Relato: MUJER DE HIERRO



Relato: MUJER DE HIERRO

MUJER DE HIERRO

Anal�a es mi nombre, tengo apenas veintid�s a�os y soy la secretaria directa de Mar�a Fernanda Sunchales Pereyra.
Ella tiene cuarenta y nueve a�os, cabellos casta�os claro, lacio, corte desprolijo a los hombros, ojos grandes, verdes, gruesos labios, boca prominente, naricita puntiaguda, un metro setenta y ocho, busto grande hecho con cirug�a, cintura diminuta, anchas caderas, cola saltona, piernas largas, muslos torneados.
Es soltera, Gerente General de West Financial Co, es la filial de mi pa�s, una de las m�s grandes y prestigiosas compa��as de seguros, es la n�mero uno, la jefa, la reina.
Tiene todo lo que quiere, poder, dinero, admiraci�n, belleza, la apodan la �mujer de hierro�, es temida, maneja todos los problemas con temple, inquebrantable, desp�tica.

Es la primera en llegar al edificio, la �ltima en irse, su oficina es casi un piso completo, en lo m�s alto, es su bunker. Es una persona muy ocupada y delega mucho en m�, la mitad de su vida se desarrolla en aviones, volando de un lado a otro.
Viste impecable, trajecitos exclusivos, tacos finos y puntiagudos, perfumes importados, maquillajes a medida.
Mi jefa me paga un excelente sueldo, y el mismo se divide en tres partes, una parte es por mi trabajo en s�, la que todos conocen, otra es por darle placer, y la otra para mantener mi boca cerrada, soy su prostituta personal.

Desde joven me gan� la vida vendiendo mi sexo a hombres y mujeres por igual, a quien pudiera pagarlo y ella me contact� por una agencia clandestina en la que yo trabajaba.
Despu�s de conocernos y pasar una noche �ntima, ella me propuso ser lo que hoy soy, su secreto, su cable a tierra.
Me trata dir�amos miserablemente, tiene un car�cter dif�cil de llevar, casi no la miro a los ojos cuando levanta la voz, malhumorada, solo lo dejo correr, aunque me humille y me haga sentir que no soy nada, pero� a continuaci�n les narrar� su secreto, algo que no deber�a hacer, pero es m�s fuerte que yo.
En alg�n momento Mar�a Fernanda tiene que ceder, no se puede estar las veinticuatro horas del d�a dando �rdenes, debe descontracturarse, relajarse, liberar tanta presi�n, tanto stress, y ah� es donde intervengo, por unos minutos ella se transforma en un gatito indefenso, y yo llevo las riendas�


Viernes, veinte horas, no queda casi nadie en el edificio, suena mi intercomunicador, ella pide mi presencia, se lo que quiere.
Voy a su gran oficina, est� parada d�ndome la espalda, los vidrios del gran ventanal est�n todos empa�ados, la temperatura de la calefacci�n contrasta con el crudo invierno, afuera se escuchan las bocinas de los coches, no mucho m�s, al sentir mi presencia ella dice:

- Sabes lo que quiero, no hace falta que te lo indique, no?

No contesto nada, los platillos de la balanza se inclinan de un lado al otro, el poder cambia de manos, tomo la llave de su caja fuerte que como de costumbre deja a mi alcance y saco las cosas privadas que ella esconde, dejo todo sobre el escritorio.
Voy a su encuentro, la sorprendo tomando su brazo derecho tir�ndoselo por detr�s, dobl�ndolo hasta hacerle sentir mi presi�n, pateo sus piernas con las m�as oblig�ndola a abrirlas, como si se tratara de un cacheo policial, la empujo con fuerza hacia el ventanal, le digo al o�do:

- Vieja puta! quer�s que te humille?

A ella que le encanta que la llame �vieja puta�, apenas si asiente con la cabeza, la giro y ahora apoyo su espalda contra el vidrio, sus grandes pechos siliconados se mueven agitados por su excitada respiraci�n, sus pezones puntiagudos se notan con facilidad, como dos botones encendidos bajo la tela, me responde:

- Por favor� no me violes�

Acallo sus palabras sellando mis labios contra los suyos, nuestras lenguas se fusionan en una sola, su beso es caliente, intimidante, se pierde en s� misma, sus manos y sus brazos tratan de envolverme como si fuera un pulpo, pero la separo, no se lo permito, tengo el poder�
Queda mir�ndome, a la espera de mi siguiente jugada, tomo su bonita camisa blanca desde el cuello, tiro con fuerza, los botones van cayendo uno a uno, veo como se excita, sus enormes pechos quedan semidesnudos, cubiertos por un sost�n armado importado que mezcla bordados con transparencias, Mar�a Fernanda arde, los tomo entre mis manos, una en cada uno, ella trata de desnudarlos por completo porque no soporta la situaci�n, pero recibe una bofetada en respuesta, el chasquido de mis dedos corta el aire, ella se resigna.

Vuelvo a girarla como al principio, bajo su rota camisa desnudando su espalda, se la beso suavemente mientras lentamente mis dedos sueltan su sost�n, ahora s�, sus tetas rebotan como si fueran dos pelotas, la llevo m�s adelante peg�ndola al helado vidrio, siento su reacci�n, gime, realmente est� fr�o y h�medo, la obligo a pasar sus pezones por �l, como si fuera un trapo va limpiando poco a poco la condensaci�n dejando ver la negrura de la noche.
Otra vez frente a frente, sus tetas est�n congeladas, aprieto sus pezones entre mis dedos hasta hacerla gritar, le hago doler, le gusta el dolor�
Llevo mi lengua h�meda a ellos, la diferencia de temperatura es abismal, mi jefa entregada solo suspira, est� caliente.

Vuelvo a sorprenderla, la tomo de los cabellos con fuerza y la obligo a arrodillarse a mis pies, casi la arrastro hasta el escritorio, ella se mueve en cuatro patas como un animal, la dejo arrodillada en la alfombra con su pecho sobre su sill�n de jefa, la desnudo por completo, tambi�n me desnudo yo ante sus ojos, tomo las cosas que hab�a sacado de la caja fuerte, me coloco el arn�s con esa verga pl�stica que casi me llega a las rodillas, uso el escritorio de apoyo, con una mano lubrico el grueso juguete, lentamente, haci�ndola desear, con la otra mano tomo un peque�o l�tigo y golpeo sus nalgas, est� al borde de la locura, del desmayo, pregunto:

- Y vieja puta? est�s caliente? perra sucia�

Intenta contestar, no la dejo, apenas abre su boca meto en ella uno de mis pies, empieza a besarlo, a lamerlo, me causa cosquillas y excitaci�n al mismo tiempo, empujo m�s y m�s, mis dedos se pierden en su interior, se atora, vuelvo a insistir con el l�tigo, una y otra vez, ella cede hasta m�s no poder, las l�grimas caen de sus ojos, no soy del todo consiente de lo que hago.

Me pongo a sus espaldas, tomo el juguete entre mis manos, se patina por el lubricante, lo apoyo en su concha estirada, empujo, entra como una serpiente, es tan grueso que debo conducirlo con ambas manos, grita, se contorsiona, patalea, llega al fondo de su canal, se encorva, presiono m�s y m�s, le gusta, le doy r�tmicamente, mis im�genes y mis percepciones se confunden en mi mente, vieja sucia y lesbiana, sus secretos est�n a salvo conmigo, siento el poder, me gusta sentirlo, est� rendida a mis pies, sus gritos y gemidos retumban en el silencio de la habitaci�n, percibo sus orgasmos, disfruta del placer, le doy placer, aprieto sus gordos gl�teos con mis manos, clavo las u�as afiladas en ellos, marco su piel�

Mar�a Fernanda est� extenuada, la verdad es que a m� tambi�n empieza a dolerme la cintura, los juegos con el gran aparato han terminado, pero solo es el comienzo de lo que sigue.
Unto por completo mi mano con lubricante, sac� el sill�n de manera que quede arrodillada con su culo apuntando el techo, su esf�nter est� tan grande como su vagina, llevo a �l mis cuatro dedos, presionando suavemente, hacia adentro y en c�rculos, combinando movimientos, como un viejo el�stico no ofrece resistencia, mi mano entra hasta que mi pulgar hace tope en la entrada, me quedo jugando ah�, al poco tiempo su esf�nter est� irremediablemente abierto�

Mi jefa suplica por m�s, y le doy m�s, lleg� el momento, junto ahora todos mis dedos y empujo, con asombrosa facilidad su trasero se abre lo suficiente para permitir el ingreso de mi pu�o, mi antebrazo lubricado se adentra en las tinieblas de sus profundidades, recorro sus intestinos, ella se retuerce en placer, toma sus cachetes entre sus propias manos abri�ndose m�s y m�s, empujando m�s y m�s, al borde de la locura, la sensaci�n es exquisita�

Saco mi pu�o de su trasero, ahora uso mi brazo izquierdo, voy a su argolla, si su trasero fue f�cil su vagina lo es m�s aun, mi extremidad parece perderse en su sexo, llego a golpear su �tero, es incre�ble, me siento h�meda, me excito.
Comienzo un juego perverso, meto un brazo en su concha, lo saco, meto el otro en su culo, uno y el otro, uno y el otro, sus orificios est�n tan dilatados que parecen formar un gran ocho.

Ella se rinde, se tira hacia adelante, est� agotada, la miro, vieja puta�

Me limpio con los restos de su camisa, me pongo mi propia camisa, la pollera de trabajo y los zapatos con altos tacos, a�n me queda un fetiche, voy sobre el escritorio, empujo todas las cosas al piso, carpetas, libretas, biromes, todo, todo al piso, apenas tengo precauci�n de no tirar la l�mpara y el tel�fono, me mira, me siento apoyando mis nalgas donde ella d�a a d�a imparte sus �rdenes, abro mis piernas, apoyo los finos y delgados tacos en cada borde, la luz se reflejan en ellos, Mar�a Fernanda me mira a los ojos, con mi dedo �ndice le hago se�ales para que se acerque a mi lado, lo hace t�midamente.

Cuando est� a mi alcance la tomo nuevamente con fuerza de los cabellos y la arrastro a mi lado, apret� su rostro contra mi sexo, pego su cara a mi concha, le ordeno:

- Chup� puta! chup� todo!!!

La lengua de mi jefa comienza a recorrer sumisamente mi vagina, se mete en mi hueco, pasa por mis labios, bordea mi cl�toris, me siento caliente, desde mi posici�n solo veo sus cabellos perdi�ndose bajo mi pollera, no puedo ver m�s, pero puedo sentir, la aprieto m�s y m�s, quiero asfixiarla contra mi argolla, le pido que beba mis jugos, el poder me calienta, tomo el l�tigo que qued� a un costado y castigo nuevamente sus blancas nalgas, ella brama y lame, solo lame, me siento venir en su boca, la piel blanca de su trasero a�n tiene las marcas que antes le dej� al clavarle las u�as y l�neas rojas y afiebradas del l�tigo de castigo.
Pierdo el control, me acabo en su boca, gimo, grito, soy heterosexual, me gustan los hombres, pero no puedo evitarlo, me abro toda para ella, acaricio mis pechos por sobre la camisa, ya est�

El tornado ha pasado, solo quedan los restos como prueba, destrozos a su paso.
Los platillos de la balanza vuelven a cambiar de posici�n, la doctora Sunchales Pereyra poco a poco retoma el control de la situaci�n, la leona que llevo dentro vuelve a esconderse, otra vez surge mi piel de cordero.
Acomodo las cosas, limpio, todo debe estar en orden para el Lunes, lavo los accesorios y los guardo nuevamente en la caja fuerte, no existe el di�logo, ella poco a poco recupera el fr�o de su coraz�n y la dureza de su rostro, elige ropa nueva en el vestuario personal que dispone en el lugar, desecha la anterior a la basura, se lava, se acomoda el cabello, se maquilla nuevamente, estamos listas para volver, nos abrigamos, afuera hace fr�o�


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