Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren I





Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren I

EL HAREN I


Nuri fue fabricada como clon. Equivocadamente fue rechazada
para el papel que ten�a encomendado: guerrera y guarda jurado, as� que, pensando
que crecer�a torcida y deforme fue enviada a una granja en el Gran Pl� en la
Catalunya Central. As� se conoc�a el orfanato o lugar donde se adiestraba a los
chicos y chicas, futuros esclavos que pudieran ser �tiles entre tanto
desperdicio humano. Los que no se pudieran aprovechar servir�an de pienso. As�
eran las cosas en tierras dominadas.


En la granja creci� y conoci� a una ni�a de su edad que naci�
sorda y muda y que todos conoc�an como Tata. Al menos ella atend�a a ese nombre
al leer los labios del que lo pronunciaba. Nuri era morena y fuerte; Tata rubia
y delicada aunque no ten�a complexi�n d�bil, mas bien lo contrario, era anchita
de cuerpo y ten�a fortaleza. Por ello trabajaban juntas en una tarea fatigosa de
reciclar PVC. Los supervisores de la granja se apercibieron muy pronto del error
cometido con Nuri pero la cl�sica manera de hacer las cosas en la Administraci�n
P�blica consistente en mantenella y no enmendalla no modific� su status de
montar piezas est�pidamente. Con los a�os su superioridad era tan manifiesta que
los gansos de los capataces la trasladaron para que hiciera su trabajo a pesar
de su corta edad, adquiriendo cada vez mas responsabilidades para que aquellos
gandulearan todo el tiempo. Nuri proteg�a a su amiguita y se hac�a respetar por
su capacidad y cualidades innatas, am�n de su fiereza y mal genio. Al caer la
noche las nenas descansaban juntitas, desnuditas y abrazadas amorosamente - sin
malicia de momento -.


Hasta que una noche ocurri�: Nuri ten�a su mano sobre el
regazo de Tata que a causa de un sue�o comenz� a moverse rozando su sexito con
el dedo de su amiga. El movimiento continu� inconsciente y placenteramente hasta
que acab� de despertarse. D�ndose cuenta de lo que pasaba tom� la mano de Nuri y
se la restreg� acarici�ndose el co�ito not�ndolo humedito y suave. Nuri se
despert�. Inmediatamente capt� lo que ocurr�a y sigui� jugando con su dedo en la
cosita mojadita de Tata, meti�ndolo en el agujerito o rodando sobre una puntita
durita mientras jadeaba notando a su vez una excitaci�n hasta ese momento
desconocida. Con su cuerpo casi encima por pura intuici�n puso sus labios sobre
el incipiente pezoncito de la rubita que soltaba un gemido a la vez que met�a su
manita en la entrepierna de Nuri lo que aument� el gusto que sent�a
sobresalt�ndose de placer. Las dos chicas estaban a cien. As� estuvieron larga
rato entre roces y caricias. Se besaron en la boca y en los pechos y en el
vientre sin dejar de acariciarse largamente las parrusitas. Nuri fue la primera
en comenzar a temblar y sentir como el pecho le oprim�a para, a continuaci�n
sentir un extra�o e incontrolable goce espasm�dico que la dej� exhausta y vac�a
por dentro. Tata se hab�a quedado quieta mir�ndola sorprendida. Nuri la tumb� y
puso su boca sobre su figa abierta y jugosa en un acto del subconsciente
colectivo lamiendo de abajo arriba. Tata lanz� un hondo suspiro; pensaba
desfallecer hasta que suave y mansamente se corri�. Las chicas acababan de
descubrir lo que daban de s� sus p�beres cuerpecitos.


Y as� pasaron los mejores a�os de su vida, mientras se
magreaban y se relam�an su co�ito y se propinaban estocadas con la lengua en
ojete cada noche, floreciendo c�mo dos orqu�deas: una parec�a un brillante
tallado con mil aristas otra una joya de oro pulido. Cuando la pubertad las
sorprendi� fueron separadas del primer estadio de La Granja. Llegados a este
punto pod�an pasar al status de disponibles para la esclavitud para ser vendidas
por el Estado o tomadas a su servicio, o bien servir de distracci�n al populacho
en ejecuciones p�blicas, privadas o en comidas de ricachones, dependiendo del
estado f�sico en que se encontraran. Ambas superaron el examen pasando a un
pabell�n s�lo para chicas. Los vagos de los guardianes y capataces hicieron
continuar al Nuri en su anterior trabajo mientras que Tata pasaba a labores de
la tierra, pero no que no eran demasiado pesados para ella.



As� que la felicidad contin�o hasta el d�a fat�dico que la
sorda fue v�ctima de la lascivia de un capataz que hac�a tiempo que le hab�a
echado el ojo. Como Nuri proteg�a a su amiga de cama y de todo lo dem�s,
mientras estuvieron juntas no hubo nada que hacer, pero la morenita ten�a que
separarse durante la jornada laboral de la zona donde se encontraba Tata, y el
s�tiro aprovecho la ocasi�n. Con una excusa la llev� a un bosque cercano al
huerto, un lugar que ni pintado donde hab�a un tronco de pino gigantesco tumbado
y seco. All� quit� la ropa de Tata y totalmente desnuda le apoy� sobre el tronco
apartando sus muslos y piernas at�ndolas a unas estacas que hab�a preparado
previamente. Estaba amarrada al pil�n y lista para el suplicio. El guarda la
viol�, primero por la vagina y despu�s por v�a anal. Tata lloraba sin cesar.
Despu�s de aliviarse el muy cabr�n, por si le acusaban se hab�a preparado la
coartada de darle una buena zurra, y aunque le acusara se inventar�a alguna
excusa, ya que no pod�a follarse uno a las futuras esclavas. Despu�s le echar�a
al muerto a alg�n esclavo y dir�a que la hab�a castigado por ello. As� que con
el l�tigo reglamentario comenz� a fustigarle la espalda, nalgas y muslitos de
Tata de forma especialmente cruel cuando le daba a su sexo, golpeando en sentido
longitudinal y dejando marcados los nudos del l�tigo en el valle de los
placeres. Era un flagelo corto que dejaba una se�al p�rpura cada vez que
golpeaba en la blanca piel de la nena, que gem�a y lloraba sin descanso. Cuando
pens� que era suficiente, Tata ten�a el cuerpo de pena. La abandon� sin
soltarla, esperando que por un golpe de suerte se la merendaran las alima�as. De
esta forma no tendr�a que dar explicaciones.


la buscaron durante dos d�as. Nuri estaba destrozada. Buscaba
y buscaba d�a y noche, hasta que la casualidad quiso que uno de los guardas
persiguiendo a su perro la encontrara medio muerta. Fue llevada a la enfermer�a
donde los cuidados de Nuri, que obtuvo permiso para ello, hicieron el milagro,
quedando casi sin huellas aparentes. Tata estaba aterrorizada pero al final con
su lenguaje particular que s�lo Nuri entend�a le explic� lo sucedido. Nuri jur�
venganza.


Para llevarla a cabo no tuvo que esperar demasiado. Una
jaur�a de lobos merodeaba por los alrededores poniendo en peligro las manadas de
ovejas. Los guardianes, Nuri entre ellos, fueron por parejas a su b�squeda. La
casualidad quiso unirla al verdugo de Tata.



A salir de vigilancia, Nuri, conociendo el car�cter
libidinoso de su acompa�ante, traz� un plan: se insinuar�a al cerdo para que
saliera de la ruta prevista con la promesa de dejarse sodomizar. El tipo cay� en
la trampa y sugiri� un lugar en el bosque, exactamente el sitio ya conocido
donde hab�a torturado a Tata. Un sexto sentido dijo a Nuri que all� hab�a
sucedido todo y que all� tendr�a que hacerlo. Al llegar al lugar donde se hab�a
consumado el sacrificio, y junto al �rbol ca�do, Nuri tom� al guardi�n y lo tir�
al suelo con una llave, haci�ndole creer que era una hembra apasionada. El
tipejo, sorprendido primero, excitado despu�s al ver que Nuri se quitaba la
pechera y le pasaba las tetas por su cara � disimulando su asco � como tomando
la iniciativa, se dej� hacer. Vago hasta final.


Nuri, se ech� atr�s sobre sus rodillas, y le quit� los
calzones, dejando a la vista un pobre instrumento pero todo tieso. Comenz� a
pasarle la lengua por el frenillo, aguantando de nuevo la n�usea y pensando que
era la puntita de Tata. Nuri nunca hab�a tenido relaciones con t�os pero
obedeciendo a su intuici�n pas� los labios h�medos por las tetillas del capataz;
el fulano que ten�a un concepto del erotismo de un saltamontes, se cans� y puso
a Nuri de rodillas. Despu�s tom� su polla con la mano para introducirla en la
boca de la chica. Nuri lo hizo y empez� a felar el asqueroso miembro que se puso
erecto del todo. Cuando ella intuy� por la hinchaz�n de las venillas que el t�o
iba a correrse, se prepar� para el mordisco. Cuando ese momento en que el pijo
se para porque viene lo inevitable, Nuri dio el golpe, con tal violencia, que lo
parti� como si fueran un flan. Qued� con la caperulla en la boca y llen�ndose la
cara de sangre y semen tal como si el tronco talado fuera una manguera. El
capataz gritando como un poseso fue rodando por los suelos desangr�ndose,
mientras Nuri se levantaba, despu�s de limpiarse la boca lo amordaz� al mismo
tronco en que hab�a violado a su amiga. Lo at� panza arriba mientras m�s sangre
segu�a mandando. Y le dec�a: cabr�n, a ver si puedes conmigo en lugar de pobres
chicas. Despu�s tom� una daga y lo abri� en canal desde el cuello hasta los
test�culos. Separ� los m�sculos del vientre y sac� sus intestinos e h�gado al
aire con la esperanza de que los lobos y buitres acudieran al olor y se lo
trapi�aran. Despu�s lo desat�, y todav�a vivo esper� a que muriera. Tard� cuatro
horas en hacerlo. Como no ten�an que volver hasta el atardecer, corri� hacia su
ruta marcada sola por si sal�an a buscarlos. Nadie lo hizo, y a la hora prevista
volvi� a la granja, donde pregunto por su acompa�ante, diciendo que se hab�a
separado a primera hora porque quer�a ver unas trampas. Todos los hombres eran
cazadores, y el capataz desbudellado las ten�a en un bosque cercano, en lugares
secretos para que no le chafaran los sitios adecuados. Teniendo en cuenta que la
zona estaba plagada de ellos ser�a como buscar una aguja en un pajar. Nuri nada
dijo a Tata de lo sucedido y esta no llego a descubrirlo. Al principio la cosa
pareci� ir bien pero el cad�ver al fin fue descubierto a los nueve d�as,
consumido por los buitres y otras alima�as, sin aparentes rastros de violencia.


En circunstancias normales el caso hubiera sido sobreseido y
Nuri nada deber�a de temer pero.. ay; en lugar de dar carpetazo al asunto sin
complicarse la vida como era el deber de todo funcionario, el jefe del
campo-granja ten�a una afici�n secreta. Desde joven llevaba detr�s como un
tesoro un viejo arc�n adquirido en las colonias del Norte, lleno de libros
anteriores a la era digital, todos ellos de misterio, escritos por gente muy
rara con dos o m�s nombres: Erle Standley Gardner, Vazquez Montalb�n, Philip
Marlowe... Su preferido era uno de cuatro: Sir Arthur Conan Doyle. Se lo sab�a
casi de memoria. Amaba tanto a su protagonista que se consideraba a s� mismo
como un irregular de Baker Street. As� que se dirigi� al lugar de autos
con su lupa y empez� a rastrear. No tard� en relacionar lo que observ� con una
de las narraciones, Estudio en Escarlata. La tierra h�meda del bosque estaba
llena de huellas, con el tipo de suela de las sandalias reglamentarias de los
guardas, pero de dos tama�os. Como todos eran gigantones, � quien pod�a calzar
un 38? ; pues la chica. Elemental querido Watson.


Nuri estaba tumbada durmiendo con Tata, dando oy� que
llamaban a la puerta preguntando por ella. Se puso el uniforme y acompa�� a la
guardia sin sospechar que sab�an todo lo sucedido. La llevaron en presencia del
jefe de la granja y la interrogaron, y cuando ella neg� todo conocimiento del
asunto un vergazo tremendo en su espalda la dej� sin aliento. El bestia del jefe
de la guardia, un gigante que med�a dos metros y pesaba ciento ochenta kilos la
tom� de los cabellos y la levant� en el aire conmin�ndola a hablar. Nuri,
sabi�ndose perdida espero a recuperar el aire en sus pulmones y con toda la
fuerza de que fue capaz arre� un rodillazo en los huevos del bruto. Un sonido
l�quido, un grito, y dejar caer a la muchacha el suelo fue todo uno.
Inmediatamente los guardianes que quedaron se lanzaron sobre ella y, aunque uno
de ellos se qued� sin ojo, finalmente fue reducida y encadenada, tras lo cual le
arrancaron el peto y el resto de sus vestidos, dej�ndola desnuda tirada en
suelo, donde comenzaron a golpearla con toda la sa�a de que fueron capaces, con
los garrotes reglamentarios, hasta que cayeron al suelo agotados los tres
guardias que quedaban �tiles.


El jefe del campo abri� un expediente d�nde anot� todo lo
sucedido para remitirlo ante la Delegaci�n del Gobierno, convoc� al personal
liberto y esclavo a la sala de juntas; all� mostr� a Nuri desnuda y encadenada.
Tata al ver a su amiga en ese estado rompi� a llorar, cayendo en la cuenta la
muy est�pida de lo que hab�a sucedido y sinti�ndose culpable. El juez y jefe, un
tipo s�dico, ley� los cargos d�nde sentenciaba de muerte a la esclava, dejando
al del coj�n reventado y al tuerto de elegir la forma de hacerlo. �stos ya
hab�an trazado un plan: en un mont�culo pr�ximo, no demasiado lejos del campo,
clavaron cuatro estacas gruesas de aproximadamente un metro de altura, usando a
Nuri como bestia de carga, desnuda y llena de cadenas. Transportaron al
mont�culo vigas y pilares y tablas de madera para hacer un sombrajo que hicieron
construir a la condenada a golpe de l�tigo. Cuando el tenderete estuvo listo
ataron a Nuri boca arriba por brazos y piernas a las astas ayudados por caballos
percherones, tens�ndola de tal norma que le dislocaron las mu�ecas y tobillos.
Tensa como una cuerda de arco. Y comenz� el sacrificio: cada atardecer sub�a al
mont�culo los guardas y todo el voluntario que deseara apuntarse a azotar a Nuri
hasta que les viniese en gana. Descansaban bajo el tejadillo y volv�an a la
carga tantas veces como les apetec�a. Cada noche era un suplicio pero el d�a era
a�n peor, puesto que el sol secaba la carne viva y el dolor y el hedor iban
unidos. Al quinto d�a milagrosamente Nuri segu�a viva, ya que Tata aprovechaba
el sue�o de los verdugos para dar de beber y alimentar a su pareja, y pasarle un
b�lsamo que hab�a preparado una vieja arp�a del campo (a cambio de gozar de sus
encantos, naturalmente), y terminar lamiendo las heridas de Nuri delicadamente y
tambi�n porqu� no decirlo, lujuriosamente.



Al d�cimo d�a aparecieron los buitres que, t�midamente
primero y decididamente despu�s, comenzaron a picotear a las partes blandas de
la pobre chica: el pecho, la barriguita, el monte de Venus. Menos mal que estaba
maciza como una roca, adem�s de tensada por las cuerdas, lo que impidi� que las
bestias traspasaran los m�sculos del vientre y comieran sus entra�as, lo que
habr�a significado el final de Nuri. La fortuna quiso que en ese momento
apareciera Mussa, buscando material. Al ver lo que pasaba dio varias palmas y
los buitres, valientes ellos, desaparecieron y se apostaron en un �rbol cercano.


El cazatalentos se acerc� y observ� que Nuri ten�a el plexo
solar y el vientre agujereados, y a punto de ser visibles los intestinos y otras
v�sceras. Mussa ten�a acciones en la granja, ya que se trataba de una empresa
mixta, y exigi� al jefe que le informara del porqu� una posible transacci�n
comercial era alimento de carro�eros. Musa ten�a informes de la evoluci�n del
personal femenino del campo, y muy buenas referencias de Nuri. As� que, todav�a
viva, fue trasladada a la enfermer�a donde su m�dico personal, disc�pulo no
demasiado aventajado de Arius, en sus tiempos de c�tedro en Montpeller intent�
salvar lo salvable.


A pesar de que el m�dico hizo un buen trabajo Nuri qued� con
unas cicatrices muy evidentes, huecos en sus carnes blandas y con manchas en su
tronco. Fue una suerte que los pajarracos no se comieran sus ojos y que su cara
fuera respetada m�nimamente. Musa parti� hac�a su granja en el Empord�, y al
regreso Nuri estaba recuperada. Ella y Tata fueron empaquetadas hacia el centro
de distribuci�n en el gale�n de Mussa. Ten�an diecinueve a�os.


Volvamos a Penyscola, con Flo continuando su inspecci�n:


- Y t� como te llamas, dijo dirigi�ndose a otra rubia muy
alta.


- Naa, respondi�. Era muy grande, pechos voluminosos,
redondos y firmes; ojos azules enormes y boca voluptuosa. La mamar� bien, pens�
Flo. El resto del cuerpo con piel muy lechosa con pecas rubias. Ten�a el vello
del pubis recientemente afeitado, lo que permit�a distinguir su sexo interno
rosado y jugoso. El culo redondo, con nalgas suaves y blandas aunque tieso y
firme. Era el compromiso perfecto entre proporci�n, carnes abundantes, y
ausencia de desplomes, cuelgues o grasas rugosas.


- Ven aqu�, dijo Flo. Cuando lleg� hasta �l le hizo dar la
vuelta y agacharse. �brete los culos, le mand�. Naa con ambas manos en los
cachetes dej� a la vista un ojete limpio y sonrosado. Flo asinti� con la cabeza,
comprobando que a pesar de la presi�n de las manos agarrando la piel de las
nalgas no ten�a ni pizca de celulitis. Despu�s la mand� retirarse junto a Nuri y
Tata.


Na� naci� esclava en una quinta del interior. Como era
costumbre la apartaron de su madre y se cri� con la canalla. Los chicos
torturaban a las ni�as para ir haciendo boca desde la m�s tierna infancia,
dejando muy claro qui�n era qui�n. Todo el mundo estaba muy de acuerdo en eso,
por supuesto. Pronto empez� a dejar claro que no era como el resto de las nenas:
no dejaba que la azotaran, ya que era fuerte y astuta y consigui� de esta forma
que los chicotes la admitieran en su rol, y a la hora de martirizar a las ni�as,
era la m�s perversa y refinada.


Los chicos se mor�an de ganas por cogerla y hacerle sufrir
todas las torturas que ella practicaba, pero le ten�an miedo y eran demasiado
peque�os para denunciar su actitud. Aunque los ni�os de la esclavitud se criaban
salvajes hasta la edad de trabajar, este tipo de conducta feminista se
consideraba un mal ejemplo y se correg�a inmediatamente con graves consecuencias
para la infractora, pero mucho peores para los imb�ciles blandos que lo
consent�an. As� que cuando Na� ten�a diez a�os y a�n no era una aut�ntica
adolescente era la jefa del grupo, m�s por miedo que por adhesi�n.


Ella intu�a que mientras se divirtiera con ni�as y no tocara
a los varones � con el l�tigo, claro - no habr�a problema. Aun as� tuvo varios
intentos de mot�n, y en el �ltimo de ellos los tres chicos mayores la esperaron
agazapados, sorprendi�ndola en un recodo del camino. A duras penas, lograron
sujetarla y arrastraba a un olivo, pero cuando intentaban desnudarla y
descuidaron la presa, se volvi� lanzando uno al suelo y zaf�ndose de los otros
dos. Presas del p�nico al ver que agarraba dos piedras de considerable tama�o,
huyeron despavoridos y la dejaron en paz definitivamente. No la denunciaron por
miedo y verg�enza, aunque se la ten�an jurada.



Los chicos de su edad fueron llevados a trabajar a los pocos
meses. En la quinta situada en un lugar llamado antiguamente Massali�, se
fabricaba aceite para el Estado. El gerente era un vago malversador que lo
vend�a a precio inferior de mercado a particulares y amigos que lo transportaban
a las tierras sometidas. Como ten�a mano de obra abundante, casi todos varones,
y muy pocas hembras, estas �ltimas eran llevadas a trabajar m�s tarde que los
chicos. As� que Na� se fue transformando redondeando sus caderas y muslitos,
creci�ndole unos enormes pechos, sacando un hermoso culo, y pobl�ndose de
pelitos las partes m�s apetecibles de su cuerpo.



Afortunadamente no sali� a su madre, ya que no tuvo nunca la
regla. Es decir, sigui� la norma general de esta parte del MC de ser est�ril. El
cambio le vino precozmente a los once a�os, y a�n quedaban al menos dos para que
fuera llevada a trabajar, as� que contin�o en el pabell�n de las mujeres
aprendiendo de las m�s arp�as y viciosas todo lo que hab�a que hacer con sus
agujeritos. A su vez perdi� todo aliciente el jugar con los muchachitos, ya que
los que quedaban eran muy cr�os para ella. Los de su edad hab�an sido
trasladados a los barracones de los hombres que viv�an separados m�s de un
kil�metro.



Comenz� a frecuentar las compa��as femeninas. Durante el d�a
haciendo gala de su fuerza, las persegu�a hasta cazar a las que m�s le gustaban.
Las sol�a arrastrar hasta su lugar favorito: un olivo enorme en un hueco del
monte, cuyo tronco se recostaba inclinado hacia el suelo. All� desnudaba a sus
v�ctimas: j�venes adolescentes de incipientes pechos, pelitos escasos y culito
pito e inmaculado. Las, agarraba, ora inclinadas boca arriba sobre la base de
olivo, con las piernas separadas cuando quer�a castigar su chochito, o bien boca
abajo cuando el objetivo era el orificio anal. Primero les lam�a con su lengua
hasta notar que zumaban, para a continuaci�n darles un mordisco brutal hasta
traspasar los dientes las blandas carnes, y notar el sabor salado de la sangre
en su boca. Las pobres v�ctimas, amordazadas para no gritar, saludaban a mares y
se meaban o cagaban encima lo que excitaba todav�a m�s a Na�. A veces les
introduc�a por el culito primero un dedo, luego dos, tres, hasta casi
reventarles el esf�nter. Las chicas sol�an terminar atadas de los brazos a una
rama y azotadas con una fusta que Na� hab�a robado a los guardianes, a cuyas
anchas espaldas y ca�an todas las culpas, todo ello sin que nadie rechistara.
Cualquier criatura que osara denunciarla ser�a probablemente azotada de nuevo
por embustera. Adem�s, ya sabemos que era normal que las hembras fueran
torturadas desde su m�s tierna infancia. Por las noches, sus mismas v�ctimas del
d�a eran obligadas a compartir catre con Na�, que se las hab�a arreglado para
tener un compartimento separado, mediante pr�stamo de sus encantos y habilidades
a la jefa de las esclavas. Las visitantes de Na� eran obligadas a lamerle los
pechos y axilas y darle mordiscos gradualmente m�s fuertes por todo su vientre,
costados y bultos p�bicos. Despu�s deb�an comerle el co�o mientras introduc�an
el dedo en su ano. Cuando se corr�a se daba la vuelta y se hac�a estacar lo m�s
hondo posible la lengua en el agujero negro, mientras masajeaban su cl�toris. El
l�quido vaginal de Na� manaba como una fuente, empapando sus muslos. Por fin, al
cabo de cinco o seis orgasmos se dorm�a pl�cidamente.


As� pasaron los meses hasta que cumpli� trece a�os. Ese d�a
amaneci� como cualquier otro; Na� se despert� excitada como de costumbre y con
ganas de guerra. M�s que de costumbre, puesto que hab�a tenido que compartir
lecho con la m�s bruja de las esclavas que ten�a m�s de sesenta a�os, y que
ten�a de contentar como pago por favores antiguos. Ella no hab�a disfrutado en
absoluto con ese cuerpo arrugado y deforme, que, adem�s, ol�a a ajo, pero la
guarra resoplaba como una marrana cada vez que se corr�a. De esa noche Na� sac�
en claro una cosa que le impresion� sobremanera: la vieja le cont� acerca de la
existencia de determinadas mujeres que ten�an la capacidad de hacer crecer un
pito; se llamaban hembras emergentes, y aunque ella no hab�a visto a ninguna,
aseguraba su existencia. Na� hubiera dado un pecho por tener esa cualidad, pero
era algo que consideraba imposible puesto que se hab�a tocado la figa
introduci�ndose los cerdos hasta el cuello del �tero sin que tal hecho
ocurriera. No sospechaba ella que tal circunstancia no coincid�a necesariamente
con la pubertad. As� que, tras desayunar, a aliviarse. I y se dirigi� a la caza
y captura de una muchacha a la que torturar. No tard� demasiado en llevarse a
una morenita culona al olivo, donde le ha amarr�, desnud� y puso con el culo en
pompa. Comenz� lami�ndole el co�o y al sentir la humedad introdujo sus dedos
para embadurnar su ano. Mientras lo hac�an volvi� a pensar lo que har�a en ese
agujerito con un buen cipote. Se excitaba sobremanera y dudo entre soltar a la
nena y obligarla a comerle el co�o, o a hacerse una paja mientras la propinaban
mordiscos en sus blandos y abundantes culos. Eligi� lo segundo y comenz� a
acariciarse el cl�toris mientras lam�a el ojete redondo y negro. Introdujo un
dedo medio en la vagina hasta el fondo, tocando todos sus bordes varias veces.
Una opresi�n le subi� desde su vientre hasta el pecho mientras un gusto
reconcentrado inund� un punto determinado de su cueva. Volvi� a localizarlo y a
masajearlo� y de nuevo una oleada de placer la embarg� y oblig� a jadear, puesto
que qued� sin respiraci�n mientras que el circulito m�gico empez� a perder
sensibilidad simult�neamente a que el cl�toris comienza a empalmarse como nunca
hab�a visto antes, y crecer ante sus asombrados ojos de forma r�pida y
progresiva. Cuanta m�s sensibilidad y goce perd�a el interior de su co�o, mayor
se hac�a su cipote sin que por ello la opresi�n del deseo cesara. Los jaleos
asustaron a la morena amarrada al �rbol, que ya hab�a pasado antes por el trance
e imaginaba alguna barbaridad por lo ins�lito de lo que estaba ocurriendo,
puesto que lo normal era que el suplicio fuera matinal y el sexo nocturno. Na�
cay� en la cuenta que era una de las privilegiadas mujeres como las que le cont�
la anciana. Ten�a una verga que muchos chicos envidiar�an. Cuando llev� su mano
sobre ella la not� sensible y dura, y el placer se hizo m�s intenso. Chota como
una burra se inclin� sobre el culo abierto y introdujo su polla mientras gritaba
la morena. Pensaba que era m�s f�cil pero al encontrar resistencia y
desconocedora del poder de penetraci�n prefiri� embadurnar su verga con l�quido
vagina. Al introducir los dedos volvi� acariciar su punto sensible y, milagro,
todav�a le creci� m�s. Introdujo los dedos mojados en el esf�nter de la morena
lubric�ndolo, y le estac� el aparato, meti�ndolo de golpe hasta el mango. Grit�
de placer y empez� un mete-saca con jadeos acompasados, los de ella, y los de la
sodomizada, que tambi�n disfrutaba del castigo. Se corri� siete veces y la
amarrada dos. Cay� desfallecida, agotada y relajada, y se qued� dormida. Al
despertar procedi� a lo acostumbrado. At� a la morena en la rama y le propin�
cincuenta latigazos en las nalgas y en los pechos. La desat� y amenaz� con los
peores suplicios. Y se fue tan contenta.


Al poco tiempo, la llevaron a trabajar al campo. Al verla los
3 golfos a los que hab�a ridiculizado urdieron un plan para vengarse. Al
atardecer, cuando volv�a, sola por supuesto, le tendieron una emboscada. Se
apostaron junto a un ribazo. Ellos solos nunca hubieran podido hacerlo, pero se
conchabaron con tres gigantescos guardias. Cayeron sobre ella y la redujeron,
traslad�ndola a un rinc�n discreto. All� mientras los grandotes la sujetaban con
las piernas abiertas, los vengadores le arrancaron las ropas y la sodomizaron y
se corrieron en su culo. Na� llor� de rabia m�s que dolor, puesto que aunque
virgen de co�o y culo los calibres eran rid�culos para sus orificios. Suerte que
dejaron intacta la figa ya que el himen era m�s estrecho. Na� conserv� la calma
y pens�:


- si los guardias quieren parte del bot�n tendr� una
oportunidad al cambiar de papel, porque estos cabrones son un los flojos, as�
que voy a relajarme y dejar hacer para conservar las fuerzas. Si no es as� estoy
perdida, porque seguro que llenar�n mi vagina y mi ano con hojas de ortigas
tapon�ndolas con un palo, y me raspar�n los bajos con zarzas, como me ve�an
hacer a m� a las ni�as. Y despu�s me matar�n por miedo de alguna forma horrible.


La ocasi�n lleg�: mientras un guardia dejaba uno de los
brazos a un jovencito, y comenz� a quitarse los calzones, Na� se zaf� del
jovenzuelo, y peg� un puntapi� a los cojones del guardia que se hab�a separado
y, r�pida como una centella le meti� los dedos en los ojos al otro. Los ni�atos
como buenos cobardes quedaron paralizados mientras Na�, con la fuerza que da la
desesperaci�n y el p�nico, dio un cabezazo tremendo en la cara al tercer
guardia. Con los peligrosos fuera de combate, los miedicas fotieron el camp. Na�
termin� la faena pateando los huevos a los tres brutos a los que dej� hechos un
ovillo en el suelo y a patadas los tir� ribazo abajo. Volvi� hacia su barrac�n
todav�a de d�a dando un rodeo hasta el r�o, donde se desnudo y se dio un ba�o en
sus limpias aguas, quit�ndose el semen asqueroso que todav�a se pegaba a su
cuerpo. Sinti�ndose mejor y muy tranquila volvi� al campo de mujeres ya de
noche, sabiendo que por la cuenta que les ten�a los guardias se callar�an como
muertos al haber sido derrotados por una mujer.



Y en efecto as� fue, los guardias para justificarse acusaron
del ataque a los tres esclavos cobardes, que murieron empalados para escarmiento
y conservaci�n de la disciplina.



Al llegar al campo, a Na� la estaban esperando. Fue conducida
al despacho del jefe. A su lado hab�a un hombrecillo calvo y con mirada astuta.



- Na�, le dijo el gerente, este se�or es Mart�nezford. Oye lo
que tiene que decirte.



- he visto todo lo sucedido desde un lugar cercano donde
hab�a ido a mear, as� que tienes dos opciones: morir empalada por conducta
inmoral despu�s de ser despellejada viva y quemada con hierros candentes en los
pezones, ombligo y partes nobles (higo y culo), o bien aceptar mi oferta:
convertirte en amazona. Sabes que puedo comprarte como esclava pero eso llevar�
tr�mites innecesarios, as� que este procedimiento r�pido de entregar una
solicitud de forma voluntaria est� contemplado por una antigua directiva
europea, as� que elige.


Na� estaba aterrada. Hab�a o�do contar a las esclavas viejas
que hab�a chicas luchadoras: las Amazonas. Era un deporte muy extendido en el
Este: Constantinopla, la Rep�blica Seren�sima, Samarkanda� Aqu� en Arag� se
practicaba tambi�n en els Paisos Catalans del norte, aunque no como un
espect�culo nacional como en estos lugares. Tambi�n se hac�an giras de
exhibici�n, aunque lo usual era practicarlo en los circos o en los palacios
privados peleando hasta la muerte. Tambi�n sab�a que todas mor�an muy j�venes,
pero la perspectiva que le arrancaran la piel a tiras ya la hab�a visto en una
ejecuci�n parecida hac�a un a�o y era bastante peor, as� que acept�.



Ni lleg� a pisar su aposento. Parti� inmediatamente hacia una
fortaleza de piedra gris situada m�s al norte y que se conoc�a como el monestir
de Poblet donde ten�a su sede la cuadra de Mart�nezford.


Llego justo el d�a que cumpl�a 15 a�os. La alojaron en un
pabell�n con 9 chicas m�s, todas enormes y fuertes, muy hombrunas, que se
relamieron de gusto con la novata. Como estaban prohibidas las torturas entre
amazonas fuera de los combates no pudieron tocarle ni un solo pelo por si
aparec�an cardenales y eso costaba cien latigazos a la autora, aunque como los
entrenamientos y lecciones terminaban siempre con se�ales, aprovechando esos
per�odos las nuevas eran apaleadas por las noches por las veteranas. As� que se
contentaron con obligarla a lamerles el culo y comerles el co�o a la compa��a en
pleno. Pronto comenzaron las pr�cticas de lucha y enseguida se demostr� que Na�,
aunque muy joven ser�a dif�cil de manejar en poco tiempo. La lucha se reg�a por
muy pocas normas. Peleaban totalmente desnudas: su �nico vestido era unos copos
protectores en la parte femenina m�s sensible, los pechos. Un pu�etazo o
cabezazo en ellos pod�a dejar a una mujer fuera de combate. Si ten�an buenos
m�sculos en el plexo solar pod�an soportar los golpes en el est�mago mucho
mejor. Luchaban descalzas y val�a absolutamente todo. Cuando una luchadora
dejaba en el suelo otra inerme, su deber era matarla con sus manos, con sus
defensas pectorales, o con las de su v�ctima. As� hasta el siguiente combate.
Casi todas palmaban. Si consegu�an luchar en el circo la posibilidad de
supervivencia era mayor, ya que el populacho pod�a perdonar a la ca�da, aunque
si lo hac�an en las fiestas privadas de los ricachones o fiestas oficiales,
donde adem�s la forma de matar a la perdedora contaba, cab�a la posibilidad �
bastante remota - que alg�n patricio complacido comprara a la vencedora,
obligando al manager a ello, a causa de una deuda o compromiso. En ese caso
exist�an normas muy estrictas para la amazona liberada: deb�a ir siempre
encadenada y sus carnes reblandecidas con la tortura de forma habitual, para
evitar ataques de venganza o de ira. No se conoc�a el caso de ninguna que
llegara a los treinta a�os. Hab�a algunas otras normas establecidas, como por
ejemplo, cuando el ring, que era cuadrado, era sobrepasado por alguna luchadora
m�s de tres veces, la otra luchadora ten�a derecho a dislocarle un brazo. Si
volv�a a caer fuera, le dislocaban el otro, lo que significaba la muerte segura.


Las amazonas eran marcadas con un distintivo �nico para todo
el MC (otra antigua directiva europea) para ser reconocidas y tratadas como se
merec�an cuando, por alguna circunstancia dejaban la lucha: bien encadenadas y
apaleadas regularmente. Un artilugio normalizado (DIN 12AA1203) de hierro al
rojo viv�simo era aplicado sobre la axila derecha. La marca deb�a ser bien
visible por lo que las amazonas siempre iban inmaculadamente depiladas, bajo
pena de 100 latigazos. Algunas para evitar descuidos se cauterizaban el pelamen.
Na� pasado el suplicio decidi� conservar su hermoso vello dorado. Era una
muchacha cuidadosa y nunca tuvo problemas con su blanca piel axilar, siempre
lisa, suave y tremendamente lujuriosa para la vista y el tacto lingual.


Na� era una alumna aventajada y aprendi� muy pronto; al a�o
apenas, ninguna otra osaba tocarle un pelo fuera de las horas de entrenamiento;
a los diecisiete era la m�s sabia y m�s fuerte y todas le ten�an un gran
respeto. Todas las noches, a las compa�eras menos marimachos las llevaba a su
lecho y disfrutaba con ellas, utilizando su divino cipote. Despu�s del sexo, en
las jornadas de m�s entrenamiento en que ninguna de ellas � Na� incluida � se
libraba de moratones y cardenales, las machacaba a rodillazos en los bajos como
s�mbolo de sumisi�n. Por supuesto que todas las novatas eran primero para ella.
Las disfrutaba hasta cansarse, aunque las m�s agraciadas eran sus protegidas
casi a perpetuidad. Reci�n cumplidos los dieciocho a�os la consideraron apta
para su primer combate. Rara era la amazona que lo hac�a antes de los veinte
puesto que costaba mucho dinero su mantenimiento y entrenamiento y los jefes de
las cuadras ten�an que estar muy seguros de la victoria, pero Na� ya estaba
madura. La llevaron a pelear a la mas�a del gobernador en la antigua Tarraco,
relativamente cerca. Estaba un poco nerviosa puesto que la contrincante era de
una reconocida cuadra de Nubia, colonia del Reino al sur del antiguo Egipto, al
otro lado del Mare Nostrum.


La lucha tendr�a lugar en una sala de columnas con suelo de
m�rmol sobre la que se hab�a colocado una tarima de madera de medidas
reglamentarias: diez por diez metros, cosa muy rara porque habitualmente se
luchaba sobre moquetas amarillas para que destacara el color de la sangre. El
lugar estaba abarrotado de personalidades y presidido por el gobernador y cuatro
ilustres visitantes de ojos rasgados procedentes del conf�n del MC, ya en la
antigua Asia, tumbados en chaiseslongues con hetairas en cueros sirviendo de
platos con sus vientres. Na� vio a su contrincante y se estremeci�: era una
negra m�s alta que ella con el cabello muy corto cortado a cepillo, todo m�sculo
y aristas, hombruna, con defensas pectorales de oro que en realidad no hac�an
falta, porque su pecho era casi inexistente. Se dir�a que era un t�o a no ser
por su cabellera negra rizada bien visibles a ambos lados de su chocho enorme.
Cada defensa en realidad era un punch�n de casi ocho cent�metros de largo,
verdaderas dagas cortantes. Nunca lo hab�a visto en sus a�os de preparaci�n. En
el aprendizaje luchaban con petos de cuero duro y en la formaci�n avanzada se
usaban los de lucha, met�licos y con clavos. Cada amazona ten�a su estilo, pero
la mayor�a de ellas quedaban heridas por las puntas. Ella usaba para sus enormes
pechos copas erizadas de clavos de casi un cent�metro de largo y se hab�a
acostumbrado a pelear con los brazos bien abiertos para no rozar con las
peligrosas puntas, pero lo que ve�a la aterrorizada. Deber�a tener mucho
cuidado. Un abrazo de esa bestia atravesar�a sus costillas y pleura, y
alcanzando al pulm�n ser�a el final. Mart�nezford sentado en la �ltima fila la
mirada sin expresi�n alguna.



Y comenz� la lucha: las dos amazonas, con los brazos
extendidos, tras unos titubeos de observaci�n se enzarzaron como en la lucha
grecorromana. Dieron unos vueltas en c�rculo y de repente la negra sujeto a Na�,
balance�ndose hacia atr�s con la esperanza de que cayera sobre ella y quedar�
ensartada. Na� que lo hab�a esperado se apoy� con sus brazos y dio una voltereta
por encima, pasando de largo y cayendo al otro lado. Antes de levantarse vio a
la negra ponerse de pie de un salto sin apoyarse, y dirigi�ndose a ella le
propin� un patad�n en el vientre. Na� aguant� el golpe, y otro, y otro m�s. Muy
astutamente y pensando r�pido decidi� aguantar el chaparr�n, y hacer creer a la
bestia negra que la novata estaba groggy. S�lo ten�a que estar alerta por los
punzones. La quinta patada fue en el costado y sinti� un dolor penetrante. Se
hizo la derrotada, simulando estar KO. A�n fue pateada un par de veces en el
co�o. Aunque su capacidad de resistencia era notable, si la negra segu�a con esa
t�ctica perder�a sus fuerzas muy pronto. Entonces la africana cay� en la trampa,
y creyendo que estaba sobre una moqueta blanda se lanz� en plancha para acabar
con ella. Na� giro sobre s� misma evitando su contacto. La negra qued� clavada a
la tarima boca abajo. Qued� at�nita al no poder levantarse cayendo en la cuenta
de su error. Antes de que pudiera soltarse presionando hacia el suelo con sus
brazos poderosos, Na� se levant� y se dej� caer de rodillas sobre su espalda,
inmoviliz�ndola todav�a m�s al clavarse totalmente los enormes puntuales
met�licos en la madera. Entonces volvi� a dejarse caer, pero esta vez de
rodillas sobre sus ri�ones una y otra vez, y a golpear con sus duros tobillos
sus costados hasta que la negra, sin respiraci�n solt� un estertor. Apoyo un pie
sobre su espalda, tomo uno de sus brazos y le aplic� una llave disloc�ndoselo
primero, y rompi�ndoselo despu�s. Despu�s tom� el otro y repiti� la misma faena,
quedando la negra absoluta y totalmente in�til. Comenz� a saltar sobre ella de
nuevo con las rodillas pegadas y golpeando sobre sus ri�ones. A la quinta ca�da
de rodillas vio que se formaba un charco con un l�quido rojo: la negra meaba
sangre. Despu�s, con la morena totalmente a su merced le solt� el peto
defensivo, y la volte� panza arriba. Estaba a punto e inm�vil. Se inclin� sobre
ella y abriendo su boca todo lo que puedo le arranc� el pez�n derecho de un
mordisco brutal, y ante sus aterrorizados ojos se lo comi�. Volvi� por otro y se
lo arranc� tambi�n de un bocado. Se lo sac� de la boca y se lo meti� en la de la
negra hundi�ndolo en su garganta. Cogiendo la defensa puntiaguda por el lado de
la daga, saj� el vientre de la morena con varias pasadas, despu�s con sus dos
manos le abri� la barriga y le arranc� el h�gado, con todo su cuerpo ba�ado de
sudor y sintiendo como le manaba el l�quido vaginal piernas abajo por la
excitaci�n del combate. Levant� la v�scera en lo alto con ambas manos en se�al
de triunfo duch�ndose con la sangre que manaba de la v�scera. Hab�a vencido en
apenas cuatro minutos. En la noche, de vuelta a Poblet se enter� de que la negra
a la que hab�a vencido ten�a 26 a�os y que hab�a matado a 49 luchadoras, m�s
otras trece en entrenamientos.


Mart�nezford estaba impresionado, esta chica era un fil�n.
Con la joven que era y con lo buena que estaba pronto ser�a un �dolo popular. La
reservar�a para el circo. Para su desgracia, tambi�n el gobernador se hab�a
fijado en ella, as� que seis meses despu�s en Poblet se recibi� un mensaje del
Delegado del Gobierno para que Mart�nezford y su amazona se presentaren en el
Palau del Rey en Poblesec, la antigua Barcelona, para un nuevo combate en una
fiesta privada con la embajadora de Samarkanda, �nico lugar del MC con
matriarcado, donde las mujeres eran libres y no dependientes de un hombre. El
resto de Estados detestaban esa costumbre, pero la ausencia de esp�ritu guerrero
y la desaparici�n total del concepto de conquista llevaban a soportarlo. Adem�s,
en Samarkanda City, la capital, se fabricaban la totalidad de las sedas del MC,
vestidos necesarios a causa del calor por frescos y agradables al tacto. Ante
tal petici�n Mart�nezford no pod�a negarse, y pens� que si Na� ganaba en un
escenario tan exquisito todav�a aumentar�a su cotizaci�n, incluso podr�a llevar
a su amazona al Este donde podr�a hacerle todav�a m�s rico.


Por las noticias recibidas de la velada, ser�a todo un
acontecimiento con aut�ntica expectaci�n por la pelea que ser�a su punto �lgido.
Nunca se hab�an visto antes tanto capitostes. La embajadora, una gorda
celul�tica presid�a la sala y no perd�a detalle al aparecer la amazona. Si
ganaba y estaba en condiciones pensaba tomarla en pr�stamo esa noche, pagando a
Martinezford, naturalmente. Na� estaba tranquila aunque no sab�a quien ser�a el
contrincante. Era por lo visto un secreto. Ya llevaba diez minutos en el
cuadril�tero esperando, donde una alfombra color amarillo reglamentaria
sustitu�a a la tarima cuando apareci� el energ�meno. Una cara de espanto era la
bella estampa de Na�. Ante sus ojos una enorme bestia, una gran masa de carne de
mas de trescientos kilos: un luchador de sumo; adem�s, hombre. Ning�n luchador
de cualquier sexo o disciplina pod�a vencer jam�s a uno de estos monstruos,
cuyas artes se remontaban a muchos a�os antes del periodo de los cataclismos.
Sinti� flojera en las piernas ya que estaba segura de estar acabada. Sin
embargo, su esp�ritu guerrero le hizo reaccionar y disponerse a vender cara su
vida. Al sonar el gong se lanz� como una bala y solt� una pierna con un salto
hacia el cuello del mastodonte que aguant� el golpe sin inmutarse. La cogi� por
el cuello y de media vuelta la lanz� fuera de la lona. Se levant� y fue de nuevo
contra el sumo. Este permanec�a en el centro agachado con los codos apoyados
sobre las rodillas. Llevaba un grueso taparrabos apenas visible por un ca�do
vientre monstruoso, enorme y abultado, que le proteg�a de los golpes bajos. Una
patada en los cojones de Na� le hizo cosquillas. De nuevo la sujet� por entre
piernas y ri�ndose, la volte� de nuevo la fuera del ring. Era la segunda vez..
El bestia parec�a no tener puntos d�biles, pens� Na�, mientras volvi� a lanzarse
sobre �l: quer�a ganar tiempo y pensar pero no quer�a parecer astuta. Bes� el
suelo otras tres veces con cuidado de no salir del cuadril�tero, y cada vez
tardaba m�s incorporarse. Estaba intentando su t�ctica favorita basada en su
gran resistencia: que el japon�s la subestimara. Se hab�a trazado un plan casi
suicida pero era lo �nico que pod�a salvarla. El gigante, que era todo fuerza y
escasa ma�a, viendo a Na� aparentemente madura se dispuso a acabar con su
v�ctima y, confiado, se lanz� decididamente sobre ella. Na�, incorporada,
buscando el cuerpo a cuerpo le hinc� la rodilla en su voluminoso barrig�n,
haciendo caso omiso de su t�ctica inicial de mantener la distancia. Al ver que
se encontraba a su alcance, el chino la atenaz� con el brazo derecho y, como
esperaba Na�, le enganch� del cuello, volte�ndola pegando contra �l su espalda
para huir de los petos erizadas de clavos. Con su mano izquierda sujet� a Na�
por su cintura impidi�ndola zafarse levant�ndola en el aire. Comenz� a apretarla
con sus poderosos brazos arque�ndola para ahogarla. Na� ten�a escasos segundos
para resolver su plan, de lo contrario estaba muerta. Mientras golpeaba su codo
izquierdo hacia atr�s de forma torpe, aparentando desesperaci�n, dobl� su brazo
libre buscando en su espalda el cierre de peto, lo encontr� y abri� f�cilmente y
cuando ya la presi�n en su garganta era insoportable lo lanz� contra el monstruo
d�ndole de lleno en pleno rostro.


El sumo dio un grito terrible e instintivamente se llev� las
manos sobre su herida cara. Na� al verse libre se escap� y con una llave le hizo
caer de espaldas, lanz�ndose de cabeza sobre su entrepierna. Le quit� la faja
dejando al descubierto un min�sculo pene y dos gruesos test�culos, y de un
terrible mordisco le arranc� de cuajo la polla y un coj�n. El chino empez� a
aullar como un verraco, al tiempo que cerraba las piernas de golpe atrapando
entre ellas a Na�. Esta no hab�a calculado bien y el golpe le produjo un dolor
intens�simo desde el cuello hasta la punta del pie izquierdo. A duras penas se
separ� y viendo que el gordo ten�a ambas manos cubri�ndose los bajos, descargo
de nuevo con la defensa sobre su cara revent�ndole ambos ojos. El chino estaba
KO, pero por instinto se coloc� boca abajo en posici�n fetal para protegerse de
nuevos golpes. Na� resistiendo un dolor indecible y una p�rdida de movilidad
progresiva, viendo el agujero anal de gran calibre a la vista, meti� de su pu�o
por �l, introduci�ndolo todo lo que dio de s�, agarr� con su mano el intestino y
lo arranc� con fuerza, llev�ndoselo detr�s. De resultas del esfuerzo, cay� de
espaldas con los budellos en su mano. El gordinfl�n empez� a rodar de un lado a
otro con la v�scera colgando soltando mierda y sangre a chorro como una
manguera, salpicando a los sorprendidos espectadores situados en la cercan�a,
lanzando estertores y v�mitos por la boca seguidos de un manantial de sangre.
Tras varias convulsiones qued� inm�vil, muerto entre un mar rojo y amarillo de
sangre y mierda. Na� apenas pudo levantarse y alzar el brazo derecho en se�al de
victoria. Despu�s se desvaneci�. Despert� en la carreta inmovilizada por una
escayola desde el cuello hasta la cadera. Ten�a dos v�rtebras rotas que de
milagro, no le hab�an partido la columna vertebral.


Tardaron m�s de un a�o en quitarle el yeso, y seis meses m�s
con masajes y ejercicios para intentar su recuperaci�n, pero ya no era la misma.
Mart�nezford estaba desolado, puesto que hab�a perdido a su flor m�s preciada.
Ahora ten�a que tomar una decisi�n: teniendo en cuenta que las amazonas no
pod�an ser vendidas como esclavas, ya que as� lo estipulaba la legislaci�n
vigente con la m�xima pena, la �nica que aplicaba a los hombres la tortura
previa al empalamiento, y para ello, tal como ya sabemos, todas ten�an marcada
la se�al prescrita bajo el sobaco derecho, siempre bien visible y depilado, no
quedaba m�s remedio que cargarse a su antigua estrella, y que sirviera de
alimento a carro�eros o a los antrop�fagos, ya que no ten�a fincas agr�colas
donde ponerla a trabajar de bestia de carga hasta reventar. Sin embargo su
codicia pudo m�s. Mart�nezford sab�a lo que ten�a que hacer para hacer
desaparecer sus antecedentes de luchadora y venderla como esclava Esta chica
ten�a una piel tan clara que con el tratamiento adecuado pod�a hacer, sino
desaparecer, si disimular su marca. Esta, apenas visible depilada, ser�a
pr�cticamente imposible de descubrir dejando crecer su abundante vello axilar...
siempre que pudiera pasar como... otro tipo de se�al: ning�n m�todo m�s directo
y efectivo que la tortura. Dejando su cuerpo marcado para siempre a nadie se le
ocurrir�a sospechar de su pasado al ver una marca mas en lugar tan apetecible.
Puede que no sacara mucho por ella, quiz�s la compraran para trabajar pues
todav�a era muy fuerte, o mejor alg�n vicioso amante de las cicatrices, pero
menos era nada


La hizo venir a Poblet desde la quinta d�nde convalec�a. Na�
pens� que nada bueno le esperaba. Al llegar fue inmediatamente esposada y
conducida hacia los s�tanos donde se encontraban las salas de castigo. Junto a
la entrada de la escalera la esperaban cuatro de sus antiguas compa�eras,
precisamente sus mayores enemigas, que inmediatamente la arrastraron a patadas y
pu�etazos a la c�mara de tortura, la desnudaron, quitaron las esposas y
amarraron panza arriba de brazos y piernas al potro. No pod�an marcarla de nuevo
en la axila derecha donde se encontraba la se�al reservada a las esclavas
amazonas porque podr�a hacer sospechar. En lugar de eso comenzaron a tirar de
las cuerdas, disloc�ndole las articulaciones. Na� gritaba de dolor, sudaba como
una cerda y se cag� y se me� varias veces. Sin aflojar la tensi�n la apalearon
las 4 a la vez con varas nudosas, casc�ndole los pechos, la barriga, los muslos
y el sexo. Cuando tuvo el cuerpo totalmente tumefacto la soltaron y amarraron
por las mu�ecas y tobillos con argollas m�viles a unas barras, de forma que
qued� colgada en forma de asta. Las poleas comenzaron a estirar y la sangre
manaba brazos abajo al clavarse las argollas en su carne. Con su cuerpo
totalmente tensado, la m�s vengativa de todas tom� un artefacto conocido como
l�tigo de ganchos, y le propin� 25 latigazos, convenientemente repartidos entre
sus tetas, barriga y pubis. Eran mas que suficientes.


Cada azote arrancaba pedacitos de piel, pelo p�bico y carne
por cada uno de los diez terribles miniganchos, esquitando de sangre a
Mart�nezford que presenciaba la escena y a las amazonas presentes. Para terminar
la faena tomaron el l�tigo entre dos, cada una de una punta, y lo aplicaron
sobre cada costado, desde la cintura hasta el codo, estirando como si de una
sierra se tratara. Cada vaiv�n arrancaba de cuajo piel y trocitos de carne. Una
de ellas, con tal sa�a que desgarr� su pecho derecho dej�ndolo partido y
descolgado. Con el cuerpo en carne viva desde el cuello hasta las rodillas, la
soltaron y arrojaron a una celda. Al d�a siguiente entr� en coma y Mart�nezford,
temiendo por su vida y por sus pelas llam� a su m�dico personal a toda prisa.
Este, tambi�n disc�pulo como Arius del gran Gabielo, hizo un buen trabajo,
recuperandola, dej�ndola terriblemente se�alada pero viva. En seis meses mas
mejor� en gran medida, recobrando en parte su espl�ndida y suave piel pero,
aunque todav�a fuerte y lozana hab�a perdido su antiguo poder�o. Fue vendida a
Mussa a poco de cumplir los veinte a�os.



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Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren I
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