Relato: Gisella, un culito estremecedor



Relato: Gisella, un culito estremecedor

La vida de uno puede ser bastante complicada; problemas con
la familia, en la universidad, la plata no alcanza y a veces sientes que la cosa
no da para m�s. Sin embargo, y no s� por qu� es as�, el sexo siempre est� all� y
jam�s hay impedimento lo suficientemente fuerte como para dejarlo de lado.



Como sea, la cosa es que lleg� un d�a en que verdaderamente
me hart� de la ciudad. En ella se concentraba todo lo malo de mi vida y
necesitaba despejarme. Como deben saber, yo soy de Per� y Lima (la capital)
puede ser verdaderamente agobiante y yo ya no la resist�a, as� que decid� irme
de viaje.



Algo hab�a ahorrado de mis trabajos de verano (en un centro
de comida r�pida) y me fui a Ayacucho, una ciudad de la sierra en la que hab�a
estado hac�a unos 5 � 6 a�os y que para este tiempo hab�a cambiado bastante.



Yo recordaba a Ayacucho como una ciudad tranquila y de noches
calmadas, y eso era justamente lo que yo buscaba. Pero para mi mala suerte, la
vida nocturna hab�a aumentado incre�blemente. Las discotecas, pubs, night clubs,
etc. hab�an invadido la tranquilidad de la ciudad de mis recuerdos. Lo �nico que
no hab�a cambiado, y que fue una de las razones m�s importantes para que viaje a
esa ciudad, fue la amabilidad y soltura de sus habitantes. Yo caminaba por la
plaza y saludaba a cualquier grupo de chicas simp�ticas que pasaban por ah� y me
contestaban el saludo o tambi�n pasaban algunas chicas y me saludaban sin
siquiera saber qui�n era yo.



En fin, la cosa es que me instal� en un hotelucho de mala
muerte bastante barato acorde con mis necesidades pues s�lo lo quer�a para comer
y dormir. Los primeros d�as de mi estancia en Ayacucho fueron bastante
tranquilos. Hice algo de turismo, y conoc� a alg�n que otro grupo de chicas en
la plaza.



Tan harto de todo me encontraba que inclusive rechazaba las
invitaciones a discotecas o a fiestas en casa de las chicas que conoc� en mis
paseos por la plaza.



Sin embargo, con el correr de los d�as mi naturaleza citadina
aflor� y me aburr�a tremendamente quedarme en mi cuarto viendo televisi�n. Por
eso decid� que ese fin de semana pasar�a una noche, por lo menos, movida.



Llam� por tel�fono a una de las chicas que hab�a conocido en
este viaje:




Al�? � me contest� una voz de mujer.


Al�, Gisella?


S�, ella habla.


Hola Gisse, soy Carlos, el chico de Lima. Quieres salir a
tomar un trago por all�, y mejor si le avisas a las chicas para ir en mancha.


Mmm... La verdad es que no tengo ganas de salir. �Por qu�
mejor no vienes t� aqu� y tomamos algo mientras me cuentas m�s de ti.?.




Esa respuesta me sorprendi� algo pero no lo suficiente como
para declinarla pues ya me hab�a dado cuenta que Gisella era bastante salida.




Ok, �a qu� hora te parece bien?. � le contest�


Vente a las 10 y no me falles ok?


Sale, te veo a las 10 en tu casa. Bye.


Bye.




Eran cerca de las nueve de la noche as� que decid� darme una
ducha y salir a comprar algo de vino para m�s tarde.



A las 10 en punto estaba tocando la puerta de Gisse. Ella me
abri� y no pude m�s que quedarme est�pido al ver al tremendo mujer�n que ten�a
en frente. Estaba con una falda color negros bastante peque�a y bien pegada y
una blusa blanca con los dos primeros botones abiertos; tambi�n ten�a puestos un
par de lentes que junto con su rubio cabello rizado la hac�an ver preciosa. No
s� porqu� pero todo aquello parec�a un disfraz de secretaria.



En fin, nos saludamos y me invit� a pasar. Una vez en la sala
empezamos a conversar de cualquier cosa y a ver televisi�n. Sin embargo, yo no
prestaba atenci�n a nada y s�lo me concentrada en sus grandes senos.



Al parecer ella se dio cuenta y me estamp� un beso
gigantesco. Me abri� su boca y se colg� a mi cuello. Yo la alej� de m� y me
qued� s�lo mir�ndola con cara de deseo.



La levant� del sill�n y empec� a desnudarla poco a poco. Sob�
sus pechos por encima de su blusa y la empec� a abrir bot�n por bot�n, poco a
poco y sin prisa. Quer�a que esa noche fuera larga. Cuando ya me faltaban dos
botones ella se alej� de m�, apag� la televisi�n y empez� a desvestirse bailando
muy sexy.



Yo me sent� en el sill�n y me qued� contempl�ndola.




Eres una puta. � le dije con voz ronca.




Ella s�lo sonri� y se sigui� desvistiendo hasta quedarse s�lo
con en calz�n de encaje.



Yo me acerqu� a ella y empec� a besarla de una manera bestial
mientras mis manos recorr�an todo su cuerpo. Acariciaba sus nalgas y besaba su
boca y su cuello mientras bajaba hasta prender mis labios de esos pechos
espectaculares. Eran redondos, blancos como la nieve y suaves como la seda. Ella
hizo su cabeza para atr�s y empez� a gemir suavemente.



Me dediqu� un buen tiempo a sus pezones mientras mis manos se
perd�an en su entrepierna y percib�an la humedad de su anhelada vagina.



Hice el claz�n de encaje a un lado y empec� por meter un dedo
en su chorreante vagina; ella lanz� un peque�o quejido mientras aprisionaba mi
cabeza contra su pecho.



La cantidad de dedos en su vagina fue aumentando hasta
convertirse en cuatro. Y ahora sus gemidos eran m�s fuertes que al principio.
Luego de eso la ech� de espaldas en la alfombra de la sala para desvestirme
mientras miraba ese maravilloso cuerpo tendido y esperando por m�.



Una vez desnudo me acost� encima de ella y empec� a frotar mi
pene con su conchita. Segu� besando sus pechos y empec� a bajar hasta llegar a
su vagina que, c�mo ya hab�an advertido mis dedos, estaba sin un solo pelo.



Empec� a darle unas lamidas largas en toda la vagina y a cada
pasada escuchaba sus gemidos. Mi lengua empez� a moverse cada vez m�s r�pido y
le met� dos dedos en la vagina para moverlos a un ritmo loco lo que hizo que sus
gemidos aumentaran en intensidad. Me di vuelta encima suyo y le coloqu� mi pene
en la boca mientras yo segu� chupando su cl�toris. Aquel 69 fue uno de los
mejores que yo recuerde.



En fin, me baj� de ella, la levant� la puse en cuatro patas y
le mande mi verga de una sola hasta lo m�s hondo de su concha. Mi ritmo era
despiadado, entraba y sal� de ella tan r�pido que mis test�culos me dol�an por
los golpes que me daba con su parte trasera.



Ella gem�a y ped�a cada vez m�s. Yo sent�a como su vagina
palpitaba y apretaba mi aparato. De prono, ella baj� la cabeza y la apoy� en la
alfombra lo que mejoraba mi visi�n de su culo.



No s� porqu� al verlo tuve unas ganas incontrolables de
penetrarlo. Sin embargo pens� que ella se resistir�a. En todo caso decid�
hacerlo sin pedirle permiso, pues total, despu�s de eso me ir�a para Lima y
probablemente no la volver�a a ver.



Ella segu� con el ano empinado y la cabezo en el suelo. La
acci�n fue bastante r�pida. No demore ni un segundo en salir de ella y met�rsela
por el ano.




Aaaaayyyyyyyyyyyyyy.. qu� haces... s�cala que me duele...
Maldito lime�ito de mierda s�came la pinga del culo...


Calla perra que ahora eres m�a y no me importa cu�nto
grites.


Aahhhh, me las vas a pagar...


Silencio prostituta � le dije y la agarr� de los pelos como
si fueran las crines de una yegua salvaje.




Me encontraba totalmente pose�do y me volv�a loco ver c�mo mi
herramienta caliente entraba y sal�a de sus intestitnos y como ella apretaba el
ano para hacerme m�s dif�cil el trabajo, con la esperanza, supongo, de que se me
haga m�s dif�cil la tarea y desistiera de ella. Sin embargo, esa presi�n era un
aliciente y la penetraba con m�s fuerza.



No puedo decir que de un momento a otro sus gemidos de dolor
se convirtieron en gemidos de placer porque francamente no prestaba atenci�n a
sus quejidos. S�lo estaba concentrado en mi placer y en romper ese culo tan
apetecible y con el que muchos hab�an so�ado seguramente.



Yo bombeaba y bombeaba sin importarme nada. Miraba mi pene
entrar y salir de ella y el contorno de su ano se ve�a enrojecido y se sent�a
muy caliente.



De un momento a otro, sent� que la sangre sub�a de mis pies y
bajaba de mi cabeza hasta concentrarse en mi pene y en un momento imposible
empec� a derramar todo mi semen en su interior, lo que no impidi� que me siga
moviendo con cierta rapidez en su interior.



Luego saqu� mi miembro de su ano y mientras la tomaba de las
caderas vi el gran hueco en que hab�a convertido ese agujerito cerrado.



Me empec� a levantar para arreglarme, pero al momento de
soltar sus caderas ella se fue de lado como un costal de papas. Se hab�a
desmayado y sus mejillas que antes eran blanquitas con un ligero tono rosa ahora
estaban amarillentas.



Al parecer el esfuerzo realizado la hab�a sido demasiado para
ella.



La verdad debo decir que no me llegu� a preocupar demasiado
pues en las obras de caridad de que realizaba con los Scouts hab�a atendido a
m�s de una persona desmayada.



Tom� a Gisse entre mis brazos y la ech� en el sill�n. La
atend� y dej� que descans� lo suficiente apoyando su cabeza en mis piernas y
acariciando sus bucles. Poco a poco ella empez� a abrir los ojos.



Luego de eso conversamos de los sucedido y ocurrieron muchas
cosas m�s, pero prefiero dejarlo ah�.



Espero que les haya gustado y cualquier comentario espero que
me lo hagan llegar.



Bye.


CARLOS.




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Relato: Gisella, un culito estremecedor
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