Relato: La seducci�n diab�lica de Alexia 2





Relato: La seducci�n diab�lica de Alexia 2

Contemplando los videos que dejaban ver el grado de depravaci�n que pueden alcanzar ciertas mujeres cuando su libido estalla de forma ininterrumpida por las obligatorias pausas en que cae el hombre a causa de su debilidad post coito, ya que Dolores, al parecer debidamente ense�ada por su amante anterior, en el crescendo afiebrado de sus mutuas manipulaciones, succiones y penetraciones, exhib�a una predisposici�n natural para aquello dejando evidenciada la profundidad de su desviaci�n que, en ocasiones, alcanz� y super� al extrav�o psic�pata de la checa; seleccionarlas y compaginarlas hicieron alcanzar a Alexia una excitaci�n tal que la motiv� a acelerar los tiempos.
En esos meses y como obligaci�n pero especialmente por placer, hab�a introducido entre sus deberes en la educaci�n de Juliana la orientaci�n sexual, admir�ndose que una chiquilina de su edad, con tantas amigas en el colegio y el club, tuviera a ese respecto una ignorancia supina, m�s all� del conocimiento de su propio cuerpo por necesidades higi�nicas y desarreglos ginecol�gicos; pacientemente y d�ndoles la orientaci�n que ella necesitar�a, fue introduci�ndola a las funciones sexuales de cada parte de su cuerpo, a reconocer s�ntomas de excitaci�n y c�mo satisfacerlos manualmente, los placeres orales y manuales del sexo l�sbico y la conveniencia de su discreci�n, sin dejar de hacerle conocer lo �tiles que eran los hombres con sus felaciones, acabadas y penetraciones.
Su mente viciosa se potenciaba con las cosas terribles a que somet�a a Dolores y gozaba hasta la enajenaci�n sadomasoquista con las que esta le devolv�a entusiasta los favores y para aquella tarde en que someter�a a la chiquilina a una especie de examen de sexo, eligi� un DVD muy especial, que comenzaba con lo que parec�a un documentar sobre la iniciaci�n sexual de dos muchachas que finalmente derivaba en una verdadera org�a que primero sosten�an cinco chicas de un dormitorio estudiantil de Estados Unidos a las que luego se agregaban sus compa�eros del equipo de basketball
Luego del almuerzo y aun vestida con el uniforme del colegio, le anunci� a Juliana que ir�an a su dormitorio donde, antes de las preguntas que deber�a contestarle, le har�a ver un material muy interesante que terminar�a de disipar todas sus dudas y era imprescindible que lo viera con atenci�n.
Haci�ndola sentar en medio de su cama frente al LCD, tom� el control remoto del reproductor y sent�ndose a sus espaldas, puso en marcha el DVD; tal cual rezaba en la presentaci�n, el experimento se produc�a en un laboratorio de una famosa universidad y despu�s que el presentador anunci� el comienzo de la actividad cient�fica, se vio con minucioso detalle como un m�dico explicaba en primer�simos planos de la vulva, la conformaci�n de sus distintas partes y qu� funci�n cumpl�a cada una de ellas; ver un sexo de mujer de ese tama�o resultaba impresionante y cuando el m�dico, fue dilatando con distintos instrumentos los labios mayores que mantuvo separados para mostrar el h�medo interior en el cual se ve�an los carnosos frunces de los menores, ya la muchacha dio un respingo de sorpresa.
Sin ejercer ninguna influencia en ella, la dej� que mirara boquiabierta lo que era un cl�toris ampliado a esa escala y luego, cuando el hombre separ� las carnes de la entrada a la vagina para mostrar el vest�bulo y con el especulo permiti� la introducci�n de la c�mara montada en un cat�ter, la carnes rojizas y ba�adas de mucosas del canal vaginal, la hicieron estremecer; Alexia ve�a como la nuca de Juliana descubierta a causa de su largo cabello atado en una cola de caballo, comenzaba a cubrirse de una fina capa de transpiraci�n y c�mo aquella aliviaba el bochorno sac�ndose la corbata y abriendo los primeros botones de la camisa.
La c�mara indiscreta sali� del sexo y tras trepar por encima de la vulva, el relator describi� las caracter�sticas acolchadas de Monte de Venus, trep� por el centro del vientre y explic� c�mo influ�a la sensibilidad de los senos en el sexo, mostrando como estos respond�an endureci�ndose e incrementando su volumen ante el estrujamiento de unos dedos y luego se dirigi� al v�rtice, puntualizando en la superficie de las aureolas los quistes seb�ceos que act�an como terminales nerviosas y finalmente se concentr� en el pez�n, ense�ando que su flexibilidad inicial desaparece y se convierte en un epicentro del placer al est�mulo de una lengua y dos labios succionantes.
A tan poca distancia, ve�a palpablemente como el pecho de la muchacha se conmov�a en cort�simos jadeos y por la boca entreabierta exhalaba el calor que seguramente gestaba su calentura, especialmente cuando la c�mara abri� el plano y esa boca que succionaba a la mama era la de otra mujer; aqu� el pseudo cient�fico video se transformaba en la m�s cruda descripci�n de una relaci�n l�sbica y mientras Juliana miraba hipnotizada el f�rrago de las dos mujeres estrech�ndose en voluptuosos abrazos que hac�an a los senos restregarse al tiempo que sus bocas se prodigaban en leng�etazos y profundos besos, despoj�ndose del m�nimo vestido que ya era una especie de uniforme de guerra en ella, Alexia apoy� sus manos sobre los hombros tr�mulos y con la punta de su lengua, fue recorriendo la nuca desde el mismo nacimiento del cabello hasta la curva en que el cuello se une al torso.
Tal vez inconscientemente o porque instintivamente algo la empujaba a hacerlo, la chiquilina mezcl� al ya audible jadeo su nombre susurrado quejosamente en tanto se dejaba caer contra su pecho desnudo; recorriendo el costado del cuello con min�sculos besos de pasi�n; Alexia escurri� las manos por los brazos hasta los codos y desde all� se dirigieron a la cintura desprendiendo los pocos botones de la camisa que faltaban, la abri� hasta que los s�lidos pechitos de Juliana asomaron bajo la protecci�n de un sucinto corpi�o y a tientas desenganch� el broche que un�a las dos tazas para que las temblorosas tetas cayeran oscilantes sobre el abdomen.
En muda rebeld�a pero acurruc�ndose m�s contra ella, Juliana inclin� la cabeza hacia el lado opuesto al tiempo que de su boca surg�a una poco convincente negativa y cuando los dedos de ambas manos de la checa sostuvieron la recia comba de los senos con cari�oso sobamiento, se hundi� mimosa contra ella; Alexia nunca hab�a sostenido sexo con una chica tan joven que, adem�s, era virgen de toda virginidad y no queriendo destruir la magia de ese momento a causa de su apresuramiento, reprimi� su anhelo mientras buscaba con la boca establecer contacto con el ladeado rostro a la vez que acariciaba en suaves manoseos la carnes de los pechos, rozando como al pasar unos cortos y gruesos pezones que ya se notaban endurecidos.
Definitivamente, Juliana estaba entregada, ya que con una mano echada hacia atr�s buscaba establecer contacto con su cabeza mientras la otra acompa�aba a los dedos en la maceraci�n de sus senos y entonces Alexia fue ech�ndola de costado hasta sostenerla acunada en su brazo izquierdo y tras depositarla en la cama con un cari�o infinito, se ech� junto a la muchacha que respirada afanosamente con un leve resuello de sus hollares dilatados; Juliana mostraba un angustia miedosa en sus ojos y fue en ese momento que, para acallar el balbuceo confuso de sus labios, aplic� los suyos sobre esa boca deliciosamente delineada.
Ese contacto pareci� actuar como un b�lsamo en la chiquilina que acall� sus indescifrables palabras y mansamente afloj� los labios para permitir a su boca ce�irse sobre ellos e iniciar un dulc�simo beso; sin ejercer una succi�n desmesurada porque supuso que ese deber�a ser su primer beso sexual, fue ejecutando un movimiento masticatorio al que los labios de la muchacha no s�lo aceptaron, sino que acompa�aron con una ductilidad que desdec�a su inexperiencia.
Envalentonada, la checa acerc� su cuerpo desnudo y en tanto la sosten�a por la cabeza para ir profundizando los besos, la abraz� con el otro hasta sentir como su piel ardiente se pegaba a la de Juliana y los pechos de ambas se aplastaban como si quisieran fusionarse; la mano en la espalda de la chica fue bajando a lo largo de la columna hasta tropezar con el obst�culo del la peque�a falda tableada y traspas�ndola, tom� contacto con una de las poderosas nalgas y cuando sinti� como la mano de la peque�a realizaba el mismo recorrido en sus espaldas desnudas, efectu� un movimiento ondulatorio por el que sus carnes se rozaron intensamente y que Juliana imito al tiempo que las piernas de ambas buscaban entrelazarse.
Sin dejar de besarla, la acomod� boca arriba nuevamente y encajando su cuerpo entre las piernas entreabiertas intuitivamente por Juliana, fue deslizando la boca por el cuello en diminutos besos que al arribar a la rubicunda urticaria de la excitaci�n fueron acompa�ados por la serpenteante lengua que refrescaba la piel ardiente; las manos experimentadas de la checa maceraban concienzudamente las ahora endurecidas tetas y el inicio de en incipiente gemido en la muchacha, la llev� a introducirse en el valle que separaba los senos e inclinando la cabeza, avasall� con la lengua la arruga que formaba el peso de la comba sobre el abdomen.
Como si el bagaje de todos esos meses de paciente instrucci�n aviesamente orientada al goce, hubiera hecho eclosi�n en la mente y el cuerpo de la peque�a, esta asent�a fervorosamente con un hilo de voz ahogada y su cuerpo se meneaba en un coito primitivo que deber�a de surgir como una manifestaci�n animal; la lengua tremolante de su mentora fue reptando hasta el v�rtice de la teta que mostraba una regular aureola rosada absolutamente lisa y recorri�ndola trepidante con la punta, arrib� a la gruesa y corta mama para vapulearla desde todos los �ngulos y cuando comprob� su endurecimiento, la rode� con los labios en una succi�n que, de delicada y conforme a los insistentes s� de su alumna, se transform� en agresivamente fuerte mientras �ndice y pulgar de la mano retorc�an sin lastimar al otro pez�n.
Los vagidos incipientes ya eran verdaderos ayes de satisfacci�n y con los brazos echados hacia atr�s, Juliana clavaba la cabeza en la cama al tiempo que ondulaba copulante el cuerpo y entonces Alexia no pudo reprimir por m�s tiempo su ansiedad; escurri�ndose a lo largo del abdomen, desprendi� la pollera del uniforme para sacarla por las piernas que la chica hab�a levantado siguiendo sus indicaciones y, tras hac�rselas encoger y abrir, se precipit� sobre la entrepierna.
Jam�s hab�a probado los jugos de una doncella tan n�bil y queriendo saber a qu� gustaban antes de cualquier contacto sexual, se regocij� al ver el aspecto de la prenda, cuyo peque�o tri�ngulo cubr�a apenas la rubia alfombrita velluda y por detr�s se perd�a como una delgada cinta entre las nalgas; acercando la cabeza, olisque� sobre ella y s�, pose�a una aroma muy particular que todav�a pod�a denominarse como fragancia, ya que entremezclaba salobres reminiscencias a mar con perfumes infantiles, aun sin esa acidez que la practica sexual otorga a las mujeres adultas.
La punta de la nariz trazaba un sinuoso camino sobre la trasl�cida tela a trav�s de la cual se ve�a claramente la hinchaz�n natural del Monte de Venus y el nacimiento de la rendija en el centro de la vulva y cuando los olores saturaron su olfato incrementando sus ansias, dej� a la lengua reemplazarla y los sabores superaron ampliamente lo esperado; el mismo meneo de la chica hac�a chocar su boca contra la tela y fantaseando con la dicha que le proporcionar�a realizar un cunni-lingus a ese sexo, empuj� las nalgas hacia arriba con las dos manos para que le fuera m�s f�cil acceder a toda la zona er�gena.
Juliana farfullaba cosas ininteligibles pero que evidentemente llevaban complacencia y alzando la cabeza para mirar la negra mata de cabello de la checa sobre el sexo, autom�ticamente llev� sus manos a sostener las piernas alzadas, descubriendo que la lengua ahora tremolaba entre las nalgas para luego ascender lentamente hacia la prieta entrada a la vagina, enjugar all� los jugos que expel�a espont�neamente y despu�s de subir delineando la traza de la rendija en la vulva, dar lugar a los labios que como los de un animal, parecieron devorar parte de la carnosa vulva junto a la empapada tela del slip.
Con ese delicioso bocado entre los labios, Alexia succion� con avidez y entonces la conjunci�n de fluidos la enardeci�; abriendo la boca como una boa, fue engullendo a tela y carne conjuntamente hasta arribar ad�nde la prenda se un�a en una cinta que habitaba apretadamente la hendidura entre las nalgas y con furia por ese obst�culo, llev� sus manos a los costado para tirar del slip hasta los muslos; alucinada por el aspecto infantil de ese ros�ceo agujero anal, llev� la lengua a estimularlo con delicados toques que estremecieron a la chica pero como ese no era todav�a un objetivo prioritario, recorri� r�pidamente el breve espacio del perin� y enfrent� la cerrada entrada a la vagina.
De la peque�a boca alien�gena brotaban diminutas gotas que flu�an del interior y afilando la lengua, delicadamente fue enjug�ndolas para sentir como ese sabor entre dulce y acre, engendraba una ternura que desconoc�a haber sentido jam�s por mujer alguna; seguramente era la virginidad de la chiquilina lo que la inspiraba y oblig�ndose a ser prudente, agit� la lengua para recorrer todo el derredor del sexo y entonces, provocada por los sabores y aromas, dilatando las narinas para acoger aun mejor esos perfumes, comenz� a recorrer la cerrada rendija de los labios mayores hasta arribar a la cima en la que, cubierto por una ros�cea caperuza, el cl�toris parec�a esconderse.
Alzando la vista desde esa profundidad, pudo ver como la muchacha, apoyada en los codos, se ergu�a para seguir su actividad con ojos fam�licos; en su nariz cosquilleaba la todav�a incipiente alfombrita dorada del vello p�bico y sabiendo que a esa zona converg�an secretos caminos de la sensorialidad m�s aguda, hurg� en las apenas enruladas hebras y junto al sabor de la transpiraci�n, sinti� como el vientre de la peque�a se contra�a al tiempo que aquella dejaba escapar su aliento en apenas audibles asentimientos.
Aun a riesgo de espantarla, moj� con saliva la yema de su dedo mayor y haci�ndolo perderse entre las nalgas, busc� y estimul� con infinito cuidado el haz de esf�nteres anales, recibiendo como respuesta un acrecentamiento en los susurros complacidos de la jovencita; sin penetrarla, porque para eso ya habr�a tiempo y oportunidad, recorri� el velloncito dorado hasta recalar en donde se hund�a el cl�toris y penetrando la raja para buscar la punta escondida, consigui� sacarlo a la superficie.
Mientras el dedo recorr�a excitando la hendidura entre las nalgas para finalmente volver a estimular suavemente al ano, el �ndice y pulgar de la otra mano acudieron a ayudar a la lengua y sosteniendo entre ellos el peque�o pene femenino, fueron excit�ndolo en un m�nimo s�stole-di�stole mientras ella buscaba con la punta debajo del capuch�n epid�rmico y de esa forma accedi� a la cabecita en forma de bala que proteg�a una trasl�cida membrana; progresivamente, Alexia notaba como el pene iba cobrando rigidez al tiempo que aumentaba de tama�o y entonces la boca suplant� a los dedos en un tenue chupar que, en la medida que escuchaba a la chica incrementado sus ayes, aument� la fortaleza de la succi�n.
El chupar ese �rgano virgen la excitaba como nunca ante lo hiciera mujer alguna y, dejando a los dedos ejerciendo esa m�nima masturbaci�n al cl�toris, hizo abandonar el ano a la otra mano y con los dedos separ� las labios mayores que cedieron blandamente a la exigencia y ante su vista se despleg� un panorama in�dito, lejana a la abundancia y consistencia que pose�an los de su madre, los labios menores delataban su corta edad, ya que se reduc�an a dos l�neas paralelas apenas fruncidas que no se alzaban tan apetitosas como las de Dolores, pero esa misma conformaci�n infantil era lo que las hac�a m�s deseables para la viciosa mente de la checa.
Alucinada por ellas, dio a la lengua un poderoso tremolar y azot�ndolas con cierta fiereza, comenz� a recorrerlas de arriba abajo y, como al parecer las canes reaccionaban al est�mulo llen�ndose de sangre e incrementando por ello sus dimensiones, altern� el escarceo con bocados que m�s parec�an mordiscones y que hicieron prorrumpir a la chiquilina en hondos gemidos que aun la excitaban m�s a ella; con el entendimiento nublado por el deseo y la pasi�n, se adentr� en el hueco nacarado en cuyo centro campeaba el agujero exageradamente grande de la uretra y debajo la entrada a la vagina de la que surg�an fragantes flatulencias y a su influjo, fue escurriendo a lengua y labios hacia ella para deleitarse nuevamente en saborear sus jugos.
Los ahora sonoros reclamos de la muchacha, el meneo copulatorio de su pelvis y su propia calentura, la llevaron a que asentara los labios como una ventosa a la boca h�meda de la vagina mientras que su lengua experta, se alargaba y penetraba a recoger el fruto l�quido del �tero; haciendo que sus mejillas se hundieran por la intensidad de las succiones y al tiempo que la lengua se mov�a aleatoriamente en la cavidad, degust� las sabrosas mucosas hasta que ah�ta de tanto placer, retrep� hacia donde los dedos hab�an convertido al cl�toris en un verdadero pene en miniatura e introduci�ndolo en la boca, lo chup� apretadamente mientras llevaba a �ndice y mayor de la otra mano a introducirse muy lentamente a la vagina.
Aunque lo comprobara con la lengua, la estrechez virginal de la muchacha era verdadera, ya que aun sus finos dedos encontraban resistencia a transitar m�s all� del vest�bulo y supuso que inevitablemente se enfrentar�a a un himen intacto, dada la intensidad en sus ayes que manifestaba la peque�a; la introducci�n de los dedos ciertamente la conmov�a , ya que hab�a cesado en su meneo y envarada seguramente por el temor a lo desconocido, parec�a suspendida a la espera de comprobar si aquello era tan maravilloso como se lo pintara su mentora y contemplara en el video.
Aun concentrada en la minetta, la checa escuchaba los sollozos contenidos que sacud�an el vientre de Juliana y habiendo encontrado la oposici�n a los dedos de un tejido que parec�a una especie de polietileno delgad�simo, emocionada ella misma por desvirgar a una mujer por primera vez en su vida, empuj� decididamente hasta sentirlo rasgarse luego de distenderse el�sticamente y ante el grit� dolorido de la chica, prosigui� su camino hasta que los otros dedos le impidieron ir m�s all�; tensamente paralizada, con la sangre retumb�ndole en las sienes y el llanto contenido tanto como el grito, Juliana sinti� a los dedos presionando en su interior y cuando los dedos estiraron la telilla, un intenso sufrimiento fue invadi�ndola pero cuando finalmente esta se desgarr�, un dolor intens�simo la atraves� como un estilete y el grito estent�reo surgi� de su boca mientras la tensi�n ced�a y los m�sculos contra�dos de la vagina cedieron paso a los invasores.
De tosas maneras. eso no significaba que los dedos femeninos no le parecieran desmesurados, sino que parec�an llenar la capacidad del canal vaginal, especialmente cuando Alexia comenz� a moverlos como si rascara, porque ese movimiento activ� arcanas respuestas de su cuerpo y, junto con el placer que era sentir la boca de la mujer satisfaci�ndose en el cl�toris, un escozor que nac�a desde el mismo fondo de la vagina, se expand�a por el vientre, picaneaba los senos, hurgaba en la base del cr�neo y desde all� descend�a por la columna hasta la zona lumbar donde estallaba en la revelaci�n de un goce infinito y desconocido al que no deseaba perder nunca.
Los dedos sapientes de la checa buscaron en la cara anterior la ubicaci�n de esa callosidad que, m�s o menos desarrollada tienen todas las mujeres y, encontr�ndola muy cercana a la entrada, la estimularon y ah� s�, la chica se manifest� como toda una mujer, ya que acuciada por el deseo, volvi� a menear copulatoriamente la pelvis y presion� su cabeza con ambas manos como pidi�ndole la intensificaci�n del acto; Alexia deseaba hacer obtener a la chiquilina su primer orgasmo y considerando que ya estaba lista, agreg� a labios y lengua los dientes sobre el crecido cl�toris y haciendo penetrar al anular en ayuda de los otros dedos, form� una cu�a formidable con la que comenz� un cadencioso vaiv�n.
Las sensaciones escapaban a su entendimiento y en tanto padec�a la huesuda cu�a moverse en su sexo como un ariete que entraba y sal�a, lo que hac�an los dientes excitando con placentero martirio al cl�toris, termin� por sacarla de quicio y de su boca comenzaron a salir, confundidas, tanto injurias a la virtud de la checa como bendiciones por lo que estaba haci�ndole, exhort�ndola al mismo tiempo a hacerla gozar m�s, much�simo m�s; satisfaci�ndola, Alexia junt� los cuatro dedos e introduci�ndolos verticalmente a la vagina, consigui� traspasar la frontera �sea de los nudillos y entonces, entre los gritos, asentimientos y rugidos de Juliana, coloc� la mano horizontalmente para curvar los dedos en un rascado individual y distinto para despu�s, nuevamente unidos, entrar y salir con el �mpetu de un verdadero falo.
Por los corcovos y meneos de la muchacha que, entre bramidos y suspiros parec�a querer desgarrar sus propios senos con las manos, su mentora comprendi� que era el momento y aceler� la masturbaci�n en tanto se esmeraba con toda la boca, devorando al cl�toris casi con sa�a; seguramente las revoluciones internas que provocaba ese primer orgasmo en la muchacha la desesperaban y de esa manera se sacudi� conmovida mientras de su boca escapaban involuntarios ayes y gemidos que finalmente parecieron hacer eclosi�n cuando Juliana se envar� paralizada al tiempo que crec�a el grito y la checa sinti� correr entre los dedos la tibia marea de su primera eyaculaci�n.
Acost�ndose junto a la temblorosa joven que perdiera la virginidad a sus manos y todav�a se estremec�a sacudida por los remezones de las contracciones de su vientre, sec� la empapada frente con parte de la s�bana para luego recorrer minuciosamente el hermoso rostro adolescente con menudos besos que hac�an gru�ir de gusto a quien convirtiera en mujer y cuando Juliana abri� los ojos todav�a llorosos para sumirse con sumisa adoraci�n en los suyos a la par que de su boca tr�mula surg�a un susurrado agradecimiento que entrecortaban la emoci�n y la falta de aliento; con delicadeza y tacto singular, Alexia le hizo saber que de ah� en m�s no s�lo ser�an amantes sino que la introducir�a al maravilloso mundo del lesbianismo del que su iniciaci�n s�lo fuera una m�nima parte.
Ante sus discretas y perplejas preguntas de s� esa era una situaci�n corriente entre las mujeres, Alexia se sincer� totalmente al explicarle que, si bien era mucho m�s habitual de lo que mucha gente cre�a y la mayor�a de sus practicantes negaban enf�ticamente, todas las mujeres de cualquier origen, cultura y religi�n, por esa condici�n innata del maternalismo, s�lo en el trato cotidiano gustaban de abrazarse, acariciarse y besarse, aunque fuera superficialmente y hasta era socialmente aceptado; en cuanto a lo �ntimo, la mujer en general es proclive a contar a otras todo lo relativo a lo sexual, desde desarreglos ginecol�gicos o enfermedades hasta las m�s intensas relaciones que sostienen con hombres, casi como una necesidad biol�gica y lo m�s extra�o es que son comprendidas por las dem�s como si formara parte de su naturaleza.
De la misma forma y aunque se informan entre s� m�s a menudo que los hombres, no existe un �manual� que les ense�e su comportamiento sexual a la hora de en contarse por primera vez con un hombre y s�, esas practicas entre ellas no s�lo les ense�a a disfrutar m�s de su cuerpo sino tambi�n c�mo corresponderle al amante sin importar su g�nero y hasta mejoran notablemente la relaci�n de pareja; lamentablemente la influencia de las religiones en la sociedad, hac�an que el general se estigmatizara a las mujeres que gustan satisfacerse en otras al definirlas como homosexuales cuando en realidad son fervorosas practicantes del sexo en su plenitud, sin condicionamientos ni vicios, c�mo sistem�ticamente ocultan los heterosexuales.
Aunque lo que hicieran de ese momento en adelante no ser�a sucio ni homosexual, sino una manifestaci�n de sus sentidos en el apogeo que, sin embargo, deb�an mantener en secreto para no exponerse al juzgamiento de los dem�s; en tanto seduc�a la mente f�rtil de la chiquilina, sus manos no permanec�an ociosas y recorr�an como al descuido la preciosa piel de la chiquita que, en correspondencia y clara aceptaci�n de sus sugerentes palabras, tambi�n hab�a llevado los dedos a reconocer por primera vez el cuerpo de una mujer.
Los dedos se atrev�an sobre la maciza carne de los magn�ficos pechos de la checa y tr�mulos, parec�an asombrarse ante la profusi�n de los gr�nulos en las dilatadas aureolas y rozaban imprecisos los largos pezones, hasta que una mano decidida, se cerr� sobre la comba para tantearla con prudencia y viendo la sonrisa de asentimiento de su mentora, comenz� a sobar cuidadosamente toda la superficie; Alexia hab�a llevado su mano derecha hacia el bajo vientre de la muchacha y al tiempo que jugueteaba sobre la mojada alfombrita de oro, le pidi� con lasciva intencionalidad que le chupara los senos.
Para su sorpresa, fue como si hubieran liberado a la chica de alg�n anclaje, un secreto ancestral que la manten�a reprimida, ya que se desliz� con angurria hacia abajo y en tanto tanteaba y manoseaba las tetas como para comprobar la solidez de su aspecto, a imitaci�n suya o quiz� de manera at�vica, busc� con la lengua que hizo vibrar como la de un reptil, establecer contacto con la dispareja superficie de una aureola en tanto rascaba tenuemente con sus cortas u�as los diminutos gr�nulos de la otra.
Por la avidez con que estrujaba los senos y su boca se hacia due�a alternativamente de los pezones, daba la impresi�n de un naufrago sediento que se atoraba con su saliva por el frenes� con que chupaba y lam�a a la vez, hasta que la checa, calm�ndola con suave voz y caricias a la rubia cabecita, le pidi� que se tranquilizara y que juntas iban a realizar algo por lo que ella aprender�a qu� hacer imit�ndola en todo; acost�ndola m�s abajo y en el centro de la cama, busc� en la mesa de noche un pomo de gel de lubricante afrodis�aco y despu�s de entretenerse untando con �l todo el interior y exterior del sexo de la boquiabierta muchacha, eligi� dos consoladores de mano que semejaban en todo a los verdaderos y subi�ndose a la cama, coloc� las rodillas por encima de la cabeza de Juliana e inclin�ndose, dej� que la lengua escarbaba suavemente en la boca de la muchacha que, r�pidamente, pareci� comprender la idea.
Asimilando r�pidamente las cosas, los labios de la jovencita se movieron para responder a los besos y la lengua entr� en franca competencia con la suya mientras alzaba los brazos y acariciaba tiernamente sus negros mechones y presionaban la nuca para intensificar el vigor de los besos; gratamente impresionada por la predisposici�n que la muchacha demostraba para recibir y dar, Alexia llev� sus manos a los pechos que se ergu�an desafiantes con esa solidez de los m�sculos todav�a en maduraci�n y s�lo manoseados minutos antes por ella misma y busc� con las tenazas que formaban los pulgares e �ndices de ambas manos los gruesos pezones para comenzar a hacerlos rodar entre ellos.
Mientras tanto, la boca fue abandonando los besos para deslizarse hacia el ment�n y desde all� se desbarranc� por el cuello a lo largo de la traquea saliente, hasta arribar al pecho que hab�a incrementado su rubicundez y refresc�ndolo con la lengua, fue aproxim�ndose al valle que se estrechaba entre los senos; entendiendo el juego de espejo, Juliana demostr� su capacidad para improvisar, ya que, a imitaci�n suya, labios y lengua recorrieron su cuello y ahora se alojaban entre la masa colgante de los senos; cuando la checa lade� la cabeza para comenzar a trepar la ladera m�rbida de la teta, ella ejecut� similar tarea con la suya pero, angurrienta como ante una golosina, alcanz� antes el largo pez�n de su mentora para, luego de fustigarlo reciamente con la lengua, ir envolvi�ndolo con los labios en avariciosas chupadas.
Feliz con esa r�plica, Alexia se apresur� a hacer lo propio con el pez�n ya excitado por los dedos y ensayando una suerte de masticaci�n, lo succionaba intensamente mientras la lengua lo azotaba en el interior de la boca y los dientes contribu�an con sus filos a hacer mas exuberante la respuesta de la muchacha, que la imit� con destreza al tiempo que con sus dedos retorc�a la mama del otro seno; la incontinencia que demostraba su alumna era comparable con la su madre y pensando en ellas, en el d�a en que consiguiera juntarlas en una cama, despu�s de llevar al l�mite la resistencia de la jovencita con mordisqueos y retorcimientos en los que hund�a sus unas al pez�n y siendo correspondida con similar sa�a por Juliana; con un rugido de bestia encelada, se desliz� por el chato vientre apenas musculado y r�pidamente accedi� a la sabrosa alfombrita. Pasando sus manos por debajo de las nalgas de la chica, la forz� a levantarlas y entonces Juliana, sabiendo cu�l era la pretensi�n de la checa, encogi� las piernas abiertas para que esta alcanzara toda la zona ven�rea y ella misma busc� el sexo de la mujer.
La fortaleza de los muslos de la checa era notable y daban justo sustento a los gl�teos poderosos que as�, vistos desde abajo y a tan corta distancia, constituyeron un atractivo insuperable para la jovencita que, por primera vez se encontraba ante un espect�culo semejante; nunca hab�a imaginado que la grupa de la checa fuera tan prominente y por consiguiente, la hendidura entre las nalgas se constitu�a casi en un abismo que, pulido en el fondo, dejaba ver al final el negro haz de pulsantes esf�nteres del ano y m�s all�, el bulto casi grosero de la vulva, por cuyo labios mayores entreabiertos por la posici�n, escapaban ros�ceos frunces de los menores.
Lo que asombraba a la jovencita era no experimentar repulsa alguna por sentir las vaharadas de los fuertes olores genitales que en sucesivas eyaculaciones pero no orgasmos de la checa mezclaran sus mucosas y s� su natural propensi�n para lo que tuviera que ver con el sexo; todo la embelesaba y no sab�a realmente por donde empezar pero fue Alexia la que se encarg� de guiarla, ya que hab�a dirigido sin titubeos su boca al ano e imit�ndola, estir� el cuello y la punta de su lengua roz� vibrante la tripa que, arrugada, se sum�a como un embudo pero fue su pulsante encogerse y abrirse lo que la fascin� y sintiendo c�mo Alexia hac�a lo propio en la cerrada oposici�n del suyo, instintivamente envar� la lengua empujando levemente y para su contento, los bordes cedieron blandamente dej�ndola abrirse paso entre ellos.
Por su parte, la checa enfrentaba ofuscada la resistencia natural de esos esf�nteres que s�lo dejaran pasar entre ellos las deposiciones de la chiquilina y aunque se esforz� con toda su sapiencia y artima�as, s�lo obtuvo una breve dilataci�n que ella aprovech� para introducir la punta afilada de su dedo �ndice y como los gemidos de la chiquilina le indicaban sobresalto pero no as� la entusiasta m�nima sodom�a que realizaba en su ano experto con casi toda la lengua introducida en el recto, hundi� el dedo hasta que la mano le impidi� ir m�s all� e inici� un cadencioso vaiv�n copulatorio en la primera sodom�a que experimentaba Juliana.
Porque en su ni�ez -que no estaba tan distante - hab�a recibido y sufrido varios enemas, la jovencita no supon�a que esas caricias y la introducci�n del dedo iban a depararle semejante goce, ya que desde all�, un agradable picor se expand�a por todo su cuerpo e inexplicablemente, hacia que en el fondo de la vagina se produjeran agradabil�simas contracciones y en consecuencia, sac� la lengua de la oscura abertura e introdujo en ella su �ndice, parodiando la sodom�a de la checa; ah� se produjo un verdadero c�rculo que de tan vicioso se convirti� en virtuoso, ya que ambas sufr�an y disfrutaban a la vez de sus rec�procas penetraciones y cuando en su entusiasmo Alexia sum� otro dedo al �ndice, la chiquilina se apresur� a remedarla y esa misma aceleraci�n del enardecimiento hizo que se penetraran tres dedos hasta que, en medio de ayes, gemidos y grititos, recibieron juntas el premio su una eyaculaci�n tan profusa como fragante.
El sentir c�mo sus dedos resbalaban sobre la abundancia de las mucosas no las arredr� ni disminuyeron el fervor que las invad�a, ya que la eyaculaci�n s�lo hab�a sido una manifestaci�n natural de sus gl�ndulas y cuando la boca de la checa comenz� a trepar el costur�n de los labios mayores a los que separ� con la presi�n de los suyos moviendo la cabeza de lado a lado, Juliana reflej� esa acci�n y pronto sus labios y lengua se deleitaban en la frondosidad de los labios menores de Alexia.
La desviaci�n sexual de la psic�pata nublaba su entendimiento y deseando poseer a la muchacha tanto como que esta lo hiciera con ella, busc� a tientas los consoladores y despu�s de pasar uno por debajo de su cuerpo para que Juliana lo alcanzara, le dijo a esta que ahora s� iban a disfrutar realmente de un sexo total, con lo que, con infinito cuidado, fue haciendo entrar el suyo a la vagina de la peque�a; una cosa eran los dedos y muy otra el tama�o de ese glande que, aunque el�stico y suave, ten�a el tama�o de algo que la muchacha no supuso jam�s poder soportar.
La checa hab�a seleccionado esas vergas artificiales porque, aunque poderosas, no exced�an en volumen a un falo verdadero, ya que apenas alcanzaban los veinte cent�metros de largo y su grosor no superar�a los tres y medio o cuatro; despaciosamente y tratando de no hacerla sufrir, hizo que la ovalada cabeza fuera dilatando los tejidos y tras una leve oposici�n de los m�sculos vaginales, estos fueron cediendo mansamente.
Juliana, que aguardaba expectante un sufrimiento terrible al suponer c�mo sentir�a desgarrarse los esf�nteres vaginales, descubri� con asombro que, lejos de dolerle, esa dilataci�n le proporcionaba una dicha in�dita y su paso entonces se convirti� en un placer inigualable que la hizo prorrumpir en hist�ricas exclamaciones de un placer inefable y que desorientaron a la checa quien no esperaba una reacci�n tan entusiasta en esa muchacha que cre�a estar violando.
Con agradecida euforia, Juliana volvi� a abalanzarse sobre el sexo de esa mujer que la introdujera a un mundo tan incre�blemente m�gico y entonces esta, tras hacer llegar la verga hasta sentirla interceptada por la l�gica estrechez del cuello uterino, comenz� la retirada al tiempo que le ped�a a la chiquilina que ella tambi�n la penetrara con el consolador; aun sin experiencia y por las maravillas que sent�a en su propio sexo, la muchacha, con una mezcla de temor y avidez, fue introduciendo a la vagina ese miembro que a ella le parec�a enorme pero que fue desliz�ndose como por un conducto natural en esa vagina que la checa dilataba o comprim�a a su antojo.
Cuando las dos vergas estuvieron en su interior y Alexia inici� un lento vaiv�n copulatoria en el cual variaba constantemente los �ngulos de la penetraci�n, la voluntariosa jovencita la imit� en todo y volviendo a ocuparse de excitar los respectivos cl�toris con hondos y hasta crueles succiones, como fundi�ndose una en la otra, se perdieron en esa exquisita inconciencia que otorga el placer sexual en su m�s alta expresi�n hasta que al un�sono, prorrumpiendo en bramidos y estent�reos ayes gozosos, fueron alcanzando el cl�max y en medio de mimosos gru�idos, ralentaron sus chupeteos y penetraciones mientras ca�an en ese delicioso letargo post coito que otorga la satisfacci�n plena.

Tratando de que sus acoples vespertinos no influyeran en los estudios ni el comportamiento de su disc�pula, Alexia fue descubriendo que esta era como un diamante en bruto al que s�lo hacia falta pulir para que luciera en su m�ximo esplendor, que en la muchacha se manifestaba en una natural predisposici�n f�sica y mental para el sexo y hasta compart�a con ella esa cuota de perversi�n y sadomasoquismo que es necesaria cuando se desea hacer de lo sexual un culto; �vida por aprenderlo todo, la chiquilina se prestaba a sus m�s disparatadas propuestas y de esa manera fue probando los distintos �juguetes� de la checa.
Con lasciva fruici�n disfrutaba de esos mismos �rosarios� de distintos tama�os que Alexia tambi�n usaba en su madre, aquel otro consolador el�ctrico cuya cabeza llena de surcos helicoidales giraba en un sentido mientras que el primer tramo del tronco, con diversas ondulaciones, giraba en el opuesto y la parte posterior, fija, estaba cubierta por excrecencias de diferente grosor; tambi�n disfrutaba con ese en el que su primera secci�n era inflable y se dilataba a gusto dentro del canal vaginal para que su superficie rugosa simulara un peque�o parto al ser retirado o se volv�a loca por ese soberbio martirio que provocaban los ganchos con �cocodrilos� que aprisionaban a cl�toris y pezones y que por medio de finas cadenas met�licas, recib�an aleatorias descargas el�ctricas desde un comando que variaba su intensidad y duraci�n y, el epitome del goce lo obten�a cuando era penetrada por sexo o ano con aquel fant�stico pr�apo que portaba el arn�s.
Demostrando la ambivalencia de su condici�n sexual, elevaba los acoples al nivel de excelsos cuando era ella quien tomaba el papel protag�nico y utilizaba esos artefactos en su mentora, lo que hac�a a aquella muy feliz y realmente se ve�a en aprietos cuando deb�a desechar im�genes para la compilaci�n final que estaba pr�xima, ya que a la consumaci�n de su plan s�lo le faltaba un acto el cual le era dif�cil concretar por cuestiones de tiempo y lugar; esos seis meses primeros hab�an ido acomodando las cosas y, m�s calmados los apetitos iniciales, consigui� morigerar sus encuentros con Alejandro a las tardes de martes y jueves en el estudio y, eventualmente pero siempre a su arbitrio, alguna noche excepcional, ya que noche por medio, la dedicaba a satisfacer el hambre desmedida que cada vez m�s manifestaba la cuarentona.
En el caso de Juliana, la cosa era m�s el�stica, ya que ten�an para ellas los lunes, mi�rcoles y viernes por la tarde y alguna escapada que la todav�a cronol�gica adolescente pero en la pr�ctica una consumada lesbiana, realizaba a su cuarto de mutua acuerdo previo; quien realmente le significaba un enigma por la manera en que realizar el�approach� era Facundo, ya que el muchacho se mov�a en forma totalmente independiente con respecto al funcionamiento de la casa y los h�bitos familiares.
Finalmente crey� haber encontrado una excusa que tal vez incitar�a al muchacho y por eso, la ma�ana siguiente y cuando en la casa estaban las dos mujeres de servici�, se visti� cuidadosamente para provocar la situaci�n y espiando cuando sal�a de su cuarto, lo abord� para decirle que deb�a ir a un m�dico en la parte vieja de San Isidro pero c�mo desconoc�a el lugar, tem�a no poder encontrar el consultorio y si �l podr�a ser tan amable como para alcanzarla hacia el lugar; Facundo y tal como le dijera su hermana era un joven pagado de su estampa y ciertamente puta�ero, que vio en el pedido de la institutriz de Juliana la ocasi�n de acercarse a aquella mujer que lo tentaba desde el primer d�a y con la cual se relam�a al observar lo abombado del pecho y esas largas piernas que la mezquindad de los vestidos dejaba ver casi por completo.
Decidido a aprovechar la ocasi�n, la condujo lentamente por la chuecas calles empedradas al tiempo que, veladamente trataba de interrogarla sobre su edad y por qu� no sal�a de la casa m�s que para compras personales, mientras la hac�a entrar en confianza cont�ndole cosas de sus pr�cticas deportivas como jugador de rugby; en realidad, ambos quer�an la misma cosa y era gracioso el mutuo rol de cazador y v�ctima que realizaban hasta que, como quien no quiere la cosa, Alexia se coloc� de costado en la amplia butaca de la 4X4 y con la espalda apoyada en la portezuela, acomod� de trav�s la pierna izquierda al tiempo que manten�a la otra derecha, con lo que la corta falda del min�sculo vestido se alz� y el muchacho pudo ver que la entrepierna de la imponente morocha esta totalmente al descubierto.
Ella segu�a la conversaci�n como si nada sucediera mientras hac�a como que no se daba cuenta que Facundo estaba buscando una calle m�s solitaria y que finalmente deten�a el veh�culo donde una terminaba frente al terrapl�n del ferrocarril; trabando las puertas el�ctricamente y confiando en el polarizado a espejo de los vidrios, el joven estir� una mano para deslizarla desde su rodilla hacia la entrepierna a la par que se corr�a en el asiento para presionarla contra la portezuela; d�ndole la bienvenida con mimosos arrumacos, la checa estir� los brazos para envolver su cabeza y atraerlo para acelerar el beso que se tradujo en una especie de agresi�n mutua en la que descargaban la tensi�n de desearse tan intensamente.
En medio de rugidos en los que las bocas se un�an en h�medos besos fruto de los lambetazos con que sus lenguas se trababan en recia batalla, las manos no se daban descanso y as� como el estrujaba por sobre el vestido las grandes tetas que ella dejara sin corpi�o, Alexia buscaba la entrepierna del muchacho para abrir el vaquero en busca de la verga; dejando a boca y manos quietas un momento, �l se quit� los pantalones al tiempo que la checa se desprend�a del vestido por encima de la cabeza para quedar tal como viniera al mundo; ver tan esplendoroso espect�culo obnubil� al muchacho y haciendo que el respaldo del asiento se deslizara hacia atr�s casi en forma horizontal, la recost� boca arriba para abalanzarse sobre sus pechos oscilantes.
O estaba muy caliente o desconoc�a el placer y la ciencia del juego previo, pero eso a la checa no le interes� cuando vio el tama�o que, aun tumefacta, ten�a la verga de Facundo; el corpulento muchacho no daba abasto para lamer, besar y chupetear los senos que sobaba enloquecido entre los dedos de sus manazas y seguramente al influjo de los efluvios del fino perfume que ella colocara en sus ingles mezclado con las naturales flatulencias del sexo, sin dejar de manosear reciamente las tetas, baj� hasta tomar contacto con ese Monte de Venus totalmente depilado y haciendo tremolar la lengua, se excit� con la gordezuela prominencia; a pesar de que las mujeres ocupaban el primer lugar en sus preferencias sexuales, la checa tambi�n era afecta a disfrutar de un hombre poderoso penetr�ndola y con ese objetivo en mente, abri� y encogi� las piernas a fin de facilitarle todo cuanto quisiera hacerle.
Notando que la institutriz estaba entregada, �l escarb� con la lengua sobre el voluminoso cl�toris y en tanto lo estimulaba, fue abriendo con los dedos los labios mayores, entre los cuales se escurri� para someter con la lengua la profusi�n de retorcidos frunces y despu�s de recorrerlos de arriba abajo y atraparlos glotonamente entre los labios, descendi� a su verdadera meta que era el agujero de la vagina que, dilatado y mojado por el abundante flujo, supo como una golosina cuando Facundo introdujo al interior la lengua para reconocer la c�lida piel que el sexo le ofrec�a.
Alexia estaba encantada por tal vehemencia y levantando la cabeza para contemplarlo haciendo esas maravillas en su sexo, le exigi� con ronca avidez que la poseyera de una vez; reaccionando como si estuviera esperando ese pedido, �l se incorpor� y aunque ella no era f�cil de manejar, la dio vuelta boca abajo para encogerle las piernas hasta que quedara arrodillada en el borde del asiento, alz�ndole la poderosa grupa para buscar en su v�rtice el agujero de la vagina con la verga.
Esta ya no era el voluminoso colgajo que divisara y manejada por su mano, fue introduci�ndose en el sexo muy lentamente, acci�n que ella agradeci� al comprobar que el falo era monstruosamente grueso y al parecer superar�a en mucho el largo del de su padre; a medida en que el miembro la penetraba, ella tuvo real conciencia de que nunca nadie, entre tant�simos hombres que la hab�an sometido, hab�a sido poseedor de semejante portento y lo calificaba de tal porque, aunque lo sent�a lacerando sus traqueteados tejidos vaginales, el goce masoquista que experimentaba no se igualaba a nada.
Finalmente, cuando el pr�apo traspuso el cuello uterino y el glande restreg� las mucosas uterinas, aunque ese dolor que experimentaba por primera vez en su vida parec�a carcomerle las entra�as, su ves�nica depravaci�n se revel� y asi�ndose con ambas manos al respaldo, ella misma se dio impulso para proyectar su cuerpo hacia el del muchacho que, sorprendido por tan entusiasma manifestaci�n cuando la mayor�a de las mujeres se indignaba y lo rechazaba, la aferr� por las caderas e inici� un cadencioso menear de la pelvis que arrancaba en la europea sollozos entremezclados con dichosas risitas que el ahogo del llanto sofocaba, pero ella misma, en esa desenfrenada cabalgata en que era sometida como una verdadera perra que era, le exig�a al vigoroso joven cada vez m�s.
Facundo conoc�a lo que la fenomenal verga produc�a en las mujeres y esa era la primera que no s�lo lo soportaba sin recrimin�rselo sino que, como posesa, hac�a todos los esfuerzos para que el miembro llegara a sitios que ni �l misma visitara jam�s, pero su asombro no tuvo l�mites cuando Alexia le rog� que por favor la sodomizara con aquella maravilla; a pesar de las mucosas que el miembro extra�a de la vagina y que mojaban abundantes al sexo, con conciencia de lo que aquello significar�a para la checa, dej� caer una abundante cantidad de saliva en la hendidura y apoyando la punta del falo sobre el ano, empuj�.
Si bien ella esperaba aquello, tambi�n aguardaba ansiosa ese martirio que le har�a conocer cosas distintas entre las muchas vilezas a que se prestara gustosamente, pero el tremendo falo dilatando exageradamente los esf�nteres de una manera inigualable e in�dita, junto a un bramido de asentimiento, le provoc� un estent�reo grito que r�pidamente se convirti� insistente s�; cuando toda la verga estuvo dentro de la tripa y Facundo se detuvo por un instante antes de comenzar la sodom�a, ella se relaj� y al iniciar el muchacho un calmoso vaiv�n por el que su pelvis se estrellaba contra las nalgas en un pertinaz machacar, proclamando euf�rica que as� le gustaba ser culeada, contribuy� con el hamacar del cuerpo a tal fant�stico goce.
El magn�fico acople se prolong� unos momentos m�s y cuando ella le rog� a �l que le acabara dentro porque ya estaba lista para acabar, el retir� la verga del ano y tom�ndola por los cortos mechones renegridos, la dio vuelta. Poniendo el miembro contra su boca, le ordenarle que lo chupara hasta tragar su esperma; eso ya colmaba las expectativas de Alexia en exceso y c�mo sent�a el progreso incontenible del orgasmo revolucionando sus entra�as, tom� entre los dedos de una mano la verga y mientras los de la otra acariciaban la peluda redondez de los test�culos, sac� la lengua para dirigirla vibrante a escarcear sobre el ovalado glande.
El sabor indescifrable, oscuro y arcano de las mucosas intestinales, como siempre que saturaba sus papilas la enajen�, y entonces, mientras la lengua se esmeraba tremolante en eliminarlas de la cabeza y el surco, la mano toda resbal� sobre la olorosa lubricaci�n en lenta masturbaci�n a la vez que degustaba los fe�ricos sabores del recto; sus dedos no alcanzaban a rodear por completo el tronco descomunal, pero la mano sub�a y bajaba al tiempo que ella abr�a la boca para introducir en ella el glande y la sensaci�n de sentirlo dentro venci� a la prudencia, por lo que, abri�ndola desmesuradamente, sinti� que la mand�bula parec�a dislocarse blandamente para encerrar ese grosor desconocido.
Le parec�a imposible que su boca se dilatara de tal forma pero la verga, llenando por completo el interior, fue introduci�ndose lentamente hasta rozar la faringe y reprimiendo la arcada, comenz� a retirar la cabeza hacia atr�s, con lo que esa felaci�n se la hizo infinitamente placentera, ya que a su conjuro, los tirones que parec�an querer separarle los m�sculos de los huesos para arrastrarlos hacia el caldero de su vientre ,le anunciaban la proximidad del alivio y entonces, sinti�ndose superada por la pasi�n, inici� un lerdo vaiv�n de la cabeza en una fant�stica chupada mientras sus dedos entrenados buscaban y encontraban detr�s de los test�culos el agujero del ano masculino.
Sabiendo c�mo los hombres superaban ese prurito machista cuando eran debidamente penetrados para excitar su pr�stata y en tanto acompa�aba la mamada con un recio masturbar de los dedos, fue hundiendo la afilada punta del dedo mayor en la tripa para estimular al bultito que rodea la uretra con intensidad; enceguecido por la prodigalidad de la checa, el muchacho rug�a mientras la alentaba a hacerlo acabar mientras en dudoso halago ponderaba lo puta que era y esta, sintiendo ya escurrir desde el �tero el flujo oloroso del orgasmo, se esmer� en la acci�n hasta que en medio de bramidos ronquidos, �l expuls� una catarata de meloso esperma que ella degust� con avidez y apreciando la madurez del gusto a almendras dulces, la traseg� con fruici�n hasta percibir que de la verga no sal�a ya m�s nada y fue retir�ndola de la boca.
Recuperando el aliento, Alexia busc� en su bolso la toalla que pusiera previsoramente en �l y tras secar el sudor que le cubr�a el cuerpo, enjug� cuidadosa la exacerbada sensibilidad de vagina y ano, para luego recoger el vestido y poni�ndoselo por la cabeza, recuper� su aspecto habitual como si nada hubiera sucedido; Facundo, entretanto hab�a vuelto a colocarse el vaquero y de nuevo ante el volante, emprendi� el regreso a la casa en el entendimiento de que la visita al m�dico hab�a s�lo una excusa de la institutriz.

Con el recuerdo de la fenomenal cogida palpitando en sus carnes, esa tarde se dedic� unilateralmente a complacer debidamente a la jovencita, evitando ex profeso que aquella ni siquiera tuviera acceso a su cuerpo, pero esa noche y desechando la posibilidad de estar tanto con Alejando como con Dolores, se desliz� al cuarto del joven y all�, m�s calmados, se brindaron el uno al otro poniendo ella la experiencia y �l la fortaleza juvenil asociada al miembro descomunal; realmente fue una noche de fenomenal lujuria y en donde el jovencito, siguiendo sus indicaciones, alcanz� y le hizo alcanzar las m�s elevadas cumbres del placer.
Durante las horas en que permaneci� con Facundo, comprendi� que el joven, casi como un rasgo gen�tico, compart�a sus tendencias sadomasoquistas y una absoluta falta de moral ni escr�pulos, por lo que la noche siguiente, llev� con ella fragmentos del material compilado de Juliana y al verlo, el muchacho crey� tocar el cielo con las manos cuando contempl�, casi palpablemente, las perversidades y depravaciones de que era capaz su hermanita.
Aprovechando el entusiasmo del confundido muchacho, quien le pidi� ver repetidamente algunas escenas en las que su hermanita era sometida por la fant�stica verga artificial para luego usarla en ella pero resisti�ndose aun a verla cometiendo semejantes vilezas, Alexia lo convence que esas son solamente manifestaciones naturales de las desviaciones sexuales de la chiquilina comparables a las suyas y que pretende, paulatinamente, ir haciendo ingresar a la familia a vivir en una org�a permanente y total entre todos.
Dubitativo y temeroso tambi�n por las consecuencias que eso pueda acarrear, le pide ver m�s de ese material y se extas�a contemplando la desnudez y los secretos detalles de sexos, anos y tetas de Juliana; sibilinamente, y mientras juguetea con �l en mutuos manoseos en sus cuerpos, lo influencia con la detallada descripci�n de qu� groseras ignominias �l podr�a ejecutar en la ya envilecida inocencia de la adolescente y ante su irresoluta perplejidad, le sugiere que la acompa�e al cuarto de Juliana para observar la profundidad de su depravaci�n.

Pasando por su dormitorio antes de ir al de Juliana, se provee de algunos �juguetes� para despu�s entrar sigilosamente al cuarto de la muchacha, donde comprueba que esta duerma y haciendo entrar a Facundo, le dice que se siente en un butac�n al otro extremo de la habitaci�n y que si lo desea, podr�a participar cuando quisiera; encendiendo s�lo las luces imprescindibles para que la c�mara de alta sensibilidad funcionara correctamente, se quit� la bata y al retirar el cobertor, comprob� que la chiquilina acataba sus sugerencias de dormir totalmente desnuda por si a ella se le ocurr�a visitarla en cualquier momento.
Estando en la posici�n en que sol�a dormir, esto es, boca abajo y con una pierna encogida, Juliana se constitu�a para la checa en un apetecible bocado que, acost�ndose a su lado, se inclin� sobre la espalda y en tanto le acariciaba el largo pelo rubio, recorri� con labios y lengua los om�platos mientras el dedo medio de la mano derecha se perd�a entre las nalgas; Alexia conoc�a ya los gustos y vicios de la muchachita y el gru�ido mimoso que esta emiti� mientras acomodaba mejor el cuerpo, separando aun m�s las piernas, le indic� que el paso del dedo sobre la pulida superficie de la hendidura le plac�a y descendiendo por ella, visit� con delicadeza los esf�nteres anales a los que estimul� suavemente para luego seguir viaje hasta la boca de la vagina, mojada por el flujo natural en la mayor�a de las mujeres y all�, tras merodear por el borde resbalando en esa lubricaci�n, se introdujo en exquisita caricia que arranc� susurros agradecidos en la chica.
Retirando la mano, la oblig� a darse vuelta para llevar a esos labios entreabiertos el dedo mojado con sus jugos �ntimos que, aun sin abrir los ojos, la muchacha chup� con gula y en tanto paladeaba el conocido sabor, fue la lengua tremolante de la checa la que se abati� sobre ellos; como siempre que suced�a ese pr�logo, la ahora experimentada lengua de Juliana respondi� a la invasora con igual denuedo y pronto eran los labios los que se un�an y separaban golosos, fundamentalmente por lo que Alexia hac�a, estregando con la yema del mismo dedo la dorada alfombrita del Monte de Venus para luego introducirse profundamente en la vulva e iniciar un movimiento de sube y baja que coloc� roncos bramidos en la muchacha.
La mano parec�a ejecutar un juego mec�nico que, siguiendo la curva del cuerpo, se deslizaba con cansino ritmo sobre el vello p�bico, rozaba al cl�toris, se sum�a en la oquedad del �valo, estimulaba el diminuto agujero de la uretra y tras bordear los carnosos pellejitos que rodeaban la entrada a la vagina, repet�an el movimiento en sentido inverso; respondiendo a sus besos y lambeteos aun con mayor gula, la jovencita la estrechaba con un brazo al tiempo que su otra mano sobaba suavemente las pesadas tetas e instintivamente, su pelvis ejecutaba un tenue meneo copulatorio que, cuando Alexia extendi� el recorrido al interior de la vagina, se intensific� mientras la chiquilina encog�a las piernas abiertas.
Realmente, el ver a esa ni�a convertida en toda una hembra que respond�a primitivamente a la seducci�n de la mujer, cautiv� a Facundo, quien, despoj�ndose de los calzoncillos, se acerc� a la cama para acomodarse entre las piernas abiertas de su hermana; visto desde tan cerca, la maravilla que era ese sexo, hizo olvidar definitivamente al muchacho a quien pertenec�a y superponi�ndose a la actividad del dedo, fue acopl�ndose a su movimiento con la lengua
El contacto hizo saber a la checa de quien se trataba y mientras susurraba a la alarmada chiquilina que no tuviera miedo y confiara en ella, la sujet� firmemente contra la cama, multiplicando la actividad de su boca; Facundo hab�a apoyado sus fuertes manos en los muslos de Juliana para separar aun m�s las piernas al tiempo que su boca se abat�a sobre el ya inflamado cl�toris, al que la lengua fustig� reciamente y viendo que el meneo que la sorpresa hab�a paralizado, volv�a a adquirir ritmo, llev� la boca toda a explorar los arrepollados labios menores y luego de escaramucear en la entrada a la vagina, introdujo la lengua a tan fabuloso �mbito.
Despu�s de explicar sucintamente a la balbuceante muchacha que quien le estaba realizando el sexo oral era Facundo, lo que pareci� tranquilizar a la chica, Alexia se incorpor� para acaballarse sobre el pecho de Juliana e, inclin�ndose para que el sexo quedara exactamente contra su boca, le pidi� que la mamara; verdaderamente, la chiquilina que, cronol�gicamente aun lo era, demostraba tener una amplitud de criterio y discernimiento que exced�a a cualquier imaginaci�n desbocada, ya que, murmurando lindezas, se aferr� a sus muslos para buscar con la lengua vibrante el conocido cl�toris de su amante.
Facundo se estaba dando un banquete con todo ese magnifico sexo y tan pronto lam�a los lugares m�s rec�nditos como los chupeteaba o hasta en cierto momento lleg� a mordisquear incruentamente ciertas partes especialmente tentadoras; aun en medio de los acudimientos y los oscilantes pechos de su hermanita, alcanz� a divisar con qu� entusiasmo aquella se aferraba a las nalgas y muslos de la mujer al tiempo que con la boca daba cuenta de su perversa experiencia por la forma en que se saciaba en aquel sexo; consecuente con la revelaci�n de la lujuriosa incontinencia de la chica, aventur� dos dedos al interior de la vagina para que, curvados, exploraran todo el interior y eso debi� gustarle de tal manera a su hermana que, aun sofocada por el sexo de la checa, lo alent� a que la sometiera totalmente.
No obstante haberla visto disfrutar del poderoso consolador de la checa, �l sab�a que su verga pod�a hacer desastres en la chica pero sus instintos desbocados y la depravaci�n de aquella peque�a que aun no cumpliera catorce a�os pudieron m�s y estimulando al miembro en r�pida masturbaci�n para que adquiriera rigidez, lo apoy� contra la entrada a la vagina y, muy lentamente, empuj�; ella esperaba ese primer contacto con una verdadera verga pero no supon�a que esta fuera tan desproporcionadamente gruesa y despegando la boca del sexo de su amante, a medida en que el falo destrozaba y laceraba la piel del canal vaginal, abri� desorbitadamente lo ojos y con la boca espantosamente dilatada en un grito mudo, clav� las u�as en la muslos de Alexia quien ve�a complacida como la chiquilina sufr�a una verdadera violaci�n.
A pesar del cuidado que pon�a, el muchacho sent�a la oposici�n que los m�sculos le ofrec�an y sin embargo sigui� presionando hasta que la ovalada cabeza del glande fue interceptada por la cervix y no queriendo aumentar su sufrimiento, comenz� el movimiento de extracci�n que fue respondido por la ronquera de sus jade�tos convirti�ndose en repetidos sentimientos.
Aun a despecho de saber cuanto la lastimaba y el sentir semejante belleza en su interior, obnubilaron a la chiquilina que, y al tiempo que comenzaba a acompa�ar la cogida con los rempujones de su pelvis, se abalanz� sobre el cl�toris de quien le proporcionara tan estupenda experiencia y mientras lo chupaba y mordisqueaba, fue hundiendo tres dedos a la dilatada vagina de la checa quien, excitada como no lo estuviera en much�simo tiempo, sintiendo en su interior la precoz llegada de una eyaculaci�n, se dio vuelta �gilmente y buscando la cabeza del muchacho, le rog� a Juliana que no s�lo volviera a penetrarla con los dedos por el sexo mientras con la boca somet�a al cl�toris sino que tambi�n la sodomizara con su dedo pulgar.
Encantado con el inesperado tr�o, y sin dejar de hamacarse para penetrar m�s y mejor a su hermana, Facundo atrap� con su boca la de la institutriz mientras estrujaba la masa pendular de los hermosos senos; el espect�culo de esa trinidad resultaba excitantemente soberbio por ser de quienes se trataba, ya que no es habitual un acople m�ltiple protagonizado por una ni�a cuyo aspecto desment�a su edad cronol�gica, siendo pose�da por la monstruosa verga de su propio hermano, mientras satisfac�a con boca y manos a la espl�ndida mujer que era Alexia, quien desfogaba su pasi�n en los besos y caricias del muchacho a sus senos.
Durante un tiempo sin tiempo, confundidos en una amalgama humana, se debatieron en semejante espanto hasta que la checa, despu�s de volcar en la boca sedienta de la joven los abundantes jugos de su satisfacci�n, se desprendi� de los hermano para recostarse contra el respaldo de la cama y desde all� observar lo que ahora ser�a un mano a mano entre Facundo y Juliana.
El verse por primera vez cara a cara pareci� incentivar la libidinosidad de los hermanos y cuando �l se inclin� para besar y chupetear los deliciosas tetas de Juliana, esta le gui� las manos para que tambi�n sobaran a los senos mientras enganchaba instintivamente las piernas a al a grupa de su hermano para propiciar una mejor cogida con la presi�n de los talones en los fuertes gl�teos masculinos; a tan cota distancia y aunque hubiera acabado, Alexia pod�a sentir no solo los gru�idos y ayes que expresaban ambos amantes sino hasta el mismo calor que irradiaban sus cuerpos j�venes a los que cubr�a el sudor con una patina brillosa e inconscientemente, mientras con una mano se dedicaba a sobar sus propios senos, la otra estregaba deliciosamente al cl�toris para aventurarse ocasionalmente hasta la misma entrada a la vagina.
Por su parte, la chiquilina no daba cr�dito a su propia resistencia para no s�lo soportar la portentosa verga de su hermano sino a disfrutarla con tanto deleite y despu�s de que el muchacho la penetrara con hondos remezones en los que le parec�a sentirla hasta dentro del est�mago, ella le propuso ir cambiando de posici�n, sugiri�ndole que �l ocupara su lugar; tal como hac�an juntas, la jovencita se acuclill� con las piernas abiertas sobre el tremendo falo y bajando el cuerpo muy lentamente, fue penetr�ndose con el portento en medio de profundos gemidos que reprim�a mordi�ndose los labios.
Finalmente su sexo restreg� la espesa mata velluda de la entrepierna de Facundo e inclin�ndose sobre �l para que se asieran por las manos, as� equilibrada, comenz� a subir y bajar el cuerpo y cada vez le parec�a la primera, tanto era el goce que encontraba con semejantes bestialidad en su interior; tal como aprendiera a hacerlo con la checa, daba expansi�n a tanto disfrute junto con groseras alusiones a cuanto placer sent�a al se pose�da de esa forma y c�mo, el hecho de que fueran hermanos, parec�a haber sensibilizado especialmente ciertas partes de su cuerpo.
Mirando a la checa que se encontraba a poco m�s de medio metro de ella, la jovencita incrementaba su calentura con la observaci�n de c�mo aquella se penetraba la vagina con tres dedos al tiempo que retorc�a con verdadera sa�a uno de sus propios pezones y pidi�ndole que se colocara de forma que Facundo pudiera hacerle sexo oral, cuando Alexia puso sus rodillas junto a los hombros del muchacho y baj� el cuerpo para que aquel se adue�ara de su sexo, ella la atrajo hacia s� para buscar con su boca angurrienta los labios plenos de Alexia y con las manos comenz� a manosear los maravillosos senos de quien era su mentora sexual.
Facundo estaba encantado por la situaci�n, ya que jam�s ni le hubiera ocurrido que su hermanita fuera tan puta y que pudiera llegar a poseerla en la forma que lo hac�a; sintiendo como aquella brincaba sobre el falo que la penetraba en toda su dimensi�n, apart� con los dedos los labios mayores del sexo de la checa y como siempre, el fant�stico espect�culo de esa ex�tica flor carn�vora la entusiasm�.
Mientras lo sent�a afan�ndose con labios y lengua tanto en el cl�toris como en los mojados frunces de los labios menores, Alexia clavaba como garfios sus dedos en los macizos senos de la chiquita y se extasiaba en la lucha de las lenguas o succionaba hondamente los m�rbidos labios, fue incrementando el meneo adelante y atr�s de su pelvis en imitado coito, cuando sinti� que a esa delicia se sumaban dos dedos del muchacho escarbando en la vagina.
Los gemidos ahogados de Juliana se convirtieron en un incentivo para su obsesiva sexualidad y dejando uno de los senos, baj� la mano hasta tomar contacto con el crecido cl�toris de la chica para restregarlo con dureza, recibiendo como premio el desesperado acariciar de esta a su cabello empapado por el sudor y el reclamo lloriqueante de que la hicieran gozar aun m�s; saliendo de encima de Facundo, se coloc� al costado de los amantes y llevando su mano izquierda a sobar con cierta dureza los senos oscilantes de la chica mientras que la derecha se hund�a en al profundidad de la hendidura entre las nalgas a buscar el agujero anal que en ese tiempo penetrara gozosamente con sus consoladores, fue introduciendo a �ndice y mayor en una sodom�a que arranc� un quejoso asentimiento en Juliana
La adolescente hab�a aprendido a reprimir y sofocar su gritos cuando algunas veces Alexia la visitaba por las noches, pero esta vez casi le resultaba imposible hacerlo a causa del tama�o extraordinario del falo y el delicioso trabajo que la mujer hac�a con sus dedos en senos y ano; sin embargo, recapacit�, porque hacerlo los pondr�a en evidencia ante sus padres y aquella maravillosa aventura tocar�a a su fin, por lo que, experimentando la dolorosa dicha de sentir la verga reventando su vagina, abri� desmesuradamente la boca para distender la tensi�n y en lugar del grito estent�reo, como un vagido lastimoso escap� de su pecho hasta que, como todo, su cuerpo se adapt� y ella misma propici� el flexionar de sus rodillas para que el vaiv�n de esa jineteada la llevara por fin al ansiado orgasmo.
Potenciando el sufrimiento, Alexia envolv�a entr

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Relato: La seducci�n diab�lica de Alexia 2
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