Soy feliz con Lorena. Ella es mi ama y yo soy su esclavo
sumiso. Ella me azota y yo recibo con gusto los azotes. Perverso, �verdad? S�,
soy un desviado, pero ella, mi adorada Lorena tambi�n lo es, y yo la amo m�s que
a ninguna otra cosa. Tenemos una relaci�n simbi�tica. Ella ordena y yo obedezco.
Siempre y sin pensarlo. Adem�s, �qu� tendr�a que pensar? El mero hecho de estar
delante de ella, deslumbrado por su belleza y por sus ojos inyectados de
malicia, es suficiente para s�lo pensar en satisfacer hasta el m�s m�nimo de sus
caprichos, esperando a cambio un suplicio sexual cada vez m�s refinado.
Ser�a, para quien sabe de qu� va el tema, una bonita historia
de amor. �Puede haber amor entre unas mentes tan delirantes como la de Lorena o
la m�a? �S�! De hecho hay tanto amor que s�lo podemos pensar el uno en el otro,
claro que desde perspectivas diferentes. Lorena sobre un pedestal de fuego,
tir�nica y terrible, y yo a sus pies, d�cil y subyugado, miserable fango que no
merece ni siquiera ser pisado por sus divinas plantas.
He mentido y debo asumir mi castigo. Mi ama sabr� aplicarme
un cruel correctivo. Eso no importa: sea el que sea, ser� muy, muy doloroso y
muy, muy elaborado. Lorena es as�: amarla tiene que ser doloroso. Mi sufrimiento
es el pago al tiempo que tarda en decidir el pr�ximo tormento. Cuando me somete
a alguno, me siento lleno de amor porque s� que ella piensa en m�. �Y qu� mejor
regalo para el amor de mi ama que ofrecerle mi cuerpo, para que de �l goce a su
antojo? Puede parecer una actitud demasiado pasiva. Quiz�s lo sea. Por eso a
menudo me rebelo, para demostrar a Lorena que me preocupo de complacerla, de
darle motivos para que desate su furia y sus deseos sobre m�.
Pero me he desviado del remordimiento que me produce el haber
mentido. �Quer�is saber en qu� ment�? Os lo dir�:
No he sido siempre el siervo de Lorena. Antes, de esto hace
ya varios a�os, fui el novio de otra chica. Con ella no exist�a la relaci�n
sadomasoquista que mantengo y que me mantiene junto a Lorena. Camino, la chica
en cuesti�n, era un ser odioso, malvado y est�pido, mezquina e insulsa. No puede
compararse a mi diosa Lorena, ni siquiera le llega a la suela de los zapatos.
S�lo pensar en ella me revuelve la hiel.
�C�mo pude ser la pareja de semejante ser? No lo s�. Pero lo
fui. Y ah� ment� a mi ama: en que nunca se lo he dicho. Podr�a aducir en mi
defensa que Lorena tampoco me ha preguntado jam�s si yo hab�a tenido novia antes
de conocerla. Pero eso no me disculpa de mi pecado. Yo, que no he sido en ning�n
momento remiso a desnudar mi cuerpo ante su mirada inquisitoria, no he sido
capaz de desnudar de igual modo mi alma, de comunicar a mi due�a los secretos
�ntimos de mi pasado. No he sido capaz hasta hoy. He elegido bien el momento:
mientras me monta atado sobre la cama. As� podr� darme mi merecido enseguida,
as� yo tendr� el ansiado perd�n de la disciplina.
Lorena...ehhh....yo... �
La piel brilla por el sudor y despide mil destellos por la
habitaci�n, trenzados con el aroma de la excitaci�n. No pod�a resistir m�s y me
he visto obligado a aferrar los barrotes del cabecero de la cama con firmeza
para no eyacular. No puedo hasta que Lorena no me lo permita. No son pocas las
ocasiones en que "se le ha olvidado" concederme ese placer y yo, impotente para
contener mi propio orgasmo, me he corrido. Y cada vez que esto ha ocurrido, mi
ama ten�a listo un castigo acorde a mi exigua resistencia. No hay m�s de dos
fines posibles: o me permite llenar alguna de sus sagradas cavidades con mi
semilla o no me lo permite. Pero nunca para de exprimirme, haciendo danzar sus
caderas y pubis sobre mi miembro, hasta que termino por rendirme agotado a la
evidencia: soy un mal esclavo. Por fortuna Lorena conoce bien mis l�mites y no
los sobrepasa m�s que cuando lo considera conveniente a mi formaci�n en el
servicio y culto a su sublime gracia.
�Qu� quieres cerdo? �Vas a decir algo importante a tu ama?
�
�Qu� delicia! Su voz desliz�ndose por mis o�dos, invadiendo
mi cabeza, dome�ando mi voluntad. No es cierto, mienten los que dicen que todo
sonido puede cifrarse en tres par�metros: intensidad, tono y timbre. El aire,
perfumado por mil prados floridos, que sale de su boca me trae una m�sica sin
limites, llena de encanto, de exquisitas cualidades y regida por un omnipotente
sentimiento de dominio. Es m�s que imperativa. Parece que lo que ella dice debe
cumplirse inexorablemente.
S�, mi ama. Debes saber que tu perro ha tenido novia.
Todav�a no conoc�a a mi ama y como un necio fui novio de otra mujer. �
Lorena siempre ha apreciado la sinceridad. Al principio no
pareci� afectada por la revelaci�n. Su ritmo era id�ntico. Su cuerpo segu�a
convulsion�ndose y evolucionando en una indescriptible danza de placer sobre el
m�o. Pens� que me hab�a ignorado hasta que el pelo azabache tuvo la gentileza de
permitirme contemplar sus ojos. Gigantescos ojos negros, profundo infierno
nuncio de las torturas m�s s�dicas que una mente humana puede discurrir. Un
felino nocturno hubiera tenido m�s compasi�n en su mirada al despedazar a su
presa inocente que aquellos ojos negros. Sent� miedo, p�nico. Pero no me
arrepent� en absoluto de haber hablado. Al contrario: deseaba el suplicio,
clamaba por �l.
Lorena tante� las cuerdas que inmovilizaban mis mu�ecas. Eso
era un mal, bueno, un excelente s�ntoma. Lo hac�a para asegurarse de que me
resultar�a imposible evitar su arte diab�lica. Por supuesto sab�a que yo no me
resistir�a, pero tambi�n sab�a que mi cuerpo no era completamente indolente y
que alg�n reflejo, alg�n espasmo ante el dolor, pod�a traicionarme.
�C�mo se llama? �
Si el tono que utiliz� la primera vez era perentorio, �ste lo
era definitivamente a�n m�s.
Camino, mi ama. �
Lorena qued� pensativa un momento. Normalmente suele trazar
sus perversos designios en un par de minutos, pero la situaci�n puso a prueba su
concentraci�n. No par� en ning�n momento de cabalgarme en lo que estuvo
maquinando su plan. Cre� que iba a castigarme en cuanto tuviese el esquema claro
de lo que iba a hacerme. Pero en vez de eso me quiso sonsacar m�s detalles. Le
confes�, exagerando los detalles morbosos para as� acrecentar mi pena, todo lo
que hab�amos hecho Camino y yo. Le molest� especialmente enterarse de que
consent� en tener sexo oral con ella.
As� que tu lengua ha pasado por otros co�os, �eh? �
S� mi ama. Y era un co�o magn�fico, muy parecido al tuyo en
cuanto a sabor y textura. �
�Ah s�? Y t� gozabas lami�ndoselo, claro. �
No demasiado, ama. La verdad es que prefer�a su culito. �
�Tambi�n le hiciste un beso negro? No puedo creerlo. �
Es cierto, mi se�ora. Lo pude probar en muchas ocasiones.
Era un gusto muy especial. �
Me lo estaba pasando en grande consiguiendo m�s y m�s motivos
para que la c�lera excitada de Lorena me destrozase. Tanto que me re�a entre
dientes. Por fin Lorena dijo, y esto me dej� de piedra:
Estoy deseando conocerla. Si tan bien te lo pasaste con
ella, quiz�s yo tambi�n pueda divertirme. Claro que de otro modo muy distinto.
�
Eso no entraba en mis previsiones. Me acosaron los celos. �Es
que no le afectaba para nada mi infidelidad? �Vaya chasco! �Si me lo hab�a
inventado casi todo! Furioso me revolv� en la cama.
�Qu� haces? Est�te quieto. �
No quiero. Su�ltame. �
�Qu� dices? �C�mo te atre...? �
�Su�ltame, asquerosa! ��SU�LTAME!! �
Pero... �
Nunca volv� a ver la duda en la cara de Lorena despu�s de esa
peque�a rebeli�n. Parec�a, por primera vez, asombrada de mi comportamiento. Y yo
tambi�n me qued� asombrado al descubrir que ella ten�a miedo. �S�, miedo de
perderme, de que su fiel esclavo no se adecuara a sus planes! En el fondo
rebosaba de orgullo: todo lo que hab�a conseguido con una mentira.
�Te has dado cuenta de que me has llamado asquerosa? �
No contest�. Desvi� la mirada. Quer�a hacerla sufrir. Quer�a
que enloqueciese y me hiciese algo ya. Es absurdo el modo, el pretexto o causa
con que consegu� mis fines. Por fin, Lorena sali� del estado comatoso en que la
hab�a sumido mi rebeli�n y entr� en el �xtasis de la furia.
Entiendo tus intenciones, perro. Y no te preocupes, que no
voy a refrenarme. Me asegurar� de que no te olvides nunca de ahora en delante
de a qui�n perteneces. �
Ha pasado una hora y media desde que Lorena acab� conmigo. Me
siento muy cansado, pero pleno. Cada fibra y m�sculo de mi cuerpo ha padecido el
rigor del tormento. Pero es sobre todo la parte m�s sensible de mi ser la que me
indica que todo lo ocurrido no ha sido un sue�o... o una pesadilla. Haciendo un
esfuerzo tit�nico por la pesadez que se ha apoderado de mi cabeza, intento mirar
mis genitales.
Un poco m�s... s�lo un poco... �Ah! �
Relajo el cuello y la almohada, empapada de sudor, me
sostiene. No puedo evitar sonre�r. Durante un instante lo he visto. All�,
terminando mi vientre, surgiendo de un peque�o bosque de pelos, se ergu�a
amenazadora, torre guardiana que todav�a da la voz de alarma cuando ya ha
terminado la batalla y ni siquiera los cuervos revolotean sobre los despojos. El
resto de m� es insensible desde hace unos minutos, pero mi pene sigue
doli�ndome. Est� tan hinchado que puedo sentir hasta los cambios en la direcci�n
de la brisa que refresca las habitaciones. Y en la punta un glaciar de plata
destila manantiales hirvientes de sangre.
Lo guardaba para una ocasi�n especial. Creo que ha llegado
esa ocasi�n. Ser� el broche m�s precioso para nuestra peque�a sesi�n de
dominaci�n. �
S�, mi ama me ha anillado el glande. Fue lo �ltimo que hizo,
cuando yo cre�a que no podr�a resistir m�s dolor. Meti� la mano en uno de los
bolsillos del vestido y lo sac�. Un perfecto c�rculo de metal reluciente. Casi
no recuerdo lo que sigui� a la sonrisa de Lorena al acerc�rmelo para que supiese
mi condena. Bueno, s�... Recuerdo algo: el fr�o de la joya movi�ndose con sigilo
desde mis ingles hasta su emplazamiento actual. Traz� una zizagueante l�nea por
mi miembro, atemorizando a su paso cada poro. Y luego. Luego aull�. Mi carne se
sacrific� al intruso y cedi� a la invasi�n. Todos mis sentidos se saturaron por
la sensaci�n y empec� a o�r la aguja perforando todo lo que se opon�a. Lenta,
lenta, lenta... Pero inexorable.
Y ve�a, aunque apretaba tanto los p�rpados que me escoc�an, a
mi ama Lorena flotando sobre la luna y sobre ella una serpiente que intentaba
comerse a s� misma. Sent� su veneno derramarse por mi sexo.
No fue sencillo levantar el majestuoso pedestal que sosten�a
el metal en vueltas sin principio ni fin. Lorena tuvo que aplicarse sobre mi,
para hacerme olvidar la fatiga de sus castigos lo suficiente como para disponer
de un miembro erecto al que "condecorar". Fue una medalla ganada con sangre,
sudor y l�grimas. Se burl� todo lo que quiso de estas �ltimas, tach�ndome de
blandengue. No comprendi� que m�s que por el dolor lloraba por el placer que
ella me administraba. En dosis peque�as, claro, pero suficientes. La felaci�n
que oblig� a mi polla a erguirse de nuevo para el acto final, por ejemplo.
No s� si existir� algo m�s placentero que tener tu pene entre
los labios de la mujer que amas, que adoras, y que ella no conceda ni un segundo
a tus gemidos hasta que logra izar el m�stil de Cupido sobre el bajo vientre. Si
hay algo mejor que eso, tiene indefectiblemente que ser lo mismo que estar en el
para�so.
�Y por qu� me hizo esa deleitosa mamada? Porque mi "espada"
parec�a de cart�n piedra y para "tachonarla" deb�a endurecerla m�s que el acero
al temple. Me dio un inmenso gozo a cambio de un suplicio mayor a�n.
Pero el anillo de mi pene, aunque s�mbolo indeleble de mi
pertenencia a Lorena, no era suficiente para ella. Quer�a grabar, literalmente,
su nombre en mi cuerpo. Igual que un ganadero marca a sus reses. S�lo que no us�
hierro al rojo vivo. Fue m�s refinada. Demasiado para mi aguante. Un estilo de
los que se utilizan en marqueter�a para tallar madera se encarg� de poner por
escrito el deseo de mi soberana. Chill� s�lo cuando termin� y ungi� las heridas
con una mezcla de sal, vinagre y especias, antis�ptica, sin duda, pero peor que
el yodo sobre la carne viva. Sus dedos, untados del milagroso b�lsamo, me
informaron, como si de un libro braile se tratase, de lo que sobre mi hab�a
escrito: "Siervo de Lorena".
Las marcas me acaban de dar un idea fant�stica, cari�o. Vas
a ser una inscripci�n andante. �
�Y qu� dir� esa inscripci�n, mi ama? �
Mmmm... No lo s�. �Alguna idea? Tiene que identificarte
como mi propiedad exclusiva, mi sumisa mascota. �
No sabr�a qu� poner, se�ora. Pero por piedad... �dec�dete
antes de escribir nada, porque no creo que soportar�a un "borr�n"! �
A Lorena era bastante f�cil hacerla re�r, a�n en situaciones
comprometidas y serias. Por eso casi llor� con mi graciejo. Luego, segura del
mensaje que habr�a de acompa�ar mi carne el resto de mi vida, esgrimi� el fatal
instrumento y me esculpi�. �La sensaci�n? Como si cayera a un pozo lleno de
gatos rabiosos.
Lorena tiene una caligraf�a estupenda, casi g�tica. Y es
capaz de dibujar un c�rculo perfecto con la punta de una pluma sobre un cart�n
en vilo. Las curvas de mi piel no supusieron un gran problema a la hora de
convertirme en ejemplo vivo y doliente de su arte. Pero necesit� algo de
inspiraci�n para ejecutar su morbosa tarea. Eso y unos renglones entre los
cuales ubicar cada trazo. Ambas cosas, ocurrencia y plantilla donde plasmarla,
los descubri� tras la agotadora sesi�n de azotes que me propin� al inici� de
nuestra peculiar sesi�n.
... a quien perteneces. �
Me encanta esa palabra, y me encanta m�s porque la dicen los
labios que siempre deseo besar.
En el mismo instante que Lorena daba el visto bueno para
comenzar mi suplicio, justo en el momento en que del cerco de sus dientes sal�a
la �ltima s�laba de mi sentencia, presenci� una escena ya conocida.
No es que no me excitara el (la primera vez aterrador) gesto
de extraer la fusta purgadora del caj�n de los trastos s�dicos, pero... Bueno,
cualquier iniciado en el mundo de la sumisi�n sabe lo que es eso. De hecho es un
adem�n casi invariable. El cuerpo del artilugio se comba, su rigidez cede, y
unos suaves golpecitos sobre la palma de la ama indican que va a comenzar la
azotaina. Est� "muy visto".
Diez minutos m�s tarde, mi opini�n de que iba a repetirse un
simple t�pico del juego sadomasoquista hab�a cambiado radicalmente. �Qu� forma
tan maravillosa de dirigir cada embestida! Lorena esgrim�a el inmisericorde
flagelo como si de un florete se tratase. Lo dirig�a hacia donde quer�a, nunca a
un sitio al azar, y all� lo impactaba en una estocada perfecta con un silbido
que se anticipaba s�lo por mil�simas al dolor y el jadeo. Pronto toda la
superficie de mi ser ard�a y vibraba, expectante, con cada azote. Lorena conoc�a
a la perfecci�n el oficio y consegu�a que ninguna zona estuviese menos
"atendida" que otra o mortificada en menor medida. Hay un juego en algunos
salones de entretenimiento o recreativos que me alien�, pues me sent�a como �l:
se trata del tablero del mazo, sobre el cual aparecen de improviso bloques o
monigotes que hay que aplastar con toda rapidez. Seguro que hab�is jugado alguna
vez a ese divertimento. Pues mi ama se entretuvo jugando conmigo: cada vez que
una parte de m� se relajaba y quedaba libre del escozor de las deseadas
laceraciones, all� estaba Lorena para despertarla con su instinto salvaje y casi
adivino. La fusta dibuj� mil figuras geom�tricas que se desvanec�an lentamente,
en cuanto la afluencia de sangre en la zona disminu�a. Y al observar, casi al
final (final que no advert� en ning�n momento, pus lo deseaba y odiaba a partes
iguales), como uno de las largas l�neas tardaba en desaparecer, empecinada en
fundirse con el sudor que me abrigaba, tuvo la idea de las "inscripciones" y de
utilizarme como placa conmemorativa de su imperio. Har�a signos imborrables en
mi carne y mi mente.
Ya ha vuelto. Me ha descubierto so�ando despierto. La tengo
encima, abraz�ndome, antes de que me de cuenta. Su respiraci�n c�lida alivia el
martirio, y sus u�as, pintadas de un rojo id�ntico al de mi sangre, no est�n
sedientas de m�s tortura, sino que acarician los surcos y cicatrices de mi
curtido pellejo.
He estado pensando... Camino... Quiero conocerla. Te ha
tocado y s�lo toca a mi amor quien yo decido. �
S�, querida Lorena. � me atrevo a decir.
Piensa alg�n modo de que pueda vengarme de su atrevimiento.
�
Lo hay, cari�o. �
�S�? �Cu�l? �
El silencio es oro, y me hice rico con la larga pausa que
introduje en nuestra conversaci�n. Ten�a que sopesar los pros y los contras de
la revelaci�n que iba a hacer a Lorena, cuya expectaci�n lleg� a tal punto que
se mont� a horcajadas sobre mi est�mago, ansiosa de saber la clave que
conducir�a a Camino. La clave. Ella es la clave, la llave, el necesario nexo
hacia un nuevo episodio de delirio sadomasoquista. Ella:
Marina... �