Relato: Horas extra





Relato: Horas extra

Hola a todos quienes lean este relato
que me atrevo a publicar por primera vez. Mi nombre es Juanita pero me
dicen Ana o Anita. Tengo 22, soy delgada, rubia de cabello corto, blanca,
1.72, busto normal, piernas fuertes porque hago ejercicio seguido... y
la verdad me gusta mucho pasarme la bien con el tema del sexo. La historia
que les contare sucedió hace muy poco y pasó con mi actual
jefe de sección. Yo trabajo como diseñadora gráfica
en una empresa de software y diseño interactivo en una ciudad capital
americana. Aunque todavía estudio me logre colar y laborar en esta
compañía de lo mejor en este país. Bueno llevo aquí
como 3 meses y tengo un jefe bastante malgeniado y patán. Es un
hombre maduro de 35 a 38 años. Alto fuerte y de aspecto normal,
aunque agresivo sobre todo la mirada).



Desde que empecé a trabajar
el jefe ( que diremos Daniel) me puso el ojo para sacarme, pues dice que
los estudiantes y recién egresados no sabemos nada de nada, así
que me tocó bastante duro los primeros días con la presión
de él. A mis otros compañeros (todos hombres) les agradó
sobremanera mi compañía. Todos hicieron casi una fila durante
las primeras semanas para coquetearme y tratar de que ocurriera algo de
movimiento conmigo, pero yo nada de nada. Me adapté rápido
y puse a trabajar muy fuerte de día y de noche para que el jefe
no molestara más. Cada día uno de mis compañeros de
sección y de otras me entraba a coquetear, todos me molestaban y
no quería nada con nadie, el único que me hacía sudar
un poco, y no sólo era por la presión sino por que era el
único que me ignoraba desde el plano sexual, era Daniel. El jefe.
A pesar de ser un hombre maduro y todo, me gustaba cómo se veía
de fuerte y ese ceño fruncido me agradaba muchísimo.



Comencé a vestirme un poco
provocativa para ver cómo le hacía para que el jefe se fijara
en mí. No sirvió de nada más que para calentar a mis
compañeros que no dudaron en hacerme ofertas indecentes para salir.
Una noche en la que trabajé horas extras diseñando un logo
para una empresa importante Daniel salió de su oficina y pasó
a un lado de mi cubículo. Me vio atareada y se acercó a ofrecerme
su ayuda. En la sala de diseño sólo estábamos él
y yo pues todo el personal había salido desde hacía una o
dos horas atrás.



-¿Cómo va eso Ana?
-Bien, bien, creo que lo termino en un rato -¿Segura? porque veo
que falta bastante. -Pues yo lo termino hoy así me quede toda la
noche acá jefe.



Él se sonrió por primera
vez conmigo. Así que aproveché la oportunidad y le devolví
la sonrisa un tanto coqueta.



-¿Por qué no me muestras
algo para ver si me inspiras?



Le dije y él puso cara de
sorpresa. Al tiempo bajé la mirada hacía mis piernas que
se veían libres pues llevaba una mini azul turquesa y blusa azul
de tiras y botas altas negras. Él me miro con algo de calentura
y lanzó su brazo sobre mí. Yo alcancé a cerrar los
ojos para sentir su brazo fuerte sobre mí, pero no, el tipo tomó
el mouse y me empezó a mostrar ejemplos sobre el trabajo. Yo me
desilusioné y seguí en el trabajo, escuchando atenta las
instrucciones de él. El jefe de seguridad del edificio pasó
haciendo ronda y nos vio. Preguntó sobre la hora en que dejaríamos
de trabajar y Daniel le dijo que yo me quedaba un rato más. El de
seguridad nos dijo que estábamos los tres solos en el edificios
pues el turno de impresión no trabajaba esa noche. Seguimos trabajando
y un rato después me dijo que se iba ya, que estaba tarde. Acepté.
Él salió y yo seguí en el trabajo.



De pronto, tiempo después,
sentí unas manos que me tocaban la espalda haciéndome un
masaje. Me asusté y gire. Era Daniel.



-Hola ¡qué susto me
has dado! -Me regresé porque creo que necesitas más ayuda
¿o no? -Sí creo que sí... -¿Un masaje? -Ok



Entonces empezó a tocar mi
espalda y mis hombros haciendo que me relajara sobre el asiento. Sus manos
eran muy buenas. Me concentré en el placer del dolor por la tensión
de mis músculos. Luego sentí que una de las manos bajaba
y rozaba mis senos sobre la blusa. Abrí los ojos pero seguí
quieta. Ahora me tocaba a fondo y yo estaba en shock. Pues aunque esperaba
algo de Daniel nunca creí que fuera en ese momento.



-¿Hace cuánto no te
dan un buen masaje? -Hace bastante jefe... -Creo que te llegó la
hora de hacerte uno completo -¿En serio?



Al decir esto bajó su cabeza
y me dio un beso súper húmedo, al tiempo que bajaba mucho
más su mano y la metía por mi falda, tocándome los
muslos y llegando hasta mi interior. Yo le hice la tarea más fácil
girando la silla y quedando frente a él. Daniel se arrodilló
frente a mí, levantó un poco mi falda, hizo a un lado mis
interiores y comenzó a chupar y lamer mi genital. Yo no paraba de
gemir y suspirar. Rápidamente tuve un orgasmo enorme. Le tomaba
la cabeza y la apretaba fuerte sobre mi órgano. Él sólo
paraba para darme una mirada y seguir paladeando su lengua en mi clítoris.
Comencé a tener otro orgasmo más fuerte que el anterior y
lo hice a gritos. Daniel era excelente con la lengua. Tras ese orgasmo
caí sobre la silla dichosa, entonces él se puso de pie frente
a mí.



-¿Te gustó? -Ajá
(contesté como tonta) -Baja mi cremallera y saca mi verga. (me dijo
un tanto vulgar)



De inmediato lo hice. Su cambio
de ser un hombre caballeroso a ser uno vulgar me excitó demasiado.
Bajé el cierre y sin quitarle el pantalón saqué un
pene enorme, era largo, un poco grueso. Lo tenía en mis manos.



-Métetelo a la boca putica...



Como si estuviera sonámbula
o algo así obedecí. Abrí la boca y empecé a
comerme su aparato. Él lo disfrutaba al máximo. Hizo que
bajara de la silla y quedara de rodillas. Seguía chupando esa verga
grande y hermosa, repleta de venas que palpitaban en mi boca.



-Eso es putica, muy bien, muy bien...



Mientras se la chupaba Daniel se
quitó el saco y la camisa. De un momento a otro me tomaba de la
cabeza y me daba empujones dentro de mi boca con su pene, como si me follara
así.



-Detente un momento putica. Quítame
el pantalón.



Lo hice de inmediato. Quedó
desnudo. Me levantó y sacó mi blusa bajó mis interiores
y la falda la arremangó sobre mi cintura, me dejó con las
botas. Me tomó del cabello, jalándolo, y me puso de rodillas
nuevamente para que siguiera chupándolo.



-Sigue con tu trabajo oral puta...



Continué mamándole
la verga por un rato más. Me sentía muy bien así.
Me encantaba su pene. Llevábamos más de media hora así,
cuando él mismo sacó de mi boca su aparato. Me hizo levantar
y me llevó hasta la sala de espera frente a su oficina.



-Ven que te voy a follar como se
lo merece una puta como tú.



Me acostó boca arriba sobre
el sofá de la sala de espera abrió mis piernas que tomó
con sus manos y puso su vergota en mi entrada. Yo la tomé y la fui
metiendo de a poco. Me quejaba y a él eso le gustaba. De improviso
avanzó y la metió toda. Hasta el fondo. Grité. Se
acomodó y empezó a meter y sacar su pene dentro de mí.
Lo hacía a una velocidad enorme y con una fuerza gigante.



-Te gusta así ¿no
puta? ¿te gusta?... perra...



Yo no paraba de gemir y de agarrarme
de sus brazos fuertes. Sus embates eran tremendos. Unió mis piernas
para apretar así su verga en mí. Y con una sola mano las
tomaba y con la otra se apoyaba del espaldar del sofá. Me la metía
y sacaba como una maquina sexual. Luego la sacó repleta de líquidos
míos, pues ya había tenido un orgasmo durante la faena.



-Ponte en cuatro perra que me gusta
penetrarlas así, a las putas como tú... Lo hice. Él
me dio una palmada en las nalgas. Metió uno de sus dedos en mi coñito,
lo sacó e intentó meterlo en mi trasero. Yo se lo impedí
y él me abofeteó en la cara.



-¡Quédate quieta perra,
que voy a hacer lo que yo quiera!



Me quedé helada y quieta.
Insistió metiendo uno de sus dedos en mi trasero. Nunca lo había
hecho por ahí. Su dedo me molestaba sobremanera y cuando ya lo tenía
dentro comenzó a meter otro en mi coñito el movimiento de
ambos me fue excitando cada vez más. Fui moviendo mis caderas al
ritmo de sus dedos. Entonces los sacó de su interior y se acomodó
para penetrarme. Primero de forma normal por mi coño. La metió
toda de una y comenzó a penetrarme fuerte. Yo tenía la cabeza
enterrada en el espaldar del sofá. Sus embates me apretaban contra
él.



Me tomaba de la cintura y me atraía
hacía su verga que salía y entraba como un taladro. Sus huevos
golpeaban mis nalgas y estaba a punto de un nuevo orgasmo. Se detuvo.



-Ahora vas a saber lo que es coquetear
conmigo perra.



Puso su pene en mi entrada posterior
y empezó a avanzar. Me dolía muchísimo. Él
se veía experto en estos menesteres y esperó a que me relajara.
Cuando el glande estaba dentro, comenzó nuevamente a empujar hasta
tenerlo todo dentro. Allí mismo me tomó del cabello y me
alzó la cara, al tiempo que me penetraba sin compasión. Se
apoyaba de mi cadera y de mi cabello como si cabalgara a una yegua. Yo
estaba en otro mundo sintiendo de todo: dolor, placer, lujuria, éxtasis,
etc.



Me metía su pene con todo
poder. Sentí que estaba por acabar pues se apoyó sobre mi
cadera y su ritmo se aceleró. Dio varios embates más y sentí
cómo inundaba mi traserito. Fue enorme la cantidad de esperma que
salía de él. Sacó su miembro y lo limpió con
mis nalgas y con mi falda enrollada a la cintura. Se sentó a mi
lado y me besó.



-¿Te gustó, perrita?
-Sí, sí me gustó jefe...



Él me sonrió y me
invitó a que le limpiara la verga. Lo miré y me fui encima
de su hermoso pene a lamerlo hasta dejarlo limpio. Mientras lo hacía
sentí a alguien detrás mío. Gire y se trataba del
jefe de seguridad que miraba la escena con una cara de vicio increíble.



-¿Qué tal la vista
José? Preguntó Daniel -Excelente...



Respondió el hombre mientras
me miraba. Yo estaba congelada sentada desnuda a un lado de Daniel que
me sobaba el cuello y se sonreía con José.



-Bien rica esta puta ¿cierto?
-Pues yo la vi muy bien puestecita don Daniel... -Ya sabe que de noche
esta empresa es suya con todo lo que tiene dentro...



Al decir esto miré a Daniel
y éste me sonrió. José se acercó hasta mí
al tiempo que se bajaba el pantalón, sacando un pene gruesísimo
y empalmado a más no poder, pues había visto todo desde el
inicio. Lo tomó en sus manos y me lo ofreció para que lo
chupase. Daniel me presionó del cuello y no hice más que
abrir la boca e intentar tragarme el paquete del vigilante.



Su verga era más pequeña
que la del jefe pero mucho más gruesa. Comencé a lamerlo
y darle pequeñas mordidas.



-Eso sí, mamita, así.
Mírame a los ojos mientras lo chupas... me gusta ver la cara de
putas cuando lo maman...



Me decía el tipo mientras
tocaba mis senos y se iba quitando la ropa. Daniel se sentó frente
a nosotros a disfrutar de la escena.



El vigilante era un hombre de unos
45, bajito, pero acuerpado, blanco y calvo. Me detenía en la mamada
para quitarse su ropa, hasta quedar completamente desnudo. Seguí
mamándolo hasta que él me detuvo, se sentó en el sofá
y me invito a sentarme sobre su verga gruesa. Así lo hice, sentí
esa verga abriéndome un poco mi conchita pues el tamaño del
grosor era inédito en mi cueva de sexo.



Cuando pude ensartarlo todo él
mismo me daba el ritmo para que subiera y bajara. Mientras me chupaba y
tocaba los senos. La fricción con esa nueva verga hizo que me excitara
mucho y que intentara llegar a un nuevo orgasmo. Aceleré el bajar
y subir. Sentía cada vez más esa verga dentro. Abracé
al vigilante y comencé a hablar:



-Sí, sí, qué
verga hermosa, me gusta sentirla dentro, dentro... sí, sí...-
y me corrí de una forma inusual. Gritando fuertísimo. Arañando
al vigilante de tal forma que violentamente me levantó y me puso
acostada sobre el sofá. Entonces comenzó a meter y sacar
su pene con violencia. Yo le pedía más y más. Parecía
que estaba incómodo en el sofá, así que sin sacarme
su pene de dentro me puso en el suelo y allí montó mis piernas
con las botas sobre sus hombros y me penetró con furia. Luego se
apoyó de mis senos y me daba con total violencia. Yo estaba en otro
mundo mientras me penetraba. Daniel se acercó y me ofreció
su verga para que se la chupase mientras tanto. La tomé y la mamé
mientras era follada.



El vigilante sacó su pene.
Me puso en cuatro y volvió a meterla fuerte. Yo seguía chupando
a Daniel entonces sentí el ritmo a punto de acabar del vigilante
decidí ayudarle moviendo mis caderas, también Daniel parecía
acabar. Ambos se vinieron al tiempo. Daniel bañándome la
cara y la boca y el vigilante bañándome la espalda. Ambos
se pusieron frente a mí y los limpié a fondo.



Después de esto se vistieron.
El vigilante siguió en su guardia y Daniel me llevó a su
oficina.



-Mira Ana, esto que pasó
aquí es entre nosotros. Pueda ser que no te agrade lo que pasó,
pero pasó. Así que ojalá y no lo estés divulgando
por ahí. Tú estás grabada en vídeo y todos
sabemos que tú querías esto desde hace un tiempo. Ya te enteraste
porque no hay mujeres en esta sección. No aguantan las horas extras.
¿me entiendes?.



Yo me quedé mirándolo
con rabia y algo de morbo ante lo sucedido y ante su confesión.
No contesté nada y fui al baño a lavarme y cambiarme. Desde
dentro escuché cuando Daniel salió.



Ya vestida, con la falda hecha un
desastre, fui hasta mi cubículo, apagué el computador y salí.
Al llegar a la puerta el vigilante no paraba de mirarme lleno de lujuria.



-¿Te gustó lo de arriba?



No le contesté nada e intenté
salir.



-¿Te gustó o no? -Sí,
sí me gustó pero no quiero hablar de eso... -Pues nadie quiere
que hables -No lo voy a hacer. Simplemente pasó y ya. -Eso es así
nos gusta a nosotros... -¿Lo hacen seguido? -Sólo cuando
toca... y con una mamacita así en la oficina toca...



Intenté salir de nuevo, pero
el hombre me jaló del brazo y me arrastró hasta la silla
de su despacho, me sentó allí. Sacó su verga y me
la puso en los labios.



-Entonces no hables y termina de
chupar que todavía estoy lleno...



Lo miré y abrí al
boca y comencé a comerme esa verga gruesa. Le miraba a los ojos
tal como a él le gustaba. Salivaba muchísimo para que se
resbalara suave en mi paladar. Bajé su pantalón y me apoyaba
de sus caderas para ir y venir con más soltura. No paraba de insultarme
y gemir. Lo pajeé mientras chupaba sus huevos y volvía a
lamer y chupar su verga. Me detuve y sin dejar de mirarlo le dije:



-¿Quieres meterlo de nuevo?



Él dijo sí con un
gesto. Me levanté y me apoyé en la pared ofreciéndole
mis agujeros de espaldas. Tomé su verga y la apunté a mi
coño. Él entró con facilidad. Yo estaba mojadísima.
Me tomó de las cadera y comenzó a embestir fuerte. Me estaba
partiendo. Me apretaba los senos y seguía metiéndolo. Me
encantaba el grosor de esa verga. Yo estaba por reventar en un nuevo orgasmo
cuando él lo sacó y me jaló del cabello para que me
arrodillara. Lo hice y me obligó a abrir la boca y recibir su descarga
en la boca. Abrí la boca y la recibí con agrado. La tragué
toda. Luego lo limpié y salí de allí.



No volví a trabajar tres
días. Luego aparecí, di mi carta de disculpas por no haber
ido a trabajar. Daniel me trataba normalmente igual el vigilante. Ya sabía
yo que no podía volver a tomar horas extras de noche, a no ser que
quisiera pasarme la de fiesta. Así ha sido hasta ahora. Cuando deseo
hacer horas extras ya saben lo que pasa.



Creo que voy a dejar el empleo.
Igual estoy por graduarme y seguro encontrare otro mejor...



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