Relato: Demasiado t�mida para oponerme (17)





Relato: Demasiado t�mida para oponerme (17)

Demasiado t�mida para oponerme (17) por Bajos Instintos 4




-�Hoy es mi prueba de combate con un hombre!- le anunci�
triunfal a mi marido en el desayuno.


-�Quer�s que vaya a ver como lo venc�s?- pregunt� Armando,
siempre gentil.


-No, mejor no- dije pensando en el fornido muchach�n- si ves
como le gano a pelear a un hombre, podr�as tomarme miedo, y eso no me gustar�a,
mi amor.


-Como gustes, cielo.



Y me fui por las calles con paso cantarino, pensando en qu�
buena idea hab�a sido tomar ese curso de defensa personal, para poder defender
mi honra matrimonial de tanto asedio a mi fidelidad. Las calles estaban
arboladas y todo irradiaba alegr�a.


A llegar al gimnasio me recibi� la negra directora. "�Aqu�
viene nuestra nueva graduada!" coment� con tono halagador. Y me llevo
directamente al gimnasio para presentarme a mi oponente, que estaba haciendo
complemento de pesas en la secci�n de aparatos.


El fornido muchacho se par� como un resorte al verme, y
durante la presentaci�n sus ojos recorrieron mi cuerpo, casi dir�a que
golosamente. Pese a la impresionante musculatura que ostentaba, no era uno de
esos culturistas depilados, sino que ostentaba pelos en el pecho, los brazos,
las piernas y a donde a una se le ocurriera mirar. Era bastante m�s alto que mi
marido, y pens� en el placer que sentir�a luego de haber vencido a semejante
bestia. La directora me dijo por lo bajo: "�No tengas piedad de �l! �Hum�llalo,
zarand�alo, demu�strale qui�n manda!" mientras le hac�a un gui�o al muchach�n,
que no sab�a lo que le esperaba, pobre hombre. Casi me daba l�stima.


Una vez en el ring tuve ocasi�n de examinarlo bien, ya que
ambos vest�amos apenas unos shortcitos. Yo no hice uso de la ventaja que me daba
el reglamento, de usar una prenda superior para cubrir mis pechos, ya que no
quer�a tener ninguna ventaja sobre mi contrincante que no pod�a usar nada para
cubrir su velludo pecho. Quer�a una victoria justa e inobjetable. Quiz� con un
poco de picard�a, lo reconozco, ya que vi que sus ojos se desviaban
frecuentemente hacia mis tetones, que a prop�sito ergu�, para mantenerlo
distra�do.


Despu�s de unas breves instrucciones de la negra, que
oficiaba de �rbitro, son� la campana que daba comienzo al round.


Comenc� a bailotear frente a �l, con �giles pasos y saltitos
que hac�an rebotar mis melones para todos lados. Sus ojos estaban
desorbit�ndose, pobre muchacho. De pronto, me lanc� hacia delante, y le propin�
un jab en el est�mago. No pareci� acusar recibo, o quiz� s�, ya que pude
observar un bulto prominente bajo sus pantaloncillos. Parece que disfruta del
castigo, pens�. Y si as� era �tendr�a todo el castigo que quisiera! Y me
abalanc� hacia delante, lanz�ndole una seguidilla de mis poderosos golpes
nuevamente al est�mago, ya que la barbilla me quedaba demasiado alta y pinchuda
Y me retir� inmediatamente, fuera de su alcance, como Muhamad Al� "pica como
avispa y vuela como mariposa". La t�cnica me estaba dando resultado. Si bien �l
parec�a no sentir mis golpes, su polla denunciaba lo contrario, estaba enorme,
bajo el pantaloncillo. Terminamos el round sin novedades, y volv� a mi rinc�n
sin haber recibido un solo golpe. Est� bien que tampoco los hab�a recibido, pero
atribu� eso al desborde que le hab�a producido con mi velocidad. Mi couch, que
era la rubiecita de la segunda lecci�n, me llen� de instrucciones. Pero yo no la
estaba atendiendo. Por un costadito del peque�o short, a mi rival le estaba
saliendo afuera un cacho de nabo bastante impresionante, cuya erecci�n no hab�a
podido ser contenida por el pantaloncito. "Quedate tranquila", le dije a la
rubiecita, "que ya lo tengo". Son� la campana que anunciaba el segundo round. Me
levant� como un rel�mpago y comenc� otro ataque vertiginoso contra su est�mago.
Su falo acus� el castigo, sali�ndose completamente del pantal�n y apunt�ndome
como un dedo acusador. Pero qu� dedo, sent� que me hab�a humedecido un poco.
Jab, jab, directo, uno dos, le apliqu� todo el repertorio, sin que �l acusara el
castigo, pero a juzgar por el tama�o que hab�a alcanzado su impresionante
tranca, lo ten�a casi grogui. Quiz� la confianza me traicion�. Porque de repente
se me puso todo negro y comenc� a ver pajaritos de colores. Cuando volv� en m�,
ten�a al muchach�n entre mis piernas y su ardiente falo enterrado en mis
profundidades. Evidentemente, cuando me vi� en el suelo, me sac� el pantaloncito
para que pudiera respirar. Y luego debe de haberse tentado, pobre muchacho. As�
que cuando volv� en m�, me encontr� completamente empalada por una tranca que
iba y ven�a con pujante entusiasmo dentro m�o. Mir� a la �rbitro a ver que
hac�a, pero la robusta negra lustrosa nos estaba mirando muy interesada.
Evidentemente, lo que estaba ocurriendo era permitido por los reglamentos. Y el
muchach�n me estaba dando unos vaivenes que me pusieron nuevamente a ver
pajaritos de colores. Por suerte nada de esto pod�a considerarse una infidelidad
de mi parte, ya que estaba comprendido dentro de los reglamentos del boxeo. Y mi
rival deb�a de haberse entrenado mucho, a juzgar por los enterrones que me daba.
Mis jadeos iban subiendo de tono, y como la cosa en cierto modo me gustaba,
trat� de fijar mi mente en la imagen de Armando, para evitar las tentaciones que
me pudieran llevar a cometer una infidelidad. Y el muchach�n continuaba dale que
dale. Intent� darle un jab al est�mago, pero con tanto sacud�n que estaba
recibiendo, mi punter�a no era la mejor, as� que despu�s de un par de intentos
m�s, desist�. Mir� hacia mi rinc�n en busca de instrucciones, pero la rubiecita
parec�a muy entretenida con una mano bajo su slip. Pero todo llega a su fin, o
al menos yo, que acab�, con mi concha hecha una inundaci�n. El muchacheen sinti�
los temblores de mi vientre mientras me estaba corriendo, pero continu�
imperturbable con su mete y saca, con unas entradas y salidas de su suculenta
polla, que me transportaron nuevamente al reino de los pajaritos. Comprend� que
quiz�, desde su punto de vista, me estuviera cogiendo. Y me volv� a correr,
porque �l no hab�a menguado el ritmo que le daba a su tranca, tan gruesa que
tanto al entrar como al salir me segu�a frotando el cl�toris. �Jam�s hab�a
supuesto que gozar�a tanto durante un entrenamiento! Me llamaba la atenci�n el
ritmo gimn�stico de esa polla tan distinto del modo laxo en que me la met�a mi
marido. Claro, Armando no es un gimnasta, ni tampoco tiene una poronga como
esta, pens�, y volv� a correrme entre gemidos y alaridos. Pero el muchach�n
segu�a sin detenerse. Yo ten�a las piernas totalmente abiertas y me sent�a
ensartada como una mariposa, con los brazos abiertos en cruz. Entonces pens� que
no deb�a mantener tanta pasividad, ya que eso era un combate, y le rode� las
nalgas con mis piernas, mientras con los brazos le abrazaba la peluda espalda.
Mi boca estaba enterrada con el abundante vello de su pecho, y para entretenerla
comenc� a chup�rle los pelos con labios hambrientos. Ah� fue cuando mi rival
comenz� a acelerar sus movimientos en un ritmo cada vez m�s acelerado, mientras
yo, embriagada en la tierra de los pajaritos de colores agradec�a al Se�or por
el modo en que me estaba ayudando a superar esa nueva prueba. No s� si me
contest�, porque los pajaritos hac�an un alboroto que tapaba todos los dem�s
ruidos.


Pronto su enorme tranca procedi� a dar en�rgicas sacudidas en
mi interior, envi�ndome sus chorros de leche caliente hasta las entra�as. Cada
dos o tres chorros, me la sacaba y volv�a a enterr�rmela, para seguir
escupi�ndome semen. As� cinco o seis veces, creo. Finalmente se qued� rendido
sobre mi cuerpo, mientras cada tanto su polla segu�a largando uno que otro
chorrito. Ah� fue comprend� que ten�a la victoria al alcance de la mano. Y
sali�ndome de abajo suyo como pude, lo di vuelta boca arriba y le agarr� la
polla, que estaba retornando a su tama�o normal. No la dej�. �l estaba casi
inconsciente pero su polla comenz� a empalmarse nuevamente bajo los tocamientos
de mis dedos y el calor de mi palma. Escuch� un murmullo de aprobaci�n por parte
de las espectadoras. Y comenc� a pajearlo sin que el muchach�n atinara a
reaccionar. Para no incurrir en pensamientos infieles, con la otra mano me
acariciaba el cl�toris. Esa iba a ser una victoria estrictamente deportiva.
Pronto la polla alcanz� sus dimensiones de concurso, y yo me apliqu� tenazmente
a pajearla. No me llev� mucho rato hacer que soltara sus chorros al aire.
Sonaron aplausos. Pero yo hab�a apenas comenzado. Recordaba la consigna:
destruir al rival, aplastarlo, no dejarle dudas acerca de quien era el amo. As�
que, sin dejar que se le bajara, me la introduje en mi ano. El calor de mi ojete
pudo m�s que su agotamiento, y sobre su cuerpo yacente su nabo volvi� a
erguirse, como un mastil, en toda su plenitud. Y me lo cabalgu� a gusto,
encomendando mi alma al Se�or ya que cada tanto se me escapaba alguno que otro
orgasmo. El muchacho segu�a desvanecido bajo mi culo, pero despu�s de un rato su
pene cumpli� con mi orto, soltando unos cuantos chorros.


Entonces decid� pasar a las etapas finales de mi victoria. Y
sentando mi concha en su cara, me masturb� con ell�, llen�ndosela de jugos y
pendejos. Dos polvos me ech�. Y despu�s, con gesto triunfal, le cubr� el rostro
con mi culo. Estaba un poco cansada, pero me cog� su nariz una y otra vez,
mientras jugaba con su polla. Removiendo mis sabrosos gl�teos contra su cara,
logr� que se le empinara nuevamente, y se la segu� cabalg�ndo, mis manos le
estrujaban el nuevamente parado nabo, hasta que me corr�, aplast�ndole la cara y
consiguiendo las �ltimas emisiones, algo menguantes s�, de su semen. Y me
levant� triunfante, dej�ndolo ex�nime a mis pies. La negra me levant� el brazo
en se�al de triunfo, en tanto que la rubiecita me aplaud�a con un entusiasmo
desbordado.


Luego me vest� y nos fuimos a la secretar�a a tomar un caf�
con tostadas. Estuvimos charlando animadamente un rato y, finalmente recuperada,
me encamin� a mi casa.


Al llegar al hall de entrada me agarr� el portero y me
arrastr� al s�tano, para vejarme como todos los d�as. Y me cogi� por el culo, me
amas� los tetones, me comi� la boca y jug� con su tranca por mi vagina. Y lo
dej�, sab�a que ahora podr�a haberle vencido cuando quisiera con mi
entrenamiento, pero me dio pena, y la verdad es que estaba un poco cansada. As�
que le dej�, y sacando alguno que otro orgasmo, no sent� casi nada. Cuando me
puso a mamar su polla, luego de restreg�rmela contra la cara, me tragu� su leche
gustosamente, ya que sab�a que de ahora en m�s mi fidelidad marital estaba a
salvo. Y lo dej� echarme dos polvos en el culo antes de dejarme ir. Mi portero
es un tipo un poco morboso, y le gusta cogerme sin sacarme la tanguita, apenas
separando mis braguitas para que entrara su pollota, pero cada quien tiene sus
gustos. Y dejar que los dem�s se den el gusto con una no es ser infiel. As� que
sub� a mi departamento, casi flotando de tanta beatitud que llevaba conmigo.


"��Qu� ojeras, mi amor!!" dijo Armando al verme llegar,
"�ten�s ojeras violetas!" "Es que tuve un d�a tremendo, amor." "�Y como te fue
en la pelea con el hombre?" "B�rbaro, lo puse a ver pajaritos de colores." "�A
�l?" "Bueno, yo tambi�n vi pajaritos de colores" "Que bueno" dijo Armando
mientras pon�a los platos en la mesa.



Espero que mi experiencia te haya hecho comprender las
ventajas de practicar lucha femenina, para poder defender mejor tu honra de
mujer fiel. Si tienes cualquier duda o comentario, escr�beme a
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