Relato: El Harem (6)





Relato: El Harem (6)


VI



Isabel hizo llegar un mensaje a Alzid a trav�s de un esclavo
de confianza. La cita ser�a a la medianoche en el patio del palacio del sult�n,
siempre y cuando Abdul no requiriera esa luna a la aragonesa. Si as� fuera la
cita se postergar�a hasta la noche siguiente.


Pero no fue el caso. Abdul prefiri� llamar Karim� en lugar de
a Isabel. Por tanto a la hora prevista sali� al jard�n del palacio y se ocult�
entre unos matorrales a esperar la llegada de su antiguo amante. �l no tendr�a
problemas en llegar hasta all�, su despacho estaba pr�ximo a esa ala del recinto
del sult�n y por tanto nadie se extra�ar�a en caso de verlo por all�.


Pasados unos minutos de la hora de la cita Isabel percibi�
que una sombra se acercaba pero se mantuvo quieta. No quer�a arriesgarse a que
no fuera Alzid. Cuando por fin pudo ver entre las sombras la cara del general
Isabel discretamente se hizo visible.


Los dos fundieron en un carnal beso y en un sentido abrazo.


- �Qu� tal est�s Isabel?-pregunt� Alzid, apenas la hab�a
visto un par de veces desde la boda y en ninguna de aqu�llas oportunidades
pudieron hablar.


- Aguantando mi desgracia, pero no debemos entretenernos,
debo hablar deprisa por si Abdul me reclama. Precisamente por eso te he enviado
el mensaje.


- Dime pues.


- �Recuerdas que te ped� paciencia hasta encontrar una
posible soluci�n a mi desgracia y para que t� te vengaras de la afrenta de
Abdul?


- S�, no dejo de pensar en como hacerlo.


- Hay una posibilidad de ver cumplidos nuestros anhelos.



Isabel cont� a Alzid con todo detalle el plan de las cuatro
mujeres. �l deb�a acostarse con Karim� hasta hacerle un hijo y luego planear la
muerte de Alzid. Le expuso las compensaciones que �l obtendr�a, mantenerse el
poder y ser el futuro padre del sult�n. A cambio deb�a liderar el ej�rcito para
que apoyaran la regencia de Karim� tras la muerte de Abdul. El plan saldr�a
adelante siempre y cuando Karim� concibiera un var�n heredero y no una hija. Si
se diera esto �ltimo habr�an de probar a dejar embarazada a otra de las mujeres
de Abdul y eso conllevar�a bastante m�s riesgos en caso de ser descubiertos. La
mujer ad�ltera y Alzid ser�an ejecutados de inmediato.


Alzid escuch� en silencio y con atenci�n el plan de Isabel.
Cuando �sta termin� se qued� pensativo. La idea implicaba riesgos, sobre todo si
Karim� no se quedaba embarazada o conceb�a una hija. Pero si esto sal�a bien el
resto era f�cil. Envenenar a Abdul no era complicado. �l como general en jefe de
los ej�rcitos de Fayuma ten�a acceso a todos los recintos de palacio y conseguir
un veneno que simulara una enfermedad estaba a su alcance. Por otro lado �l
saldr�a ganado. Mantendr�a su poder al frente de Fayuma con la ganancia extra de
ser el padre del futuro Sult�n y adem�s con la satisfacci�n de haberse vengado
de Abdul. En cuanto a acostarse con Karim� nunca se lo hab�a planteado pero la
idea no le desagradaba, era quiz� la mujer m�s hermosa de cuantas hab�a conocido
en su vida.


- Est� bien. Creo que acepto el plan- dijo tras haberlo
reflexionado- Al menos hasta ver si Karim� engendra un hijo. Si no es as� quiz�
habr�a que pensar en alguna otra cosa.


- Sab�a que no me ibas a decepcionar.


Ambos quedaron en intercambiar mensajes para perfilar los
detalles a trav�s de su esclavo de confianza. Nadie m�s deb�a conocer sus planes
o todo se ir�a al traste.


Cuando Isabel comunic� a Karim�, Zaira y Amina el resultado
de su conversaci�n con Alzid la euforia se desat� en el harem. Sin embargo, tras
la inicial alegr�a, Karim� hizo un llamamiento a la calma. Hab�a que tener todo
muy bien planeado. Las citas con Alzid ser�an en su jaima privada. Era el lugar
m�s discreto. Ser�an de madrugada. Hab�a que convenir una se�al para que el
general supiera cuando pod�a entrar en sus aposentos y cuando evitarlo para
prevenir que alguien les descubriera. Las cuatro planificaron todo
meticulosamente. La idea era poner en marcha su plan de inmediato.


Pasaron algunos d�as. En aquellas jornadas Karim� fue elegida
con asiduidad por Abdul para calmar sus ansias sexuales, por tanto, hubo que
retrasar su cita con Alzid. Despu�s de dos noches consecutivas con el sult�n
Karim� pens� que la siguiente era improbable que volviera a ser llamada. Abdul
era un ser previsible y gusta de cambiar de mujer cada par de d�as. Por tanto
era la luna ideal para citar a Alzid.


Isabel se encarg� de hacerle llegar el mensaje. Deb�a acudir
de madrugada por una ruta en la que los vigilantes suelen quedarse dormidos.
Alzid era un soldado adiestrado, h�bil y en forma y no tendr�a problemas en
llegar a la jaima de Karim� sin ser visto. A�n as� en caso de ser descubierto
hab�a preparado una disculpa, como general ten�a todo el derecho de supervisar
las medidas de seguridad del palacio en cualquier momento del d�a y de la noche.
Ese argumento no levantar�a sospechas. Adem�s la hermana del sult�n colocar�a un
lazo atado en su puerta como se�al de que no hab�a peligro. En caso de que aquel
pa�uelo no estuviera en el lugar convenido Alzid deb�a marcharse inmediatamente.
Todo estaba meticulosamente planeado.


Aquella noche, efectivamente, Karim� no fue llamada por el
sult�n. Se dio un ba�o perfumado, quer�a resultar agradable al general. Se
encontraba extra�a. Iba ser la primera vez que se acostara con un hombre que no
fuera su hermano. Alzid era sumamente atractivo. Cuando Karim� era m�s joven,
antes de ser sometida por Abdul, hab�a so�ado m�s de una vez con el militar. La
cita adem�s de ser parte de un plan para librase de Abdul le resultaba, por
tanto, muy sugerente.


Karim� escuch� como la guardia se retiraba a sus garitas. Se
acercaba la hora convenida y se dispuso a colocar la se�al de que no hab�a
peligro aparente. Una vez at� el lazo en la puerta se tumb� en su cama a
esperar. Iba ataviada con una capa que dejaba mostrar sus senos hasta a una
altura generosa. El fald�n cubr�a s�lo hasta sus rodillas y debajo no llevaba
nada. La espera se le hizo eterna. Se notaba excitada de una forma diferente a
todas las anteriores. Era una mezcla de ardor sumado a una cierta sensaci�n de
ansiedad. Apag� las velas y permaneci� en la oscuridad.


No supo precisar cuanto tiempo estuvo as�. Pero llegado un
momento pudo ver como alguien descorr�a la cortina de entrada y se adentraba en
su jaima, el coraz�n de Karim� era un tambor que golpeaba su pecho con
violencia. De repente tuvo miedo �y si no era Alzid? A oscuras no podr�a
distinguir su cara.


- �Qui�n es?- pregunt� en susurros.


Alzid tambi�n tuvo sus dudas �y si Abdul hab�a descubierto el
plan y era una trampa? Decidi� contestar en clave.


- Me env�a Isabel.


- �General?- se atrevi� a decir Karim�.


- �Karim�?


S�, venid por aqu�, dijo cogi�ndolo de la mano y
conduci�ndolo hasta el fondo de sus aposentos, un lugar mucho m�s discreto y en
donde dispon�a de otro camastro.


Una vez all� ambos se sentaron en el borde del lecho. Se
quedaron sin saber muy bien que decir. Era una situaci�n tensa pero Karim�
notaba como su excitaci�n iba en aumento. Finalmente fue Alzid quien rompi� el
silencio.


- Debemos ser r�pidos, princesa.


Karim� no contest� pero se atrevi� a acercar sus labios a los
de Alzid. Sin poder aguantarse dio un tierno beso en la boca del general. �ste
respondi� con otro similar hasta que sus lenguas se entrecruzaron. El coraz�n de
Karim� palpitaba con m�s fuerza si cabe que antes, pero ahora ya no era de temor
sino de puro furor.


Sin dejar de besarla Alzid se incorpor� y se desvisti� con
rapidez. Karim� not� su desnudez y en un gesto casi inconsciente acerc� su mano
hasta la verga. Estaba erecta y era mucho m�s grande que la de su hermano. Casi
por instinto acerc� su boca al pene y lo lami� con dulzura. Escuch� los jadeos
de Alzid e intensific� su acto. Se lo meti� en la boca movi�ndolo muy despacio.
Parec�a que hubiera deseado aquella verga durante a�os. En realidad lo que
deseaba desde siempre era ser tratada con dulzura por un hombre.


Alzid apart� la boca de Karim� de su pene mediante un gesto
amable. Qu� diferente a como lo hubiera hecho Abdul. Acerc� de nuevo su boca a
la de ella y se fundi� en un largo beso. Al concluir Alzid dej� desnuda a
Karim�. Se agach� sobre su vulva y lami� sus labios vaginales con ternura.


A Alzid le encant� el olor y sabor de aquella concha.
Percibi� el perfume del jab�n utilizado por Karim�. Ella se estremec�a a cada
roce, cuando los labios de Alzid llegaban a su cl�toris su cuerpo se
convulsionaba. Apret� la cabeza del general contra su monte y �l lami� con mayor
pasi�n. A los pocos instantes Karim� se vio obligada a pegar su boca contra la
cama para ahogar los jadeos provocados por el orgasmo al que hab�a llegado.


Alzid se separ� de su vagina, se incorpor� y se puso a la
altura de la cara de Karim�. De nuevo se besaron con pasi�n. Los ojos de los dos
amantes se hab�an acostumbrado ya a la oscuridad y pudieron distinguir sus
caras. Solo dejaron de besarse para mirarse el uno al otro.


- Alzid estoy lista para que me tomes, hazlo por favor.


Alzid no dijo nada, se incorpor� y se coloc� encima de ella,
con cuidado de no da�arla. Su verga no encontr� resistencia. Entr� en la h�meda
cueva de Karim� sin problemas. �l se mov�a suavemente, con leves contorneos. A
los pocos segundo Karim� volvi� a notar oleadas de placer en su vagina. Nunca un
pene le hab�a proporcionado esas sensaciones. Se dej� llevar, cerr� los ojos y
disfrut� todav�a m�s cuando Alzid fue aumentado progresivamente la intensidad de
sus movimientos. As� estuvieron un buen rato. Ahogaban sus jadeos con besos
apasionados. Karim� pellizc� con fuerza las nalgas de su amante, apret� hasta
que fue consciente de que iba a alcanzar un nuevo �xtasis. Not� tambi�n que
Alzid estaba llegando a la misma cima que ella. El beso se hizo furioso, fue la
�nica forma que encontraron de no gritar. Ambos llegaron al final a la vez.
Alzid derramando sus semillas en el interior de Karim�, tal y como era necesario
para el �xito del plan.


Los dos se quedaron abrazados, sin detener sus besos.
Perdieron la noci�n del tiempo, pero llegado un momento fue Alzid quien dijo...


- Princesa debo irme. Es peligroso que siga aqu� por m�s
tiempo.


Karim� volvi� a besarle como respuesta aunque al final
permitiera que se separara de ella. Observ� como se vest�a, y al terminar, como
volvieron a juntar sus lenguas a modo de despedida.


- Adi�s princesa.


Karim� no pudo decir nada, se qued� tumbada desnuda en la
cama. Aquello hab�a sido un sue�o. Hab�a disfrutado haciendo el amor con un
hombre. Se sent�a feliz. Su hermano era un ser repugnante pero no todos los
varones son as�. Aquella noche lo comprob�.


Durmi� desnuda en aquella cama sin ni siquiera cambiar de
postura. Se qued� tal y como la hubo dejado Alzid.


Al d�a siguiente Karim� cont� entusiasmada a sus tres amigas
todo lo ocurrido la noche anterior. Amina, Zaira e Isabel. La escucharon
atentamente sin peder detalle y al final compartieron su alegr�a. S�lo Isabel se
mostr� algo seria por el relato de Karim�, y �sta se dio cuenta...


- Lo siento Isabel, quiz� no deber�a haber sido tan expl�cita
contando lo de anoche.


- Tranquila, lo que siento no son celos, sino m�s bien
envidia. Echo tanto de menos que un hombre me trate con ternura.


Pero la melancol�a dur� poco. Tanto para Isabel como para las
dem�s lo importante es que el plan estaba saliendo seg�n lo previsto, ahora s�lo
hab�a que esperar a que la simiente de Alzid cuajara en el vientre de Karim� y
para incrementar las posibilidades ten�an planeado continuar con aquellas citas
secretas.


Alzid y Karim� se reun�an entres dos y tres veces por semana.
Todas las noches en las que Abdul no la reclamaba. Y seg�n transcurr�an las
citas la prioridad inicial iba pasando a un segundo plano. Se convirtieron en
aut�nticos encuentros amatorios. La pasi�n fue la nota dominante. En la segunda
semana ni siquiera reparaban en el tiempo que pasaban juntos Alzid y Karim�.
Aprovechaban desde primera hora de la noche hasta casi el amanecer. Llegaban
hasta cuatro veces al �xtasis en cada uno de los encuentros. No s�lo era ardor
sexual, Karim� y Alzid se estaban enamorando el uno del otro.


La pasi�n, por tanto, trajo consigo al amor y se notaba en
sus actos fogosos. Alzid penetraba a Karim� en todas las posturas posibles,
compart�an todas la caricia inventadas y el placer que ambos alcanzaban juntos
hac�a que aquellos encuentros merecieran la pena por s� solos.


Una de aquellas madrugadas Karim� quiso probar c�mo era
dominar a un hombre. Hab�an hecho ya el amor una vez esa noche y Alzid se
preparaba para marcharse. Karim� sin decirle nada le hizo tumbarse de nuevo en
la cama. Tambi�n en silencio sac� unas cuerdas y at� las piernas y las manos de
Alzid sin que �l opusiera la m�s m�nima resistencia. Para completar el cuadro
amordaz� su boca de forma que no pudiera gemir ni hablar.


Karim� se sinti� poderosa con un hombre debajo de ella. No
ten�a sentimientos s�dicos como su hermano pero la sensaci�n de dominar a un
var�n la excitaba y sab�a que a Alzid tambi�n, as� lo demostraba su erecta
verga.


Hacia ella se dirigi� con su lengua. Tocaba lo justo como
para que Alzid se mostrara deseoso de seguir siendo chupado, pero Karim� se
apartaba y dejaba con las ganas a su amante. Le quer�a en el punto m�s �lgido de
su excitaci�n antes de ser penetrada. Pero todav�a no hab�a llegado es momento.
Se coloc� encima de su cabeza con la vulva a la altura de la boca. Desat� la
mordaza y pr�cticamente le oblig� a lamer su cl�toris. Alzid sac� su lengua todo
lo que pudo y la agitaba en la vagina. A pesar de su inmovilidad percibi�
perfectamente los temblores de Karim� fruto de las caricias bucales que le
estaba proporcionando.


Pero antes de alcanzar el punto �lgido, Karim� se apart�.
Volvi� a colocar la mordaza en la boca del general. Se mont� encima de �l, cogi�
su pene y ella misma se lo introdujo. As� le cabalg�, con furia y frenes�,
parec�a una mujer pose�da por los demonios. Ambos de nuevo alcanzaron un
apote�sico orgasmo conjunto.


Al terminar Karim� se mantuvo tumbada sobre su amante sin
sacar el pene de su interior y sin desatarle. Cuando su respiraci�n se hubo
recuperado por fin le liber�. Fue entonces cuando Karim� se sinti� segura de
algo y as� se lo comunic�...


- Alzid...


- Dime.


- Ya lo hemos conseguido. Siento que algo est� naciendo en mi
interior. Nuestro hijo ha sido concebido esta noche.


Alzid la mir� y sin decir nada la bes� convencido de que
Karim� dec�a la verdad.


La premonici�n de Karim� se confirm� pocos d�as despu�s, su
regular sangrado mensual no apreci� cuando deb�a. Karim� lo anuncio a las tres
mujeres del harem y ninguna fue capaz de contener su alegr�a. Se abrazaron y
besaron e incluso pidieron zumos para celebrarlo.


Ahora vendr�a la siguiente parte de plan. Isabel fue quien
plante� la situaci�n.


- Debemos ser pacientes. Hasta que no nazca el beb� no
sabremos si es ni�o o ni�a por lo tanto debemos controlar nuestra ansiedad en
los pr�ximos nueve meses. Y ahora, primero esperaremos unos d�as para
comunic�rselo a Abdul. Debemos estar seguras, pero no tardaremos mucho porque en
cuanto se lo digamos te librar�s de pasar las noches con �l. Tambi�n habr� que
comunic�rselo de inmediato a Alzid, no debe correr m�s riesgos visit�ndote.


Isabel percibi� la expresi�n triste de Karim� al escuchar sus
palabras. La cogi� del brazo y se la llev� a un aparte para hablar con ella sin
la presencia de Zaira y Amina.


- Karim� debes ser fuerte. Piensa que s�lo ser�n unos meses y
luego Alzid y t� podr�is estar juntos el resto de vuestra vida.


- Yo no...


- Vamos, a mi no me enga�as, te has enamorado de �l. Y estoy
segura de que �l tambi�n de ti. Le conozco. Ahora ambos deb�is resistir la
tentaci�n. No tenemos que poner en riesgo nuestro plan. Y si todo sale bien,
seremos libres.


- Gracias, Isabel- fue lo �nico que pudo pronunciar Karim�
antes de ponerse a llorar. L�grimas de alegr�a, de tristeza y amor a la vez.


A las dos semanas la noticia le fue comunicada a Abdul El
sult�n se mostr� euf�rico �Por fin un heredero! Tal y como hab�a previsto Isabel
Abdul mantuvo a Karim� alejada de �l. No quer�a poner en peligro a su futuro
hijo y su ignorante cerebro lleno de supersticiones tem�a que el acto sexual
pudiera provocar la muerte del feto. Para Karim� fue un alivio pero no para las
tres esposas de Abdul. El sult�n se creci�. �l siempre pens� que estaba lleno de
vigor masculino y dejar embarazada a su hermana fue para �l una demostraci�n de
su virilidad. Por lo tanto en aquellos meses se dedic� casi exclusivamente a
tomar a sus mujeres para intentar que le dieran m�s hijos, aunque como era
previsible no obtuvo ning�n resultado.


Abdul estaba tan exultante que orden� anunciar la noticia en
todo Fayuma sin importarle que la madre de su futuro hijo fuera su propia
hermana. La poblaci�n acostumbrada a la fama aberrante de su sult�n no se
sorprendi� demasiado.


Menos a�n Alzid. �l supo la noticia desde el primer d�a.
Isabel y Karim� le manten�an informado de todo a trav�s de su secreto mensajero.
Su impaciencia era cada d�a mayor. Deseaba con todas sus fuerzas ver de nuevo a
Karim�. No ve�a llegar el d�a en el que dar muerte a Abdul y estar por fin junto
a su enamorada. Ahora lo de menos para �l era la permanencia en el poder. S�lo
quer�a casarse con Karim� e iniciar una nueva vida en com�n.


Y lleg� la primavera y con ello el noveno mes de embarazo. El
d�a que Karim� rompi� aguas fue casualmente el mismo en el que cumpli� 24 a�os.
Abdul llam� a los mejores m�dicos de Fayuma e incluso a prestigiosos cirujanos
del extranjero como un tal Zakar�a ar-rhaz� llegado de Al Andalus. Ni mucho
menos tales esfuerzos fueron pensando en el bien de su hermana, el �nico inter�s
del sult�n era que el heredero sobreviviera al parto. Abdul nunca rezaba pero se
hab�a pasado estos nueve meses rogando a Al� para que el fruto del vientre de
Karim� fuera un var�n.


No hicieron falta los cuidados de tanto prestigioso
curandero, las matronas de Fayuma pudieron hacerse cargo solas de aquel parto
porque todo sali� a la perfecci�n. Fue la jefa de matronas de Fayuma la primera
en recoger a la criatura. Cort� el cord�n, comprob� su estado y vio que todo iba
bien al escuchar llorar al beb�. Karim� cansada y jadeante por lo costoso del
alumbramiento levant� la cabeza y pregunt� insistentemente:


- �Est� bien? �Ha salido todo bien?


- Todo ha salido perfecto- respond�a la matrona.


Una vez que supo que su primog�nito o primog�nita estaba sano
no pudo resistirse a preguntar con la misma insistencia...


- �Es ni�o o ni�a? �Es ni�o o ni�a?


- Compru�belo vos misma.


La matrona le ofreci� al bebe. Karim� lo tom� en su brazo y
pudo ver aquella menuda belleza que lloraba desaforadamente. Finalmente Karim�
exclam�:


- Un ni�o... es un ni�o.


La noticia le fue comunicada de inmediato al sult�n que entr�
en la sala habilitada como paritorio a ver a quien �l cre�a su hijo. Le cogi� en
brazos y le mir� con orgullo, sin embargo, no tuvo ni siquiera un leve gesto
hacia Karim�. Ni siquiera repar� en ella pesar de que todav�a estaba exhausta y
cubierta de sangre. Enseguida devolvi� al ni�o a la matrona y acto seguido dio
instrucciones para que se anunciara la nueva y para que se declararan diez d�as
de fiesta en toda Fayuma.


No hizo falta que se hiciera el anuncio oficial para que
Alzid conociera la noticia casi al mismo tiempo que Abdul. Cuando sus
secretarios se lo comunicaron tuvo que saber contener su enorme alegr�a. El plan
pod�a seguir adelante, y lo m�s importante, pronto estar�a junto a Karim�.


Tambi�n las tres esposas de Abdul celebraron con gritos y
jolgorio el nacimiento del heredero. En cuanto les fue permitido acudieron a ver
a Karim� y a la criatura. Las cuatro se fundieron en un solo abrazo, aunque en
ese momento no ten�an en mente la conspiraci�n sino s�lo alegr�a de ver que
Karim� y su hijo estaban sanos y salvos.


Abdul estaba tan exultante que orden� traer sus mejores
vinos. La ley sagrada prohib�a a los musulmanes injerir aquel brebaje pero el
sult�n no estaba para cumplir leyes ese d�a, ni siquiera las de Al�. Hab�a que
celebrar la noticia por todo lo alto y mand� sacar las �nforas que oficialmente
ten�an almacenadas en palacio para agasajar a los comerciantes y dignatarios
extranjeros. Invit� a toda su guardia personal, pero sin duda, �l fue quien con
ansia mayor se abalanzaba sobre el vino.


Al llegar la noche el estado de Abdul era ya bastante
lamentable. Borracho y euf�rico como estaba decidi� abandonar a sus soldados y
dirigirse a las dependencias donde habitaban sus esposas. Pretend�a tambi�n dar
rienda suelta a su lujuria para celebrar el nacimiento del heredero.


Las tres mujeres se sorprendieron con la llegada de Abdul,
ingenuas, no se esperaban una visita aquella noche.


- Hola zorras- dijo con voz claramente ebria- vengo a haceros
un hijo a vosotras tambi�n. Aunque no creo que se�is capaces. S�lo mi hermana ha
sabido estar a la altura.


Abdul tropez� nada m�s entrar a la jaima y cay� al suelo. Las
mujeres le ayudaron a incorporarse pero Abdul las apart� violentamente.


- Quitaros de aqu�, soy perfectamente capaz de levantarme yo
s�lo- dijo con lengua de trapo- Desnudaros inmediatamente- orden�.


Zaira, Amina e Isabel obedecieron de inmediato y se quedaron
completamente desnudas, de pie esperando a que aquel borracho les dijera que
ten�an que hacer. Sab�an que en ese estado Abdul era m�s peligroso de lo
habitual, pero en aquella ocasi�n no estaban asustadas. M�s bien sent�an
verg�enza ajena por el sult�n. El sentimiento de repugnancia que les provocaba
parec�a ensanchar sus l�mites d�a a d�a. Se consolaban pensando que ya quedaba
menos para que su suplicio tuviera fin.


Abdul exigi� que iniciaran una felaci�n. Como siempre, se
tuvieron que colocar de rodillas frente a �l. Fue Zaira la primera. Se emple�
con sus artes habituales. Cogi� el fl�cido pene de Abdul y se lo meti� en la
boca, chupando suavemente. Pero aquello no reaccionaba. Se coloc� la punta en la
boca y fue introduci�ndoselo, primero poco a poco, luego a mayor velocidad para
intentar que aquello se levantara pero no obtuvo ning�n resultado.


Abdul la abofete�.


- No tienes ni idea de c�mo dar placer a un sult�n- dijo
empuj�ndola.


Amina fue la siguiente. Intent� con mayor empe�o si cabe
despertar la verga de Abdul pero tambi�n fue in�til. La frustraci�n de Abdul era
cada vez mayor su primera esposa fue la v�ctima injustificada. Abdul se emple�
con m�s violencia todav�a. No s�lo la abofete� sino que la emprendi� a patadas
cuando esta cay� al suelo. Amina se qued� llorando en el suelo dolorida por los
golpes.


La siguiente en intentarlo deb�a ser Isabel. Era consciente
de que ser�a en balde. A�n as� se meti� el pene en la boca y lo chup� con
fuerza, mordi�ndolo levemente incluso para ver si pod�a provocar su reacci�n.
Tampoco hubo manera.


Abdul estaba ya fuera de s�. Sac� el l�tigo y la fustig� con
una furia desatada. Gracias a su borrachera fallaba algunos golpes sobre sus
esposas pero a�n as� la paliza fue tremenda. Las tres se quejaban doloridas y
ensangrentadas de los azotes.


- Sois unas completas in�tiles- dijo el berraco sult�n- si no
sois capaces de darme placer al menos me deleitar�is la vista. Quiero que os
chup�is y toqu�is vosotras. Como hac�is cuando est�is solas, sucias mujeres.


Obedecieron sus �rdenes. Se trasladaron a la cama, cojeando y
apacigu�ndose las heridas que les hab�a provocado Abdul. Amina era la m�s
da�ada. Zaira e Isabel la colocaron tumbada boca a bajo en la cama para que su
piel irritada se aireara. Isabel se dispuso a chupar sus nalgas, pero m�s como
un intent� de aliviarle el escozor que como caricia sexual. Zaira por su parte
Se coloc� entre las piernas de la europea. Lami� tambi�n las heridas de sus
mulsos y luego se concentr� en sus labios vaginales.


Los abri� lentamente, y chup� el exterior, de forma dulce y
suave. A Isabel no le eran indiferentes aquellas caricias. Notaba el cosquilleo
en su vulva que muy pronto torn� en un atisbo de placer. Mientras, ella sigui�
chupando el culo de Amina quien agradec�a el frescor que la lengua de Isabel le
estaba proporcionando. Alentaba por Zaira Isabel puso su mano en la concha de
Amina. Toc�ndola suavemente, sin forzar. Amina se mov�a torpemente. Estaba
todav�a escocida por las heridas pero las caricias de Isabel le provocaban una
extra�a mezcla. No aplacaban el dolor pero s� lo distra�an.


Abdul las contemplaba. Excitado por dentro pero sin que su
pene reaccionara ante ello. Su furia causada por su impotencia solapaba a su
ardor interior. Observ� como Amina se daba la vuelta exponiendo ante Isabel su
vagina. Vio tambi�n como la aragonesa cada vez m�s motivada por la lengua de
Zaira se dirigi� sin pens�rselo dos veces a la cueva de Amina e inici� una
lamida entregada con la lengua volcada en el cl�toris de la primera de las
esposas. No tardaron mucho Isabel y Amina en agitarse ante sus caricias. La dos
jadearon. Estaban llegando a la cima del placer. La muy zorras, pens� Abdul. Con
�l nunca se mostraban as�. Estaba cada vez m�s irritado siendo la causa
principal la inutilidad de su miembro en teor�a viril.


Abdul volvi� a coger el l�tigo y sin previo aviso fue directo
hacia sus tres mujeres a las que peg� con mayor odio que nunca. Amina y Zaira
estaban ensangrentadas e Isabel hab�a recibido un latigazo en al cara que casi
le provoc� la p�rdida del conocimiento. La aragonesa pens� que Abdul las iba a
matar. Tuvo una reacci�n instintiva, se incorpor� como pudo y empuj� a Abdul.
Dada su borrachera �ste perdi� el equilibrio y cay� hacia el suelo.


Abdul se qued� extra�ado �C�mo hab�a osado una de sus mujeres
agredirle? Se incorpor� como pudo. Las tres temblaban de p�nico. Ahora s� las
iba a matar, pensaron. Abdul cogi� a Isabel la tir� al suelo y la emprendi� a
patadas con ellas. Cuando vio que no se mov�a y que �l mismo estaba agotado de
tantos golpes dijo sin saber si aquella mujer estaba consciente para escucharle:


- Has firmado tu condena a muerte. Ma�ana ser�s ejecutada.
Nadie puede osar enfrentarse al sult�n, sucia cristiana. Ma�ana morir�s.


Su amenaza dej� heladas a Zaira y Amina que pensaban que
Isabel estaba ya muerta por los golpes de Abdul. El sult�n sali� de su jaima
tambale�ndose. Cuando comprobaron que definitivamente se hab�a marchado
acudieron prestas a comprobar el estado de Isabel. Todav�a respiraba. Estaba
viva pero inconsciente a causa de los golpes de Abdul. La llevaron a la cama y
la limpiaron las heridas y a los pocos minutos Isabel pudo volver en s�. Sus
compa�eras no la dijeron nada sobre la terrible amenaza que hab�a proferido
Abdul. Ten�an la esperanza de que gracias su borrachera al d�a siguiente no
recordara nada.


Sin embargo Abdul estaba decidido a mandar ejecutar a Isabel.
Definitivamente estaba harto de ella. No le hab�a dado un hijo, y el otro
objetivo que se marc� al casarse con ella, el de humillar a Alzid, ya lo hab�a
cumplido con creces. Con lo cual ma�ana ser�a sacrificada por haber atacado al
sult�n. As� servir�a tambi�n de escarmiento para las otras.


Pero no duraron mucho esos pensamientos en la cabeza de
Abdul. Enseguida se centr� en continuar celebrando el nacimiento de su hijo. Se
dirigi� al comedor donde algunos soldados segu�an bebiendo. Cogi� una �nfora de
vino y sali� al patio a beb�rsela. Mir� hacia el cielo estrellado, hacia el
alminar del palacio. Se le ocurri� una idea alentado por su enajenaci�n mental
aumentada con el vino. Se iba a dirigir a su pueblo, �l mismo les iba a ordenar
que guardaran respeto al nuevo heredero y de paso comunicar�a la condena a
muerte de su esposa Isabel.


Abdul con su �nfora de vino subi� las escaleras y se dirigi�
a la torre. Al llegar los guardias se sorprendieron por la presencia del sult�n.
En cuanto le vieron se colocaron en formaci�n.


- Guardias, dejadme pasar. Voy a hablar al pueblo de Fayuma.


Uno de aquello soldados intent� razonar con el sult�n a pesar
de su lamentable estado


- Sult�n quiz� deber�a esperar a ma�ana. Ahora es madrugada y
los ciudadanos estar�n durmiendo.


- Pues que se despierten. Ordena que se despierten soldado-
dijo en un tono completamente ebrio para a continuaci�n a�adir- Buah, d�jelo
soldado yo mismo me encargar� de hacerlo. Yo lo tengo que hacer todo en este
pa�s.


Abdul se encaram� hacia las escaleras del alminar.
Tambale�ndose de un lado a otro e incapaz de mantener el equilibrio. El soldado
intent� de nuevo convencer al sult�n...


Se�or es peligroso que suba al alminar, es de noche y podr�a
caerse. El guardia utiliz� aquel eufemismo de "es de noche" pero en realidad lo
que quer�a decir al sult�n era "est� muy borracho".


- Como osas decirle a tu sult�n lo que debe hacer o no hacer.
Ma�ana voy a ordenar matar a mi esposa �Acaso quieres acompa�arla tu tambi�n?


Ante aquella amenaza, el soldado declin� seguir intentando
razonar con el sult�n.


Abdul lleg� hasta la parte m�s alta del alminar. Jadeando por
el esfuerzo. Se inclin� hacia la almena y comenz� a gritar...


- Fayuuuuumos despertad. Vuestro sult�n os habla.


Viendo que sus gritos no hab�an provocado ninguna reacci�n en
el pueblo se encaram� en el muro a gritar como poseso, perdiendo cada vez m�s
los nervios porque ning�n fayumo viniera a escuchar lo que su sult�n ten�a que
decirles. Su estado y actitud y le hicieron perder el desequilibrio. Cay� hacia
delante y su cuerpo se qued� tambaleado sobre la almena. Un hombre sobrio habr�a
podido incorporarse con facilidad pero el sentido del equilibrio de Abdul era ya
pr�cticamente nulo debido al alcohol ingerido. Al intentar salir de aquella
situaci�n su cuerpo se desliz� hacia adelante un poco m�s. Estaba a punto de
caer. Pidi� ayuda a los guardias que al escuchar sus gritos subieron r�pidamente
al torre�n. Pero cuando llegaron ya no hab�a nadie. Miraron hacia abajo y vieron
el cuerpo del sult�n destrozado. Se hab�a precipitado al vac�o.


Esa misma noche golpearon la puerta de Alzid.


- Se�or, se�or deb�is despertar- le dijo su secretario.


- �Qu� ocurre por que me alarm�is a estas horas?


- El sult�n ha muerto se�or. Ha ca�do desde el alminar.


- �Qui�n le ha empujado?- dijo temeroso de que hubiera sido
alguna de las mujeres del harem.


- Nadie se�or. Ha sido un accidente. El cuerpo de guardia no
pudo hacer nada por evitarlo.


Alzid respir�. La noticia era lo mejor que podr�a haber
ocurrido. Abdul hab�a muerto sin necesidad de ejecutar la �ltima parte de su
plan. Ahora las mujeres de Abdul son libres incluyendo a Karim�. Alzid orden� a
su secretario que se marchara, quer�a disfrutar en soledad de la incre�ble
satisfacci�n que sent�a en aquellos momentos.


Los funerales por Abdul duraron diez d�as. Se llevaron a cabo
los actos protocolarios pero, sin duda, no tuvieron ninguna comparaci�n con los
que en su d�a honraron a su padre, Ahmed. En esta ocasi�n, el pueblo no sent�a
ning�n cari�o por el sult�n.


Pasado el periodo de luto Alzid reuni� a los generales.
Convenci� a todos de que juraran lealtad al nuevo sult�n y a la nueva regente.
Tal y como decretan las leyes de Fayuma, el ni�o, que hab�a sido llamado Ahmed
en honor a su abuelo, ser�a declarado de inmediato Sult�n. Karim� ostentar�a el
poder real hasta su mayor�a de edad. En cuanto a Alzid continuar�a como jefe de
gobierno de aquel territorio, con rango de visir. Los generales aceptaron la
nueva situaci�n y la mayor�a encantados con la novedad.


Isabel tuvo que pasar varias lunas en la enfermer�a de
palacio recuper�ndose de la paliza que Abdul le propin� antes de morir. Al sexto
d�a su estado goz� de una sorprendente mejor�a. Todos saben a que se debi�,
recibi� la visita de un ni�o. En teor�a un hu�rfano a cargo de la anciana
Zoraida. Aquel ni�o llen� de vida el maltrecho cuerpo de Isabel.


Con el tiempo Fayuma se convirti� en un reino donde la calma
y la normalidad fueron la t�nica. Transcurrido un a�o desde la muerte de Abdul
Karim� y Alzid anunciaron su boda. Juntos criar�an al nuevo sult�n. Nadie se
sorprendi� de aquello a pesar de que se hab�a mantenido en secreto la verdadera
paternidad del ni�o Ahmed.


Zaira y Amina se volvieron a desposar pero esta vez por amor.
Encontraron la felicidad junto a dos ricos comerciantes. Pronto nacer�an sus
primeros hijos


En cuanto a Isabel fue nombrada por Karim� preceptora de su
hijo Ahmed. Isabel sigui� viviendo en palacio donde tambi�n pudo llevarse a su
secreto hijo. Para mantener oculta su verdadera procedencia Zoraida se convirti�
en la asistenta de Karim� y tambi�n pudo trasladarse a palacio.


A�os despu�s Zoraida fallecer�a a causa de su avanzada edad.
A Isabel se le fue concedida la custodia del oficialmente hu�rfano ni�o. Por fin
podr�a estar sin ning�n impedimento con su hijo.


Y la vida sigui� en Fayuma con sus habitantes acostumbrados
al aislamiento del desierto s�lo roto por el paso de las caravanas de
comerciantes, con su cr�a de ganado como principal forma de abastecimiento
alimenticio y con sus problemas de suministro de agua. Pero por primera vez en
su historia los fayumos vivieron bajo el mandato de una mujer. Pronto
comprobaron que la joven Karim� reun�a todas las virtudes, y alguna m�s, de su
recordado y querido padre Ahmed.


FIN


NOTA: ESTA SERIE HA SIDO ESCRITA ENTRE SUPERJAIME Y OTRA
AUTORA. YA SE PUBLIC� BAJO SU NOMBRE Y AHORA SE PUBLICA CON EL M�O.


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Relato: El Harem (6)
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