Relato: Historias de la guerra



Relato: Historias de la guerra

NAZIS



A continuaci�n voy a narrar una espeluznante historia que me
ocurri� en la 2� Guerra Mundial, all� por el a�o 1942. Mi nombre es John Simson
y mi nacionalidad es americana. Acud� a la guerra como voluntario cuando tan
solo contaba con 22 a�os. Nada m�s ingresar me destinaron a Polonia, donde
deber�a luchar contra los nazis.


Yo acud�a ilusionado con la idea de acabar con la ocupaci�n
nazi, y nunca imagine lo que m�s adelante me ocurrir�a. A las pocas semanas de
reclutamiento me destinaron una misi�n, que a priori no entra�ar�a dificultades.
La ejecutar�a junto con otro compa�ero, y consist�a en robar unos documentos.


Aquel d�a madrugamos y nos pusimos rumbo a la casa donde
deb�amos efectuar la misi�n. Una vez llegamos a la calle, vimos que all� estaba
nuestro contacto, al cual deb�amos entregar los documentos una vez robados.
Ten�amos �rdenes de no matar a nadie a no ser que la situaci�n lo requiriese.
Comenzamos la misi�n y tal como ten�amos ordenado no matamos a nadie, tan solo
los golpe�bamos y despu�s los amordaz�bamos. En poco m�s de media hora ya
hab�amos liquidado a los nazis que hab�a en el exterior de la casa y nos
dispusimos a entrar a ella. No nos result� dif�cil y en poco tiempo conseguimos
los documentos y amordazar a todos los nazis. En total eran 10 nazis, los cuales
amontonamos en la segunda planta de la casa. Mi compa�ero tom� los documentos y
se los llev� a nuestro contacto, mientras ya aguardaba en la casa no se fueran a
escapar nuestros reclutas.


Al rato de salir mi compa�ero escuch� tres disparos, y acud�
a una de las ventanas para ver que hab�a ocurrido. El panorama que me encontr�
fue desolador para m�, en la calle vi el cad�ver de mi compa�ero y de nuestro
contacto. Una patrulla de nazis los hab�a descubierto y no dudaron en matarles.
Yo me asust� como nunca lo hab�a hecho y no supe que hacer. Lo primero que se me
ocurri� fue no salir de aquella casa durante un tiempo, no fuera que me
descubriesen a m� tambi�n.


Pasaron tres horas y yo todav�a segu�a en aquella casa. Hab�a
pensado en pasar la noche all�, ya que ni siquiera sab�a volver al campamento
donde se encontraban mis compa�eros, ya que era nuestro contacto quien nos
llevar�a ante ellos. Encend� la chimenea y fui al ba�o a darme una ducha. La
verdad es que la casa estaba fenomenal, era muy grande y con mucho lujo. El
suelo era de madera y en algunas estancias hab�a moquetas. Tras darme el ba�o me
vest� con ropa limpia que hab�a encontrado en un armario. Fui a ver si los
prisioneros segu�an en su sitio y me asom� por una ventana para ver si hab�a
calma en la calle, despu�s de lo que hab�a ocurrido horas antes.


Al rato me fui a una habitaci�n a dormir, para ver si de esta
manera me relajaba un poco, ya que estaba todav�a muy nervioso. Mire el reloj y
vi que eran las 6 de la tarde, aunque ya era casi de noche. Dorm� durante unas
horas y cuando me despert� fui a la cocina para comer algo. Tom� poca cosa y
cuando sub� las escaleras para volver a la habitaci�n me encontr� con un nazi
apunt�ndome con una pistola. Yo qued� paralizado y muerto de miedo. Con la
cabeza me hizo gestos de que me pegara a la pared y yo le obedec� sin protestar.
Observ� que todos los nazis estaban despiertos, y en ese momento me tem� lo
peor, la muerte. El nazi que me enca�onaba me indic� que desatara a todos sus
compa�eros y yo lo hice tan r�pidamente como pude. Al concluir me vi rodeado por
los diez nazis.


- Ahora ha cambiado la situaci�n, y vas a pagar lo que has
hecho.- Habl� uno de ellos en mi idioma.


- Por favor no me mat�is.- Respond�.


- Tranquilo hombre, que no te vamos a matar, haremos algo
mucho m�s divertido contigo.- Volvi� a contestarme el nazi.


Yo por aquel entonces no supe lo que quer�a decir, pero me
tem�a lo peor.


El nazi que hablaba mi idioma, el oficial, orden� que me
desnudaran, que quer�an comprobar que no llevaba armas. Tres de los nazis se
acercaron y comenzaron a desnudarme. Me quitaron la chaqueta, la camisa y la
blusa interior, y a continuaci�n me empujaron para que me tumbara en el suelo.
Me desabrocharon el pantal�n y me lo bajaron, no sin que yo pusiera un poco de
resistencia.


- Ya sab�is que no llevo armas, parad ya.- Dije al oficial.


El oficial sonri� y ni siquiera me contest�. Me dieron la
vuelta y me colocaron boca abajo. Fue entonces cuando uno de los nazis me agarr�
los brazos, otro las piernas y otro levant� un poco mi trasero. Me baj� un poco
los calzoncillos y separ� mis nalgas. No s� por qu� una gran excitaci�n recorri�
mi cuerpo y mi miembro comenz� a erectarse. Llevaba por aquel entonces 5 semanas
de abstinencia sexual, y tal vez por ello aquella situaci�n lleg� incluso a
excitarme. No par� ah� mi excitaci�n, ya que el nazi comenz� a rozar mi ano con
su dedo, lo cual hizo que incluso se me escapara un suspiro de placer. Intent�
penetrarme, y al ver que no pod�a se ensaliv� el dedo. Volvi� a intentarlo y
esta vez si que consigui� insertar el dedo en mi culo. Yo por aquel entonces
estaba superexcitado y ni siquiera forcejaba, es m�s, deseaba que aquel dedo
siguiera hurgando en mi culo. Cuando acab� con la expedici�n, le dijo algo al
oficial que yo no pude entender, puesto que se lo dijo en alem�n. El oficial se
acerc� a m�, que segu�a tumbado boca abajo, y me dijo:


- Ya hemos comprobado que no llevas armas, y quiero que te
sigas portando como hasta ahora.


- Por favor, os lo ruego, no me maten.-Volv� a clamar piedad.


- Si te sigues portando bien no tendr�s problemas.-Contest�.


Uno de los nazis me dio la vuelta, coloc�ndome boca arriba, y
me baj� los calzoncillos, quedando al descubierto mi pene en completa erecci�n.
Al ver aquello todos los nazis comenzaron a re�rse y el oficial se acerc�
dici�ndome:


- Si al final va a resultar que te vas a divertir tu tambi�n,
pues aqu� tienes un regalito.


Me sent�a totalmente avergonzado, pero decid� dejarme llevar
por la situaci�n. De pronto el oficial se baj� los pantalones y dej� su poya al
descubierto.


- Ven aqu� y ch�pamela, si lo haces bien saldr�s beneficiado.
Dijo el oficial en tono de burla.


Aquellas palabras hicieron que un volc�n se encendiera en mi
interior. He de advertir que hasta aquel entonces nunca hab�a sentido atracci�n
por los hombres, pero aquella situaci�n me hizo actuar de forma descontrolada.
Sent�a unas ganas enormes de mamar aquella poya, y no por la orden que estaba
recibiendo, sino por saciar mi excitaci�n. Agarr� aquella verga y la introduje
en mi boca. Not� un extra�o sabor que me pareci� delicioso, y not� como su pene
iba aumentando en mi boca. No sab�a si estar�a d�ndole una buena mamada, ya que
no tenia experiencia, pero yo desde luego chupaba aquella poya como si la vida
me fuera en ello.


- Muy bien putita, veo que te gusta chupar poyas, pues no te
preocupes que aqu� vas a tener para rato.- Me dijo el oficial.


Esto hizo que mi excitaci�n fuera a m�s, y segu�a mamando
aquella verga como una verdadera puta. Mientras le pajeaba con la mano lam�a la
punta, y luego me introduc�a aquel trozo de carne hasta lo m�s profundo de mi
garganta. Al rato el oficial me cogi� de los pelos he inclin� mi cabeza hacia
atr�s, para a continuaci�n correrse en mi cara. Fue impresionante, no me
esperaba que pudiera soltar tanta leche en una sola corrida. Dej� mi cara
totalmente pringada de semen, y mientras saboreaba los restos que se hab�an
depositado en mi boca, observ� como todos los nazis se re�an al ver mi aspecto.
Verme humillado de aquella manera no hizo m�s que avivar mi calentura.


Fue entonces cuando el resto de nazis comenzaron a desnudarse
y a ofrecerme sus poyas. Por muy raro que parezca, en aquel momento me sent�a un
hombre feliz. Quedaban 9 nazis a los que satisfacer y yo me dispon�a a ello.
Tres de los nazis me colocaron sus vergas en la cara, y para humillarme me
golpeaban con ellas. Pod�a oler el olor tan irresistible de aquellas vergas, y
estaba deseando de llev�rmelas a la boca. Cog� con mi mano una de aquellas poyas
y me puse a mamarla como una exhalaci�n. Mientras mamaba aquel vergajo me puse a
pajear los otros dos que ten�a a mi lado, satisfaciendo de este modo a tres
nazis a la vez. Me iba turnando y mamaba un rato cada poya. Yo gem�a como una
puta y quer�a que se corrieran en mi boca para poder saborear sus jugos.


Mientras mamaba aquellas poyas ocurri� algo que me
sorprendi�. Uno de los nazis se acerc� a mi trasero y comenz� a chupar mi culo,
lo cual me hizo llegar al �xtasis. Un placer enorme se apoder� de m�. Ya
imaginaba que mi trasero no saldr�a indemne de all�, pero me extra�� que se
tomaran la molestia de chup�rmelo, pues no me imagin� que un nazi, y
supuestamente heterosexual, fuera capaz de hacerlo. Pens� que, al igual que yo,
la excitaci�n le llev� a ello. Poco despu�s mi ano se fue dilatando y comenz� a
alojar varios dedos. Mi ritmo en las mamadas hab�a bajado, puesto que la
excitaci�n que estaba recibiendo por atr�s me mataba. A pesar de ello consegu�
que los tres se corrieran sobre mi cara, los tres en abundancia, casi al mismo
tiempo. No pod�a abrir los ojos del abundante semen que ten�a en la cara. Me
sent�a totalmente humillado pero cada vez m�s excitado.


Cuando me limpi� un poco la cara, se acercaron otros cuantos
nazis, pero no me dispuse a mamar sus vergas puesto que todos estaban atentos a
mi desfloraci�n anal. El nazi que tanto empe�o hab�a puesto en mi culito se
dispon�a a insertarme su poya. Incline mi cuerpo tanto como pude y dej� todo mi
trasero en pompa. Recib� unos cuantos lametones y not� la punta de su nabo
intentando abrirse paso. Intent� relajar mi ano todo lo que pude, a pesar de lo
cual me doli� un poco al penetrar la cabeza.


- Si, m�temela toda, s�- Gritaba descontrolado.


Cuando not� aquel trozo de carne en mi interior casi reviento
de placer. Poco a poco me introdujo el pene hasta el fondo, mientras yo no
paraba de gritar. Despu�s la volvi� a sacar y todos los nazis pudieron ver la
apertura de mi culo. A pesar de que nunca antes me hab�an follado el trasero, la
penetraci�n no me result� nada dolorosa.


- Veo que tienes un culito muy bonito, el cual te vamos a
follar todos, puta.- Me grit� el oficial, el cual se ve�a muy excitado.


Volvi� a met�rmela, esta vez m�s r�pido, y cuando la
penetraci�n se hizo menos costosa, reclam� que me ofrecieran sus poyas para
mamarlas. Uno de los nazis que acudi� a mi reclamo ten�a una poya bastante
grande, la cual me produjo una excitaci�n a�n mayor. Fue a �sta a la que le
prest� mayor atenci�n, y saboree una y otra vez. Cuando llevaban un rato
foll�ndome el culo not� como se corr�a dentro de mis entra�as. Aquello fue la
m�ximo, pude notar aquellos bombeos de leche dentro de m�, y dejaron mi culo
mucho m�s dilatado.


Cuando el nazi que me hab�a desvirgado analmente sac� su
poya, mi ano comenz� a expulsar r�os de semen que resbalaban por mis piernas.
Toqu� mi culo y pude comprobar que estaba muy dilatado, llegando a meter tres de
mis dedos sin ninguna dificultad. A continuaci�n otro nazi se dispuso a follarme
el culo. En esta ocasi�n la penetraci�n fue r�pida y me dio una enculada m�s
excitante incluso que la anterior. Yo mientras segu�a mamando poyas, cuando de
repente uno de ellos me ofreci� su culo para que se lo chupara. Yo no dud� un
instante y comenc� a lamer incansablemente. Ten�a un olor maravilloso, y con mi
lengua intentaba penetrarlo. Met� uno de mis dedos en �l y cuando lo saqu� lo
chup� para saborear aquel delicioso culo que me hab�an ofrecido. Poco despu�s me
agarr� la cabeza y se corri� en mi boca, trag�ndome todo su semen.


Pocos minutos despu�s ya se hab�an corrido todos los nazis al
menos una vez. Unos cuantos lo hicieron en mi culo y la gran mayor�a en mi cara.
El oficial me dijo:


- Ahora vamos a corrernos todos sobre tu cara.


Se fueron acercando uno a uno para que se la mamara de nuevo,
y despu�s correrse en mi cara. Esta vez, mientras mamaba sus vergas les chupaba
el culo, saboreando todos y cada uno de sus traseros. Met�a mi dedo en ellos
para despu�s saborear sus entra�as. En alguno de ellos me encontr� restos de
excrementos, a pesar de lo cual no dud� en saborearlos. En aquel momento me
comportaba como una puta en celo, y no hac�a mas que disfrutar con los olores y
sabores de aquellos culos.


Volvieron a correrse todos sobre mi cara, la cual qued�
totalmente pringada. Intent� tragar todo el semen que pude y el resto lo dej�
sobre mi cara para que los nazis me vieran humillado. No s� por qu� pero me
excitaba un mont�n verlos re�rse de m�, que me encontraba con la cara totalmente
llena de semen.


Cuando todos acabaron me fui a la ducha para limpiarme. Hab�a
disfrutado como nunca. No fue esta la �nica historia que me ocurri� en la
guerra, ya que estuve prisionero durante un tiempo, en el cual tuve m�s de una
aventura que ya os contar�.




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