Relato: Succubus (2)



Relato: Succubus (2)


Succubus 2





Hay veces que se pierde la dimensi�n de las personas
conocidas; de la familia, de los amigos; son instantes, apenas unos segundos en
relaciones de a�os en que pareciera que has vivido rodeado de extra�os. Entonces
llegas a dudar de ti mismo, incluso llegas a dudar de la realidad
.



Los d�as siguientes a nuestro regreso a la ciudad mam� no me
dirigi� la palabra. De aquello de que me fuera de la casa no se habl� m�s, eso,
con el resto del tema, se perdi� en un silencio inc�modo de parte de los dos.
Como suele suceder despu�s de las vacaciones, la vida cotidiana nos absorbi�
r�pidamente. Ella sal�a temprano al trabajo (en las mismas terribles fachas de
siempre) y de ah� se iba al gimnasio donde pasaba dos o tres horas, regresando
ya a eso de las 22:30 solo para encerrarse en su cuarto; en suma, me sacaba la
vuelta.



Sin embargo el poder de la rutina (que todo lo puede) termin�
por reconciliarnos, al menos volvimos al punto de hablarnos. Mi retorno a la
escuela marc� el retorno de nuestras charlas triviales, cortas y sin sentido.
Acerca de lo ocurrido en la casa de Acapulco, parec�amos haber hecho un acuerdo
no dicho de olvidarlo y simplemente seguir adelante. Por m� estaba bien, pero
solo en parte: borr�n y cuenta nueva, de lo pasado (por m�s dudas que tuviera al
respecto) ni hablar. Pero �Qui�n podr�a, en toda la vida, olvidarse en realidad
de algo como lo que yo hab�a vivido con mi madre?




No, esas cosas no se olvidan. El da�o estaba hecho: a�n
vestida de manera tan terrible, en ciertas ocasiones no pod�a evitar quedarme
absorto mir�ndola, casi con nostalgia: ve�a sus nalgas grandes y hermosas, ese
culo de mujer deseable que yo hab�a besado, mordido �estrujado con tal hambre!
Ve�a sus senos apretados en el brassier aprovechando cualquier oportunidad que
daba su camisa y como un golpe me llenaba la boca del sabor de sus pezones
dulces y exquisitos� Es un echo probado: cuando haz hecho el amor con una mujer
nunca puedes volver a mirarla como la conociste; no importa que sea tu amiga, tu
maestra, un ligue ocasional en un antro, de todas formas se convierte en objeto
de fantas�as, deseo e incluso nostalgia, y cuando esa mujer resulta ser tu
madre, la pertenencia del uno al otro resulta ser tan abrumadora que agota.



Tal vez en el d�a ocupado en mis cosas pod�a distraerme, pero
en las noches, �esas noches! Al menos los dos primeros meses en los momentos
previos a dormir, empezaba a recrear todas las im�genes y los sucesos: El cuerpo
de mam�, las caricias que compartimos, sus palabras� Pas� mucho, mucho tiempo
tratando primero de entender qu� hab�a pasado realmente, y porqu� hab�a tenido
ese cambio en la ma�ana, como si no recordara nada; pero mi conclusi�n era
siempre la misma: hab�a tenido el mejor sexo de mi vida con una mujer hermosa y
deseable, que adem�s (no se si en perjuicio o en beneficio) era mi madre.




Invariablemente (y me comprender�n sin duda) al recordar el
sabor de su piel, el tacto de sus labios al besarnos, sus gemidos, �La manera en
que me mam� el pene, hambrienta y feroz! Me excitaba, y sin embargo, al llegar
al punto del recuerdo en que me dijo con una voz extra�a que era mi mujer
teniendo ese resplandor en las pupilas; me inhib�a (cuesta aceptarlo) llegando
al punto de angustiarme: Del cielo al infierno en un segundo, y eso, antes de
dormir, puede resultar muy molesto.



En esos tiempos so�aba, y mucho. La mayor�a de aquellos
sue�os los he olvidado, pero tengo la conciencia de haberlos tenido. No hab�a
mucha variedad, o eran fantas�as er�ticas, o eran pesadillas.



Las fantas�as sol�an ser violentas: se trataban de sexo
salvaje a veces con mam� y a veces con otras mujeres, no hab�a mucho argumento
en ellas. Eran sue�os raros, sobre todo porque aparec�an mujeres que nunca he
conocido. Hab�a sobre todo una chica morena de cabello y piel, con grandes ojos
negros en un rostro precioso; senos grandes, caderas anchas y nalgas firmes
parecidas a las de mi mam�, y un pubis cubierto de abundantes vellos negros
rizados. Recuerdo que en algunas de esas aventuras on�ricas llegu� incluso a
confundirla con mam�, no obstante las diferencias f�sicas. Podr�a decirse que
invent� un personaje para volcar mis fantas�as y frustraciones, o ese tipo de
cosas que dicen los psic�logos. Pero resulta que Ella (nunca conoc� o le invent�
un nombre) se volvi� habitual protagonista en mis sue�os er�ticos de aquella
�poca, y tambi�n lo fue de una pesadilla que todav�a tengo muy presente.



En las pesadillas volv�a a escuchar los murmullos que percib�
en los muros de la casa de Acapulco. Ve�a rostros horribles, deformes; criaturas
de cuerpos anchos y sucios cubiertos de pelos oscuros. Estas visiones
invariablemente se re�an, no; se carcajeaban ruidosamente, con morbo, no puedo
precisar si de m� o conmigo, pero siempre despertaba sudando, genuinamente
asustado y sin poder conciliar el sue�o hasta la ma�ana siguiente.



La pesadilla que les anticip� en que la morena era la
protagonista iba m�s o menos as�:


Yo llegaba a un bar de playa y me acercaba a la barra a pedir
un trago, ella me observaba a cierta distancia desde una mesa. Segu�a bebiendo
sintiendo su mirada sobre mi, pesada e insidiosa; hasta un cierto momento en que
se levant� y avanz� hacia donde yo estaba.



Su simple cercan�a en ese momento me produjo un terrible
escalofr�o de pies a cabeza, a�n cuando se ve�a hermosa: Llevaba un vestido
blanco de minifalda, y el cabello suelto con un mech�n sobre su rostro sin
maquillaje. A pesar de ser una visi�n muy agradable, ten�a la sensaci�n de que
deb�a evitarla, as� que pagu� y cuando estaba a punto de retirarme me tom� de la
mano.



- V�monos, te tengo una sorpresa- dijo con voz juguetona.
Viendo aquello como inevitable (cosas que pasan en los sue�os) levant� los
hombros y me dej� llevar tomado de la mano mientras ella me miraba sobre el
hombro. En el bar ya no quedaba nadie m�s que nosotros. Entonces, como si
hubiera tenido un lapso de conciencia, me detuve presa de un miedo inexplicable
y aventando su mano le grit�:



- �Su�ltame! Ya se quien eres y a donde me llevas- En ese
instante se volteaba hac�a a mi cundida en rabia. Su rostro otrora hermoso, se
hab�a convertido en la mueca grotesca de un monstruo, descarnada, terrible.



-No tienes idea de quien soy, te vas a arrepentir- grit�, o
rugi� mejor dicho, mientras caminaba hacia a m�. Entonces despert�. Este sue�o
no tendr�a mayor trascendencia, sobre todo para los sucesos que ahora les
relato, sin no fuera por dos cosas: primero, fue la �ltima vez que so�� a la
morena, y segundo, marc� el inicio de una serie de sue�os v�vidos que tuvieron
conclusiones muy extra�as.




La pesadilla con la morena ocurri�, digamos, un s�bado
(disculpar�n que no recuerde la fecha precisa) Toda esa semana tuve sue�os
v�vidos, tanto que llegaba a dudar de si hab�a estado dormido o despierto, a
pesar de ello (y por raro que suene) poco recuerdo de ellos. Puedo asegurar que
no fueron ni pesadillas ni sue�os er�ticos, solo me queda la sensaci�n de que
fueron inquietantes. Llegado el jueves, sin embargo, las cosas tomaron otro
cariz.



Esa noche llegu� tarde. A la ma�ana siguiente ten�a que pagar
la colegiatura, as� que fui con mi mam� que estaba en la cocina tomando un t�.



- Oye, ma, ma�ana tengo que pagar en la escuela, es el �ltimo
d�a.



- Est� bien- dijo con voz seca; con un tono apagado y
desentendido que se usa para hablarle a un extra�o desagradable. Sin mirarme,
tom� un sorbo de t� y recobrando s�bitamente la memoria continu� -No esp�rame.
Dej� la chequera en el despacho.



-Pero tengo que pagar ma�ana.



- Lo que vamos hacer es que te voy a dejar el n�mero para que
hagas el traspaso por Internet.



-�no lo puedes hacer t�?



- No. Estoy muy cansada y ma�ana me voy a las cinco a la
construcci�n para recibir unos materiales. Entonces lo haces t� antes de irte,
�no?



-Si est� bien.



-Bueno, �ndale buenas noches.



- Si, adi�s.



Eso fue todo. Ni besitos de buenas noches ni nada por el
estilo, como se dice ac� en M�xico, no estaba el agua para ba�arse. Desde que
regresamos de Acapulco hab�a tratado de abstraerse de todo lo concerniente a mi
y a mi vida; as� que era de esperarse que no quisiera pagar mi colegiatura, ni
verme a la hora de la comida, menos los fines de semana; es m�s, se acabaron las
preguntas aquellas de a d�nde vas y a que hora regresas. Para ser honesto, la
entend�a. No pod�a (no puedo todav�a) precisar que hab�a pasado en las
vacaciones, pero o�r su voz o verla, despu�s de lo que vivimos resultaba
inc�modo. Despu�s de mucho pensarlo, hab�a llegado a las m�s diversas
conclusiones, incluso a concebir la idea de que la hab�a violado durante un
lapso de desvar�o, de alucinaciones, pero entonces recordaba el momento en que
me sedujo en la alberca, su piel al sol, los besos� y basta decir que me
enredaba m�s que antes.







Ese d�a en especial estaba algo cansado, los d�as anteriores
no hab�a podido dormir mucho, y ese d�a hab�a estado ensayando con la banda toda
la tarde. A pesar de eso, otra vez, no pude dormir. El ambiente estaba tenso, no
sabr�a explicar por qu�. Entonces pueden imaginarme: en boxers y playera,
hastiado y desesperado dando vueltas en la cama. En ese inc�modo lapso, a penas
pude conciliar breves intervalos de sue�o: hac�a calor, no pod�a acomodarme, me
molestaban las s�banas, en fin, creo que habr�n tenido alguna noche parecida. La
�ltima vez que mir� el reloj eran las 2:40 de la madrugada.



Cuando por fin pude pegar los p�rpados y estaba entrando al
sue�o una presencia frente a mi cama me turb� haci�ndome incorporar de un golpe.



- Gabriel, hijo, �est�s dormido?- era mi mam� que ya se hab�a
cambiado para dormir. Tra�a puesta una camiseta larga que en noches de calor
como aquella usa como camis�n. No pod�a distinguirla bien entre las sombras: Una
luz que ven�a del pasillo hac�a brillar sus piernas desnudas hasta la rodilla,
los mechones lacios de su cabello tendidos a los lados de su rostro y el
contorno de sus brazos cruzados sobre el pecho. Por lo dem�s, estaba sumida en
la oscuridad.



- Necesitamos hablar- continu� mientras yo trataba de afinar
mi vista tall�ndome los ojos con una mano y buscaba con la otra el apagador de
la l�mpara del bur�. Cuando pude verla claramente, sent� una presi�n en el
pecho.



- Hijo, esto es muy dif�cil, no podemos seguir as�. Me parece
que dejamos algo muy importante pendiente-



-Mam�, yo�- empec� a arrastrarme sobre la cama hasta quedar
con la espalda recta sobre la cabecera. Estaba confundido, incluso asustado; me
dol�an las piernas, los brazos y el cuello como si dejara de fluir la sangre de
mis venas; la piel de mam� estaba enrojecida, parec�a palpitar; su rostro
brillaba, y sus ojos� esos ojos�



- No esp�rame, es importante, d�jame terminar- continu� al
tiempo que se sentaba en la cama. Al hacerlo, como si fuera un accidente
(demasiado obvio para serlo) dejo que su camis�n se levantara enroll�ndose hasta
descubrir la mitad de sus muslos blancos todav�a tostados por el sol de la
costa, que esa noche se antojaban especialmente bellos. Hizo una peque�a pausa,
distra�da por la visi�n de sus piernas. Luego, acarici�ndose el muslo derecho,
como si tuviera fr�o a pesar de la temperatura, continu�.



-Sobre lo que pas� en Acapulco...- ten�a tiempo que no
escuchaba tal candidez en su voz, murmuraba, arrastrando cada palabra
pacientemente, como si descubriera el placer del roce de su aliento en los
labios. Retomando el hilo de la conversaci�n, me encaj� de nuevo la mirada, y
despu�s de sostenerla un instante dijo lo inesperado:



-Creo que he sido muy injusta contigo� yo�- un esbozo de risa
nerviosa (otra vez fingida) la interrumpi�- yo no se, es muy dif�cil� bueno �me
entiendes, no?



-Si� si, claro- dije evadi�ndome completamente extra�ado.



-Bueno, entonces, �hacemos las paces?



-Si, como quieras.



-Bueno, ven, dame un besito.



Me acerqu� despacio, no se si temblando, pero muy nervioso,
sent�a que la fuerza se me iba del cuerpo. Buscando evitar cualquier mal
entendido, inclin� mi rostro buscando claramente su mejilla, ni siquiera quer�a
tocarla con los labios; pero, con un movimiento r�pido, se encarg� de que
encontrara su boca.



Me separ� bruscamente despu�s de aquel beso fugaz y tosco
para volver a mi refugio pegado a la cabecera. Trat� de hilar una palabra que me
excusara� obviamente ella hab�a sido la responsable del contacto, pero dado el
antecedente, me supuse responsable.



Ella sin embargo, no pronunci� palabra. Se qued� sentada,
como si nada hubiera pasado con las manos cruzadas sobre las piernas mir�ndome
fijamente. Incluso parec�a desconcertada por mi desprecio, era un gesto
elemental, casi inocente que me hizo sentir nuevamente que me hab�a perdido una
parte de la historia. Ante mi incertidumbre su expresi�n se torn� siniestra,
levant� los cejas y sonri� como una bestia que muestra sus colmillos ante la
presa vencida. Aunque sus ojos parec�an mirarme, estaban perdidos, ahogados en
ese fulgor rojizo que no hab�a podido sacar de mi mente. Trat� de moverme, de
dar un salto fuera de la cama, pero fue imposible. No me respondieron ni mis
piernas ni mis brazos, estaba completamente petrificado, ni siquiera pod�a abrir
la boca, menos hablar; sent�a la sangre palpitar dentro de mi cuerpo inerte, la
vibraci�n de mi piel, las gotas de sudor en mi frente, fr�as, met�licas; solo
pod�a mover los ojos �y los mov�a como loco! Eran como dos peces asustados
atrapados, casi cruelmente, en la deliciosa imagen de mi madre.



Lo que m�s me preocupaba en ese momento era mi pene: la
visi�n de sus piernas lo hab�an despertado y durante la "charla" (si se le puede
llamar as� a lo que me dijo) hab�a tratado de disimularlo apretando las piernas,
levantando la rodilla, etc. Pero mi estado est�tico permiti� que se catapultara
completamente erecto a trav�s de la ranura de los boxers, quedando expuesto en
toda su longitud. Mam� no se inclin� a mirarlo, solo esboz� una sonrisa dando
por supuesta su presencia. Parec�a que cada palabra que hab�a dicho, su camis�n,
la hora, mi erecci�n de ese momento, su frialdad y su desprecio diurnos, incluso
mi insomnio eran partes de un plan que ten�a muy calculado, un plan que hab�a
empezado a gestar en Acapulco.



Sin decir m�s, con un movimiento seguro y lento se despoj� de
la camiseta, quedando completamente desnuda. Solo usaba una tanga cuasi
transparente de tono oscuro, que dejaban ver las l�neas de su incipiente vello
p�bico sobre el monte depilado. No era una prenda elegante, �para nada! Puedo
decir que incluso era vulgar: los burdos cordones de latex se encajaban en su
cadera dejando marcas rojas en su piel, y la tela sint�tica que cubr�a su vulva
parec�a inc�moda, asfixiante; era en suma, una de esas prendas que usan las
prostitutas de poca monta; y sin embargo, �alguien puede negar que en lo vulgar
hay mucho de excitante?



Hab�a subido maliciosamente la camiseta desde su cadera hasta
su cabeza, como si pudiera sentir, incluso controlar, las descargas el�ctricas
que recorr�an mi cuerpo al mirarla, al sentir a la distancia el tacto suave y
tibio de su vientre y de la curva de su cintura. Me turbo ahora de solo recordar
cuando sus senos retumbaron suavemente al paso de la camiseta: eran dos gotas de
miel, grandes, bellas y sabrosas. Sus pezones estaban completamente erectos,
invitaban a ser besados, mordidos; saliv� ansioso, por instinto: ya conoc�a su
sabor y me encantaba.



Sin quitarme la mirada de encima, acarici� su cuello y el
espacio entre sus senos haciendo una peque�a pausa para remarcar la cicatriz que
le qued� en la aureola por mis dientes. El toque sobre la marca todav�a visible,
parec�a hacerla revivir lo que vivimos, arranc�ndole un morboso suspiro de
placer.



Con actitud felina se hinc� sobre la cama, dejando mis
piernas inertes entre las suyas, pod�a oler su piel sudada y la humedad entre
sus piernas al tiempo que mi pene llegaba a su m�xima extensi�n.



Se dio tiempo para acomodar el resorte de la tanga que
visiblemente la hab�a lastimado, pos� sus manos sobre mi vientre, y empez� a
besarme el pecho y el cuello. Llegando a mi boca, se detuvo para posar un beso
profundo y suave, que fue sin embargo doloroso: el contrastante roce de sus
labios h�medos y los m�os, secos como papel, me hizo sentir como si me arrancara
un pedazo de la boca. No obstante quise devolv�rselo; dejar entrar su lengua en
mi boca, llenarla con mi aliento, pero segu�a petrificado. Digo, no soy un
santo. Aquello habr� sido raro y todo, pero comprender�n que el tacto de su
cuerpo sobre el m�o, sobre todo de su monte sobre mi pene y de sus senos en mi
vientre, y las sensaci�n de sus besos como peque�as picaduras en mi torax, me
hab�an hecho perder el miedo y las dudas, las olvid� de pronto; solo las mujeres
tienen ese poder. La angustia por no poder moverme lejos de desaparecer, se hizo
m�s intensa: Ya no quer�a escapar, para nada; quer�a tomarla entre mis brazos
abrazarla y besarla, como si reencontrara despu�s de un tiempo a mi mejor
amante; pero era imposible.



Conciente de mi estado, y adivinando mis intenciones y mi
angustia, me mir� y se ri� tiernamente, como si mi inmovilidad fuera parte de un
juego del que obviamente ella ten�a pleno control.



-�Porqu� te escapas de m�?- dijo al tiempo que se inclin�
para besar de nuevo mi boca. M�s que besarme me lami� los labios. Luego, sin
abandonar la cercan�a que exige el beso, tom� mi labio inferior con sus dientes,
pasando de un tir�n suave a una mordida fuerte que me arranc� un pujido de
dolor.



Sangraba, estaba seguro, pod�a sentir la peque�a herida en
carne viva. Mi mam� se incorpor� quedando "sentada" sobre mi abdomen. No dec�a
nada, me miraba, me estudiaba, puedo decir que me admiraba, asombrada por la
visi�n de mi rostro con los labios te�idos de sangre, cuyo sabor ya empezaba a
llenar mi boca.



Limpi� con su dedo el exceso de sangre de mis labios, y lo
lami� absorta en m�.



-�Eres tan bello, amor!- dijo recost�ndose sobre mi cuerpo,
dejando su boca a la altura de mi rostro, para susurrarme al o�do- y eres m�o,
solo m�o, por fin. Como yo soy tuya; soy tu mam�, tu mujer, tu amante.



Dio un salto quedando nuevamente incorporada sobre m�. Me
mir�, mir� su cuerpo y percat�ndose de que todav�a ten�a puesta la tanga dijo:



-�Qu� te parece? Est� linda �no? Es rica, me encanta como se
siente-



Ok., lo reconozco. Entonces si me asuste. �Qu� clase de
mujer, sea mi madre o cualquier otra, en condiciones tan inusuales dice una
bobada como esa? Y adem�s, otra vez, habl� con esa voz (ya familiar para este
punto) que me daba escalofr�os. Un poco de cordura me lleg� entonces, esa
lucidez que solo da el miedo. Primero ca� en la conclusi�n de que estaba loca;
que se hab�a deschavetado por falta de sexo o algo as�. Pero la locura solo
afecta al loco, no a las dem�s personas, ni al ambiente, que tengo que decirles
que era pesado, se hubiera podido cortar con un tenedor. Adem�s �Yo segu�a
vuelto un maniqu�, un mero espectador de una pesadilla g�tica! Finalmente sus
ojos la delataron: De alguna manera que no entiendo, ella estaba controlando
todo, me ten�a as� inm�vil, a su merced. Comprend� que liberarme no estaba en
m�, que me dejar�a ir hasta que concluyera lo que fuera que ten�a planeado



Como si tambi�n se percatara de mis pensamientos continu� -
La compr� afuera del metro, en Tlalpan, ah� donde se ponen los puestos con la
ropa de las putas y eso.




Omitiendo la rudeza de la frase, inusual en mi mam�, me
extra�o (incluso me incomod�) o�rla decir putas. No es que me asuste ni nada por
la palabra, pero en la vida la hubiera pensado escuchar de ella. No crean que
exagero, es sumamente conservadora. Normalmente no dice malas palabras, se
molesta si alguien las dice; cuando se refiere a las putas usa palabra
prostituta, y si est� de buen humor, dice prostis; pero tampoco es que saque
mucho el tema. En fin que ese detalle, al parecer insignificante, me llev� a
pensar, al menos por un momento, que esa no era mi mam�.



Como fuera escenificaba un mon�logo ante un bulto, y su pie
para cambiar de actitud y l�nea eran mis pensamientos. Viendo que su charla
"com�n" ( como si estando yo congelado, con el labio sangrando, y ella
semidesnuda sobre m�, algo pudiera ser com�n) me hab�a inducido a dudas
escalofriantes, cambi� la estrategia: dejo las risitas, el tono f�cil, y dando
un salto feroz a un lado de mi cuerpo, tom� mi pene erecto entre sus manos, lo
mir� hambrienta y despu�s de masturbarlo un poco lo introdujo en su boca.



Fue la mamada de una experta: no se atragant�, ni siquiera lo
chup� completamente; solo envolvi� el glande con sus labios h�medos deslizando
su lengua espor�dicamente para acariciarlo, mientras frotaba mis huevos
pas�ndolos de un lado al otro de su mano. Nunca dej� de mirarme, como si
calculara al mismo tiempo el placer y el dolor que me estaba propinando.



Si la idea era ganar algo, con eso gan�. No niego que con el
antecedente del labio, un fr�o mortal me atraves� la espalda cuando tom� mi
pene, pero cuando sent� su boca, tierna y cari�osa olvid� todo: el miedo, las
hip�tesis, �todo! Incluso la inmovilidad me pareci� entonces deleitable, �qu�
importaba no poder moverme, mientras pudiera sentir todo el placer que ella
estaba dispuesta a darme?



As� me entregu�, cerr� mis ojos con la firme convicci�n de
que me hab�a vuelto loco mientras ella me masturbaba con sus peque�as manos
h�medas de sudor ansioso. A todo lo largo y ancho de mi pene iba dejando besos
de enamorada, c�lidos y profundos; hasta llegar al punto en que se lo meti� a la
boca, con tal voracidad y fuerza, que pude sentir el golpe de mi glande en su
garganta. As� pasamos, me pareci� entonces, una deliciosa eternidad.



Despu�s lo sac� de su boca, y se acomod� para masturbarlo con
sus senos. Sus ojos que no hab�an dejado de mirarme brillaron al verme
satisfecho, m�s que satisfecho mientras empujaba aquellas majestuosas tetas una
contra la otra en c�rculos en torno a mi verga� �Qu� delicioso resulta verte
libre de la responsabilidad de contener la eyaculaci�n! No acababa de inclinarse
a besar mi glande cuando lanc� un chorro impresionante de semen que se dispers�
por su cuello, su pecho, sus senos y la parte baja de su cara. Ya hab�a
terminado y ella segu�a masturb�ndome, quer�a arrancarme hasta la �ltima gota y
creo que lo hizo.



Se incorpor� r�pidamente y empez� a embarrarse en el cuerpo
las gruesas gotas de leche, haciendo pausas ocasionales para chupar sus dedos
sucios.



-�te das cuenta de lo que hiciste, hijo?- dijo s�bitamente
con la voz agitada- Por eso te pegu�, por eso me enoj� contigo. �me volviste una
puta!- se inclin� levantando sus hermosas nalgas para dar una lamida prolongada
a mi pene todav�a duro- pero no puedo evitarlo, me encanta, tu me encantas� soy
tuya, soy tu mam�, tu mujer, tu puta, tu esposa �ves? Y tu eres m�o, solamente
m�o�


Sin decir m�s se levant� de la cama, tom� su camiseta del
piso, y todav�a chupando sus dedos, se encamin� hacia la puerta sin dejar de
mirarme esbozando esa maldita sonrisa traviesa, y exagerando el movimiento de su
delicioso culo que sabe que me encanta.



Ten�a que alcanzarla �No pod�a dejarme as�! Me concentr�,
tom� toda la fuerza que me quedaba y empec� a levantar mis brazos, tan pesados
como l�pidas. Apret� los ojos, las mand�bulas: era un esfuerzo tal que creo que
hubiera haber podido voltear un auto con la fuerza que junt�. Por fin empec� a
recobrar el control sobre mi cuerpo, y justo cuando estaba a punto de
incorporarme�. Despert�.



�Despert�! Hab�a sido un sue�o �hab�a sido un sue�o? Mir� el
reloj y marcaba apenas las 2: 48 de la madrugada� era imposible, hab�amos estado
as� al menos un cuarto de hora. Parec�a que realmente hab�a sido un de esos
sue�os l�cidos. Pero yo ten�a el pene todav�a medio erecto y hab�a eyaculado,
obviamente, pero no hab�a restos de semen ni en la cama ni en mi cuerpo agotado,
adem�s, todo el cuarto ol�a a mujer, a hembra excitada. Solo pod�a haber una
respuesta que esclareciera todo aquello, y estaba en el cuarto contiguo.



Llegu� dando traspi�s al cuarto de mi madre. Hab�a dejado la
televisi�n encendida, y estaba completamente dormida al lado de un libro, que
obviamente estuvo leyendo antes de caer, todav�a ten�a los lentes puestos.
Tampoco usaba la camiseta: se hab�a quedado vestida con los pants negros con los
que la hab�a visto al llegar a la casa.



�Qu� hab�a pasado? Cre� en serio que me hab�a vuelto loco.
Cuando sue�as, por m�s real que sea el sue�o, tienes la conciencia de que no fue
real. Y sin embargo, yo sab�a a ciencia cierta que hab�a pasado todo: el
camis�n, la inmovilidad, �todo! Aunque todas las cosas indicaran lo contrario.



As� me sorprendi� el d�a. Pas� casi dos horas acostado sobre
la cama mirando al techo tratando de entender mi estado mental, hasta que
escuch� que mi mam� se levant�, entr� a la ducha y se arregl�. Entonces me
levant� y la intercept� en la cocina, ten�a que saber la verdad.



- �y eso que madrugas? �a que horas entras?- dijo sin mirarme
con la misma voz seca y cortante de todos los d�as.



A las nueve- respond� confundido por su contundente
desprecio.



- Pues regr�sate a dormir, �ndale, ya te dej� el n�mero ah�
en la computadora para que pagues (en esa �poca solo ten�amos una computadora en
la casa). Y ya me voy, porque ya se me hizo tard�simo. Nos vemos. Y l�mpiate la
boca, todav�a tienes sangre.



Podr� parecer hasta tonto, pero me tard� un rato muy largo en
comprender, o tomar conciencia de lo que me hab�a dicho antes de salir de la
casa a toda prisa. Incluso en el momento en que me lo dijo, comprob� con el
brazo que ten�a una peque�a herida todav�a fresca en el labio inferior. De lo
que no me di cuenta, fue del "todav�a" que result� especialmente extra�o cuando
llegu� a la computadora.


Llego, me siento, recojo el papelito amarillo con el n�mero
de cuenta pegado en la pantalla, prendo la computadora y enciendo un cigarro.
Cuando acaba de cargarse la configuraci�n veo que en la pantalla, mezclado con
los �conos de Windows, hay un documento de World titulado "para ti" cuyo
contenido (que por supuesto todav�a conservo) transcribo a continuaci�n:





Gabriel, hijo:



No tengo palabras para decirte cuanto te amo, cuanto te
deseo, la forma en que me haces sentir y cuanto me duele el tiempo del d�a en
que estamos separados. Me gusta verte, es el mejor momento de mi d�a; porque me
acuerdo de lo nuestro, de nuestro compromiso, que espero no olvides, como no lo
hago yo. Anoche fue maravilloso, no puedo dejar de pensar en ello, ning�n hombre
me hab�a hecho sentir as�, eres un semental amor, y yo soy tu hembra, soy toda
tuya ya te lo dije: tu mam�, tu amante, tu puta, y tu eres m�o: eres mi hijito,
carne de mi carne, mi amante, mi hombre� sue�o con que fueras mi esposo para
tenerte en mi cama todas las noches y sue�o con ser tu esposa, con que tu
hubieras sido el primero (aunque es imposible, claro) en mi cuerpo, pero
lamentablemente no fue as�.



Tenemos que terminar hoy lo que empezamos anoche amor, quiero
que seas mi esposo, regalarte la �ltima virginidad que me queda, esa que no
quise darle a nadie, ni a tu padre.


Nos vemos en el hotel real a las cinco, ya hay un cuarto
reservado a nuestro nombre. Te tengo una sorpresa muy especial..



Tu mami que te adora.



As� estaban las cosas, y hasta aqu� me quedo por ahora. Ya
les contar� la conclusi�n de esto en el pr�ximo env�o de este relato.




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Relato: Succubus (2)
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