Relato: Debut a lo Grande y Grueso



Relato: Debut a lo Grande y Grueso

Debut a lo Grande y Grueso


Desde el inicio de mi vida sexual, mis experiencias fueron
tan placenteras y tan gustosas, que sinceramente me envicie en el sexo. Buscaba
frecuentemente nuevos �xtasis. Jugaba con los labios de mi vulva, reconoc�a la
textura de mi cl�toris, acariciaba con insistencia mi ano, en una exploraci�n
que cada d�a se enriquec�a m�s, logrando hacer estremecer maravillosamente mis
carnes.


Estaba en un periodo tan fren�tico, que incluso en
oportunidades me despertaba en medio de la noche totalmente excitada, por lo que
me ve�a en la obligaci�n de masturbarme, manoseando mi cl�toris y las tetas
hasta correrme, solo entonces pod�a continuar durmiendo.


Andaba permanentemente excitada, pensando en mis mejores
momentos de placer y fantaseando con posibles amantes y con viciosos
pensamientos, que me provocan una constante lubricaci�n vaginal, ya que siempre
he tenido una vulva carnuda que se encharca con suma facilidad.


Por entonces ya me gustaban horrores los chicos, siempre
estaba pensando en ellos aunque no hab�a tenido ninguna experiencia que no
fueran las constantes masturbaciones a todas horas.


Pero lo m�s incre�ble es que desde la primera ocasi�n en que
hice el amor goc� inmediatamente. Disfrute tanto, que no me importo que el tipo
que me hizo perder la virginidad, fuese un tipo bastante ordinario y mucho mayor
que yo.


Quiz�s yo fui la culpable o a lo mejor fui abusada, pero el
caso es que aquel d�a fue muy especial para m�. Contaba por aquellos d�as con 14
a�os. Mi cuerpo era muy desarrollado para esa edad, media 1,75mt y tenia todo lo
que tiene que tener una mujer. Yo me daba cuenta que los hombres me miraban ya
no como una ni�a, sino como una mujer con la cual pod�an pasarla muy bien.


La verdad es que estaba acostumbrada a que los mayores me
dijeran lo bonita que era y lindezas similares. Nunca le di mayor importancia
porque pensaba que se lo dec�an a todas las ni�as. Cuando pas� a ser el centro
de atenci�n de los chicos del colegio, lo achaqu� como era natural, a ese
malsano instinto animal y lujurioso de que tanto me hab�an advertido.


Los chicos se interesaban m�s en m� que en el resto de mis
compa�eras porque ten�a m�s de todo: era m�s alta, ten�a m�s caderas, las tetas
much�simo mayores, y mi cuerpo, en general, hab�a ya perdido esas delgadeces de
la adolescencia que algunas se empe�an en perpetuar casi de por vida.


La verdad es que �l no tenia nada atractivo. La belleza
estaba bastante lejos de �l, cuando naci�. El era el due�o del kiosco de diarios
del barrio. Un d�a �l me sorprendi� mirando las portadas de las revistas
er�ticas, que hab�an all�.


-�Quieres ver revistas? Me pregunto maliciosamente.


-�Tengo unas americanas muy entretenidas, que no puedo poner
a la vista!


Dude un poco, pero mi curiosidad fue mayor y termine
aceptando. No pod�a creer lo que ve�a, hab�a fotos de tipos muy atractivos y con
unos miembros monumentales. Las im�genes de sexo oral eran muy expl�citas y se
pod�a observar n�tidamente el semen desparramado sobre los bellos rostros de las
chicas. Tambi�n hab�a varias fotos de penetraciones vaginales, en variadas
posturas, pero sin duda lo que m�s llam� mi atenci�n fue una secuencia de
penetraci�n anal. Si yo no pod�a entender como esas chicas aguantaban en sus
vulvas esos inmensos miembros, menos pod�a comprender como era posible que
tambi�n lo aguantaran en el culo.


Me entusiasme tanto con lo que ve�a, que quise comprar una
pero su valor era muy alto. Entonces el tipo me dijo:


-�No te preocupes, puedes venir a verlas cuando quieras!


Solo s� que en toda la noche no pude cerrar los ojos
recordando las expl�citas fotos de esas revistas y aunque me masturbe varias
veces no pude dejar de pensar en lo que vi. As� que al otro d�a regres� al
Kiosco con la intenci�n de ver m�s revistas.


El tipo en tanto no paraba de mirar mis pechos y mis muslos.
Era notorio como su vista recorr�a lascivamente, la sim�trica voluptuosidad de
mis turgentes senos, rematados por mis rozados pezones.


Me sent� en un banquillo dentro del kiosco frente a �l, mi
falda se hab�a subido un poco mas de lo normal y yo no hice nada por bajarla
inclusive manten�a un poco separadas mis piernas, a pesar de que advert�a
claramente que �l no me quitaba la mirada de mis muslos.


Para mis adentros llegaba a relamerme los labios cuando
observaba su bulto que escond�a sin duda una tremenda erecci�n, debajo del
pantal�n. Decid� provocarlo otro poco y fui separando las piernas
intencionadamente para que �l pudiera apreciar mis intimidades, a esas alturas
mis pezones estaban dur�simos, y sobresal�an notoriamente. El mir� mis muslos y
me recorri� con la mirada, hasta donde se encontraba apenas oculta mi vulva.


Mientras �l no perd�a oportunidad de decirme cosas, que
seguramente a �l le parec�an galantes, pero que la verdad a m� me parec�an
bastante vulgares. En un instante vinieron a mi cabeza, las im�genes de mis
fantas�as y decid� alentarlo un poco, mirando hacia el majestuoso bulto que �l
tenia entre sus piernas.


Cuando �l not� la direcci�n de mi mirada, me quedo mirando
fijamente, mientras me dec�a:


-�Solo quieres mirar fotos, o tambi�n quieres tocar uno de
verdad?


Me quede en silencio y �l asumi� la frase del que calla
otorga, y puso su miembro a mi vista. Era casi tan largo y gordo de los que yo
hab�a visto en las fotos. El glande era inmenso de gordo y el tronco
impresionantemente grueso y largo. Por supuesto debido al tama�o, su miembro
solo estaba hinchado y brillante pero no se le levantaba hacia arriba, sino que
colgaba entre sus piernas apunt�ndome de manera muy amenazadora.


Sin poder contenerme m�s, t�midamente estire mi mano y
suavemente restregu� con mis dedos la suave piel de su glande; note como su
�rgano palpitaba de placer, algo similar ocurr�a en mi vagina; segu� sin medirme
con este cadencioso juego.


El me dijo que se lo apretara y comenz� a ense�arme con su
mano como mov�rsela. Me pidi� que se lo hiciera cada vez m�s r�pido. Le desplace
la piel que lo cubr�a haciendo relucir la inmensa e hinchada cabezota.. La
sensaci�n fue sorprendente, nunca hab�a sentido tanta dureza y tanto poder, la
tenia muy tiesa, gorda y caliente, tanto que me pesaba en la mano.


Con mi mano hacia que la piel del miembro se deslizara sin
dificultad en movimientos de avance y retroceso, en las sucesivas sacudidas que
le daba al sensual objeto de mi deseo. Notaba como se le endurec�a producto de
mis manoseos, comenc� a frot�rsela aceleradamente, su largo y duro miembro se
engrosaba e inflamaba cada vez m�s. Mi mano estaba en completa posesi�n de su
instrumento sexual hinchado y r�gido, la cabeza reluc�a a causa de la presi�n de
la sangre y el endurecimiento de los m�sculos.


Friccion� su miembro varias veces, not� que un hilillo de
semen se desprend�a de su pene.


-�Era maravillosa la sensaci�n!


Mientras masturbaba su endurecido miembro, que estaba
absolutamente enrojecido, miraba atentamente la cabecita hinchada y brillante
aumentar su tama�o. Todo esto suced�a cerca de mi cara, y sent�a un sensual
aroma emanado del miembro, el que me incremento el trastorno de mis sentidos.


En un momento me pidi� que me metiera la hinchada punta de su
r�gido miembro en mi boca. No pude reprimir las ganas y me lo met� en la boca,
lo hice hasta casi sentir que su glande copaba por completo mi cavidad bucal.
Recib� el duro y palpitante objeto entre mis labios y admit� tanto como pude en
ella. Comenc� a lamer alrededor de su majestuosa cabeza, mientras mi vagina
palpitaba de placer anticipado.


Me la tragu� suavemente degustando el saborcito especial de
su miembro, se la chupaba ardientemente saboreando esa magnifica verga casi
hasta atragantarme. Casi sin darme cuenta de como hab�a sucedido, yo tenia su
durisimo miembro entre mis labios, sin dejar de acariciar con mis dedos el
protuberante tronco. Mis mand�bulas a�n no acostumbradas al sexo oral, y debido
al desmesurado grosor de su miembro sintieron el agotamiento de las continuas y
numerosas mamadas.


Puso sus manos en mi cabeza y me gui� arriba y abajo, as�
pod�a saber lo r�pido o lento que quer�a que fuese. A estas alturas yo navegaba
decididamente, por un mar del placer, y chupaba el miembro con la fuerza de un
ternero hambriento mamando la ubre de su madre.


-�Nena, nenita, as�... si�


-�Ahhh, sigue, ahhhh!


-�Eso, ahora recorre la cabeza con tu lengua!


-�Ahhh, eso chupa con fuerza, que boquita tiene mi ni�a,
ahhh, ahhhh!


Mi boca sent�a en su interior esa tremenda dilataci�n de su
r�gido aparato, ante la acumulaci�n de todo el placer que no ten�a salida y se
acumulaba dentro de su piel amenazando con estallar, igual que una represa y
derramarse entero sobre mi.


Por lo que los esfuerzos del tipo para contenerse eran
supremos, y empleaba en ello todas su autodominio, para lograr prolongar el
placer que mi lengua y mis labios le proporcionaban. Hasta que de pronto sus
piernas comenzaron a temblar y con voz agitada me repet�a:


-�Ah, me corro, te la voy a dar!


A�n no terminaban de sonar estas palabras, cuando el tipo se
derramo en mi boca, llenando mi boca con su lechoso liquido.


Me sent� casi ahogada al sentir su semen chocando con mi
garganta, as� que en un movimiento reflejo la saque de mi boca tom�ndosela
firmemente en mi mano. Aunque fue un poco accidentado debido a mi poca
inexperiencia, a�n as� logre ver detalladamente, como �l se estaba corriendo,
desparramando el moco a diestra y siniestra, segu� mene�ndoselo y orde�ando su
leche, al mismo tiempo saltaban por los aires, otros potentes chorros, desde su
manguera, que yo segu�a refregando �vidamente, a pesar del voluptuoso estallido.
Su pene, babeaba a raudales, el liquido transparente, corr�a por debajo del pene
mas abajo del glande y ca�a en mis pechos.


Su miembro todav�a se alzaba amenazador frente a mi cara,
vaporizante a�n por efecto del ardiente calor de su semen. Yo suspiraba de
felicidad ante la visi�n de tan imponente �rgano. Mis labios se relam�an con
fervor. Mientras segu�a apretando su verga que todav�a exudaba las �ltimas
gotas, de su abundante eyaculaci�n, mientras yo tragaba el abundante flujo
seminal que a�n se encontraba en mi boca y sent�a correr su saborcito por mi
garganta.


La sensaci�n de sentir el semen caliente y espeso corriendo
entre mis dedos, fue inolvidable y a�n tengo grabada en mi memoria. A pesar de
todo lo sucedido, Eduardo a�n tenia su indescriptible miembro, en estado de
semiereccion, balance�ndose entre sus piernas.


El quiso continuar con los placeres. Sus manos bajaban
suavemente hacia mi estomago. Alcanz� a bajar un poco mis bragas y a manosear
con sus dedos dentro de mi vulva, pero me asuste y pens� que era suficiente, as�
que mientras arreglaba mis ropas, le dije que regresar�a otro d�a.


Esa noche en la soledad de mi cuarto, record� la mamada que
le hab�a dado, disfrut� la m�gica sensaci�n, de su inmenso miembro entre mis
manos, como si le perteneciera el m�s guapo de pr�ncipes azules que llenaran sus
sue�os juveniles.


El �nico testigo de mi voluptuosidad, fue mi fiel cepillo que
me acompa�o en todos mis devaneos. Me masturbe insaciablemente, recordando la
formidable herramienta del kiosquero. Mis h�biles e inquietas manos, no dejaron
ni un rinc�n de mi excitado cuerpo sin recorrer, despertando en cada rinc�n de
mi suave piel el deseo y la pasi�n que escond�a mi joven y apasionado cuerpo.


Los labios de mi vulva estaban jugosos, se convulsionaban
como un golpe de corriente, cada vez que la textura suave del mango del cepillo,
como una inmensa lengua abri�ndose camino en tan apetitoso y ansiado canal.


Comenc� a desahogar mi calentura en fuertes quejidos,
mientras me masturbaba efusivamente, hab�a sufrido en esa oportunidad, por decir
lo menos; de tanto erotismo que cuando me corr�, gem� como una loca sacando la
voz desde lo m�s profundo de mi garganta. Me corr� por lo menos tres veces
seguidas.


Esa ma�ana, me despert�, h�meda, muy h�meda, al principio no
sab�a por qu� pod�a ser, estaba mareada, ni siquiera era consciente de donde
estaba hasta que empec� a recordar poco a poco lo ocurrido el d�a anterior,
entonces mis p�mulos se enrojecieron, mi cuerpo empez� a arder y mi sexo
palpitaba.


Tuve que volver a la cama, no pod�a mantenerme en pie.
Mientras con mis manos hurgaba el bosque de pelos que cubr�a mi concupiscente
monte de Venus. Con pacientes movimientos logr� que el cilindro se introdujera
hasta casi la base. Luego fui acelerando el movimiento y yo lo acompase con el
ritmo de mis caderas, ayudando, posibilitando la introducci�n del instrumento
hasta su empu�adura.


Ardientemente, segu�a estimulando mi cuerpo que c�mplice se
entregaba a mis apetitos insaciables, mis muslos volaban por el aire buscando un
lugar donde acomodarse, para permitir que mis lascivas caricias encontraran
facilidades para darle m�s espacio al placer.


Por supuesto que esa misma tarde, volv� a la carga. Ansiaba
tener nuevamente la posibilidad de aferrar el miembro del macho que me llevaba,
raudamente por las sendas del placer. Deseaba poder recorrer con mis manos la
gruesa y vigorosa erecci�n de ese hombre, que hab�a descorrido para m�, el
cerrado velo de los secretos de la carne.


Y esa misma tarde el tipo me desvirgo dentro del estrecho
recinto donde vend�a diarios y revistas. Ya no hab�a necesidad de palabras. Nos
besamos apasionadamente, alternativamente yo le chupaba la lengua y �l hac�a lo
propio con la m�a. Nos miramos y casi sin cruzar palabras, las que no eran
necesarias, nos entregamos de inmediato a los urgentes juegos que nuestras
ardientes naturalezas, nos impulsaba a realizar.


Con su boca atac� mis senos con su larga lengua, lo hizo con
tal maestr�a, que sent� sucesivas andanadas el�ctricas que surcaron fulminantes
todo mi cuerpo, produci�ndome trastornadoras sensaciones placenteras y
agradables. Mis senos llenaban alternadamente su boca, mientras gozaba de las
excitantes caricias que sus manos repart�an generosamente en el resto de mi
cuerpo. El calor sexual que empezaba a consumirme, me dominaba.


Cerr� mis ojos y me dedique por largos momentos a gozar de
las caricias. Loco de pasi�n y hambriento de deseos, recorr�a cada cent�metro de
mi cuerpo, despertando intensamente mis fluidos que preparaban mi epidermis para
el placer y el goce carnal. Mientras mis manos se engolosinaban con su erecci�n.
palp�ndoselo por sobre el pantal�n..


En respuesta a sus avances, met� una mano por entre sus ropas
y busque su miembro. Sent� un inmenso deseo de acercar mis manos y tocar y
amasar su grueso miembro. Cuando vi emerger su m�stil, lleno de la varonil
fuerza, que la excitaci�n le provocaba, no pude dejar de exclamar asombrada:


-�Oh, es inmenso!


Mis palabras reafirmaron en �l, su orgullo de macho. El
miembro qued� colgando como una larga estaca entre sus muslos, suspendida apenas
por la fuerza y el vigor de la excitaci�n. Sobresal�a groseramente entre sus
piernas, su �rgano viril era tan grande y largo que se balanceaba por su propio
peso.


Cuando se lo tuve afuera, pude admirar y acariciar el grueso
e imponente pene, que tanto me hab�a hecho fantasear en mis devaneos. Ten�a el
inmenso pene fuertemente agarrado con mi mano y se lo acariciaba lentamente, me
fije en su imponente cabeza y en las venas que cruzaban su majestuoso tronco.


Comenc� a deslizar mi mano sobre su impresionante vara,
aumentando el ritmo de mis desplazamientos a cada momento. Puso su miembro
frente a mi boca, para que se la chupara. Me incline hacia adelante y comenc� a
mam�rsela. Me lo met� golosamente en la boca, y empec� a chupar con avidez,
mir�ndolo de lleno a los ojos, quer�a darle lo mejor de mi talento. Sorb�
irregularmente, acariciando con mi lengua todo su tronco, abrigando entre mis
manos sus test�culos, besando �vidamente el hinchado glande, corriendo y
descorriendo la deliciosa vaina de piel. Cada vez que �l empujaba hacia adentro
yo gem�a de placer, como engullendo una exquisita golosina.


La sensaci�n del esponjoso glande y la extra�a textura del
tronco me calentaron terriblemente, en ese instante solo pensaba en paladear y
saborear sus saladas secreciones. En mi vida hab�a experimentado placer mayor,
la notaba subir, penetrarme y volver a bajar por mi garganta, y yo, aunque no lo
crean, me mor�a de placer con aquello


A medida que la estaca masculina iba adquiriendo mayor
tama�o, mayor tambi�n era la pasi�n que se apoderaba de m�. Parec�a una
autentica ninf�mana, atacando sin piedad la suculenta presa que ten�a entre mis
labios. Eduardo manten�a sus manos apoyadas en mi cabeza y echaba la cabeza
hac�a atr�s, y pon�a sus ojos blancos al sentir el suave discurrir de mis labios
y mi lengua, en su roja manzana.


Las gruesas venas que cubr�an el miembro a todo su largo, se
hinchaban al sentir el suave y h�medo roce, latiendo igual que un coraz�n de un
hombre llevado a su m�ximo esfuerzo. Despu�s de largo rato, �l abruptamente
retiro su pedazo de mi boca, y me hizo levantarme de mi posici�n.


Sus manos recorr�an todo mi cuerpo, especialmente mis nalgas.


En un instante sus dedos comenzaron a deslizarse por el medio
de mis nalgas, en cada recorrido yo sent�a como sus dedos se acercaban m�s y m�s
a mi ano, otorg�ndome un exquisito placer que se sumaba a mi impaciencia. Tengo
que reconocer que los tanteos que le daba a mi culo, me ten�an realmente
fascinada. Una nueva e intensa excitaci�n se iba apoderando de m�. Y aunque mi
cabeza me dec�a que deb�a detener los toqueteos en mi agujero trasero, una
extra�a corriente de placer, que nac�a en mi ano, me aconsejaba que lo dejara
seguir con sus manipulaciones, algunos instantes m�s.


Me sent� enloquecer de deseos, advert�a mi piel llenarse del
rudo roce, de piel varonil, fuerte y velluda, que al contacto con mis
intimidades, hac�an estallar por millones los m�gicos fuegos de artificio, que
las pieles de hombre y mujer encierran, para estallar, luminosos y plet�ricos,
en la m�gica atm�sfera de la relaci�n carnal. En un momento, tom� mi falda y me
la subi� hasta la cintura, cuando aparecieron mis muslos y mis ajustados
calzoncitos, los ojos del tipo brillaron.


��Tesoro, eres verdaderamente deliciosa y estoy seguro que
bajo tu calzoncito escondes una deliciosa conchita!


La conchita me saltaba y mis humildades afloraban. Mis
pezones ard�an terriblemente debido a la incontenible calentura, que me
provocaban sus manoseos, tanto que mi conchita rezumaba jugos sin descanso.


Despu�s de intensos minutos en que �l me manoseo a su
regalado gusto, y en el que yo fui someti�ndome a sus avances. El hombre
jadeando ansioso, disfrutaba con cada una de mis presas, y una vez ganada
disfrutaba, el espacio ganado, gozando a concho, con el magn�fico trofeo,
entreg�ndome con fuerza el mensaje de sus deseos, mientras yo recib�a esa
entrega, ofreciendo el premio de mi total entrega al ansioso gal�n.


��Porque no me lo muestras?


Me alz� la falda y me baj� los cuadros. Yo no hice nada, solo
me dejaba hacer, entregada por completo a su ardor, apetito, y deseo. Cuando me
quito los cuadros, ni siquiera intente moverme, �l se engolosino con mis piernas
torneadas, y con la visi�n de mis labios �ntimos, rosaditos, brillantes,
contray�ndose cuando sus manos se deslizaban por mi piel, me acaricio mi sexo
desprotejido y con sus dedos abri� mis labios vaginales, que para esos instantes
ya est�n h�medos, as� que no fue dif�cil penetrarlos, sus dedos comenzaron a
chapotear en mi vagina. Yo intu�a lo que �l me iba a hacer, pero no deseaba
detenerlo y segu�a entregada e inm�vil, sujeta a los caprichos del lascivo
hombre, que se saciaba con mi cuerpo, como quien se satisface con una esclava.


Me tomo de las caderas y me hizo girar, quedando de espaldas
a �l. Yo tenia claro lo que venia, me incline hacia delante y apoye mis manos en
la pared. Una vez que hubo ubicado y centrado muy bien la punta de su ariete, me
aferr� por los hombros, y empuj� levemente, arrancando un suave quejido de mis
labios. Un escalofr�o recorri� mi espalda al sentir como la tremenda punta de su
garrote, ejerc�a las primeras presiones en mi hendidura.


Junto con quejarme, y llevada por la exquisita sensaci�n que
experiment� al sentir la dura cabeza, en mis humedecidos labios vaginales, abr�
autom�ticamente mis piernas, y mis pliegues interiores, celosos guardianes de mi
virginidad, se estiraron, y dilataron completamente, quedando expuestos como una
tela de cebolla, ante una bala calibre 45, pues el duro misil que el tipo,
bland�a entre sus piernas, pod�a traspasar la coraza de un blindado.


El en tanto, ciego de ardor masculino empujaba su hierro
ardiente, contra mi cerrada cuevita del amor, actuando como un toro de lidia,
embest�a ciego y furioso contra mi roja y h�meda cavidad. Sus empe�os eran
reiterados y denodados, pero la resistencia de mi virginal abertura era tambi�n
feroz. El intentaba cumplir con el mandato natural, en su empe�o por romper el
sello, que se resist�a a permitir mi despertar a la vida sexual, y la membrana
cumpl�a con empe�o, su funci�n natural de guardadora celosa de mi virginidad y
pureza.


Transpirado, y jadeando �l empuj� una vez m�s. Este fue un
empuj�n definitivo que termin� por vencer las �ltimas resistencias, que se
opon�an a la irrupci�n definitiva y total del miembro, dentro de mi inexplorado
t�nel. Salt� de dolor, pero mi brinco muri� bajo la presi�n de sus fuertes
brazos. Di un quejido y abr� mis labios para dejar escapar un grito de dolor,
pero �l me tap� la boca con la palma de su mano. Estuve algunos minutos sin
moverme acostumbr�ndome al invasor que ten�a adentro, �l por su parte me
acariciaba las tetas y empujaba cada vez m�s profundo.


El me aferr� con m�s fuerza y vigor, al mismo tiempo que
reforzaba la potencia de su ensartada total plena, dej�ndome abierta para
siempre. La lucha que libramos fue terrible, pero finalmente logro encajarme su
miembro. Mis caderas parec�an querer romperse, pero mi ansiedad y enajenaci�n
fueron m�s fuertes. Los embates se hicieron insoportables, el dolor y el placer
se asociaron como nunca me habr�a imaginado que pod�a suceder.


El llevaba su propio ritmo y eso me gustaba, ya no sent�a
dolor, solo sent�a el deseo de ser acariciada y pose�da por ese hombre que jam�s
por mi mente paso que fuera tan bueno para eso, sent�a dentro de mi cuerpo su
inmenso pene jugar dentro de mi cuerpo, En mi vulva todo eran luces y
explosiones que suced�an en mi bajo vientre que involuntariamente suced�an y
nada las har�a detenerse y yo no las quer�a detener, �l entraba y sal�a de mi
concha a plena voluntad.


En medio de gemidos desesperados me derrame en un mar de
jugos ardientes y pastosos, que se esparcieron abundantes en torno a su gruesa
estaca.


Mientras yo le entregaba mi orgasmo, �l tambi�n llego al
�xtasis despidiendo borbotones ardientes de moco. Para mi fortuna, mi corrida
fue tan bestial y sensual, que �l no pudo contenerse y casi al un�sono comenz� a
bombear moco en mi vulva.


Me pareci� como si me estuviese haciendo un enguaje vaginal,
era tal la cantidad de semen que derramaba en mi �tero, que entre mis nalgas y
sobre mis muslos corr�a un incre�ble reguero de semen, formando en el piso un
indescriptible charco de esperma. Cuando por fin se decidi� a retirar su bien
dotada tranca de mi interior, el semen se escurri�, casi como si estuviese
orinando esperma. Debieron pasar largos minutos, antes que mi vulva pudiese
volver a su tama�o habitual.


Por supuesto que Eduardo me volvi� a culear en reiteradas
oportunidades. La edad y el aspecto f�sico del tipo, me parec�an dulcificadas
por su inmensa capacidad amatoria y en ese momento no ten�an para mi ninguna
importancia.


Jacqueline


Santiago - Chile




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Relato: Debut a lo Grande y Grueso
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