Relato: DEMASIADA AMBICION
DEMASIADA AMBICION
Hace m�s de diez a�os que convivo con Ernesto, tenemos dos hijas de seis y cuatro a�os respectivamente, soy ama de casa. Llevamos una vida tradicional, de clase media, media alta, �l trabaja en una cadena de supermercados internacional, ocupa el segundo lugar de mando en la filial local.
Su trabajo nos permite vivir bien, peque�os lujos, vacacionar varias veces al a�o, algunas en el exterior, un coche para cada uno, �ltimo modelo por cierto, una casa grande, c�moda, de varias habitaciones, servicio de limpieza, finas ropas, colegio privado, socios del mejor club, y dem�s detalles que no vienen al caso.
Digamos que soy una mujer feliz, como dije madre de dos hermosas ni�as, satisfecha en la cama, no tengo grandes quejas de la vida que me toca vivir.
Solo se produjo un peque�o enredo, del cual Ernesto fue culpable, aunque �l lo ignore. Creo que la gran y �nica cr�tica que siempre tuve hacia �l y siempre fue causa de nuestras discusiones es su desmedido hambre de poder, es un hombre que nunca se conforma con lo que tiene, m�s tiene, m�s quiere, el �status� como siempre suele decir, dispuesto a todo por escalar un pelda�o m�s.
Suelo decirle que de alguna manera no es feliz ni jam�s lo ser�, quiere un coche determinado, y se desloma hasta conseguirlo, pero bastan un par de meses para que, cumplido su objetivo ya no le sienta el gusto disfrutarlo, �l ya est� mirando otro, m�s caro, y para todo es as�, un c�rculo vicioso.
Por su parte, el argumenta que si fuera como yo, aun estar�a donde empez�, fregando pisos entre las g�ndolas, y la verdad es que verlo ser el segundo al mando me dejaba con pocas posibilidades de discutir su punto de vista.
Todo empez� hace un tiempo, Jose Luis Amprocio, presidente de la filial local, o sea, el n�mero uno, estaba a punto de jubilarse, y Ernesto se puso especialmente obsesivo con ese puesto, significaba llegar a la cima, era una posibilidad. Por mi parte trataba de bajarle la ansiedad, por lo que �l me comentaba, era probable, pero no seguro, el corr�a con la ventaja de conocer como nadie la zona, los clientes, los proveedores, los problemas, pero tambi�n era cierta la posibilidad de pensar en un traslado de un par de otra sucursal, o por qu� no un joven profesional, donde en ambos casos Ernesto corr�a con desventaja.
Ernesto era bastante confidente conmigo, sab�a que �l se estaba contactando muy a menudo con sus superiores de casa central, pasando inclusive por sobre el viejo Amprocio, quer�a brillar y sacar ventaja en la corta carrera al estrellato.
Como sucede en estos casos, esta gente decidi� visitar el lugar, esas visitas pol�ticas para evaluar las instalaciones, ir despidiendo al viejo y acomodando el sill�n para el nuevo, fue entonces cuando Ernesto me confes� que hab�a invitado a cenar a casa a Arturo Monardez, b�sicamente, el tipo quien ten�a la decisi�n en sus manos.
Esto no me pareci� il�gico, m�s all� que me pareciera normal invitar tambi�n al viejo Amprocio como cortes�a, pero �l me dijo que no, que el viejo ser�a un estorbo y que ya era parte del decorado.
Pero no me esperaba el pedido que mi propia pareja me hiciera a continuaci�n:
- Mi amor, necesito pedirte algo� conozco demasiado bien a Monardez, m�s de lo que imaginas� el tipo tiene debilidad por las mujeres, demasiada debilidad�
- Si? mir� vos�
- Bueno, yo creo que vendr�a muy bien para nuestro futuro, que mientras cenamos, lo seduzcas un poco�
- De que hablas?
- Qu� te vistas bien, que luzcas bien, que seas condescendiente, que lo provoques, tu sabes, como hacen las mujeres�
Contest� con furia
- C�mo hacemos las mujeres? c�mo hacemos las mujeres? rayos! qu� quieres? Que me acueste con el tipo por tu futuro? que me prostituya?
Respondi� tratando de bajar mi ansiedad
- No� no mi amorcito� c�mo piensas que querr�a que te acuestes con �l? solo digo que le hagas creer que podr� tener sexo contigo, ser�a una herramienta m�s que tendr�amos para inclinar la balanza a nuestro favor�
Y bueno, sigui� la discusi�n, pero como siempre, Ernesto logr� convencerme, no s� c�mo lo hace, pero siempre lo hace�
Lo cierto es que para el viernes por la noche �l hab�a arreglado todo, hab�a coordinado con mis padres para dejar a las nenas, hab�a comprado la cena en un ex�tico restaurante franc�s, hab�a hecho limpiar la casa como para una exposici�n, y hasta hab�a elegido que ropa deb�a ponerme.
Cuando llegaba el momento, despu�s de ba�arme, el sugiri� que recogiera mis cabellos y me pusiera unos grandes aros que casi llegaban a mis hombros, me hab�a puesto un sexi conjunto de ropa interior, con encajes y bordados, un diminuta tanga que deslic� por mis piernas para llevarla sobre mi sexo, acomodando la delgada tira posterior entre mis cachetes.
Ernesto justo entr� al dormitorio cuando acomodaba mis pechos, entonces sugiri� que no usara sost�n, si �l los hab�a pagado quer�a disfrutarlos como �l quisiera, es que luego de amamantar a las ni�as mis senos hab�an quedado peque�os y estirados por lo que lo convenc� para colocarme implantes de moderado tama�o.
As� calc� entonces una ajustada remera rosa de sugestivo escote redondo, mis pezones puntiagudos se notaban demasiado, luego una pollera ajustada a media pierna, demasiado ajustada para mi gusto, mis caderas y mi trasero hab�an crecido demasiado luego de los partos, pero no hab�a forma de discutir con ese hombre�
A�n me estaba pintando los ojos cuando son� el timbre, Ernesto me llam� para presentarme a quien deb�a seducir, Arturo
Arturo era m�s joven de lo que imaginaba, alto, entre rubio y casta�o, con un exquisito estilo europeo, perfectamente afeitado y prolijamente vestido, con un ambo color gris bajo el cual asomaba una remera negra que hac�a juego con sus zapatos.
Le extend� la mano pero �l fue m�s all� d�ndome un beso en la mejilla, aspir� una fragancia exquisita e intu� un seductor nato, me sent� nerviosa, sus ojos parec�an devorarme, me incomodaba.
Ernesto tom� su saco, mientras lo acomodaba en el perchero mi vista se perdi� en los m�sculos que se dibujaban bajo su ajustada remera.
Nuestro invitado se sent� a la mesa, nosotros fuimos a la cocina por la comida, aprovech� los segundos de intimidad para reclamar:
- Viste como me mira?
Pero el respondi�, sorprendi�ndome:
- Si, justo como lo imagin�! vemos nena! esfu�rzate un poco�
Volvimos a la mesa, Arturo y yo quedamos frente a frente, mientras Ernesto tom� la cabecera, a la izquierda del primero y a mi derecha.
Mientras se desarrollaba la cena, los tres charl�bamos de todo un poco, pero cada uno en su idioma, Ernesto enfocando todo a su anhelo, Arturo enfocado en mis tetas, que parec�an dos globos a punto de explotar, y yo sin saber bien que hacer, que se supon�a que deb�a hacer?
Se me ocurri� hacer lo que hab�a visto en varias pel�culas, desnud� uno de mis pies dejando el zapato en el piso, alargu� mi pierna buscando la intimidad de nuestro invitado, el como si nada, sigui� hablando con mi esposo, pero baj� una mano para acariciar los dedos y mi empeine mientras lo acomodaba contra su paquete.
De alguna manera me sent� rara, excitada, porque mi esposo estaba ah� nom�s, ajeno a todo y esto me sacaba de a�os de estancamiento emocional, entonces, siguiendo el juego estir� un poco m�s, presionando bien en lo profundo de su entrepierna, al punto de llegar a molestarlo, lo que arranc� una sonrisa de mi interior�
Me calc� el zapato y fui a la cocina en busca de algunas cosas que faltaban, no sin antes tirarle un beso al aire como quien no quiere la cosa.
Cuando volv� Arturo cort� la conversaci�n y con alta voz dijo:
- Espera, espera, mujer, qu�date ah� Ernesto, por favor toma esto como un halago y no te ofendas, que pedazo de mujer que tienes! t� la miras? Ves lo bonita que es? Que afortunado eres�
Mi esposo asinti� sonriendo, y yo me sent� halagada, prosigui� en un castellano que me sonaba muy espa�ol
- Mira, voy a pedirte un favor, pueden cambiar de lugar? es que yo debo concentrarme en lo que hablamos, y francamente teni�ndola frente a frente, pues los ojos se me van con ella y me pierdo�
Ernesto asinti� al cambio, mis sentimientos se encontraron, por un lado ya no recordaba lo que se sent�a verse bonita y atractiva para un hombre, y no solo sentirlo, sino que te lo digan en esa forma tan respetuosa, por el otro, la pasividad de mi esposo me aterraba, sent�a que me regalaba como un pedazo de carne en pos de sus objetivos.
Seguimos la velada, lo cierto es que el ya no me miraba, y me decepcionaba un poco, pero minutos m�s tarde, con la misma habilidad de antes, sent� una de sus manos sobre mi rodilla, como si nada, segu�an conversando, poco a poco, como tanteando mi reacci�n fue subiendo, cent�metro a cent�metro, me contraje por instinto, hasta d�nde llegar�a? hasta donde deber�a dejarlo llegar? cual era el l�mite?
Lo sent� subir lentamente, su mano se hab�a colado al interior de mis muslos y buscaba avanzar, ya se hab�a metido bajo mi pollera, sent� mojarme, inundarme, mir� hacia abajo, mis pezones hab�an crecido y se marcaban como dos grandes botones en la ajustada remera, sent� verg�enza y me contraje cerrando mis piernas de golpe, como una guillotina, oblig�ndolo a abortar el intento, cuando solo apenas unos cent�metros lo separaban de mi sexo h�medo�
Llegada la hora del postre, percib� que la torta helada que hab�a tra�do Arturo estaba fuera del refrigerador y se hab�a derretido, tambi�n descubr� que hab�a sido adrede, mi esposo lo hab�a perge�ado, cuando exclam�:
- No hay problemas! voy una escapada hasta la helader�a! est� a dos cuadras, compro algo�
Y not� en la forma que lo disuadi� a su superior para que no lo acompa�ara, fue entonces cuando le ped� un minuto de intimidad para discutir el tema.
- Ernesto, no me dejes sola con este hombre�
- Dale mujer, lo tenemos a punto caramelo�
- Ernesto, de verdad, no sabes c�mo me mira, como me toc� por debajo de la mesa!
- Ja! ja! te dije, falta poco ni amor� sos genial!
- Pero no seas est�pido! quer�s que me coja?
- Siempre tan exagerada�
- Pero Ernesto� Ernesto!!!.... ERNESTO!!!!
Mis palabras quedaron flotando en el aire mientras me dejaba sola en la cocina, lo sent� tomar las llaves y despedirse, maldici�n�
Me puse a acomodar las cosas, dej�ndolo a Arturo en el comedor principal, quer�a hacer tiempo y evitar todo contacto, pero �l no tard� a venir a mi lado, estaba peligrosamente pegajoso conmigo, creo que hab�a bebido demasiado, tal vez la corta falda que ten�a puesta dejando mis piernas al desnudo y casi dibujando mis caderas y mis gl�teos despertaba su instinto animal.
Sent�a su mirada clavada en mi cuerpo, lo sent�a como un lobo hambriento y yo no hac�a nada por excitarlo, pero lo excitaba, cada vez que lo miraba de reojo �l estaba mir�ndome, me incomodaba.
Sab�a sus intenciones, lo ignor� y segu� preparando las cosas d�ndole la espalda, lo sent� acercarse, demasiado cerca, hasta apoyarse contra mi cuerpo, lo rechac� con un movimiento protestando:
- Par� Arturo! sos loco?
Arturo me ignor�, volvi� a la carga y empez� a refregar su paquete en mi trasero, volv� a protestar:
- Basta! soy una mujer casada y fiel por sobre todas las cosas
- Y cu�l es el problema? Siempre hay una primera vez�
El tipo se pon�a pesado, sus manos recorr�an mis piernas, me hac�a mojar, empec� a perder el control, estaba apoyada en la mesada, prisionera, con �l a mis espaldas. Sus dedos recorrieron la parte interna de mis muslos, subieron, lo sent� respirar demasiado cerca, levant� un poco la pollera, no pod�a cortar la situaci�n, el pecho me lat�a con fuerzas, la respiraci�n se me entrecortaba, deseaba que Ernesto volviera, pero no volv�a�
- Basta Arturo� basta� por favor te lo pido�
Arturo ignoraba mis palabras, sab�a que no se detendr�a, tom� una de mis manos y la llev� hacia atr�s, hizo que tomara su miembro desnudo, no supe cuando lo hab�a desnudado, cerr� mis ojos, lo acarici� con suavidad, era bastante grueso, no muy largo, comprob� su glande circunciso, el ya refregaba mi intimidad, apretaba la fina tela de la tanga al punto de casi introducirla en mis agujeros, me hab�a relajado, estaba perdida, en ese momento ya ten�a tres dedos dentro de mi jugosa vagina, estaba inundada, mi cuerpo deseaba lo que mis palabras negaban, lo sent� correr mi bombacha, levantar la pollera dejando mi culo para �l, se acomod� por detr�s, apunt� y la enterr� de golpe haci�ndome gritar, casi levant�ndome en el aire.
El me tap� la boca y me recrimin�
- Shhhh! No hagas esc�ndalo�
Entonces sigui� sin sacar la mano de mi boca, cogi�ndome r�tmicamente, acallando mis gemidos, su pija se sent�a hermosa entrando y saliendo, llen�ndome como mujer, regalando peque�os orgasmos, uno tras otro hasta llenarme por completo.
En cada empuje parec�a levantarme en el aire, pas� su mano libre por delante para desnudarme y masajearme los pechos, me quebraba en placer.
De pronto empez� a gemir como un toro, lo sent� hincharse en mi interior, lo sent� llegar, su miel masculina llen� mi sexo, gem� con el�
Mir� la hora en el reloj de pared, apenas hab�an pasado cinco minutos, pero que cinco minutos!
Fue caballero, como se hab�a encargado de correr mi tanga ahora se encargaba de acomodarla nuevamente en su lugar, incluso bajando la pollera. A�n estaba acomodando mis pechos cuando sent� la cerradura de la puerta.
Ernesto ajeno a todo, Arturo como si nada hubiera ocurrido, y yo, con una verg�enza terrible, sin poder mirar a los ojos a ninguno de los hombres.
Mi incomodidad fue en aumento mientras com�amos el postre, sent�a como el semen contenido en mi cuerpo bajaba suavemente impregnando mi ropa �ntima, me sent� sucia, perra, y hasta culpable por no haber puesto l�mites.
Cuando fuimos a la cama, Ernesto estaba tan contento que casi me obliga a hacer el amor, su alegr�a era tan grande que no pudo notar siquiera mi ausencia mental en el acto.
Con los d�as me fui acostumbrando, fui encerrando mi secreto con cadenas y candados, hasta asumirlo en lo profundo de mi ser.
Para mi esposo las cosas no resultaron como pretend�a, el puesto fue cubierto por un joven profesional lo cual supon�a un techo a sus aspiraciones, adem�s, sin saberlo, hab�a perdido la fidelidad de su esposa�
La historia que terminas de leer es ficticia
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Gracias