Relato: Los pecados de Marga (3: SOBERBIA)





Relato: Los pecados de Marga (3: SOBERBIA)

Los pecados de Marga. SOBERBIA (3)




FRAGMENTOS DEL DIARIO DE MARGA, correspondientes a Junio de
2004.



06/06/2004



He descubierto que Horacio me es infiel.


Comprendo que eso no tenga nada de especial, considerando mi
modo de actuar, pero tengo que admitir que me ha dolido. No me lo esperaba� al
menos no as�. No conozco demasiado a su amante, solo de vista. S� que es una
chica que acude al mismo gimnasio que Horacio - y al que yo misma suelo ir
espor�dicamente -, y que se llama Luc�a.


Cuando comet� el pecado de la Pereza con Horacio sent� que
algo andaba mal. Intuici�n femenina, supongo. O tal vez capt� un olor distinto y
no quise darme cuenta.


Esta noche, mientras se duchaba, cog� su ropa sucia y la
orden� para meterla en la lavadora y entonces lo descubr�. Era un arrugado papel
min�sculo, pero lo suficientemente llamativo como para pasar desapercibido (un
post-it peque�o, de color naranja chill�n):



"Ma�ana, a las 9, en mi casa. Adolfo
esta de viaje. Besos, Luc�a."





Bueno, con solo esta nota no pod�a saber si era la misma
Luc�a que la del gimnasio, pero he buscado en su agenda de tel�fonos y SOLO
existe una Luc�a.


No ha sido muy correcto haber rebuscado entre sus cosas, pero
la situaci�n lo requer�a. Es mi marido, y tengo que saber.


El caso es que me siento fatal. Y es cierto que no puedo ser
yo quien precisamente tire la primera piedra, pero no son casos comparables�


Que Horacio haya recurrido a otra mujer en busca de sexo me
subleva. Y si es por amor� en fin. Ah� ya no podr�a hacer nada.


Tengo que descubrir m�s cosas.




08/06/2004



Esta tarde cog� el coche y me fui al gimnasio. Nada m�s
renovar mi matricula, me inform� de los horarios de las clases de aerobic
y fui directamente a los vestuarios. Luc�a no estaba all�. Pens� que tal vez
ella ir�a a otra hora, pero no llev�bamos ni diez minutos de clase, cuando hizo
su entrada triunfal.


No me extra�a que Horacio se haya fijado en ella. Es una
mujer bell�sima. Tiene unos rasgos casi asi�ticos, aunque seguramente esa
expresi�n le viene dada porque tiene los ojos muy grandes, preciosos,
ligeramente rasgados. Ambas tenemos los ojos verdes, as� como la misma estatura,
pero ella tiene menos pecho que yo. El pelo, casta�o oscuro, lo lleva largo y
degradado, como a media espalda. Yo soy morena, ahora con el pelo corto, a medio
cuello y en forma de caja. Adem�s tiene un culo resping�n, como de pato, pero
exquisitamente sensual, mientras que yo� bueno, tengo las nalgas muy duras, pero
no es un culo del otro mundo. En cambio yo tengo la cintura m�s fina que ella, y
por ende, m�s caderas, pero su culo no es el m�o, tengo que reconocerlo. Creo
que somos m�s o menos de la misma edad.


La estuve observando durante el resto de la clase. Su cuerpo,
sus movimientos� son exquisitos, esa mujer rezuma sexo por cada uno de sus
poros.


Hoy no he intentado acercarme a ella. Al terminar,
simplemente me lav� un poco y me fui a casa.







10/06/2004



Hoy al llegar a los vestuarios Luc�a ya estaba all�. Hab�a
m�s chicas, pero me cambi� de ropa delante de todas, y me di cuenta de que ella
me miraba bastante. Durante la clase, se coloc� cerca de m�, en la primera fila,
y no dej� de fijarse en mis movimientos a trav�s del espejo.


Esto marcha.


No le he dicho nada a Horacio, sigo comport�ndome como
siempre, aunque anoche quiso hacer el amor y yo pretext� dolor de cabeza. Se
extra��, no es propio de m�, pero me da lo mismo. No sospecha nada.



***




Por fin, en la siguiente clase (d�a 15 de junio), conoc� a
Luc�a personalmente. Fue al acabar la clase. Est�bamos en los vestuarios y yo,
despu�s de desnudarme parsimoniosamente delante de sus narices, me met� en las
duchas. No son individuales, sino colectivas, y est�n separadas del resto del
vestuario por una mampara. Ella no tard� en venir. Reconozco que cuando la vi
all�, desnuda, junto a m�, con el agua resbal�ndole en finos regueros por la
piel, sent� un escalofr�o. Jam�s me hab�a fijado antes en una mujer� o al menos,
ninguna me hab�a hecho sentir as�. Supuse que deber�a de odiarla por acostase
con mi marido, pero nada m�s lejos de la realidad: aquella chica era estupenda.
Me gustaba. Ten�a un magnetismo especial.



El caso es que al fin est�bamos las dos solas. Yo ten�a los
ojos cerrados, pero era consciente de su presencia. Precisamente estaba pensando
en la mejor forma de abordarla, cuando�



Perdona, t� eres Marga, �verdad? � abr� los ojos y la mir�-.


Si�y tu eres�? � le sonre�, aliviada-.


Luc�a� Es que llevo varios d�as observ�ndote. Tienes un
cuerpo precioso, se nota que te cuidas. �C�mo es que dejaste de venir? Antes
ven�as mucho�


Bueno, me gusta venir de vez en cuando. No soy muy constante,
la verdad � sonre�-. Pero tu hablas de cuerpos� ya quisiera yo tener tu trasero,
guapa!!


Ja ja ja ja, qu� dices, tan resping�n!! Qu� horror, me quiero
operar� - hizo un gesto encantador, girando sobre s� misma para mir�rselo-.


Vale: op�ratelo y d�melo a mi�!!!



Fue una conversaci�n tonta, pero entramos en contacto. A la
media hora est�bamos en mi coche rumbo a su casa, pues ella sol�a coger el
autob�s urbano, no ten�a el carnet de conducir. Cuando llegamos al portal, me
invit� a subir y tomar algo. Desde luego, acced� encantada, as� que aparqu�
donde pude y fuimos caminando un trecho. Recuerdo que pasaron unos chicos, de
unos 20 a�os, y nos piropearon, aunque no recuerdo exactamente que dijeron, pero
nos cay� en gracia y tuvimos conversaci�n para rato. Su casa era el �tico, muy
espacioso y decorado con muy buen gusto�



�Te gusta?... Fue idea de Adolfo, mi marido. Tienes que
conocerlo, te caer� muy bien. Es decorador. Tiene que estar a punto de venir de
M�laga, se fue el lunes.



Adolfo� c�mo describir a Adolfo. Si su mujer era pura
sensualidad Adolfo era Sexo, con may�sculas. Era alto (m�s que Horacio), fuerte,
atl�tico, con la piel dorada, un paquete que se adivinada enorme debajo de los
pantalones y� calvo. Ten�a una calva fant�stica, reluciente, dorada, sin un
m�sero pelo con la cabeza. Sexo, sexo, sexo. Le dese� nada m�s verle. Y ten�a
una voz� masculina, sensual� era un hombre seguro de s� mismo, guapo hasta el
aburrimiento. Hac�an una pareja incre�ble.



Luc�a propuso que nos tom�ramos algo en la terraza y la
estuve ayudando a prepararlo todo. Hablamos del gimnasio, del viaje a M�laga, de
decoraci�n de interiores� les propuse quedar alg�n d�a los cuatro, es decir, con
Horacio tambi�n y les pareci� una idea estupenda� sin embargo, en ning�n momento
cit� el nombre de Horacio: siempre me refer� a �l como "mi marido". No me
conven�a a�n ense�ar ese as.


Nos intercambiamos los tel�fonos y quedamos en llamarnos. Y
ah� qued� la cosa�



Pasaron varios d�as en los que me dediqu� a observar a
Horacio y a esperar. Se hizo habitual que �l llegara tard�simo a casa, por
"culpa del trabajo", pero no le amonest� en ning�n momento. Fui una esposa
ejemplar. El problema es que tiempo transcurr�a lento, pesado como juicios.
Luc�a me llam� en varias ocasiones, pero yo le fui dando largas, muy a mi pesar.


Hasta que lleg� mi oportunidad.



Fue el viernes de aquella misma semana. Horacio lleg� a la
hora de comer con cara de circunstancias y me espet� que aquel fin de semana
Oscar y los dem�s hab�an decidido ir de pesca al r�o y hab�an alquilado una casa
rural� que ya no pod�a decir que no, y que se iba, vamos. Tuve la vaga sensaci�n
de que se sent�a cohibido, como si hubiera sido pillado en falta. Pero a�n
conservaba algo de dominio sobre s� mismo. Le dije que no se preocupara, que
mejor, que as� la casa para m� solita y mi amante. No le hizo gracia la broma.
Al menos, aquella risa falsa as� me lo delat�. Yo por mi parte, prescind� del
mal trago de comprobar si realmente Oscar hab�a planeado aquella escapada de fin
de semana. Hay verdades como templos que no necesitan ser pronunciadas. Se pas�
la tarde preparando una maleta ins�lita para un fin de semana de pesca, pero no
despegu� los labios.



Se fue a eso de las seis y media. Esper� hasta las siete y
llam� a Luc�a. Me cogi� el tel�fono Adolfo: Luc�a acababa de irse al pueblo de
su madre. "Joder", pens�, "la t�pica excusa, qu� triste". Le dije que estaba
sola, que Horacio se hab�a ido de fin de semana con unos amigos y que si le
apetec�a podr�a pasarse a tomar algo a mi casa. Acept� de buen grado. Quedamos
para un par de horas m�s tarde y colgu� con el coraz�n en un pu�o. Todo hab�a
salido a pedir de boca. Ahora solo quedaba rezar porque Horacio y Luc�a no
tuvieran ning�n imprevisto� como m�nimo hasta el domingo por la tarde.



No me levant�: salt� despedida del sill�n hacia mi
habitaci�n. Dos horas. Hab�a bebida, eso era b�sico. Adolfo bebi� bastante la
tarde en que le conoc�, as� que�b�sico, la bebida. Me desnud� como pude, porque
apenas atinaba. Me duch� ceremoniosamente - eso s�, que para esas cosas una es
muy mani�tica- , sal�, me encasquet� una camiseta vieja y limpia, regres� al
ba�o, me maquill�, se me derram� encima la colonia (eau de toilette, para
las mentes m�s sensibles), "Light blue" de Dolce y Gabbana, escup� sapos
y culebras, me abaniqu�, sal�, me fum� un cigarrillo medio desnuda en el sal�n y
por fin, con una reci�n adquirida serenidad, regres� al vestidor y me dediqu� a
la placentera tarea de elegir modelito.


Todo esto en hora y media.


Tiempo record.


Seguro, l�stima que no lo registraran los del "Guiness".



No me arregl� demasiado. Me puse una minifalda sencilla,
tableada a los lados, y una camisa de un turquesa p�lido. No me preocup� de
abotonarme los tres primeros botones. Yo no tengo el pecho de Luc�a, as� que�
hay que sacar partido. Me inclin� hacia delante, mir�ndome al espejo y sonre�
complacida. Me pein� descuidadamente el pelo con los dedos mientras buscaba unos
zapatos que no encontr�, sal� hacia la cocina para preparar el hielo y� el
timbre.


Fui a abrir descalza y sin tener el hielo ni nada preparado,
pero con una de las mejores sonrisas jam�s ensayadas delante de un espejo.


Suspir� cuando le vi. No lo pude evitar. Me olvid� por
completo de todo, de Horacio, de Luc�a, hasta de mi nombre. Adolfo. Solo Adolfo.
Todo mi mundo, durante unos segundos, fue Adolfo. �l lo llenaba todo.



Me mir� de arriba abajo, un poco sorprendido pero divertido.
Tampoco se me escap� el detalle de una mirada sobre mi escote m�s larga de lo
convencionalmente establecido. Le invit� a pasar. Le ense�� someramente la casa
y le conduje hasta la cocina para preparar las bebidas, disculpando como pude mi
tardanza. Despu�s no acomodamos en el sal�n y estuvimos hablando de todo un
poco� y de Luc�a y Horacio. Adolfo no sab�a que eran amantes. Pero no os� a
sacarle de su feliz ignorancia.



A medida que avanzaba la noche y se vaciaban las botellas, a
Adolfo se le iba soltando la lengua. Por mi parte, no s� d�nde qued� mi fr�gil
sentido del decoro y de la verg�enza, porque no tuve reparos en hablarle de mi
vida sexual. Aunque �l tampoco se qued� atr�s: me relat� con todo lujo de
detalles lo que m�s le excitaban a Luc�a y a �l mismo en la cama. Ni qu� decir
tiene que tom� buena nota del asunto� especialmente en lo referente a Luc�a.
Quiz�s alg�n d�a, tal vez no muy lejano, fuera a necesitarlo.



Adolfo era un ser extraordinario. Me encant�, me conquist�
enseguida. Envidi� y despreci� a Luc�a a partes iguales por tener a un hombre de
tal calibre a su lado y no saber apreciarle del todo. Si Adolfo fuera m�o�



Marga, �me escuchas?


Ehhh, si, claro, perdona�


Entonces dime�


�� Qu�?


Tu fantas�a m�s �ntima� algo que jam�s has hecho y que te
encantar�a hacer, probar, experimentar�


��Jajajajaja!! Est�s loco!? �No te lo digo!


Vamos� tal vez yo te pueda ayudar�



Le mir� en silencio, con la sonrisa congelada en los labios.
�C�mo demonios hab�a llegado hasta ese punto sin apenas darme cuenta? Yo solo me
hab�a dejado llevar�


Adopt� una actitud insinuante:



�De verdad quieres saberlo?


Mi reino a cambio de tu negro pensamiento�


Est� bien. T� ganas � sonre� en apariencia tranquila, pero el
coraz�n me iba a estallar de ansiedad -. Mi fantas�a sexual es� el sexo anal. Y
grabarlo todo en video.


�Solo eso?


��Te parece poco, teniendo un marido tan quisquilloso!?


O sea, que eso nunca lo has hecho� y es tu fantas�a� �Eres
infiel?


�Y eso qu� importancia tiene�?




Se inclin� hacia delante y se sent� en el filo del sill�n,
apoyando los codos en las rodillas y entrelazando las manos. Se dedic� a mirarme
fijamente durante un buen rato, sin pesta�ear, barruntando endiabladas
maquinaciones que pronto tuve el privilegio de descubrir�


Se levant� lentamente, comprob� si ten�a las llaves del coche
en los bolsillos y luego, como quien le dice a un ni�o que se prepare para ir al
parque, me sugiri� que fu�ramos a su casa. As�, sin m�s explicaciones. Al fin y
al cabo no eran necesarias. Recuerdo que cuando me puse de pie me dio la
sensaci�n de no estar pisando tierra firme. Me limit� a ponerme unas sandalias y
a coger un bolso con las llaves de casa antes de salir. Aquello me pareci� una
hu�da precipitada.



En el ascensor apenas nos miramos, pero al llegar al portal,
Adolfo me cogi� protectoramente de la mano para guiarme hasta el coche. Con ese
gesto comprend� que le gustaba llevar la iniciativa, y no le quit� la ilusi�n.
Durante el trayecto nos besamos varias veces, igual que dos viejos amantes
despu�s del reencuentro tras muchos a�os y que se sienten como la primera vez.
Fue como si nos hubi�ramos reconocido con solo aquellas confidencias a media luz
y bien regados de alcohol. Al llegar a su �tico me pidi� que me acomodara y
desapareci�. Sal� a la terraza y me encar� a la nocturnidad de la ciudad vista
desde las alturas. Era impresionante. Exhal� el aire con fuerza, sintiendo c�mo
la sangre me herv�a en las venas y me sent� primitivamente viva. Me llev� la
mano derecha discretamente a la entrepierna y no me sorprendi� notar la humedad
en mi ropa interior. Era ir�nico. Sarc�stico. Iba a follar � pues no era nada
m�s, por crudo que sonara- con el marido de la amante de mi propio marido. No
estaba mal la cosa. Cualquier d�a, les propon�a una org�a y todos tan felices.
Qu� vida�



O� c�mo Adolfo me llamaba desde el interior de la casa y me
met� dentro, busc�ndole por el enorme piso, gui�ndome por su voz, hasta que
llegu� al dormitorio.


Aunque m�s correcto ser�a denominar a aquella habitaci�n como
santuario. Aquella estancia era como tres veces m�s grande que el sal�n.
Sin miedo a exagerar me atrever�a a decir que solo ese dormitorio ocupaba la
mitad de la casa. Desde la puerta, donde yo estaba situada, se ve�a en la pared
frontal un enorme ventanal que ocupaba casi todo el muro y desde el que se
divisaba toda la ciudad. Las cortinas estaban totalmente descorridas y la luz
nocturna era lo �nico que iluminaba la estancia, aparte de una l�mpara auxiliar
de una tenue luz rojiza en uno de los laterales del cuarto. Hab�a una puerta
cerrada a mi izquierda, m�s cercana al ventanal que a la puerta de la
habitaci�n, y que presumiblemente supuse que ser�a un ba�o. El techo parec�a m�s
alto que el resto de la casa, pero quiz�s fuera por el efecto �ptico que
produc�an las paredes pintadas de rojo. Sin embargo lo m�s impactante, justo en
la pared de mi derecha, era una gigantesca cama redonda. Era la primera que ve�a
en toda mi vida. Las s�banas eran de sat�n rojo oscuro... y sobre ellas el
hombre m�s atractivo que jam�s he visto. Quiz�s demasiadas cosas nuevas para m�,
porque me sent� desfallecer. Adolfo estaba completamente desnudo, tumbado de
lado y con la cabeza apoyada sobre una mano, mir�ndome con la misma cara que
deben de tener los lobos de las m�s remotas estepas. Ech� la cabeza a un lado,
en un coqueto gesto, y le sonre� ilusionada, complacida. Me devolvi� la sonrisa
y se�al� a un punto indeterminado a los pies de la cama: una enorme c�mara de
video. Supongo que tendr�a un zoom excelente, porque m�s tarde, ya en mi casa,
me sorprendi� la precisi�n de los detalles en la grabaci�n.



Me acerqu� lentamente a la cama, descalz�ndome por el camino.
Sub� a ella y me tumb� a su lado, y Adolfo, sin dejar de mirarme, me desnud� con
una lentitud que de poco no me volvi� loca. Pero me control�. Sab�a lo que me
esperaba y ten�a tantas ganas de que ocurriera que estaba como bloqueada. Si
bien mi objetivo hab�a sido precisamente hallarme en aquella situaci�n, jam�s
pude imaginar que fuera de ese modo.



Agust�n desnudo verdaderamente era un dios. Ten�a un pene
grande, fuerte, erecto hasta el delirio, con un glande rojo brillante, precioso�
Me sent� peque�a, d�bil a su lado. Estaba totalmente a su merced, como si yo
solo fuera una marioneta. No pronunciamos palabra. Solo nos mir�bamos, como
grabando a fuego nuestras orograf�as respectivas, hasta que me cogi� de la
cintura y me coloc� suavemente a cuatro patas. Mientras alternaba besos por mi
columna vertebral y palabras tranquilizadoras a media voz, sent� su mano en mi
ya empapado sexo, c�mo me introduc�a dos� tres dedos, empap�ndoselos con mis
fluidos, para despu�s acariciarme el ano con una suavidad que me sorprendi�. Su
endurecida polla me rozaba a la altura de la cintura y tuve que obligarme a
hacer un enorme esfuerzo para no abalanzarme a por ella. Me introdujo la punta
de un dedo y se me olvid� todo� sent� una ligera punzada de dolor, pero �l
comprendi� porque era sabio�



Se coloc� detr�s de m� y me lami� suavemente el ano,
apartando con ambas manos mis prietas nalgas. Despu�s prob� a introducirme un
dedo entero. Me sorprendi�, pero no me desagrad�. Sin embargo, cuando meti� dos
dedos a la vez, cre� que me estaba rompiendo por dentro� el dolor me hizo gemir,
pero Adolfo me dijo que tratara de relajarme� al parecer mi ano es de los
estrechos. Inici� un breve ritual de mete saca hasta que mis m�sculos poco a
poco se fueron adaptando a sus dedos. Sent� un agradable calorcillo que dispar�
mi excitaci�n, se�al de que ya estaba preparada, supongo� se lo hice notar y no
se hizo de rogar. Suavemente su glande comenz� a abrirse paso por el reducido
agujero de mi culito con delicadeza mientras me hacia girar las caderas con sus
manos. Yo notaba c�mo su gruesa verga se iba adaptando lentamente a los m�sculos
de mi ano y, para mi sorpresa, con suma facilidad, hasta que not� que ya el
glande hab�a conseguido pasar. Se notaba que ten�a mucha habilidad en la
materia� hac�a que aquello fuera maravilloso. Me penetraba y volv�a a salir de
m� con un ritmo suave e intenso, llegando a sacarla casi por completo y
volvi�ndola a meter hasta el fondo.



De pronto, Adolfo, agarr�ndome fuertemente de la cintura, y
sin previo aviso, hizo un movimiento brusco con la pelvis y me penetr� de golpe,
meti�ndome su polla hasta la base (llegu� a notar el cosquilleo suave del vello
de sus test�culos). Creo que mi grito se oy� por todo el edificio� y sin
embargo, a los poco segundos el placer hab�a superado con creces al dolor� Y
precisamente por eso me sobrevino un primer orgasmo, algo apagado, pero me dio
�nimos para seguir aguantando las embestidas. El verdadero orgasmo, el fuerte,
el que me hizo casi caer de bruces sobre las resbaladizas s�banas vino poco
despu�s� y ya cuando sent� los c�lidos chorros de esperma inundarme por dentro�
no, no puedo explicarlo. Es algo que hay que vivirlo. Y puedo asegurar que hasta
ahora ha sido lo mejor que he vivido sexualmente� Dios� si hasta llor� cuando
sent� su pene salir de mi interior� y como una perrita le estuve limpiando los
restos del semen, mientras la c�mara segu�a grabando.



Cuando vi que Agust�n se hab�a quedado dormido del todo -
cosa que ocurri� muy pronto -, me desperec� y, con las piernas como gelatina, me
vest�, extraje la cinta de video, me calc� las sandalias, fui en busca del bolso
y sal� del piso sin hacer ruido. No me desped�. Para qu�, estaba segura de qu�
nos volver�amos a encontrar.



El relente de la calle consigui� espabilarme bastante, pero
no quitarme el temblor de piernas y la peculiar sensaci�n de tener el esf�nter
del grosor de una lata de refrescos. Sujet� el bolso contra mi pecho para sentir
la forma de la cinta, mientras me dirig�a a una cabina para llamar a un taxi�




Aliena del Valle


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Relato: Los pecados de Marga (3: SOBERBIA)
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