Relato: Incesto forzado... pero deseado (03) INCESTO FORZADO....PERO DESEADO (III)
Autor: Incestuosa
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
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CAPITULO III
Decidida a descubrir de una vez por todas lo que tramaba mi
padre con todas esas cosas que yo sab�a que estaba haciendo a espaldas m�as con
mis prendas �ntimas; los libritos que encontraba en la mesita del ordenador y
�ltimamente aquel objeto en forma de collar que tanto placer me hab�a causado; y
aunque ciertamente no sab�a cuando y de qu� manera �l hac�a todo eso, pues
realmente casi nunca lo ve�a en casa, me puse a considerar en cual podr�a ser la
mejor forma de descubrir plenamente sus ya no tan ocultas intenciones. Despu�s
de meditar la situaci�n por largos d�as y parte de sus noches, pues a veces ya
ni dorm�a pensando en c�mo podr�a yo descubrirlo, finalmente llegu� a la
conclusi�n de que la mejor manera de saber la verdad era espi�ndolo sin que �l
se diera cuenta. Llegu� entonces a la conclusi�n de poner en pr�ctica un plan
que me llevara a conocer la verdad. Mi plan de acci�n consist�a en fingir que
iba yo a la escuela, pero en realidad me regresar�a subrepticiamente a casa y me
esconder�a en un cuartillo dedicado a guardar trebejos que practicamente nunca
se ocupaba, ubicado precisamente dentro del cuarto de servicio donde se
depositaba la ropa sucia. Yo estaba segur�sima de que escondida all� dentro
jam�s me ver�a. Adem�s, esa especie de desv�n dispon�a para mi fortuna de una
peque�a ventanilla de madera con ciertas ranuras desde donde podr�a muy bien ver
con toda claridad lo que suced�a si alguien entraba al service room.
As� que dos d�as desp�es de aquella despiadada sesi�n
masturbatoria que hab�a experimentado con aquel libro de tan excelentes y
calientes dibujos y el bonito collar de bolitas tan apreciado ya por mi culito
(en verdad que ya hasta lo extra�aba), me dispuse a fingir que me iba a la
escuela. Pero tal como lo hab�a yo planeado, me baj� del autob�s una esquina
antes de llegar al plantel y volv� a tomar otro bus de regreso, baj�ndome como
dos calles antes de mi casa. Me dirig� caminando hacia all� presa de los
nervios, pues en el fondo todo aquello me causaba como una especie de temor y de
miedo, pero no puedo negar que tambi�n me excitaba al pensar en todo lo que
podr�a yo descubrir como resultado de mi plan. Lo m�s silenciosamente que pude y
con manos temblorosas, abr� la puerta de mi casa y entr� a la sala, qued�ndome
parada unos minutos para ver si escuchaba alg�n ruido dentro. Pens� en la se�ora
que hac�a la limpieza y mir� mi reloj, comprobando que ella llegar�a m�s o menos
como en una hora. Decidida a llevar adelante mi preconcebido plan, me quit� mis
zapatos y con ellos en las manos me dirig� r�pidamente hacia el cuarto de
servicio. Una vez all� abr� la puerta del cuartito de trebejos, entr� y asegur�
la puerta por dentro. Todo estaba en tinieblas all�, as� que a tientas busqu� el
espacio suficiente donde permanecer quieta hasta que mis ojos se acostumbraran a
la oscuridad, momentos que aprovech� para acomodarme lo mejor que pude frente a
la diminuta ventanilla de madera y me puse a observar hacia la estancia de
lavado, comprobando que pod�a apreciar perfectamente todo el espacio del cuarto
de servicio.
M�s o menos una hora despu�s escuch� ruidos dentro del
service room, y pegando mis ojos a las rendijas me percat� de que se trataba de
la se�ora que nos hac�a la limpieza, que empez� a realizar sus labores
cotidianas. Yo permanec� lo m�s quieta que pude durante el largo rato que ella
estuvo trabajando all�, hasta que por fin se retir� hacia el interior de la
casa. Las horas continuaron pasando con lentitud y yo me comenc� a impacientar
tanto que estuve casi a punto de renunciar a mi plan, cuando de pronto volv� a
oir ruidos nuevamente. Acercando la vista a las ranuras v� la figura de mi padre
que hab�a entrado en la estancia. Aunque verlo all� no me sorprendi� en lo
absoluto, s� me pregunt� c�mo es que �l se encontraba en casa en horario de
trabajo. Observ� que iba vestido con playera, pants y pantuflas, por lo cual me
dije que aquella era una ropa demasiado casual como para que viniera del
trabajo. Pero ya no pude seguir pensando m�s en eso, pues me d� cuenta que de
inmediato se dirigi� hacia el canastillo donde se guarda la ropa sucia. Mi padre
abri� el dep�sito y comenz� a sacar con una calma inaudita, una por una, todas
mis prendas �ntimas a�n no lavadas, observ�ndolas cuidadosamente como si fuesen
objetos preciosos, mientras las iba separando en un montoncito sobre una mesita
que se hallaba junto a la lavadora. Yo pude ver con toda claridad cuando �l
apartaba con toda calma mis braguitas despu�s de haberlas mirado con atenci�n;
mis corpi�itos usados, mis vestiditos y mis blusitas de manga corta y algunos
sostenes. Luego que ya no qued� nada de mi ropa en el dep�sito, se volte� hacia
la mesita y comenz� un ritual que era nuevo para m�, ya que a�n cuando
anteriormente lo hab�a encontrado algunas veces revisando mi ropa interior,
nunca lo hab�a observado con tanta atenci�n como lo hac�a ahora.
Estando frente a aquellos montones de ropa �ntima m�a, v�
cuando �l procedi� a quitarse el pant quedando totalmente desnudo de la cintura
para abajo, pudiendo yo apreciar perfectamente desde donde me hallaba escondida
el largo y endurecido m�stil de cabeza pelada y enrojecida que se asomaba
desafiante por encima de su velludo pubis. Era un pene tan largo y grueso que me
preguntaba para mis adentros c�mo era posible que a un hombre le creciera tanto
su falo. Aquella visi�n tan nueva para m� me caus� de manera inconsciente un
escozor indescriptible en medio de mis piernas, sintiendo de pronto c�mo casi de
inmediato comenzaba a escurrirme una especie de babilla de adentro de mi rajita.
Mi padre fue tomando una por una mis pantaletas sucias y comenz� a olerlas con
los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atr�s, inhalando suavemente aquel
aroma proveniente de la parte baja que queda pegada a la vulva, y que por lo
visto tanto le agradaba y le calentaba. Aspirando con deleite todos aquellos
olores que desped�an mis prendas �ntimas, pasaba a ponerlas de la nariz a su
verga parada, frotando la prenda sobre su falo erguido, y de manera muy
especial, en aquella regi�n donde quedan restos de mis flujos vaginales. Una por
una y con tranquilidad pasmosa fue oliendo con fruici�n mis pantaletas,
volvi�ndolas a refregar sobre su largo y grueso pene endurecido y babeante, para
pasar despu�s a mis sostenes. De igual forma comenz� a olerlos por la parte
interior de las copas de tela que guardan mis pechitos, para despu�s tallarlos
con suavidad sobre su enhiesta verga, enroll�ndose una y otra vez la tela
alrededor de su pito enrojecido y h�medo. Pero lo que v� que hizo despu�s, eso
s� que me caus� una excitaci�n mucho mayor de la que ya estaba experimentando
oculta en mi escondite, pues mientras ve�a c�mo mi padre disfrutaba de aquella
forma tan extra�a con mis prendas interiores, yo no pude evitar bajar mis manos
y llevarlas de una manera inconsciente hasta aquel rec�ndito sitio que se
encuentra escondido entre mis piernas, pudiendo percatarme de que me hallaba
totalmente inundada de fluido que me escurr�a por los bordes de mi vagina
moj�ndome hasta lo indecible, induci�ndome a tocar delicadamente la parte
interior de mis labios haci�ndolos despu�s a un lado para internar uno de mis
dedos en ese rinconcito del placer, mientras me tocaba delicadamente con otro
dedo mi cl�toris.
A pesar de lo excitada que me hallaba como consecuencia de
aquella vista panor�mica que se ofrec�a ante mis ojos, y mientras me masturbaba
con suavidad tratando de disfrutar al m�ximo posible de aquel momento tan
sublime y novedoso, pude ver cuando mi padre tom� mis vestidos y mis blusas sin
mangas examin�ndolos uno por uno. Pero lo que me ocasion� el mayor asombro fue
observar c�mo pon�a especial atenci�n sobre esa parte de mis axilas, es decir,
la parte que yo siempre sudo y que l�gicamente queda muy olorosa. Era tal su
brama y desesperaci�n al estar oliendo y aspirando profundamente el aroma de
aquella parte de la tela, que no pude contener el aliento y me descargu� sin
control en mi primer orgasmo del d�a, teniendo que hacer tremendos esfuerzos
para no gritar del placer que me causaba todo aquello. Claro que a pesar de
haber tenido ese orgasmo tan violento y abundante, no perd� de vista ni por un
momento a mi padre, quien ajeno de mi presencia se deleitaba hasta el delirio
con la tela de mis sobacos metidos dentro de su boca, besando, chupando,
mordiendo, oliendo y tallando en su larga verga sobre esa parte de cada una de
mis blusitas y vestiditos sucios. Ante tanta pasi�n contenida tuvo que venir por
fin el obligado y ansiado alivio, comenzando a eyacular ferozmente sobre la
parte de la tela de las axilas de aquellas prendas tan queridas por �l, pudiendo
darme cuenta de c�mo trataba de ahogar los gritos que le sal�an de su boca
producto aquella inenarrable y fenomenal calentura, pronunciando mi nombre
innumerables veces, para despu�s, ya m�s calmado, empezar a embarrar todas y
cada una de mis prendas de leche, particularmente en esas zonas que he referido
y que tanto deleite le produc�an.
Una vez que acab� de rociar de semen aquel mont�n de prendas
usadas por m�, mi padre fue guardando de nuevo mi ropa en el dep�sito, dejando
hasta el final una de mis braguitas color de rosa que me encantaba usar, con la
finalidad de terminar de limpiarse la leche de su pene, ahora fl�cido m�s no por
eso peque�o. Desdobl� la pantaleta y precisamente en el �ngulo interior que se
pega a la vulva, termin� de eyacular todo el el�xir que a�n le quedaba adentro,
empapando la tela abundantemente de aquel exhuberante y delicioso licor.
Habiendo terminado la faena, se puso el pant y se alej� del cuarto de servicio.
Yo me qued� por varios minutos escondida esperando a que �l estuviera lejos de
all�; sin embargo, no pudiendo contenerme m�s debido a la incontenible calentura
que me embargaba, y oculta all� mismo donde me encontraba, tir�ndome sobre el
piso y haciendo a un lado la tela de mi calz�n, me di a la tarea de masturbarme
otra vez con una furia inaudita, recordando la figura de mi padre oliendo y
restreg�ndose en su fabuloso pito mi ropa sucia. Mis orgasmos se sucedieron unos
a otros de manera interminable, disfrutando con delicia de aquel momento tan
precioso y que tan inesperadamente me causara aquella brama inigualable.
Al t�rmino de mis delirantes espasmos y liberada al fin de
aquel momento de extraordinaria pasi�n, pude ya pensar con mayor tranquilidad y
me puse a cavilar en lo que acababa de descubrir con mis propios ojos. Y aunque
en realidad yo ya ten�a conocimiento de que mi padre hac�a esas cosas con mi
ropa interior y mis vestidos al haber descubierto leche embarrada y seca sobre
mi ropa, jam�s me hab�a imaginado la forma en c�mo �l lo hac�a, y por supuesto,
mucho menos so�aba en toda la calentura y la brama que despertaba yo, a trav�s
de mi ropa, en la persona de mi padre. Tambi�n pensaba, sentada sobre el piso de
mi no tan improvisado escondrijo, en el alto y tremendo grado de excitaci�n que
todo eso le causaba a mi padre y en el placer inigualable que le produc�a oler y
saborear mis cosas. Pero, a decir verdad, lo que m�s extra�eza y hasta
excitaci�n me causaba era la tremenda calentura que hab�a despertado en m� al
ver todas aquellas escenas tan inesperadas de mi padre haciendo todo aquello con
mis prendas �ntimas. Quise salir cuanto antes de all�, pero un nuevo apremio que
se manifest� con un picor entre mis piernas me oblig� a tenderme de nuevo en el
suelo, quit�ndome definitivamente las pantaletas h�medas de leche, para volver a
disfrutar de otra fenomenal masturbaci�n que dur� intensos minutos que se
prolongaron por horas, meti�ndome los dedos lo m�s profundo que pude dentro de
mi cavidad genital, frot�ndome con delicadeza mi cl�toris y apret�ndome con
fuerza mis tetas y mis pezones hasta que me volv� a venir en intensos orgasmos
sucesivos que me dejaron muerta de cansancio.
Al recuperarme de aquellos explosivos momentos de infinito
delirio, tan nuevos y agradables para m�, ahora s� me decid� por fin a abandonar
mi escondite secreto no sin antes cerciorarme de que nadie se encontrara cerca
de all�. Una vez que dej� el desvancillo, me sal� a la calle para caminar un
rato tratando de ordenar mis ideas y sobre todo, de intentar entender aquella
nueva pasi�n que comenzaba a germinar dentro de mi mente y mis entra�as, pues
realmente me daba cuenta de todo lo que eso significaba, y con nuevos e intensos
deseos de volver a repetir aquella incre�ble e inesperada experiencia.
PAUSA....
�
DIARIO DE DON JOS�.
17 de mayo de 1985
Querido diario:
Debo decirte que las cosas marchan sobre ruedas, y despu�s de
haber observado a Dianita en su habitaci�n masturb�ndose con furia loca y
lujuria incontenible, es m�s fuerte el deseo de cog�rmela, de desflorarla, de
ser el primer hombre en su vida. S�lo que me pregunto una cosa. T� sabes del
tama�o de mi pene, que no es cualquier cosa, y pienso mucho en el momento en que
la vaya a penetrar. No deseo por ning�n motivo, claro est�, causarle dolor, as�
que me he pasado varios d�as pensando en c�mo voy a hacerle para poder
traspasarla con mi espada de Damocles. Pero bueno, eso ya se ver� en su momento.
Ahora quiero confesarte algo que ha sucedido y que forma parte de mi genial plan
de acci�n. Ayer por la ma�ana me di cuenta cuando Dianita se fue a la escuela, y
como la se�ora no viene hasta las 9:00 A.M., me baj� a la cocina a prepararme
algo de comer. Estando all� v� desde el ventanal a Dianita que regresaba a casa.
Me pregunt� por qu� estar�a haciendo eso, si tal vez se sent�a induspuesta, o en
fin, que no pude contestarme esas preguntas, pues tuve que tomar los emparedados
que acababa de hacer y me sub� corriendo escaleras arriba hacia mi cuarto. Ten�a
temor de que ella me descubriera en casa. Pero al estar esperando escuchar sus
pasos subir hacia su dormitorio, me di cuenta de que ella no lo hizo. Dud� un
momento, pero como estoy dispuesto a todo, sal� sigilosamente de mi cuarto para
asomarme hacia la sala, pudiendo ver a Dianita cuando se quitaba sus zapatos y
se dirig�a rumbo al service room. Una idea asalt� s�bitamente mi mente, pensando
en que tal vez Dianita quer�a revisar su ropa sucia, as� que me esper� un
momento y despu�s fui tras ella. Con mucho cuidado y sin hacer ruido la espi�
detr�s de la puerta del cuarto de servicio y alcanc� a ver c�mo ella abr�a el
cuartillo que sirve de desv�n y c�mo, desp�es de penetrar all�, se encerraba
adentro. Me qued� por un largo rato parado donde me encontraba pensando
r�pidamente en lo que Dianita trataba de hacer, llegando a la conclusi�n de que
ella quer�a espiarme a m�. Seguramente ya se hab�a dado cuenta de las manchas
que le dejo en sus telas privadas, en sus braguitas, sus vestiditos, brassieres
y blusitas. Ahora s�, querido diario, que mi plan iba avanzando tal y como yo
deseaba. Mir� mi reloj y v� que faltaba poco para las 9:00 A.M., as� que para
evitar que la se�ora del aseo me viera, fui a esconderme dentro de mi
habitaci�n. Esper� impacientemente por largas horas hasta que la se�ora abandon�
la casa despu�s de haber conclu�do con sus labores. Asegur�ndome de que no hab�a
nadie en casa me dirig� hacia el cuarto de servicio, entr� en �l y me dispuse a
realizar la sesi�n que m�s me gusta: masturbarme con las prendas interiores de
mi hija. S�lo que esta vez yo estaba seguro de que ella me estaba observando con
toda atenci�n desde la ventanilla del desv�n, de modo que ten�a que fingir que
me hallaba solo, para lo cual decid� no mirar hacia la ventanita ni una sola
vez. Temblando de excitaci�n me dispuse como siempre a sacar una por una las
prendas de Dianita, acomod�ndolas en la mesa que se halla junto a la lavadora.
Una vez clasificadas, me di a la tarea de disfrutar de aquel sublime e
inesperado momento, sabedor de que ella, desde su escondite "secreto" iba a ser
testigo de mis deleites m�s inconfesables. Yo sab�a bien que Dianita no se
atrever�a a salir de all� mientras yo me encontrara presente, y mucho menos
vi�ndome hacer todo aquello. Por el contrario, yo esperaba que aquellas visiones
la pusieran a mil de calentura, de tal forma que al terminar ella deseara en lo
m�s �ntimo de su ser volver a presenciar aquel ritual tan lujurioso. Estoy
seguro de que despu�s de ver esto, ella no podr� evitar, por m�s esfuerzos que
haga, el desear volver a esconderse all� para verme hacer de nuevo esas cosas
que tanto me agradan, y sobre todo, es una oportunidad genial de que me vea la
verga, de modo que la llegue a desear tan intensamente que sea ella quien
finalmente me pida que la desflore.
Pero te sigo contando. Teniendo mi daga bien parada y
habiendo acomodado sus vestiditos, blusitas, corpi�itos y braguitas, me quit� el
pant y dej� de fuera mi fenomenal falo, el cual deliberadamente ofrec� a la
vista de mi hermosa hija para que pudiera deleitarse con su tama�o, su grosor y
su tremenda y roja cabeza endurecida e inflamada, a fin de que se fuera
preparando para la batalla final, que tal vez no tardar�a en llegar. Una vez que
me deleit� posando para ella, me dediqu� a mi m�s ansiosa tarea: la de comenzar
a oler una por una sus prendas interiores, aspirando con profundidad y deleite
aquel aroma tan rico que me pon�a tan caliente. Con toda tranquilidad fui
revisando y comi�ndome cada una de sus prendas, oliendo, mordiendo, chupando,
besando, y frot�ndomelas en la verga, colg�ndomelas del palo endurecido que
sobresal�a cachondo en su enorme tama�o, mientras me imaginaba lo que estar�a
haciendo Dianita en ese momento all� adentro. Te confieso que aquella ocasi�n
tan inesperada me ofreci� las m�s intensas y extraordinarias delicias sexuales
que jam�s me hubiera imaginado. Una vez que me cans� de oler y frotar sus
braguitas y sus sostenes sobre mi larga y gruesa verga, me dispuse como siempre
a finalizar mi faena con la obra maestra de mi masturbaci�n a la salud de la
ropa de Dianita. As� que cog� sus vestiditos y sus blusitas, los cuales hab�a
dejado hasta el final, para dedicarme a oler la parte axilar que tanto me
embrama, pues all� precisamente deja Dianita sus m�s finos olores: el producto
de su sudor penetrante y delicioso que me pone a temblar como una gelatina sin
congelar. Comenc� por oler con delectaci�n inaudita todos y cada uno de los
bordes axilares de sus vestidos y blusas, llev�ndomelos lentamente hasta la boca
y procediendo a chupar con toda desfachatez esa exquisita parte donde quedan sus
sobacos, dejando que Dianita, desde donde se hallaba escondida, pudiera ver con
toda claridad lo que hac�a. Ya pod�a suponer como estar�a mi hijita en esos
instantes, meti�ndose los deditos en su chochito y teniendo un orgasmo tras
otro, tratando de ocultar los gemidos que quer�an salir de su boca, pero que
ahogaba con dificultad para que yo no advirtiera su presencia. As� que me
mantuve sin venirme lo m�s que pude, reteniendo la furiosa salida de la leche
que casi no pod�a controlar. Pero eso realmente fue imposible, querido diario,
pues finalmente, y totalmente enloquecido por lo excitante de aquel momento
sublime, me vine a chorros sobre los vestidos y blusas de Dianita, embarrando
con torrentes incontenibles de leche aquellas telas tan apreciadas por mi,
mientras pronunciaba su nombre varias veces a fin de que ella confirmara a�n m�s
sus sospechas. Despu�s de haberme derramado abundantemente sobre todo aquel
bagaje de mi hijita, me dediqu� con toda calma a embadurnar todas y cada una de
sus prendas �ntimas de restos de mi leche, en especial en aquella parte de sus
braguitas que se pega a su rajadita; dentro de las copitas de sus corpi�itos y,
de manera particularmente deliberada, en las axilas de tela olorosas a sudorcito
de Dianita. Finalmente y habiendo dejado para el final a prop�sito una
pantaletita color de rosa que es una de las que m�s me gusta humedecer con mi
leche, me limpi� todo el semen que me segu�a saliendo del pene con la parte
interior de aquella delicada braguita, justamente en el centro de la tela que
tiene contacto con su lindo chochito, dej�ndola toda mojada y tiesa.
Estando ya seguro de que por aquel d�a era m�s que
suficiente, y dispuesto como estaba a no cometer errores que pusieran en riesgo
mi plan, volv� a meter la ropa de Dianita en el dep�sito, me puse en pant y
abandon� como si nada el service room con rumbo hacia mi habitaci�n.
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CONTINUAR�.......
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Relato: Incesto forzado... pero deseado (03)
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