Despu�s del relax que me proporcion� Uno, la mand� a
arrodillarse al pie de la cama, mientras yo me qued� tendido en la misma.
Ordenar mis pensamientos y organizar mis acciones, era prioritario. Me di cuenta
de que ten�a entre manos algo que cambiar�a mi vida, es m�s, ya la hab�a
cambiado. Nunca sospeche que esto me gustara tanto, y mi mente febril, acumulaba
miles de ideas, por eso ten�a que ordenarme.
Me trac� un plan a seguir, claro que flexible, ya que a�n me
faltaban muchas cosas que aprender. Decid� no tratar de imitar ning�n
estereotipo, y llevar a mis esclavas por donde se me ocurriera en el momento. Me
intrigaba mucho la sala de hab�a visto abajo, llena de tantos aparatos para
producir dolor, pero no notaba marcas en aquellas mujeres.
Le orden� a Uno que me contara como era la rutina de la casa.
Ella me explic� someramente las �rdenes del antiguo Amo. Hab�a cosas con las que
estaba de acuerdo y otras con las que no. Por eso decid� organizar todo desde
cero, partiendo de Uno, como si fuera mi capataz. Ella era la �nica que sab�a
leer y escribir, las otras eran analfabetas. El anterior Amo las prefiri� as�, y
como hab�an nacido y se hab�an criado en la casa, no necesitaban ning�n tipo de
cultura. Desde su nacimiento hasta ahora, su vida hab�a girado en torno a la
satisfacci�n del Amo.
Lo que me sorprendi�, fu saber que las otras tres eran hijas
de Uno. Toda una historia, que de por s� ya valdr�a en relato aparte. Ella era
la �nica autorizada para salir a la calle, aunque rara vez o hac�a. Llevaba las
cuentas y poco m�s, ya que sexualmente hac�a a�os que no era usada.
A sus quehaceres, le a�ad� el poder de mando, debajo mi�, con
la obligaci�n de informarme de todo lo que pasara, pero sin derecho a imponer
castigos. Ella manejar�a con amplios poderes, todo lo referente a la mansi�n, y
sus �rdenes deber�an ser tomadas como m�as.
Si Uno entend�a las cosas, las dem�s seguro que tambi�n. Ella
era mi clave, por lo cual le tendr�a que hacer saber como manejarse. La llam� a
mi lado, y le orden� que me comenzara a hacerme un oral, era incre�ble como lo
hac�a. Yo con los ojos cerrados, sab�a que me ganar�a su lealtad, al preferirla
a ella, despreciada anteriormente, a las otras, m�s j�venes y apetitosas. Pero
no hac�a yo ning�n sacrificio, y adem�s, ten�a todo el tiempo del mundo para
gozar con cuerpos m�s j�venes. Pero no ser�a para ella todo color de rosas, le
ten�a reservada una sorpresa.
Ella segu�a, incansable, mimando mi sexo. Sin usar las manos,
lo lam�a de arriba abajo, jugaba con su lengua, sorb�a mis huevos, se penetraba
hasta la garganta, cubriendo todo mi miembro. Si no hubiera estado cavilando,
seguro ya me habr�a derramado hace rato. Me liber� de ella, y orden�ndole que se
quede quiera, fui tomando posici�n por detr�s. Alc� sus nalgas y con un dedo
tante� el agujero posterior. Lo not� cerrado, caliente. Acomod� y penetre un par
de veces su vagina, buscando una leve lubricaci�n. Y sin miramientos, presion�
su ano, el cual fue cediendo muy lentamente. Pude ver sus manos crispadas,
asiendo las s�banas, su boca abierta, buscando un aire que no encontraba. No
emiti� ning�n sonido, y eso me agrad� m�s. Llegu� despacio al tope, y fui
saliendo y entrando, todo con pausa, disfrutando cada momento, cada sensaci�n de
ese angosto ano. El placer estall� de golpe, largo y constante, sintiendo en
cada eyaculaci�n, un disfrute supremo.
Vi de nuevo su rostro, unas gruesas l�grimas lo surcaban. Me
pene se resist�a a volver a su normalidad, y una intensa sensaci�n de orinar me
escoc�a. Me fui retirando de a poco, mientras orinaba dentro de ella. Para
cuando me retir� del todo, junt� sus carnosas nalgas con mis manos, y le orden�
que bajara a buscar a las otras esclavas, y que las llevara al s�tano. Y que
tuviera mucho cuidado de derramar una gota de l�quido que le hab�a dado.
La vi pararse, sumiendo todas sus fuerzas en cerrar algo
imposible. Ya al llegar a la puerta, el brillo de sus muslos hac�a notar que ya
hab�a perdido la batalla antes de comenzarla. Esper� unos minutos y baj� a esa
sala que tanto me intrigaba. Estaban las cuatro desnudas, arrodilladas en
posici�n de sumisi�n, tal como le hab�a explicado a Uno que las quer�a siempre
en esa sala.
Caminando en torno a ellas, les fui explicando todas las
variantes que habr�a en la casa, y cual era la posici�n de Uno en ella. Para
terminar mi mon�logo, les expliqu� que las que no cumplieran con mis deseos,
ser�an castigadas.
Me coloqu� detr�s de Uno, y le orden� que expulsara mis
fluidos que estaban en su custodia. Todo se hab�a perdido ya, en contra de mis
deseos. Me par� delante de ellas, con un pesado l�tigo en la mano y comenc� a
decirles.
-Uno ha fallado en una f�cil consigna. Por esta vez, y por
ser la primera, su castigo no ser� muy duro, pero espero que aprendan y que esto
no vuelva a suceder.- El silencio imperante, hac�a que mi vos retumbara en el
l�gubre lugar. Inexperto, pase� mi mirada, buscando alg�n lugar donde
castigarla. Dos pesadas cadenas, con grilletes en su terminaci�n, pend�an del
techo.
-Tres y Cuatro, encadenen a Uno y levanten su peso hasta que
sus pies no toquen el suelo.- Le orden�, mostrando con un adem�n, el sitio
seleccionado. Se levantaron presurosas, y pude ver sus caras aterrorizadas.
Cuando tomaron de los brazos a Uno, pude verla a ella tambi�n, su cara estaba
roja, y me pareci� que m�s que de ira, era de verg�enza.
Le orden� a Dos que suba y me prepare una cena liviana, para
que la traigo aqu�, mientas dispon�amos de todo. No sin esfuerzo, Uno qued�
sujeta y de a poco, su cuerpo se fue tensando, a medida que sub�a. Cuando sus
pies estaban a diez cent�metros del piso, orden� que pararan.
Le pas� la fusta a Tres, d�ndole precisas indicaciones de
como golpear a Uno. Hab�a comenzado por la parte externa de los muslos, sin
mucho entusiasmo. La llam� ante m�, tom� la fusta, y con un fuerte golpe sobre
un seno, le expres� mi descontento. Ella grit� de dolor y de sorpresa, por lo
que recibi� un cachetazo que la mand� directamente al suelo. Le pas� la fusta a
Cuatro, se�alando a su madre, y la m�s joven comprendi� cual era su deber.
As� de los pelos a Tres, oblig�ndola a levantare, hasta queda
parada ante m�, temblando, y con mis manos, apret� lo m�s fuerte posible sus
pezones, durante un instante, pero lo suficientemente largo como para que el
dolor la inmovilizara. Solo sus piernas, se flexionaron un poco. Hab�a
comprendido.
En cuanto leg� Dos con mi cena, le retir� la bandeja de las
manos y le orden� que se colocara en cuatro patas, con la espalda bien recta.
Verla as�, en el piso con su enorme panza, me daba mucho morbo, aunque no quer�a
pasarme, dudando de mi inteligencia en pos de mi excitaci�n. Le coloqu� la
bandeja sobre su lomo, y me sent� como un soberano, sobre Tres, que me serv�a de
silla a su lado.
Cuatro hab�a azotado a su madre por largo rato. Su cuerpo
sudoroso revelaba su cansancio. Uno colgaba ya fl�cida e inm�vil, y en toda su
longitud, mostraba sendos vestigios rojos de su castigo. Par� a Cuatro, y le
indiqu� que se pusiera a mi lado en sumisi�n.
Sentado pl�cidamente, fui tomando mi cena. De mesa, ten�a a
Dos, de silla a Tres, Uno pend�a del techo y Cuatro estaba postrada ante m�,
esperando mis �rdenes. Miraba la escena, complacido. No esperaba sentir tanto
goce en mi vida. Me gustaba lo que ve�a, interiormente me sent�a pleno, contento
de sobrellevar tan bien la situaci�n. Adem�s del goce sexual que me
proporcionaban mis esclavas, sent�a el placer del dominio, la excitaci�n de la
posesi�n, la locura de creerme Dios en esa sala.
No recordaba haber gozado tanto de una cena. La estir� al
m�ximo analizando a cada una de las mujeres. Con Uno estaba seguro que hab�a
sido claro, y que despu�s de esto, tendr�a las cosas muy n�tidas. A dos, debido
a su estado de gravidez, a�n no la hab�a probado, pero seguro que de esta noche
no pasar�a. Tres solo hab�a recibido un leve castigo, pero por sus ojos me di
cuenta que no traer�a problemas. A ella la probar�a ma�ana, con seguridad.
Cuatro era la m�s joven, y aprender�a de sus mayores. Ella era la frutilla del
postre, y me desaf�e, para conocer mis l�mites, a ver cuanto tiempo me tardaba
en resolver el problema de sus virginidades.
Los brazos de Tres ya ced�an ante mi peso. Un par de buenas
nalgadas la manten�an quieta, pero solo por un rato. Sent�a el temblor de sus
miembros, tensos y extenuados. Al terminar la cena me levant� de mi c�moda
silla, y le indiqu� a Tres que lamiera el ano de Dos, prepar�ndomelo. Me hallaba
yo vestido, solo con un piyama de seda, sin ropa interior. Me par� ante Cuatro,
y sin decirle nada, ella baj� mis pantalones, y comenz� una rica mamada.
Mientras tanto, not� que Uno trataba de mirar lo que pasaba,
pero demasiado inc�moda en su posici�n. Nuestras miradas se cruzaron por un
segundo, vi un destello en sus ojos, pero no lo pude interpretar con seguridad.
Me concentr� en Cuatro, cuyo trabajo ya daba sus frutos. Ver a esa ni�a, que tan
sumisamente cumpl�a con mis deseos, llen�ndome de placer, casi hace que termine
de inmediato. Se la saqu� de la boca, el trasero de Dos me esperaba.
Me coloqu� de rodillas detr�s de ella, empujando a Tres, para
hacerme sitio. No quise comprobar el estado de dilataci�n de Dos, por lo que
solo apunt� con el pene, ejerc� presi�n y de a poco fui entrando a su interior.
Me abstraje de todo el entorno, concentr�ndome en el placer que ese sedoso
trasero me proporcionaba. Era estrecho, caliente, excitante. Acariciaba su
vientre hinchado, su tersa piel, incrementando el morbo. Me contuve hasta que
quise, no se por cuanto, pero seguro fue un largo per�odo. El orgasmo fue pleno,
llegando al fondo de mi ser.
Tard� en recuperarme, mi cuerpo estaba cansado, pero no mi
mente. Por orden m�a, Dos gir� a gatas, para dejarme totalmente limpio con su
lengua. Ya pod�a ver mi semen derram�ndose por sus muslos. Nuevamente apreci�
todo el contexto, era maravilloso.
Di las �ltimas �rdenes, que descolgaran a Uno, que asearon
todo a la perfecci�n y que luego se fueran a dormir. Ma�ana ser�a un d�a largo,
sin dudas. Pero antes de retirarme, decid� que cuatro me acompa�ara a mi
dormitorio.
Era tarde ya, solo la acost� a mi lado, sintiendo su tierna
desnudez junto a mi cuerpo. Ella acomod� su cabecita sobre mi hombro, para
dormirse enseguida. Yo tard� un rato a�n, pensado el lo sucedido, y en lo que
estaba por suceder. Acab� durmi�ndome casi de inmediato, seguro que de nada
serv�a planificar, que el d�a de ma�ana ser�a m�s espectacular todav�a.