La pija de Carlos y el hermoso culo
de Mayra eran como polos magn�ticos opuestos, su atracci�n
era evidente, y el encuentro entre ambos inevitable mal que le pese a la
pudorosa Mayra, que se resist�a a cualquier tipo de insinuaci�n
de Carlos acerca de la sodom�a. Estaban hechos el uno para el otro,
las blancas redondeces de Mayra eran la meca, el para�so para el
potente pene del muchacho, y el ardiente deseo carnal de ambos ver�a
su cumbre en el encuentro anal. Mismo que se dio en forma casual, en una
tranquila noche porte�a.

Mayra se encontraba ataviada de
papeles, contratos y su casilla de correo atestada, daban las 8 pm y necesitaba
un caf�, sali� de su oficina con su taza corporativa en mano,
y tom� el pasillo rumbo a la maquina de caf�, pero sigui�
hasta la cocina para lavar el recipiente, el piso entero se encontraba
en silencio, como era costumbre a estas horas, los empleados m�s
atrasados se retiraban 7:30. La puerta se encontraba abierta, entr�
y se dispuso a enjuagar su taza.

Carlos, cuyo escritorio se encontraba
en el pasillo central junto a los ascensores, sab�a que s�lo
quedaba su amante en todo el piso, por lo que hab�a dejado su puesto
y se dirig�a sigilosamente hacia la oficina de Mayra con la esperanza
de encontrarla dispuesta a tener un encuentro sexual, cuando oy�
pasos en el pasillo de la cocina. Tom� ese rumbo silenciosamente,
y al entrar descans� un minuto bajo el marco de la puerta admir�ndola
sin que ella advierta su presencia.

Ver a la hermosa mujer de espaldas,
semi recostada sobre el fregadero encendi� nuevamente el deseo del
chico por su abultado trasero, vest�a un saquito de lana, por encima
de una de sus blancas camisas que siempre delatan sus bellos pechos, una
pollera no muy corta, por debajo de las rodillas, de tela suave, seda quiz�s,
que contorneaba magn�ficamente sus piernas, se ajustaba bellamente
a su cintura y cadera, dibujando finamente su figura esbelta e insinuando
moderadamente la tanga que ocultaba a medias sus preciosas nalgas. Extasiado
por sus bellas redondeces, no titube� al acercarse, tom�ndola
decididamente por detr�s, aferrando sus caderas y apoyando su ya
abultada pelvis en medio de sus c�ndidas redondeces, reprimiendo
el intento de Mayra de voltearse, sorprendida al encontrarse repentinamente
manoseada.

Mayra no dud� siquiera un
instante en saber qui�n era el osado que la tocaba, suprimi�
un leve acceso de furia al sentirse oprimida cuando intento voltearse,
y asaltada prontamente por el deseo se dej� hacer, aflojando la
tensi�n.

Las manos del muchacho pasaban de
su cintura a sus piernas describiendo la muy pronunciada pero armoniosa
curva que describ�an sus caderas, desliz�ndose suavemente
por encima de la tela, su pene tomando progresivamente su acostumbrada
consistencia, frotaba insistente en medio de las nalgas de Mayra haciendo
que su vagina segregue los primeros flujos.

Prontamente Carlos agobiado por
el deseo elev� la falda descubriendo los encantos de la mujer, hizo
a un lado la delgada tanguita blanca, cuyos finos y ajustados bordes se
hund�an apenas en su c�lida piel de su cadera, marc�ndola
con una suave tonalidad rozagante, penetr� la vagina ya perfectamente
lubricada de Mayra, en intervalos cortos y regulares, ayudado por ella
que curv� su espalda apoyando ambos brazos extendidos sobre la mesada
y abriendo sus piernas en actitud relajada recibi� el miembro con
gran placer, albergando su objeto de devoci�n, d�ndole todo
su calor. A poco Mayra con desenfreno sintiendo colmada su vagina se retorc�a
fren�ticamente con gran velocidad por momentos, y luego golpeando
con fuerza pero lentamente sus nalgas contra Carlos al alcanzar un orgasmo,
que inundaba la pija del muchacho con sus jugos, haciendo que gotas de
flujo blanco surcaran sus test�culos llegando algunas a caer hasta
el suelo, manchando la alfombra gris.

El muchacho ve�a no sin una
cuota de recelo a su fiel amante como en trance, obteniendo placer de �l
en forma ego�sta, ignor�ndolo, ve�a a su casi madura
rubia autosatisfaci�ndose, como masturb�ndose fren�ticamente
con su pene, haci�ndolo sentir un gran consolador ambulante. Esto
lo decidi� a actuar. Repentinamente y tomando a Mayra por sus finos
cabellos claros, comenz� a mover sus caderas con fiereza hacia ella,
haci�ndola soltar resoplidos forzados, irgui�ndola un poco
con cada embestida, y cuando la tuvo apoyando casi su pubis contra el fri�
m�rmol de la mesada, de una patadita acerc� un banco hasta
ellos y tomando la pierna izquierda de Mayra por debajo de la rodilla,
sin abandonar la penetraci�n, la elev� hasta apoyar su pie
entre una de las patas del banco, con la intenci�n de ver su verga
venosa entrar y salir del elongado co�o de su linda puta.

Carlos tomaba a Mayra por su estrecha
cintura admirando la belleza de su desnudez, dominando la cadencia del
acto sexual, cuando en determinado momento, habiendo suavizado sus movimientos
de cadera hasta casi detenerse, retir� su pene de la vagina de su
amante y sin miramientos, apunt� la punta de su escroto hacia el
delicado esf�nter de Mayra, oculto a�n entre las inmaculadas
paredes carnales que conformaban sus nalgas.

Mayra hab�a temido este final,
pero el �xtasis sexual en el que se encontraba le imped�a
reaccionar, dejando a Carlos proseguir, sinti� el enajenado pene
del muchacho abrirse paso en medio de sus nalgas, que sin ofrecer resistencia,
se abr�an suavemente ante el paso decidido del lubricado falo hasta
su orificio anal, que reaccionaba en regulares periodos de contracci�n
y relax, en una especie de latidos al primer contacto de la punta del glande.
Sent�a su culo en forma extra�a, ahora no le produc�a
rechazo, un calor abrasador agobiaba su zona anal y se acentuaba con cada
uno de los involuntarios periodos de contracci�n y relajaci�n
que en su esf�nter hab�a dado lugar la situaci�n.

Carlos una vez que se hubo acomodado
y empalmando su verga cuya cabeza se hallaba oculta en medio de tan hermosas
nalgas, ansiaba penetrarla y llenarla con su leche, pero se tom�
unos instantes, esperando quiz�s una reacci�n que jam�s
lleg�, y por el contrario, vio como Mayra tens� un poco su
cuerpo, e inclin�ndose sobre la mesada, apoyando sus brazos detr�s
del lavabo, su rodilla izquierda sobre el banco y estirando su pierna derecha
hasta ponerse en puntillas de pie, esper� pl�cidamente la
penetraci�n.

Desconcertada ante esta nueva sensaci�n,
Mayra se dej� llevar por el sentido de curiosidad que le proporcionaba
la nueva experiencia que ahora vivir�a, acomod� su cuerpo
para Carlos, poni�ndole toda su atenci�n y con todos sus
sentidos enfocados en su canal rectal. Sent�a de momentos su culo
ardiente, un calor abrasador la obligaba a contraer su c�rculo anal,
que luego involuntariamente se relajaba haci�ndola sentir que se
ensanchaba cada vez m�s, en espera incierta del contacto que no
llegaba, para nuevamente sentir la irreprimible necesidad de contraer sus
m�sculos rectales, por periodos cada vez m�s prolongados,
casi temblorosamente, repiti�ndolos aceleradamente hasta que ese
incomprensible sentimiento la apoderaba, y su culo volv�a a aflojarse
l�nguidamente ansiando ese contacto f�sico que Mayra inconscientemente
asociaba cada vez m�s con un pene. Habida cuenta de su estado, Mayra
tom� mayor conciencia de su predisposici�n, decidida a la
penetraci�n anal y sinti�ndose algo extra�a aunque
dispuesta a ser sodomizada, exclam�:

-"No s� qu� me
has hecho, pero quiero ofrecerte mi culo. T�malo."- Y presa
del deseo que le provocaba la sensaci�n en su ardiente trasero,
agreg�:

-"Quiero recibir tu virilidad,
quiero que me sodomices y obtengas el m�ximo placer de m�,
t�mame y satisface tu deseo, descarga toda tu hombr�a en
mi culo."- Finaliz� casi en susurros, mir�ndolo a sus
ojos de costado, como avergonzada.

Carlos perplejo por el discurso
pero tremendamente excitado con aquellas palabras de su hembra, inesperados
y bien recibidos s�mbolos de entrega absoluta, se encontraba en
el m�s maravilloso cl�max y con infinito placer volvi�
a detener la cabeza empalmada en medio de las grandes y deliciosas nalgas
de la hermosa Mayra, tomando contacto con el dilatado y latente circulo
de su esf�nter anal; a punto de sumirse en el placer m�ximo,
el que s�lo se encuentra sodomizando a una bella dama dispuesta
a serlo, en medio mismo de la clase de orgasmo m�s poderoso que
hombre alguno pueda ofrecer, y que s�lo una mujer al ofrecerse por
primera vez puede recibir; empuj� su gruesa verga hacia el fondo
del ardiente culo de la preciosa doncella, sellando as� para siempre
el lazo que los un�a desde su primer encuentro y que ya no podr�a
romperse...

Aunque este relato es una nueva
fantas�a, se asemeja mucho a experiencias vividas, y por ello esta
dedicado a aquellas damitas que tuve la suerte de amar, y a las que quiz�s
a�n est�n en mi camino.

Chantal, mailto:POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO