Relato: El gordo mayor (5)





Relato: El gordo mayor (5)


EL GORDO MAYOR (5)


CAP�TULO V: R�MULO Y REMO




Creo que si esa vez no me cagu� encima de mis pantalones, supongo que nunca
lo ir� a hacer.


Los dos doberman me miraban con cara de pocos amigos. Era l�gico, al fin y al
cabo yo era el que estaba invadiendo su territorio.


Un gru�ido sordo se escuchaba como un eco, ya que ambos lo emit�an al
un�sono. Y tuvieron la precauci�n de hacerme saber de esos dientes terriblemente
afilados que ten�an cada uno. Comenc� a rezar, rogando que Eduardo apareciera lo
antes posible.


Yo estaba petrificado y los perros que nunca supe distinguir ya que me
parec�an hermanos gemelos, me manten�an en jaque.


Intent� recordar cuando fue la �ltima vez que hab�a estado tan aterrado, y no
me vino ninguna otra experiencia ni siquiera lejana a la memoria.


De d�nde mierda hab�an aparecido estos animales?


Pens� que finalmente iba a salir por lo menos algo lastimado cuando Eduardo
apareci� y apenas me vio en la situaci�n que me encontraba, se asust�. Es que,
como me dijo luego, yo estaba tan p�lido como un papel.


"R�mulo sit. Remo sit." Orden�, y ambos mastines se sentaron.


Se acerc� a mi, y comenz� a limpiarme toda la suciedad que ten�a sobre todo
el cuerpo con una esponja .




"Pobrecito, mi ni�o. Disc�lpame, por favor. No me di cuenta que los perros
estaban cerca." Not� verdaderamente mucha preocupaci�n en sus palabras. "Es que
no es habitual que haya gente que les sea extra�a por la casa."


Gracias a Eduardo, hoy conozco mucho m�s acerca de los doberman.


Me dijo que era una raza de perros de guerra que fue creada por expreso
pedido de Hitler mediante cruzas y algunas alteraciones gen�ticas. De hocico muy
peque�o pero con una fuerza descomunal. Son muy leales a sus amos pero sufren de
un gran problema. Tienen el cerebro demasiado grande para la cabeza tan chica y
eso les da una jaqueca permanente, lo que los hace demasiado inestables. El
dolor de cabeza siempre est� presente, pero a veces se hace m�s agudo a�n, y es
cuando son much�simo m�s peligrosos todav�a. Me qued� claro que ellos cambian de
humor m�s r�pido que yo de calzoncillos. M�s que temerles hay que respetarlos, y
sin lugar a dudas, m�s vale tenerlos como amigos.


Eduardo me demostr� todas las se�ales de afecto delante de los animales, para
que se fueran acostumbrando a la idea que yo no era un desconocido para nada, ni
mucho menos un enemigo


"Remo go." Dijo, y uno de ellos se levant� y sali� por donde hab�a venido.


Lo gracioso fue que el otro lo mir� como pregunt�ndole "Y yo? Me voy a quedar
aqu�?" Pero hasta que Eduardo no se lo indic� de la misma forma, no se movi� del
lugar.




Cuando finalmente el segundo can obedeci�, se fue lentamente, casi
majestuosamente, dir�a yo, pero no me gust� en lo absoluto la mirada que me
lanz�. Adivino que era por lo menos desafiante.


Pens�, sin embargo, que era admirable ver como tan peligrosos seres son
tambi�n muy obedientes a sus amos.



"No sab�a que dejaba a los perros pasearse por toda la casa." Dije cuando el
alma me volvi� al cuerpo.


Fuimos a un rinc�n donde hab�a una ducha, y Eduardo mismo me enjabon� y me
enjuag�, para quitarme todo resto de suciedad. Me emocion� que fuera �l mismo
que lo hiciera, ya que siempre me gustaba hac�rselo yo a un gordo.


Una vez limpio totalmente, nos abrazamos y besamos.




"Recuerdas que una vez te dije que tengo alguna forma de satisfacerme
sexualmente dentro de mis posibilidades y que luego dej� para contarte en otro
momento?" tras asentir, continu�. "Bueno es que estos perros son los que me
otorgan el placer cuando estoy necesitado."


No pude ni siquiera sospechar qu� era lo que me quer�a decir concretamente..


"Estoy intrigado por ver c�mo." Le dije con muchas ansias.


"Remo, come here." Dijo. Y como si estuvieran esperando tras una puerta
abierta, irrumpi� corriendo al instante uno de ellos.


Eduardo se sent� sobre el asiento plegable con las piernas abiertas, y se
ech� para atr�s quedando recostado.


"Remo, lick." Bast� que le dijera, para que el doberman se le acercara y
comenzara a lamerle los test�culos.


Me qued� at�nito.


"No sabes el placer que se siente." Dijo y le cre� pero no dejaba de ver el
lado peligroso del asunto. "R�mulo, come here." Grit�, e irrumpi� de igual modo
el otro animal.


�ste �ltimo pas� frente a mi caminando despacio, igual que antes, sin ning�n
apuro, en forma demasiado distinta al otro can y otra vez sin quitarme los ojos
de encima, gru�i�ndome por entre sus dientes, como dej�ndome bien en claro qui�n
mandaba aqu�.


Era posible que me estuviera retando?


"Dios m�o, deben estar celosos." Dije en voz alta.


"Lo est�n, pero no te preocupes, mi ni�o." Y agreg� esta vez al perro que
acababa de entrar. "R�mulo, lick." Y se sum� al otro doberman en la misma tarea
de lamerle los genitales, ambos simult�neamente.


Ambas lenguas le acariciaban y golpeteaban repetidamente los test�culos. Eso
era muy excitante s�lo de ver. Supuse que lo ser�a much�simo m�s al sentirlo.
Estuve seguro que el placer de Eduardo deb�a ser indescriptible, pero
nuevamente, no quise estar en su lugar.




"Quieres probar t�?" me pregunt� como ley�ndome los pensamientos.




"Noooooooooooo, en absoluto. No es algo que me vaya a quitar el sue�o si no
conozco la experiencia." Dije, aterrado con la posibilidad de verme castrado por
cualquiera de estos perros. "Estos animales me ponen nervioso."


Eduardo se retorc�a sobre el asiento, pero no not� ning�n signo de erecci�n
en su pene. Continuaba desaparecido. S�lo gozaba sin excitarse.




"Remo go." Dijo finalmente, y �ste dej� el lugar corriendo. "R�mulo go."
Agreg� y tambi�n �ste otro obedeci�, sin antes volverme a gru�ir de camino a la
salida, exactamente de la misma forma lenta que lo hab�a hecho anteriormente y
sin quitarme los ojos de encima hasta que desapareci� tras una puerta.




Dios m�o, s�lo R�mulo era el que ten�a alg�n problema conmigo. Sent� un
escalofr�o correr por mi espalda. Ese perro me estaba amenazando, sin ning�n
lugar a dudas.





Nos vestimos y fuimos al comedor, que ya estaba puesta la mesa.


Muy pocas veces hab�a asistido a una comida como las que toman los de la
clase muy alta. Quiero decir con esto, que muchos platos con distintas
variedades de alimento fr�o estaban sobre un mantel impecable. Adem�s de todo
eso acerca de los cubiertos para cada plato, cuchara para esto, cuchara para lo
otro, lo mismo para con los cuchillos y tenedores, exactamente igual de
rid�culos, que nunca voy a terminar de entender por qu�, ya que actualmente, en
mi casa, soy yo mismo el que lava la vajilla, y cuanto menos haya siempre es
mejor.


Lo cierto es que tampoco hab�a visto platos preparados como los que vi all�,
y muy lejos de ser sofisticados, eran preparados con ingredientes demasiados
habituales.


Hab�a una fuente con cubos rojos, lleno de hojitas verdes. Me pareci�
reconocer los ingredientes, pero ante la duda, pregunt� qu� era, y Eduardo llam�
al chef que me explic� que eso era sand�a cortada en dados al cual se deben
extraer todas las semillas cuidadosamente y condimentada con bastante perejil
crudo muy picado.


"Qu� cosa???" pregunt� asombrado.


"Prueba, por favor y me dices." Suplic� Eduardo.


Tom� un cubo de sand�a con bastante perejil sobre �l, y me lo llev� a la boca
con temor.


Se me hizo agua a la boca.




"Dios, qu� cosa m�s rica." Dije y sin demostrar disimulo, me serv� m�s en el
plato.


"Lo que sucede con el perejil crudo, es que realza el sabor de las comidas."
Dijo el chef. "Quieres probar esto otro?" Pregunt� mostr�ndome otra fuente que
conten�a una ensalada de lechuga, tomate, y varias cosas m�s que no reconoc� de
inmediato.


"S�, pero por favor d�game primero que contiene." Solicit�.




"C�mo no. Es b�sicamente una ensalada de lechuga y tomate con repollo colorado
cortado muy fino, al que se le agregan trozos de durazno sin piel cortados en
dados, nuevamente bastante perejil muy picado, apio, y se condimenta con aceite,
sal, or�gano, el jugo de un lim�n y el de una naranja." Dijo con una sonrisa.


Puse cara de no saber si me iba a gustar.


"Prueba." Me pidi� nuevamente mi amigo.


Lo hice, y me gust� tanto que realmente a�n hoy preparo esa delicia. Es una
de mis ensaladas preferidas.


El men� inclu�a caldo de pollo, rosbif mechado y servido con salsas varias
que ten�an como base la mayonesa. Algunas con aceitunas, otra con morr�n
colorado, otras combinadas con ketchup, haciendo una especie de salsa golf. Todo
eso acompa�ado con ensalada de papas tambi�n cortada en forma de dados, con
cebolla, un poco de aceite de oliva, sal y mucho perejil y or�gano, con el
agregado del jugo de un lim�n que le daba un sabor realmente especial.


Luego como segundo plato, sirvi� pollo trozado con bastante condimento, pero
muy suave, acompa�ado con un pur� de manzanas con perejil y nueces.


Por todos los cielos, qu� cosas me hubiera perdido de no haber conocido a
este chef. Dicho sea de paso, gracias a �l, comenc� a ponerle perejil crudo a
casi todas mis comidas.


Como postre, simplemente helado de frutilla.


"Delicioso. No siempre me gustan los helados de sabor frutilla. De qu�
helader�a es?" pregunt� apenas lo prob�.


El chef y Eduardo se miraron y sonrieron, antes que aqu�l volviera a la
cocina.


"No, hijo. El helado lo hace siempre �l. Y no es de sabor frutilla. Es de
frutilla. Con frutillas de verdad."


"Por Dios, necesito esta receta. Es muy dif�cil de hacer?" Pregunt� ansioso
por conocer c�mo hacer uno de los helados m�s sabrosos que hab�a probado en mi
vida.


El chef volvi� con m�s porci�n del helado para ambos.


"Es muy f�cil de hacer. Cocinas dos terceras tazas de jugo de lim�n, junto
con la misma cantidad de jugo de naranja, mezclado con una taza de az�car.
Cuando hierve, has hecho un alm�bar. Lo dejas enfriar, y licuas medio kilo de
frutillas junto con el alm�bar. Cuando est� pronto, bates una sola clara de
huevo con la batidora, ojo que es clara y no yema, eh?. Dec�a que bates una
clara a nieve, y le agregas el licuado. Y listo, as� de f�cil. Cuando est� bien
mezclado, lo pones en un pote y va al freezer. Esperas a que se endurezca, y te
quedan dos litros del helado m�s delicioso de frutillas que puedas probar."


Qued� at�nito por lo verdaderamente sencillo que era hacerlo. Y realmente no
pod�a creer lo delicioso que quedaba.


Cabe agregar aqu�, que efectivamente ya me he hecho el helado de frutillas
demasiadas veces, y respetando esa receta, siempre fue igual de rico que en esa
oportunidad.


Repetimos el helado una vez m�s.


Cuando terminamos, Eduardo me propuso ir a dormir una siesta.


"Hummm, est� seguro que va a dormir?" Pregunt� con mirada p�cara.


"Qu�? No me vas a dejar?" Pregunt� y sonri�.


Subimos a su dormitorio.


Me pidi� que le quitara la ropa a �l primero, as� pod�a verme desde la cama
mientras me quitaba la m�a.


Lo hice como me pidi�.


Quit� sus zapatos y medias, acarici�ndole los pies en forma disimulada.




"Oye, esto ya me lo has hecho antes en el probador, eh?." Se percat� de repente.
"Eres un pillo. Y yo un tarado que nunca se da cuenta de nada." Y sonri�.


Le quit� la camisa, y desabroch� su cintur�n para continuar con su bragueta y
dejarle caer los pantalones.


"No nos quitemos los calzoncillos, vamos a disfrutar de nuestros cuerpos de
esta forma." Pidi�.


Tambi�n en eso le complac�, ya que no necesitaba excitarme nuevamente en ese
momento. Ahora yo tambi�n necesitaba algo de cari�o, sentir amor.


Eduardo se introdujo entre las s�banas y observ�, como �l quer�a todas las
fases de mi strip tease. Era impresionante ver esa humanidad dentro de su cama,
tapado apenas con una s�bana que cubr�a su gigantesca figura.


Quit� mi camisa en primer lugar, luego hice lo propio con mi cintur�n, y con
mi pie izquierdo saqu� mi zapato derecho y viceversa. Luego me deshice de ambas
medias, y dej� caer mis pantalones.


Eduardo levant� la s�bana para que me internara all� mismo a su lado.


Lo hice.


Sent� su cuerpo c�lido pegarse al m�o. Sus brazos me aprisionaron, y uno de
sus muslos se subi� encima de mis piernas.


Sent� amor verdadero. Uno no lo puede explicar, s�lo que se siente cuando el
amor est� instalado all�.


Conversamos mucho. Casi al o�do, con murmullos.


A veces con algunos besos, a veces con caricias.


Charlamos de esta relaci�n. Ambos nos sent�amos muy c�modos, y disfrut�bamos
la compa��a del otro.


No hab�a necesidad de sexo continuo, eso era una buena se�al. S�lo lo
necesario. Eso quer�a decir que hab�a algo m�s que lujuria, algo m�s que
impulso. As� era como me gustaba a mi. Saciar la lujuria, pero que todo no se
limitara exclusivamente a sacarnos leche mutuamente como ocurre habitualmente
con este tipo de relaciones.


Estuvimos acostados por largo rato, abrazados, mim�ndonos. Sintiendo el calor
corporal mutuo, hasta que finalmente me dorm�. En paz y con esa tranquilidad.


Unas tres horas hab�an pasado cuando me despert� y not� que Eduardo no estaba
al lado m�o. Sent� que sal�a del ba�o y al verme me salud� con un "Buenas
tardes, mi ni�o" y tras preguntarme si hab�a dormido bien, me invit� a meterme
en el jacuzzi con �l. Nuevamente una proposici�n a la cual era muy dif�cil de
negarme. Not� que Eduardo no ten�a los calzoncillos puestos. Le contest� que s�
quer�a, y volvi� al ba�o a prepararlo.

Revis� entre las s�banas para ver si sus interiores estaban all�, y tuve la
suerte de encontrarlo.


Me lo llev� a la cara, aspirando fuertemente para intentar excitarme.



Entr� al ba�o, y Eduardo not� mi erecci�n.


Entramos al agua y el calor y las burbujas me pusieron de una forma ins�lita.
Todo eso agregado a los besos y caricias que recib�a por todo el cuerpo como
se�al de afecto de mi abuelito.


Me pidi� que me sentara en el borde del jacuzzi.


Me tom� el pene erecto con una mano, y comenz� a moverlo en forma muy lenta y
suave. Sin apuro, sin ning�n tipo de prisa, sub�a y bajaba su mano inmensa
sosteniendo mi miembro duro. De pronto acerc� su boca, y dudando, decidi�
intentarlo nuevamente.


Primero le pas� la lengua a mis test�culos. Derecho e izquierdo. Nuevamente
hizo la secuencia. Derecho e izquierdo. Repiti� una vez m�s.


Me los bes�. Una y otra vez.


Nuevamente. Muchos besos m�s.


Estaba haci�ndolo bien. Despacio, como para tomarle la idea al asunto. La vez
anterior que lo hab�a intentado le hab�a dado n�useas, y me hab�a dicho que
quer�a intentarlo m�s tarde nuevamente. Ahora hab�a llegado ese momento.


Luego que me tom� el gusto, y gan� confianza en mi entrepierna, comenz� a
lamer el tronco de mi verga. Comenz� desde los test�culos, y la lamida
continuaba cada vez m�s hacia arriba, hasta que finalmente alcanz� mi glande.
Sigui� las lamidas hasta la abertura de mi cabecita h�meda, y me la sec�.


"Eres rico." Me dijo.


Sonre�.


Tante� con los labios sobre mi prepucio, y lo bes�. Me corri� la piel del
pene hacia atr�s, dej�ndome totalmente el glande al descubierto. Abri� su boca,
y fue introduci�ndoselo muy pero muy lentamente dentro. Yo no me mov�a para
nada. Le estaba permitiendo tomarse todo el tiempo del mundo. Todo lo que fuera
absolutamente necesario para �l. Qui�n tendr�a alguna clase de apuro en mi
lugar? Yo, seguro que no.


Cuando tuvo toda me cabeza dentro de su boca, apret� los labios, e intent�
succionarme, e hizo una arcada, se�al de que estaba a punto de vomitar. Retir�
la boca. Trag� saliva, y se dispuso a intentarlo nuevamente.




"Si no puede est� todo bien, abuelito." Dije resignado, para evitarle el
disgusto que tuviera m�s n�useas.


"No, mi ni�o, realmente deseo hacerlo." Se sincer�. "Tal vez me lleve m�s de
la cuenta, pero lo har�." Prometi�.


Comenz� nuevamente como al principio.


Lengua a los test�culos. Lamida hacia arriba hasta llegar al glande. Labios.
Besos. Y nuevamente el momento de la verdad.


Se introdujo nuevamente mi cabeza en la boca, y otra vez las n�useas.


Mierda.


Muy lejos de darse por vencido, ahora era su amor propio que lo llevaba a no
bajar los brazos.


Todo volvi� a comenzar.


Esta vez cuando lleg� a mi glande, hizo una arcada muy grande que pens� que
vomitar�a all� mismo, o que se atorar�a por resistirse a expulsarlo.




"No te muevas de all�." Dijo, haci�ndome adivinar que volver�a por la revancha.
"Ya vuelvo."


Estaba muy consciente del tremendo esfuerzo que estaba haciendo este obeso.
Es que �l no era homosexual. Nunca lo hab�a sido, pero quer�a darme una mamada
para devolverme parte del favor que yo le estaba haciendo.



Se cepill� y enjuag� los dientes.


Volvi� a internarse dentro del agua y nuevamente se puso en posici�n para
darme sexo oral.


Estuvo m�s tiempo con mis test�culos. Lami�, bes�, y ahora me los chup�, cosa
que no hab�a hecho antes. Lo mismo hizo con el tronco de mi miembro. Tambi�n me
lo chup�.

Lleg� nuevamente a mi glande. Lo lami� muchas veces. Me lo llen� de besos, y
abri� la boca suavemente para met�rselo en la boca.


"Ch�peme el caramelo, abuelo." Dije para distraerlo. "C�mo lo necesito.
C�mame, por favor."



Lentamente todo mi glande estuvo dentro de su cavidad bucal. Cerr� los labios
sobre �l, y comenz� a moverse de arriba abajo. En forma muy despacio sin cambiar
el ritmo.




"Te gusta, mi ni�o." Pregunt� sin sacarse mi miembro de su boca.


"Mucho, abuelito. Mucho." Realmente me gustaba, y estaba emocionado por el
gran sacrificio que estaba haciendo por mi.


Ahora comenz� a succion�rmelo siempre muy despacio.


Esperaba que se descompusiera nuevamente de un momento a otro. Hizo un par de
arcadas, detuvo sus movimientos, pero esta vez ni siquiera sac� mi pene de su
boca. Cuando se recuper�, prosigui� con la mamada. Nuevamente una arcada. Volvi�
a detenerse hasta que volvi� a sentirse calmo y continu� a los pocos segundos.


Todo prosigui� lentamente pero no hubo m�s interrupciones.


Chup� repetidamente y cuando gan� confianza, agreg� su lengua a la labor.


Tuve bien claro desde un primer momento que no le eyacular�a dentro de la
boca, podr�a ser catastr�fico. Imag�nense que casi vomita s�lo con sentir mi
verga en su boca, definitivamente no le iba hacer pasar por esa traum�tica
experiencia.


Con el correr de los minutos, Eduardo se transform� en un experto. Recib� una
chupada de antolog�a sin apuro. El cl�max me pod�a venir en cualquier momento.


"Abuelito necesito que me haga un favor." Dije con real intenci�n que no se
negara. "Necesito que me meta aunque sea un dedo dentro."


"Dentro de qu�?" pregunt� inocentemente.


"Ay, abuelito. Quiero que me penetre con su dedo." Rogu�.




"Dios, te voy a lastimar. Has visto t� lo gordo que tengo mis dedos?" Me dijo
con cara de espanto por lo que me podr�a causar.


"S�, abuelo, y necesito su dedo m�s gordo. M�tame el pulgar en el culo, por
favor, que ya me falta poco." Mis jadeos le hicieron adivinar que yo estaba
nuevamente descontrolado.


Yo mismo le tom� su mano derecha, y me llev� su pulgar a la boca. La tuve que
abrir muy grande para poder met�rmela toda.


"Creo que vas a necesitar m�s lubricaci�n." Dijo, y fue a traer el aceite que
estaba sobre la mesa de luz del dormitorio.


Yo ya me estaba retorciendo de placer con el s�lo pensamiento de estar
sentado sobre ese dedo monstruoso.


Mir� a la puerta del ba�o y desde el preciso instante que el obeso apareci�
de vuelta, me fui imaginando cada paso que iba a dar mi violador.



PUM PUM PUM PUM


Ah� se acercaba King Kong, nuevamente, s�lo que ahora desnudo completamente.


En una mano tra�a el frasco del aceite, y en la otra el falo que me iba a
introducir en el agujero.


Entr� otra vez al agua, me pidi� que me diera vuelta para lubricarme el ano,
y cuando lo hice, dej� caer el aceite sobre mi raja. Con un dedo me lo esparci�,
e hizo algo de presi�n por sobre mi orificio.




Retom� la posici�n anterior, sentado frente a �l.

Dej� caer el lubricante sobre su pulgar, y le ped� que comenzara a chuparme
nuevamente.


Lo hizo, y me puso casi al borde del orgasmo casi al instante.


Le ped� tan s�lo que apoyara la palma de su mano en la baldosa delante de mi
con el pulgar levantado.




Dios, realmente se ve�a muy gordo su dedo.


Levant� mis nalgas, y ya adivinando lo que se ven�a, comenc� a agitar la
respiraci�n de una forma descontrolada. Eduardo movi� la mano hasta ubicarla por
debajo de mi ahora levantado trasero, mientras recomenz� con su mamada. Su
pulgar toc� mi orificio anal, y comenz� a juguetear con �l. Yo me mov�a en forma
circular, sintiendo como me rozaba ese monstruoso pulgar, demorando la violaci�n
deseada. Cuando me detuve con los movimientos, el obeso hizo lo mismo con su
dedo dej�ndomelo en la entrada misma de mis entra�as. Lentamente me fui sentando
sobre �l. Cuando el dedo se resist�a a seguir su camino yo mismo hac�a presi�n
para que continuara hacia adentro. Sub�a y bajaba sobre ese gordo pulgar hasta
que me dej� caer sobre �l, con un dolor espantoso mezclado con un placer
indescriptible. Eduardo comenz� a mover el dedo dentro m�o, y un par de segundos
despu�s, le avis� que estaba a punto de acabar.


Muy lejos de sacar mi pene de su boca, se lo introdujo a�n m�s dentro, y
prosigui� con la succi�n.




"No, no, no, no." Dije desesperado, al mismo tiempo que una incontrolable
eyaculaci�n fue despedida de mi uretra camino directamente a la garganta de mi
obeso abuelo.


Orgasmos interminables, placer indescriptible, culo ardiendo y palpitando
alrededor de su grueso pulgar, pene en sus �ltimos espasmos, y el caliente
v�mito que sal�a de su boca sobre toda mi entrepierna era la extensa gama de
sensaciones que sent�a en ese momento y absolutamente todo al mismo tiempo.



El placer fue tal, que me desmay�.






Abr� los ojos.


Eduardo me estaba mimando.


Yo estaba sobre la cama sintiendo sus besos y caricias.


"Siempre gozas de esa forma?" Pregunt� y nos pusimos a re�r a carcajadas.


Me ard�a el culo.


Le abrac� poniendo mis brazos alrededor de su cuello. Nos besamos. Fue un
beso muy largo, muy h�medo. Lentamente en primer lugar, para luego dejarnos
llevar por la euforia y la desesperaci�n, entrelazando nuestras lenguas,
chup�ndolas e intercambiando saliva.


"Qu� me has hecho, hijo?" Me susurr� al o�do una vez que nos despegamos de la
interminable succi�n bucal. "No s� qu� me pasa contigo. Esto es maravilloso y
extra�o a la vez."


No contest�. S�lo le regal� una mirada de compresi�n. A mi me suced�a
exactamente lo mismo con cada obeso con el que manten�a una relaci�n.


"Quieres bajar a cenar, o deseas hacerlo aqu�?" Dijo de pronto.


"Cenar? Pero qu� hora es?" Estaba sorprendido con su pregunta, ya que
recordaba haber almorzado hac�a muy poco.


"Son las diez de la noche. Es que estuviste inconsciente mucho rato." Mir� el
reloj en forma incr�dula, y efectivamente hab�a pasado todo ese tiempo. "Y no me
aprovech� de ti en lo m�s m�nimo." Nuevamente ambos re�mos.


Decid� bajar al comedor.


Antes fuimos a tomar una ducha, y por primera vez lo enjabon� como a mi me
gusta. Lo enjuagu�, y para no perder la costumbre, comprob� con la lengua que no
le qued� jab�n por ning�n lado.




El chef nos deleit� nuevamente con sus exquisiteces, aunque esta vez comimos
muy liviano.


De postre, una ensalada de frutas como nunca antes hab�a probado.


"Caramba, pero qu� tiene de diferente �sta ensalada de frutas, adem�s del
perejil." S� hab�a reconocido el verde ingrediente dentro de ella.


"Todas las frutas que t� le puedas poner, y adem�s del perejil picado, tiene
zanahoria rallada." Contest� el chef. "Le gusta se�or?"


"Si, mucho." Repet� dos veces m�s como buen goloso que soy.


Eduardo miraba como com�a, sonri�ndome a cada momento. Muy pensativo.


En una oportunidad me sorprendi� vi�ndole el trasero al chef cuando volv�a a
la cocina, y sonri�ndome simplemente movi� de derecha a izquierda el dedo
�ndice, dici�ndome que no.




Esa noche cuando est�bamos en la cama, me pregunt� muchas cosas acerca de mi
vida.


Siempre con su gordo cuerpo caliente pegado al m�o, y su muslo izquierdo
sobre mis piernas, como para no dejarme escapar. Ni buena falta hac�a semejante
preocupaci�n. Me gustaba ser el prisionero de mi abuelito obeso.


Sus demostraciones de cari�o, de amor, no cesaban. Me gustaba la forma como
me hablaba, despacio al o�do.


Esa noche le cont� parte de mi vida. Todo lo referente a mis gustos
personales. Mis experiencias con los gordos que hubo en mi vida hasta ese
momento, pocas pero muy intensas. Le dije que viv�a con mi madre y mi hermano
menor y que mi padre hab�a fallecido hac�a a�os cuando estaba en Buenos Aires.
Cuando le cont� acerca de mi relaci�n con Daniel, lagrime� y me dio un fuerte
abrazo, acompa�ado de un beso.




"Si yo no fuera as� de gordo, qu� hubiera sucedido entre nosotros?" Pregunt� con
inter�s.


"Seguro que nada. No siento absolutamente nada por la gente que no es muy
gorda. Adem�s si usted no fuera gordo, seguro que no hubiera ido por la tienda,
y todo hubiera sido muy diferente." Contest� honestamente.


"S�, supongo que tienes raz�n. Es muy extra�o el amor que tienes hacia la
gente como yo. Aunque ahora tengo una duda. T� lo que buscas es un cuerpo gordo
solamente?"


"No, para nada. Yo busco un cuerpo gordo en un principio. Pero si luego no
hay algo m�s, algo con m�s sustancia, la parte sentimental por ejemplo, entonces
la relaci�n no funciona." Y aqu� le cont� lo que sucedi� con Arturo, quien fue
el que finalmente me hizo decidir a viajar a la Argentina, y que al no existir
algo m�s que lo f�sico, la cosa no funcion�.


Me pregunt� si estaba arrepentido de algo en mi vida, y sinceramente le
contest� que al menos en las partes m�s trascendentes de mis decisiones estaba
realmente conforme con la forma en que hab�a elegido resolverlas. No,
definitivamente no ten�a nada de qu� arrepentirme.


Ante la misma pregunta que le hice a �l, la respuesta fue bien diferente.


"S�, tengo que confesar que por lo menos hay una cosa que no volver�a hacer
de tener la posibilidad de volver a vivir mi vida: no dejarme seducir por una
prostituta como lo hice." Confes� demostrando tristeza.


"Si, pero como yo siempre digo, siempre hay que ver el lado positivo. Si no
se hubiera dejado seducir por ella, no se hubiera casado, ni hubiera tenido el
hijo que tuvieron, y posiblemente nunca hubiera ido por la tienda donde trabajo,
y por ende jam�s nos hubi�ramos conocido."


Sonri�.


"Realmente eres especial." Dijo simplemente, y me apret� a�n m�s contra s�
mismo.



Dormimos en esa misma posici�n. Uno pegado al otro y con su pierna apoyada
encima de mi.


Despert� en la madrugada.


Escuch� los sordos ronquidos de mi abuelo sobre mi cara.


Lo mir� en la penumbra.


Aspir� su aliento.


Lo ol�, reconociendo su aroma.


Lo bes� en la mejilla, y ahora me apret� yo a�n m�s fuerte contra su cuerpo
sujet�ndome de �l para que no se me escapara.


Estaba en la misma cama con un obeso de casi 200 kilos de peso, ambos
totalmente desnudos, y demostr�ndonos amor en cada acci�n.


Volv� a dormirme con una sonrisa de oreja a oreja.




Despert� antes de las 8 AM.


Eduardo segu�a dormido. Segu�a prisionero de sus brazos y muslo.


Nuevamente lo bes� en la mejilla, y de pronto abri� los ojos sobresaltado.


"Buen d�a abuelito." Dije bes�ndolo nuevamente.




"Mmmmm, qu� lindo es despertar as�." Dijo desperez�ndose. "Qu� feliz que estoy,
mi ni�o."


Me dio un beso en la mejilla. Y le tom� la cabeza y le com� la boca
desesperadamente. Nuevamente estaba muy excitado.


Le ped� que se acostara boca arriba sobre la cama con la s�bana cubri�ndolo.
Cuando lo hizo, me met� dentro de ella y fui por su entrepierna.


Comenc� a chuparle los muslos delicadamente. Lami�ndole cada mil�metro de
ambos. Sub� con la lengua hasta sus test�culos. El calor all� reinante era
sofocante, y el olor a sus bolas me excitaba tremendamente. Chup� su escroto
hasta secarlo, mientras con ambas manos le acarici� los lados internos de los
muslos muy delicadamente casi como roz�ndoselos. En determinado momento, mi
nariz choc� contra algo duro por encima de sus test�culos, asombr�ndome
sobremanera y muy gratamente.




"Dios m�o, abuelo, la tiene parada." Fue lo que me sali� en ese momento.


"T� eres el que lo ha logrado, mi ni�o." Escuch� entre las s�banas.


Comenc� a lamer el caramelo que ya vert�a abundante l�quido preseminal.


Cuando finalmente lo dej� seco, me lo introduje dentro de la boca,
succionando con fruici�n. No dejaba de acariciarle muslos y test�culos. De
pronto sent� un jadeo y comenzaron los movimientos espasm�dicos que anticipaban
el desenlace. Segu� chupando esa min�scula pero gorda cabecita hasta que escuch�
un alarido y mis labios sintieron que el l�quido se aproximaba a la salida.
Apenas un poco entr� en mi boca, porque Eduardo se sacudi� violentamente hacia
todas direcciones, escap�ndoseme su pene de entre los labios. Los espasmos eran
violentos esta vez, y me golpe� sin querer repetidamente con sus muslos que se
levantaban y volv�an a su puesto. Los alaridos dejaron paso a un griter�o
infernal, que se amplificaba dentro de las s�banas. Su semen me salpic� por toda
la cara, y a�n segu�a saliendo desparram�ndose por todo su vientre, muslo,
test�culos, y todo alrededor de las paredes de esa cueva formada por las
s�banas, dejando un gran charco sobre la cama.


Sal� a la superficie totalmente mojado, entre esperma y transpiraci�n.


Eduardo al verme, tom� la s�bana y me quit� todo resto de semen del rostro.
Me tom� con sus fuertes brazos, y me puso acostado de espaldas a la cama. Mir�
todo mi cuerpo, y se me apoy� sobre mi, haci�ndome sentir parte de su peso
encima m�o. Se sosten�a con sus brazos, para no hacerme da�o, pero sent�a gran
parte de esos 200 kilos que me cortaba la respiraci�n, pero era extra�amente
excitante. Frot� sus genitales mojados con su propio esperma encima de mis
genitales, y as� como estaba, subido encima m�o, me agarr� el pene rocosamente
duro con una de sus manos y comenz� a masturbarme mientras me meti� la lengua en
la boca.


"Esto va a ser un desastre." Dije avizorando que mi semen no iba a tardar en
salir e iba a mojar toda las s�banas.




"Esa es la idea." Dijo. "Vamos a dejar toda la cama salpicada en leche, para que
la puta de mi mujer se percate que ya vuelve a salir algo m�s que orina de mi
garcha." Y sin decir m�s, continu� comi�ndome la boca.


Su mano me apretaba la verga, la llevaba lo m�s abajo posible, para dejar m�s
descubierto mi glande con el envi�n, y para tomar la mayor cantidad de pene de
dentro de mi abdomen. Cada vez me aplicaba m�s presi�n con su mano, lo que me
hac�a gozar de una manera diferente a lo que acostumbrado.




"Me vengo." Alcanc� a decirle, y en ese preciso instante me saliv� dentro de la
boca.


Comenc� a sentir mis espasmos, y �l se detuvo a apretarme el pene en el
comienzo mismo del tronco, muy fuerte. El goce era indescriptible. Sent� un
orgasmo incre�ble, pero no me sal�a el esperma. �l lo estaba taponeando.


Comenc� a moverme desesperadamente, y cuando finalic� con el orgasmo y mis
convulsiones, reci�n en ese momento afloj� la presi�n, y sent� correr un chorro
de semen por todo el largo de mi miembro en direcci�n a mis propios test�culos.
La salida de mi esperma no se deten�a. Me asust�. Hab�an finalizado mis
temblores de la eyaculaci�n y segu�a expulsando el l�quido blancuzco.




Sent� m�s saliva traspasar de su boca a la m�a.


Tragu� absolutamente toda. Era deliciosa.


Yo estaba exhausto, y a�n sent�a como segu�a saliendo un hilito de leche de
mi uretra.


Afloj� totalmente la presi�n a mi �rgano genital, y tuve un �ltimo espasmo y
sent� como m�s l�quido sal�a hacia el exterior.


Esta experiencia fue ins�lita y extremadamente placentera.


Sonri�.


"Te gust� mi ni�o?" Dijo.




Yo como respuesta le mir� los labios y abr� los m�os con lujuria para que me los
acercara, ya que no pod�a moverme.


En vez de eso, decidi� lam�rmelos, y darme piquitos con los suyos, hasta que
los junt� y nos besamos apasionadamente.






Bajamos a desayunar luego de una nueva ducha.


Luego de saber qu� opciones ten�a para el desayuno, eleg� jugo de naranjas,
caf� con leche, medialunas de manteca y panqueques de chocolate y crema, con
dulce de leche y ba�ados en caramelo l�quido.


Todo hecho por el chef.


Todo delicioso.



Fuimos nuevamente a darnos un chapuz�n a la piscina.


Me acerqu� a una de las sillas plegables y tras quitarme la camisa, la apoy�
sobre ella. Me qued� petrificado cuando vi que uno de los doberman estaba a dos
cent�metros de mi mano.




Eduardo comenz� a gritar.


"R�mulo sit. R�mulo sit."


Qu� extra�o, qu� estaba diciendo si el perro estaba echado.


Gir� la vista en direcci�n a Eduardo, y lo que vi casi me hizo orinar en mis
pantalones. El perro que ten�a al lado de la silla era Remo, y R�mulo ven�a
corriendo hacia m� ignorando completamente la orden de Eduardo. Su mirada estaba
desencajada y mostraba todos sus dientes filosos.


Terror fue la palabra que describi� mi sentimiento en ese momento.


"Oh, Dios, no." Grit� Eduardo. "Remo, kill dog. "Grit� desesperadamente. Y
como si tuviera un resorte, Remo salt� de donde estaba descansando, y no s�lo se
interpuso entre R�mulo y yo, sino que gru�endo peg� un salt� hacia �ste
clav�ndole los colmillos en el cuello y con el impulso lo arrastr� dejando una
estela de sangre en las baldosas hacia la pileta de nataci�n lugar donde ambos
finalmente cayeron.


Eduardo lleg� corriendo hacia donde yo estaba y me abraz�.


Mir� hacia la piscina, y vi a uno de los doberman salir de ella de un salto
luego de apoyarse en el borde, y al otro sacudi�ndose espasm�dicamente,
semihundido, mientras toda el agua a su alrededor se te��a lentamente de rojo.


"Dios m�o." Dije rompiendo a llorar como un beb�.


Sent� como mi abuelo me apretaba contra s� con mucha fuerza.




"Est�s bien, Zesna?" Pregunt� preocupado.


"S�. Remo me salv� la vida." Dije entre sollozos, cayendo finalmente en la
cuenta de lo muy peligrosos que eran estos perros. "R�mulo est� muerto?"
pregunt�."


"Seguramente. Esa fue la orden que le di a Remo." Dijo mientras me acariciaba
el rostro.


"Lo siento mucho realmente, Eduardo." Dije sinceramente.




"No tienes por qu�, mi ni�o. Si �l hubiera acatado mi orden, no le hubiera
sucedido. La culpa es enteramente de �l. No te puedes encari�ar con estos
perros. No dudar�a ni un instante en volver a darle nuevamente esa orden si todo
volviera a ocurrir de la misma forma. S�lo agradezco a Dios que Remo estaba all�
en ese preciso momento. No s� qu� hubiera hecho si hubiera estado m�s alejado,
no quiero ni pensarlo." Y ahora fue �l que rompi� en un llanto.



Volv� a ponerme la camisa.


"No se enoje, Eduardo pero quiero irme. Esto fue muy fuerte para mi." Dije
disgustado conmigo mismo. Muy dif�cilmente pudiera estar mejor qued�ndome en el
lugar por el resto del d�a.


"Te entiendo, Zesna. Lo siento mucho, realmente. No me hubiera perdonado
nunca si algo te hubiese ocurrido." Dijo resignado. "Te llevo a tu casa?"



"No se preocupe. Supongo que usted tiene que hacer bastante por aqu�." Dije
se�alando al perro flotando que ahora estaba completamente inm�vil y rodeado de
agua roja. "En verdad, prefiero tomarme un taxi."


"No est�s enojado conmigo, verdad?" Pregunt� dubitativamente.




"No, en lo absoluto." Y para demostrarle que era sincero, lo abrac� y le apoy�
la cara contra su pecho.




Inesperadamente llegu� a mi casa mucho antes de lo que hab�a planeado ese
domingo, aunque eso no es tan malo teniendo en cuenta que estuve a un paso de
tal vez no haber llegado nunca m�s.




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