LA COMIDA VALENCIANA
Deb�a haber pasado al menos una hora desde que mi Ama hab�a
salido en busca de sus amigas cuando o� la puerta abrirse, las conversaciones
cruzadas de las chicas y el repiqueteo de algunos tacones en el suelo. Yo me
encontraba a cuatro patas en el suelo, debajo de la mesa, totalmente desnudo a
excepci�n de mi capucha y un collar cuya correa estaba sujeta a una de las
sillas. Mi capucha solo tenia una abertura, a la altura de la boca y atado a mi
pene ten�a un cascabel, de manera que cada vez que me moviera sonara.
Aquello era una despedida de soltera, y estaba de moda el meter un chico debajo
de la mesa y jugar con �l durante la cena, pero mi Ama hab�a pensado que pod�a
usarme a m� para ello, de manera que se ganar�a un dinero a mi costa. Con la
capucha puesta, nadie sabr�a quien era, pues yo conoc�a a casi todas las chicas
de esa cena.
El hecho es que las chicas se fueron sentando en sus sitios, pero con la
particularidad de que la chica que hab�a acudido en pantalones, deb�a
quit�rselos y quedarse en braguitas; menuda panor�mica deb�a haber desde mi
posici�n, y que en cambio, no pod�a disfrutar......pero esos hab�an sido los
designios de mi Ama y as� ten�an que cumplirse.
De repente sent� un tir�n de la correa que estaba unida a mi cuello; era la
se�al de que ten�a que empezar, as� que me acerqu� a las piernas que ten�a
enfrente, que no eran otras que las de mi Ama, y en honor a ella le bes� la
entrepierna delicadamente. A partir de ese momento fue todo una vor�gine de
sexos, una org�a de lamidas, un sinf�n de muslos explorados; pude catar sexos
peludos, sexos depiladitos, muslos gruesos y esponjosos, otros m�s delgaditos.
Mi lengua se iba hinchando poco a poco por el trabajo prolongado, mi boca se
llenaba de fluidos provocados por el placer y mis labios iban poco a poco
cort�ndose por la humedad.
Y todo aquello era por un juego, que consist�a en descubrir a quien estaba
favoreciendo con mi lengua en un determinado momento. Por las risas que
escuchaba cuando no ten�a la cara atrapada entre dos muslos, deb�an pasarlo en
grande, totalmente desinhibidas, seguramente por los efectos del alcohol.
Yo estaba bastante cachondo con el juego, ya que por sus voces sab�a en muchas
ocasiones a quien estaba lamiendo, y eso me daba mucho morbo; de las ocho chicas
que hab�a all� sentadas yo reconoc� a cinco, as� que no estaba mal. Adem�s, cada
vez que me trasladaba de un lugar a otro por debajo de la mesa, el cascabel que
llevaba anudado sonaba, con lo que una nueva ronda de risitas y excitaci�n
reinaba en la mesa. Yo no me mov�a con un orden, sino que al azar, y un poco al
tacto, iba metiendo mi cabeza entre aquellos muslos.
La verdad es que el vino les hab�a afectado bastante y estaban bastante
borrachas, por lo que no me extra�� cuando pas� lo siguiente; una de las chicas
dijo que ten�a que ir al aseo, pero mi Ama les propuso usarme a m� como retrete,
all�, a la vista de todas, y todas aplaudieron la noticia. As� que fui sacado de
debajo de la mesa y sentado en el suelo con la cabeza sobre una silla. Yo pod�a
sentir las miradas lascivas de aquellas chicas clav�ndose en mi cuerpo, m�s por
el morbo y el instinto desatado que por lo que de atractivo pudiera tener mi
cuerpo.
La chica que hab�a lanzado la piedra se acerc� a m�, se baj� las braguitas y me
proyect� su meada en la boca; yo sab�a que ten�a que abrirla y tragar lo m�ximo
posible, pues mi Ama ya me hab�a entrenado para ello. As� estuve el resto de la
cena, pues todas las chicas pasaron por aquel improvisado retrete, y alguna de
ellas m�s de una vez. Mi Ama me dec�a que as� no se me resecaba la garganta de
tanto lamer.
Una vez acabada la cena me hicieron tumbar en el sof� y se api�aron cinco de
ellas sobre m� para tomar el caf�, mientras las otra esperaron su turno para
hacerlo tambi�n. Antes de irse, ten�an un juego nuevo preparado; se trataba de
cronometrar qui�n era la chica que m�s r�pido se pod�a correr, y para ello me
tumbaron en el suelo, y una a una las chicas se fueron sentando en mi cara para
que las lamiese; no les pareci� eso suficiente, y entonces unas me aguantaron
las piernas en alto, y otras me azotaron las nalgas con fuerza, como tratando de
que pusiera el mayor empe�o en la lamida.
Fueron casi dos horas lamiendo y siendo azotado, con sexos restregados por mi
cara, mi cabeza aplastada contra el suelo, hasta que al final, reventadas,
decidieron irse; me qued� en la casa limpiando y fregando todo, ya sin la
m�scara, esperando que volviese mi Ama despu�s de la fiesta, pero cuando lo
hizo, ya de madrugada, no lleg� solo, sino con una de sus amigas, y me toc� otra
tanda de lamidas a las dos, hasta que por fin se quedaron dormidas.
Yo pude descansar un poco tambi�n, pero ese hab�a sido el primer d�a de mi nueva
sumisi�n.
exclav