Relato: Esclavo de mi propia criada (2)



Relato: Esclavo de mi propia criada (2)

As� estaba yo, sirviendo de piesero a mi propia criadita.
Ella se ve�a muy c�moda disfrutando de su "temporal" posici�n de Jefa y Ama. Ya
colocaba sus pies en mi rostro sin ning�n reparo, con toda la confianza y
dejadez del mundo. Incluso no le importaba si los pon�a suavemente o si dejaba
caer su tal�n sobre mi mejilla o cerca de mi ojo para luego cruzar su otra
pierna por encima de la que acababa de poner en mi rostro. Trataba a mi cara
cual verdadero piesero, para ella no era m�s que un objeto sin vida y sin
importancia sobre el cual colocar sus pies.



Cuando por fin se termin� la telenovela, ella se levant� de
su silla quedando parada sobre mi pecho. Entonces coloc� uno de sus pies en mi
cara mientras que dio un paso con el otro coloc�ndolo en el suelo. Luego quit�
el que ten�a sobre mi cara y se fue caminando tranquilamente.



Yo todav�a me qued� un rato all� acostado pensando en la
humillaci�n de la que acababa de ser objeto durante una hora entera. Pero lo que
m�s me angustiaba era el hecho de que esta ni�a, contra toda probabilidad,
siempre venciera en un juego de azar, d�nde las probabilidades deb�an ser 50 y
50. Estaba luchando mentalmente en ese momento para no volver a apostar con
ella, pero me sent�a como cuando uno va a un casino y pierde, pierde de nuevo, y
vuelve a perder. Uno se obstina y quiere seguir apostando ya no para ganar, pero
por lo menos para recuperar lo perdido, hasta el momento en que queda uno sin un
solo centavo.



Pues esa sensaci�n de recuperar lo perdido era lo que yo
sent�a. Hice esfuerzos entonces por sacar uno de mis brazos por debajo de la
silla, hasta poder liberarme de all�. Conseguido esto me fui directamente hasta
donde se encontraba Katy, en la mesa del comedor haciendo algunas tareas de la
escuela. Le dije:


- C�mo te sientes?


- Muy bien (dijo ella).


Claro que estaba bien despu�s de haber descansado tan
c�modamente.


- Quiero que volvamos a jugar, no es posible que me puedas
volver a ganar (le dije yo)


Entonces ella respondi�:


- Bueno, y si te gano de nuevo que me ofreces?


- Ehh... pues... vuelvo a ser tu piesero por una hora m�s (le
contest�).


- No, quiero m�s que eso (me respondi� ella).


Fue en ese momento donde, en mi desesperaci�n, ofrec� lo que
no deb�:


- De acuerdo, de acuerdo, si ganas, obtienes el derecho de
ser mi due�a. Puedes ordenarme lo que quieras, que sea yo el sirviente, usar mi
cara de piesero, de silla, lo que quieras. Ya?, contenta?


- S� (me respondi�)


Luego yo agregu�:


- Pero si yo gano....


- Nada (me interrumpi�). No hay juego.


- De acuerdo (le dije). Si yo gano no pasa nada, s�lo la
satisfacci�n personal de haberte ganado.


Ya se estaba poniendo altiva. Es que se sent�a superior
despu�s de la humillaci�n en que me tuvo, era natural, pero yo acabar�a con eso.


- Bueno, empecemos de una vez (le dije). El vencedor es el
que gana 2 de 3 juegos.



Y as� empezamos. Era un juego tonto, pero 100% de azar.
Alguna vez la probabilidad me deber�a favorecer. Jugamos el primero y lo perd�.
Ella s�lo sonri�.


Jugamos entonces el segundo juego. Yo permanec�a de pie y
ella sentada en una de las sillas del comedor con los cuadernos sobre la mesa.


Ambos mostramos las manos al mismo tiempo... era
sencillamente inaudito. Hab�a vuelto a perder, tal vez por d�cimo quinta vez
consecutiva.


Ella cambi� su sonrisa por un gesto de altivez, de
superioridad.


Yo me dispon�a a irme, no iba a cumplir con dicha penitencia
tan degradante. Ya ten�a suficiente con las derrotas. En eso ella me llam�:


- Oye!, ven ac�. Necesito un masaje en los pies.


- No pensar�s que lo voy a hacer verdad? (le pregunt�).


- Pues yo podr�a inventar a tu familia que trataste de
hacerme cosas indebidas si no cumples con el castigo en que t� mismo te metiste
y aceptaste (contest�).



Esta ni�a era callada, pero cuando le conven�a demostr� tener
un car�cter demasiado fuerte. Tanto que logr� intimidarme, estaba seguro que era
capaz de hacer lo que dijo. De todas formas hice un �ltimo intento:


- No te creo capaz.



Ella s�lo mir� hacia sus cuadernos y continu� con sus
asignaciones sin mencionar palabra, pero con el mismo gesto de altivez. Esto me
preocup� sobre manera. Iba a tener que cumplir con mi "castigo", como ella lo
llam�.


Entonces instintivamente baj� un poco la cabeza, tal vez
reconociendo la superioridad de mi nueva due�a. Y le pregunt�: "D�nde me pongo
para darte el masaje?". Ella sonri�, pero sin levantar su mirada de los
cuadernos me se�al� hacia debajo de la mesa.



No me qued� m�s que agacharme y meterme debajo de la mesa,
estando en eso me dijo: "y quiero un buen masaje". Sus pies estaban descalzos y
sus chancletas en el suelo, las cuales apart� cuidadosamente para poder
colocarme mejor. Me encontraba entonces debajo de la mesa, pr�cticamente de
rodillas a los pies de esta ni�a. Lograba ver sus pies, piernas, la silla en la
que estaba sentada, y una peque�a porci�n de la parte inferior de su abdomen.



En ese momento record� algo sobre mi castigo que tal vez yo
hab�a dicho a la ligera pero que podr�a tener implicaciones humillantes. Y era
que le hab�a dicho que pod�a usar mi cara de silla. En ese momento volv� a mirar
la silla sobre la cual estaba sentada, y me vino la imagen de la humillaci�n que
tarde o temprano tendr�a que cumplir. Era mi propia cara sobre la cual, en alg�n
momento, iban a estar las nalgas de esa ni�a, de la misma forma que ahora la
ve�a sentada all�.



En ese momento sent� que me dio una peque�a patada en mi
abdomen. Mi due�a quer�a su masaje, as� que en esa denigrante posici�n, y lugar,
tome uno de sus pies con mis manos y empec� con el masaje. Se los acariciaba una
y otra vez, iba alternando los pies. Lo trataba de hacer lo mejor que sab�a. Le
acariciaba los talones, con los pulgares moldeaba la forma del arco de sus pies,
apretaba y halaba suavemente sus deditos. Me esmer� bastante porque mi vencedora
estuviera satisfecha.



Estuve largo rato en eso. No supe cu�nto tiempo pas�.
Entonces escuch� que me dijo: "Ahora b�same la planta de los pies". "Hasta que
yo te diga".


Me sent�a m�s peque�o que una hormiga. Jam�s me imagin�
esclavizado a las �rdenes de un ser humano de esa manera. Cada vez que ten�a que
cumplir con una nueva humillaci�n sent�a mariposas en el est�mago, y hasta
nauseas por los nervios y la degradaci�n.


Tom� entonces sus dos pies en mis manos y los levant� a la
altura de mi cara. Sus plantas estaban a escasos 3 cent�metros de mi rostro.
"Ap�rate!" (me dijo mi due�a). As� que acerqu� mis labios a la planta de uno de
sus pies y se la bes�, luego la del otro y as� sucesivamente. Yo ten�a que
sostener los pies de mi due�a porque no creo que a ella le gustar�a tener que
esforzarse teniendo que mantener sus pies en alto. Pod�a ver cuando a veces ella
mov�a sus deditos mientras yo se los besaba.




-
Por el tal�n tambi�n! (me orden�)





As� que tambi�n le bes� los talones. Tuve que besar toda la
planta de sus pies, por todas partes, una y otra vez hasta el cansancio, y a�n
m�s. Ya mi nariz se hab�a acostumbrado al normal olor de sus pies dada la
experiencia anterior, ahora cuando empec� a bes�rselos lo volv� a sentir, pero
ya mi olfato se volvi� a acostumbrar. Entre tanto mis labios tocando y besando
cada rinc�n de la planta de sus pies. Acercaba mi cara a uno de sus pies
calculando que a ese le besar�a la plantilla hasta cuando mis labios la tocaban,
mi visi�n de su pie se distorsionaba por la cercan�a del mismo, y se lo besaba.
Me separaba de ese y me aproximaba al otro vi�ndolo cada vez m�s cerca de mi
rostro para besarle el arco, hasta que mis labios tocaban su arco, mi visi�n ya
no enfocaba el pie, y se lo besaba, luego nuevamente el otro, me acercaba a �l y
le besaba el tal�n, a continuaci�n el otro pie, al cual le besaba los deditos
m�s chicos, y as� continuamente, una y otra, y otra vez.



Tambi�n pas� largo rato besando los pies de esta ni�a hasta
que me dijo: "Por ahora ya est� bien. C�lzame". Tom� entonces sus chancletas y
se las coloqu�.


Ella me dijo entonces:


- Quiero que de ahora en adelante, cada vez que yo me siente
en esta mesa a estudiar o a lo que sea, te coloques debajo de la mesa y realices
la misma funci�n a menos que yo te ordene lo contrario.



La ni�a ya me hablaba de �rdenes. Definitivamente sab�a que
ya me ten�a dominado y que no me quedaba de otra que acatar sus caprichos como
�rdenes.



Me dispuse a salir debajo de la mesa gateando y cuando me fui
a levantar me dijo que me quedara as�, a cuatro patas. Yo no sab�a qu� pretend�a
ahora. Ella tom� sus cuadernos entre sus brazos y me orden� que me agachara un
poco. Al hacerlo ella se acerc�, pas� una de sus piernas por encima de m espalda
y se sent� en mi lomo.


- Ll�vame a la habitaci�n!



Esto era denigrante. Tener que trasladarla sobre mi espalda
como si fuera una bestia. Lo peor era que no sab�a cuando iba a terminar esto.
No hab�amos acordado tiempo l�mite. Podr�a ser una hora m�s, el resto de la
noche, una semana, un mes, o por siempre.


Pr�cticamente desde la primera humillaci�n en que me tuvo ya
hab�an pasado una 5 horas de constante subordinaci�n y denigraci�n.


Entonces me comenc� a mover con ella a mis espaldas rumbo a
su habitaci�n. En el transcurso le pregunt�: "Hasta cuando me vas a tener as�?"
a lo que ella me dijo: "Quiero que en adelante te dirijas a m� como Usted, y ya
que eres mi esclavo, te tendr� as� hasta que yo quiera".


Continu�:


- Tambi�n quiero que te preocupes constantemente por mi
comodidad.



Yo, como un pobre perro obedec�: "Est� c�moda?".


- No (contest�), quiero que encorves un poco mas la espalda.


Lo tuve que hacer.


- Ahora s� (me dijo).


Ya era bastante de noche, por lo cual ella se dispuso a
dormir.



Al d�a siguiente ella se fue al colegio, pero me dej� una
nota en donde me ordenaba que deb�a limpiar toda la casa, barrer, trapear
y lavar los trastes del desayuno y cocinar el almuerzo. En pocas palabras, ten�a
que hacer su trabajo y ella cobrar�a.


Empec� con mi faena. Toda la ma�ana me la pas� en eso, me di
cuenta de lo tonto que fui en dejarme llevar por el impulso. Ahora estaba
pagando con humillaciones o de lo contrar�a esta ni�a me meter�a en un gran
problema.



Ya poco despu�s del mediod�a lleg� Katy de la escuela. Me dio
sus bolsa para que se la llevara a la habitaci�n y me pidi� que le sirviera la
comida en la mesa.


Yo protest�: "C�mo, adem�s de que he hecho tus labores
quieres que te sirva la comida?" Ella s�lo me mir� con un gesto de enfado y eso
fue suficiente para m�. La ni�a me ten�a a su antojo.


Le llev� la comida a la mesa y adem�s, para que viera mi
deseo de cooperar le pregunt�: "Est� c�moda?"


- No (contest�), recuerdas lo que te dije ayer sobre lo que
deb�as hacer cada vez que yo me sentara a la mesa?



En ese momento sent� un baj�n de �nimo y una depresi�n
profunda, esto iba a ser a s� por mucho, mucho tiempo. Me met� a cuatro patas
debajo de la mesa y qued� nuevamente de rodillas frente a ella. A�n llevaba los
zapatos del colegio, as� que tom� delicadamente su pie, desabroch� la correita y
se lo saqu�. Luego le deslic� la media por los tobillos hacia abajo, todo
suavemente para que mi due�a estuviera conforme, y le quit� la media. Lo mismo
hice con el otro pie. Cada media la puse dentro del respectivo zapato. Cuando ya
estuvo descalza proced� con el mismo trabajo del d�a anterior. El olor de sus
pies se sent�a un poco m�s fuerte debido a que los us� toda la ma�ana, sin
embargo nada insoportable.



Mientras mi peque�a due�a com�a yo acariciaba sus pies bajo
la mesa. Cuando calcul� que ir�a por la mitad del alimento, empec� entonces a
bes�rselos, igual que hab�a hecho antes.


Ya me tem�a yo que esta iba a ser mi rutina durante muchos
d�as. Cuando termin� y sal� de abajo de la mesa, no me levant�, sino que me
agach� un poco m�s, pero ella me dijo: "Antes de eso saca mis zapatos. Yo los
saqu� y antes de que yo se los diera, ella me dijo: Ll�valos en la boca, no
pensar�s que yo te los iba a llevar?".


Proced� a unirlos uno al lado del otro y por los lados del
centro (donde estaban juntos los dos bordes), los tom� con la boca. Mi nariz
qued� pegada a la media del zapato que estaba m�s adelante. Entonces as�
agachado y con los zapatos en mi boca, la ni�a se me subi� encima, esta vez con
la falda del colegio, por lo que se la recogi� un poco para sentarse sobre mi
lomo. Encorv� la espalda para la comodidad de mi vencedora y me dirig� con ella
a cuestas hasta la habitaci�n. Me sent�a terriblemente denigrado, y esta ni�a lo
sab�a y lo disfrutaba.



Al llegar a la habitaci�n me mand� a que regresara a buscar
el tel�fono inal�mbrico que estaba en la sala. Al tra�rselo me hizo se�a de que
me acostara en el piso, la misma que me hizo la primera vez que le serv� de
piesero.


Yo me acost� igual que antes y ella procedi� a tratar de
colocar la silla por mis costados, pero parece que le cost� un poco as� que la
puso a un lado. Seguidamente pas� una de sus piernas al otro lado de mi abdomen
y se empez� a agachar al tiempo que marcaba alg�n n�mero de tel�fono, sin
siquiera mirarme a la cara. Yo me qued� callado, creo que era mejor dejarla
hacer conmigo lo que quisiera antes que me inventara alg�n problema, adem�s, yo
solo me hab�a metido en esto por ser tan impulsivo. Ahora estaba pagando con mi
dignidad.



Ella se termin� de sentar sobre mi abdomen y mientras
esperaba que le contestaran del otro lado de la l�nea me dijo: "recoge las
piernas que me quiero recostar". Proced� a obedecerla. Mis muslos le serv�an de
respaldar. Ella se inclin� un poco hacia un lado para tomar una almohada de la
cama y la coloc� entre su espalda y mis muslos. Estaba c�modamente sentada.


Me ten�a dominado. Estaba tranquila y c�modamente sentada
sobre mi est�mago. Empez� a conversar por el tel�fono. En ese momento estir� una
de sus piernas la cual qued� al lado de mi cabeza, y la otra la recogi� y fue a
colocar su pie directamente sobre mi cara. Mientras hablaba (creo que con una
compa�era del colegio) me mir�, sonri� y sigui� charlando con desd�n. El tiempo
transcurr�a y el abdomen me empezaba a doler, sin embargo no pod�a quejarme. A
veces colocaba un pie sobre mi cara, a veces el otro. Algunas veces los colocaba
los dos juntos, cual si mi rostro fuera algo menos que el piso.



En ocasiones colocaba sus dos piernas a los lados de mi
cabeza, y como estaba con la falda del colegio, a veces pod�a ver su
entrepierna, cubierta con una braguitas rosadas creo.


Se estuvo casi una hora hablando por tel�fono. El dolor en
el est�mago ya se me hac�a insoportable. Entonces la escuch� terminando la
conversaci�n.



Al colgar se levant� de m�. En ese instante me retorc� del
dolor, tratando de aliviarlo.


Ella me dijo que me quitara. Luego procedi� a encender la
televisi�n y coloc� su silla en el lugar donde antes estaba yo. Me mir� por un
segundo y me dijo: "anda a afeitarte". Como desde el d�a anterior hab�a estado
sujeto a sus deseos, no hab�a tenido tiempo para afeitarme, pero no entend�a la
raz�n de que me ordenara esto. Yo lo hice y regres� donde ella se encontraba.


- Quiero ver la televisi�n (me dijo), pero me sent� bien
sentada sobre ti. Siento que te tengo controlado y esa sensaci�n me gusta.



Yo pens� que por el momento hab�a terminado mi martirio, pero
por sus palabras adivin� que volver�a a servirle de silla. Entonces dio la orden
que hab�a estado temiendo:


- Si�ntate en el piso con la espalda apoyada en las patas
delanteras de la silla e inclina la cabeza hacia atr�s sobre el asiento.



En ese momento sent� que el tiempo casi se detuvo. Las cosas
parec�an suceder lentamente. Ya hab�a entendido, quiso que me afeitara porque
quer�a que su "coj�n" estuviera suave y terso. Otra vez las nauseas y las
mariposas en el est�mago. Ella permanec�a de pie con las manos en la cintura
esperando que cumpliera su orden. Mir� hacia la silla, hacia mi destino, qui�n
podr�a saber la humillaci�n que iba a sentir.


Proced� a sentarme tal cual ella lo hab�a ordenado delante de
la silla y empec� a inclinar mi cabeza hacia atr�s, sobre el asiento. Mi cabeza
toc� el asiento.


Todo pasaba muy lentamente. En ese momento s�lo ve�a el techo
de la habitaci�n. No hab�a reparado nunca en el dise�o del cealing (o cielo
raso).



Entonces la figura de Katy entr� en mi campo visual. Me mir�,
sonri� y se coloc� delante de m� d�ndome la espalda. Inclinando la vista hacia
adelante not� que mi cabeza se encontraba a la altura de sus caderas. Pod�a ver
la parte trasera de su falda azul oscuro.


Entonces ella se ech� un poco hacia atr�s, me mir� por uno de
sus costados para asegurarse de sentarse bien sobre mi cara, levant� con sus
manos un poco la parte trasera de su falda dej�ndome ver muy de cerca sus nalgas
cubiertas por unas braguitas que efectivamente eran rosadas.



En ese momento hab�a poca distancia entre las nalgas de
aquella ni�a y mi cara. cuando estuvo segura de que quedar�a sentada sobre mi
rostro, procedi� a avanzar sus nalgas hasta mi cara en posici�n de sentarse. Sus
nalguitas se fueron acercando poco a poco. Lentamente las ve�a venir sobre mi
rostro hasta que al fin lo tocaron. La tela de sus bragas tocaron mi cara e
inmediatamente sent� la carne de sus nalgas tambi�n posarse sobre mi rostro. En
un principio se sintieron suaves, pero a medida que fue descansando su peso
sobre mi cara, la presi�n aument� hasta hacerse muy pesada. No crean que es
f�cil, la presi�n sobre la cara se hace angustiante.



La ni�a qued� sentada. Luego sent� que se acomod� un poco
como tratando de encajar mi nariz en medio de sus nalgas, hasta que lo
consigui�.


Todo era oscuridad. Mi cabeza cubierta por la falda de esa
ni�a y sus nalgas sentadas nada menos que en mi rostro. Era humillante. Mi
rostro te serv�a de silla a alguien. No mi pecho, no mi espalda, no mi abdomen.
Mi cara era la silla de una ni�a. La peor forma de humillaci�n que puede haber
es que la vencedora se siente en el rostro de su v�ctima.


As� estaba yo.



El tiempo transcurr�a, la presi�n angustiante, ella se mov�a
sobre mi rostro cual si fuese en realidad una silla. A veces se sentaba en lo
que abarcaba mi frente y nariz, quedando mi boca casi a la altura de sus labios
vaginales porque se echaba hacia atr�s para recostarse en el respaldar. La
respiraci�n me era dificultosa y sin quererlo jadeaba un poco con la boca, a lo
que ella me pateaba con el tal�n en el abdomen dici�ndome que no respirara.


Adem�s del lugar en que me ten�a, no quer�a ni que luchara
por mi aire vital, pero honestamente aunque tratara de evitarlo no lo consegu�a.


De pronto, ella se levant� y me dijo que me parara. Parec�a
estar un poco molesta. Me dijo entonces: "Ponte igual como estabas pero esta vez
con la espalda recostada a las patas traseras de la silla e inclina la cabeza
hacia atr�s sobre el asiento.


�Qu� pretend�a hacer la ni�a?



Me fui a la parte posterior de la silla y obedec�. Pas� mi
cabeza por debajo del respaldar y la volv� a colocar sobre el asiento. Otra vez
se par� de espaldas delante de la silla lista para sentarse. Se levant� la falda
y expuso sus nalgas. Empez� a sentarse y cuando solt� su falda pude ver
solo por un breve instante que mi cabeza qued� cubierto con ella. A�n as�, con
algo de oscuridad, vi venir sus nalgas cubiertas con las bragas rosadas hacia mi
rostro, hasta que se posaron y acomodaron sobre �l. Esta vez, al recostarse en
el respaldar, quedaba sentada sobre mi mand�bula, boca, nariz y ojos. Pero
ahora, al estar sentada sobre mi boca y nariz, se me hac�a mucho m�s dif�cil la
respiraci�n, y por m�s que tratara de jadear, su peso ahogaba el sonido. Eso era
lo que ella quer�a, no escucharme respirar y lo hab�a conseguido. A duras penas
pude abrir un poco la boca y respirar por la boca el aire que pudiera rescatar
de en medio de sus nalgas.



As� estaba yo. Sin poder respirar con mi due�a sentada sobre
mi rostro. Todo estaba oscuro, a veces la sent�a moverse sobre mi cara,
levantarse un poquito y dejarse caer, o surrar toda su entrepierna por mi cara
para correrse hacia atr�s o para arrellanarse en la silla. Su peso en mi cara
era extenuante, la falta de aire, el dolor en la nuca por tenerla doblada hacia
atr�s, la humillaci�n. Era horrible.


Otra vez se levant� pero no me dio ninguna orden, s�lo se
par�, se desabotono la falda dej�ndola rodar por sus piernas, la tir� a un lado,
quedando as� en bragas, y sin siquiera verme se volvi� a sentar en mi cara.



En alg�n momento cuando se ech� hacia atr�s para recostarse
en el respaldar, ella qued� sentada en la parte inferior de mi cara, es decir
que mis ojos quedaron apenas libres con parte de sus bragas (del �rea de sus
labios vaginales) sobre ellos.



Pude ver el rostro de mi due�a desde mi �nfima posici�n. El
rostro de esta ni�a en la altura y el m�o ac�, abajo de ella sirvi�ndole de
silla. Mis ojos no pod�an ni enfocar bien sus bragas, y mi nariz oliendo su
entrepierna y mis labios casi bes�ndosela, y ella all� arriba pl�cida sentada
sobre mi cara viendo sus telenovelas indiferente al sentimiento de su v�ctima.



As� me encontraba yo, debajo de sus nalgas, y ese ha sido y
seguir� siendo mi destino por mucho tiempo m�s.


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Relato: Esclavo de mi propia criada (2)
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