Relato: C�RCEL DE MUJERES



Relato: C�RCEL DE MUJERES



�Bienvenida a tu nuevo hogar, Mart�nez �me dijo uno de los dos guardias que me custodiaban palme�ndome el gl�teo derecho. �Pronto te daremos un recibimiento apropiado, ricura.
Dicho esto me empujaron dentro de la celda. All� hab�a otras dos mujeres, una era tremendamente gorda, de piel morena y origen latino como el m�o. Hed�a a sudor rancio y usaba una especie de franela fuertemente atada en la frente. La otra era una mujer de cabello negro, mucho m�s joven y atractiva que la gorda, pero de mirada s�dica.
��Uy! �dijo la mujer obesa acerc�ndoseme� �A quien tenemos aqu�?
�Me� me llamo Jessica Mart�nez �respond�. La gorda me quit� la caja de las manos y la lanz� al suelo despilfarrando mis posesiones por la estrecha celda, la cual ten�a dos camastros tipo camarote con cuatro catres y un excusado pestilente.
�A m� me dicen la Reina, y m�s te vale que aprendas a tratarme como tal. No en vano me gan� ese pinche apodo. �Comprendes, primor? �dijo extrayendo una afilada navaja de su cinto y acorral�ndome contra las rejas. Las otras reclusas en celdas contiguas empezaron a hacer ruidos soeces como enardecidas por lo que estaba por suceder. Era natural ese destino para una mujer rubia, joven y bonita como yo que llegaba a un centro penal, eso lo sab�a bien.
Minutos antes hab�a llegado a aquel presidio y hab�a llamado la atenci�n de las presas recluidas en las celdas que franqueaban el pasillo, mientras lo recorr�a cargando una caja con mis pocos bienes y escoltada por dos guardias. Las reas gritaban improperios y dec�an vulgaridades al verme pasar, describiendo los abusos a los que me someter�an y elogiando mis atributos f�sicos. Sacaban sus manos por entre los barrotes pretendiendo aferrarme y amenazaban con someterme a toda clase de bajezas sexuales.
Reina me coloc� la navaja en el cuello con su mano derecha y me apret� el pecho con la izquierda.
��Qu� quiere de m�?
�Que obedezcas. A las desobedientes les va muy mal. Sufren mucho dolor. �Entendido, mu�equita?
�S�
Recib� un duro bofet�n.
��S�, se�ora! �Dime se�ora en todo momento!
�S�, se�ora�
�Bien. Qu�tate la ropa. �YA!
Se separ� de m� y cumpl� sus �rdenes desnudando mi cuerpo hasta quedar en ropa interior, pero mediante gestos me hizo ver que esto no bastaba y, con rostro compungido por la humillaci�n y la incomodidad, me desnud� completamente.
�Est�s muy buena, ricura. �Por qu� te encerraron?
�Por qu� mat� al hombre que me viol� �confes�.
��UY! Que mala pata� Yo estoy aqu� por triple asesinato. Mat� a mi esposo y a su amante cuando los encontr�. Pero a ella la tortur� antes. Y luego mat� a mi beb� para que no creciera sin padres. �Te das cuenta de lo que soy capaz de hacer?
�S�, se�ora.
�Bien, primor. Me gusta que seas lista, me ahorras tener que lastimarte un poco antes para doblegarte como a veces sucede. Ahora �dijo desabroch�ndose el pantal�n y sent�ndose en el camarote� ven y ch�pamela la vagina. Y m�s te vale que uses mucho la lengua porque si no me vengo, te corto el rostro. �Entendido?
�S�, se�ora �dije tragando saliva por el asco y arrodill�ndome a sus pies. Me inclin� y proced� a hacerle el solicitado sexo oral en su apestosa y sudorosa vagina que ten�a probablemente meses de no lavarse bien. Ol�a a rayos y sab�a a�n peor, pero aunque me ve presa de las n�useas, le introduje bien la lengua y le chupete� el cl�toris hasta hacerla venirse.
��Bien �dijo embriagada de gozo� muy bien! Lo haces excelentemente. Ahora acu�state, que mi fiel perra Miranda sin duda querr� cogerte.
Y en efecto, la otra mujer que tambi�n serv�a como esclava sexual de Reina, pero que era tan perversa como ella, se desnud� y se coloc� sobre m� donde me chup� los pechos y me oblig� a chupar los de ella. Hizo lo mismo con mi vagina y con la de ella, y luego me introdujo dolorosamente los dedos mientras se masturbaba hasta finalmente alcanzar el orgasmo. Y as� inici� el c�rculo del horror. Durante la noche sufr� los avances er�ticos de Reina una vez m�s, aunque esta vez se content� con colocarse sobre m� y hacerme de todo. Recorrer mi cuerpo con su �spera lengua y finalmente meterme un consolador en la vagina y otro en el ano por puro morbo s�dico.

As� comenz� mi vida en la c�rcel de mujeres Goodshepard, en Texas, Estados Unidos. Observaba por la ventana del centro penitenciario el cielo gris y nebuloso sobre aquel t�trico edificio que databa de principios de siglo y que parec�a una m�rbida fortaleza. Era como un macabro mausoleo donde se resguardaban los cad�veres de esperanzas y sue�os rotos de muchas mujeres. Luego descubrir�a la clase de infierno que era ese espantoso sitio en donde padec� las peores y m�s salvajes vejaciones.
Goodshepard se encontraba muy alejado de los centros urbanos m�s cercanos. Escapar resultaba realmente muy dif�cil pues, a la fugitiva, le tocar�a recorrer muchas hect�reas de campi�a inh�spita.
La ma�ana lleg� y fui a las duchas donde innumerables reclusas se ba�aban desnudas y los actos l�sbicos eran muy comunes. Despu�s de pedirle permiso a Reina, una negra dominicana de aspecto larguirucho y feo se me acerc� jab�n en mano y me orden� que le enjabonara todo el cuerpo. Cuando estaba de rodillas sobre el suelo enjabon�ndole el �rea genital coloc� su mano en la parte de atr�s de mi cabeza y sus intenciones resultaban evidentes. Cumpl� su cometido y le proporcion� otro sexo oral pero, para mi desgracia, cinco reclusas m�s hicieron fila detr�s de ella esperando su turno.
Escenas as� se repetir�an casi todos los d�as. En el desayuno fui obligada a vestirme provocativamente ajustando mi uniforme penitenciario y amarrando las faldas en el frente. Convertida en una vil esclava sexual de la pandilla latina liderada por Reina, me correspond�a hacer fila para llevarles la comida a mis amas, y luego me sentaban en su regazo como una esclava m�s.
��Oye! �Reina! �le dijo una mujer cauc�sica de la pandilla blanca acerc�ndosele mientras me encontraba sentada en las piernas de la jefa. �Est� muy buena tu nueva presa. �Cu�nto por ella?
Aunque soy rubia, no dejo de ser latina. Pero quiz�s esa caracter�stica llam� la atenci�n de la gringa.
�Una cajetilla de cigarros y es tuya por hoy �dijo Reina y aquella mujer blanca le pareci� buen trato. �Si se porta mal y no te obedece av�same para darle una lecci�n.
��Ya le dieron la Bienvenida? �pregunt� la gringa.
�A�n no. Pero no deben de tardar en hacerlo.
Sin m�s tr�mite, la mujer blanca me llev� a su celda y me someti� a toda clase de abusos sexuales.

Me encontraba, sin embargo, curiosa respecto a aquella tal �bienvenida� de la que hablaban, pero no tardar�a en saber que era.
Pasaron tres d�as, durante los cuales las latinas y su extensa clientela de blancas y negras disfrutaban de mi cuerpo sin miramientos. Al cuarto d�a de mi cautiverio los guardias llegaron a buscarme a mi celda a medianoche.
��Te van a dar la bienvenida! �dijo Miranda� te recomiendo que seas sumisa � te va a ir mal.
Dos guardias me llevaron hasta el s�tano de la prisi�n donde, extra�amente, hab�a varias camas, una mesa de pool y una especie de improvisada barra de bar. All� estaba tambi�n el alcaide de la prisi�n, el Sr. Wilson.
�As� que esta es la nueva de la que hablaron �dijo sonriente. Era un tipo gordo y de poblado bigote� �No mintieron al describir su belleza!
�Muy bien, chica �dijo un guardia, apellidado Smith, que parec�a un desagradable gorila� vamos a hacerte� un examen rectal.
Dicho esto comenzaron a re�rse.
�Toma estas pastillas �me dijo uno de los guardias, Johnson, el m�s escu�lido y de baja estatura de todos� y de ahora en adelante t�malas todos los d�as.
��Qu� son?
�Anticonceptivos.
��Para qu�?
�Pronto lo sabr�s �dijo. Smith me coloc� las manos sobre la mesa de pool y, con la excusa de registrarme, empez� a manosear cada cent�metro de mi cuerpo, enfoc�ndose particularmente en mis pechos, gl�teos y genitales. Mientras lo hac�a, Wilson y Johnson se re�an.
�No estoy seguro a�n �dijo sonriente� mejor una segunda opini�n.
Johnson hizo lo mismo con mi cuerpo.
�Yo tampoco estoy seguro, mejor qu�tate la ropa.
En cuanto me vieron titubear pude ver que preparaban las macanas y las pistolas el�ctricas, as� que obedec�. Tras esto, Wilson revis� mis cavidades con sus dedos y dijo mientras se desabrochaba el pantal�n:
�No tiene nada en el culo, pero pronto lo tendr�
Y dicho esto me viol� dolorosamente penetr�ndome por el ano. Grit� de dolor y me desplom� sobre la mesa de billar derramando amargas l�grimas. En cuanto termin� y replet� mi recto de su semen, le sigui� Smith y luego Johnson.
Una vez reanudadas las energ�as, Smith me coloc� de rodillas y me abri� la boca para, inmediatamente despu�s, meterme su pene en ella.
�Si me lastimas lo pr�ximo que tendr�s en la boca es mi macana quebr�ndote los dientes.
Tuve cuidado y chup� su verga lo mejor que pude hasta que el torrente de esperma entrando por mi garganta me hizo saber que hab�a hecho una buena labor. Tras �l siguieron Wilson y Johnson.

Regres� en la ma�ana tras este periodo de abuso. Descubr� que esta pr�ctica era com�n y que el alcaide le pagaba a Reina con algunos privilegios por las chicas que les �domaba�. Aunque en mi caso, y por mi naturaleza pasiva, no era una tarea dif�cil. En cuanto me lanzaron dentro de la celda le sonrieron a Miranda quien correspondi� el gesto.
��Qu� tal si ma�ana te damos una tandeada, zorra? �le dijeron y Miranda asinti� contenta.
En efecto, Miranda y otras reclusas serviles y atractivas eran las que satisfac�an con mayor frecuencia a los guardias y recib�an toda clase de beneficios como, por ejemplo, no tener que realizar los trabajos forzados. Cada fin de semana nos sub�an a un lastimero autob�s con ventanas enrejadas y nos llevaban a cavar zanjas con picos y palas. Zanjas donde eventualmente crear�an una carretera. Era una labor ardua y extenuante, bajo el ardiente sol. Todas sud�bamos copiosamente y �ramos fustigadas por los rayos solares mientras realiz�bamos aquella agotadora y tediosa tarea empapando nuestras blusas de humedad. Esto parec�a excitar a los guardias que nos custodiaban con sus escopetas.
S�lo dos mujeres no realizaban esa labor. Una era Miranda y la otra la rubia gringa que me hab�a �alquilado� por una cajetilla de cigarros llamada Karla. Ambas estaban exentas del trabajo porque se acostaban con los guardias � se las chupaban mientras nosotros trabaj�bamos.
�T� �me dijo uno de los custodios� ven conmigo.
Me detuve de mi labor escarbando tierra y limpi� el sudor de mi frente. El tipo se me acerc� y me desencaden� del resto �en su mayor�a mujeres curtidas y de rostros ajados por la dura vida carcelaria� y me llev� hasta detr�s de unos matorrales donde me someti� a todo lo que su perversa mente se le ocurri�.
Algunos d�as despu�s lleg� una nueva reclusa llamada Margarita, latina tambi�n. La asignaron a la misma celda saturada donde dorm�amos Reina, Miranda y yo. Era una muchacha muy joven, de 18 a�os, de complexi�n delgada y baja estatura. Muy vulnerable. Hab�a sido sentenciada por tr�fico de drogas pero hab�a tenido una vida infernal. Abusada por su padre desde que ten�a cinco � seis a�os, siempre mostr� comportamiento violento y termin� en los reformatorios donde tuve que aprender a defenderse agresivamente. Esto la hac�a particularmente rebelde, para su desgracia.
Reina pretendi� imitar el ritual que hizo conmigo y se le acerc� para forzarla a hacer sexo oral. Yo misma sab�a lo que asqueroso que era eso y sab�a tambi�n lo que era chupar las vaginas de decenas de mujeres diferentes desde que hab�a llegado a ese hoyo repugnante. Pero Margarita no pensaba hacerlo y por respuesta escupi� a Reina y le dio un golpe� craso error�
Reina, enfurecida, le cort� la mejilla derecha y comenz� a golpearla. Miranda le ayud� sosteniendo a la muchacha. Entre las dos le arrancaron la ropa y la colocaron sobre el piso, Miranda sosteni�ndole los brazos, y entonces Reina la viol� con el consolador durante largo rato, y luego le cort� un pez�n.
Margarita fue llevada a la cl�nica donde recibi� mediocres y desde�osos cuidados, para luego regresar a la poblaci�n penal. Como no contaba con la protecci�n de Reina, era un pedazo de carne libre para ser usado por todas las reclusas; blancas, negras, latinas y asi�ticas, quienes la somet�an a toda clase de bajezas y vejaciones. En las duchas terminaba siendo abusada por diez � doce a la vez.
Esto me conmovi� e intent� hacerme amiga de Margarita y juntas nos brindamos algo de consuelo�
Los oficiales nos llevaban con mucha frecuencia al s�tano para disfrutar de nuestros cuerpos. Pude ver todo lo que le hac�an tanto a Miranda como a Karla, aunque no distaba mucho de lo que me hac�an a m�. Miranda hab�a sido prostituta antes de estar en prisi�n, condenada por complicidad, ya que era la amante de un jefe mafioso de bajo rango y hab�a visto a su enamorado cometer muchos delitos sin denunciarlo. Curtida por esta vida, Miranda satisfac�a todas las necesidades de los carceleros. Su boca, su ano y su vagina estaban siempre dispuestas a hacerles gozar frugalmente.
Karla ten�a una historia a�n m�s t�trica. Era la atractiva l�der de la pandilla aria, la de mujeres anglosajonas. Hab�a ayudado a su novio en conseguir muchachas adolescentes a quienes luego violaban, torturaban y mataban entre los dos. Ya en prisi�n continuaba con sus desagradables costumbres psic�patas aunque, por fortuna para m�, s�lo con las infortunadas �perras� de la pandilla aria.
Las perras �ramos la m�s baja jerarqu�a en la sociedad penitenciaria y deb�amos complacer sexualmente tanto a otras reclusas como a los celadores. Casi siempre �ramos las mujeres m�s j�venes, d�biles y bonitas las que termin�bamos en ese lastimero rol, como era el caso de Anika, una mujer negra muy joven que era una de las perras de la pandilla negra y que tambi�n sol�a complacer sumisamente a los carceleros, dejando que su abultado trasero de negra fuera constantemente penetrado por los lascivos sujetos � satisfaci�ndolos con sus carnosos labios.
Pero Margarita era diferente. Margarita fue llevada al s�tano para la �bienvenida� que nos daban a todas, y se neg� a desvestirse. Adem�s, tom� los anticonceptivos y se los tir� en la cara a Wilson quien agarr� su pistola el�ctrica y le proporcion� un choque brutal de varios voltios que la sumi� en convulsiones sobre el piso. Luego le arrancaron la ropa y la violaron analmente. Tras esto, la golpearon con sus macanas, la violaron de nuevo, le propinaron una nueva paliza y luego la ultrajaron vaginalmente con un taco de pool. Tras esto, le metieron una macana en el recto y otra en la vagina, le esposaron las manos y la dejaron as�, sobre el suelo, toda la noche.
A la ma�ana siguiente la llevaron a la cl�nica, pero apenas para que no muriera, tras lo cual la llevaron de nuevo �y esposada� al s�tano y la colocaron desnuda sobre la mesa de pool para que todos los celadores (que en total eran como treinta) la violaran durante toda la noche. Casi muerta, le dieron atenci�n m�dica de nuevo y finalmente la lanzaron a su celda.
Pero a�n esto no doblegaba a Margarita. Continu� acerc�ndome a ella. Cada vez me sent�a m�s vinculada a aquella pobre y atormentada criatura�

Wilson y su personal se dieron cuenta r�pidamente que pod�an ganar buen dinero con nosotras y una vez al mes nos vest�an bien y nos perfumaban para llevarnos �sin descuidar las medidas de seguridad� a una mansi�n propiedad del estado. All� llegaban muchos clientes de alta sociedad que pagaban exorbitantes sumas por nosotras, pagando por un sexo oral, una hora de sexo � toda la noche.
Los clientes, en general, eran fetichistas y gustaban de disfrazarnos de vaqueras, colegialas � sadomasoquistas y perpetrar en nuestros cuerpos sus bajas fantas�as. Recuerdo uno en particular que le encantaba verme disfrazada de adolescente y me violaba pidi�ndome que lo llamara �papi�. Este tipo, era el gobernador mismo del Estado como despu�s supe. Tambi�n llegaban el arzobispo, el jefe de polic�a y varios senadores. Por cierto que al arzobispo le encantaba torturar de manera sadomasoquista a las mujeres y que al jefe de polic�a le fascinaba vernos sumidas en shows l�sbicos por lo que pagaban generosamente. Eran personas acaudaladas que pod�an costear aquello, aunque todo el dinero iba al bolsillo de Wilson y su gente.
Pero Margarita segu�a reacia a obedecer. Como no tomaba pastillas anticonceptivas �y los carceleros no quer�an que ninguna de nosotras se embarazara� giraron la orden de que s�lo pod�an violarla por el ano. Y cuando reaccion� con ira ante los avances del gordinfl�n gobernador, apost�ndole una cachetada en el rostro �y recibiendo un doloroso culatazo de escopeta por parte de los custodios� agot� la paciencia de Wilson.
El lunes el alcaide anunci� a la poblaci�n penitenciaria que nos reducir�an la comida a una vez al d�a y que suspender�an todos nuestros privilegios de visitas y llamadas, y que pod�amos agradecer a Margarita y su rebeld�a por aquello.
Reina estaba bajo una presi�n particularmente fuerte, ya que le correspond�a domar a las perras para el personal carcelario. La venganza de no se hizo esperar.
Primero, Margarita sufri� del acoso constante de las otras pandillas. Le dieron una paliza en las duchas que casi la mata, le tiraban la bandeja de comida cuando intentaba alimentarse en el comedor y la obligaron a comer en el suelo despu�s de pisarle y escupirle el alimento, le met�an la cabeza en los excusados sucios y cosas por el estilo.
Pero lo peor estaba por venir. Reina y sus chicas �entre ellas la negra dominicana y Miranda� llevaron a Margarita a un �rea oscura y solitaria de la prisi�n detr�s de la cocina. Le ataron las manos con una cuerda y la desnudaron. Adem�s de una terrible tunda de golpes le metieron por el ano el mango de un cuchillo de cocina mientras la infortunada muchacha exclamaba estridentes alaridos ahogados por la mordaza improvisada con una toalla. Luego la violaron por la vagina con una botella, el mango de un sart�n y finalmente un palo de escoba.
��Eso es para que aprendas a obedecer, hija de puta! �le dijo Reina y la dejaron as�, con la escoba insertada, toda la noche.

El trato recibido por Margarita dio resultado, y tras recuperarse de sus heridas un mes despu�s y ser dada de alta de la cl�nica, parec�a la m�s sumisa corderita. Obedec�a a los guardias en todo lo que le dec�an, pero estos segu�an penetr�ndolo exclusivamente por el ano.
�Por favor� �suplic� a Smith mientras �ste abusaba de ella contra la pared de la cocina� har� lo que ustedes dicen. Tomar� los anticonceptivos, pero dejen de met�rmela por el culo� se los ruego�
�Muy tarde, perra. Eso debiste pensarlo antes. Aunque tomes las pastillas ya no dejaremos de hac�rtelo por el culo �Jmmm! �gimi� meti�ndosela m�s adentro y Margarita gimi�.
Trat� de apoyarla. De darle consuelo. Hasta de hablar con Wilson y dem�s celadores para que le retiraran el castigo anal, pero s�lo consegu� que amenazaran en proporcionarle la misma exclusividad a mi recto si no me callaba y segu�a chupando.
No obstante, mis esfuerzos por animarla fueron vanos. Margarita no pod�a soportar aquella existencia miserable, y se suicid� dos semanas despu�s.

Alguna vez fui una exitosa abogada defensora que ganaba mucho dinero. Recuerdo esa distante existencia como si fuera otra vida. Era tan diestra como abogada que hab�a salvado de la c�rcel a muchos asesinos, violadores, abusadores de ni�os y dem�s escorias.
Gustavo Rodr�guez no ten�a nada de diferente. Hab�a violado a doce ni�as, adolescentes y mujeres j�venes de entre diez y veinte a�os con gran brutalidad. La polic�a lo ten�a fichado y buscaba deshacerse de �l y sentenciarlo a muerte, pero lo defend� estoicamente. Logr� ver diversos errores en la forma en que fue arrestado y procesado, por lo que presente mociones para desestimar la evidencia ante el juez. Los padres de las v�ctimas se me acercaban para reclamarme. ��C�mo puede poner a un monstruo como ese de nuevo en la calle?� preguntaban. ��No tiene usted decencia?� me dec�an. Incluso uno de los padres me escupi� en media corte.
�Si yo fuera usted no me esforzar�a demasiado en liberarlo �me dijo el fiscal� puede que quiera visitarla para agradecerle.
Mis esfuerzos por desestimar evidencia resultaron, pero las palabras del fiscal fueron prof�ticas. Rodr�guez lleg� a mi casa la noche siguiente a su liberaci�n, se introdujo silenciosamente por la ventana y entr� a mi cuarto mientras yo dorm�a. Y me viol�.
Como yo acababa de sacarlo de prisi�n, y adem�s �l hab�a sido lo suficientemente listo como para violarme con un cond�n, era mi palabra contra la de �l, as� que lo visit� en su casa dos d�as despu�s y lo enca�on� con un rev�lver. Lo at� a la mesa de la cocina y lo castr� con un cuchillo afilado, luego le abr� el abdomen y le saqu� las tripas y, mientras gritaba a�n, tom� un embudo que le puse en la boca y le derram� aceite hirviente por la garganta.
Pero, naturalmente, sus estert�reos alaridos llamaron la atenci�n de los vecinos y la polic�a me encontr� mientras el cuerpo todav�a estaba convulsion�ndose ag�nicamente. Rodr�guez muri� camino al hospital y yo termin� en prisi�n, ir�nicamente, para ser violada todos los d�as.
No era que no recibi�ramos visitas, esto era com�n. Yo misma recib�a visitas de mis padres y hasta del aquel fiscal que vaticin� mi fat�dico destino. Me sent� tentada a decirles lo que pasaba, pero un evento particular me disuadi�.
La negra Anika recib�a las visitas de su novio quien estaba en libertad condicional. Mientras que en las mesas de la sala de visitantes resultaba imposible hablar libremente porque nuestras conversaciones eran monitoreadas, en los aposentos donde suced�an las visitas conyugales hab�a m�s privacidad. Anika y su novio ten�an sexo all� con frecuencia y ella aprovech� para comentarle los horrores y atrocidades que suced�an all�.
El indignado muchacho acudi�, incautamente, a las autoridades. Pero el gobernador y el jefe de polic�a estaban involucrados en aquello y pronto la noticia de que se hab�a filtrado informaci�n lleg� a o�dos de Wilson y sus compinches. La suerte estaba echada y Anika sentenciada.
Para dar el ejemplo, llegaron en la noche. As� todos pod�amos escuchar lo que pasar�a. Abrieron la celda donde Anika se encontraba sola. Ella, sabiendo que aquello era inusual, clam� por auxilio in�tilmente y suplic� perd�n. Smith, Johnson y otros dos guardias m�s tomaron sus macanas y comenzaron a golpearla. Luego le esposaron las manos a la espalda, la desnudaron y la violaron, para despu�s continuar con la paliza.la sometieron a terribles torturas, la quemaron con cigarrillos, la electrocutaron con sus pistolas el�ctricas, le clavaron agujas en las u�as, etc. La muchacha chillaba de dolor y rogaba que no la lastimaran m�s. Los golpes eran tan contundentes que le rompieron los dientes y la nariz y le fracturaron dos costillas, la clav�cula y un f�mur.
Sus alaridos a�n hoy me atormentan. Trataba de cubrirme los o�dos con la almohada para no escuchar aquello tan horrible. Incluso creo que Reina estaba afectada.
Tras esto la arrastraron fuera de su celda dejando una estela de sangre por donde pas� su cuerpo. La llevaron hasta lo profundo de la monta�a. All� la violaron por �ltima vez.
�Voy a extra�ar tu culo, negra sucia �le dijo Smith mientras eyaculaba en su ano. Dicen que Anika simplemente gir� su rostro para verlo de frente (aunque uno de sus ojos estaba cerrado a golpes) y le lanz� un escupitajo mezclado de saliva y sangre.
Anika sab�a que iba a morir. Cuando terminaron de violarla cavaron una tumba y le dispararon a la cabeza. Su cuerpo desnudo se desplom� sobre el suelo como un saco de basura y lo cubrieron con tierra olvid�ndola para siempre. Varias mujeres estaban enterradas en aquel rec�ndito cementerio improvisado.

El tiempo pas�.
Karla Homolka, la l�der de la pandilla aria, segu�a atormentando a las infortunadas cauc�sicas j�venes y atractivas que llegaban a la prisi�n y que pasaban autom�ticamente a estar bajo su autoridad. Gustaba de abusar sexualmente de ellas mientras las torturaba. La l�der de la pandilla negra, una gigantesca gorda, no pareci� extra�ar a la ya fallecida Anika cuyo nombre pronto se olvid�. Reina sigui� siendo l�der de la pandilla latina hasta que una de sus enemigas la asesin� en las duchas por sorpresa y tom� el poder. Se trataba de Miranda.
Yo estaba condenada a cadena perpetua y no pod�a esperar ninguna mejor�a en mi vida. Por los a�os venideros y el resto de mi juventud, me corresponder�a seguir satisfaciendo sexualmente a los guardias, al alcaide �quien gustaba de llamarme a su oficina con frecuencia y hacerme de todo sobre el escritorio� y a mis compa�eras de celda, especialmente a la nueva l�der Miranda quien pareci� engolosinarse conmigo y me tom� como su amante principal. El cambio no era tan malo, despu�s de todo, muerta la reina, vida la reina.



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Relato: C�RCEL DE MUJERES
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