Relato: Mi Inolvidable Iniciaci�n (07)



Relato: Mi Inolvidable Iniciaci�n (07)

Mi Inolvidable Iniciaci�n (7)



Por: Incestuosa




POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO



Cap. X



Mientras mi desconocido amante se desnudaba por completo
frente a la sudorosa y jadeante Mar�a, ella no dejaba de mirar con ansiosos ojos
de lujuria el tremendo falo endurecido y tieso que hab�a por fin conseguido
salir libre de su prisi�n de tela, manteniendo la boca abierta por el intenso
deseo al ver de cerca aquel extraordinario bast�n de carne dura y negra, de
enorme cabeza circular y media aplanada de la punta que se ergu�a majestuoso
frente a su lasciva mirada. Yo estaba segura de que mentalmente ella deber�a de
estar compar�ndolo con el peque�o pichoncillo de Pepe, comprobando que aqu�l no
era ni con mucho la cuarta parte de �ste, por lo cual mi hermanita se relam�a
una y otra vez los labios con su lengua como saboreando de antemano las delicias
de aquel caramelo del delirio que muy pronto ser�a suyo. Comprendiendo Mary que
por fin hab�a llegado el so�ado momento de ser penetrada por el soberbio
estilete del desconocido de mis amores, y no queriendo de ninguna manera
perderse antes del placer de saborearlo con su propia boca, sin decir nada se
hinc� con rapidez frente al verg�n sin par de aquel cogedor con la clar�sima
intenci�n de que �ste se lo metiera previamente en la boca.



El experto amante, notando la evidente ansiedad que se
manifestaba en el brillo singular de los ojos de Mary no tuvo impedimento para
tomarla de la nuca metiendo enseguida sus dos manos por debajo de sus casta�a
cabellera, para acercar su cara en direcci�n a su largo y enhiesto tolete,
mientras mi hermanita ya iba con la boca completamente abierta, sabedora y
dispuesta de lo que quer�a hacer con su brutal herramienta en esos instantes.
Pronto vi cuando la punta de aquella roja cabeza se met�a dentro de la abertura
bucal de Mar�a, quien lo aprision� con sa�a y delectaci�n cerrando los ojos con
fuerza mientras se deleitaba con un sentimiento incre�ble con aquel vibrante
p�jaro del deseo, que se iba abriendo paso sin pedir permiso dentro de sus
ansiosos y humedecidos labios. Puesto que ella hab�a advertido que dado su
descomunal tama�o, aquella tranca del delirio jam�s le cabr�a entera en la boca,
busc� pronto la forma de prodigarle de la mejor manera posible la mejor mamada
de su vida, por lo que vi c�mo ella se met�a jariosa primero un pedazo de aquel
volov�n hasta donde le cab�a, chup�ndolo con inenarrable placer con la lengua de
fuera, para sacarlo despu�s con golosidad y frot�rselo por su propio rostro
enrojecido, oli�ndolo con intensidad cuando se lo dejaba tantito frente a los
orificios de sus narices, movi�ndolo despu�s hacia sus ojos, donde se lo volv�a
a tallar enardecida de pasi�n, para luego llevar aquel tronco con la punta
inflamada por delante hasta su cuello, donde volv�a a frotarlo sobre su piel,
gozando al m�ximo y con incomparable locura de aquel palo de fuego que cada vez
crec�a m�s y m�s como consecuencia de los alocados escarceos que mi cachonda
hermanita le prodigaba.



Realmente todas esas escenas que mis ardientes ojos
contemplaban con atenci�n hicieron que yo me viniera de nuevo en espectaculares
orgasmos que intentaba acallar lo m�s que pod�a detr�s del zarzal donde estaba
oculta, hundiendo con fuerza mis dedos en mi sonrojada hendidura mientras sent�a
c�mo el delicioso y c�lido licor que brotaba de mis entra�as me mojaba
totalmente las manos; pero eso s�, sin apartar por un momento mis abiertos ojos
de las preciosas visiones que estaba presenciando. Mientras tanto mi hermana
mayor continuaba hundida en el �xtasis de la pasi�n con aquel verg�n tama�o
familiar entre sus manos, restreg�ndolo con irreverente pasi�n por todo su
cuerpo, pues yo ve�a ahora c�mo ella estaba frotando la verga del hombre sobre
sus enhiestos pezones, como intentando auto penetrarse sus lindos globitos que
se levantaban retadores frente a aquel m�stil de barco sin bandera. Luego de
permanecer por largos minutos extasiada con el bast�n de carne en sus manos y en
ese reto inigualable de frotaci�n pectoral, a mi hermanita le dio por saber qu�
se sent�a tener debajo de sus axilas un pene tan fenomenal, ya que la vi cuando
llev� la punta de aquella tranca hasta uno de sus hermosos sobacos, acomodando
el negro pito inflamado precisamente en esa regi�n prohibida, para despu�s bajar
el brazo en un claro intento de apretar el parado falo de su amante con la piel
escondida de su axila. Manteniendo la herramienta bien parada por algunos
minutos en esa no tan ortodoxa posici�n, se dio a la dulce tarea de repetir su
accionar haciendo lo mismo con su otro sobaco sudoroso, para luego llevar
nuevamente hasta su boca el erguido ca��n de acero, saboreando con su lengua a
todo lo largo los sabores entremezclados de su propio sudor axilar y el olor a
verga de aquella daga de la muerte.



Yo observaba con la mirada nublada por el deseo, en tanto
continuaba prodig�ndome caricias en mi rajita ardiente, todos aquellos jueguitos
que mi hermana sab�a muy bien proporcionar y tambi�n disfrutar con el pene del
desconocido, estando segura que ella lo hab�a aprendido quiz�s a trav�s del
tiempo en sus escondidos encuentros con mi hermano Pepe. Y aunque reconoc�a que
ella me aventajaba en todas esas pr�cticas, estaba segura tambi�n de que si algo
la alentaba era precisamente el tremendo tama�o de la descomunal espada de
fierro que manten�a entre sus manos, y que ahora ten�a metida debajo de sus
sudorosos sobacos, mientras se deleitaba despu�s succionando los exquisitos
el�xires que emanaban del tronco de aquel enorme pito, que a esas alturas apenas
si pod�an contener los calientes efluvios que amenazaban con salir de la punta
de su enrojecida y salvaje cabeza. Por primera vez apreci� que nuestro amante
del bosque perd�a el control de sus instintos, ya que sin poder aguantarse m�s,
de pronto sac� de un golpe su verga de debajo de uno de los brazos de Mar�a, y
tom�ndola a ella r�pidamente y con fuerza por los cabellos en un acto de
salvajismo que m�s parec�a como si fuese a martirizarla, la jalone� con furia de
su pelo oblig�ndole a abrir la boca mientras le met�a con desesperaci�n la punta
de su bayoneta calada entre los labios, jadeando y profiriendo gritos de brama y
placer, en tanto se derramaba sin piedad dentro de la boca de mi hermana, quien
hac�a tremendos esfuerzos por intentar tragarse todos los fu�dos calientes que
brotaban como manantial del palpitante pene de su amante. Mi hermanita se goz�
hasta el delirio con aquella fenomenal venida, sorbiendo el delicioso y tibio
licor dentro de su garganta, en tanto yo observaba c�mo, sin poder evitarlo, el
l�quido del placer le escurr�a por las comisuras de los labios, mientras ella,
en un intento por no perder nada de aquella leche de sus deseos, sacaba la
lengua con rapidez saboreando una y otra vez el pegajoso n�ctar que tanto le
gustaba beber.



Yo supuse enseguida, y supon�a bien, que nuestro experto
amante no hab�a podido esta vez mantener su acostumbrado control ante los
exquisitos embates linguales y las ardient�simas caricias que Mar�a
proporcionaba a su tremenda verga, ya que mientras se ven�a a chorros dentro de
la boquita de mi hermana, yo observaba c�mo �l manten�a sus ojos totalmente
cerrados en un gesto de placer inigualable, gozando y disfrutando hasta el
delirio de aquel acto mamatorio que sin duda alguna tanto le hab�a agradado. Mas
sabedora en el fondo de que aquel hombre era igualmente insaciable, me dispuse a
contemplar la manera en que �l proceder�a para poder cogerse por fin a Mary,
quien por supuesto no se estaba quieta, ya que despu�s de haber bebido hasta la
�ltima gota de caliente semen, ahora frotaba con sus manos el falo totalmente
enhiesto del desconocido, quien ya le estaba pidiendo a mi hermanita que se
tirase sobre el piso a fin de poder montarla como ella tanto anhelaba. Mar�a,
profunda conocedora del significado de aquel tipo de peticiones, se deshizo del
pene parado de su amante para ir a tenderse sobre la hierba cuan larga era en
espera de la ansiada penetraci�n, en tanto el hombre aquel, con el tremendo
pedazo de carne caliente entre sus manos le abr�a con rapidez las piernas a todo
lo que daban para acomodarle la punta de coraz�n de aquel bast�n coloreteado en
la entrada de su sonrosada y h�meda puerta. Pude ver con claridad cuando el
amante se dej� caer sobre ella cual caballero andante, con su lanza por delante,
empujando con fuerza y violencia el tremendo sable negro en aquel pasadizo
secreto, que de un solo golpe se perdi� en las profundidades del laberinto
�ntimo de mi hermanita, quien no pudo evitar lanzar un tremendo grito de dolor
(o no s� si de lujuria), mientras era traspasada despiadadamente por el ca��n
salvaje de aquel hombre, quien de inmediato comenz� a moverse con fuerza y
rapidez en una serie de embates de mete y saca que pronto fueron imitados por
Mar�a, quien exhalaba gemidos y gritos altisonantes, m�s propios de una puta de
la calle que de mi propia hermana.



Desde mi escondite yo comprend�a perfectamente a mi hermana,
pues creo que yo tambi�n hab�a gritado igual cuando aquel insaciable y caliente
macho me hab�a cogido anteriormente, no sabiendo con certeza qu� clase de
palabras hab�a pronunciado. M�s ahora que o�a a mi hermanita gritar y gemir toda
esa serie de improperios lujuriosos que m�s que eso ven�an a ser las palabras
obscenas m�s indecentes que hubiese escuchado hasta ahora y que alud�an al
extraordinario placer que estaba experimentando en aquellos instantes,
comprend�a tambi�n que seguramente yo hab�a pronunciado lo mismo. Mientras el
hombre la acomet�a con una fuerza y furia tremendas, mi hermana se remov�a como
una serpiente debajo del cuerpo velludo de su amante, penetrada hasta los huevos
por aquel falo del delirio, hasta que por fin se vino en abundantes orgasmos que
le ocasionaron unos espasmos tan brutales que pens� que se iba a desmayar de
calentura all� mismo donde la ten�an ensartada. Su amante, al igual que ella, se
desbord� de la misma forma derramando sus l�quidos lechosos dentro de la ah�ta
cueva enrojecida de Mar�a, quien apretaba con su latente vulva lo m�s que pod�a
aquel pene de enormes proporciones que le inyectaba semen como nunca nadie lo
hab�a hecho antes. As� permanecieron los dos con sus cuerpos jadeantes y
sudorosos pegados uno al otro sin desear separarse, hasta que despu�s de algunos
minutos los espasmos de sus enardecidos miembros fueron cesando. Yo vi que Mar�a
quer�a a�n m�s verga, pues a las claras denotaba su brama y su ansiedad al
contemplar desde mi escondido sitio sus ojos como si estuviese fuera de s�.
Pod�a distinguir claramente su mirada como perdida por el deseo, en tanto
contemplaba a su amante con una mirada tan amorosa que me hac�a suponer el
agradecimiento que sent�a por aquel hombre extraordinario que le estaba
regalando aquel pedazote de carne ardiendo que era ahora para ella, como lo era
tambi�n para m�, el m�s valioso tesoro escondido que hubiese encontrado.



Sinceramente yo no pod�a tampoco ocultar mi tremenda brama,
pues segu�a toc�ndome y hundiendo mis deditos dentro de mi hendidura ya toda
mojada de calientes el�xires, pero no por eso con menos deseos de seguir auto
prodig�ndome placer, caliente como estaba de seguir viendo a aquellos dos
amantes en plena acci�n, como mi cachonda hermanita me hab�a tambi�n observado a
m� d�as atr�s escondida en el mismo lugar. As� que sin perder detalle de lo que
ocurr�a en el claro del bosque, pude darme cuenta ahora c�mo Mar�a se dedicaba a
tomar entre sus manos el trozo de pene que, a pesar de todo el trabajo efectuado
a destajo, no parec�a en lo absoluto perder para nada su dureza, ayudado
ciertamente por los inquietantes e inteligentes toqueteos de las manos de la
caliente Mary. El hombre estaba ahora recostado boca arriba sobre el musgo con
mi hermanita jugando con su herramienta, dedic�ndole unas miradas tan ansiosas a
su pito que parec�a querer comerse con los ojos el negro bast�n que tanto amor
le estaba dando. Despu�s de largos minutos de estar recibiendo las exquisitas
caricias manipuladoras, y considerando el hombre que era el momento propicio de
volver a la carga sobre el bello culito de mi hermana, le hizo una se�al para
que ella procediera a montarse a horcajadas sobre el enorme campe�n de carne,
que desde mi lugar pod�a ver como si fuese una estaca que, clavada en el suelo,
se levantara erguida sobre la tierra. Mary se puso de pie y se anch� abriendo
sus piernas alrededor del cuerpo tirado del desconocido, para despu�s acomodar
su linda grupa llena de leche precisamente por encima del precioso falo
endurecido, dej�ndose caer lentamente y con toda suavidad sobre el enhiesto
bast�n rojizo e inflamado, hasta que la punta entr� en su delicada cuevita del
deseo para ir desapareciendo poco a poco. Mar�a se regodeaba de placer con
aquella estaca clavada adentro de sus insaciables entra�as, pues pronto se lo
meti� de un solo tajo hasta que no qued� nada de fuera. Luego se sent� por
completo, como se sentar�a una amazona sobre la silla de su caballo, para
comenzar a cabalgar con soltura y presteza en un galopar tan incre�ble que no s�
c�mo aquel tremendo instrumento no la atraves� por completo.



Yo observaba a mi hermanita entrar y salir, subiendo su culo
y dej�ndose luego caer con fuerza y ardor sobre aquella tremenda espada de
acero, que endurecida al m�ximo abr�a por completo la rajita de Mary, que
embramada y caliente no cejaba en su empe�o, ya haci�ndose hacia delante, ya
hacia atr�s, como disfrutando dentro de ella la tremenda succi�n que su vulva
proporcionaba al parado pene de su amante, que le remov�a hasta lo m�s profundo
de sus entra�as. La escuchaba tambi�n gritar de delirio y de brama como jam�s
antes la hab�a o�do, ni a�n en los m�s candentes encuentros con mi hermano. Yo
no s� de que parte de su cerebro sacaba Mary aquellas tremendas palabras y
frases groseras que con seguridad la enardec�an m�s a�n, pues entre m�s la
acomet�a su amante m�s fuerte gritaba, pero gritaba sin parar, aullando voces,
gritos y gemidos que me hac�an temblar de placer, mientras yo tambi�n hac�a mi
delicado trabajo sobre la oquedad de mi chochito embarrado de leche, despu�s de
las lujuriosas venidas que hab�a experimentado. Mary tambi�n explot� junto con
su amante en orgasmos incre�bles que la hicieron que intensificara a�n m�s su
obsceno griter�o y su cabalgata sin frenos, en tanto el hombre aquel le jalaba
el culo sobre s� con todas sus fuerzas repeg�ndola totalmente a su miembro
perdido dentro de sus entra�as, vini�ndose los dos en un salvaje y brutal
derramamiento de leche, que por lo visto no llenaba a mi candente hermanita.
Habiendo transcurrido algunos minutos m�s me di cuenta que el desconocido le
hab�a pedido a Mary que se pusiese esta vez en posici�n de perrito, pues quer�a
met�rsela como yo hab�a visto que Pepe se lo hac�a en la soledad del escondite
secreto. Mary se acomod� lo mejor que pudo con su trasero expuesto frente a la
ardiente mirada de su amante, quien no cesaba de admirar la belleza exquisita
del cuerpo de mi hermana. Ya ve�a yo que sin duda alguna mi hermanita era para
aquel hombre un tesoro reci�n descubierto a quien estaba ahora reconociendo
pieza por pieza, todas ellas de oro y piedras preciosas, sin querer dejar
ninguna de ellas por admirar hasta saciarse.



Por eso comprend�a que su enorme herramienta estaba intacta
como al principio de la batalla, no obstante haberse venido tan intensamente
dentro de la cuevita en flor de Mar�a, como deseando a�n m�s guerra, pues la
volv�a a blandir con una de sus manos completamente endurecida, dirigi�ndola
directamente hacia el conducto vulvar de Mary, quien esperaba ansiosa con su
linda grupa levantada y su hoyito dispuesto y abierto por completo a la
embestida del genial amante que ten�a detr�s. El hombre le acomod� enseguida la
punta del grueso glande de su falo en la puertecilla entreabierta, como d�ndole
unos suaves toquecitos para que la puerta se fuese abriendo poco a poco desde
adentro, como si fuese un visitante ya esperado, mientras entraba de nuevo y con
renovadas fuerzas hacia el interior de su casa, la cual se abri� de par en par
ante la arremetida despiadada del fenomenal pene de aquel jodedor, quien
tom�ndola de las caderas jalaba con furia su grupa sobre su pito, hasta que �ste
se hundi� sin remedio en la cavernosa hendidura de mi linda hermanita. Sin
esperar m�s tiempo los dos comenzaron nuevamente la preciosa tarea de moverse
con locura en medio de extra�os gemidos de placer que se fueron haciendo cada
vez m�s fuertes en la medida en que la regia penetraci�n arreciaba. Ahora yo me
deleitaba viendo a Mary gozando enormidades con los ojos perdidos, practicando
con deleite aquella suerte de danza apache mientras mov�a su trasero de un lado
a otro, con la verga hundida hasta los huevos dentro de su desbordado co�ito, en
tanto su amante le met�a y le sacaba una y otra vez su falo jal�ndola con
violencia sobre su vientre, mientras yo tambi�n hac�a lo propio masturb�ndome
sin parar con dos y hasta tres de mis dedos metidos hasta adentro en mi bollito
enrojecido por tanto manipuleo.



Despu�s de largos e intensos movimientos culeatorios volv� a
escuchar de nuevo a mi hermanita proferir la interminable letan�a de
obscenidades y groser�as como si fuese una putita en celo que me anunciaron su
inminente venida, mientras el hombre arreciaba sus movimientos, comprendiendo
sin duda la llegada del orgasmo de Mary, y prepar�ndose tambi�n para descargar
la dosis de leche que ansiosamente le ped�a la vulva estremecida de mi
hermanita, quien le succionaba con fuerza con sus pliegues vaginales el pedazote
de carne caliente que manten�a hundida en el interior de sus reconditeces. Ante
tan extraordinario nivel de calentura los orgasmos de los amantes no se hicieron
esperar, pues los escuch� de nueva cuenta jadear, gemir y al final gritar con
furia cosas tan apremiantes que no pudo decir ahora, hasta que al fin,
extasiados y sudorosos como nunca, explotaron por en�sima vez y de manera
sucesiva en geniales venidas que hasta el culito se me estremeci� de placer.
Debo confesar que ante tales escenas de lascivia yo no pod�a tampoco permanecer
inc�lume, pues metiendo otro dedo m�s en mi rajita me hund� sobre mi mano
dejando caer mi culito de costado, hasta que sent� que cuatro de mis dedos se
perd�an en la inmensidad de mi ah�ta oquedad, vini�ndome al igual que ellos tan
intensamente que estoy segura que mis obscenos gritos se confundieron con los de
ellos en la inmensidad del bosque.



No llev� la cuenta por supuesto del tiempo que pasaron los
dos amantes entretenidos en aquellos delirantes momentos de placer; aunque
haciendo c�lculos yo estimaba que quiz�s habr�an pasado dos horas o quiz�s m�s.
Pero esa circunstancia solamente sirvi� para confirmarme que aquel desconocido
de mis amores no perd�a tan s�lo el control, sino tambi�n la noci�n del tiempo
ante el exquisito, bello e inquietante cuerpo de Mar�a. Ahora bien, no puedo
decir tampoco que mi hermanita fuese una experta controladora de vuelos, pues
despu�s de aquel trepidante palo a�n quer�a m�s, pues ya la ve�a agarrando de
nuevo aquella daga enorme propici�ndole tiernas caricias con su lengua, como
deseando volver a repetir las interminables cogidas de que hab�a sido objeto
aquella tarde inolvidable, tanto para ella como para m�. M�s fue precisamente mi
amant�simo desconocido quien le dijo enseguida:


-No....Mary....ya no mi hija.....ya tengo que irme....


-Ay, no....por qu�?


-Porque ya se nos hizo muy tarde....mira que tengo temor de
que tus hermanos regresen...


-Nooo...ellos me dijeron que demorar�an...


-Si...lo s�...pero no es prudente arriesgarse....me
comprendes?


Mar�a, recordando mis recomendaciones y no queriendo
despertarle sospechas, le contest� sin muchas ganas:


-Mmmm...bueno...pues s�.tiene usted raz�n...


-Qu� bueno que lo entiendes, linda....ahora vamos a
limpiarnos r�pido...anda...


Los dos comenzaron a asear sus cuerpos mientras yo
contemplaba desde mi escondite que la verga de aquel hombre a�n permanec�a
parada, como deseando aparearse por m�s tiempo. Vi tambi�n que mi hermanita se
dio a la deliciosa tarea de limpiar aquel bast�n enrojecido y duro, tall�ndole
algunas hojas a lo largo de su dorso, por su parte baja y por su glande
descomunal, mientras sus ojos manten�an aquel brillo exquisito y singular que
denotaba su ardiente e inconfesable deseo. Pero domin�ndose lo m�s que pudo,
ella le dijo lo que era tan necesario decir:


-Y...cuando volver� por ac�...?


-No lo s�....cuando volver�n ustedes a venir...? �le
respondi� el hombre-


-Pasado ma�ana....el jueves...


-Hummm....est� bien...el jueves te ver� por aqu�...


-De verdad...?...no faltar� usted...?


-C�mo crees ni�a...eso nunca.


-Est� bien...le creo...


Los dos terminaron de vestirse y el hombre le dijo a mi
hermana:


-Bueno... Mary...hasta el jueves...


-Si...ya nos veremos el jueves.


�l, como era su costumbre, le dio un beso en la mejilla en
se�al de despedida y pronto se alej� entre los mangales perdi�ndose en la
espesura.



CONTINUAR�....



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