La pre�ada
Mi marido llevaba seis meses sin poder conseguir un empleo,
de vez en cuando una que otra changa como para poder sobrevivir pero nada m�s, y
a veces, la gran mayor�a, ni eso. Deb�amos todo, no s�lo viejos res�menes de
tarjetas de cr�ditos sino tambi�n impuestos y alquileres. Todos los d�as si no
era uno, era otro, pero no faltaba nadie que no pasara a cobrar o enviar
intimidaciones de cualquier tipo.
De hecho nuestra vida matrimonial, con apenas un a�o encima,
era un desastre. Continuas peleas de todo tipo, por cualquier e insignificante
cosa; una pena total, lejos est�bamos de aquellos d�as felices donde sobraban
dicha, felicidad y deseo. Porque hasta el deseo se hab�a acabado entre nosotros,
llev�bamos casi dos mes sin tocarnos ni siquiera un pelo, y de esa �ltima hubo
una anterior donde qued� embarazada lo que asentu� m�s a�n nuestra crisis con
serias consecuencias, no s�lo era una continua catarata de reproches de uno al
otro, en donde �l aseguraba que toda la culpa era m�a porque no me cuidaba o
porque �l se nega a usar preservativos, cosa que menos ayudaba a vislumbrar una
salida.
La cosa pas�, una noticia semejante que hace feliz a
cualquiera en nuestro caso provoc� un alud de acontecimientos que poco a poco
fueron socavando nuestra pareja la cual, parec�a, condenada al fracazo total. Un
nuevo detalle apareci� entre nosotros, fue que mi joven marido, pues los dos
tenemos 25 a�os, comenz� a ahogar su frustraciones en el alcohol con lo cual las
calamidades se multiplicaron.
Llev�bamos tres d�as sin comer, ni siquiera un mendrugo de
pan, mi verg�enza era tal y las listas de favores pedidos era tan larga que ya
ni me animaba, siquiera, pedirle ayuda ni a mi mejor amiga. Mis padres demasiado
lejos, del otro lado del pa�s, mi hermano en el Sur aunque era el m�s cercano.
Esa noche, cerca de la medianoche, escuch� ruidos extra�os en el pasillo de
nuestro departamento, una voz desconocida que gritaba "�Puta pre�ada!" y luego
no dejaba de dar patadas en la puerta de entrada. Yo estaba recostada en el
sof�, recuerdo, en posici�n fetal para reducir los retorcijones que el hambre
provocaba en mi est�mago vac�o por completo y con un ser al que no pod�a ayudar.
Cuando junt� fuerza y coraje fu� a ver, en la oscuridad de
departamento ya que ni luz ten�amos, qui�n era el de los gritos; de pronto,
antes que tan s�lo tocara la puerta reconoc� la voz de mi esposo. Me apresur� a
abrir para verlo tirado, borracho, todo sucio en el pasillo; ah� estaba �l,
bebiendo, y yo sin siquiera un mendrugo de pan para comer. Intent� ayudarlo a
ponerse de pie, a toda costa quer�a evitar el esc�ndalo, pero nada. Lo �nico que
hac�a era gritarme "puta pre�ada" esto, "puta pre�ada" lo otro, "puta pre�ada"
aquello.
Harta, cansada, muerta de hambre, desauseada, desesperada lo
dej� ah�, tirado, volcando el vino de la caja que lo conten�a, grit�ndome una y
otra vez "puta pre�ada". Entr� en el departamento, buscando en la oscuridad di
con mi cartera y una vieja campera de jean que yo le hab�a regalado en los d�as
en que �ramos novios y lejos est�bamos de llegar a imaginarnos en una situaci�n
semejante, pas� por encima de �l y a trav�s de sus dos �nicas palabras; sin
esperar el ascensor baj� a la calle por la escalera.
El Vigilador que estaba en el hall de entrada quiso
preguntarme algo, pero lo �nico que yo quer�a era huir, irme lejos, bien lejos
de aquellos gritos lastimosos que bajaban, pelda�o a pelda�o, por las escaleras.
Afuera, ya en la vereda, estaba fr�o; me puse la campera por encima de los
hombros y sin mirar atr�s me perd� en la noche.
Recuerdo que estaba cerca de la terminal, cada tanto sent�a
terribles retorcijones en mi est�mago que me masajeaba a�n cuando sab�a que todo
eso era in�til pues lo que necesitaba era comida. La gente pasaba a la par m�a
indiferente, encerrados en su mundo, orbitando en su universo sin siquiera
mirarme. Lloraba, en silencio, de rabia, de impotencia, de dolor, de frustraci�n
caminando sin rumbo, sin tener la menor idea qu� hacer hasta que o� aquella voz
pregunt�ndome c�mo me llamaba; no estaba para levantes, si bien tengo mis formas
y soy agradable a la vista esa noche no.
Pero no se rindi�, el tipo se puso a la par m�a e insist�a en
sacarme alguna palabra, hac�a m�s fr�o de lo que imaginaba o yo lo sent�a as�.
Sonriendo el tipo me pregunt�, sin vestigio de verg�enza, cu�nto cobraba. Me
par� en seco, lo mir� con un odio despreciable, una l�grima rodaba en mi
mejilla; el tipo, con su �ndice doblado en gancho me la sec�. E insisti� en
saber cu�nto cobraba.
Esa noche no s�lo llevaba una campera de jean sino tambi�n
una solera muy corta, que apenas ca�a sobre mis piernas, y sandalias. Vest�a
as�, en una noche fr�a, llena de estrellas y un hambre doloroso; el tipo me
miraba, sonriendo. S�lo pude decirle que no me dedicaba a eso, para continuar mi
camino, tal vez di dos o tres pasos en la que solt� una cifra con la cual pod�a
comprarme m�s de cincuenta kilo de pan de una sola vez. Me volv� para mirarlo,
el tipo interpret� mi gesto como que se hab�a quedado corto con el precio,
mejor� a oferta pero a cambio de ese dinero ten�a que ser, s�lo, anal.
Un culo virgen a cambio de setenta kilos de pan.
Me hab�a desvirgado mi marido, pero nunca intent� hac�rmelo
anal porque lo consideraba una aberraci�n antinatural, y yo como sab�a que era
doloroso prefer� que nunca lo hiciera, pero esa vez, parada en la vereda,
hambreada, con el viento fr�o col�ndose entre mis piernas cosa que hizo que se
me levantara el vestido y as� el tipo viera mi tanga blanca no estaba para
ciertas consideraciones. Al ver mi ropa interior sonri�, luego dijo que si yo
dec�a no ser puta me vest�a y comportaba igual que una de ellas.
El tipo era pelado, cuarent�n, con una enorme barriga que le
ca�a como chorreando sobre el cintur�n de su pantal�n. Mi est�mago me oblig� a
tomar una decisi�n, en medio de un tremeno retorcij�n demandante le dije s�, que
aceptaba ir con �l pero que no ten�a lugar. Que no me hiciera problemas, me dijo
acerc�ndose a m�, me abraz� pero sin cari�o, lo suficiente para meter su mano
bajo mi corto vestido y apretar una de mis nalgas, correr la tanga, urgar con
sus dedos en la raya del culo hasta llegar a mi virginal agujero apretado.
"Se ve que es muy concurrido" me dijo sonriendo, tratando de
meterme uno o dos dedos. No iba a confesarme con �l, a pesar del dolor lo dej�
hacer, no fuera a ser que se ofendiera y se marchara; necesitaba ese dinero. Sin
dejar de abrazarme fuimos a donde ten�a su veh�culo, una camioneta estacionada a
la vuelta, seg�n dijo. Pod�a sentir en el olor de su campera a mi marido
gritarme "puta pre�ada" de nuevo, quise huir pero nunca tuve ni siquiera ese
gesto, pues, el tipo caminaba a la par m�a, metindo su mano por debajo del
vestido para hundirla luego en la tanga y apretarme una u otra de mis nalgas con
desesperaci�n en tanto promet�a ensa�arme lo que era bueno.
Llegamos hasta su veh�culo, estaba estacionada debajo de un
�rbol, sin farolas que la iluminaran, escuch� que me indicaba que subiera por la
puerta del lado del volante, si iba a arrepentirme era ah� o nunca. Si fu� a
hacerlo no tuve tiempo, de pronto, cuando a�n no mov�a mi pie me estrech� contra
�l y de inmediato me oblig� a agacharme en tanto, casi con desesperaci�n, sacaba
una peque�a erecci�n algo gruesa, aunque corta. La tom� con una de mis manos y
me la llev� a la boca, que era lo que quer�a por cierto; la situaci�n era algo
rid�cula porque sus manos me sosten�an mi cabeza para imponerme un ritmo a mis
movimientos, en tanto mi frente se daba de lleno con su colgante panza, por lo
tanto no era mucho lo que pod�a hacer.
Cada tanto yo dejaba de chupar para mirar si no ven�a
alguien, pero �l de inmediato me obligaba, una y otra vez, a volver sobre su
sexo ahora s� bien erecto. Cuando cre� que iba a terminar en mi boca hizo que me
parara, luego me oblig� recostarme sobre el asiento de la camioneta, parada en
al puerta a�n abierta, me levant� el vestido, corri� mi tanga y no sin
dificultad comenz� a sodomizarme. Como dije, su tama�o era corto y tambi�n
grueso, sin ning�n tipo de lubricaci�n sent�a como iba entrando en m�,
desgarrando la resistencia de mi esfinter hasta quedar bien calzado en mi recto
para despu�s comenzar a moverse con desenfreno en tanto no dejaba de preguntarme
si aquel abominable tormento, en el cual ten�a que morderme los nudillos de una
de mis manos para no gritar, me gustaba una y otra vez.
Con un dolor desesperante, al borde del llanto, perd� aquella
�ltima virginidad. Se le pod�a reprochar muchas cosas pero no que no sab�a lo
que hac�a, pues cuando estaba muy cerca de eyacular, se deten�a, sin salirse de
m�, dejando as� pasar ese momento cercano a la c�spide para moverse, de nuevo,
de menor a mayor con furia. Para entonces ya me ten�a bien calzada, a pesar de
su barriga estaba empalada hasta sus pelos. En un momento hizo que, sin salirse
nunca, me enderezara y as�, arqueando mi cintura, me abraz� por la espalda para
masajearme las tetas, primero por arriba de mi vestido, despu�s por debajo con
lo cual se vio obligado a subirmelo hasta arriba.
Yo arqueaba m�s mi cintura, en tanto �l pelliscaba mis
pezones endurecidos, desde hac�a rato, primero por el fr�o luego por esto.
Despu�s, una de sus manos, bajaron y con los dedos comenz� a masajearme el
cl�toris, primero con cierta torpeza pero despu�s con mucha habilidad lo cual
hizo que yo tambi�n comenzara a disfrutarlo. De tanto repetir el mismo ejercicio
ya no pod�a controlar m�s su inminente eyaculaci�n, me d� cuenta que el momento
final llegaba no s�lo por sus bramidos y la intensidad de las penetraciones sino
por el palpitar de su sexo; dej� de jugar con mis tetas y cl�toris para
aferrarse a mi cadera con ambas manos. Los hombres, como se sabe, son f�ciles de
enga�ar, entonces yo me mov� apenas para sac�rme su erecci�n y de ese modo
evitar que se enlechara dentro m�o, cosa que me ten�a aterrada, pero a la vez
buscaba mantenerlo contento por lo tanto, en un rapid�simo movimiento, atrap�
entre mis piernas su dur�simo sexo. Su glande se estregaba en mi cl�toris de ida
y vuelta, estaba tan excitada que no pude evitar tener mi orgasmo en tanto me
dec�a, entrecortado, que se notaba que me gustaba como me lo estaba haciendo
cosa que tuve que reconocer, claro.
La intensidad de sus movimientos me anunciaron su cercano
final, primero lo escuch� gru�ir en mi nuca y luego s�, chorros de esperma
enchastrarme entre mis labios vaginales, mi cl�toris, mis pelos. Yo apretaba m�s
que nunca mis piernas sin soltar mi presa para no delatarme, pero el tipo s�lo
quer�a vaciarse y eso hizo. A�n goteaba cuando hice la parodia de sacarlo de
adentro m�o, en tanto las partes internas de mis piernas comenzaban a chorrearme
su leche, de inmediato me acomod� la tanga de nuevo en su lugar por debajo de mi
vestido ante su atenta mirada; me sonri�, luego me pag�, cosa a una verdadera
puta no se hubiera arriesgado sin cobrarle antes. Pero el tipo estaba tan
contento que ni lo dud�, a pesar de todo yo sent�a el escozor de mi culo
ardiente, desgarrado pero m�s fuerte era el hambre; apenas sino despedimos antes
de que cada uno tomara su camino.
Aprovechando la penumbra, despu�s que nos alej�ramos y yo
quedara sola, busqu� en mi cartera unos pa�uelos de papel que utilic� para
limpiarme en una oscura arcada de cierta casa. Mientras me limpiaba ca� a cuenta
que era el primer esperma ajeno a mi marido el que tocaba, como si lo acariciara
lo estregu� entre mis dedos en tanto lo miraba, incr�dula, luego me baj� un poco
la tanga para limpiarme mejor y as� descubrir que las manchas m�s espesas
estaban en ella; como pude saqu� cuanto hab�a antes de ir de una vez por todas a
buscar un lugar donde comer hasta hartarme...