Relato: Ellos copulan: (02: La adelantada calidez...)





Relato: Ellos copulan: (02: La adelantada calidez...)




SERIE: "ELLOS COPULAN"






LA ADELANTADA CALIDEZ DEL INCESTO








Pero cuando volv�a a la cama, so�� un peque�o ruido,
un ruido tan �ntimo que podr�a haber sonado dentro de su propio cuerpo.
Le pareci� que todo su ser cruj�a y se incendiaba. La parte superior de
la escalera se balance� bajo la luz de la luna. La cabeza y los hombros
de un hombre brotaron, pausadamente, y vio que con todo cuidado alguien
apoyaba una escopeta en el antepecho de la ventana, alguien a quien
apenas pod�a distinguir, y que avanzaba hacia �l y que se arrodillaba a
su lado, y que murmuraba: "Se�or, �estaba usted llam�ndome?... Se�or, yo
s�... yo s�."








Maurice, de E.M. Forster



Sent�a la calidez de su polla entre mis suaves y lampi�as
nalgas. Era un calor diferente que viajaba por mi cuerpo alterando a su paso una
normalidad que ya no a�oraba. Tras ese contacto, el hierro dulce y candente
comenzaba un balanceo casi imperceptible. Era un movimiento suave y largo que me
hac�a sentir todo el talle de su verga entre mis nalgas. Mi respiraci�n en ese
momento se alteraba y este cambio anunciado le hac�a frenarse en seco hasta
nuevamente, y con gran esfuerzo, volv�a la serenidad a mi pecho. Una vez
instalada all�, con la misma dulzura y timidez que antes, aquella pija hermosa
retomaba su placentero �xodo. El tr�nsito era silencioso, s�lo el rozar de su
tersa verga contra mis nalgas era la se�al de esa vida que se dilataba en el
tiempo. Ni el somier apreciaba con su canto el baile que all� se estaba
ejecutando.


Ninguna otra parte de su cuerpo rozaba el m�o, s�lo aquel
rabo nervudo y goloso calentaba todo mi ser que segu�a abandonado a la ficci�n
del bello durmiente. Y con los ojos cerrados, imaginaba con todo detalle el nabo
que me exaltaba con su recio y a la vez cort�s tacto. El chocar de sus
apetitosos cojones, primero con su mullido vello; despu�s con su grave
corpulencia para bajar posteriormente todo el talle de su polla, quedando su
glande acampanado reposando sobre mi raja. Despu�s sin pausa aparente alguna,
aquel precipitado descanso volv�a a avivarse y notaba como su capullo arrasaba
con su fortaleza mis nalgas, que respond�an pleg�ndose a sus deseos para
separarse con pena, desde la tirantez con que aquel pijo surcaba mi raja, 1y
permitir que la fibrosa polla continuase con su dulce masaje.


La primera vez pens� que era un sue�o. Not� una sensaci�n
extra�a, pero placentera. Intent� desde ese duermevela saber qu� ocurr�a; pero
volv� al letargo al no notar, con la precauci�n que adoptaba siempre mi hermano,
nada que alterase la realidad del ensue�o que viv�a.


No s� qu� tiempo habr�a pasado cuando volv� a sentir esa
misma sensaci�n. La protesta fue menor, igual que la espera de Jes�s para seguir
con su embestida. La vuelta del feroz intruso fue recibida por mi incr�dula
cordura que se preguntaba qu� pod�a ser aquello que germinaba en mi un placer
susurrante que se hac�a indomable. La respuesta no se hizo esperar: s�lo mi
hermano y yo dormimos en la habitaci�n, sino soy yo, es...


La revelaci�n me sorprendi� enormemente. Pese a la primera
evidencia me preguntaba si aquello pod�a ser cierto o formaba parte de un sue�o
tan real que hasta ten�a el poder de sacudirme. As� que, con la misma precauci�n
que �l adoptaba ante mi ruido, la adopte yo ante su silencio. Me despej�
r�pidamente al tiempo que sent�a aquel delicioso balanceo continuar con su
callada y deleitable labor.


Por un momento pens� en decirle algo, pero me frenaron las
explicaciones que me pudiera dar, y, a la vez, la curiosidad que sent�a. Quer�a
saber, aunque me imaginaba el fin, hasta d�nde llegar�a la intrepidez de Jes�s,
y, sobre todo, si esto se repet�a muy a menudo o era excepcional.


Ignoro el por qu� de esta tolerancia. Lo cierto es que a m�
nunca se me hab�a pasado por la cabeza una cosa as�. Cuando en plena
adolescencia �l me ense�� a masturbarme (a la tierna edad de doce a�os), lo hizo
como un hermano mayor serio y responsable: cada uno con su mano en su pija y el
"Lib" con la puta de turno en sus p�ginas centrales coronando el campo de juego.
En ning�n momento, de las innumerables pajas que jalonaron este aprendizaje
meticuloso, cambi� el m�todo o insinu� alguna nueva variante.


Era tanto el placer de aquellos momentos, que ese camino
trillado siempre ten�a un aire nuevo. Y d�a s� y d�a tambi�n, mi hermano y yo
and�bamos por sus meandros sin temor alguno a que se agotaran nuestras reservas
de leche, pues nuestros cojones atesoraban suficiente capital para poder
invertir en aquellos menesteres unas tres o cuatro veces diarias.


Mir� hacia atr�s por si en alg�n momento de esas pajas
compartidas, que a�n ahora disfrut�bamos de tarde en tarde, localizaba alg�n
signo que delatase lo que ahora estaba viviendo. No s� si por la ingenuidad que
amasas a los quince, o por si lo que estaba viviendo nunca entrara en mi
calenturienta imaginaci�n; lo cierto es que no encontr� ninguna se�al que
anunciase de alg�n modo las placenteras comuniones de Jes�s.


Lo que s� hall�, para asombro m�o, fue una sensaci�n
desconocida y que no era del todo desagradable. Dejando atr�s la sorpresa, la
curiosidad que me guiaba s� vio premiada con un placer inaudito, algo distinto a
todo lo que hab�a saboreado mi incipiente naturaleza. Not� como el calor de su
polla ten�a un efecto manso pero implacable en todo mi cuerpo. Era una sensaci�n
ins�lita y que sembraba mi cuerpo en oleadas que pronto hallaron respuesta. Mi
pija, ajena a mi disimulo, recobr� su esbelto talle y me vi obligado, para
aliviar la tensi�n que soportaba, a suspirar dulcemente. Ese ligero matiz hizo
que la polla de mi hermano se envalentonara aumentando la potencia de sus
ataques y presionando con fuerza su pene contra mi raja. Aquel �mpetu multiplic�
el calor de todas aquellas sensaciones, haci�ndome desear que ese soplo no
tuviera fin.


Pero �ste lleg�. Sus arremetidas se suspendieron
repentinamente y gir� con violencia para menearse la verga. Un grito ahogado y
sordo, casi inaudible, eriz� mi piel. Durante unos segundos, aquel sonido que me
recordaba al mar, empap� toda la habitaci�n hasta que una respiraci�n fren�tica
dio paso al silencio. O� como recog�a los rastros de su semen y los devoraba
chupete�ndolos. Tras eso qued� quieto, dejando que la serenidad volviera a su
cuerpo. Lo que parec�a un beso dado en la mano sell� mi nalga; despu�s, con sumo
cuidado, subi� mi calzoncillo y el pijama, volviendo sigiloso para su cama.


Yo me qued� all�, sin recobrarme de todo de lo que hab�a
vivido, y con una ansiedad por masturbarme que dif�cilmente lograba vencer.
Miles de pensamientos hurgaban mi cabeza sin que ninguno de ellos saliera de ese
ca�tico torbellino para darme una respuesta. Mi mano acariciaba suave, muy
suavemente, mi cipote empapado hasta que la respiraci�n mansa de mi hermano hizo
que me la meneara m�s violentamente.


No tard� en venirme. Y por primera vez en mis quince a�os no
apareci� ninguna mujer de curvas peligrosas y pechos generosos en mi
imaginaci�n; tampoco fantase� con los labios espl�ndidos de una furcia y su
bendito traje de saliva; ni mi mango perfor� un co�o empapado y hambriento. Fue
la pistola de mi hermano la que estuvo conmigo, disparando esos embates
placenteros que viajaban por la raja de mi culo.


Tras correrme, hice una pirueta m�s. La lefa descansaba sobre
mi cuerpo se�alando con su calidez el sitio exacto de su reposo. All� dirig� mis
dedos y cog� con ansia el denso manjar que nunca hab�a sentido la curiosidad de
probar. Los llev� a mi boca y los lam� con gula, pensando ya que no era mi semen
el que tomaba, sino que aquel sabor ligeramente salado, fresco y denso era la
leche de Jes�s. Sabore� aquella alianza �ntima con regocijo, hasta no quedar
rastro alguno de la bacanal. Me dorm� sintiendo en mi paladar como la leche
avanzaba con su picor cosquilleante, marcando con su presencia el deseo que
Jes�s hab�a puesto en mi cuerpo. Que yo recuerde ni me pregunt� si lo que hab�a
hecho estaba bien o mal. Ni en ese momento ni al d�a siguiente. Nunca me lo
cuestion�. El placer que hab�a sentido no me permiti� llegar a visitar la
castradora sala de la moralidad.


Durante los meses siguientes el ritual no vari�. Cada noche,
con una puntualidad sistem�tica, casi mani�tica, la polla de mi hermano sucumb�a
a los encantos de mi culo y volv�a con su potencia a enervar mi voluntad de
resistirme, consiguiendo enardecer mi deseo hasta que su polla eyaculaba
generosamente en su despedida. Esa se�al tempestuosa marcaba el pistoletazo de
mi carrera. Sab�a que minutos despu�s �l dormir�a pl�cidamente y que pod�a
entregarme a mi suculenta paja.


As� fue noche tras noche, sin que ninguna circunstancia
variara sustancialmente la codicia que nos ten�a encadenados. Faltaba una semana
para mi cumplea�os cuando las visitas cesaron repentinamente. La primera noche
no le di importancia. Est�bamos en �poca de ex�menes y el cansancio se acumulaba
en nuestros cuerpos. A la segunda noche una ansiedad adormecida se instal� en mi
cuerpo para hablarme de la melancol�a de su ausencia. A la tercera aquella
ansiedad l�nguida despert� con furor y en ninguna disculpa encontraba consuelo
para la fogosidad a la que ya estaba esclavizado.


Me desnud� entre las s�banas y comenc� a masturbarme pensando
en lo �nico que hac�a empalmar mi nabo. Durante esos seis meses (aunque despu�s
me enter� de que �l llevaba unos nueve d�ndome farra), mi silencio fue
sepulcral. Desde el primer d�a opt� por un mutismo ciego que no diera ninguna
se�al del deseo que ard�a en m�. Aquel fingimiento arrobaba mi ardor, haciendo
que aquellas taciturnas embestidas se aproximasen a fantas�as cada vez m�s
exuberantes. Hab�a noches en que era una dulce violaci�n la que me llevaba al
arrebato; otras, mi soberbia era la encargada de llevarme al �xtasis al verme
como un objeto de deseo tan incontenible que ten�a a mi hermano Jes�s bajo el
dominio de mi belleza. Mi mutismo, durante todas estas noches, no dejaba de
elaborar situaciones cada vez m�s retorcidas. Siempre est�bamos �l y yo. Nadie
m�s entraba en aquellas elaboradas fantas�as que, como �nico equipaje, llevaban
de la mano el morbo y un inaudito placer.


Durante todo ese tiempo hab�a aprendido a azuzar desde mi
aparente indiferencia la febril sexualidad de mi hermano, que se corr�a como una
puta ante los t�midos signos del placer que le enviaba. Un ronroneo apenas
enunciado apuntalaba con mayor fuerza sus asaltos. En ocasiones, giraba el
cuerpo para mostrarle mi cara placentera mientras �l permanec�a inm�vil, tras
estar as� unos cuantos minutos en los que yo ejecutaba alguna que otra torsi�n,
volv�a a mi posici�n reglamentaria para que su nabo hiciera emerger aquellos
arrullos que tanto lo excitaban.


Con el paso del tiempo sus incursiones no s�lo fueron m�s
ardientes, sino que tambi�n ganaron en valent�a. En ocasiones su lengua recorr�a
el itinerario que momentos m�s tarde asaltar�a su verga. Aquella lengua rugosa y
suave sembraba a su paso una voluptuosidad que me descontrolaba haci�ndome
cimbrear mi cuerpo como un junco. Mi disimulo a�ad�a a�n mayor placer a esos
momentos. Era como una especie de lucha entre yo y mi deseo. Cuanto mayor era mi
negaci�n, mayor era mi avidez. Hubo ocasiones en que me corr�, para asombro y
orgullo de mi hermano, sin haber tocado mi apetitosa arma. Las cuatro veces que
esto tuvo lugar, mi hermano huy� despavorido para minutos despu�s volver a mi
lado y recoger el producto de su esfuerzo. Su vuelta ven�a cargada de una mayor
sensualidad que otras veces, pues tras tragar mi semen, su voluptuosa verga
comenzaba su invasi�n sin verse acompa�ada de pudor alguno, guiada tan s�lo por
su deseo y por los ronroneos con que yo le premiaba.


La primera vez que me toc� la polla cre� morirme. Su mano
cautelosa baj� la goma de mi calzoncillo hasta mis cojones. All�, con igual
delicadeza, los magre� durante un rato hasta que su codicia se dirigi� al talle
de mi rabo. Lo cogi� casi sin presionarlo, como si en vez de mi nabo tuviera
entre sus manos una pastilla de jab�n y temiese que una fuerte presi�n terminara
por escurrirla entre sus dedos. Sigui� su exploraci�n hasta llegar a mi glande
que descapull�. Sus dedos circularon por el contorno recogiendo el presemen que
hab�a arrojado, y tras degustarlo, comenz� a mene�rmela suavemente mientras su
polla se hund�a entre mis nalgas. Sent�a un gustazo �nico, ag�nico, algo que era
dif�cil de explicar pues el sexo se instal� en todo mi cuerpo. Aquella mano,
dulce y cari�osa, viril en extremo, segu�a homenajeando a mi polla al tiempo que
su nabo desprend�a de mi culo m�s y m�s placenteras sensaciones. Mi respiraci�n
se hac�a m�s y m�s afanosa, sin que �l, que estaba m�s caliente que un hierro
fundido, se despegara ni un mil�metro de su gozosa labor. Por un momento estuve
tentado a revelar mi juego; pero tem� que con eso acabara todo y lo perdiera
para siempre. As� que me dej� hacer, dej� que fuera su ciega pasi�n, que hab�a
abandonado toda prudencia, la que me llevara a las puertas de un �xtasis que se
anunciaba. De nuevo se crisparon mis cojones, agarrot�ndose hasta que una
corriente espasm�dica naveg� por todo mi cuerpo mientras disparaba unos
trallazos de lefa que �l recog�a en su mano, d�ndole m�s fuerza a su vigoroso
asalto. Al cabo de unos minutos, mientras a�n portaba mi semen en su mano, �l
eyacul�. Como ten�a costumbre se despeg� de mi cuerpo y o� como su mano empapada
en mi semen recorr�a el talle de su polla, as� hasta que aquel mar que siempre
ahogaba sali� de su boca y comenz� a arquear su cuerpo envuelto en tr�mulos
movimientos. Ese d�a, uni� nuestra leche y lami� con ganas el fruto de nuestra
comuni�n.


En la tercera noche de su abandono, desnudo como estaba,
comenc� a masturbarme. La serena respiraci�n de mi hermano me indicaba que se
hallaba muy lejos de la realidad. Ese pensamiento me dio valor para ser yo quien
fuera a su lado, ya que el esperado encuentro no se producir�a. Levant� con sumo
cuidado la persiana y la luz de la calle se filtr� pintando su cama de guiones
que daban una apariencia irreal, como de ensue�o, dibujando en peque�os trazos
su espl�ndido cuerpo. Me acerqu� hasta �l y con tacto arrim� poco a poco la
colcha, manta y s�bana hasta dejarla a sus pies.


All� estaba �l, con ese 1�80 ofreci�ndome todo su esplendor.
Todo en mi hermano era atractivo y aquella luz parec�a dibujarlo para resaltar
a�n m�s lo sobrado de su tesoro. Siempre hab�a sido un apasionado del deporte, y
esa afici�n hab�a peregrinado por los m�s variopintos juegos, sin que su
inconstancia le hiciera permanecer mucho tiempo en cada modalidad. Su ambici�n
era no aburrirse y una vez que hab�a logrado cierta perfecci�n, pues era una
persona especialmente dotada, no hab�a halago suficiente por parte de los
entrenadores para que su ilusi�n se encendiese nuevamente. Ahora, tras dejar el
decatl�n, una especialidad especialmente dura pero en la que se mantuvo tres
a�os por la variedad de las pruebas, llevaba siete meses disfrutando de la
nataci�n. Este peregrinar hizo que su cuerpo sumara todos los esfuerzos y
ofreciera la recompensa de una complexi�n esculpida. Si bien no ten�a el cuerpo
exageradamente marcado, sus fibrosas formas recordaban, aun en reposo, al acero,
pues todo el conjunto estaba presidido por cierta viril rudeza. A esto se un�a
un rostro atractivo. Era curioso, pues tomando los rasgos uno a uno, no ser�an
calificados como necesariamente bellos; sin embargo, la uni�n era afortunada.
Ten�a unos ojos grandes y almendrados que daban a su rostro una expresi�n mansa,
casi sin vida, como la mirada de una vaca; lo mismo le ocurr�a con la nariz,
aunque de forma perfecta era exagerada en su tama�o, sin embargo, en esa cara
alargada lograba una proporci�n exacta; quiz� sus labios fueran lo m�s tentador,
sobre todo ese labio inferior de exagerado grosor que menguaba incre�blemente
cuando la sonrisa iluminaba su rostro para dar paso a una dentadura agraciada y
radiante. En s�, no se pod�a hablar de belleza, pero s� de un atractivo
misterioso al no saber d�nde reposaba su indudable encanto. Esta cualidad, a mi
modo de ver, lo hac�a a�n m�s letal que si estuviera revestido de una belleza al
uso, pues a esas alturas segu�a sin saber qu� era lo que me ataba con tanto af�n
a Jes�s. �l era mi religi�n. La �nica que en aquellos febriles a�os deseaba
cumplir a rajatabla, costara lo que costase. No tem�a nada, s�lo la separaci�n,
el fin, ese adi�s que nunca quer�a que llegara.


Con cautela baj� la goma del pijama hasta un poco m�s debajo
de la altura de sus cojones. All�, a mi vista, reposaba ese toro dormido que
cada noche embest�a mi culo. Met� la mano por la bragueta del b�xer hasta sentir
la calidez que tanto a�oraba. Con mis dedos acarici� su vello p�bico. Decid�
arrodillarme y aspirar el aroma de su sexo. Nunca lo hab�a hecho, o lo hab�a
hecho indirectamente, pues desde que descubr� su pasi�n, la m�a fue buscar
rastros de su hombr�a por toda la casa. No hab�a ducha que no se iniciase con el
ritual de buscar sus calzoncillos en el cesto de la ropa sucia y as� aspirar el
aroma de la condenada verga que tan feliz me hac�a. Pero el aroma que ahora me
embriagaba era diferente. Ten�a ese lado rancio de minga encerrada, pero que
llegaba a ti lleno de potencia y vida, paladeando, en cada respiraci�n, la
fortaleza del sexo de mi hermano. Agarr� el m�stil de su polla y lo arrull�
entre mis dedos. Poco a poco not� como aquella parte de su cuerpo iba cogiendo
gradualmente el br�o que le era propio, y en ese momento record� la
particularidad de la pija de mi hermano.


A lo largo de los a�os he visto un mont�n de rabos. De
grandes a chicos, de duros a fofos, de expertos a necios; �pero a�n no encontr�
un nabo que se acercar� al que tiene plantado mi hermano entre las piernas!
Igual que su cuerpo, goza de la categor�a de nervudo; pero lo m�s asombroso es
como esos veinte cent�metros toman su hechura. Parece una arma hecha a regla,
pues una exagerada rectitud es la singularidad de este experto instrumento que,
hasta en su posici�n de ataque, luce unos 90� de los que nunca sale. Aunque
regada por abundantes venas que le dan su aspecto fibroso, despunta su camino
con un grosor de unos nueve cent�metros que no merman en todo el recorrido hasta
llegar al glande y trazar una peque�a hendidura, casi imperceptible, y acabar
con el mismo grosor en un capullo viol�ceo de gran tama�o que muere romo. Esa
era el soldado con el que batallaba mi hermano, un guerrero sensible cubierto
por un casco turbador que lograba en ti profundas agon�as con sus disparos.


El nerviosismo de estar haciendo aquello aumentaba mi deseo.
Mi polla, a la que no prestaba atenci�n desde hac�a tiempo, continuaba
festejando mi lujuria con la misma tersura. Levant� tambi�n la camisa del pijama
hasta la altura de su pecho. En todos estos movimientos, realizados con la mayor
de las cautelas, mi hermano sigui� durmiendo pl�cidamente, ajeno al fest�n que
me iba a proporcionar. Contempl� durante unos minutos la obra realizada
sinti�ndome orgulloso de lo que hab�a alcanzado.


Comenc� a acariciar suavemente su cuerpo, a pasear mis dedos
y deseos por su desnuda rudeza. Pellizqu� sus pezones y estos, tras una peque�a
protesta de mi hermano, mostraron su alegr�a salud�ndome erectos. Continu� hacia
abajo siguiendo el contorno de sus m�sculos que me llevaban del centro a la
periferia de su cuerpo tallado, hasta que llegue al ombligo. All� repos� un
instante y abr� la palma de mi mano bajando hacia su polla que a�n segu�a
dormida. Dej� que su vello acariciase mi mano enredando mis dedos en sus rizos,
hasta que por fin alcanc� mi objetivo. Agarr� su polla con ternura y la masaje�
poco a poco. Su letargo era tan profundo que llevaba varios minutos sin que
aquello tomar� vida. Decid� entonces chuparle la polla. Nunca hab�a hecho eso
antes, pero cuando la ten�a a mi alcance la inspiraci�n que aquella arma
generaba hizo que el trabajo se hiciese solo.


Abr� mis h�medos labios al consorte que empezaba a revivir
por la ceremonia. Mis labios casaron con ese contorno que cobraba poder�o y
esp�ritu. Las primeras notas de sabor anegaron mi paladar con una delicadeza que
iba ganando en vigor. Sab�a a orines, pero tras este rastro delicioso, un sabor
carnal y ligeramente salado tomaba el pulso. Conforme su pijo crec�a en mi boca,
iba ganando en ese sabor tan peculiar, que me hac�a succionar con nervio,
influenciado por las mil revistas que hab�amos compartido y por el talle que
amenazaba con ahogarme con el pulso de su dureza, tierna y fiera a la vez. En
ese primer viaje mis labios llegaron hasta su vello, y all� me qued� durante
unos segundos sucumbiendo al sabor y aroma de ese sexo tan profundo. Con mis
ojos cerrados sent� como aquel invasor iba ganando espacio en la calidez de mi
empapada boca. Segu� mamando con una lentitud parsimoniosa, mientras mi lengua
retozaba por toda la pista de aquel nervio que, a estas alturas, mostraba su
rostro m�s orgulloso. Ahora fue �l quien ronrone�, quien premi� mi mamada con su
gusto, alterando levemente su serena respiraci�n para lanzar bocanadas m�s
profundas y conmovidas. Yo segu�a con mi labor, sintiendo el glande de su polla
en el velo de mi paladar. Cuando llegu� a �ste, me dediqu� golosamente a �l. La
puntita de mi lengua hilvan� con diab�lica rapidez jugosas lamidas en la uni�n
de su frenillo, para despu�s continuar por su acampanado contorno que ten�a una
rugosidad granulada, ocultando entre sus pliegues un sabor a�n m�s absoluto.
Aquella entrega trastorn� m�s a mi hermano que, en sue�os, comenz� su placentero
vaiv�n que tanto a�oraba. Su polla se abr�a paso limpiamente en mi boca sin
penetrar en su totalidad, pues su tama�o segu�a atray�ndome y asust�ndome a la
vez.


Mis manos segu�an acariciando su espl�ndida contextura, que
ahora se mov�a tr�mula e inconsciente, pero m�s tentadora que nunca. Entend� en
aquel momento el placer al que mi hermano ced�a sin remisi�n. Me vi lleno de
poder. Un poder �nico, y por esta misma raz�n: irresistible. Ver a la persona
abandonada al goce sin m�s explicaci�n que la sabidur�a de tus instintos; a la
vez, contemplar orgulloso que todo lo que ejecutabas encontraba una diestra
respuesta en el regocijo de ese otro que se ahogaba en sue�os h�medos, te hac�a
sentir no s�lo due�o de tu placer, sino tambi�n amo del deleite que asolaba al
otro. Era una droga irresistible. Un morbo a�adido a la seducci�n callada que
ese cuerpo enfangaba en espasmos originados por mi habilidosa labor.


Llegaba un momento en que perd�as el control. Era tal la
sensaci�n de dominio que mi hermano pasaba a formar parte de mi cuerpo. Lo ten�a
todo para m�. Era una extensi�n m�s. Pod�a hacer lo que quisiera sabiendo con
seguridad que nada pasar�a, fuera del infinito gustazo que abrazaba en ese
delirio al que lo llevaba mi mamada. En cierto modo, aquellas fantas�as en las
que me sent�a dulcemente violado (si es que existe esa violaci�n) eran lo m�s
pr�ximo a la realidad. Era poseer ese cuerpo tan deseado, pero que una mal
entendida moral lo hac�a prohibido. Sin embargo, ah� estaba. Su rabo rezumante
en mi boca latiendo con sus celestiales vaivenes, mientras mi codicia amasa su
seductor cuerpo que responde con peque�os espasmos y una piel erizada que hac�a
m�s pr�digas mis incursiones.


Su talle segu�a sube y baja, sube y baja en mi boca que lo
envolv�a mansamente sin que mi lengua renunciase a su codicia. Un leve gemido
perturb� su honda respiraci�n. Saqu� su polla de mi boca y prosegu� con el meneo
mientras me acercaba a su cara tratando de explorar los signos de mi obra.
Dorm�a pl�cidamente sin alterar su cadencioso vaiv�n que segu�a pasando entre
mis dedos humedecidos por la saliva de la mamada. Ten�a la boca entreabierta y
una especie de sonrisa se esbozaba en esos labios humedecidos por el gusto.
Sent� un impulso indomable y acerqu� mis labios a los suyos. Su respiraci�n
acariciaba mi boca de una manera tierna y c�lida. Nuestros labios estaban a
escasos mil�metros, roz�ndose levemente, atray�ndome con su magnetismo. La punta
de mi lengua sali� exultante y con timidez se hundi� en aquella caverna virgen a
mis deseos. Roz� sus dientes y se abri� paso lentamente hasta tocar la suya.
Dej� de mene�rsela y una irrisoria protesta surgi� de esos labios, sin que
aminorase por eso sus embestidas, que continuaron desmandadas de la cadencia que
hasta ese momento ten�an. Saqu� mi lengua; apoy� mis brazos en torno a su cara;
acarici� suavemente sus cabellos y me fui acercando muy, muy lentamente hacia
esa gruta que ya era m�a. Ahora sus labios se abr�an como una flor a la luz de
la ma�ana en un gesto de perpetuo orgasmo. Mis labios se unieron a los suyos
mim�ndolos ligeramente. Mi lengua empapada volvi� a recoger los frutos que
momentos antes hab�a dejado y vag� por toda su boca empap�ndose de su afectuosa
y sazonada saliva.


Su lengua era t�mida a mi abrazo. Estuve como unos dos
minutos hasta que aquel pedazo gelatinoso y excitante comenz� a responder
autom�ticamente a mis acometidas. Cuando di saciada mi sed, la lengua de mi
hermano se abr�a paso entre sus labios husmeando con un ligero tembleque aquel
amigo que ya a�oraba.


Volv� a su pijo abandonado. Tom� sus cojones y los acarici�
dulcemente al tiempo que mi boca volv�a a llenarse de su hombr�a. En esta
ocasi�n, la respuesta fue inmediata, como si una gran nostalgia lo impulsara
desde el primer contacto a volver con el mismo arrojo al punto en el que lo
hab�amos dejado abandonado. En todo este tiempo, no hab�a tocado mi minga. Sin
embargo, sent�a las mismas sensaciones que si le hubiese prestado el mimo
cotidiano con el que la premiaba. Estaba ba�ada en presemen, dura como una roca,
y ya sent�a un leve cosquilleo en los cojones que me anunciaba todo lo que
estaba a punto de explotar.


Como hermanos �ramos muy similares, nuestras constituciones
se asemejaban; s�lo los dos a�os que nos separaban marcaban las distancias. Los
puentes se trazaban por otros caminos. En mi af�n de imitaci�n tambi�n comenc� a
hacer deporte; pero a diferencia de mi hermano mi gusto por la disciplina me
hizo recalar en la gimnasia. Buscaba el camino m�s corto para lucir lo que en mi
hermano Jes�s detonaba.


Ahora que lo recuerdo quiz�s los signos de lo que nos suced�a
en aquella �poca no deb�a de buscarlos en donde nuestra sexualidad explotaba en
un compa�erismo educado de pajas compartidas, si no en aquellos caminos
indirectos que se trazaban con la comparaci�n de nuestros cuerpos. En mi
inocencia me dirig�a a �l mostr�ndole el desarrollo de mis b�ceps, de mis
dorsales, de todas aquellas palabras que mostraban la arrogancia de un chavalito
de catorce a�os. Era all� donde mi hermano palpaba con deleite, posando a mi
lado, friccionando mi cuerpo contra el suyo para terminar diciendo: "�Manu, te
est�s poniendo como un toro! T� sigue as� y un d�a de estos me alcanzar�s". Y yo
segu�a, �y vaya s� segu�a!, buscaba ser su fiel reflejo sin percatarme, en
ning�n momento, de la entrega que hab�a en este acto. Quer�a ser �l, quiz�
porque desde siempre, pese a que jam�s lo verbalizara, deseaba poseerlo; aunque
en aquellos a�os, alumbrados por las luces que se encienden en nuestra
adolescencia, mi disculpa central era disfrutar de las mieles que �l rechazaba.


Siempre recuerdo a mi hermano rodeado de un tropel de h�medos
y t�midos chochos que �l rechazaba elegantemente. En su momento pens� que la
criba de mi hermano era demasiado exigente; despu�s, mi admiraci�n, hizo que
calibrase aquella selecci�n como justa. S� lo que �l ofrec�a era eso, lo que
tomar� ten�a que estar a su altura. �Y como coment�, esta altura no era peque�a!
Hecho que, por otra parte, para nadie pasaba desapercibido.


Aunque era m�s menudo que �l, todo apuntaba a que llegar�a o
rebasar�a la meta que �l hab�a marcado. En aquel tiempo, antes del
descubrimiento, aquello era mi mayor placer: que el peque�o superase al mayor.
Despu�s estaba su peculiar y colosal polla. La m�a era menor y por mucho que me
pajeaba, pues en mi fuero interno pensaba que no hab�a mejor manera para que
creciera que ejercitarla duramente, a lo largo de aquellos a�os mis diecis�is
cent�metros no fueron m�s all�. Sin embargo, si ganaba en grosor y arrogancia.
Mientras que la suya era de una rectitud despampanante, que no hac�a m�s que
subrayar su peligrosidad; la m�a jugaba otras cartas. En su base tomaba, a los
dos o tres cent�metros, una curvatura que la elevaba al techo quedando paralela
a mi abdomen. Cuando estaba as� me gustaba menearme y que ella se cimbreara
elegantemente como en una especie de acto de bendici�n. Recuerdo un d�a que le
dije a mi hermano, en una de aquellas entra�ables pajas, que me gustar�a tener
su polla. �l me sonri� y con la sabidur�a con la que sentenciaba la vida, me
dijo: "No tienes que quejarte, Dieguito, tienes una polla que no est� nada mal".
Yo creo que afirm� lo que �l dec�a, pero sin salir de mi empecinamiento de
desear en mi entrepierna una arma como aquella. Por fin �l concluy� diciendo:
"Dieguito tienes una polla preciosa. Es m�s maciza que la m�a y mira c�mo
apunta. �Sabes lo que dice una polla as�...? �No...? Te lo voy a decir. Una
polla como esa s�lo dice una cosa: �Te voy a follar, cabrona! �Te voy a follar
tan bien, que te voy a llevar al cielo! �No ves c�mo apunta al cielo? Eso es lo
que est� diciendo..." Nos echamos unas risas y seguimos paje�ndonos con el
orgullo de lucir esas dos vergas: una que apuntaba al cielo, otra que apuntalaba
tus entra�as.


Y en mis v�sceras notaba como todo lo que estaba haciendo en
ese momento me exaltaba al m�ximo. Con glotoner�a segu�a mamando su polla,
manoseando sus cojones, y el poco talle que quedaba libre de mi empapadora boca
lo ejecutaba con mi mano golosa, que segu�a el ritmillo de sus embestidas. La
mano, que palpaba sus cojones con lascivia, fue hacia la raja de su culo
aprovechando sus embestidas. Par� mi mamada y otra nueva protesta surgi� de los
labios entornados de Jes�s. Acerqu� ese explorador hacia mi nariz. Ol�a rico,
m�s potente que su sexo, pero sin perder el recuerdo de �ste. Lam� los dedos
gozando de su sabor como si fuera la polla de mi hermano, y esos dedos empapados
se deslizaron por su vello que guiaba el camino a tomar. Cuando penetr� en su
raja volvieron las cargas, y ese troncho exultantemente recto, que basculaba
como un badajo de campana, volvi� a tocar mi boca. Mis dedos se deslizaban por
su entrepierna hasta la enmara�ada tibieza de su raja. Sus musculosas y
torneadas nalgas comprim�an con fuerza mis agasajos, cerr�ndose y abri�ndose al
son de sus embestidas. El dedo del coraz�n lleg� a su ojete y se lo acarici�
suave, muy suavemente. Sus embestidas cambiaron de direcci�n y comenz� a
retorcerse. Mir� de reojo y aquella sonrisa apenas esbozada estaba ahora con
todos sus atributos. Aquello me hizo dar el siguiente paso: meter mi dedo en su
culo. Conforme lo hice, una embestida feroz fue la respuesta de su erizado
cuerpo. Su mango traspas� limpiamente mi garganta llegando mi nariz a chocar con
su vello p�lvico. Saqu� apresuradamente mi boca y c�mo pude venc� mis estertores
que se empecinaban en delatarme. �l continuaba con sus meneos y una lascivia en
la cara que estremec�a.


Ya no importaba que yo no estuviera all�, �l estaba.


Mi boca reiter� el sabor de su verga. Con frenes� comenc� a
chuparla con la lujuria que su lascivia me potenciaba. Sus brazos, como muertos,
se movieron torpemente como intentando agarrar algo. Uno de ellos cayo sobre su
cuerpo y comenz� a acariciarlo. Por el rabillo del ojo vi como su boca se abri�
exageradamente, present� que hab�a llegado el momento que gobern� mis pasos.
Ahora, ese mar que siempre ahogaba rug�a con fuerza mientras su cuerpo se
sacud�a en convulsiones. Prepar� mi boca para su bautismo. En el primer
chorret�n, que inundo de calor y sabor mi boca, se me ocurri� una idea medio
descabellada.


Su semen salpicaba con potencia. Decid� que ah� se quedar�a,
sin hacer ning�n amago de tragarlo. Durante unos segundos aquella fontana no
hac�a m�s que manar leche y m�s leche. Esta ca�a apaciblemente por mi boca,
llen�ndose toda ella del resabio a macho de mi hermano Jes�s. Mientras mis
cojones me ard�an. Notaba como todo lo que all� se cocinaba estaba a punto de
reventar, y conforme menguaba su corrida, la m�a tom� pulso. Desecho en
temblores, mi cuerpo se conmocion� bati�ndose en estremecimientos que me
arqueaban y relajaban a una velocidad prodigiosa. Mi gruesa verga se abult� para
dar paso a su fruto prometido. Como pude puse mis manos como barreras y est�s
comenzaron a recibir las sacudidas de mi semen. Ahogue mi grito en la pija de mi
hermano y a punto estuve de caer y morder su mango para liberar de alguna manera
toda aquel disimulo que hac�a m�s excitante todo lo vivido. Mis manos empapadas
de mi semen segu�an recibiendo con gusto los �ltimos latigazos. Tras esto ca� al
suelo jadeante y perdido para el mundo. Mi lengua rastreadora despert� antes que
yo. Llena de su semen fue a buscar el m�o que ca�a mansamente por mis brazos.


Lam� con gusto todo mi semen que encharcaba el c�ctel que se
formaba en mi boca. Mi lengua avariciosa busc� todos los restos de mi hombr�a
para casarlos con el �nico macho que en aquellos momentos ten�a mi polla.


Comenc� a sentir una extra�a culpabilidad que me hizo m�s
perro. El sabor del semen denso y aperlado me avivaba a�n m�s todos los
instintos que hab�a sacado aquella noche. Comenc� a jadear, a sentirme pose�do
por todos aquellos momentos, a erotizarme como un puto salido. Parec�a como si
todo lo que hab�a vivido no llegara para saciar mi sed sobre mi hermano. Con los
restos de semen que a�n quedaban en mi mano, y mi boca llena de nuestras leches,
me masturb� sin dejar de menearme como una furcia posesa.


A mi mente acudieron todo lo que hab�a vivido esa noche e
im�genes m�s elaboradas y febriles sobre lo que deseaba vivir. Me sent� follado,
violado, sometido, bendecido por infinitos chorros de semen. Aquella verga que
ahora descansaba, reviv�a en mi imaginaci�n desde todos los �ngulos posibles. Se
la com�a al tiempo que perforaba con furioso �mpetu mis entra�as, mientras con
cada una de las manos masturbaba esa colosal verga que se repet�a por todo mi
cuerpo. La notaba d�ndome latigazos en mi cara, rozando mis pezones con su
glande h�medo y c�rdeno, navegando por la raja de mi culo, explorando cada uno
de los rincones de mi cuerpo que se extasiaba con su solo contacto, extrayendo
toda la lascivia que hab�a plantado con su mango. Y detr�s de todo: mi hermano.
Ten�a esa cara de lujuria mil veces repetidas y azotaba con gusto todo mi cuerpo
repiti�ndome al o�do: "�C�mo me pones, hermanito, c�mo me pones...!" En ninguno
de aquellos actos imaginados con detalle hab�a un solo gesto de amor. Ese
sentimiento estaba enterrado, sepultado por mil toneladas de un macho en celo,
lleno de una voluptuosidad tan obscena que era del todo imposible que se colara
cualquier otro sentir.


Masajeaba con fuerza mi polla llena ya de restos de semen
seco. Mis poses eran iguales de pecaminosas que mi imaginaci�n. Me abr�a de
piernas para acoger su dulce hierro; la lengua empapaba mis labios para as�
rebosar de saliva para cuando ese mango salvaje retozase en mi humedad; me
pellizcaba dolorosamente los pezones para sentir la furia de su arrebato; me
acariciaba delicadamente mis mejillas, mi ingle, mi torso, para despu�s volver a
sumergir esas manos hambrientas en mis nalgas y exprimirlas con fuerza, como
s�lo el deseo que yo par�a en �l pod�a hacerlo; embest�a ardientemente, unas
veces imagin�ndome que era yo quien penetraba aquel pozo de los deseos, otras,
arrastr�ndome, ante el frenes� de sus asaltos. En aquel momento, aquella oscura
habitaci�n era el lupanar m�s ardiente de toda Coru�a. Mi sexo ardiente
estallaba contra aquellas paredes empapadas de la lubricidad de lo que all�
hab�a ocurrido. Su sexo estaba dormido, pero a�n as� ten�a el poder de un faro
gui�ndote por nieblas tenebrosas que calcinaban toda tu sensualidad.


Estaba disfrutando tanto de ese momento que lo dilataba con
precisi�n. Cuando notaba el hervir de mis cojones, la llama que anunciaba mi
corrida feroz, paraba mi puto, encabritado y dulce cabalgar. Sin embargo, cada
vez se hac�a m�s dif�cil. Si bien pod�a dominar mi cuerpo, me era del todo
imposible avasallar mi imaginaci�n. �sta segu�a su peregrinar loco y arrebatado
en el que esas mil mingas llenas del rostro de mi hermano punzaban mi cuerpo
azot�ndome de ese placer ya conocido, pero siempre salvaje e ind�mito.


Dur� como una media hora y, efectivamente, tuve una corrida
feroz. Cuando me percat� de que no pod�a dominar mi orgasmo pues mi leche ya
flu�a por las cavernas de mi polla, fustigu� con fuerza mi pija. Nunca me la
mene� tan salvajemente. Aquel impulso era como la suma de todos los que hab�a
empleado mi hermano en aquella fantas�a. Mi cuerpo se desat� en temblores,
mientras los chorros de mi lefa cruzaban limpiamente por encima de mi cabeza
para estrellarse en el suelo e ir regando, tras la mansedumbre de los �ltimos
trallazos, mi torso sudoroso y ardiente. Tard� en recuperar la compostura, y una
mueca de grito apagado permaneci� durante varios segundos en mi rostro que se
negaba a seguir respirando. Cuando el aire entr� en mis pulmones, la resaca del
orgasmo a�n segu�a ah�. Recuerdo que me dio por llorar, con un lloro hist�rico y
apagado que no pod�a parar, pues as� era la felicidad descubierta.


Transcurrido un tiempo, me levant�. Contempl� por �ltima vez
aquel cuerpo embaucador que reposaba todo el placer que hab�a recibido. Baj� el
tel�n a aquel espect�culo. Con suma precauci�n sub� la goma del b�xer, d�ndole
un beso final a esa gloriosa polla que ahora, m�s que nunca, deseaba con toda mi
fuerza, y poco a poco y con cautela cerr� todo el campo de operaciones. Tras
esto me fui a mi cama, m�s lleno de �l que nunca y con la firme determinaci�n de
llegar hasta donde mi imaginaci�n hab�a llegado. No s� lo que so��, pero no
tengo ninguna duda que las ocho horas restantes que pase durmiendo fue �l quien
me acompa�� en mi libidinoso mariposear.


Al d�a siguiente era mi cumplea�os. Aunque con los colegas lo
celebrar�a el s�bado, saliendo hasta altas horas de la ma�ana pues por algo
ten�a diecis�is mayos, en casa lo segu�amos celebrando con religiosa puntualidad
un nueve del mes de Mar�a. Mi querida madre, como siempre, puso el toque dulce y
pr�ctico a la celebraci�n. El dulce con una tarta de chocolate (mi preferida),
que pon�a en una elaborada caligraf�a: �Feliz cumplea�os Diego!; el pr�ctico con
un jersey pulligan de color naranja, que a�n conservo, y los consabidos
calzoncillos que no pod�an faltar en fechas tan se�aladas. Pero yo esperaba con
ansiedad el regalo de mi hermano Jes�s. Por proximidad siempre se acercaba m�s a
mis deseos (mi primer disco de la "Velvet Underground" me lo regal� �l
convirti�ndome en un apasionado del gran Lou Reed), pero en esta ocasi�n
esperaba no un regalo mejor o peor, sino un mensaje o gui�o, algo que me diese
pistas sobre lo que me calcinaba todas las noches. Su regalo fue misterioso y
a�adi� m�s interrogantes a la situaci�n. Me regal� el libro del grand�simo Quim
Monz� (del que me hizo adicto), "El porqu� de las cosas". Aquella misma tarde
devor� el libro buscando entre sus magn�ficas l�neas un asidero al porqu� de las
nuestras. Encontr� miles y ninguna, ca� subyugado por la belleza y originalidad
del libro, pero en nada despej� mi incertidumbre. Ni una sola respuesta a mis
muchas preguntas se hallaba entre sus p�ginas. Si quer�a alguna tendr�a que
abrir las hojas de su cuerpo.


Por la noche mientras nuestros padres estaban en la
televisi�n y nosotros en el estudio, dej� el libro por la misma p�gina que lo
hab�a abierto una hora antes y me levant�.




�Hoy tampoco vas a visitarme?


�Qu�... qu� dices? �respondi� temeroso y sonroj�ndose.


Es mi cumplea�os y quiero el regalo que espero todas las
noches. �Deseo ese regalo m�s que nunca! �dije imperativo, buscando en su
rostro alguna se�al que no fuese la verg�enza que en ese momento sent�a-. Yo
me voy para cama. Te espero.




Y bajando la cabeza, con el mismo rubor que �l ten�a y que le
imped�a pronunciar palabra sal� de la habitaci�n y cerr� la puerta. A la mitad
del pasillo volv� sobre mis pasos y me detuve para ver si hab�a alguna agitaci�n
tras este movimiento en el que desvelaba mis cartas. Nada se movi�, e imagino
que no pas� de la p�gina en el que lo dej�. Fui hasta la sala y alzando la voz
dije que me iba para cama, y que no, que no quer�a ver "El precio justo". Tras
eso, me met� en nuestra habitaci�n y me desnud�. Iba a meterme en mi cama,
cuando abr� la suya. Me ba�e en su aroma y mi pija respondi� a ese encanto que
me hablaba de �l, de su espl�ndido cuerpo, de su febril sangre, del
encantamiento de su esp�ritu.


Y esper�.


Durante esa media hora que se me hizo eterna, me consum� en
la ansiedad. Por fin escuch� que se desped�a de nuestros incautos padres que, en
su inocencia, segu�an dilatando el momento hasta que la voz de Joaqu�n Prat dijo
el m�gico "�a jugar!", que los devolvi� a la mudez con la que siempre ve�an la
televisi�n, liberando a mi hermano de sus garras.


Mir� directamente hacia mi cama y se sorprendi� de hallarla
vac�a; cuando me vio en la suya la incredulidad dio paso a una retorcida sonrisa
cargada de lujuria. Cerr� la puerta con precauci�n y avanz� lentamente
masaje�ndose el paquete; mientras yo retiraba toda la ropa de la cama para
mostrarle mi cuerpo desnudo, respondi�ndole con la misma sonrisa que �l me
dirig�a. Un gui�o que s�lo dec�a una cosa: "Soy tuyo, �f�llame!"




No est� bien lo que hacemos �susurr� poni�ndose sobre m�.


Hay cosas peores �contest� en mi ingenuidad-. �Cosas
mucho peores! �remarqu� abraz�ndome a �l-. Aqu� no matamos a nadie, si morir
de gustillo es matar. Y esto me gusta. �No sabes c�mo me gusta!


�Hermanito, est�s hecho todo un maric�n! �afirm� con
cari�o y orgullo-. �Todo un mariconazo!


Di: �estamos!


Bueno... a�n est� por ver; pero de momento...


�Maricones perdidos! �Ja, ja, ja, ja, ja...!


�De qu� te r�es?


Estaba pensando... �ja, ja, ja!, que no les vamos a dar
nietos. Dos hijos y ning�n nieto que contin�e el linaje. Aqu� se acaba la
l�nea L�pez-Camba.


�Ja, ja, ja, ja! Bueno, yo no quiero darles ese disgusto.
As� que alguno caer�, de esos que haya que reconocer, �ja, ja, ja, ja!


Me gusta tu plan, as� me liberas de tener que hacerlo.
Aunque eso s� �a�ad� con las promesas que se hacen en esos a�os-: yo follar,
s�lo follo contigo. As� que no te olvides de todos los polvos que a�n nos
quedan por echar.


Eso lo dices ahora; pero una vez que coges la marcha te
ir�s con cualquiera.


�Paso! Yo no soy maric�n. Tengo claro que s�lo quiero ser
tu maric�n; los dem�s, me sobran. Te lo digo en serio: me sobran.


�Joder, Diego! No creas que con eso te liberas de culpa.
Eres maric�n; y a�n encima: un maric�n incestuoso.


�Ja, ja, ja, ja, ja! Ya. �Sabes?, no s� d�nde escuch� un
chiste sobre el incesto. En ese momento no lo comprend�, pero a�n no sab�a
esto y, sin embargo, no se me olvid�. �Sabes qu� dec�a?


�Qu�?


Bueno, no lo s� decir muy bien; pero ven�a a decir:
"incesto: donde hay un incesto, �por qu� no hacer cientos?


No lo entiendo.


Bueno, es que no s� si lo dije bien. Pero el rollo era
como un juego con la palabra incesto/unciento


�Ah, ya! �Ja, ja, ja, ja, ja! �Y desde cu�ndo lo
sabes...?




Mientras nuestros padres no se fueron a dormir todo se nos
fue en hablar. Hab�a como un pacto mudo que hasta que escuch�ramos el primer
ronquido no nos lanzar�amos a la jaur�a que nuestros cuerpos demandaban con
ardor. Lo fui desnudando poco a poco para sentir el arrojo de su cuerpo.
Intercal�bamos las palabras con besos que hund�an nuestras lenguas en mil jugos,
entre tanto nuestras armas, duras como el acero, se fund�an presion�ndose con
fuerza, moj�ndose con todo el presemen que con generosidad ofrec�an.


Era una espera curiosa, pues resistir la tentaci�n hac�a que
un simple roce y la necesidad de negar sus efectos, multiplicase �stos por mil.
En un momento dado decidimos dejar de abrazarnos, pues est�bamos a las puertas
del orgasmo por el simple hecho de sentir el cuerpo del uno en el otro. Mi mano
paseaba por toda la claridad y determinaci�n de su figura, palpando ese acero
esculpido que se calentaba al paso de mis caricias. Amas� con profusi�n su culo
al tiempo que �l tomaba posesi�n de mi naturaleza siguiendo atajos igual de
calientes.


Exploramos en todo ese tiempo todo nuestro cuerpo sin dejar
rinc�n que no se rindiera a nuestros atributos. �ramos fiel reflejo el uno del
otro. En un momento dado, sit�e mi cabeza a sus pies y empec� a besar y chupar
cada uno de aquellos dedos. �l me respondi� de la misma manera, y friccionando
nuestros cuerpos entregados, fuimos depositando poco a poco todo el sexo que
ten�amos para dar. Mi lengua se deslizaba por la juntura de sus dedos, chupando
con riqueza cada una de esas cabezas apetitosas, que se habr�an paso a mi hambre
con gemidos que lanz�bamos a d�o. Pasaba mi lengua por la planta de su pie
retorci�ndose su cuerpo al cosquilleo de mi voluptuosidad. Nos enred�bamos como
serpientes en ese toma y daca del que �ramos fieles esclavos. Lam�amos con
desenfreno el cuerpo del otro, extirpando de ra�z todo el placer que nos
produc�a y que manaba sin l�mites que saciaran nuestro af�n.


Est�bamos en un mundo propio tan voluptuoso y prohibido que
nuestra alerta expir� aletargada. Escuchamos sus pasos por el pasillo y la
puerta que se entreabr�a. Quedamos parados en seco, sin tan siquiera respirar,
hasta que la voz de mi padre devolvi� el aire a nuestros pulmones con un "�qu�
haces, mujer? D�jalos dormir que estar�n muy cansados. �Cu�ndo te dar�s cuenta
de que ya no son unos ni�os para que los arropes todas las noches!" La puerta
dud� por un instante y se abri� un poco m�s congel�ndonos de miedo. Finalmente
se cerr� suavemente y continuaron su cotidiana charla pasillo abajo. El suspiro
que ahogamos sali� a borbotones, con �l unas risas hist�ricas que no pod�amos
parar por mucho que las ahog�ramos. Intentamos matarlas con un beso, pero fue
mucho peor, pues era vernos y los carcajeos sofocados volv�an a sus impetuosas
andadas.


Tardamos un tiempo en serenarnos. Tiempo que sirvi� para
comentar todo el p�nico que hab�amos sentido en ese preciso momento en que la
luz del pasillo rompi� la fogosa oscuridad que disfrut�bamos. Tras esto volvimos
al banquete en el mismo plato que lo hab�amos dejado. Est�bamos acariciando los
muslos, reptando nuestra lengua por su firmeza, cuando el primer ronquido nos
anunci� que ya llegaban los postres. Paramos en seco nuestros voluntariosos
deberes y nos miramos a los ojos. �l encendi� la luz y de su mesilla quit� una
bombilla que hab�a te�ido con tinte de vidriera dej�ndola violeta. Quit� la
bombilla de la mesilla de noche y puso �sa. Tras apagar la luz y encender
aquella nuestros cuerpos quedaron te�idos por un aura irreal que los hac�a m�s
atractivos pues parec�a que ard�an.




Lo ten�as todo preparado.


�No te mola?


La verdad es que se ve m�s guay �respond� abri�ndome de
piernas y mostr�ndole mi polla a los ojos avariciosos de mi hermano-. �No te
parece?


La verdad �dijo cogi�ndola con la mano y ocasion�ndome un
respingo-, �es que se ve de puta madre!


�Tr�eme la tuya, cabr�n!


Tendr�s que gan�rtela.


�C�mo? �As�? �dije inclin�ndome con la boca abierta que,
como una flecha, iba disparada hacia su b�lano.


El premio va por ah� �indic� mi hermano ensart�ndome el
rabo en mi boca-. �C�mo la chupas, hijo puta! De seguir as� vas a llevarte
el primer premio.


Sabes que siempre quiero quitar buena nota �expliqu�
quit�ndome su apetitoso rabo de mi jugosa boca que chorreaba por continuar
con su mamada reci�n parida-. Y con estas herramientas de trabajo �demostr�
moviendo la lengua con movimientos convulsos- y lo que llevo estudiado, voy
a por la matr�cula de honor. Perm�teme, maestro, que te lo demuestre.




No di tiempo a la nostalgia para que a�orase el tajante sabor
del pedazo de polla que portaba Jes�s. Bendije el alimento que iba a tomar, y en
her�tica comuni�n mi lengua vio a dios en los primeros jugos que esa polla
divina posaba sobre mi paladar. La lengua insaciable sigui� comulgando surcando
la mullida dureza del contorno de su capullo, mientras sus piernas flaqueaban e
iniciaba un peque�o bamboleo entre jadeos llenos de gozo. Estaba dispuesto, en
esta sacr�lega comuni�n, a tomar todo "el cuerpo de cristo". Sab�a de sus
rechazos, de aquella sensaci�n de v�mito y asfixia que me ocasionara su potente
embestida; pero estaba dispuesto a demostrarle al maestro que su alumno corr�a
unos metros m�s por delante que �l.


Abr� mi boca mientras iba succionando con fuerza y mi lengua
repasaba con astucia cada tramo tragado. Su mango, hecho a escuadra y cartab�n,
fue bautiz�ndose de mi t�rrida baba, al tiempo que mi gula me hac�a recorrer m�s
y m�s camino. Al poco su capullo toc� mi campanilla provoc�ndome la primera
sensaci�n de v�mito. Retroced� un poco sin dejar de chup�rsela y empec� a
respirar por la nariz. De nuevo, cuando este glorioso guerrero lleg� al mismo
punto volvieron los v�mitos agazapados. Permanec� as� un rato, durante el cual
mi hermano se balanceaba como un junco trazando ligeros movimientos circulares
en el sentido de las agujas del reloj. La sensaci�n no desaparec�a, sino que
incrementaba mi ansiedad. Mi lengua segu�a lamiendo sin pausa y mi respiraci�n
se agitaba. Durante un tiempo, ninguna de las sensaciones cambi�. Sent�a esa
polla que me abr�a por la mitad, que me amordazaba; pero tambi�n sent�a el
placer de que estuviera all� lo que yo tanto deseaba. En una de las arcadas que
estremec�an mi cuerpo decid� seguir hacia delante en medio de esas
contracciones. De un golpe mi nariz choc� contra su pelvis, aspirando ese gozoso
olor que ten�a su sexo. De nuevo rugi� el mar en su rostro y "�un diez!" ag�nico
pregon� el placer que en ese momento cruzaba su cuerpo.




�C�mo la chupas, hijo puta! �La chupas a Dios! �Sigue,
maric�n, sigue! �me animaba entre jadeos mientras sus dedos se enredaban en
el pelo de mi cabeza- �T�came el culo! �Morr�amelo bien! �As�, Dieguito,
as�...!




Conforme iba sacando su portentoso pedazo, lo exprim�a con
fuerza. Mis labios se pegaban al contorno succionando con fuerza como si
estuviera comiendo el mejor de lo helados; mi lengua estriada se deslizaba con
suave aspereza por ese tronco recto, al tiempo que mis manos magreando con
fuerza sus nalgas s�lidas y tiernas, yendo de la cima al valle por la codicia
que despertaba ese paisaje que ve�a con el tacto de mis dedos avarientos.


Su placer era mi placer. Ten�a de nuevo mi capullo empapado,
pero volv� a meterme el calibre de mi hermano en mi encharcada boca de su sexo.
Segu�a mene�ndose como una cabrona, suspirando como una puta, mientras yo
continuaba con ese traga traga que me despose�a. Sentir su polla y magrear con
gusto su culo no era s�lo un placer para �l, sino que yo lo estaba disfrutando
como un cabronazo. Sus turgentes nalgas animaban mi lascivia. Ten�an una dureza
peculiar que se amansaba con sus sensuales movimientos. �stos te llamaban a ir a
m�s all�, as� que mis dedos se deslizaban por su jugosa raja, enmara��ndose en
su vello sudado, arom�tico y ensortijado.


Nuevamente volvieron las arcadas y salt� hacia delante
comi�ndome toda el cipote hasta aliviarme con ese aroma concentrado que
desplegaba su vello. A la vuelta, succionando con igual fuerza que antes, met�
uno de aquellos dedos arrebatados en su ano acogedor. De nuevo dio ese respingo
feroz al tiempo que un jadeo aspirado por su deseo me hablaba de su ardor. Su
polla volv�a a estar en mi puta garganta, mientras me rogaba que se lo metiera
un poquito m�s.




�Juega con �l, Dieguito! �As�, as�, asiiii�! �Qu� de puta
madre, hostia!




Y por fin pronunci� la frase de mis fantas�as:




�C�mo me pones, hermanito, c�mo me pones...! �dijo para
mi orgullo, mientras segu�a acarici�ndome la cabeza sensualmente.




Volv� a succionar extrayendo el inquietante sabor de su polla
que me cegaba. Se retorc�a a jadeos, mientras mi dedo manoseaba la tersa
suavidad de su ano. Lo met� hasta el fondo, sin que de nuevo volviera a probar
el sabor de su capullo que corri� presto a alojarse en mi garganta. Sus entra�as
eran tersas, c�lidas, h�medas, acogedoras, adictivas. Podr�a seguir
defini�ndolas sin agotar los adjetivos, pues transmit�an, igual que todo �l, un
sexo arrebatado. Desde ah�, casi ahogado, mi dedo peregrin� dando carnales
vueltas por las paredes que pretend�an alojar mi nabo en�rgico. El muy maric�n
serpenteaba como si mil corrientes trastornaran su cuerpo. Su cruda musculatura
dibujaba formas tenaces y terminantes que mostraban una belleza superior, que no
dej� de acariciar con la mano que me quedaba libre. De improviso sali� de mi
trampa.




�C�mo sigas as� me corro, cabr�n! Y a�n queda mucho que
hacer �dijo abalanz�ndose hacia m� y d�ndome un beso insaciable y
devastador, que calcin� a�n m�s mi boca ardiente-. �Joder, eres demasiado!
No me equivoqu� cuando te eleg�. �No hay nada como comer en casa...!




Regres� a su beso arrebatado que com�a mi boca, que mord�a
mis labios, que excitaba mi cuerpo. Cuando me dej� empapado con sus jugos, se
desliz� por mi cuerpo. Su chorizo altanero marc� otro recorrido fustigando mi
cuerpo, dejando su rastro de cemento armado por toda la sensibilidad de mi piel,
mientras �l me llenaba de besos, lam�a mi cuello, com�a mi oreja, mord�a mis
hombros, libaba mis axilas... Estaba en todas las partes, pues as� lo sent�a.


En ese momento cre�, asegure, que mi fantas�a no era tal. Era
�l s�lo, pero estaba en todo mi cuerpo. Acariciaba su cuerpo, me abrazaba a �l,
me enroscaba a su recia musculatura llevado por un placer que no quer�a
despegarse de la llama que lo quemaba. Cuando lleg� a mis pezones, su minga
estaba entre mis muslos, estrujada y compacta, sublevando todo mi cuerpo. Lami�
mis pezones con gusto, mientras yo jadeaba como una cabrona, ahogando mis
suspiros en la pol�tica de prevenci�n que llev�bamos. Los ten�a erectos y
sensibles como nunca hab�an estado. Sent� un gustazo demasiado fuerte para
tratarse s�lo de mis pezones. Ara�� su espalda y su cuerpo se eriz� como un gato
en celo, volviendo al ataque con mayor lujuria. Me los mordisque� con sa�a pero,
a la vez, delicadamente, demostrando conocer sabiamente la frontera en la que el
dolor forma parte del placer. Aquella mezcolanza me electriz� abandon�ndome ya a
unas sensaciones que no consegu�a domar, pero que me llevaban con certera
precisi�n a comportarme como un putito seducido por su �nico mandamiento: su
hermano del alma.


Sigui� bajando con su goce extasiante por mi cuerpo mientras
su rabo peregrinaba con rectitud por el camino de mi congestionada naturaleza.
Cuando lleg� al ombligo, apart� mi carajo y hundi� su lengua hasta hacerme
rugir. Y lleg� el momento.


Tom� mi lapicero entre sus manos y comenz� a escribir la
mejor mamada que disfrut� en mi juventud. Mientras su pulgar masajeaba la uni�n
de mi frenillo, su lengua delirante pintaba rapid�simas pinceladas sobre la
punta de mi capullo extasi�ndolo al l�mite. Poco a poco el masaje de su pulgar
fue bajando por todo mi tronco al tiempo que aquella boca tragona y succionadora
se abr�a para acoger mi tranca hasta la empu�adura. Sus labios se abrieron sobre
mi glande abraz�ndolo dulcemente. Su lengua, igual de nerviosa en todo el
recorrido, buscaba, en el poco espacio que le dejaba mi rabo, continuar con su
fren�tica labor. Yo estaba en la frontera de la enajenaci�n. Mi respiraci�n era
jadeante y ahogada, y mi cuerpo se arqueaba en espasmos inarticulados que se
dilataban en el tiempo. Me encorvaba lentamente buscando en ese movimiento
retardado una salida, una v�a de escape a todo ese cosquilleo que estallaba en
mi cuerpo enervado por el sexo rotundo que plantaba en m�. Cuando lleg� a la
base de mi polla, sus labios prensiles arrastraron mi vello, como si todo aquel
instrumento que estaba en su calada boca a�n no fuera suficiente para �l. No
pod�a decir ni una palabra. Todo se me iba por la boca entre jadeos y suspiros.
Repiti� estos movimientos minuciosos y arrebatadores hasta que se gir� y su
polla se situ� a la altura de mi boca. Tumbados como est�bamos iniciamos un
febril sesenta y nueve. Comenz� a follarme la boca clav�ndome su arp�n mientras
segu�a realizando su portentosa chupada. Mis labios se estrechaban contra el
talle recto y nervudo de su falo, hasta que de nuevo ese capullo se incrustaba a
velocidad de v�rtigo saliendo con la misma prontitud hasta que su glande volv�a
a probar las caricias de mi lengua. Comenc� a morrear sus cojones y abri� sus
piernas para que mi incursi�n fuera al infierno de su ano. Cuando llegu� a su
acogedora rosa, �l comenz� a comerme los cojones. Los pon�a en su boca como si
fueran ricos caramelos y lo cierto es que la sensaci�n era picantemente dulce.
Me mordisqueaba el escroto estir�ndolo hasta que la carne se iba de entre sus
dientes, pera abalanzarse de nuevo con igual pasi�n. Tras esto su lengua rept�
por mis cojones dirigi�ndose a mi raja. Abr� mis piernas y se puso entre ellas
magre�ndome con fuerza las nalgas que se abr�an apetitosas a su impulso. Su
lengua acelerada fue encharcando el corto trayecto entre mis cojones y el ojete.
Al llegar all� me abri� las nalgas con fuerza y sepult� su cara en mi pozo
respirando con intensidad todo su aroma. Estuvo as� varios minutos. Su sola
respiraci�n coqueteando con mi piel extra�a de m� ese placer para catapultarlo
varios pasos m�s all�, donde yo ya cre�a que nada hab�a; pero con mi hermano
siempre hab�a m�s de lo que uno imaginaba. El conf�n del placer, de ese deleite
que exacerbaba, se hallaba a grandes alturas; todas ellas vertiginosas.


Su lengua encharcaba con desbordamiento mi ojete. Ese sonido
anegado, silbante, acuoso, encend�a unos grados m�s mi puta calentura. Dej� de
mamarle la pija y se la mene� mientras, retorci�ndome como una putilla, hund�a
con m�s fuerza mi culo en su comilona boca. Ese ap�ndice tr�mulo y rugoso fue
abriendo delicadamente mi ojete. Por momentos, �l aspiraba con fuerza haci�ndome
sentir un fr�o que contrastaba con el fervor de su respiraci�n y lengua. Era
tanto el placer que al rato me abandon� a �l, dej� de masturbarlo y comenc� a
magrearme con lascivia, dirigiendo alguno de aquellos calenturientos arrumacos a
su cincelada complexi�n.


Nuestros cuerpos ard�an empapados por el sudor del sexo, por
una fiebre que nos consum�a en ahogos y resuellos que tapizaban ese universo
sonoro de una melod�a ininterrumpida y secreta: nuestro incesto. La punta de su
lengua por fin cruz� la frontera de mi ojete y su dulce caricia eriz� mi cuerpo
haci�ndome ahogar un bramido que quemaba mi garganta.




�Cl�vamela! �rogu�- �F�llame de una puta vez y cl�vamela!
�Quiero sentirla ya! Tengo el culo que me arde y tu polla es la �nica que
puede apagar esa sed. �Cl�vamela, cabr�n! �Siiii�, siiiii�, m�temela r�pido!
�Emp�lame con tu polla, mariconazo! �Incr�stamela hasta la m�dula! �Por
favor, no sigas...! �M�temela ya, cabronazo! �Dale sin piedad... sin piedad!
�Hazle caso a tu hermano peque�ito! �implor� mimoso mientras me segu�a
retorciendo entre espasmos, pues �l continuaba con su fabulosa labor como si
nada hubiera pasado-. �F�llate a tu hermanito! �Clava ese garrote! �orden�
cogi�ndosela con la fuerza de mi deseo-. Quiero sentirla, Jes�s. Quiero ver
c�mo se quema en mis entra�as, c�mo me ahoga de placer. �Soy un puto horno
encendido! �Pon r�pido la comida, cabr�n, que ya hay que cocinar...!


�Co�o, hijo de puta, c�mo me calientas! Te voy a follar
cabronazo. �Prep�rate! Desde que te creci� el primer pelo de tus cojones
estoy deseando follarte. �Es el meteisaca que m�s he deseado en la vida!
�afirm� poni�ndose de rodillas frente a m� y portando entre sus manos la
enhiesta pija que me iba a perforar-. �Nadie te va a follar como yo te voy a
follar, hijo de puta! �Nadie tu puta vida!


�Cl�vamela, h�ndemela bien rico!


Va a doler un poco. Pero tranquilo: �te vas a correr de
gusto!


Lo s�. Si todo es como hasta ahora, va a ser mi mejor
corrida. �Lo estoy pasando de puta madre, Jes�s! Es tal y como me hab�a
imaginado.


Para m� es m�s de lo que hab�a imaginado. �Sabes que la
chupas de puta madre! �Y seguro que tu culo agarra rico!


Es tu rabo el

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Relato: Ellos copulan: (02: La adelantada calidez...)
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