Relato: Dejando de fumar





Relato: Dejando de fumar

Antes de tocar el timbre, saqu� el �nico cigarrillo que
quedaba en la cajetilla. Lo puse en mi boca y lo encend�. Disfrut� como nunca
antes de ese humo que me estaba matando. Tal vez fue porque, si todo sal�a como
lo hab�a planeado, como mis amigas me lo hab�an relatado, esa ser�a la �ltima
vez que fumar�a. No es que quisiera yo dejar el tabaco, pero mi cuerpo me lo
exig�a. Gran parte del d�a lo pasaba tosiendo. El doctor me advirti� que, o
paraba de una buena vez, o me atuviera a las consecuencias, que no ser�an para
nada lindas. Muchas veces intent� dejarlo, utilic� todo tipo de t�cnicas, pero
nada. Siempre reca�a despu�s de dos, o tres semanas de sufrimiento y
abstinencia.



El cigarro era tan importante en mi vida, como el sexo.
Creer�n que estoy exagerando, pero no es as�. Me cas� hace cinco a�os, con un
hombre que es m�s fr�o que el hielo. Mi marido fue educado dentro de una familia
ultra conservadora. Como suele suceder en esos casos, el sexo representa para
�l, un simple medio de reproducci�n, una manera de conservar la especie. Ya se
imaginaran la monoton�a de nuestros encuentros, los pocos que ten�amos. Cuando
despu�s de d�as de ruegos y sermones, lograba convencerlo, no sal�amos de la
posici�n del misionero, sin previa estimulaci�n o juegos er�ticos. Siempre
terminaba arrepinti�ndome, prefiriendo haberme quedado con las ganas y no a
medio palo, porque en cuanto mi marido terminaba -no mucho despu�s de haber
empezado-, yo ten�a que masturbarme para poder alcanzar un orgasmo. Digo
alcanzar, porque ya lo ve�a como un sue�o, como la estrella m�s lejana del
firmamento. Todo empeor�, cuando la impotencia toc� a nuestra puerta. Por m�s
que intent� llevarlo con un especialista, la verg�enza de mi esposo me venci�,
tir� la toalla. Desde entonces me conform� con un par de mis dedos, que siendo
honestos, resultan mejores. Ahora comprender�n mejor, el porque me costaba tanto
dejar de fumar. El cigarro era una salida a mi insatisfacci�n, pero, o lo
dejaba, o me mor�a. Fue por eso que recurr� al m�todo que estaba de moda entre
mis amigas. Una de ellas me dio la direcci�n de un doctor, que trataba el
problema mediante la hipnosis. Esperando en verdad me curara, toqu� el timbre,
justo despu�s de tirar al basurero la �ltima colilla.



Cuando la puerta se abri�, cre� que hab�a muerto y ten�a
frente a m� un �ngel. El dichoso doctor era el hombre m�s atractivo que hab�a
visto en mi vida. Y vaya que hab�a visto muchos. Durante mi juventud, trabaj� un
tiempo como...dama de compa��a, nunca me gust� la palabra prostituta, pero dej�
el negocio cuando conoc� a mi c�nyuge, si hubiera sabido. Siguiendo con el
doctor, su cara ten�a un balance perfecto, ni tan tosca, ni tan ani�ada. Sus
ojos eran negros, profundos y expresivos, entend�a al instante porque
hipnotizaba a las personas. Cejas pobladas, barba cerrada, labios carnosos, pelo
casta�o hasta los hombros. El traje que usaba no revelaba mucho de su cuerpo,
pero pod�a adivinar que era el de un dios griego. Me dio la mano y se present�
como Miguel. Que mano, grande, fuerte. Cuando apret� la m�a, no se, creo que
desde ah� empez� la cesi�n, porque sent�a que pod�a hacer lo que me pidiera.
S�lo pensaba en ser pose�da por ese macho, en calmar las ansias de varios meses
sin carne masculina. Luego de decirle mi nombre, Tania, me invit� a pasar.



No hab�a mucho dentro, uno de esos sof�s que utilizan los
psic�logos y no recuerdo su nombre, y dos sillones peque�os. Las paredes eran
blancas, al igual que el piso. Nos sentamos en los sillones y comenz� con su
trabajo. Me puso la mano en la frente, la mov�a lentamente hacia abajo,
cubriendo mis ojos. Dec�a palabras que parec�an rezos, en un idioma o dialecto
que no comprend�a, pero me provocaba cansancio. Luego dio un ligero golpe en mi
nariz, y me qued� dormida, no recuerdo nada de lo que sucedi� despu�s.




-A partir de ahora, tu mente va a responder, �nica y
exclusivamente, a mis �rdenes. Cuando yo diga, t� haces. Cuando yo quiera, t�
cumples. Cuando diga s�, t� tambi�n lo dices. Soy el due�o de tu voluntad, har�s
exactamente lo que salga de mi boca, ni m�s, ni menos. �Has entendido Tania?




Ella movi� su cabeza arriba y abajo, contestando
afirmativamente a mi pregunta. La experiencia de ya varios a�os en el mundo del
hipnotismo, me hab�a dado un control tal sobre mis pacientes, que no era
necesaria una preparaci�n previa a comenzar con el tratamiento. Mi habilidad era
tan grande, que podr�a hacer que las personas que acud�an a m� con la esperanza
de liberarse del fumar, beber, o cualquier otra adicci�n, lo lograran con una
simple orden que saliera de mis labios. Obviamente, no es eso lo que hac�a.
Necesitaba satisfacer todos mis gustos, bastantes caros algunos, por lo que los
hac�a ir a mi consultorio unas cuatro o cinco veces. Al ver a Tania, sab�a que
esa costumbre cambiar�a. Su belleza era tan impactante, que desde un principio
pens� en tenerla frente a m� las veces que se me antojaran, hasta que fuera ella
la que viniera por propia voluntad. La poca �tica que me quedaba se perdi�,
cuando ese par de senos cruzaron mi puerta. Sab�a a la perfecci�n que ven�a
exclusivamente, a quitarse de encima el h�bito del cigarrillo, pero ya que la
ten�a ah�, a mi merced, �por qu� no aprovecharla de mejor manera?




-Tania, quiero en este momento, te quites la blusa y el
sost�n. Quiero apreciar ese par de tetas que llevas con tigo. Hazlo ya.



En cuanto par� de hablar, se deshizo de la blusa y el
sost�n, tal como le hab�a ordenado. Sus pechos estaban al aire libre, eran
preciosos, redondos, blancos, levantados y con unos pezones rosados y grandes.
No hab�a tenido un par igual en mucho tiempo. Apenas pude contener mis ganas de
devorarlos, no as� el crecimiento de mi pene, que clamaba por salir de mis
pantalones.




-Tienes unos senos preciosos Tania. Son tan bellos, que ni
siquiera t� puedes resist�rteles. Acar�cialos. Rec�rrelos lentamente con la yema
de tus dedos. Hazlo ya.



Que espect�culo aquel. Sus dedos se deslizaban a lo
largo y ancho de su pecho, delicadamente, sin prisa alguna, haciendo que mi
miembro temblara de emoci�n. Mov�a sus manos de manera circular, una y otra vez,
sin descanso. Ella lo estaba disfrutando tanto o m�s que yo. Su cara era de
evidente placer, el que le provocaba acariciar sus tetas, irresistibles a�n para
ella. Cuando sus dedos se apoderaron de sus pezones, oh dios, la saliva escurr�a
de mi boca. Los apretaba de una manera sensual y morbosa, era toda una experta
en la autosatisfacci�n. Hubiera deseado que siguiera con lo que hac�a, pero el
tiempo que ten�amos era poco, y lo que faltaba por hacer mucho.




-Tania, ahora quiero que te despojes de tu falda y de tus
bragas. Quiero que quedes completamente desnuda ante tu amo. Hazlo ya.



La falda cay� al suelo. Le siguieron las bragas.
Cuando tuve frente a m� su sexo, casi termin� sin siquiera tocarme. Estaba
totalmente rasurado. Ten�a un tatuaje en forma de luna justo arriba de �l. Las
anteriores caricias sobre sus pechos, hab�an soltado los primeros jugos. Nunca
hab�a utilizado mis habilidades para tomar ventaja de las personas, no de esa
manera, pero era algo incomparable, me calentaba de sobre manera. El saber que
esa hermosa mujer, de grandes tetas y entrepierna depilada, har�a cualquier cosa
que yo le ordenara, era en verdad excitante.




-Mast�rbate Tania. Quiero que tus dedos se pierdan en tu
vagina, que estimulen tu cl�toris. Deseo que experimentes el mayor placer que
hayas sentido. Quiero que alcances el cl�max, y lo hagas en mi boca. Hazlo ya.



Tania baj� sus manos directo a su raja. Luego de
frotarla superficialmente, se introdujo tres dedos de un golpe. Su boca escupi�
un grito que, tal como le orden�, demostraba que estaba sintiendo m�s placer que
nunca. Los sacaba y volv�a a meterlos, con rudeza y rapidez. Su rostro se
distorsionaba, lleno de lujuria. Gem�a y jadeaba cuando tocaba su cl�toris. Sus
pechos se balanceaban con cada embestida de sus dedos. Sus pezones estaban
duros, y por sus piernas bajaban grandes cantidades de lubricante. Estaba
sumamente excitada, a punto de tener un orgasmo. Sin dejar de masturbarse,
camin� hacia m�. Se subi� al sill�n y dej� su concha al alcance de mi boca. Mi
lengua sustituyo a sus dedos, provoc�ndole un gozo superior. A los pocos
segundos, sus gritos llenaban el cuarto, y sus jugos inundaban mi boca. Cuando
la calma regres� a su cuerpo, se baj� del sill�n y se qued� parada frente a m�,
esperando la siguiente orden.




-Muy bien Tania, ya has disfrutado. Ahora me toca a m�
hacerlo. Quiero que desabroches mi cintur�n y mis pantalones, que saques mi
verga, y la acaricies con ambas manos. Quiero que lo disfrutes. Quiero que el
hacerlo sea para ti, como un sue�o hecho realidad. Hazlo ya.



Ni tarda ni perezosa, Tania hizo lo que le mand�. Se
hinc�, desabroch� mis prendas, y finalmente liber� mi palpitante falo, para
inmediatamente comenzar a acariciarlo. Lo tomaba entre sus dos manos, las cuales
sub�a y bajaba con amor. Pocas mujeres gozan en verdad el ver una polla a
plenitud, menos cuando no es demasiado gorda y grande, como la m�a. Les gusta el
placer que puede darles, pero no m�s. Tania estaba embobada mir�ndola. Parec�a
como si estuviera venerando a un santo. Su mirada estaba fija en mi erguido, y
de proporciones discretas, miembro. M�s que satisfacerme sus caricias, me
agradaba esa especie de admiraci�n, que sent�a mi paciente por esa parte de mi
cuerpo. Mi ego estaba inflado. A pesar de que no era real esa fijaci�n, me
encend�a. Estaba en el para�so.




-Lo has hecho muy bien Tania. Tu siguiente orden es
practicarme el mejor sexo oral. Quiero que mi verga se pierda entre tus labios,
que llegu� a tu garganta. Deseo que me la mames como toda una puta. Hazlo ya.



Sus manos se apartaron del tronco de mi falo. Su
cabeza fue bajando lentamente, hasta que sus labios toparon con la punta. Sac�
un poco de su lengua, y chupo el lubricante que ya mostraba mi glande. Me hizo
suspirar. Luego humedeci� mis quince cent�metros de carne ardiente, les pasaba
la lengua una y otra vez. Cuando se cans� de hacerlo, abri� su boca y meti� en
ella gran parte de mi polla, pero sin apretarla. S�lo la rodeaba y volv�a a
dejarla toda fuera. M estaba volviendo loco. Estaba desesperado, ya quer�a que
se la comiera. Ella sab�a que me estaba impacientando, ese era su plan, hacerme
desear el calor de sus labios como un adicto. Pod�a ordenarle que se la tragara
de una buena vez, pero dej� que siguiera su juego, me gustaba. Cuando vio que
estaba a punto de retorcerme, se la meti� entera y sent� mi capullo chocar con
su garganta. Gem� y por poco me ven�a. Necesit� mucho control para no hacerlo.
Tania comenz� a mamarla como siempre lo dese�, con rapidez y gozo de su parte.
Era la sensaci�n m�s placentera de mi vida. Nunca una mujer disfrut� del sexo
oral al hac�rmelo. Mis manos apretaban los brazos del sill�n. Mi respiraci�n se
aceler�, al igual que los latidos de mi coraz�n. No faltaba mucho para que
descargara dentro de su boca, y aunque fue dif�cil hacerlo, le orden� parara. No
quer�a que todo finalizara, todav�a no.




-De...detente Tania. Hazlo ya.



Mi pene sali� de su boca y ella volvi� a quedarse
parada. Esper� unos minutos antes de darle su siguiente orden. Necesitaba
calmarme un poco, o no aguantar�a mucho tiempo antes de correrme. Cuando sent�
que mi excitaci�n hab�a bajado a un nivel controlable, prosegu�.




-Muy bien Tania, s�lo te falta una cosa por hacer. Quiero que
te sientes arriba de mi verga. Quiero penetrarte, y tambi�n quiero que lo
disfrutes. Deseo que mientras te folles tu misma con mi verga, me beses y me
digas que me quieres. Cuando sientas que voy a terminar, t� tambi�n lo har�s.
Hazlo ya.



Tania se coloc� encima de m�, y se dej� caer sobre mi
petrificado falo. Fue sensacional entrar en ella de un solo intento. M�s a�n la
manera en que grit�. Al instante comenz� a moverse sobre mi polla. Lo hac�a como
pose�da por la lujuria, sin ninguna delicadeza. Sus labios buscaban a los m�os.
Me dec�a que me quer�a. Yo me sent�a el hombre m�s afortunado. Ella continuaba
con su sube y baja, cada vez m�s acelerado. Su vagina apretaba mi miembro tan
fuerte, que cre� me lo arrancar�a, llev�ndome a la gloria. Mi cuerpo temblaba.
Mi boca pronunciaba sonidos ininteligibles. El final era inminente. Obedeciendo
a mi mandato, Tania termin� antes que yo, cuando sinti� que yo lo har�a. Sus
jugos se deslizaban por mi est�mago y mis piernas. Sus u�as se clavaron en mi
espalda y sus dientes en mis hombros. Sus espasmos estimulaban mi pene de una
manera sensacional. Luego de un grito, me vaci� dentro de ella. Saqu� m�s semen
que nunca, parec�a no tener fin. Acababa de tener el mejor polvo de mi vida. Los
dos nos quedamos abrazados, callados.



Luego de un rato, le orden� a Tania vestirse. Yo me abroch�
los pantalones. Le di un �ltimo beso antes de despertarla.




-La cita de hoy a llegado a su final Tania. Cuando
despiertes, no recordar�s nada de lo que aqu� acaba de suceder. Lo �nico que vas
a saber, es que el cigarro es lo peor que existe en el mundo, no querr�s volver
a probarlo en tu vida. No conozco las causas por las que fumabas, pero
cualquiera que estas sean, cuando surjan de nuevo, vendr�s a mi consultorio y
las calmar�s teniendo sexo conmigo. Cada vez que tengamos relaciones, te
sentir�s m�s unida a m�, hasta que llegu� el d�a en que me necesites, a�n por
causas distintas que las que te llevaron a fumar. Poco a poco me ir�s deseando y
queriendo de manera conciente. Llegar� el d�a en que, sin la influencia de mi
hipnosis, querr�s estar conmigo. Vas a hacer todo lo que acabo de decirte,
porque recuerda, soy el due�o de tu voluntad. Ahora despierta, desp�dete, y
m�rchate. Hazlo ya.



Tania se despert�. No recordaba nada de lo sucedido.
Se despidi� de m� y se march�, tal como se lo orden�. Tuve un poco de
remordimientos, pero luego pens� que por m�s bueno que sea, no podr�a obligarla
a hacer algo que ella no quisiera, as� que mi culpa desapareci�. Aunque estuvo
bajo el efecto de mi hipnosis, una parte de ella deseaba lo que pas�, de otra
forma no habr�a ni siquiera empezado. Me fui a dormir, no ten�a m�s consultas.
En mi cama, pensaba en ella, en la pr�xima vez que la tendr�a sentada sobre mi
verga, y en el d�a que se quedar�a definitivamente conmigo, haci�ndome el due�o
de esa belleza que me cautiv� desde el primer momento.



No se como le hizo el Doctor Miguel para quitarme las
ganas de fumar. Cada que veo un cigarro siento much�simo asco, me parecen
repulsivos. Cuando siento esas ansias que sol�a calmar con tabaco, entr� en una
especie de sue�o, y despierto sin ganas de fumar y feliz. Tal vez fue su linda
cara, porque cada vez la tengo m�s grabada en mi mente.


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Relato: Dejando de fumar
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