Relato: Las ni�as no hablan con desconocidos



Relato: Las ni�as no hablan con desconocidos

LAS NI�AS NO HABLAN CON DESCONOCIDOS


La vida de Marien, transcurr�a feliz entre el colegio y
juegos con las amigas a sus 18 a�os. Era una chiquilla preciosa de casta�a
melena larga lisa y ojos color miel, un cuerpo adolescente que apuntaba formas,
alta, esbelta, como un junco, sus pechitos empezaban a florecer redondos, y su
culito resping�n hac�an que el vestido se le subiera por la parte trasera de una
forma realmente provocativa, aunque en su mente, aun dormida a la sexualidad que
empezaba a despertar, no se daba cuenta del efecto que entre los hombres


Produc�a. Sus ojos eran enormes, aun inocentes y dormidos a
la vida y su peque�a nariz armonizaban perfectamente con su boca carnosa, roja
como un fres�n.


La chiquilla despertaba no pocos suspiros a su paso,
cualquier hombre joven o mayor, so�aba con satisfacer sus fantas�as en los
brazos de aquella mezcla de ni�a-mujer.


Su vaporoso vestido veraniego, de alegres flores, fresco y
escotado, sujetado por finos tirantes, se mov�a sinuoso con sus andares
garbosos. Acompa�ando su atuendo, el recuerdo de la edad infantil que pronto
pasar�a: unos calcetines blancos adornados con un gracioso volantito y las
merceditas negras de charol, por lo que siempre protestaba con su madre, ya que
ella, que ya se sent�a una mujercita, odiaba aquellos calcetines y esos zapatos;
menos mal que nadie ver�a su ropa interior, no llevaba sujetador (tampoco le
serv�a, ya que sus tetitas, aun no estaban lo suficientemente desarrolladas) y
estaba deseando hacerse mayor, para no tener que usar aquellas bragas de algod�n
rosa y poderse poner al fin la lencer�a maravillosa de las mujeres.


Hac�a un calor sofocante aquella tarde de junio y nuestra
protagonista tomaba un helado en el parque esperando a sus amigas, tal como
hac�a cada tarde, pero ella lleg� m�s temprano que de costumbre y le tocaba
esperar, lo cual, era un fastidio, porque se aburr�a. De pronto, un coche se
par� justo delante de ella, dentro dos hombres hablaban entre ellos y de vez en
cuando miraban al banco donde estaba sentada. Uno de ellos sali�. Era un hombre
alto, delgado, no ten�a menos de 60 a�os y su pelo y un gran bigote, canosos,
los ojos hundidos provistos de grandes arrugas en su rostro. Se acerc� a la
chiquilla:


"Hola preciosa, que haces aqu� tan sola?" Marien se encogi�
de hombros y sigui� lamiendo el helado golosamente. Su compa�ero contemplaba la
escena desde el coche; �ste era un viejo de mayor edad, gordo y casi
completamente calvo, m�s desaseado que el otro cuyo aspecto era m�s cuidado, el
sudor se hab�a adue�ado atrozmente de �l y su olor era casi completamente
insoportable, como de varios d�as sin tomar un ba�o o ducha, era asqueroso en su
aspecto y modales, mientras observaba a su amigo, no dejaba de sobarse la polla,
peque�a aunque empinada, desde el asiento del copiloto del coche.


El m�s alto y agradable, continu� con la jovencita, con la
que manten�a una animada charla: "Por cierto, no te he dicho que me llamo
Vicente y t�?" "Marien" (contest� la chica con una gran sonrisa. Vicente, era
amable y simp�tico y le daba mucha confianza) Desoyendo los consejos de los
mayores, respecto al no hablar con desconocidos bajo ninguna circunstancia,
manten�a con el hombre una conversaci�n plagada de risas y en franca sinton�a.


De forma espont�nea, sus altas y delgadas piernas, estaban
abiertas, c�modamente sentada, dejando ver al amigo aquellas bragas, tan odiosas
para ella y excitante para el viejo espectador que las observaba como platos,
babeando e imagin�ndose baj�ndoselas para verle su intimidad hasta ahora
escondida a los placeres de la carne.


Llevaban hablando m�s de media hora y sus amigas a�n no
hab�an aparecido por el lugar. Vicente, nervioso mir� a su alrededor cuid�ndose
de no ser visto. Se meti� la mano en un bolsillo y ense�� a su amiguita cinco
billetes de 20 euros "Mira, peque, todo este dinero es para ti, lo quieres?"
Naturalmente contest� entusiasmada "claro!! Me vas a dar todo eso para m�?"
Vicente asinti� sonriente y trag� saliva, ahora ven�a la parte m�s delicada y
deb�a tener cuidado si quer�a conseguir su prop�sito "Todo este dinero te lo voy
a guardar para d�rtelo despu�s, pero ahora, vamos a seguir hablando en el coche,
aqu� hace demasiado calor y con el aire acondicionado estaremos m�s fresquitos,
despu�s, te lo doy y de este modo, no lo perder�s, te parece bien?"


Se produjo un silencio, durante el cual, la ni�a pens� si
deb�a o no ir, pero finalmente pens� que no ten�a nada de malo, total, solo iban
a estar en el coche un rato hasta que llegaran las otras ni�as para jugar y
disfrutar juntas de la tarde estival


"Vale" contest� pero solo un rato que mis amigas vienen ya
mismo, eh?"


Vicente le abri� la parte trasera del veh�culo y el gordo la
acompa�� sent�ndose a su lado mientras le dec�a "Hola, bonita, me llamo
Eusebio"Marien, sonri� y salud� a su vez. Con el aire acondicionado
efectivamente, estaban mejor, y as� no se le hac�a tan larga la espera, eran
unos hombres muy simp�ticos con ella y adem�s le iban a dar todo aquel dinero
para comprar un mont�n de cosas, pero no sab�a que hab�a un truco.
"Marien, preciosa, tus amigas, parece que tardan, pienso que al final igual han
quedado con otras personas y al final te han dado plant�n, por qu� no vienes a
mi casa y jugamos los tres juntos? Vamos a pasarlo much�simo mejor, porque vamos
a hacer cosas tan divertidas que tus amigas sentir�n mucha envidia, solo haremos
cosas de mayores y las otras, son a�n unas ni�as peque�as. T� ya eres m�s mujer
y lo vas a pasar mejor con nosotros, que te parece? Vienes?" Eusebio se lo
propuso con voz temblorosa y excitada, aunque solo su amigo y compinche supo
reconocer que estaba bien cachondo. Miraba a la reciente amiga intentando de
sonreir de forma afable, sin que se notara que estaba salido y era un completo
viejo verde, se conten�a aunque cualquier otra chica m�s mayorcita se habr�a
dado cuenta de tan oscuras pretensiones, pero Marien, aun no ten�a maldad, no
ve�a nada prohibido en jugar a hacer cosas de mayores, de modo que con
una risita nerviosa, acept� la propuesta. Los amigos se miraron y gui�aron
relami�ndose de gusto de la tarde tan deliciosa que les esperaba a ambos. Ni en
sus m�s �ntimos sue�os, podr�an imaginarse invadiendo aquella inocente y fresca
piel.


Eusebio pas� el brazo por los hombros de la ni�a. Not� el mal
olor que le incomodaba, pero por no contrariar a sus amigos se call�
educadamente.


Despu�s de conducir durante m�s de una hora llegaron a una
apartada choza en el campo. Cuando Vicente par� el coche, bajaron y �ste le dijo
a la nena: "hasta que hora no tienes que llegar a casa?" La chica, contest� que
a las 10, que no ten�a problema hasta esa hora, pero si llegaba m�s tarde, la
castigar�an muy severamente. "Bien, (continu� el hombre) estupendo, pero mira
(abri� la puerta de la casita y luego cerr� con varias vueltas de llave) voy a
decirte una cosa. Como ya te he explicado vamos a jugar a cosas que no juegan
las otras ni�as, pero les podr�a dar tanta envidia, que pueden pasarte muchas
cosas malas. Tus padres, podr�an castigarte casi m�s que cuando llegas tarde y
tus amigas, te odiar�n. Yo creo que lo mejor, es que no cuentes nada de lo que
hagamos porque si no, luego no vienes a jugar m�s" La jovencita asinti� con la
cabeza y mientras Eusebio sac� una botella y lleg� unos vasos sucios que hab�a
sobre una mesa vieja de madera.


Mientras, la ni�a, se sent� en un ra�do sof� mirando todo el
entorno. Realmente, aquello m�s que una casa, era una choza, todo estaba en la
misma estancia, en el fondo, hab�a una cama de somier de los antiguos de
muelles. El colch�n estaba viejo y tratando de taparlo, hab�a una colcha roja
sucia y tan vieja como todo lo que hab�a all�. Hab�a mucha suciedad, de tiempo
sin hacer un fregado a fondo, ol�a a humedad. Todo era l�brego y de no ser
porque los hombres eran simp�ticos y amables, todo eso a Marien, le daba algo de
miedo.


Vicente, solt� los billetes encima de la mesa "Toma, ah� lo
tienes, cuando nos vayamos, te lo llevas" y se sent� a su lado.


Al otro lado Eusebio y ambos la abrazaron por los hombros.


Bebieron. Al principio a la ni�a no le gustaba, pero como
aquello era de mayores estaba dispuesta a jugar, y si para ello, habr�a
de beberse el wisky que le sab�a a rayos, se lo beb�a.


Pasado un rato, la joven, que jam�s hab�a bebido, estaba
completamente borracha y el calor era tan sofocante, que los t�os, aprovechando
le propusieron quitarse el vestidito a lo que ella, acept� encantada, as�
estar�a m�s c�moda y tendr�a menos calor, y ellos, aprovechar�an la confianza,
para a su vez quitarse cuanta ropa llevaban encima.


Entre risas y copas, la ni�a, sentada entre los hombres,
mostraba sus pechitos sin pudor, y , como bromeando, la sobaban las tetitas sin
darse ella cuenta que sus amigos, ten�an una erecci�n del demonio bajo aquellos
calzoncillos fondillones.


Vicente, tom� la mano de Marien y la llev� hacia su polla,
era arriesgado, tem�a su reacci�n, se la sac� e invit� a la chiquita a tocarla.
Era una gran verga: gorda, hermosa, provista de un capullo redondo y colorado
como una granada, loco por resfregarlo por aquel cuerpo adolescente. Ten�a
necesidad de sentir el contacto de aquella piel sobre su polla, sed de
foll�rsela, pero deb�a esperar, poco a poco� de buena gana se habr�a tirado
sobre aquel �ngel y se la habr�a metido entera de un solo empuj�n, pero no, dej�
que la dulce ni�ita, se la meneara, pensando que aquello era un juego inocente,
mientras se bajaba completamente los calzoncillos como pod�a sin sacarse las
zapatillas, tem�a moverse m�s de lo debido e invitando a su compa�ero con un
gesto, tambi�n se sac� los calzones y, al igual que Vicente, tom� la otra mano
de Marien y se la coloc� en la polla. El peque�o nabito del viejo barrig�n, no
pudo evitar soltar una corrida descomunal al sentir el contacto con la
aterciopelada manita, cuya, due�a, sorprendida, se limpi� en la sebosa y
sudorosa barriga del viejo verde.


Los hombres, jugueteaban con las tetitas, ellos re�an como
dos babosos y la pollita diminuta de Eusebio, volvi� a ponerse gorda entre
jadeos.


Mientras Vicente, le daba t�mido besos en los labios, apenas,
piquitos suaves, sin dejar de palpar los j�venes pechitos, el otro, le baj� las
braguitas rosas. En un primer momento, movida por un resorte, la ni�a, cerr� las
piernas y dijo "NO!!!!" Sin embargo, el viejo gordo, la tranquiliz�,
asegur�ndole que era muy divertido si se dejaba hacer tranquila, que no conoc�a
ese juego, porque era de mayores y ella, como mayor, lo iba ahora conocer (le
asegur� descaradamente)


Ella, daba besitos al m�s alto, aun contin�aba con el poll�n
en la mano y el calvo, le baj� las bragas hasta los tobillos. No se pudo
reprimir y, mientras le abr�a las piernas todo lo bien que se abren unas piernas
con las bragas bajadas, le toc� suavemente con el dedo gordo el peque�o
chochito, el cual aun no ten�a crecido el vello p�bico, apenas unas pelusillas,
comenzaban a hacer su aparici�n.


La ni�a, por inercia, cerr� de nuevo las piernas, pero una
vez m�s, las abri� confiada, apenas Vicente le toc� un muslito. Era delicioso
sentir la velluda pierna contra la suavidad inmaculada para aquel viejo
sesent�n, que ya besaba lamiendo fren�ticamente la lengua de la jovencita, que
borracha y confundida entregaba su co�ito a los leng�etazos del barrig�n.


Cuando Eusebio se retir�, fue con la intenci�n de posar a la
ni�ita sobre la mugrienta cama para as�, m�s c�modamente podr�an dar cuenta de
aquel manjar que se les ofrec�a a los viejos, mientras, abandonada para ellos,
el joven cuerpo iba a ser fervientemente disfrutado hasta l�mites hasta entonces
insospechados.


Las bragas se hab�an quedado en el suelo tiradas, como una
vulgar ramera. Se dejaba por dinero, al fin y al cabo, era una proposici�n muy
golosa para una ni�a que apenas manejaba unos euros para golosinas. Sobre un
colch�n maloliente, aquellas bestias, como animales, disfrutaban como cerdos a
cambio de unos billetes. Si, Marien, se hab�a convertido en la m�s puta de las
putas y no se daba cuenta.


Eusebio manten�a sobre sus hombros las piernecitas de la
chquilla mientras segu�a lamiendo su co��to. Sentado a su lado, Vicente, que,
pasando un brazo por los hombritos, ten�a a mano las dos tetitas que segu�a
toqueteando a placer, entretanto ella, le tocaba la polla, aprendiendo a hacer
una paja bajo sus instrucciones.


El gordo, estaba caliente, sudando como un caballo purasangre
en una carrera, no pod�a m�s, se le iba a romper la polla de la excitaci�n y fue
entonces cuando pos� toda aquella masa de carne sobre el delgado cuerpecito,
aplast�ndola por el peso haciendo caso omiso de los quejidos.


Mientras se mov�a como un poseso sobre tanta calidez, pod�a
sentir de tanto en tanto, como su peque�o cipote, notaba la vulvita al tener por
la postura, las piernas tan abiertas como jam�s hasta ahora hab�a pensado Marien
que se pod�an abrir.


Sinti� la lengua del calvo y la barba de varios d�as le
pinchaba, pero no se atrevi� a protestar para no molestar. Le babe� la cara, la
lengua, la babe� toda la cara. No pod�a m�s, o la follaba o reventar�a de ganas
y opt� por lo primero.


Incorpor�ndose, elev� de nuevo las piernecitas, en principio,
le daba un poco de miedo meterle la polla, se limit� a rozarle el co�ito, aun
babeante por las lamidas anteriores. Se retir� la piel que envuelve el capullo,
para, al rozarla, tenerlo as� m�s sensible. Notar la vulvita en su vieja polla,
era delicioso, las paredes, se le abr�an en la puerta de su intimidad,
invit�ndole a "pasar" y poder gozar as� de una virginidad a�n sin due�o.


De un golpe, se la meti�. Marien grit� de dolor, pero
Vicente, para hacerla callar, se levant� �gilmente y situ� aquel enorme poll�n
sobre los labios de la ni�a mientras delicadamente, le dec�a "anda, cari�o,
�breme la boquita, que ya has aprendido a hacer pajitas, ahora vas a aprender
otra cosa que hacen las mujeres y es lamer esto, yo te voy a ense�ar bien"


Aturdida por los acontecimientos, obedeci� y lami�
torpemente, pero a Vicente le daba un gusto incre�ble las babitas de la ni�ita
que convulsionaba a cada vaiv�n del otro hombre que preso de la histeria la
follaba sin piedad.


"AH, AH, AH, AH, Toma, puta, toma, puta, OH, OH, UHMMM UHMM
�!!!! pero que putita eres, mira como se te remoja el chocho. Sabes por qu� se
te remoja el chocho? Porque te lo estoy follando, OH, OH, OH, QUE GUSTO, QUE
PUTA!!!! Mira, mira como te empujo y m�rate como te dejas, oh, pero que puta, lo
llevas en la sangre, te gusta follar con viejos, verdad? Oh, si, como te gusta
follar con viejos �!!"


Eusebio no dejaba de llamarla puta mientras la empujaba
bestialmente, como una puta profesional, mientras, Vicente, era mucho m�s
cari�oso:


"OH, siiiiiiiiiii, oh, que bien lo hace mi ni�a� que bien
lame a papi� pero que rebueno lames, oh, si, que ni�a m�s buena, mira como vas a
aprender a hacerte una mujer. Lo que Eusebio te hace, se llama follar, mientras,
me lames la polla a m�. Tienes mucha suerte porque esto lo aprenden las chicas
ya m�s mayores y en varios d�as, t� lo est�s aprendiendo todo de golpe, eres ya
una mujercita� oh� si, peque, que rico la mamas�!!!!!!"


"Cuando me vaya a correr, quiero que la peque�a puta, me lama
toda la lefa�!! Ya te avisar� para que te quites, ok , Vicente?"Bram� el
gordinfl�n, que en pocos minutos, grit� para que su amigo se apartase y meterle
la polla a Marien, que, no pudo evitar la arcada al notar el tibio y espeso
l�quido en su boca.


Mientras, a las puertas de su co�o ya abierto y desflorado,
la polla del grandull�n jugaba chapoteando con la sangre producida por el
desgarro al ser penetrada por vez primera; �ste, no necesitaba apartar piel
alguna del prepucio, que golosamente era tragado por la peque�a cueva mientras
el falo se abr�a paso despacio, suavemente, con m�s ternura que el anterior.
Para facilitar la empalada y hacerla entrar profundamente, le subi� bien las
piernas, bien abiertas de nuevo, ofrecida y cansada, nuestra amiga, estaba
siendo penetrada por segunda vez, mientras Eusebio, aun tembloroso y tumbado a
su lado, lam�a los pechitos, la boca, el cuello y disfrutaba de la nueva amiga,
apagando los gritos de dolor con su babosa y gorda lengua, sin dejar de palparla
con sus rudas y torpes manazas.


Las embestidas de Vicente, eran insoportables. Al tener un
gran cipote, le dol�a infinitamente m�s, pero por m�s que lloraba y quejaba no
terminaba nunca haciendo que el tiempo se le parase. Aquel suplicio no iba a
terminar en la vida y se preguntaba cuanto tiempo m�s durar�a aquella tortura.


Finalmente, le sac� la polla roja de sangre, igual que la
hab�a sacado de aquel agujero su compinche, pero esta vez, no se hubo de tragar
aquel l�quido espeso que se le antojaba asqueroso, en esta ocasi�n, se lo ech�
sobre la carita que manten�a los ojos cerrados mientras que ambos con las
pollas, resfregaban la lecherada por el rostro, el cabello� para ella, aquello
era sucio, para ellos, un sue�o hecho realidad.


Aquellos dos buitres, al acabar de correrse como posesos,
cayeron a ambos lados de la ni�a, que tan cansada estaba que no pudo evitar,
dormirse, a pesar que los dos t�os le daban mucho calor porque en su af�n de
seguir disfrut�ndola, la abrazaron mientras aun le duraban los espamos de placer
a ambos.


Algo despu�s de las ocho, se levantaron, lavaron bien a
Marien y la ayudaron a vestirse. Vicente, volvi� a coger las llaves, abri� la
casa y tomando el dinero le dijo "Toma, esto es tuyo. Cuando quieras, te podemos
dar m�s. Solo se trata de jugar algunas veces m�s. Ver�s (sonri� afablemente)
ser� muy divertido, porque jugar�s con m�s amigos y eso y te ganar�s m�s dinero,
porque todos te dar�n. T� dir�s" ella contest�: "me lo pensar�, vale? Es que
ahora no lo s�, estoy muy cansada"


La dejaron cerca de aquel parque donde la encontraron. Ella
corri� para su casa, estaba a punto de dar las 10 de la noche y se deb�a dar
prisa. En el ascensor, se escondi� el dinero regalado en las braguitas antes de
salir y llamar al timbre de su casa.


FIN




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Relato: Las ni�as no hablan con desconocidos
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