Relato: El virgo para su primo





Relato: El virgo para su primo

Pocas cosas me gustan tanto como escuchar a las chicas que he
tenido (y a las que no he tenido), relatarme sus historias sexuales (por eso soy
lector de esta p�gina, donde busco a las autoras). Aqu� intentar� reproducir las
historias de Alicia, una chica con quien lo hice en unas vacaciones orgi�sticas
en Acapulquito, y que unos tres meses despu�s se hizo amante m�a. Es una chica
deliciosa, y contar� su historia. En otro lado he contado aquellas vacaciones,
en las que dije algunas cosas de Alicia, y ahora reproduzco un par de p�rrafos
de aquel relato:



Alicia acababa de cumplir los 19 (por poco se los festejamos
en Acapulquito), de facciones muy finitas, ojos color casta�o claro, lo mismo
que el cabello, casi tan bajita de estatura como Tamara (1:55) y, aunque
delgada, muy bien proporcionada. En realidad, hab�a sido una sabia elecci�n,
porque me encantaba. A pregunta nuestra, nos cont� que hab�a perdido la
virginidad con un primo suyo, y que Robert y yo ser�amos sus varones n�mero 8 y
9.



Le ped� que me contara de los otros, y sonriendo picaramente
dijo que s�lo los enumerar�a: su primo ya dicho; su profe de qu�mica en primero
de prepa; un novio de 19 a�os; "dos espa�oles en Canc�n"; Felipe, "aqu�
presente"; y... "el otro es un secreto". Ya siendo amantes, empez� a contarme
sus historia, y esta es la primera:



Miguel, como llamaremos al primo que goz� mi virginidad, era
cuatro a�os mayor que yo, pero antes de contarte de �l tengo que contarte de
Juan, su hermano, que era un a�o mayor que yo, porque aunque no cog� con �l, no
todo en el sexo consiste en meterlo, y a�oro aquellos a�os en que un roce,
cualquier cosa, bastaba para enloquecerme.



De ni�os, Juan y yo jug�bamos y pele�bamos como suele ocurrir
entre primos que se frecuentan mucho, y desde por ah� de los 10 a�os empezamos a
curiosear con nuestros cuerpos. Sol�amos subirnos a la azotea del edificio donde
�l viv�a, y yo le tocaba su peque�o pene, que se pon�a duro, como debe ser, y el
observaba y tocaba lo m�o. Aquello dur� un par de meses, hasta que mi madre se
enter� de alguna manera, y me dijo que eso no estaba nada bien, y tal, y lo dej�
de hacer.



Pero los toqueteos de Juan y los m�os hab�an despertado mi
gusto por aquellas partes "prohibidas" de mi cuerpo, y poco a poco fui
descubriendo la masturbaci�n. No extra�� a Juan ni tuve deseos de var�n, porque
mis dedos me daban m�s placer del que hab�a tenido en aquellos escarceos
infantiles con Juanito, pero pasaron algunos a�os, y la teor�a, las lecturas,
los cursos de educaci�n sexual, la calentura de las amigas, fueron despertando
mi curiosidad.



Como es natural, Juan y yo nos separamos un poco al inicio de
nuestra adolescencia (de la suya), pero segu�amos teniendo contacto. El creci� y
se puso m�s o menos guapo, y lleg� un momento en que no pude menos que
preguntarme qu� pasar�a si aquellos antiguos juegos se reanudaban, y pronto
empec� a fantasear con Miguel, mucho m�s guapo y desarrollado que su hermanito,
pero eran, o as� lo pensaba yo, meras fantas�as que poblaban mi mente cuando me
masajeaba el cl�toris.



La fantas�a dej� de serlo en una tardeada-baile (como se
llamaban) de la secundaria. Yo no quer�a ir sola, pero siendo chaparrita y
sinti�ndome un poco gordita, y con algunos barros en la cara, parec�a que no
tendr�a remedio. Entonces le ped� a Juan que me acompa�ara, como un gran favor,
y que no dijera que era mi primo, y �l, que me quer�a bien, accedi�.



Como yo hab�a pensado, Juan fue la sensaci�n y la envidia de
mis amigas. Le ped� que me besara y solo de sentir su lengua, y sus manos en mi
cuerpo, y de saberme observada, me pon�a cachond�sima, como pocas veces antes.
Mis padres pasaron por nosotros al cole, y ese d�a ah� termin� todo, pero yo me
qued� con ganas de m�s, y al d�a siguiente, un s�bado, recuerdo, fui a casa de
mis primos, con el pretexto de pedirle a Juan ayuda para no se qu� tarea, y
luego de fingir un poco ante mis t�os, le ped� que subi�ramos a la azotea de su
edificio, como hac�amos mucho, para ver la ciudad, y as� empezamos, como de
ni�os, a tocarnos cada vez que nos ve�amos.



Jug�bamos a ser novios, a ser adultos, arriba de los cuartos
de azotea, seg�n nosotros, fuera de la mirada de las sirvientas que lo poblaban
(dos o tres). Miguel, mi otro primo, dorm�a en el cuarto de azotea que
correspond�a a su departamento y era generalmente arriba de �l donde nos
toc�bamos, a horas en que Miguel estaba en la escuela. Aquellas sesiones
consist�an en darnos besos y tocarnos, casi siempre el en trusa y yo con la pura
falda y las tetas al aire, y las �ltimas veces, yo le hac�a la paja. Lo malo fue
que no supe ense�arle a masturbarme o, mejor, me dio miedo llevarle sus manos a
mi cl�toris (que yo sab�a bien c�mo deb�a tocarse), as� que llegaba a casa a
encerrarme en mi habitaci�n y masturbarme como loca.



As� pasaron como dos meses, hasta que un viernes saliendo de
la escuela fui a casa de Juan sin haberle avisado. Al acercarme, vi en la puerta
del edificio a Miguel, que besaba a su novia, Lil�, una morena de la Uni que me
parec�a de lo m�s guapa. Alcanc� a Miguel subiendo las escaleras, ya cerca de su
departamento, y le pregunt� por Juan. Miguel, tan guapo, que estudiaba
arquitectura, no me hac�a ning�n caso, seg�n cre�a yo, pero me equivocaba.
Miguel me dijo que Juan hab�a salido y no tardar�a en llegar, que lo esperara, y
entramos al departamento. Ah� estuve diez minutitos hasta que Miguel me pregunt�
"�no quieres un refresco, de mi reserva?" Yo, sorprendida �primera vez que me
ofrec�a algo-, sub� con �l a su cuarto, y ah�, admir� el decorado del tugurio, y
el frigobar del que extrajo una cerveza para �l y una cocacola para m�. me sent�
en la orillita de la cama, vi�ndolo, admir�ndolo, cuando �l solt�: "�no jugar�as
conmigo a lo que juegas con Juan?" De entrada me asust� y le pregunt�,
tartamudeando, si nos hab�a visto, y dijo que sol�a pajearse viendo nuestros
fajes y juegos, "porque est�s muy buena, primita, y eres muy cachonda". Yo cre�
que se burlaba, �c�mo �l, tan guapo y tan alto y con una novia tan linda, me
dec�a eso? Viendo que titubeaba, me orden� (s�, me orden�) que me parara y pidi�
"date una vuelta... as�", y acerc� su banco hasta tenerme al alcance de su mano.



Los viernes ten�a deportes, as� que llevaba el uniforme de
voleybol, que era lo que jugaba, debajo de la falda a cuadros de la escuela, y
estaba sudada y olorosa, y apenas me hab�a dado la media vuelta cuando �l me
acerc� hacia s�, y hundiendo su nariz entre mis pechos, cubiertos por el jersey
de deporte, aspir� profundamente y dijo: "hueles a mujer, a sexo, a ganas". Yo
no sab�a si tocarlo tambi�n, o quedarme parada, pero s� supe que quer�a "jugar"
con �l, y terminar lo que Juan hab�a empezado meses antes.



Tras olerme, se separ� de m� y me pidi� que me descalzara y
me quitara la blusa...y el chort que llevaba bajo la falda. Yo con una voz ronca
que no reconoc� como m�a, le dije: "s�lo si me dejas verte desnudo". Cuando �l
se desnud� por completo, yo obedec� sus indicaciones, quedando s�lo con mi falda
y mi ropa interior. Mientras me sacaba la blusa y el chort, �l se hab�a sentado
otra vez y con la mano izquierda empez� a acariciarse muy despacito el pito, una
tranca cuyo tama�o empezaba a asustarme. Cuando me hube quitado esas prendas, el
me jal� con la derecha y me desaboton� la falda, dej�ndome parada frente a �l,
cuya cabeza estaba a la altura de la m�a (�l mide algo m�s de 1.80 y aunque yo
ten�a la misma estatura que ahora, me sacaba cabeza y media), y luego, su mano
volvi� a subir, desde mi cintura hasta mi nuca, y jal�ndome, me dio el primer
beso de la tarde, rozando apenas sus labios con los m�os, y luego introduciendo
despacio su lengua entre mis dientes, tocando la m�a, todo sin prisas, muy
distinto de los torpes besos de Juan.



Hasta entonces mov� mis manos, tocando sus hombros, su
cuello, sus bien marcados pectorales. Eso no dur� mucho, porque me separ� de s�
y me orden� que estuviera quieta, y luego de observarme unos segundos, me orden�
que me quitar� el bra, y luego me tom� la mano y empez� a besarme los dedos
�ndice y medio. Me los besaba despacito, luego de haberme ordenado (m�s �rdenes,
carajo) que no me moviera, y luego se los meti� en la boca, recorri�ndolos y
succion�ndolos muy despacio, de abajo hacia arriba, y entonces me pregunt�:
"�aprendiste? Ahora haz as� con mi pito", y me llev� la cabeza hasta su miembro.



De entrada me dio asco, pero ya estaba bajo su control, y
cerrando los ojos, trat� de reproducir las maniobras que �l hab�a hecho con mis
dedos. Con su mano, me oblig� a ir despacio, muy despacio, y pronto empez� a
gustarme, no el sabor (sab�a a algo que luego identifiqu�: a flujos de mujer y a
semen: el cabrito se hab�a cogido, un rato antes a Lil�. Por eso, tambi�n,
tardaba tanto, as� que m�s bien, debo agradecerle a Lil� lo que pas�) ni la
sensaci�n de la tranca en la boca, sino saber que ahora yo lo ten�a a mi merced,
que pod�a morir ah� mismo, y que lo estaba haciendo gozar, como mostraba la
tensa rigidez que iban adquiriendo sus muslos y sus nalgas, y los gemidos que
dejaba escapar. Eso y las expectativas, sentirlo, pensar lo que me esperaba, me
ten�an a m� tambi�n, muy caliente, y mi panochita empezaba a segregar sus jugos.



No se cuanto llevaba as� cuando �l me levant�, meti� su mano
debajo del calz�n y, al sentir mi humedad, dijo: "magn�fico, est�s lista", y me
baj� la �ltima prenda que cubr�a mi desnudez. Me acost�, y supe que ya era hora,
que dos minutos despu�s perder�a aquello que toda mujer bien nacida sue�a perder
pronto, pero bien. Me hinc� en la entrada de mi panochita la dura punta de su
verga, y empez� a presionar. Yo sent�a c�mo se abr�a paso con una mezcla de
emoci�n intensa, miedo, dolor y placer. Lo tercero fue lo que domin� cuando,
luego de varios movimientos de entrada y salida de su punta, sin decir nada, ni
advertirlo de manera alguna, me la meti� hasta el fondo de un solo golpe.



No pude ahogar un grito, y �l me mordi� el l�bulo de la oreja
y susurr�: "aguanta, aguanta", y se movi� suave, muy suavemente, hasta que el
dolor fue disminuyendo y el placer regres�. De pronto se qued� quieto, sin haber
aumentado el ritmo, y supe que se hab�a venido. Cuando le�, dos meses despu�s,
"Arr�ncame la vida", supe lo que deb� haber dicho: "Estuvo muy bien, pero el
final no lo entend�". No importa que no lo dijera, porque luego me ayud� el
mismo Miguel a entenderlo.



Por lo pronto, �l se retir�, y me estuvo acariciando los
pechos, el est�mago, los hombros, hasta que me fui relajando, y entonces me
masturb�. Me estaba quedando dormida cuando dijo: "se va a hacer tarde y tus
pap�s van a preguntar por ti". Me ayud� a vestirme y antes de dejarme ir me jal�
del brazo, me dio un largo beso y me orden� "ven ma�ana, antes de comer. Sube
sin pasar a ver a Juan". Me fui a mi casa, adolorida y contenta, ruborosa y
llena de preguntas, y claramente dispuesta a obedecerle.




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