Relato: Elina y Don Ricardo



Relato: Elina y Don Ricardo

Elina y Don Ricardo


Amanec�a en la ciudad de Panam�. Elina se despert� con los
primeros rayos del sol. Cuando intent� incorporarse sinti� el dolor de los
moretones en los brazos y la inflamaci�n de su vulva, lo cual le record� lo
ocurrido la noche anterior. El culo le ard�a en sobremanera.



Ella se negaba a creerlo, pero s�era cierto: su padre la
hab�a violado la noche anterior. Pero hab�a algo m�s que la inquietaba. Algo que
le causaba m�s incomodidad, y era el hecho de que lo disfrut�. Se acusaba de
tener una mente podrida. A�n as�, poco a poco, lo iba aceptando.



De repente, una interrogante se apoder� de ella: �d�nde est�
su padre? �Estar� tranquilamente en el comedor tomando el desayuno? �Qu� puede
estar haciendo en este mismo momento el hombre que la oblig� a sentir su pene
erecto dentro de ella?



T�midamente abri� la puerta de su habitaci�n, y sali�. Cada
paso que daba le provocaba dolor en el ano, producto de la culeada que le dio
Don Ricardo.



Camin� por el corto pasillo, top�ndose con la entrada a la
habitaci�n de su padre. La puerta estaba entreabierta. Con las manos
temblorosas, abri� la puerta un poco m�s, y vio que Don Ricardo a�n estaba
durmiendo boca arriba, completamente desnudo. No pudo evitar, durante varios
segundos, el contemplar el pene del var�n, el cual, a pesar de la flacidez,
ten�a longitud y grosor de grandes proporciones.




Todo empez� unos meses antes, cuando Elina finalmente decidi�
ingresar a la universidad. Hab�a pospuesto iniciar sus estudios superiores
durante dos a�os por perseguir muchachos, cada uno quienes, seg�n ella, eran el
amor de su vida. Para ella era f�cil atrapar a esos j�venes, pues sus gruesas y
tiernas piernas, sus magn�ficos senos, sus firmes y gruesas nalgas, y su bello
rostro, le hac�an todo sencillo. Elina tomaba el amor como un juego con el cual
entretenerse.



Un buen d�a la madre de Elina le sugiri�:





Hija, d�jese de ta jugando con hombres. Mire c�mo su papa
se divorci� de m�. Use su tiempo pa estudi�, que le va a da m�s provecho.
Aunque no lo crea, llegar� el d�a pa envejec�


Pero mam�, el Centro Regional de la U en Chitr� no da la
carrera que me gustar�a estudiar � replic� ella


V�yase a Panam� con su papa, pue�


�Yo no voy con mi pap�! � protest� Elina


Deje a un lado el orgullo. Es verd� que me dej�, pero
siempre ha estado pendiente de ust�, y siempre le manda plata. La cosa est�
dura, y ahorrar�amos plata si se queda a viv� en casa de su papa.




La se�ora ten�a raz�n. Una carrera le asegurar�a un futuro
en caso de que fuera abandonada por quien llegase a ser su esposo. Con 20
a�os, a�n estaba a tiempo para estudiar. Adem�s, nadie come del orgullo; y si
bien era cierto que su padre dej� a su madre, �l siempre se mostr� anuente a
cualquier necesidad que ella tuviese. Ten�a que decidirse r�pido, pues la
fecha para la presentaci�n de ex�menes de ingreso estaban cerca. Decidi�
inscribirse en la universidad.



Elina llam� a su padre para consultarle si pod�a hospedarse
en su apartamento durante el periodo de ex�menes de admisi�n (Elina usar�a ese
periodo para probar si era buena idea vivir con su pap�). Don Ricardo acept�,
y varias semanas despu�s, Elina viaj� a la capital.



Su padre la recogi� en la terminal de transporte. No se
hab�an visto en casi seis a�os. Don Ricardo no pudo evitar el contemplar las
blancas y gruesas piernas de Elina, y sus voluptuosos senos. Luego se
reprendi� por mirar con lujuria a su propia hija. Por otra parte, Elina not�
que su padre, a sus 55 a�os, estaba algo obeso, aunque conservaba su robustez.
De hecho, Don Ricardo siempre fue un hombre de contextura gruesa y robusta.



Llegaron a al apartamento. Ya estaba anocheciendo.
Conversaron durante un rato, por mera formalidad. Elina no estaba c�moda, pero
le dar�a una oportunidad a la idea de vivir con su padre. Don Ricardo trataba
de ser ameno. Al principio �l cre�a que deb�a hacer que Elina se sintiera como
en casa, pero luego no le qued� m�s remedio que admitir que la lujuria se
hab�a apoderado de �l: Elina hab�a despertado en �l instintos
morbosos�perdiendo la noci�n de lo correcto y lo incorrecto. Quer�a agradar a
la mujer para tomar ventaja, y obtener el tan preciado premio sexual. De vez
en cuando, Don Ricardo se recreaba la vista con las tetas, nalgas, y piernas
de Elina.



Al rato suspendieron la charla, y Don Ricardo se qued� en
la sala viendo TV, entre tanto Elina desempacaba.



Mientras Elina terminaba de desempacar, Don Ricardo toc� la
puerta de la habitaci�n que hab�a preparado para su hija. Al abrir Elina, Don
Ricardo no pudo evitar el contemplar, una vez m�s, las tremendas tetas que
ten�a en frente suyo. Disimul� un poco, y dijo:




S�lo quer�a decirte que me voy a dormir. S�rvete en la
cocina de lo que gustes si te da hambre o sed. Recuerda que est�s en tu
casa.


S� pap� � replic� ella




En la cama, Don Ricardo no pod�a contener las ganas. Esa
falta de control por el placer sexual hizo que su esposa lo dejara por infiel.
Don Ricardo tuvo muchas relaciones amorosas, pero siempre acababan por no
poder resistirse frente a un cuerpo sensual y jamonudo como el de Elina. La
verdad es que Elina tiene un cuerpo muy tentador.



As� pas� Don Ricardo las primeras horas de la noche.
Revolc�ndose en la cama, sin saber qu� hacer para controlarse. Decidi� ir a la
cocina a tomar agua. Acostumbrado a vivir s�lo, o con sus amantes, no se puso
los pantalones, y sali� de la habitaci�n en calzoncillo bikini, como sol�a
dormir.



Lleg� a la cocina, tom� un vaso de agua fr�a, y cuando se
dispon�a a regresar a la cama se top� a Elina, que ten�a puesto un baby-doll
crema. La blusita dejaba poco de sus senos a la imaginaci�n, y el panty cubr�a
muy poco de sus nalgas y de su pelvis. Don Ricardo qued� at�nito, gozando
visualmente del cuerpo de su hija, sin dejar a un lado el placer que le
causaba el que lo viera en calzoncillos.



Elena, a su vez, no pudo evitar el notar el enorme bulto en
la entrepierna de su padre. Hac�a tiempo que no ve�a algo as� (desde su novio
Juan). Se extra�� de no haber notado desde antes lo bien provisto que est� Don
Ricardo. Por alguna raz�n, tambi�n le gust� la figura obesa de su padre. En
realidad, a Elina le gustan los hombres gruesos, ligeramente obesos y
robustos.



Don Ricardo vio interrumpido su disfrute cuando not� que su
miembro estaba ganando tama�o. Elina tambi�n not� la erecci�n. En ese momento,
Don Ricardo se zaf� de la situaci�n con una sonrisa despreocupada, como si
nada estuviera pasando, a lo que Elina tambi�n correspondi� con una leve
sonrisa. Entonces, Don Ricardo sali� r�pidamente de la cocina, y fue a su
habitaci�n. Ambos pensaron que lo mejor era simular que aquello fue un
incidente de ninguna importancia.



Sin embargo, en la cama, Don Ricardo no olvidaba las
fant�sticas curvas de la hembra, y el placer morboso de ser visto por ella en
calzoncillos.




De seguro not� el enorme tama�o de mis huevos, y la gran
masa de pinga que tengo � pens�






Gracias a los bultos de su padre, Elina record� las horas de
placer que vivi� con Juan en la cama. Sinti� fuertes deseos de masturbarse, y lo
hizo.



Al rato, Don Ricardo escuchaba en su habitaci�n (contigua a
la de Elina) los gemidos de placer. Pens�:





De seguro se est� pajeando imaginando que me la estoy
comiendo. �Debo aprovechar! �Este es el momento!





Sin pensarlo dos veces, se levant� de la cama, se quit� el
calzoncillo, y desnudo camin� hasta el cuarto de Elina. Por la conmoci�n del
incidente en la cocina, Elina olvid� asegurar la puerta, por lo que Don Ricardo
no tuvo m�s que girar la perilla para a abrirla.



Elina estaba tan sumida en el placer de la paja, que no se
percat� de que su padre hab�a entrado en la habitaci�n. Don Ricardo sacudi� su
pene ya erecto, sin hacer ruido para no prevenir a Elina. Luego, s�bitamente, se
abalanz� sobre ella. Elina peg� un grito por el susto:





�Pap�, qu� haces? �B�jate! �Qu�tateme de encima!





Don Ricardo le sujet� las mu�ecas con una mano, y con la otra
le desgarr� la blusa del baby-doll.





�Qu� piensas hacer! �Violarme! �Nooo! �Por favor, nooo!


�C�llate perra! � le exigi� el macho a la hembra - �Est�s
muy buena como para no comerte! �Y ve call�ndote, o ver�s de lo que soy
capaz!





Esas advertencias fueron suficientes para controlar a Elina.
La superioridad f�sica de su padre era obvia.



Luego, con la gran fuerza de su robustez, Don Ricardo le
rompi� el panty, y sin ning�n aviso le enterr� su enorme pinga por la vulva.



Elina dio un grito de dolor y de terror, pues el gran tama�o
del invasor sexual le caus� temor de que la lastimaran. Suplicaba a su padre que
parara, pero lo �nico que consegu�a con esas s�plicas era excitar a Don Ricardo,
quien satisfac�a su placer machista al someter a la hembra.



Don Ricardo comenz� su movimiento alternativo, metiendo y
sacando, a lo largo de toda su gran longitud, su grueso pene.



Elina sent�a los test�culos del macho golpeando la parte baja
de sus nalgas, el enorme pedazo de carne f�lica penetr�ndola, y el gran peso del
obeso y robusto hombre que la estaba violando. Ella no pod�a esperar que todo
esto la llevara a sentir placer, pero as� fue: al rato Elina sent�a placer con
cada arremetida que le daban, y seguido vinieron los gemidos de placer.



Al percatarse de que su v�ctima estaba gozando, le solt� las
mu�ecas, pas� uno de sus brazos por la parte superior de la espalda de Elina, y
el otro lo pas� por las nalgotas de la hembra. Elina estaba prisionera de su
violador.



Al tener los brazos sueltos, t�midamente Elina los fue
ubicando sobre la espalda de Don Ricardo, y acarici� todo el macizo torso de su
padre, sus brazos, sus cabellos.



Luego, se estir� cuanto pudo para hacer llevar sus manos a
las nalgas de Don Ricardo, y las apret�. Aquello hizo que el hombre se excitara
a�n m�s. Entonces Don Ricardo aceler� sus movimientos, penetrando con m�s fuerza
Elina, hasta que finalmente se vino dentro de ella. Elina sinti� el calor del
espeso fluido de su padre; inclusive sinti� las palpitaciones del pene mientras
brotaba el semen.



Exhausta, Elina no ten�a fuerzas para nada; pero el
corpulento cuerpo de Don Ricardo daba para m�s: se abalanz� sobre los senos de
su v�ctima, y los chup�, los mordi�, y los apret�. Elina apretaba las s�banas,
para ayudarse a resistir el dolor, y para contener los gritos de placer que
aquello le causaba.



Despu�s, Don Ricardo volte� a Elina, poni�ndola boca abajo, y
pas� sus manos por el frente de ella, agarr�ndole a su vez las grandes tetas.





�Qu� ricas tetas tienes! Pero hay algo m�s que quiero de
ti. Y t� sabes qu� es.


�No, pap�! �Por el culo, no! �Me va a doler mucho!


Pues entonces aguantar�s, como mujer � replic� el
violador.





Hac�a tiempo que Elina no recib�a por el culo. Cuando era
novia de Oscar, este la convenci� de que le diera el culo. Con un poco de
pr�ctica, Elina fue acostumbrando a recibir por ah�. Pero desde que rompi� con
�l, no permiti� que ning�n otro hombre la penetrara por el ano. El culo de Elina
estaba fuera pr�ctica, pero la enorme pinga de Don Ricardo le har�a recordar
aquellos d�as.



Al primer intento, Don Ricardo no consigui� abrirle el culo a
Elina. Pero en el segundo intento, aplic� saliva y presion� constantemente hasta
que el glande penetrara. Durante este proceso, Elina mord�a las sabanas para
contener el dolor de sentir c�mo el grueso pene de Don Ricardo le desgarraba los
tejidos del culo y le estiraba el esf�nter anal.



Despu�s de un rato, cuando Elina estuvo un poco m�s
acostumbrada a la penetraci�n, y m�s relajada, Don Ricardo empuj� hasta que toda
la gran longitud de su pene se aloj� dentro del culo de Elina. Ese momento fue
anunciado con un desgarrador grito de dolor de Elina. Un delgado hilo de sangre
corr�a por las piernas de Elina.



Y as�, una vez m�s, Don Ricardo inici� sus movimientos
r�tmicos de mete-y-saca, golpeando las gruesas nalgas de Elina con sus enormes
huevos.



Buen rato estuvo Don Ricardo gozando de la penetraci�n anal,
cuando sinti� las ganas de eyacular.





�Me voy a venir en tu culo! �Vas a sentir el calor de mi
leche una vez m�s!


�S�, pap�! �Vente, vente! � grit� Elina, quien para ese
entonces ya hab�a dejado de sentir dolor, y ahora sent�a placer.





Finalmente, Don Ricardo no pudo retener m�s su semen dentro
de s�, y solt� toda su descarga dentro del culo de Elina.



Al sentir que hab�a botado todo el semen, Don Ricardo sac� su
pinga del culo de la hembra, y se recost� sobre ella. As� estuvieron durante
unos minutos, y luego el se retir� a su habitaci�n, quedando dormido casi al
tocar la cama.



El agotamiento hizo que Elina se durmiera unos segundos antes
de que Don Ricardo saliera del cuarto.




La verdad era que Elina hab�a disfrutado mucho el sexo con
aquel hombre que yac�a desnudo en aquella cama. Ese enorme pene la hab�a
penetrado, hab�a sentido esos grandes test�culos golpeando sus nalgas, y hab�a
sentido el peso de ese cuerpo grueso y robusto.



De repente, Don Ricardo despert�. Algo hizo que Elina no
saliera corriendo a su cuarto, sino que se quedara all�. Ella quer�a que �l se
percatara de que ella lo hab�a estado mirando.



Padre e hija se miraron fijamente, como queriendo hallar el
uno en el otro una raz�n para mirarse, no como hombre y mujer, sino como padre e
hija.





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