Un joven, residente lejos de la finca familiar, recibe,a la muerte de su padre,la herencia entre la que figuran, en calidad de esclavas, las mujeres de su familia. Se le ense�a para qu� sirven.
Ya la tienes acostumbrada a aceptar como le tocas las nalgas y a arrodillarse delante tuyo, con la puerta del despacho cerrada... Lo �ltimo que le hiceste hacer, fuer entrar contigo al lavabo y tocarse mientras tu hacias chis...., notaste que se excita y la pusiste de rodillas a lamer las �ltimas gotas.
En otras ocasiones las manos de Kharlo te dan unas suaves caricias, alejando cualquier m�nima sensaci�n de rudeza; sus manos se entretienen, haciendote sentir una sumisa adorando esos dedos en tus pies, te mulle las yemas, se entretiene en recorrerte la planta de tu pie y el empeine con sutil delicadeza.
Esa ni�a bien, la consentida de sus papas, se queda a solas, siente plenamente como una mujer y en su noches desveladas... se encuentra con sus m�s �ntimos deseos y pensamientos fluyendo libres y con atropello, en la oscuridad repasa los momentos y lo que siente, algo que no deja de crecer entre las pareces de su cabecita y que enmarca su habitaci�n, acaba desbordandose en su concha impregnado de flujos sus deditos y colmando sus deseos.Preparando la entrega de su compa�era de oficina, la hija �nica del socio de su padre.