Ella es de Coru�a y yo soy de Murcia. Me llamo Antonio, tengo
43 a�os y le llevo a ella 15 de diferencia. Nuestra relaci�n ha sido hasta ahora
por Internet y por medio de e-mail. He de confesar que mi querida Carolina tiene
los ojos negros, muy negros y una mirada de esas que te dejan helado y que te
llevan a postrarte ante ella y a decir algo as� como "soy suyo Carolina, puede
usted hacer conmigo lo que quiera". Tiene el pelo negro muy cortito, la nariz
respingona y una sabrosos labios que le dan un atractivo muy especial. Y sobre
todo, es de una plecara inteligencia y lucidez que la hacen una mujer
maravillosa para adorar, reverenciar y postrarse ante ella para dejarse llevar
por su car�cter como si fueses a la deriva, pero a la vez seguro de ella, de su
integridad, de su saber estar y de su elegancia, aun cuando duerma. Es una mujer
segura de s� misma que sabe siempre lo que quiere y que tiene una personalidad
que te asombra y apabulla. El problema de nuestra relaci�n era que los dos
ten�amos trabajo en nuestras respectivas ciudades y que no nos pod�amos mover.
Pero eso no es �bice para dos personas que se aman.

Al principio de la relaci�n yo le fui confesando por correo
electr�nico mis m�s �ntimos secretos y ella, aunque andaba un poco reacia pues
sab�a que nuestra relaci�n era dif�cil debido a la distancia que nos separaba,
fue complaci�ndome poco a poco, hasta que se meti� de lleno en el papel y not�
que le comenzaba a gustar. Nuestra relaci�n era dif�cil as� que le ped� que me
enviara sus h�medas braguitas para poder adorarla en la distancia, olerla,
sentirla muy cerca y dormir por las noches con mi cara apoyada en ella para
sentirme como suyo, m�s suyo, eternamente suyo.

Yo me apa�� una especie de cintur�n de castidad, me lo puse y
le env�e a ella la llave por correo normal para que al tenerla supiera que a
miles de kil�metros, un hombre, su hombre, estaba en castidad permanente por
ella, porque �l no quer�a tener ning�n placer que no pudiera compartir con ella,
que ella le hubiera provocado. Ella, por supuesto ten�a libertad para gozar all�
con otros porque en nuestro trato estaba claro que ella ten�a todo el poder
sobre m�, toda la libertad y yo no ten�a ninguna pues se la hab�a entregado a
ella para que ella gozara con mi sumisi�n. Qued� claro entre nosotros que yo era
masoquista y que mi placer consist�a en sufrir al verla a ella gozar. No s� si
me puso los cuernos, pero un d�a muy concreto dej� de llamarme Antonio y comenz�
a llamarme Cornudo Sumiso. Supuse que por fin hab�a gozado con la polla de otro
macho y aunque al principio me causa temor, pronto descubr� que me excitaba, que
mi polla se pon�a dura al enterarme porque me sent�a feliz al saber que ella
gozaba. Y que ya era de verdad su cornudo sumiso. De por vida.

Fue entonces cuando le propuse que nos cas�ramos. Un d�a ella
viaj� a Murcia, nos casamos en el Juzgado, aunque la noche de bodas la celebr�
ella con un chico muy guapo, con un gigol� que yo le busqu� y pagu�, y que ella
celebr� como deb�a, gozando como una loca, follando toda la noche con �l. Y yo
feliz y excitado al saber que ella gozaba de verdad y me hac�a m�s cornudo
sumiso desde el primer d�a de nuestra boda, en la mism�sima noche de bodas como
anticipo y se�al de lo que me esperar�a a partir de ese entra�able momento.

Luego volvimos cada uno a nuestro trabajo y as� seguimos por
algunos meses, carte�ndonos por e-mail, hasta que un d�a me coment� que su jefe
le hab�a propuesto un trato. "Yo te amo, cornudo m�o, pero ese hombre me vuelve
loca de excitaci�n, la tiene m�s grande que t� y adem�s me ha propuesto una idea
que nos va a permitir estar juntos en el futuro". Seg�n me coment� �l le hab�a
propuesto un traslado a la ciudad en la que yo viv�a con la condici�n de que
fuese su amante aqu� durante un a�o. En ese tiempo yo claro, su marido, no pod�a
tocarla, ni vivir con ella, porque ella s�lo vivir�a para su amante. Me llam�
por tel�fono y me lo coment�. Y yo le respond� que lo entend�a y le digo que s�,
que consiento.

- �Qu� dices cornudo m�o?.

- Que consiento.

- �Qu� consientes?.

- Que te acuestes con ese chico y que me pongas los cuernos.

- �Quieres ser cornudo?

- S�, quiero.

- �Qu� quieres?.

- Quiero que me pongas los cuernos

- Por qu�

- Porque as� te amar� m�s.

- Pero ya sabes, cornudo m�o, que pese a que me acueste con
�l tu no puedes tener placer, ni tocarte, ni tan siquiera mirar a otra mujer por
la calle. Y pese a ello aceptas ser mi cornudo sumiso.

- S�, lo acepto.

- �Qu� aceptas?

- Ser tu cornudo sumiso.

- �Te gusta que mientras tu mujer te pone los cuernos con
otro, tiene placer con otro, t� no puedas ni acariciarte sin mi permiso?.

- S�, me gusta y me excita mucho.

- Por qu�.

- Porque soy tu cornudo sumiso.

- Y porque te gusta sufrir por m�.

- S�, Gloria, me excita que me hagas sufrir.

- Y porque cuanto m�s cornudo te haga me querr�s m�s, verdad.

- S�, Glor�a, cuanto m�s cornudo me hagas, m�s goces t� y m�s
me impidas a mi gozar, m�s te amar�.

- Entonces tendr� que hacerte muy cornudo amor m�o, porque
quiero que me ames con toda tu alma.

As� fue como ella se traslad� a Murcia a trabajar y a vivir
en el piso de su amante, que al final del tiempo pactado ser�a suyo. Yo s�lo
pod�a visitarla algunos domingos que �l no estaba, para dejar que ella me
pusiera sus braguitas usadas y poder as� sentirla junto a mi polla en todos los
momentos del d�a al estar en contacto con la tela que hab�a tocado su adorable
sexo. Y tambi�n me permit�a lamerla y lamerla, labor a la que me entregaba con
frenes� y devoci�n, aunque supiera que el excitarla m�s con mis lamidas,
servir�a para que ella m�s gozara luego con su amante. Pero me sent�a feliz
porque cuando estaba junto a ella, y me quitaba el cintur�n de castidad para
acariciarme con sus pies mi polla, ve�a en el brillo de sus ojos que era feliz y
que estaba satisfecha. Luego me colocaba a cuatro patas sobre la mesa, se pon�a
un guante negro de esos largos y me acariciaba y apretaba las pelotas, para ver
como estaba su semen, su leche hidratante como ella lo llamaba, porque lo
utilizaba para mantener tersa la piel de sus pies. Me las estiraba, las
estrujaba, las apretaba, las comprim�a y cuando comprobaba el estado de su
carga, decid�a o no orde�arme seg�n la simiente que hubiera encontrado en ella.
Casi siempre se mostraba hura�a e insatisfecha porque dec�a que generaba poco
producto, y como sab�a que cuando m�s excitado estaba m�s leche produc�a,
decidi� excitarme m�s para que su despensa estuviera m�s llena. Y aqu� es donde
entraba la personalidad de mi esposa carolina porque ella me conoc�a
profundamente y sab�a que es lo que m�s me excitaba.

- Voy a tener que ponerte m�s los cuernos en tu presencia,
cornudo m�o, -me sol�a decir-, porque s� que lo que m�s te excita es verme en
brazos de otro, follada por otro y que te humille al hacerte cornudo. As� tendr�
suficiente semen para que mis pies est�n m�s bonitos.

Y entonces me hac�a asistir a sus cogidas con su amante para
tenerme m�s excitado y que produjera m�s de su producto. Y yo la ve�a all� con
�l, y me humillaba ante ella dici�ndole lo que a ella le gustaba tanto: S� mi
querida Carolina, -le dec�a anim�ndola-, goce usted cuanto quiera porque yo la
amo tanto, con tal entrega y sumisi�n, que soy feliz sufriendo humillado para
que usted goce, porque me excita verla gozar con �l, llena de su gorda polla,
corri�ndose como una loca, y bien follada como la hembra que usted es y por un
macho que se la merece. Que bien folla usted con �l mi ama, que placer veo que
siente, que delicia saberme cada d�a m�s cornudo para que usted goce. Que bella
est� usted disfrutando con otras pollas y que cara de felicidad se le ve, mi
ama, que hermosa est� usted cuando folla con un verdadero macho.

Ella es muy mujer/mujer y necesita estar muy satisfecha por
lo que a veces no le basta con su amante y me hace buscarle un gigol� para
satisfacerla, que por supuesto pago yo. Y si el que le he buscado no le rinde lo
suficiente, no la satisface plenamente, cuando �l se marcha me dobla sobre sus
rodillas y me azota el culo inclemente, mientras me dice que la pr�xima vez le
busque un querido mejor. Y yo tan feliz, porque es que la quiero tanto que
siempre quiero lo mejor para ella.

Ya ha pasado el a�o y su amante ya no est� con ella porque mi
querida Carolina se ha cansado de �l. Ahora le gustan otros variados, los que
conoce por bares y discotecas que trae a casa para present�rmelos y para follar
con ellos, mientras que yo la contemplo tan bella, tan guapa, porque cuanto m�s
cornudo me hace m�s bella est�.