el immenso falo que su abuelo
pose�a. Su cara reflejaba asombro e incredulidad. Lo hab�a visto varias
ocasiones en estas circunstancias ya, pero parec�a que nunca podr�a
acostumbrarse a semejante polla; y es que era, sin duda alguna, la m�s grande de
las varias que ya hab�a visto a su edad. Era un pene largo, eso era m�s que
evidente; pero lo que m�s le llamaba la atenci�n era su incre�ble grosor. Se
preguntaba como era posible como ese trozo de carne pod�a sostenerse tal como
estaba ahora, totalmente recto apuntando hacia arriba, sin perder ni un solo
instante su perpendicularidad con el resto de su cuerpo. Sonia se qued� de nuevo
at�nita, con la vista clavada en las partes de su abuelo, pero con la mente
divagando en las conquistas que su abuelo debi� hacer en sus a�os mozos con
semejante bot�n. Trataba de imaginarse como lograba penetrar a las mujeres con
su intrumento; supon�a que no era tarea f�cil. Alberto no lo hab�a experimentado
con su nieta, y es que a ojos de �l, Sonia segu�a siendo virgen:


-Vamos, ac�rcate mi vida, ven aqu� a mi lado


Sonia obedeci�. A estas alturas ya sab�a que no saldr�a de la
habitaci�n hasta que su abuelo eyaculara. Se sent� en la cama, a la altura de su
cintura, y observaba como la polla de su abuelo palpitaba poderosamente. Alberto
puso su mano encima de un muslo de Sonia, al tiempo que se fijaba en las
braguitas que llevaba puestas:


-Cari�o, poque no te quitas esas braguitas y te sientas en mi
cara? Te gustaria hacerlo?


-Ahora no, abuelo, prefiero masturbarte hasta que te corras y
ya est�


-Est� bien, como quieras; pero me complacer�as mucho si me lo
hicieras con tu deliciosa boca; quieres hac�rmelo Sonia?


-Jo, abuelo, pero si te lo hago por hoy ya est� eh?


-Lo que t� digas preciosa


Sonia dirigi� su mirada a los ojos de su abuelo por un
instante, y acto seguido llev� su mano al colosal aparato que segu�a tieso al
m�ximo. L�gicamente, la peque�a y suave mano de Sonia no abarcaba, ni mucho
menos, todo el grosor de la polla de Alberto. Era como si ella misma tuviera que
sujetar con una sola mano una pelota de baloncesto con la mano por encima del
bal�n; parec�a como si una sola mano no pudiera hacer nada entre tanta carne
dura. Empez� a mover la mano arriba y abajo, provocando que la piel que cubre el
glande se moviera regularmente; pero a Sonia le costaba bastante mantener el
control y el ritmo en la masturbaci�n. Opt� por ayudarse con la otra mano. Con
las dos manos a la misma altura del pene de Alberto, cogi�ndolo todo en c�rculo,
lo masturbaba de una forma casi grotesca y exagerada. Sus manos iban de la base
del miembro de su abuelo hasta la punta pr�cticamente. Alberto empezaba a gemir
ruidosamente; aunque todav�a en tonos bajos respecto a lo que era el momento de
la corrida. Sonia se hab�a acomodado en su posici�n, para mantener bien el
equilibrio y entregarse en cuerpo y alma en la tarea de pajear a su abuelo. El
glande se encontraba ya bien mojado y reluciente, y Sonia no dejaba de
observarlo. Todo su cuerpo se mov�a al ritmo de la masturbaci�n. Alberto pugnaba
por quitarle a su nieta las braguitas y poder acariciar su inmaculado co�ito y
contemplar en todo su esplendor el perfecto culo de Sonia. �sta acerc� su cara
al miembro de su abuelo. Parec�a casi irreal la visi�n y comparaci�n asi de lado
de la fina y peque�a cara de Sonia con la descomunal polla de su abuelo, que le
atravesaba de par en par toda su cara y m�s. Sonia, que sent�a ahora los �speros
dedos de su abuelo movi�ndose por su rajita, se dispon�a a mamarle la polla. Por
supuesto, eso era un decir. Apenas le cab�a en su c�lida boca. Era capaz
solamente de chuparle pr�cticamente todo el glande de su abuelo; aunque para
ello deb�a forzar la apertura de su boca al m�ximo y hacerlo de una forma
intermitente para reponerse y coger aire. Alberto miraba la expresi�n de su
nieta mientras se lo hac�a; una expresi�n claramente constre�ida por el esfuerzo
de Sonia de engullir una �nfima parte de la polla de su abuelo. Alberto no pudo
reprimir soltar unos gritos de intenso placer, casi en forma de una sonrisa
entrecortada, ante la visi�n del trabajo que le hac�a su nieta, que manten�a
unos ojos que expresaban una mezcla de incredulidad e inocencia. Ante tal
situaci�n, Alberto sab�a que en poco tiempo se iba a correr. Siempre hab�a
tenido una resistencia sexual prolongada, pero con su nieta le era imposible
retener la eyaculaci�n; Sonia era capaz de sacarle el semen en un santiam�n.
Siempre que su nieta se la mamaba, �l pensaba en lo mismo; en que un d�a tendr�a
la oportunidad de ensartarle toda su tranca en la boca de Sonia, hasta el final.
Era como un especie de fantas�a. Le hab�a contado en m�s de una ocasi�n que de
joven, conoci� a una chica que era capaz de hacerlo. Era mentira, pero lo dec�a
para animar a su nieta por conseguir semejante haza�a. Ten�a otra fantas�a,
quiz� todav�a m�s hipot�tica: penetrar analmente a Sonia. Adoraba el culito de
su nieta; en cualquier momento del d�a pod�a hacerse una visi�n mental de ese
hermoso trasero, ya que lo ten�a grabado en su mente. Imaginar a su nieta a
cuatro patas, con el culo en pompa, y empalada por su tremendo poll�n le quitaba
el sue�o, y le pon�a a cien. Precisamente era eso en lo que pensaba justo antes
de que Sonia entrara a su habitaci�n ese mismo d�a. Ella no dejaba de chupar y
lamer la gran polla de su abuelo; en realidad le gustaba mucho hacerlo. Ver ese
enorme falo levantarse casi desafiando la ley de la gravedad, y com�rsela poco a
poco, d�ndole lenguetazos por los costados, procurando no dejar ningun
centr�metro de ese pene sin mojarlo con su saliva, era algo que le produc�a una
sensaci�n satisfactoria y m�s sabiendo que complac�a y mucho a su querido
abuelo. Pero ahora sab�a que ven�a lo peor; y no porque no le gustara, sino
porque ella ten�a un car�cter m�s sosegado y tranquilo que su abuelo, qui�n, a
la hora de correrse, emit�a unos gritos de espanto y se mov�a en forma de
convulsiones impulsivas, y eso a veces incomodaba un poco a su peque�a nieta. Le
estaba succionando la punta de su cipote, cuando su abuelo le advirti�:


-Cari�o, me voy a correr ya, no puedo aguantar m�s


Acto seguido, Sonia se incorpor� un poco en su posici�n, y
sigui� masturbando a su abuelo con ambas manos. Alberto se sinti� levemente
desilusionado; deseaba correrse en la boquita de su nieta:


-Sonia, sigue mamando por favor; me gustaria venirme en tu
linda boca.


Ella no dijo nada, y segu�a paje�ndole como si no hubiera
escuchado nada.


-Mi vida, es lo �ltimo que te pido hoy; antes no me has
dejado hac�rtelo tampoco; y voy a ir el resto del d�a caliente pensando en
venirme en tu boca. H�zmelo, cari�o, sino sabes que nos vamos a poner perdidos
los dos, y me vas a limpiar tu?


-Eres un poco bruto a veces abuelo


-S�, lo s� Sonia, no lo puedo remediar; pero vamos, hazlo,
que voy a sacar poquito; antes ya me has hecho descargar una gran cantidad


Sonia sab�a perfectamente que eso era incierto, su abuelo
siempre eyaculaba lo mismo pr�cticamente, aunque se corriera dos veces seguidas.
Y eso quer�a decir mucho. Soltaba una immensa cantidad de leche bastante
transparente y bien l�quida. Sonia la hab�a probado ya en varias ocasiones, y le
sab�a a bien, aunque no resultaba la que m�s le gustaba. A pesar de todo,
Alberto siempre se sal�a con la suya; consegu�a todo lo que deseaba con su trato
afable y conciliador hacia su nieta. �sta se coloc� bien; se sent� entre las
piernas de su abuelo, mir�ndole a �l. Separ� sus labios y acerc� su rostro de
nuevo a lo que ya era una bomba de relojer�a. Coloc� sus labios encima del
glande de su abuelo, de forma que quedara el agujerito por donde saldr�a todo el
r�o de esperma dentro de su boca, apuntando peligrosamente a su garganta. Ella
le segu�a masturbando con ambas manos, sin mover su boca de la punta del pene de
Alberto. �ste miraba a su nieta en esa posici�n en la que se encontraba, un
tanto forzada, y que pon�a en relieve la inocencia y la obediencia de una chica
de 12 a�os. Sonia ya s�lo estaba a la espera de que el poll�n de su abuelo
estallara; y recibir as� de la forma que pudiera todo el semen que ya parec�a ir
en camino. Sus manos notaron que el gord�simo tronco que tenia entre sus manos
se endurec�a a�n m�s; y en sus labios percibi� que el glande de su abuelo se
hinchaba de forma desmesurada. Le costaba mantener sus labios en su posici�n, a
pesar de que s�lo le cog�a la punta del todo, con el �nico de fin de beberse
todo por lo que el agujerito saliera. La escena era espectacular; entre el
abuelo y la nieta les separaba una enorme tranca que estaba a punto de escupir
semen a borbotones. Alberto empez� a gemir de forma muy audible; unos gemidos
que pronto se convirtieron en gritos cuando su polla inici� el bombeo de leche.
Sonia miraba a su abuelo fijamente, con una mirada de conformidad y docilidad,
cuando not� los primeros trallazos de semen dentro de su reducida boca. Su boca
empez� a llenarse de esperma. Sonia notaba como los chorros que sal�an del
enorme glande de la polla de su abuelo impactaban contra sus cavidades bucales.
Algunos chorros m�s apremiados fueron a parar directamente a su garganta,
dirigi�ndose irremediablemente hacia su est�mago. Sent�a su lengua cubierta de
una capa de leche bien calentita, y apreciaba como resbalaba tambi�n por entre
sus dientes. Los gritos de su abuelo parec�an que iban acompasados con cada
descarga. Sonia cerraba los ojos con fuerza cada vez que sent�a que otro chorro
de su abuelo se esparc�a dentro de su boca; y seguidamente miraba a su abuelo,
con los ojos ligeramente humedecidos. El pene de Alberto no cesaba de escupir
semen. Sonia aguardaba, tratando de seguir en la misma posici�n, a pesar de las
dificultades que le planteaba los continuos movimientos de su abuelo. Se hab�a
tragado ya una buena cantidad de leche, pero en la boca manten�a una gran parte
todav�a, y el contacto firme de sus labios con el glande imped�a que se le
escapara de su boca. Alberto respiraba entrecortadamente; poco a poco se fue
calmando. Estaba convencido que por esta vez se hab�a vaciado por completo. Su
nieta segu�a all�, igual, sin separar sus finos y suaves labios de su magno
glande. Sonia inici� la absorci�n de todo l�quido que quedara retenido dentro de
su boca; quer�a beb�rselo todo antes de separarse de la esplendorosa polla de su
abuelo. �ste observaba con atenci�n los movimientos de su nieta por conseguirlo,
notando la actividad de la lengua de Sonia. Al cabo de un minuto Sonia consider�
que ya era suficiente y separ� sus labios del miembro de Alberto generando un
sonoro ruido, como cuando se desengancha una ventosa de una ventana. Sus manos
sopesaban el rabo de su abuelo; ahora, con la ausencia de la erecci�n,
comprobaba su gran peso. Y es que, a pesar de que ya estaba fl�cida, manten�a
unas dimensiones m�s que notables, ya que su pene en estado de reposo era en
muchas ocasiones de mayor tama�o que los penes de otros hombres en erecci�n.
Sonia dedic� una encantadora sonrisa a su abuelo, mostr�ndole su perfecta
dentadura. Alberto pensaba en que su nieta se hab�a tragado su corrida entera;
no dejaba de impresionarla. Eso le provoc� una leve palpitaci�n en su polla;
pero estaba exhausto, de momento ya hab�a tenido suficiente:


-Sonia, un dia de estos me vas a provocar un ataque al
coraz�n si sigues d�ndome tanto placer


-Lo hago por ti, abuelo. Hago lo que t� me pides; me gusta
complacerte, ya lo sabes.


-S�, cari�o; y yo tambi�n deseo lo mejor para ti


-Ya lo s�, abuelo. Bueno, voy un momento al ba�o y me vuelvo
a ver la tele en el comedor


De un salto h�bil, se levant� de la cama. Se puso bien las
braguitas que su abuelo hab�a intentado quit�rselas sin demasiado �xito; y con
un paso ligeramente acelerado abandon� la habitaci�n, como si nada, como si
acabara de hacer la cosa m�s normal del mundo. Alberto no dej� ni por un
instante de observar detenidamente el contorno gracioso con que se mov�a el
trasero de su nieta. Adoraba su culito, fantaseaba con tenerlo a su alcance,
poder gozarlo; eso le provoc� una nueva palpitaci�n en su cipote, esta vez m�s
intensa, que hasta le caus� un ligero dolor debido a su considerable cansancio.



Sonia se dirigi� un momento al ba�o, y es que no deseaba
tener el sabor del semen permanente en su boca, por lo que quer�a lavarse la
boca y los dientes en un momento. No repar� en el sonido que provocaba el agua
al chocar contra el fr�o suelo de la ducha hasta que no hubo abierto la puerta.
Ah� estaba su padre, todav�a en la ducha, masturb�ndose fren�ticamente. Ten�a
los ojos semicerrados por el placer que sent�a. Al percibir el ruido de la
puerta al abrirse se gir�, quedando de frente a su preciosa hija. Le dol�a la
polla de lo dura que la ten�a. Pr�cticamente ya estaba a punto de correrse;
buscaba un motivo consistente por el cu�l dedicarle la inminente corrida. Lo
acababa de encontrar. Durante el rato que su hija hab�a pasado con su abuelo, �l
se hab�a estado paje�ndose, imagin�ndose lo que Sonia le estar�a haciendo a su
abuelo. Y con los ruidosos gemidos lanzados por Alberto, no le costaba demasiado
imagin�rselo. Segu�a masturb�ndose con una mano, dejando libre un buen trozo de
su miembro. Y es que Carlos, el padre de Sonia, tambi�n ten�a una poderosa
polla. No llegaba a las extremas medidas de la de su padre, especialmente en
cuanto al grosor, pero segu�a siendo un instrumento enorme, y m�s al lado del
peque�o cuerpecito de su hija. �sta segu�a en la puerta, sin saber muy bien qu�
hacer.


-Qu� hija, te lo has pasado bien con tu abuelo?


-S�, claro, aunque �l creo que m�s


Una sonrisa se dibuj� en los labios de la chica. Carlos se
excitaba tremendamente con la actitud de su hija. Sab�a que Sonia no le
provocaba a prop�sito, sino que era mediante su inocencia. Dec�a cosas propias
de su edad, pero que en situaciones de adultos, tomaban un nuevo cariz que no
estaba seguro de si su propia hija se daba cuenta realmente de ello.


-T� tambi�n te lo pasabas bien, no pap�?


-S�, hija, ya me ves; imagin�ndoos a vosotros dos. Tengo unas
ganas locas de correrme ya


Eso �ltimo, Sonia lo interpret� de otra forma; precisamente
de la forma en qu� todo acabar�a. Sab�a lo que le esperaba; y es que era m�s
consciente de lo que a veces pudiera aparentar.


-Ven hija, ac�rcate un poquito.


Ella obedeci�. Sonia no era muy alta, y su padre se
encontraba todav�a dentro de la ba�era, que estaba por encima del nivel del
suelo, por lo que su cara quedaba pr�cticamente a la altura del miembro de su
padre. �ste le puso suavemente la mano con la que no se masturbaba en el cuidado
cabello de color negro azabache de su hija, por la parte de la nuca, y con
delicadeza hizo que el rostro de Sonia quedara ligeramente inclinado hacia
arriba. Ya no hab�an m�s palabras; no era necesario comunicarse m�s. Carlos
estaba decidido a descargar sus huevos en la cara de su hijita,y �sta lo
aceptaba complaciente. Con la mano en la nuca de su hija, hizo que ella se
acercara m�s, hasta que tuvo su polla a apenas cinco centr�metros de su cara.
Con unos pocos movimientos m�s en la masturbaci�n le bastaron para provocar la
eyaculaci�n. Los gritos de Carlos no eran tan intensos como los de su padre; los
suyos eran m�s sofocados, m�s moderados. Su polla contuvo por unos segundos la
dureza de una piedra hasta que se iniciaron las r�fagas de leche que impactaron
en el bello rostro de Sonia. Disparaba unos chorros de tal fuerza que algunos de
estos rebotaban, como si la cara de su hija se tratase de una pared. Cuando
Carlos vi� que ya hab�a soltado los grandes chorros, puso su rabo encima del
rostro de su hija, y dej� caer todo lo que a�n restaba por salir en la frente y
los ojos de Sonia, que poco a poco fue resbalando por la nariz y las mejillas. A
Carlos le flaqueaban las piernas por la magnitud e intensidad de su corrida. El
resultado final manifestado en el rostro de Sonia era impactante. La peque�a y
ingenua chiquilla ten�a la cara literalmente cubierta por lo que parec�a una
m�scara de semen. Ten�a todas las partes faciales manchadas con el esperma de su
padre, resaltando el peque�o charco que se le hab�a formado en la cavidad de un
ojo que manten�a cerrado para evitar que le entrara y que le pudiese provocar,
consecuentemente, un molesto picor continuo. El semen empezaba a gotear desde su
barbilla, cayendo al suelo, y a resbalarse por su cuello, dirigi�ndose a sus
pechitos. Seguidamente, Sonia se apart� de su padre y fue hacia donde hab�a el
espejo. All� se vi�, y comprob� que hab�a hilos de semen que cruzaban de punta a
punta su rostro. Lo primero que hizo fue quitarse todo el semen del ojo, y
limpi�rselo bien con abundante agua. Con un mayor detenimiento, se fij� que su
pelo tambi�n hab�a sido destino de la corrida de su padre, y se dispuso a
lavarlo como pudo, moj�ndoselo repetidas veces con agua. Cuando se hubo limpiado
toda, dirigi� la mirada a su padre, quien la hab�a estado observando durante
todo ese rato, masaje�ndose con parsimonia su ya fl�cido pene. No ten�a palabras
para expresar a su hija el amor y el cari�o que sent�a por ella. Le hizo se�as
con una mano para que se acercara, y cuando la tuvo delante, se agach�
paulatinamente y le dio un suave y superficial beso en los labios:


-Te quiero, hija


-Yo tambi�n, pap�


Esas fueron las �nicas palabras que se dijeron. Ella, tal
como hizo antes cuando hubo terminado con su abuelo, abandon� el cuarto de ba�o
de una forma animosa, y se dirigi� r�pidamente al comedor para seguir viendo,
por fin, su programa de entretenimiento favorito.


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Relato: Sonia y su familia (01: complaciendo...)
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