Relato: Mi grito de placer
Mi grito de placer
Cuando Edgar lleg� a mi casa ten�a los pezones tan
enrojecidos por la excitaci�n que al abrazarme enseguida me ech� atr�s. Por la
ma�ana hab�a recibido la carta del rector anunci�ndome, y de paso felicit�ndome,
por la nota que hab�a sacado en el examen final de mi carrera. Y yo me hab�a
prometido que si ganaba el premio nacional al mejor estudiante en mi carrera, lo
celebrar�a perdiendo mi virginidad. Pero a�n no sab�a si ten�a que entregarlo a
un hombre o a una mujer. Despu�s de revisar varias veces el listado de mi
tel�fono m�vil, opt� por Edgar. �l era uno de los chicos de la facultad que se
hab�a prendado de mi belleza y de mi coraz�n, pero yo no pude satisfacer sus
sue�os porque mi objetivo era sacar la mejor nota posible en mi facultad. Me
acuerdo que cu�ndo le dije que ni siquiera iba a poder tomar una cerveza con �l
se puso a llorar: "cuando quieras compartir algo con alguien, no te olvides de
mi", me dijo. "Lo tendr� en cuenta", le contest�.
Cuando lleg� el d�a acordado, Edgar se present� treinta
minutos tarde. Como mi cuerpo estaba preparado para entregarse a la hora exacta,
mientras le esperaba me estuve masturbando. Aunque no era la primera vez que me
masturbaba, de hecho ten�a costumbre de masturbarme todas las noches repasando
los apuntes del d�a, esta vez s� que me concentr� en todo mi cuerpo. Mis dedos
recorr�an una, y otra vez, mi vagina pelada. A menudo apretaba, con mis labios,
el dedo que estaba ya dentro de mi vagina, imaginando que apretaba el pene de
Edgar. Estaba totalmente mojada, tanto que cuando Edgar llam� a mi puerta me
tuve que poner otras bragas. Despu�s de darle la bienvenida nos fuimos al
dormitorio. Me iba besando y abrazando, pero yo me separaba enseguida porque el
roce de mi camis�n se convert�a en una tortura para mis pezones. �l se dio
cuenta y me quit� el camis�n. Recorri� varias veces mis pechos, y fue apagando
con su lengua el intenso fuego que se hab�a concentrado en mis tetas.
�Te sientes mejor ahora?
S�
Fue entonces cuando cogi� las bragas que yo hab�a mojado con
mi flujo y los bes�. Se quit� su ropa y se puso mis bragas. Aquello me pareci�
tan er�tico que me lanc�, sin pensarlo dos veces, a su pene que, l�gicamente,
sobresal�a de mis braguitas. Lo flot� un buen rato con mis manos, y cuando �l
empez� a gemir lo puse en mi boca. Aquello le debi� gustar porque ten�a una cara
de asombro y satisfacci�n. Por primera vez disfrut� del especial olor de un pene
excitado.
Carol, no sigas por favor. T� eres la visitada.
Si te corres antes de penetrarme, te dejar� hacer todo
lo que quieras.
�Est�s segura?
Totalmente segura.
Edgar se entreg� por completo. Yo quer�a cumplir uno de mis
sue�os er�ticos: contemplar el pene en los �ltimos segundos previos a la
eyaculaci�n. Cuando me estaba acariciando muy suavemente mi cl�toris con su
pene, not� c�mo sus m�sculos se llenaban de sangre. De respiraci�n profunda pas�
a unos jadeos cada vez en aumento. Yo estaba de rodillas, con su pene apuntando
a mi cl�toris. Le limpi� el sudor de su cara con mi mano derecha, y con esta
mano mojada le cog� el pene. Me retir� hacia atr�s para contemplarlo. "Sigue, mi
amor. Sigue, mi amor. Voy a llegar", gritaba Edgar. No s� si quer�a hacer da�o a
su pene que tanto me ansiaba o simplemente quer�a hacerle ver las estrellas. El
caso es que sub� bruscamente el capullo y el movimiento de bajada fue tan lento
que antes de llegar al final mi cara estaba empapada de semen. �l me cogi� la
mano, y por lo que hab�a le�do sobre el tema, intu� que no deb�a tocar su
cuerpo, y mucho menos su pene. Dicen que despu�s de la eyaculaci�n, a diferencia
de nosotras, los hombres no soportan un simple roce. Me tumb� a su lado y le
dej� disfrutar de ese momento. Le agradec� que mientras se recuperaba me
acariciara suavemente el cabello. Despu�s de un rato me pregunt� si ten�a
hambre. Le dije que s� pensando que se refer�a a mis ganas de sexo. Se fue a la
cocina y trajo un huevo del frigor�fico. Aprovech� para limpiarme de su semen
que a medida que se secaba me hac�a cosquillas. Me puso de pie y empez� a
besarme con pasi�n. En la primera fase, su lengua acarici� muy despacio mis
labios. Despu�s me penetro, pero en vez de buscar mi lengua, recorri� mis
dientes. La sensaci�n que me provocaba era tan agradable que sent� c�mo todo mi
cuerpo se relajaba. Parec�a que toda mi sangre se concentraba en mi vagina. Por
mi experiencia en la masturbaci�n, sab�a que un par de caricias a mi cl�toris me
iba a llevar al orgasmo. Como �l no parec�a darse cuenta de ello, llev� mi mano
a la zona. Pero �l me par� con su mano. Entonces cogi� el huevo, lo coloc� en
mis piernas, casi entrando en mi vagina porque sent� como los labios se
abrieron, y me dijo que si lograba sujetar ese huevo durante cinco minutos iba a
ser mi esclavo sexual toda la tarde. Pero si se ca�a, la esclava iba a ser yo.
Asent� con la cabeza.
Edgar se coloc� detr�s de mi y sent� c�mo su pene iba
abriendo mi culo a medida que se excitaba. Pero no ten�a la intenci�n de
penetrarme analmente, aunque no me hubiera importado. Me bes� la nuca mientras
me acariciaba los pechos. Baj� sus manos hasta mi ombligo, y antes de dibujar
varios c�rculos con su dedo, lo moj� en mi boca. Despu�s intent� introducir su
dedo dentro de mi ombligo varias veces. Cada vez que daba un golpe en �l hac�a
un ruido de miaaaa por el contacto de su dedo mojado. Y yo gem�a. Me bes� la
oreja. En una especie de venganza por lo que hab�a hecho a su pene en la plena
excitaci�n, me apret� el bajo vientre, con un dedo casi rozando mi cl�toris (lo
que me excitaba desesperadamente era que no me acariciaba totalmente ese dulce
manantial del placer) y me penetr� la oreja con su lengua. No pude contener mis
gritos org�smicos por m�s tiempo. Apret� su pene con mi culo pero mis labios
vaginales y mis piernas no aguantaron el peso del huevo. Una especie de l�quido
lo empujo hacia fuera, y con mi �ltimo grito org�smico se cayo al suelo y se
rompi�. Me gir� r�pidamente y me apoder� de su cuerpo, en una especie de
agradecimiento y de protesta por su victoria. Porque es verdad: cada vez que un
hombre nos provoca un buen orgasmo se siente victorioso y espera de nosotras un
gesto de agradeciendo como si fuera un h�roe nacional. En cierta medida lo es
porque nos libera de la tensi�n acumulada en todo nuestro cuerpo. �l como un
arrogante liberador, y yo como una vencida que necesita liberarse, le bes� tanto
que a veces le mord�a la lengua y protestaba. Despu�s me tranquilic� y �l me
cogi� en sus brazos y me tumb� en la cama. Pens� que me iba penetrar pero no. Me
acerc� la ropa y me dijo que me vistiera para ir a merendar en el bar de
enfrente. No quiso que me pusiera los pantalones ni el sujetador. As� que me
puse mis bragas y mis pantys. Antes de marcharse, me tumb� otra vez en la cama,
me bajo las bragas hasta las rodillas y me bes� el cl�toris y los labios
vaginales. Me dijo que esperara un poco. Se fue a la cocina y trajo una
cucharadita. Me subi� las bragas otra vez, me sent� en la cama y me pregunt� si
ten�a un tampax. Me lo hizo poner. Despu�s me dijo que dejara la vagina a la
vista. Recogi� con la cucharadita las yemas del huevo roto, y me junt� los
labios vaginales. Me llen� esa parte con el pegajoso l�quido. Me subi� las
bragas y los pantys y se asegur� que encajara todo correctamente. Satisfecho de
su obra, me bes� y me cogi� de la mano invit�ndome a salir.
La verdad es que no sent�a nada especial hasta que una vez
sentados en el bar empezamos a describir la sensaci�n que hab�amos tenido.
Despu�s Edgar me cont� c�mo se masturbaba, y al terminar me dijo que hiciera lo
mismo. Al revivir, con �l, mis momentos org�smicos, sent� c�mo los labios
vaginales se abr�an y el cl�toris se iba hinchando. Empec� a mover las piernas
inconscientemente, pero eso aument� mi excitaci�n. Edgar me abraz� con dulzura,
lo que me excit� m�s. Me dijo que si no me controlaba un poco podr�amos comer
una tortilla hecha en mi concha, con el propio fuego de mi sangre. En un momento
me imagin� esa tortilla, su olor y su sabor, y sonre�.
Hija, despi�rtate. Como sigas en la cama vas a llegar
tarde al instituto.
Ay, mam�. �Qu� inoportuna eres, a veces!
Arriba. Tienes el desayuno en el comedor. Te he
preparado un bocadillo de tortilla.
�Qu� tortilla, mam�?
De huevos. Es la que m�s te gusta, �no?
Hoy m�s que nunca.
Mientras me levantaba de la cama, mi madre me mir� fijamente,
tanto que por primera vez me sent� incomoda y me cubr� los pechos con las manos.
Hija, esta noche te dejamos un despertador. A partir de
ahora puedes cerrar tu habitaci�n con llave. Te has hecho una mujer y
necesitas intimidad.
Asent� con la cabeza y le abrac�, casi llorando. Ella ya
hab�a intuido que la adolescencia hab�a llamado a mi puerta. Si no fuese mi
madre, le hubiese contado mi sue�o.
Rukara rwa Bishingwe
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Relato: Mi grito de placer
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