Miguel (2)
Cap�tulo segundo
En los d�as posteriores nos hicimos inseparables,
compartiendo todo nuestro tiempo tanto por la ma�ana en la playa como por la
tarde en la piscina o realizando excursiones en bicicleta en los bosques de la
cercan�a.
Miguel era incansable, rebosante de energ�a, y con su
simpat�a natural hac�a que las horas se nos pasaran volando. Lo que en un primer
momento hab�a sido para m� una atracci�n puramente f�sica se estaba convirtiendo
en una gran amistad.
A pesar de lo sucedido el primer d�a, no ocurri� nada sexual
o casi nada en los dos o tres siguientes y lo poco que hubo fue siempre a
iniciativa de �l. Provocaba en broma una pelea que acababa con los dos
abraz�ndonos y revolc�ndonos por la arena o propon�a repetir el juego de las
cosquillas del otro d�a. Todo esto me encend�a y manten�a expectante de que
ocurriera algo m�s aunque no sab�a exactamente el qu�.
Una ma�ana est�bamos en el jard�n de su casa y mientras yo
estaba hinchando un bote neum�tico que quer�amos llevar a la playa, Miguel
permanec�a de pie a mi lado callado y pensativo con el pulgar de la mano
izquierda en su boca cuando, aprovechando un momento en que le mir�, con un
movimiento r�pido de su mano derecha se baj� la parte delantera del ba�ador
dejando su sexo al descubierto. Me qued� con la boca abierta sin poder decir
nada mientras �l sonre�a. A los pocos instantes se volvi� a cubrir. Ninguno de
los dos hizo ning�n comentario y continuamos hablando de otras cosas como si no
hubiese pasado nada. Pero claro que hab�a pasado... Yo estaba excitad�simo, e
interpretaba aquella exhibici�n como una clara invitaci�n a iniciar alg�n tipo
de juego sexual. Pero al mismo tiempo temeroso por si alg�n adulto nos
descubr�a, y adem�s estaba la diferencia de edad. Mi ardor en aquellos momentos
superaba ampliamente al miedo y s�lo pensaba en el momento en que estar�amos
solos para pedirle que me lo volviese a ense�ar...
Al rato bajamos a la playa, nos metimos en el agua con el
bote y pronto estuvimos lo suficientemente alejados de la orilla como para que
nadie pudiera observarnos. Yo remaba mientras Miguel se situaba en el lado
opuesto, enfrente m�o. Antes de que yo pudiera, esta vez, tomar la iniciativa,
se me adelant� de nuevo y con uno de sus pies empez� a acariciarme el ba�ador
para pasar poco despu�s a introducir los dedos en la pernera de mis shorts
tocando mi erecci�n a trav�s de la fina rejilla de la tela interior. Falt� poco
para que no eyaculara en aquel mismo instante. Entonces le dije que mejor ser�a
que se sentara a mi lado porque as� podr�a remar m�s r�pidamente. No hizo falta
que se lo repitiera dos veces, coloc�ndose entre mis piernas d�ndome la espalda
que peg� a mi pecho.
Me olvid� de los remos y en el pl�cido vaiv�n de las aguas
con una mano le acariciaba una rodilla y el muslo mientras la otra descansaba en
su barriga por debajo del ombligo. Dej� caer su cabeza en mi cuello con total
abandono, permiti�ndome sentir el calor de su mejilla y el olor de su piel. Me
invadi� una sensaci�n de felicidad que no hab�a sentido nunca hasta ahora, ni
siquiera en alg�n otro espor�dico contacto sexual que tuve anteriormente con
otro chaval. Y es que por encima de todo estaba su complacencia, su deseo,
nuestra amistad...
Abandon� el menor atisbo de timidez y comenc� a acariciar su
sexo por encima del peque�o ba�ador rojo tipo speedo o de slip. El apret� su
cabeza todav�a m�s, restreg�ndola contra mi cuello suavemente, lo que para m�
fue como si estuviera susurrando : adelante, sigue, continua por favor.
Introduje la mano derecha dentro de su ba�ador, acariciando el pubis imberbe sin
un solo pelo y pronto palp� su pene caliente y duro, grande para su edad , de
incre�ble suavidad.
Miguel suspiraba y yo sent�a su aliento en mi cuello. Aument�
el ritmo de mis caricias masturb�ndolo abiertamente hasta que en uno de sus
jadeos emiti� un peque�o gemido de placer y not� varias contracciones de su sexo
en mi mano mientras yo me corr�a en mi ba�ador de forma incontrolada.
Me bes� en el cuello y temblando, acarici� su nuca con mis
labios repetidamente mientras deslizaba los dedos por su pene, que no hab�a
dejado en ning�n momento, acariciando con el pulgar la cabeza del mismo y
comprobando que el chico hab�a tenido un orgasmo sin emitir ni una gota de
semen. Yo en cambio hab�a inundado mi ba�ador y la humedad estaba empezando a
traspasarlo y mojar su espalda por lo que despu�s de unas cuantas caricias m�s,
me incorpor� y sin dar tiempo a que se girara me lanc� al agua para disimular
las huellas de mi orgasmo. Primordialmente para no asustar al chaval pues supuse
que todav�a no eyaculaba y lo m�s probable es que desconociera todo eso.
Quer�a a este ni�o. Sent�a por �l una emoci�n que no hab�a
experimentado nunca antes con nadie y por nada del mundo deseaba hacerle da�o o
asustarlo.
Y entonces me sent� culpable. Pens� que lo que hab�amos hecho
estaba muy mal. Yo estudiaba en un colegio religioso y todo esto era un pecado
muy grave. Adem�s ten�a toda la culpa al ser el mayor y aunque Miguel siempre
fue el incitador, yo, el m�s responsable, ten�a que haberlo evitado. Me sent�
mal no por m� sino por �l. �Podr�a perjudicarle ? �le dejar�a marcado ? �hab�a
abusado de �l ?
Fue el propio Miguel qui�n, mucho m�s espontaneo, sin
est�pidos sentimientos de culpabilidad y viviendo intensamente el momento de
felicidad, disip� todos estos pensamientos saltando al agua, rodeando mi cuello
con sus manos y presionando mi cabeza hacia �l, junt� sus labios con los m�os
despu�s de decirme...TE QUIERO. La indescriptible sensaci�n de bienestar que me
produjo el o�r estas palabras, el sentir su calor, su intimidad, la forma de
mirarme sonriendo como de muy amigo, me hizo ver que era imposible que todo
aquello fuera algo feo o sucio y con gran emoci�n le devolv� el beso largamente.
Fin del cap�tulo segundo
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