Relato: Un Reino Herido





Relato: Un Reino Herido

Un reino herido


Las flechas volaron como centellas desde el arco hasta la
bestia: un gigantesco reptil de mas de tres metros de largo con ojos oscuros e
inexpresivos, una piel cori�cea y escamosa que hac�a rebotar las saetas, una
gran boca babeante y unos pulmones capaces de abrasar un �rbol en segundos. Un
dodongo.


Link se desesper� al ver el escaso efecto que sus proyectiles
provocaban en la criatura y retrocedi� sin dejar de disparar. Aquella
monstruosidad ten�a un punto d�bil, s�, todos los enemigos a los que se hab�a
enfrentado lo ten�an, pero para poder golpear la cola o la boca del dodongo
tendr�a que pasar las formidables defensas que supon�an las escamas o ensartar
la campanilla del ser cuando abriese la boca. Pero ni los gigantescos reptiles
de fuego eran tan est�pidos, la bestia manten�a la boca cerrada y atacaba s�lo
con sus zarpas verdosas y afiladas como cimitarras.


El guerrero esquiv� con facilidad los azotes y se retir� en
el bosque, necesitar�a un arma m�s efectiva que un arco y un menguante
suministro de flechas para eliminar a un enemigo de tal calibre.


La lucha se convirti� entonces en una persecuci�n en las
sombras de la floresta cuando el joven corr�a siendo seguido por la criatura,
que tiraba los �rboles a su paso; los resuellos del reptil se tornaban cada vez
m�s forzados y Link pens� que se escapar�a con relativa facilidad cuando el
bicho se cansase.


Pero aquello result� m�s largo de lo que esperaba, a pesar de
sus jadeos la bestia lo segu�a aminorando bien poco la velocidad y el guerrero
descubri� que su propia estrategia podr�a volverse contra �l si se cansaba antes
que la fiera. La ma�ana del bosque se llen� con los decrecientes rugidos del
dodongo mientras las nubes surcaban perezosas el cielo.


La carrera tom� un cariz absurdo cuando salieron del bosque,
un joven vestido de verde corriendo como un poseso sobre la campi�a seguido por
un enorme lagarto escupe-fuegos a los pocos minutos del amanecer.


Lo rid�culo de la situaci�n hizo que Link cayera en la cuenta
de algo tan vergonzoso que su rostro se torn� rojo. Solt� un largo y penetrante
silbido con todo el aire que pudo sacar de sus agotados pulmones y un relincho
entusiasta se oy� como respuesta cuando una yegua marr�n con las crines blancas
ondeando al viento apareci� al galope de alguna parte.


Link subi� a la grupa del caballo en un solo movimiento
fluido y suspir� de puro alivio al ver que el dodongo se retiraba de la caza y
volv�a resignado al bosque. El joven suspir�, no pod�a creer que hab�a sido tan
est�pido como para no llamar a su montura tan pronto como sali� del bosque... en
fin, decidi� mientras el galope de la yegua aminoraba al acercarse al bosque de
nuevo, todo el mundo comet�a errores, a�n errores absurdos.


Por primera vez desde el inicio de su relaci�n con Sheik,
Link observ� el campo de Hyrule con m�s inter�s que el que le suscitaban los
caminos que part�an desde all� a otros lugares de la regi�n, se fij� con
a�oranza en todo lo que le rodeaba, la luces aqu� eran radiantes, el contraste
que hab�a entre el aspecto del prado y del bosque era enorme, los pocos �rboles
que hab�a estaban dispersos en grupos peque�os, con la luz de la ma�ana, las
murallas blancas del castillo reflejaban los rayos del Sol y centelleaban como
perlas iluminadas por una antorcha y, m�s a lo lejos, el color esmeralda dejaba
paso al azul oscuro de las aguas del lago Hylia.


Los recuerdos se agolparon en su mente como un ej�rcito de
gigantes en una casa peque�a, se vio a s� mismo caminando por los senderos de la
campi�a, acabando con poes, esqueletos y las diosas saben cuantas criaturas m�s.
De nuevo sinti� la amargura de haber terminado una vida de aventuras y combates,
incluso habi�ndole Sheik ense�ado otros motivos para vivir, notaba la sensaci�n
de congoja adue��ndose de su mente, la sangre hirviendo por el poder no puesto a
prueba; s�bitamente, su mano hizo un gesto instintivo hacia su espalda ,
intentando desenfundar la hoja que representaba toda su lucha. Sin embargo, la
Espada Maestra no estaba all�, se encontraba guardada en el Templo del Tiempo,
tras una puerta que s�lo se abrir�a en �pocas de oscuridad.


Link sabore� entonces la aut�ntica agon�a de su destino, el
delirio implacable que le instaba a atacar cualquier cosa que le molestase, se
sinti� entonces como un justiciero, alguien que deb�a atacar a todo aquello que
no cumpliese sus principios �ticos... mir� hacia el castillo, la luz de sus
paredes no parec�a ahora mas que el d�bil brillo de una vela frente a una noche
cerrada. S�, se dijo, empezar�a purificando ese lugar, aniquilando todo
comportamiento inmoral...


Por suerte, se recuper� pronto de su arrebato, comprendi� que
la extra�a sensaci�n de venganza s�lo era un efecto de su ansia de lucha y
aventura, una excusa bien pobre para lanzar de nuevo sus habilidades al combate.
Pero a�n as� resultaba inquietante, nunca hab�a tenido tal emoci�n pos muy
fuerte que fuese su desesperaci�n; un Link de hac�a unas semanas habr�a
sucumbido a la tentaci�n, habr�a atacado el castillo por s� solo y habr�a sido
abatido por las flechas o quiz�s por la magia de la propia Zelda. Sin embargo,
Sheik le hab�a mostrado un m�vil para evitar la cat�strofe, una apelaci�n a su
conciencia para que reprimiese tales impulsos.


Esta noche hablar�a con ella, se dijo, ten�an que arreglar
muchas cosas.


[...]


Por primera vez Sheik no apareci�... Link permaneci� varias
horas al lado de la muralla esper�ndola pero ninguna figura esbelta y �gil se
desliz� por las paredes. En un principio, pens� que quiz�s esta noche no le
apetec�a estar con �l, pero se sacudi� ese pensamiento de la cabeza, ella
siempre le hubiese avisado o , como m�nimo, saldr�a a decirle que no se ver�an
esa noche.


As� pues, el joven, que siempre hab�a sido una persona de
acci�n directa, comenz� a trepar por las paredes del muro, le habr�a sido muy
�til cierto artefacto que hab�a encontrado hac�a mucho tiempo, una cadena con
una p�a en un extremo que se recog�a y se alargaba a trav�s de un disparador;
pero aquel arma y todo su equipo excepto su arco hab�an sido enterrados en el
claro del reino Kokiri que guardaba el Templo del Bosque, tendr�a que pasarse
por all� alg�n d�a para recuperar todas sus cosas.


A�n sin el arp�n para trepar, Link consigui� alcanzar el
interior del castillo y explor� la zona.


Mucho de lo que recordaba del tiempo de sus aventuras hab�a
cambiado, pero el palacio y el Templo del Tiempo, con diferencia los lugares m�s
importantes de la ciudad, permanec�an en su sitio. No supo a donde decidirse por
ir: si Zelda no se hab�a transformado para encontrarlo esa noche seguramente
estar�a en el palacio, pero Link no estaba seguro de que simplemente se hubiera
quedado en el centro del castillo, algo raro ten�a que haber ocurrido; as� pues,
decidi� pasarse por el Templo del Tiempo dado que se encontraba mucho m�s cerca
y no tendr�a que burlar a los guardias de palacio.


El silencio de las calles apenas si se rompi� con el susurro
imperceptible de sus pasos cuando atraves� la plaza del mercado, algunas
ventanas abiertas en cuyo interior brillaban las luces de velas fueron la �nica
iluminaci�n que el h�roe necesit� para alcanzar las escaleras que llevaban al
recinto sagrado.


El Templo estaba siempre abierto y nunca vigilado, tampoco
hab�a un sacerdocio permanente en el edificio sino alg�n que otro peregrino que
llegaba de tierras lejanas para visitar los legendarios lugares sagrados de
Hyrule. As� pues, el joven entr� en la catedral sin dificultad, deteni�ndose
s�lo para admirar el exterior de la edificaci�n.


El interior del templo era muy peque�o: un pasillo bastante
largo desde la puerta, atravesado por una alfombra roja, que llevaba a una �nica
sala en la que se hallaba el gran altar del tiempo, algunos metros m�s lejos de
la puerta estaba el altar de las piedras espirituales y, en el fondo, se
encontraba la gran Puerta del Tiempo, eternamente cerrada. Todo estaba
perfectamente en calma y s�lo hab�a un detalle que llamase la atenci�n: las
piedras espirituales estaban en su posici�n y la puerta, abierta de par en par.
El asombro de Link frente a este hecho le hizo soltar un ligero grito, corri�
hacia el altar de las piedras y comprob� que eran las autenticas. As� era, la
Esmeralda Kokiri, el Rub� Goron y el Zafiro Zora eran sin duda los verdaderos,
las tres gemas irradiaban suaves luces verdes, rojas y azules, Link supo en
seguida que aquella comprobaci�n hab�a sido in�til pues �De qu� forma si no era
con las piedras se pod�a haber abierto la puerta?


Atraves� lentamente la Puerta del Tiempo, tras la moment�nea
oscuridad que permanec�a en el portal pudo ver la sala de la Espada Maestra, a�n
antes de entrar percibi� voces pero no fue hasta que se encontr� en el interior
que identific� a los hablantes: Sheik estaba all�, tirada en el suelo y con una
fea herida en el hombro, hab�a adem�s una extra�a criatura, un humanoide enorme
con una armadura dorada y que sujetaba dos sables de aspecto amenazador. Ambos
se giraron al ver a Link entrando y, mientras que la reacci�n de Sheik fue una
mirada esperanzada; el ser, de cuyas hojas goteaba a�n sangre de la mujer, solt�
un extra�o chirrido.


La voz de la criatura retumb� en la sala, haciendo que los
ecos multiplicasen el poder de sus palabras de forma que resultaba realmente
imponente:


-La corriente del Tiempo alcanza ahora una culminaci�n en su
curso, es apropiado que el H�roe del Tiempo se encuentre aqu� ahora, as� como
estuvo en la culminaci�n precedente.�Salud, Link! Se supon�a que el fodongo te
entretener�a lo suficiente para que esta noche no aparecieses por aqu� pero el
fuego de tu interior a�n no se hab�a apagado con una lucha tan f�cil ...�Bien!
quiz�s sea ,mejor as�, ahora todo se har� con el consentimiento de todas las
partes.


-M�s te vale dar alguna explicaci�n a las heridas de Sheik o
tendr�s que morir- respondi� Link, en tono reacio


-Espera Link-grito de pronto Sheik-No puedes luchar con �l,
es un Ejecutor, un guardi�n del Tiempo-lanz� un extra�o gemido al terminar de
hablar.


-La mujer me ha reconocido- afirm� la criatura- y sabe lo que
te conviene mejor que t� mismo, ap�rtate ahora y deja que termine la misi�n que
me trajo aqu�.


-�Qu� quieres de ella?-


-Quiero su muerte-declar� el Ejecutor, Link lo mir� con cara
de asombro y temor-S�, no te extra�es, ahora que su funci�n en el mundo ha
terminado, debe morir.


El h�roe no pod�a comprender tal razonamiento, no quer�a
comprenderlo, sus ojos lanzaron miradas discretas hacia la Espada Maestra.


-Veo que no lo has entendido-dijo el ser-, ella estaba
destinada a ayudarte en tu misi�n y a desaparecer una vez estuviera completada,
tal condici�n permaneci� estable mientras ella no tom� el control del cuerpo de
Zelda, pero �ltimamente ha estado apareciendo con frecuencia en el mundo, lo que
pone en peligro todo el plan maestro del destino. Si no elimino su influencia
antes del amanecer la trama del destino morir� y el caos gobernar� en Hyrule.


-Pero si la matas, Zelda tambi�n morir�-dijo Link en busca de
obtener tiempo para pensar, observ� a la guerrera, varias l�grimas de
desesperaci�n descend�an por su rostro.


-Eso no es un inconveniente-dijo el Ejecutor con un gesto de
aburrimiento- La princesa tampoco tiene un papel fundamental ahora y podr� ser
sustituida por su hermano.


Link abri� los ojos desmesuradamente, desde luego, se hab�a
perdido gran parte de las noticias desde que se dedic� a la vida de ermita�o.


S�bitamente, Sheik habl� con amargura:


-Link, no podemos hacer nada, as� ha sido dispuesto y, si
interrumpes la misi�n de un Guardi�n, probablemente mueras t� tambi�n. Somos los
peones de un destino prefabricado.


En el interior del joven aparecieron miles de dudas, la raz�n
le dec�a que deb�a permitir al Ejecutor cumplir su tarea y as� salvaguardar
Hyrule del Caos. Pero sus sentimientos clamaban de c�lera por la injusticia, no
pod�a ser que uno de los personajes m�s importantes de la aventura muriese a
manos de aquellos que defend�a.


-Debes decidir-anunci� el Ejecutor- o permites que la mujer
muera y preservas el reino, o luchas para evitar su muerte y obtienes bien poco,
pues, aunque pudieras vencerme, que no puedes, el amanecer traer�a la desolaci�n
de esta tierra, Sheik debe abandonar este mundo esta noche.


La duda consumi� a Link, observ� de nuevo la figura
desmadejada de su amor, recostada contra una pared, con su t�nica manchada por
la sangre. Ten�a que elegir, ambas opciones eran igual de malas para �l, no
pod�a decidirse. Con iron�a, pens� que para elegir tendr�a que lanzar una moneda
o algo as�...


�Lanzar una moneda! Pero... �y si la moneda cayese de canto?


El movimiento pareci� durar un siglo a pesar de que tard�
s�lo una fracci�n de segundo, Link tom� la Espada Maestra de su pedestal y, con
ambas manos en la hoja que tan bien conoc�a, atraves� al Ejecutor clavando el
arma hasta la empu�adura en su pecho antes de que pudiera lanzar una �ltima
amenaza.


Un mill�n de centellas estallaron alrededor de la espada,
formando una vor�gine de chispas azuladas mientras el cuerpo del Guardi�n
temblaba como un pelele, Link solt� la espada t Sheik lanz� un grito de
sorpresa, la silueta del guardi�n se fue desintegrando en una lluvia de luces
celestes hasta que, en donde anteriormente se encontraba el Ejecutor, quedaba un
c�rculo de radiante luz azul que ba�aba la sala con sombras misteriosas.


Ah� estaba el canto de la moneda


Sheik solt� un gemido y rompi� a llorar desconsoladamente.
Entre la confusi�n de palabras incomprensibles que lanz�, Link entendi� algo
acerca de un final del mundo y una era de oscuridad. El h�roe no le hizo caso y
la tom� en brazos (cu�n ligera era ahora, debilitada por la p�rdida de sangre; y
cu�n fr�gil parec�a) y se dirigi� al c�rculo de luz, pens� durante un segundo en
llevarse la Espada Maestra pero no cre�a que fuese recomendable para evitar que
el curso de la historia en Hyrule descendiese a un cataclismo de caos.


Rog� con todo su coraz�n que su idea hubiese funcionado y
salt� a trav�s del portal, una fisura en el tejido del tiempo que los enviar�a a
otro mundo, as� Sheik abandonar�a Hyrule, con lo que el reino se salvaguardar�a:
y no tendr�a que morir.


Cayeron (o eso parec�a) por un torbellino de centellas a�il a
lo largo de lo que le parecieron horas, cuando llegaron al nuevo mundo, lo
hicieron de forma ruidosa precipit�ndose sobre lo que parec�a un gran prado en
el centro del cual se levantaba una construcci�n similar a una granja, al este
hab�a un bosque peque�o de aspecto joven. Aqu� tambi�n era de noche, la Luna les
salud� con su brillo nacarado mientras el portal se cerraba tras ellos.


Sheik mir� su hombro, la herida hab�a desaparecido y
nisiquiera quedaba el corte en la ropa; mir� a Link con una mirada, mezcla de
asombro y temor.


-�Qu� has hecho?-inquiri� en tono acusador


-Cuando o� que ten�as que abandonar Hyrule-intent� explicar
�l- pens� que tendr�a que habr�a otra forma de sacarte de all� sin hacerte da�o,
comprend� que, si provocaba alguna disrupci�n fuerte en el curso de la historia,
crear�a una paradoja que abrir�a una puerta entre los otros mundos. Sab�a que tu
simple supervivencia provocar�a algo as�, por lo que mat� al Guardi�n, de forma
que el destino se viese truncado y se abriese la puerta


Ella lo mir� con cara de admiraci�n y duda.


-�C�mo se te ocurri� algo as�?-Dijo incr�dula


-Hace mucho, el Sabio de la Luz, Rauru, me explic� que, para
poder sumirme en el trance que me mantuvo dormido durante siete a�os, hizo falta
una afectaci�n grave en el transcurso de la historia, y para ello, tuvieron que
esperar a que Ganondorf pusiera las manos sobre la Realidad Sagrada.


Antes de que pudiera decir algo m�s, Sheik se abalanz� sobre
�l y lo bes� con un ansia y una pasi�n incre�bles, al poco, fueron corriendo con
nuevas risas hacia el bosque y buscaron un escondite. Al final, se ocultaron
entre los �rboles y se besaron de nuevo, tocando cada uno el cuerpo del otro con
pellizcos suaves y ligeros masajes. Poco a poco, se desnudaron mutuamente,
besando y acariciando cada retazo de piel que quedaba libre, luego ella se
recost� en un �rbol, y lo recibi� de forma salvaje, durante unos minutos sus
jadeos y gemidos llenaron el bosque, hasta que el climax del acto los dej� a los
dos sin respiraci�n, agotados y tirados en el suelo. Se sonrieron de nuevo, una
�ltima promesa de amor y sinceridad en aquella extra�a noche, y se durmieron en
brazos del destino bajo el benevolente cielo del nuevo mundo.


By: Leandro


PS: Lamento el retraso en enviar este �ltimo relato, he
tenido problemas y tuve que formatear el ordenador (bueno, en realidad lo
formate� su propietario por que no tengo mucha idea), quiero, adem�s, felicitar
a Pamela Otaku por su parodia de Digimon (si bien el antagonista me pareci�
demasiado inhumano) que le qued� como una de las tramas m�s tr�gicas y mejor
desarrolladas que he podido leer en estos relatos.


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Relato: Un Reino Herido
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