Relato: Madre consentidora (III)





Relato: Madre consentidora (III)



Madre consentidora, III






Tercera parte de la serie




Ni ese d�a, ni los siguientes volvieron a hablar de lo
sucedido entre ellos aquella noche, hasta que Beto intent� un nuevo asalto: "oye
mamy, me dejas volver a dormir contigo". En ese momento la mujer se levant�
furiosa del sill�n donde momentos antes estuviera y se refugi� en su cuarto,
cerrando con llave la puerta.


A la ma�ana siguiente comprendi� Teresa que entre ella y su
hijo todo hab�a cambiado, �l quer�a cog�rsela, meterle la verga y ella, en
callado deseo, quer�a lo mismo. Pero se defend�a, y por m�s que intentaba torcer
las intenciones de su v�stago, el creciente enojo del chiquillo y su rebeld�a le
confirmaron que ten�a que ceder y darle al chiquillo lo que quer�a, as� hab�a
sido siempre, nunca se hab�a negado a sus infantiles deseos y berrinches.


Calladamente se fue preparando. Ante todo ten�a que evitar el
inesperado embarazo, todav�a era una mujer f�rtil y supon�a que su hijo ya
podr�a engendrar. Por ello empez� a tomar anticonceptivos. Luego fue acerc�ndose
poco a poco a �l, tratando de volver a gan�rselo con mimos y cari�itos. Beto
not� el cambio, pero sabiamente se hizo el dif�cil, hasta que ella cedi�.


Una noche, cuando ambos miraban la televisi�n Teresa le
habl�: "oye Beto, s� perfectamente por qu� est�s enojado conmigo, pero debes
entender que lo que hicimos es algo indebido, �lo entiendes?, tener sexo entre
familiares, o peor a�n entre madre e hijo, como yo y t�, es algo antinatural,
prohibido, algo que va contra la moral social y la �tica, �entiendes?, no, no
creo que puedas entenderlo, pero no eso disculpa tus actos hijo mio..., sabes
que yo nunca te he negado nada, siempre nos hemos llevado bien y yo te quiero
mucho... no sabes cu�nto, eres mi �nico tesoro, por eso te voy a dar lo que
quieres, haremos el sexo, no se como va a terminar esto, pero quiero que
entiendas muy bien que lo hago porque te quiero mucho, anda ya... quita esa
cara", le dijo volteando a verlo cari�osa, sonroj�ndose sin querer al descubrir
la mirada de sorpresa y de lujuria de su v�stago.


Siguieron con la vista fija en el televisor, viendo sin ver;
Teresa callada y nerviosa, Beto ansioso ya se hab�a acurrucado al cuerpo de la
mujer, y como sin querer una de sus manos vagaba por sobre las piernas de su
madre, encima de su delgada falda floreada. Ella pas� su brazo por el cuello
para abrazarlo, hasta hacer que el rostro del chiquillo quedara pegado a sus
tetas, m�s bien a su teta izquierda. As� estuvieron cosa de momentos, quietos
ambos, nerviosos los dos, hasta que los dedos de la infantil mano empezaron a
subir la orilla de la amplia falda, primero descubriendo las rodillas, luego,
lentamente los carnosos muslos blancos, juntos, pegados entre s� como con
recato; la prenda sigui� descubriendo m�s cosas a los abiertos ojos del peque�o
�quien sent�a como su miembro se pon�a erecto bajo el pantal�n--, que incapaz de
contenerse pos� su temblorosa mano en aquella carne prohibida, la mujer sofocada
sent�a temblar todo su cuerpo; cerr� los ojos con fuerza, como si con ello
alejara de su pensamiento aquellas sensaciones que poco a poco iban apoder�ndose
de ella, como si con aquel gesto eliminar� de su mente aquella infantil mano que
insist�a en meterse entre sus muslos.


Desde su posici�n Beto miraba extasiado el bajo vientre de su
madre, la comba del monte de venus bajo la tosca y blanca pantaleta de algod�n,
los muslos inmaculados y carnosos que se negaban a dejarlo pasar; sent�a la
respiraci�n agitada de su progenitora, pero sobre todo sent�a pegada a su cara
la tibia carne, la suave calidez de las tetas de Teresa.


Por su parte la madre, que sent�a arder su cuerpo, a la vez
que se percataba de los intentos de su hijo por explorar su sexo, exhal� un
profundo suspiro, en se�al de rendici�n, y sus piernas se aflojaron lentamente,
abri�ndose a la inquieta mano que insistentemente trataba de llegar al sexo;
cuando lo hizo inmediatamente Beto pudo recorrer la pepa que abultaba el calz�n
de su madre; sinti� la abultada carne de la pucha, pero sobre todo los rebordes
de la mata pilosa de su progenitora; la oculta y abundante cabellera vulvar que
hac�a m�s ostentosa la panocha de Teresa. Y cuando el chiquillo intent� meter
los dedos por la orilla del calz�n la mujer suplic�: "no Beto, ya no, por favor
d�jame", a lo que el hijo contest�:


--"�Por qu� mamy?, tu me dijiste hace rato..., d�jame mamy,
quiero ver ah�, quiero tocarte, siento tan bonito.


Oir aquello derrumb� las �ltimas barreras de la mujer; se
sent�a caliente, excitada, sumamente cachonda, como nunca lo hab�a estado,
recordar�a despu�s. Por ello se separ� moment�neamente del sill�n, alzando su
cuerpo con delicadeza para con ambas manos despojarse de su prenda �ntima, las
que fueron bajando la pantaleta por los muslos, hasta dejarla echa rollo bajo
sus rodillas; de esa forma pudo abrir completamente los muslos y recarg�ndose
sobre el respaldo del sof� orill� su cuerpo como para que Beto pudiera explorar
a sus anchas sus m�s secretas intimidades; as� colocada se dispuso a ser juguete
er�tico del chamaco que con los ojos abiertos miraba el ansiado sexo materno; la
peluda mata cubriendo la raja; los vellos despeinados, hirsutos, negros y
desordenados que casi le cubr�an hasta el ombligo; esa carne parec�a m�s oscura
que el resto; y entre esa pelambre de vellos largos, apenas vislumbrando, los
carnosos labios vaginales, la secreta boca por la que a�os atr�s �l hubo de
haber salido.


De inmediato la mano derecha del chiquillo fue a meterse
entre aquellos pelos hasta alcanzar la h�meda y caliente raja, aunque tal vez
por falta de pr�ctica arranc� un inesperado "ay Beto, despacio chiquito, me
lastimas!, despacito mi ni�o", �l se refren� un poco, sintiendo c�mo sus dedos
se empapaban de aquella viscosa carne, la sinti� caliente, grande, gorda y de
penetrante olor; parec�a que le faltaba mano, que necesitar�a m�s dedos para
abarcar todo aquello; en tanto que la sofocada mujer emit�a apagados gemidos,
como si Teresa disfrutar� de aquello, eso le dio la inesperada idea:


--"Oye mamy, me dejas besar tus tetas", dijo.


La respuesta de la mujer se dio enseguida: sus temblorosas
manos desabotonaron la rosada blusa, descubriendo las rotundas chiches
aprisionadas por el insuficiente sost�n, hecho esto, Teresa volvi� a cerrar los
ojos y a gemir, a sollozar diciendo quedo: "ya no Betito, por favor, no me hagas
sufrir, no quiero, de verdad no quiero", en tanto que Beto, que ten�a ya metidos
todos los dedos dentro de la ardiente caverna materna y con su boca pegada a la
teta izquierda, por sobre el sost�n, le preguntaba: "�por qu� mam�?, �te hago
da�o?, �te duele?", el apagado "no, no Betito, lo haces muy bien, pero yo..., no
quiero..., no quiero que me cojas, no me hagas eso, por vida de dios!".


--"�Por qu� mamita".


--"Calla, calla por favor!".


--"�Puedo seguir?".


Teresa ya no contest�, abandon� su cabeza sobre el respaldo
del mueble, cerr� de nuevo sus ojos y volte� el rostro como para no ver lo que
hac�a su hijo; esa actitud dej� el campo libre para el calenturiendo hijo, que
ya remov�a los dedos, la mano, dentro del sexo materno, descubriendo cada parte,
cada recoveco de la vagina de Teresa; Beto aprendi� de inmediato, hab�a dado con
la secreta abertura de la vagina, ah� donde sus dedos parec�an ser succionados
por una ardiente fuerza interior, ah� sus dedos eran tragados por completo; pero
arriba, donde apenas iniciaba la pucha y los vellos eran m�s tupidos, ah� hab�a
otra cosa, la peque�a carnosidad, algo duro, muy sensible, pues al pasar por ese
lugar sus dedos Teresa casi brincaba sobre el sof�, a la vez que gemia
entrecortadamente. No supo cuantas veces recorri� la pepa abierta de su madre,
pero si se percat� de la abundante humedad que le pegosteaba los dedos, y de los
apagados "hummm, hummm, ya..., hummm, hahhhhahhhha" de su madre; hizo algo m�s,
en tanto segu�a con su cachondo pasatiempo, su boca y labios fueron bajando el
chichero de Teresa hasta dejar fuera la suculenta teta izquierda, ah� se peg� el
chiquillo con boca succionante, el efecto fue inmediato: Teresa arque� el cuerpo
diciendo "ayyy, chiquito!, �qu� haces?, hijo de mi vida que me vengo!!!!, me
vengo..., me....", entonces todo el cuerpo de la mujer brinc� sobre el sof�, una
y otra vez, diciendo ella: "ya..., ya..., me viene chiquito de mi alma..., me
sacas..., me sacas la vida, me voy..., me voy al cielo, siiiiiii..., al
cielo..., sigue papito lindo..., sigue matando a tu mamy rica, anda Beto chupa
m�s fuerte..., mueve tus ricos dedos en puchis que..., ay dios, dios..., me
vengooooooo".


El chiquillo apenas era capaz de mantenerse pegado al cuerpo
de su madre, la teta brincaba en su boca; Teresa, toda ella, brincaba sobre el
sof�, gimiendo, gritando, aprisionando entre los muslos la manita del hijo que
le estaba sacando un orgasmo fabuloso, uno o varios, no lo supo, pero los
estremecimientos, las pulsaciones de su vagina al venirse fueron intensas,
intermitentes, deliciosas, hasta que poco despu�s la respiraci�n de la madura
mujer fue apacigu�ndose, relaj�ndose. Beto se qued� quieto --pensando qu� le
hab�a ocurrido a su madre-- todav�a con el pez�n erecto de su madre dentro de la
boca; ella fue aflojando el cuerpo dejando libre la mano del chamaco, que al
sacarla no entend�a por qu� la ten�a empapada de l�quido viscoso y sumamente
oloroso, a la vez que sent�a dentro de su pantal�n la dolorosa erecci�n de su
pito; todav�a esper� algunos minutos antes de pedirle lo que deseaba:


--"Oye mamy, tengo ganas de venirme, quiero besar tu cosa, la
quiero ver, quiero meterlo ah� adentro, en tu cosa, tengo muchas ganas de ti..."


Al escuchar la incestuosa petici�n la mujer sinti� renacer
sus ganas, de nuevo sinti� al aguij�n picante y caliente del deseo, su respuesta
la sorprendi�, o m�s a�n a su hijo, o bien a ambos:


--"Anda ven, s�gueme a mi cuarto", dijo ella al momento de
levantarse del sill�n y caminar vacilante, sosteniendo con una mano la pantaleta
subida a medias por sus piernas, hac�a su rec�mara.


Lo sinti� seguirla. Cuando la mujer lleg� hasta la cama y
empez� a quitarse la ropa descubri� a hijo parado junto a la puerta, como
esperando, --con aquella ostentosa erecci�n apenas oculta por el pantal�n-- como
disfrutando al verla quitarse toda la ropa. Ella, que sent�a arder de nuevo todo
su cuerpo, coqueta le sigui� el juego sin dejar de verlo, se fue despojando poco
a poco de su ropa interior, fijando su vista en la de �l vi� el creciente deseo
del adolescente.


Ya sin ropa, de pie junto a la cama se expuso ante su hijo:
las pendulantes tetas de rosadas aureolas, que cas� cubr�an la mitad de cada una
de sus chiches, la comba del vientre, la pelambrera que le cubr�a el sexo, y las
redondas y bien formadas piernas llenaron la mente y los ojos del chiquillo; y
m�s cuando lentamente Teresa gir� su cuerpo para mostrale su trasero, ese par de
suculentas nalgas, redondas, llenas; luego volvi� a estar frente de �l, como
esperando, ahora sentada en la orilla de la cama.


Las miradas fijas de ambos se comunicaban el mismo
irrefrenable deseo, el insano y cachondo deseo, aunque tal vez la mujer
rememoraba otros eventos sexuales �con su difunto esposo, naturalmente, la
primera noche de bodas--, la realidad es que se sent�a deseada mirando aquel
infantil cuerpo con aquel voluminoso bulto en la entrepierna; en tanto que para
el chiquillo el incestuoso agij�n carnal hab�a transformado a su amorosa madre
en una hembra en quien pod�a satisfacer sus nacientes e impulsivos deseos
carnales.


Los instantes se alargaron, se hicieron m�s intensos hasta
que Beto con paso vacilante fue acerc�ndose a la madre; pero se detuvo al
escuchar: "apaga la luz por favor", eso hizo el adolescente en ciernes, en tanto
que la madura encend�a las dos l�mparas de los buroes de su cama; la atm�sfera
se hizo m�s sensual; lo mir� caminar y detenerse de pie frente a ella; lo mir�
despojarse de su ropa, primero la camisa y luego el pantal�n, que para poder
quitarse tuvo que forcejear con los zapatos; toda esa operaci�n sin que los dos
despegaran los ojos entre si; por fin fue bajando la truza de algod�n y cuando
el muchacho sosten�a en su mano la prenda la mirada ansiosa de la madre hab�a
cambiado: de la expectante mirada llena de sensualidad al asombro al descubrir
la enorme erecci�n de su hijo, que ahora estaba parado frente a ella, luciendo
el parado miembro frente a sus ojos, a escasos cent�metros; Teresa temblando
toda miraba lo que ten�a frente de s�, asombrada miraba como el pene de su hijo
en m�xima erecci�n casi oscilaba frente a su cara; sent�a adem�s el suave aroma
a macho y la cristalina humedad que escapaba ya por el prepucio, signo
inequ�voco de la casi irrefrenable excitaci�n de Beto.


Como aut�mata la madre llev� su mano derecha hasta agarrar
aquello que la atra�a pensando a la vez: "qu� grande, qu� hermosa"; con
delicadeza sus dedos rodearon el tronco de la verga, Beto tembl�, y m�s cuando
Teresa recorr�a sus dedos hechos anillo sobre la longitud del miembro, apretando
ligeramente, presionando, yendo arriba, casi hasta el glande cubierto de piel;
yendo hasta abajo, donde el tronco se un�a con la carne del bajo vientre de su
hijo; repiti� la operaci�n de nuevo, pero ahora hasta la cabeza, donde sus dedos
desplegaron la suave piel que cubr�a el mojado glande; lo descubri� suavemente,
disfrutando del excitante aroma, del amoratado color y el olor a macho; Beto
s�lo miraba desde arriba c�mo sin querer la cabeza de su madre se inclinaba
hasta casi tocar con su cara el miembro, pero no alcanzaba a ver el rostro que
con la boca abierta trataba de reprimir los deseos de llenar de besos la verga
erecta, o de llenar su boca con esa dura carne, o ambas cosas.


Esas eran las intensiones que la mujer trataba de reprimir,
deseaba besar la verga de su hijo, meterla en su boca y mamar, disfrutar del
sabor y olor de un miembro, hasta que temblando su cabeza peg� en el vientre de
Beto y como de pasada Teresa bes� el tronco hiniesto de su hijo, quien s�lo
sinti� y oy� sollozar a su madre; el chiquillo no hizo nada, no lo entend�a,
s�lo disfrutaba sin comprender como desde lo m�s hondo de su ser nac�a un
desconocido sentimiento por su madre, se qued� tieso como su pene; sus manitas
acariciaron el pelo de su madre, como consol�ndola, como tratando de compartir
lo que la mujer sent�a en esos momentos; en tanto que Teresa sintiendo el
amoroso gesto, sin soltar el erecto palo, trat� de reprimir su llanto y
resign�ndose a su papel de puta del hijo alz� la vista para decir: "te quiero
Beto, quiero ser toda tuya!".


De lo que sigui� ambos recuerdan poco: Teresa dijo que se
levant� de la cama para besar a Beto a boca abierta en sus peque�os labios; Beto
record� que ella se tendi� en la cama, con las piernas abiertas llam�ndolo
"anda, ven hijo, monta a tu madre"; ella se defendi� diciendo que cuando estaban
de pie bes�ndose Beto le meti� un dedo entre las carnosas nalgas hasta
acariciarle el culo y fue luego que ambos cayeron en la cama entrelazados; el
hijo insisti� en que fue la mujer quien lo llam� desde la cama para ensartarla,
en fin as� fue, o cas�, as� me lo contaron ellos; primero lo dijo Beto, o Tere,
o ambos, cuando estuvimos juntos. S�lo trato de reconstruir la historia. Alberto
era, y es mi amigo.


Lo seguro fue que cuando ella estaba sobre la cama, todav�a
sin hacer, o sea todav�a con el cubrecama, Teresa estaba de espaldas, Beto entre
sus piernas; ella aferrada al miembro, como jal�ndolo para que la clavara, como
urgi�ndolo para que la poseyera; �l de rodillas entre los blancos muslos de la
mujer, que sosten�a en su mano derecha el garrote que la volver�a a hacer mujer;
luego el chiquillo cay� sobre su madre, que solt� la verga para abrazar el
cuerpo de su hijo; sinti� la estocada, imperiosa, casi violenta, pero el pene no
entr�, s�lo resbal� por la raja carnosa de la pepa de Teresa que exclam�:


--"Ay Beto, espera chiquito, me lastimas, hummm, espera,
d�jame a mi...".


Y as� fue, la amorosa mano se meti� entre los cuerpos para
dirigir el erecto garrote al siti� correcto, Beto sinti� la maravillosa
sensaci�n de penetrar esa caliente caverna, lentamente, toda, completa, con la
exacta perfecci�n de una funda que apretara su verga de forma justa y cerrada;
as� se quedaron, pegados; la mujer sintiendo la masculinidad de su hijo
completamente dentro de su vagina; Beto recre�ndose de la deliciosa sensaci�n de
poseer a su madre; �l con su cara pegada a las chiches suaves y gordas de su
madre; ella agarrada con ambas manos a las nalgas diminutas de su hijo, como
urgi�ndolo a que la penetrara m�s.


Luego �l se movi� un poco, ligeramente, s�lo un instante,
sacando parte del miembro de la cueva ardiente de su madre, quien s�lo gem�a
quedamente: "hummm, hummm", luego Beto se meti� dentro, sac� su verga y volvi� a
meterla, tal vez con torpeza, pero con fuerza, con urgencia; fueron s�lo tres
arremetidas, el chico no pudo m�s; a su pesar sent�a que su palo se vaciaba, se
le sal�a la leche; ella sinti� el miembro palpitar dentro de su vagina, luego
los chorros intermitentes, exhal� un profundo suspiro para decir "Beto, ay
Betito, te vienes, ay chiquito lindo me est�s dando leche, huy hijito dame
leche, la quiero toda, toda, toda, sigue, sigue...". Pero Beto ya no pod�a,
desfalleciente sobre su madre dej� que su verga terminara de palpitar, sintiendo
sobre su cara el caliente aliento de Teresa al gemir y los involuntarios
movimientos de la vagina, que lo apretaba, que lo succionaba, que trataba de
sacarle m�s semen.


Tal vez fueron minutos o segundos, pero cuando la mujer abri�
sus p�rpados con ojos amorosos vi� a su hijo mamarle las tetas, primero una,
luego la otra, las dos con los pezones duros, erectos, como de piedra; volvi� a
gemir quedamente acariciando el pelo de Beto con su mano, y sintiendo como
dentro de ella el miembro todav�a conservaba su fuerza, todav�a estaba metido
totalmente dentro del pasadizo viscoso de su panocha; entonces se abandon� a la
cogida, abriendo m�s sus piernas, formando ahora un comp�s, semiflexionadas,
facilitando las arremetidas, sollozando: "as� Betito, c�gete a tu incestuosa
madre, dame toda tu linda verga, ll�name toda, la quiero toda, m�s, m�s, dame
m�s, m�s verga, toda tu verga hijito de mi vida", los intermitentes "ahhh,
ahhh", de Teresa se mezclaban con el incesante chapalear del miembro al entrar y
salir de la pucha abierta y anegada de jugos y semen, y cuando por fin el
chiquillo volvi� a sentir que estallaba su miembro, los gemidos de su madre se
hicieron gritos: "ay, ay Betito, me..., me..., me vengoooo, me vengo papito de
mi vida, me sacas el..., me das, me llevas, me llevas al cielo hijito, m�s,
quiero leche, toda tu leche", entonces Beto se vino, eyacul�, sincronizando sus
lechadas con los apagados "ahhh, ahhh, aaahhhh" de su madre, que la final,
cuando las palpitaciones de miembro y pucha se espaciaban s�lo dec�a: "m�s,
toda, todo tu semen, d�melo todo". Luego ambos quedaron desfallecidos, ah�tos de
placer, semi dormidos, todav�a entrelazados, todav�a pegados los cuerpos, uno
dentro del otro, verga fl�cida dentro de esa carne aguada y llena de semen.


Ser�a de madrugada cuando Teresa fue sacada del pesado sue�o,
estaba boca abajo sobre la cama, desnuda, mostrando a la penumbra del cuarto sus
carnosas y suaves nalgas; pero Beto estaba sobre ella, se sobresalt�, m�s
todav�a cuando la boca del hijo le dijo al oido: "quiero m�s mam�, �me dejas?",
el apagado "siiiiii" le sali� a Teresa desde lo m�s profundo de su ser; sinti�
la dura pinga de su hijo resbalar entre sus nalgas; afloj� el cuerpo, la verga
lleg� a la raja de la pucha, pero no entr�, s�lo resbal� entre los gordos labios
de la pucha, para ir m�s arriba, comprendi� Teresa entonces que su hijo quer�a
su cola, quer�a meterle el miembro en el culo, suspir�, tal vez por la torpeza
de Beto al no acertar en el sitio correcto; lo ayud� pasando su mano bajo su
cuerpo, hasta alcanzar el inici� de sus nalgas, agarr� entre sus dedos la cabeza
de la verga y la coloc� sobre su ano, duro, cerrado; el chico entendi�, se
mantuvo firme sobre su madre que dijo:


--"Despacio Beto, que me lastimas, despacito hijito lindo,
s�lo aprieta, me abrir� sola, solita mi cola te comer�...".


Y as� fue, el chiquillo sinti� sobre su glande la dolorosa
sensaci�n del culo al abrirse; sinti� el anillo de carne ci��ndose sobre su
miembro; la mujer gem�a dolorosamente, sintiendo como su intestino se llenaba de
dura carne, poco a poco, con lentitud eterna, hasta que qued� toda dentro; Beto
estaba ya sobre su madre sintiendo en su vientre las carnosas nalgas maternas;
luego se movi�, adentro y afuero, ella tambi�n, pero a los lados, despacio;
luego ambos, cuando el ano dio de s�, y el miembro entraba y sal�a, no todo,
pero casi, en una danza a contrapunto; Teresa sintiendo la deliciosa placidez de
la cogida anal, el chamaco llen�ndose de placer anticipado, breve, tal vez muy
breve, cuando sin querer se empez� a venir dentro de su madre, quien s�lo gem�a,
sollozaba quedamente "ohhhhh, oohhh", hasta que la venida concluy�, termin� y
ella pudo protestar apenas:


--"Ya Beto, d�jame ya, qu�tate por favor, su�ltame por lo que
m�s quieras".


Eso hizo Beto, sac�ndo intespestivamente el miembro del
abierto culo de su madre, provocando un curioso y sonoro "plop", luego
desconcertado vio a Teresa correr hac�a el ba�o, iba llorando.


Cuando la ma�ana los sorprendi� ambos estaban todav�a sobre
la cama, abrazados, �l con su cara sobre una de las tetas de Teresa, ella
acariciando el rostro infantil, en tanto que con la mano izquierda rosaba apenas
la dormida pinga de su hijo; Beto henchido de placer, de orgullo al haber
poseido a su madre; ella dejando que sus l�grimas resbalaran por su rostro no
terminaba de comprender lo que hab�a pasado, se hab�a convertido en la puta de
su hijo, pensando: "�y ahora qu�?, �qu� voy a hacer?, �c�mo terminar� esto?



Fin de la tercera parte.



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Relato: Madre consentidora (III)
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